PASTORAL FAMILIAR: CRITERIOS Y PASTORES

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NÚMERO 8

REFLEXIONES TEOLÓGICAS CENTRO UC DE LA FAMILIA

PASTORAL FAMILIAR: CRITERIOS Y PASTORES Paulo López Soto



CENTRO UC DE LA FAMILIA FACULTAD DE DERECHO PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

REFLEXIONES TEOLÓGICAS CENTRO UC DE LA FAMILIA NÚMERO 8 AMORIS LAETITIA PASTORAL FAMILIAR: CRITERIOS Y PASTORES Autor: Paulo López S.

Edición: Alejandra Retamal R. Santiago, mayo 2022


Todos los derechos de texto son reservados. La reproducción parcial o total del texto deberá contar con la autorización del Centro UC de la Familia, o en su defecto, de la Pontificia Universidad Católica de Chile.



PRESENTACIÓN El Centro UC de la Familia tiene el agrado de presentar “Reflexiones Teológicas Centro UC de la Familia”, publicación que tiene por objeto divulgar los análisis y observaciones de distintos instrumentos eclesiales, que tienen impacto en la familia y en las personas que la componen. En ocasión del año “Familia Amoris Laetitia”, se editarán ocho publicaciones con el fin de analizar cada una de las temáticas propuestas por la Exhortación Apostólica, a cargo del Académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Paulo Ibrain López Soto*

* El profesor Paulo López, es licenciado en Ciencias Religiosas por la Pontificia Universidad Católica de Chile; licenciado en teología moral, con mención en Bioética, por la Academia Alfonsina de la Pontificia Universidad Lateranensis; Máster universitario de segundo nivel en Ética clínica, por la Pontificia Universidad Católica de la Santa Cruz (Instituto de bioética de la Facultad de Medicina y Cirugía “Agostino Gemelli”); y Doctor en Teología moral, con mención en bioética, por la Academia Alfonsina de la Pontificia Universidad Lateranensis.


VIII PASTORAL FAMILIAR: CRITERIOS Y PASTORES

Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana» (AL 56), para los cuales es necesario despertar una creatividad misionera 1 en la Iglesia: «Liberar en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras e imaginación de la caridad» (AL 56). La vida sacramental –en especial la confesión y la eucaristía–, es una ayuda importante en el caminar de cada familia, especial en los 1

A este respecto, por ejemplo, Francisco señala que «el día de san Valentín, que en algunos países es mejor aprovechado por los comerciantes que por la creatividad de los pastores» (AL 208)


momentos de dificultad. Una pastoral familiar debe ser positiva, acogedora, y que posibilite una profundización gradual de las exigencias del Evangelio. Para Francisco las crisis matrimoniales se enfrentan «en un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio» (AL 41) y, por estas crisis, surgen nuevas relaciones y nuevos matrimonios, volviendo más difícil aún la realidad familiar. Para Francisco esta alegría del matrimonio implica: «Aceptar que el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad, que mueve a los esposos a cuidarse: se prestan mutuamente ayuda y servicio» (AL 126).

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Es en este punto que el amor de amistad alcanza su belleza, entendida en la búsqueda del alto valor del otro, y la virtud de la ternura, como manifestación de este amor que «se libera del deseo de la posesión egoísta» (AL 127). Un amor estético, que busca mirarse y ser mirado por aquel que se ama (AL 128). Un amor que se alegra en el haber superado con fuerza las pruebas de la vida. «Pocas alegrías de la vida son tan hondas y festivas como cuando dos personas que se aman han conquistado juntos algo que les costó un gran esfuerzo compartido» (AL 129). Para mantener este amor con gestos concretos, el Papa Francisco vuelve a repetir las tres palabras claves dichas en el Discurso a las familias del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la Fe (26 octubre 2013) «permiso, gracias, perdón». «Cuando en una familia no se es entrometido y se pide “permiso”, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende 3


a decir “gracias”, y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir “perdón”, en esa familia hay paz y hay alegría» (AL 133). Francisco recuerda que son estos gestos, sencillos y fundamentales, aquello que hace crecer el amor en el matrimonio y en la familia respondiendo a la gracia divina con actos de amor frecuentes, intensos, generosos, tiernos y alegres (AL 134). A esto se le llama crecer en el regalo de gracia dado a los esposos. A estos gestos se debe agregar el dialogo (AL 136), el tiempo para estar juntos (AL 137), el hábito de dar importancia a la otra persona (AL 138), acertar y disfrutar las diferencias (AL 139), tener gestos de preocupación y demostrar afecto (AL 140). Las familias deben ser sujetos activos y no objeto de la evangelización (AL 200). Por ello urge una conversión pastoral, donde la Iglesia «no se quede solo con un anunció teórico, sino que se

