AMORIS LAETITIA - EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

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NÚMERO 7

REFLEXIONES TEOLÓGICAS CENTRO UC DE LA FAMILIA

AMORIS LAETITIA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS Paulo López Soto



CENTRO UC DE LA FAMILIA FACULTAD DE DERECHO PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

REFLEXIONES TEOLÓGICAS CENTRO UC DE LA FAMILIA NÚMERO 7 AMORIS LAETITIA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS Autor: Paulo López S.

Edición: Alejandra Retamal R. Santiago, mayo 2022

Todos los derechos de texto son reservados. La reproducción parcial o total del texto deberá contar con la autorización del Centro UC de la Familia, o en su defecto, de la Pontificia Universidad Católica de Chile.



PRESENTACIÓN El Centro UC de la Familia tiene el agrado de presentar “Reflexiones Teológicas Centro UC de la Familia”, publicación que tiene por objeto divulgar los análisis y observaciones de distintos instrumentos eclesiales, que tienen impacto en la familia y en las personas que la componen. En ocasión del año “Familia Amoris Laetitia”, se editarán ocho publicaciones con el fin de analizar cada una de las temáticas propuestas por la Exhortación Apostólica, a cargo del Académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Paulo Ibrain López Soto*

* El profesor Paulo López, es licenciado en Ciencias Religiosas por la Pontificia Universidad Católica de Chile; licenciado en teología moral, con mención en Bioética, por la Academia Alfonsina de la Pontificia Universidad Lateranensis; Máster universitario de segundo nivel en Ética clínica, por la Pontificia Universidad Católica de la Santa Cruz (Instituto de bioética de la Facultad de Medicina y Cirugía “Agostino Gemelli”); y Doctor en Teología moral, con mención en bioética, por la Academia Alfonsina de la Pontificia Universidad Lateranensis.


VII LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Desde el ámbito educativo, la familia tiene un rol protagónico. Si bien la Iglesia desempeña un rol precioso en la formación e iniciación cristiana, el Papa afirma que la educación integral de los hijos es una obligación gravísima (deber irrenunciable por el hecho de ser padres), a la vez el derecho primario de los padres. «No es sólo una carga o un peso, sino también un derecho esencial e insustituible que están llamados a defender y que nadie debería pretender quitarles» (AL 84). Por ello Francisco no excita en afirmar que «la escuela no sustituye a los padres, sino que los complementa», ya que «cualquier otro colaborador en el proceso educativo debe actuar en nombre de los padres, con su consenso y, en


cierta medida, incluso por encargo suyo» (AL 84). Reconociendo en estos procesos la brecha que existe no solo entre familia y sociedad, sino entre familia y escuela, ya que el pacto educativo hoy se ha roto. «Sólo así ese hijo tendrá en sí mismo los elementos que necesita para saber defenderse y para actuar con inteligencia y astucia en circunstancias difíciles. Entonces la gran cuestión no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida» (AL 261). Promover la libertad de los hijos, como don de Dios, debe ser una meta en la formación, la cual debe ir de la mano con el buen juicio y la sensatez (AL 262). Esta formación integral de los hijos debe incluir no solo la formación académica, sino una formación afectiva y ética, que promueva la 2


confianza y al amor sincero entre padres e hijos (AL 263). Esta formación incluye la educación de la voluntad, el desarrollo de hábitos buenos e inclinaciones afectivas a favor del bien (AL 264), que debe ser entendido como un proceso de lo imperfecto a lo perfecto. Francisco recuerda que este deseo por los valores altos de la vida debe pasar por iniciativas simples como: el deseo de adaptarse a la sociedad, el hábito de renunciar a una satisfacción inmediata, etc. Esta formación moral debe ser en modo inductivo, es decir, donde «el hijo pueda descubrir por sí mismo la importancia de determinados valores, principios y normas, en lugar de imponérselos como verdades irrefutables» (AL 264). Si bien los padres son los primeros educadores, ellos no deben ser «los únicos» en este proceso formativo. La comunidad cristiana por medio de la catequesis de iniciación debe ayudar en esta formación. El Sínodo ha querido rescatar la importancia de la escuela católica la que:

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«Desarrolla una función vital de ayuda a los padres en su deber de educar a los hijos […] Las escuelas católicas deberían ser alentadas en su misión de ayudar a los alumnos a crecer como adultos maduros que pueden ver el mundo a través de la mirada de amor de Jesús y comprender la vida como una llamada a servir a Dios» (AL 279). Por ello Francisco recuerda que la escuela católica tiene «la libertad de la Iglesia de enseñar la propia doctrina y el derecho a la objeción de conciencia por parte de los educadores» (AL 279, Cf. Relación final 2015, 68). a)

