Por qué y para qué de la filosofía

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Por qué y para qué de la filosofía

Materiales de Estudio de los Círculos de Investigación Editorial La Mano 1


Catalogación AUTOR: MARCEL ARVEA DAMIÁN. TÍTULO: POR QUÉ Y PARA QUÉ DE LA FILOSOFÍA. EDITORIAL. EDITORIAL LA MANO. COLECCIÓN: MATERIALES DE ESTUDIO DE LOS CÍRCULOS DE INVESTIGACIÓN. PRIMERA EDICIÓN. OAXACA DE JUÁREZ, OAXACA. MÉXICO. 22 DE FEBRERO DE 2017. TEMÁTICA: 1. FILOSOFÍA. 2. FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. 3. EDUCACIÓN POPULAR. 4. EDUCACIÓN LIBERADORA. 5. FILOSOFÍA DE LA PRAXIS.

Todos los derechos reservados. Marcel Arvea Damián marvedam@hotmail.com D. R. © Diseño de portada e interiores. Alejandra Duarte de la Llave y Fernando Cruz Pérez

Editorial LA MANO Facebook: Editorial «La Mano» Colección: Materiales de Estudio de los Círculos de Investigación. Se permite la reproducción total o parcial del texto siempre y cuando sea señalada la fuente de procedencia. Impreso y hecho en Oaxaca, México. Printed and made in Oaxaca, Mexico. Primera Edición. Oaxaca de Juárez, Oaxaca. México. 22 de febrero de 2017.

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Por qué y para qué de la filosofía Marcel Arvea Damián

Editorial «La Mano 3


Por qué y para qué de la filosofía

Para Arturo Gerardo Ruiz Utrilla Con admiración y aprecio, por su amable pro-vocación.

I

¿Es la filosofía pensamiento…? Lo es, sin duda. Y pregunto: ¿Acaso no podría ser algo «más-mejor»? Un acto del pensamiento, por ejemplo… ¿Un pensamiento activo, dinámico y complejo…? Quiero demostrar aquí que la filosofía es esencialmente «acto», aun cuando dicho acto lo sea del pensamiento. Inicio la descripción señalando que la «filosofía» y el «filosofar» evidentemente surgen de la realidad concreta y material de nuestras vidas; de la «vida misma», de la «existencia misma» y no de las «cosas mismas», como exige Husserl pensar. Realidad inevitable de la vida material que es dinámica, contradictoria, inmediata, circunstancial, accidental, contingente y mortal.

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Esta realidad de la vida material e inmediata se presenta previa al pensamiento, pues siempre es actual y está significada –en mayor o menor medida–, por un patrón preexistente y preponderante que algunos sabios denominaron «ideología». En lo general, pensamiento sin acción es ideología; una especie de concordancia y afiliación irregular y antagónica con la ideología preeminente y predominante. Para evitar la ideología, la filosofía y el filosofar no tienen otra opción que pensar conforme a un «principio de realidad»; y esa realidad como principio dice a mi conciencia que existimos en este mundo de la vida; donde somos y soy, donde estoy y estamos. Si el pensamiento no se nutre de la realidad material e inmediata de nuestras existencias, del mundo de nuestras vidas, entonces no es posible «filosofar» ni crear «filosofía».

Mi cabeza piensa donde mis pies pisan y todo punto de vista es la visión desde un punto… dice certeramente Leonardo Boff. Porque no siempre en la vida podemos pensar y actuar «filosóficamente»; no siempre tenemos «los pies en la tierra», en ese desgarrador «estado de trance» que supone «filosofar». Esto representa un problema en sí, pues el pensamiento en su origen es función y facultad de la conciencia; así como el acto lo es también de su «actividad ejecutiva» (por decirlo de alguna manera). Sucede entonces que la dinámica e interrelación entre «realidad– conciencia–mundo» es el punto original de la filosofía y el filosofar; de donde se desprenderán después todos los pensamientos y actos, las teorías y prácticas, los por qué y para qué. Con todo, la evidencia nos demuestra que el salto del pensamiento al acto se concreta en la realidad existencial y material de nuestras vidas, en una realidad espacio – temporal – histórica («en el aquí del ahora y en el ahora del aquí»); casi siempre desde lo «mundano» (de este mundo); como el suceso presente, bastante mundano –y que agradezco mucho–, que Usted, en este instante, lea las palabras que escribí en otro tiempo y lugar, por ejemplo… Todo esto significa que el pensamiento filosófico se constituye a posteriori del acto práctico y ejecutivo de nuestra vida material e 5