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vincule con los problemas reales de las personas»2 (AL 201). Por ello una pastoral familia debe ante todo proponer ‘valores’ que respondan a las necesidades de las personas, por medio de un diálogo con las estructuras sociales, animando a los laicos comprometidos en el ámbito cultural y sociopolítico. El primer desafío pastoral, es «una formación más adecuada de los presbíteros, los diáconos, los religiosos y las religiosas, los catequistas y otros agentes pastorales» (AL 202). Pudiendo ser útil en esta formación la «larga tradición oriental de los sacerdotes casados». Esta formación debe ser iniciada en los seminarios, por medio de una formación interdisciplinaria sobre el noviazgo y el matrimonio y no solo en cuando a la doctrina. Esta formación debe considerar desplegar su mundo psicoactivo, sanando sus propias heridas en sus vidas familiares (AL 203), todo esto envista de alcanzar una madurez 2

Este será el gran apelo que toda la Exhortación hace a la Iglesia toda, ser una madre que acoja y acompañe a todos sus hijos en especial los más pobres y marginados. 5


necesaria para ejercer su ministerio sacerdotal. Para alcanzar esta madurez es necesario el acompañamiento de las familias en el camino del seminario y del sacerdocio (AL 203), propiciando con ella la participación laical – y femenina –, no solo en la formación sacerdotal, sino en la propia vida de los sacerdotes. Un segundo desafío es la formación y la creación de grupos multidisciplinares, que ayuden a la formación de agentes laicos en la pastoral familiar para que desde líneas pastorales basadas en la realidad local y con la ayuda de la dirección espiritual, recursos espirituales y la reconciliación sacramental se puedan ayudar a las familias, en especial aquellas que sufren violencia o abusos (AL 204). La pastoral prematrimonial y matrimonial, se debe comprender como una pastoral del vínculo, que potencia el matrimonio como una vocación, que más allá de la celebración sacramental impulsa la pareja a «atravesar juntos todas las pruebas y momentos difíciles» (AL 211). Esta pedagogía del 6


amor, debe incluir no solo la cercanía sacramental, sino también medios humanos –consultorías matrimoniales, familias de apoyo – a los cuales se puedan recurrir en casos de necesidad. Bajo la idea que el matrimonio y la familia es un trabajo artesanal (AL 16), el sacramento del matrimonio no debe ser entendido como algo acabado, sino como un camino en el cual los esposos al unirse «se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante juntos» (AL 218), signo del futuro que juntos deben comenzar a construir, más allá de las dificultades y los obstáculos de cada día, con esperanza en ese futuro lleno de inquietudes, que es aquello que mueve los corazones (AL 219). a)

Criterios pastorales

La exhortación apostólica llama situaciones irregulares a todos aquellos casos en los cuales el ideal del matrimonio cristiano no se realiza 7


perfectamente. Estas diversas situaciones de vida matrimonial y familiar el documento los llama ‘situaciones irregulares’. Frente a la pregunta ¿Qué hacer? ante estas situaciones irregulares el documento señala algunos criterios pastorales que van orientados a ayudar a la Iglesia toda a acoger, acompañar, discernir e integrar. En el documento Francisco reafirma el criterio de la gradualidad, afirmando que «cada familia, aún en su debilidad, puede transformase en luz en la oscuridad del mundo», es dato de esperanza, amor y misericordia, debe animar a la Iglesia toda anunciar con más fuerza la belleza del matrimonio y de la familia, ya que el Evangelio de la familia debe alimentar también «estas semillas que todavía esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han perdido vitalidad y necesitan que no se les descuide» (AL 76). Este anuncio profético, retoma el anuncio de verdad y esperanza de la Iglesia toda, llamándonos a «liberar en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en sueños proféticos, acciones 8


transformadoras e imaginación de la caridad» (AL 57). Este grito profético va en sintonía con la tradición de la Iglesia. El profeta Isaías afirmaba: «No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente» (Is 42, 3). Ahora bien, no siempre este anuncio del Evangelio del matrimonio y la familia ha estada cargado de esperanza y de misericordia. No basta – afirma Francisco – solo con denunciar o imponer normas, es necesario comunicar los valores al mundo que nos son propios. Siguiendo su uso pastoral, el Santo Padre asume críticamente el modo como se han presentado las convicciones cristianas y las formas como se han tratado a las personas (AL 36). Afirmando que, acentuando la dimensión procreativa, los demás elementos del matrimonio – fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y la ayuda mutua – han quedado opacados (AL 36). A esto se suma la falta de acompañamiento a los nuevos matrimonios y una visión teológica ideal del matrimonio, lejana y 9