Paternidad

En el capítulo quinto Francisco presenta la familia como el lugar donde se acoge la vida como un regalo de Dios, es decir, signo de ese amor gratuito e inicial con Dios nos ama como hijos (AL 166). Este misterio de amor se ve oscurecido por 4


muchos niños que son abandonados –niños no deseados– o a los cuales se les niega el regalo de la vida o de una familia. Por eso Francisco, siguiendo con la idea que la familia es un trabajo artesanal, de persona a persona (AL 16), donde el fin último de la vida que se origina en el seno del amor conyugal, es el gozo de sus hijos de la vida eterna. El fin al cual deben responder los padres al don de la vida que se les ha dado. «El don de un nuevo hijo, que el Señor confía a papá y mamá, comienza con la acogida, prosigue con la custodia a lo largo de la vida terrena y tiene como destino final el gozo de la vida eterna» (AL 166). Retomando el tema de los diversos tipos de familia el Papa alaba las familias numerosas (AL 167), pero les recuerda –citado a San Juan Pablo II– que la paternidad responsable no es una procreación ilimitada, sino el uso responsable, sabio y responsable de su libertad teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y 5


demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos 1. En la formación de la familia una etapa «difícil y maravillosa» (AL 168) es el embarazo, participando las madres en el misterio de la creación, desde el instante de la concepción (AL 169). A la cual se le pide «cuidar esta alegría», sin que nada ni nadie pueda «apagar esta felicidad» (AL 171). Una condición importante en las familias es que el hijo se sienta esperado, sin importar las dificultades por las cuales se atraviese, ya que el hijo «no es un complemento o una solución para una inquietud personal» (AL 170), es un ser humano, y como tal un misterio no reducible a un beneficio propio. El cual debe ser amado porque: «Los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible […] Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es de una o de otra manera; no, porque es hijo. No porque piensa como yo 1

Oficina de prensa de la Santa Sede, «Resumen de la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia». 6


o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo» (AL 170). Este trabajo artesanal del matrimonio, lleva consigo, el ser generosos en la comunicación de la vida, por medio de la paternidad responsable (HV 10-14; FC 14; 28-35). La paternidad responsable implica la formación de la conciencia, lugar donde resuena la voz de Dios y de sus mandamientos. En este caminar no debe faltar el acompañamiento espiritual, el uso de los ritmos naturales de fertilidad. Insistiendo siempre en que los hijos son un don maravilloso de Dios, una alegría para los padres y para la Iglesia (AL 222). b)

Educación sexual

Para alcanzar esta madurez plena al interno de la familia es necesario «orientarlas cada vez más en un proyecto de autodonación y de plena realización de sí mismo, que enriquece las relaciones interpersonales en el seno familiar» (AL 147). Un lugar importante en este discurso va 7


para la dimensión erótica del amor (AL 150-157). La sexualidad, creada por Dios, es un regalo maravilloso, cuando se cultiva y se evita su descontrol. Por ello es necesario una educación de las pasiones y de la sexualidad. La sexualidad «no es un recurso para gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor» (AL 151). Francisco afirma que, así entendida, la dimensión erótica del amor no es ‘un mal permitido’, sino un ‘don de Dios’ que ‘embellece’ el encuentro de los esposos (AL 152). Lo contrario a esta ‘belleza’, es cuando la sexualidad ‘despersonaliza’ y se llena de patologías, pasando a ser satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos (AL 153), provocando violencia (AL 154) y manipulación o sometimiento sexual del hombre hacia la mujer (AL 156). En el matrimonio la vida espiritual y la vida sexual se complementan mutuamente e implican, que no es solo dando que se forma este amor conyugal, sino que también recibiendo. Es en 8


esta entrega mutua que el amor espiritual y físico se consolida y crece. Otro tema importante es la relación entre el matrimonio y la virginidad (AL 158-162). «La virginidad y el matrimonio son, y deben ser, formas diferentes de amar, porque el hombre no puede vivir sin amor» (AL 161). Francisco rescata que «más que hablar de la superioridad de la virginidad en todo sentido», es necesario mostrar que los distintos estados de vida se complementan, de tal manera que «uno puede ser más perfecto en algún sentido y otro puede serlo desde otro punto de vista» (AL 159) 2. La virginidad es un estado de perfección, no a raíz de la continencia, sino por el conjunto de la vida fundada en los consejos evangélicos (AL 160). La virginidad es un signo escatológico, mientras que el matrimonio es un signo histórico, ya que: «La virginidad tiene el valor simbólico del amor que no necesita poseer al otro, y 2