inmediata; esto gracias a la actividad funcional de la conciencia (sentir, percibir, recordar, imaginar, intuir, etc.). El pensamiento se nos ofrece así a posteriori de las funciones ejecutivas de la conciencia que son siempre actuales e involuntarias, incluso inconscientes (aun cuando mi pensamiento no lo quiera (o lo niegue); inevitablemente percibo, siento, existo, recuerdo, imagino, deseo…). Así como la realidad condiciona la conciencia; así también la conciencia condiciona el pensamiento y la actividad. II

A la filosofía y el filosofar les corresponde desarrollar un pensamiento y acto muy peculiar: pensamiento y acto que logren desprenderse de la ideología y logren aprehenderse –«conscientemente»–, a la realidad esencial de nuestras vidas. Quiero decir, el pensamiento es «filosófico» sólo cuando actúa y piensa conforme al desarrollo de las funciones más complejas de la conciencia, la cual se enajena o libera en tensión permanente con su realidad vital y existencial. La filosofía trata entonces de la praxis de una conciencia en desarrollo y liberación; puede decirse incluso que la filosofía se recrea en estos pensamientos y actos de conciencia; va del pensamiento al acto y del acto al pensamiento, así de largo y dialéctico es el recorrido filosófico de la conciencia. Ahora bien, el pensamiento es una generalización cognitiva muy irregular e inespecífica para crear filosofía; a pesar de sus excepciones, la filosofía sólo en su particularidad se nutre del pensamiento; de lo contrario, la inclinación natural del pensamiento es siempre persistir en su delirante «idealidad», según su «ideología»; terminando por elaborar absurdos, sofismas, espejismos y distorsiones, de los cuales da buena cuenta la triste historia de la filosofía. Me refiero a las argumentaciones y disertaciones –muy racionalistas por cierto–, de racismo, sexismo, fanatismo, dogmatismo y otros disparates asesinos del pensamiento y la conciencia… (ese 6


aspecto se dirimió hace casi 500 años en el debate entre Sepúlveda y Fray Bartolomé…) Podemos, por ejemplo, intuir el “genio maligno” de Descartes cuando escribió: –«Pienso luego existo»… Y la realidad de la vida misma ofrece a mi conciencia la evidencia y la experiencia que sucede –en otros y en mí–, todo lo contrario; es decir: –«Existo y luego pienso»…, y amo, y sueño y sufro y hasta “muero porque no muero”. Puedo existir sin pensamiento pero nunca podría pensar sin vida ni existencia. Con mucha frecuencia pensamos equivocadamente y actuamos del mismo modo. El pensamiento en lo general no hace filosofía; el pensamiento suele ser también patológico, egológico, delirante, incluso maligno, aun cuando no siempre logre concretar su nivel ejecutivo. Algunas neurosis y otras patologías del pensamiento y la conciencia accionan de manera inmediata, ipso facto, en el evento mismo, sin represión alguna: expresiones reactivas e impulsivas del acting out. Para filosofar necesitamos desarrollar e interrelacionar formas complejas de pensamiento, de «sentipensar» y «sentintuir», y hacerlo desde nuestra «comunidad vital y existencial», la cual es «realmente existente». Para ello, necesitamos activar y practicar formas complejas del pensamiento como análisis, reflexión, crítica, creatividad, inteligencia, conocimiento, metodología, etc.; pero también –y sobre todo–, muy conscientemente: principios, unidad, diálogo, ayuda, servicio, simpatía (sufrir con el sufrimiento del otro), dignidad, unidad, rebeldía… y toda esa parvada de pensamientos y acciones maravillosas necesarias a la filosofía y el filosofar… Metodológicamente, vale decir también que la filosofía exige la actualización permanente de su estado de arte; implica por fuerza una actitud muy responsable ante la realidad y la verdad, el saber y el hacer; el por qué y para qué… Hasta aquí podemos concluir que filosofía y filosofar son actos conscientes del pensamiento complejo. 7