artificial a las realidades concretas. Estos criterios doctrinales han llevado a una pastoral familiar que ha actuado en forma defensiva, con poca capacidad proactiva que muestre los caminos de felicidad (AL 38). Trasformando el matrimonio y la familia en una realidad ni deseable ni atractiva. Bajo esta renovada costumbre pastoral, Amoris Laetitia se propone desarrollar nuevos caminos pastorales (AL 199), no a modo de una ‘pastoral familiar’ clara y precisa, es decir, jerárquica que emane de lo alto y sea regla segura y clara para todos, ya que «no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales» (AL 3). Este criterio se da por tres razones: 1. La unidad de doctrina no impide que «subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella»;

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2. En cada «en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales» (AL 3); 3. «Sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día» (AL 308; Cf. Exhort. ap. Evangelii Gaudium 44; FC 34). Por ello afirma el documento estos nuevos caminos pastorales son y deben ser una invitación a que las propias comunidades –recogiendo algunos desafíos pastorales– puedan elaborar propuestas prácticas y eficaces3, teniendo en 3

El documento a este respecto señala «Las parroquias, los movimientos, las escuelas y otras instituciones de la Iglesia pueden desplegar diversas mediaciones para cuidar y reavivar a las familias. Por ejemplo, a través de recursos como: reuniones de matrimonios vecinos o amigos, retiros breves para matrimonios, charlas de especialistas sobre problemáticas muy concretas de la vida familiar, centros de asesoramiento matrimonial, agentes misioneros orientados a conversar con los matrimonios sobre sus dificultades y anhelos, consultorías sobre diferentes situaciones familiares (adicciones, infidelidad, violencia familiar), espacios de espiritualidad, talleres de formación para padres con hijos problemáticos, asambleas 11


cuenta las enseñanzas de la Iglesia y sus necesidades y los desafíos locales (AL 199). Esta ‘pastoral familiar’ debido a los tiempos que corren debe ser «fundamentalmente misionera, en salida, en cercanía, en lugar de reducirse a ser una fábrica de cursos a los que pocos asisten» (AL 230). El capítulo octavo trata de dar algunas luces a estos casos difíciles y a las familias heridas (AL 305) por diversas situaciones – divorciados y vueltos a casar, convivientes, familias que no optan al sacramento matrimonial, etc. – proponiendo como criterio el camino del amor verdadero que es siempre «inmerecido, incondicional y gratuito» (AL 296). Este criterio – afirma Francisco – es parte de la tradición de la Iglesia, ya que:

familiares. La secretaría parroquial debería contar con la posibilidad de acoger con cordialidad y de atender las urgencias familiares, o de derivar fácilmente hacia quienes puedan ayudarles. También hay un apoyo pastoral que se da en los grupos de matrimonios, tanto de servicio o de misión, de oración, de formación, o de apoyo mutuo. Estos grupos brindan la ocasión de dar, de vivir la apertura de la familia a los demás, de compartir la fe, pero al mismo tiempo son un medio para fortalecer al matrimonio y hacerlo crecer» (AL 229). 12


«El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración [...] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero» (AL 296). Este camino del amor implica un doble movimiento, por un lado, reafirmar el ideal pleno del matrimonio y el Evangelio que significa la vida matrimonial para nuestro mundo (AL 307) como signo de la unión entre Cristo y su Iglesia (AL 292) el cual se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer4 y, por otro, reconocer la existencia de realidades que contradicen radicalmente este ideal o lo realizan en modo 4

El texto completo afirma: «El matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida, consagrados por el sacramento que les confiere la gracia para constituirse en iglesia doméstica y en fermento de vida nueva para la sociedad» 13


parcial o análogo. La mirada del Sínodo en el capítulo octavo se orienta a «acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado» (AL 291), asemejándose en esta tarea a un hospital de campaña que trata de aliviar y sanar en medio de las dificultades. Como criterio en este discernimiento pastoral el documento presenta «la ley de la gradualidad» por medio de la cual «la conciencia» de que el ser humano «conoce, ama y realiza el bien moral según diversas etapas de crecimiento» (AL 295). La categoría teológica de la ley de la gradualidad – expuesta por San Juan Pablo II en Familiaris Consortio 34 (22 nov. 1981) – es una noción que muestra al hombre, en su historicidad y concretes, en camino hacia la verdad, entendiendo que la ley de Dios es siempre un don que indica el camino en forma objetiva, pero que algunos sujetos «no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley» (AL 295). 14


Frente a las situaciones irregulares, sin importar la situación en la cual se encuentren a excepción de «si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia» (AL 297), la Iglesia debe actuar bajo la lógica de la integración, sin excluir a nadie 5, comprendiendo sus dolores y ayudándoles a «encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial», evitando situaciones de escándalo (AL 299). El Papa junto con los Padres Sinodales aconsejan de no catalogar o encerrar estas situaciones irregulares en concepciones rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral, ya que en cada

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En la lógica de AL el Papa afirma que esta integración debe llevar a una participación. «Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas. Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la vida y del Evangelio. Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes» (AL 299) 15


situación existen elementos personales o circunstanciales atenuantes. Por circunstancias atenuantes a la responsabilidad moral Amoris Laetitia, presenta aquellos factores que limitan la capacidad de decisión (AL 301), ya sea por «ignorancia, inadvertencia, violencia, temor, hábitos, afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales» (CIC 1745). El conocimiento de estas circunstancias atenuantes 6 debe ser uno de los pilares del acompañamiento y del discernimiento de las personas en situaciones irregulares para, por un lado, ayudarles a tomar conciencia de su situación ante Dios y, por otro, dentro de la conversación con el presbítero, llegar a un juicio correcto sobre «aquello que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer» (AL 300). 6

La exhortación presenta por ejemplo los casos del abandono injusto, los que en conciencia declaran que sus matrimonios precedentes nunca han sido válidos, aquellos que sufren matrimonios irreparablemente destruidos o que luego de una separación – por motivos graves como la educación de los hijos – no pueden vivir sin una segunda pareja estable, etc. (Cf. AL 298). 16


En honor a la verdad, el tema de permitir la comunión eucarística a las parejas católicas, divorciadas y vueltas a casar, no tuvo los resultados esperados. No por falta de voluntad, sino por la doctrina de la indisolubilidad que se encuentra contenida en modo explícito en el Nuevo Testamento (Mc 10, 11-12; Mt 19, 8) 7. Además, el documento vuelve a señalar que la Iglesia reconoce (la nota 329 que nace del número 298) aquellas situaciones cuando «el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación» (AL 298), pero en estas situaciones, afirma la nota: «Muchos, conociendo y aceptando la posibilidad de convivir «como hermanos» que la Iglesia les ofrece, destacan que si faltan algunas expresiones de intimidad «puede poner en peligro no raras veces el 7

«Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así» (Mt 19, 8); «el que repudia a una mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla; y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio» (Mc 10, 11-12) 17


bien de la fidelidad y el bien de la prole (GS 51)» (Cf. AL nota 329). Esta cita reconoce que la posibilidad que tienen las parejas católicas, divorciadas y vueltas a casar, de acceder a la comunión eucarística es el convivir como hermanos. Asumiendo y reafirma así la larga tradición de la Iglesia dejando, ‘como posible solución’ trasladar el problema del segundo matrimonio, al campo de la moral, es decir, el problema de «trasgredir el mandamiento de ser fiel hasta la muerte del cónyuge, es una cuestión que atañe la conciencia subjetiva. La última decisión – en casos las parejas divorciadas y vueltas a casar – viene, por lo tanto, dada a la conciencia»8. En estos casos, afirma el documento, «a causa de los condicionamientos o factores atenuantes es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo 8

M. P. Faggioni, Sessualità matrimonio famiglia, Bologna, EDB, 12010, 230. Propuesta planteada en un inicio por autores como los obispos del Oberrhein (1993). 18


pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia» (AL 305), afirma en la nota de respectiva que «En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos», pero dentro de esto, continua el Santo Padre «Igualmente destaco que la Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (Cf AL nota 351). Este valor de las conciencias va de la mano en el documento con la petición que el mismo Papa Francisco: ‘Invito a que viven situaciones difíciles a que se acerquen a conversas con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor (AL 312) e invita a los pastores a escuchar con afecto y sinceridad, entrando en el corazón del drama de las personas, comprendiendo y ayudando a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia (AL 312)’.