III

En cuanto al acto consciente, el pensamiento filosófico puede comprenderse como un actuar teórico, como una acción teórica del pensamiento complejo; por eso el filósofo dice que la teoría es una actividad práctica…, y tiene mucha razón; sólo así puede comprenderse lo inevitable que es la dialéctica a la filosofía y el filosofar. Filosofía y filosofar, en su dialéctica (diálogo) significa pensar y actuar para compartir y convivir en «comunidad convivencial»: transformando la realidad inhumana y deshumanizante que nos denigra para humanizarnos en la acción consciente e intencional sobre el mundo material y espiritual de nuestras vidas. Podemos decir que el «para qué» de la filosofía y el filosofar está en humanizar las condiciones materiales y espirituales de nuestras vidas y existencias. Freire diría que la conciencia está siempre en la acción-reflexión de su realidad y mundo; y si lo está de cualquier modo, no lo es en cuanto a su sentido filosófico: pues la «filosofía» y el «filosofar» sólo pueden ser actos significados e intencionales de un pensamiento complejo; producto de una conciencia en permanente desarrollo y liberación (concientização). No es cualquier «acto» o «estado»; se trata de una acción compleja de la conciencia, una apertura y expansión de la acción – reflexión sobre el mundo de la vida, la cual se realiza desde una praxis consciente y humana, política e histórica, en el mundo material, contradictorio y «realmente existente» de nuestras vidas. Por otro lado, es necedad y absurdo comprender la filosofía y el filosofar desde la objetividad e imparcialidad que supone su interpretación etimológica («filos: amor»; «sofía: saber»); pues no se trata de «amar el saber», como describe la etimología griega; sino de su inversión de sentido para «saber amar» (Lévinas)… necesitamos invertir la filosofía occidental para sobrevivirle al mundo del revés.

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En síntesis: filosofía y filosofar, su por qué y para qué, está en desarrollar actos intencionales significados por el pensamiento complejo y consciente del amor… No soy cursi, lo dijeron y ejemplificaron tanto el Che como Jesús. IV

Recuerdo que en un libro que compré en la Ciudad de México; leí de Enrique Dussel unas palabras memorables y desesperadas ante su experiencia con la ultraderecha peronista como filósofo de la liberación. Dussel escribió estas palabras luego que una bomba destruyera su casa y biblioteca, persiguiéndole hasta su exilio en México. En el escrito, Enrique Dussel argumenta que la mejor evidencia que podemos tener de un «filósofo» es que muera asesinado defendiendo sus principios, acciones y convicciones… Y este acto libre y consciente de entrega y donación del ser humano –“filosofo”–, ante su «principio de realidad»; es sin duda la expresión más elevada del pensamiento complejo. Es el máximo nivel de desarrollo posible al que puede aspirar la filosofía y el filosofar: la praxis amorosa de una conciencia libre. V

Del acto consciente del pensamiento complejo sobre el mundo de la vida surgen la filosofía y el filosofar. La conciencia en desarrollo piensa y actúa de-liberadamente en la praxis revolucionaria del amor; humanizando el mundo de la vida, buscando siempre protagonizar el acto potencial de su «saber amar»; pues la praxis humana, el acto increíble de ser mujer u hombre “de” y “en” este mundo, en esta Tierra, con otros distintos y semejantes por doquier, es la realidad y experiencia más humana, vital y «real» de nuestra existencia, de la cual somos responsables. No puedo imaginar una filosofía que no provenga de la existencia y experiencia humana de nuestras vidas. 9


Por eso, «filosofía» y «filosofar» es la praxis ética ante la intransferible responsabilidad que debo asumir conscientemente por la Vida, por mi vida, como ser humano que soy: singular, único y «realmente existente»; distinto e igual a mis semejantes; con quienes me relaciono, convivo y comunico; con quienes comparto el mundo que nos sostiene vivos y con «los pies en la tierra»; donde somos y soy… donde existo, amo y muero –«aquí y ahora / ahora y aquí»–, como «ser de este mundo»: un «yo» en permanente e inevitable contradicción… Marcel Arvea Damián Puebla de Zaragoza, México. 22 de febrero 2017

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