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Este es el camino que muestra el documento frente a las situaciones difíciles: el valor de la conciencia y el discernimiento con el sacerdote como caminos que tiene como finalidad acompañar a los fieles a hacer un proceso de conversión para llegar –a través de los cansancios diarios y bajo los gozos y las sombras de cada día– a la plenitud del evangelio, como meta de todo cristiano. b)

Los pastores

En estos nuevos criterios pastorales, los sacerdotes tienen una misión importante, por un lado, son ellos los que tiene que alentar a las familias a crecer en la fe, por medio de los sacramentos, la dirección espiritual y la asistencia a retiros (AL 227) y, por otro, ellos deben asumir el «discernimiento pastoral de las situaciones de tantas personas que ya no viven esta realidad, para entrar en diálogo pastoral con ellas a fin de poner de relieve los elementos de su vida que 20


puedan llevar a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud» (AL 293). En este discernimiento pastoral realizado entre el sacerdote y el fiel que vive situaciones difíciles, es función de los pastores identificar aquellos elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano y espiritual (AL 293). Este discernimiento debe «hacerse distinguiendo adecuadamente con una mirada que discierna bien las situaciones». sabiendo que no existen recetas sencillas para ello. (AL 298). Este acompañamiento pastoral debe darse en un ambiente de humildad, reserva, amor a la Iglesia y a sus enseñanzas, buscando sinceramente la voluntad de Dios (AL 300). Evitando el riesgo de hacer pensar que la Iglesia tiene una doble moral, es decir, siendo benévola con algunos y rígida con otros. Dando mensajes equivocados por un exceso de flexibilidad o de rigorismo. Por esta razón el Sínodo no ha emanado una «nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a 21


todos los casos» (AL 300), ya que el valor se pone en la tarea de los Pastores de «acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo» (AL 300). Junto con el camino del discernimiento pastoral, la exhortación anima a los pastores a la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada, en los fieles laicos que ayude a las personas a evaluar sus respuestas a luz de la propuesta general del Evangelio y cómo estas respuestas cumplen en parte este proyecto, valorándolas como camino hacia un ideal en medio de situaciones complejas. Esta relación entre la norma moral objetiva –contendida en los Evangelios– y el discernimiento pastoral que se da entre el pastor y la fiel conlleva, por un lado, que las normas generales en su formulación no abarcan todas las situaciones particulares y, por otro, que «un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma» (AL 304). Esta medida de orden entre 22


norma y discernimiento pastoral9 ayuda a que los pastores «no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran piedras que se lanzan sobre la vida de las personas» (AL 304) y a distinguir que: «En medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia» (AL 305). Este paso hacia la misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita» (AL 297) significa recorrer la via caritatis (AL 306) animando, ayudando y acompañando a aquellos que tengan dificultades para vivir plenamente la ley divina, «sin renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino» (AL 9

Como fundamento la exhortación cita: Summa Theologiae I-II, q. 94, a. 4.; La Comisión Teológica Internacional, En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural (2009), 59. 23


308). Para evitar – en esta renovada forma pastoral – malas interpretaciones, el Papa recuerda que la Iglesia no debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, en especial a los jóvenes (AL 307) animando a una pastoral que consolide los matrimonios para evitar así las rupturas y fracasos. Pero a la vez anima a los pastores a evitar la dureza del trato, asumiendo una «lógica de la compasión con los divorciados y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes» (AL 308). Esta nueva forma pastoral conlleva un suave equilibrio entre el cuidado de la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia y el primado del amor como respuesta a la iniciativa gratuita del amor de Dios (AL 311), evitando licuar el Evangelio comprendiendo la misericordia como la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de verdad de Dios. Como ya hemos mencionado, en honor a la verdad, hay que afirmar que el documento es bastante crítico frente a una visión rigorista del trato pastoral, afirmando que, frente al 24


discernimiento personal de aquellos que viven situaciones difíciles el Papa les recuerda a los sacerdotes que «el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor» (Cf. AL nota 351; EG 44), retomando aquello que ya había mencionado en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, a saber, «Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas» (EG 44). Este camino de ‘dar pequeños pasos’ considerando ‘los límites humanos’ tiene como trasfondo el hecho que la Iglesia debe evitar impone normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de hacer que las personas – en situaciones difíciles – se sientan juzgadas y abandonadas. «De ese modo, en lugar de ofrecer 25


la fuerza sanadora de la gracia y la luz del Evangelio, algunos quieren adoctrinarlo, convertirlo en piedras muertas para lanzarlas contra los demás» (AL 49).

PAULO IBRAIN LÓPEZ SOTO Académico Facultad de Teología UC Miembro del Comité Ejecutivo del Centro UC de la Familia

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