La perfección del matrimonio estaría en ser este reflejo de la unión de Cristo con la Iglesia o en la unión de la naturaleza divina con la humana (AL 159) en Glossa in quatuor libros sententiarum Petri Lombardi, 4, 26, 2 (Quaracchi 1957, 446). 9


refleja así la libertad del Reino de los Cielos, (mientras) […] el amor de los esposos tiene otros valores simbólicos: por una parte, es un peculiar reflejo de la Trinidad […], es un signo cristológico, porque manifiesta la cercanía de Dios que comparte la vida del ser humano uniéndose a él en la Encarnación, en la Cruz y en la Resurrección: cada cónyuge se hace ‘una sola carne’ con el otro y se ofrece a sí mismo para compartirlo todo con él hasta el fin» (AL 161). Con un tono crítico afirma que incluso el celibato corre el peligro de ser una cómoda soledad, caracterizada por «la libertad para moverse con autonomía, para cambiar de lugares, de tareas y de opciones, para disponer del propio dinero, para frecuentar personas diversas según la atracción del momento» (AL 162), en esto, se resalta el amor de tantos matrimonios que, con el cuidado de su pareja o hijos enfermos, asumen su cruz, dando su sí de amor hasta la muerte (AL 162). 10


En esta formación de los hijos la educación sexual tiene un rol especial, ya que hoy «la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse» (AL 280). La educación sexual debe comprenderse a «la luz de una educación para el amor y la donación mutua» (AL 280). Esta educación a la vez que motiva el autoconocimiento, el autodominio y una actitud de santo pudor (AL 2823), debe ir acompañada de una información acorde a la etapa de vida de cada niño o joven. Esta formación debe ayudar a los jóvenes a apreciar lo positivo y rechazar aquello nocivo que existe en un mundo plagado de información y de pornografía que «desfigura la capacidad de amar» (AL 282). Hoy la educación sexual se concentra – afirma Francisco– en la invitación a cuidarse, procurando un sexo seguro (AL 283), transformando esta enseñanza del amor, del don de sí íntegro y generoso en una actitud negativa hacia 3

Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad, en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de modo inhumano o a dañar a otros. 11


«la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida» (AL 283). En los jóvenes, una vida sexual apresurada y furtiva puede llevar a confundir los planos: la atracción «crea, por un momento, la ilusión de la “unión”, pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes» 4. Es la misión de los educadores enseñar que el lenguaje del cuerpo requiere un paciente aprendizaje que «que permite interpretar y educar los propios deseos para entregarse de verdad» (AL 284). La aceptación de la diferencia debe ser parte de esta educación sexual (AL 285), la cual tiene como meta «superar el encierro en los propios límites para abrirse a la aceptación del otro» (AL 285). Esta aceptación parte por el propio cuerpo como «ha sido creado» ya que la lógica del dominio del propio cuerpo trae consigo la lógica del dominio sobre la creación. Esta aceptación 4

Erich Fromm, The art of Loving, New York 1956, 54. 12


también abre al encuentro con el otro, en su diferencia. Esta diferencia masculina o femenina no solo tiene una parte genética o biológica (AL 286) sino elementos como «el temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación» (AL 286). Si bien no podemos separar lo masculino y femenino de la obra creada por Dios que es «anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar» (AL 286). Lo masculino y femenino no son realidades rígidas, por ejemplo, la masculinidad pude adaptarse a realizar tareas domésticas o la crianza de los hijos. Estos sanos intercambios ayudan a los niños a salir de un ambiente de rigidez y abrirse a las condiciones reales del matrimonio, evitando realidades donde lo masculino o lo femenino se asocie solo a algunas actividades y no a otras.

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c)

Educación moral

Al ejemplo de San Pablo el cual dice: «no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Rom 7, 19) el Santo Padre recuerda que debe existir esta coherencia entre el conocer y querer el bien, y el actuar guiado por este conocer y querer. «Por más que la conciencia nos dicte determinado juicio moral, en ocasiones tienen más poder otras cosas que nos atraen» (AL 265). Esta coherencia se logra cuando existe una «profunda inclinación afectiva», «un gusto por el bien», que sea más profundo que los otros atractivos, moviéndonos a amar aquello que consideramos como bueno, como bueno para mí. En esta formación moral, es importante mostrar el bien que se puede alcanzar realizando algunos esfuerzos y sacrificios. Estos valores se ven potenciados por hábitos o costumbres adquiridos (AL 266) y potenciados desde niños por los mayores. Para Francisco siguiendo la tradición aristotélico-tomista 5, la 5

Para la tradición aristotélico tomista la conducta moral, es «el dictamen del entendimiento práctico acerca de la moralidad del acto que se va a 14


conducta moral como dictamen del entendimiento práctico para realizar o no un acto necesita para su formación la repetición de actos buenos, que son aquellos que cristalizan en el alma las virtudes, es decir, hábitos que se orientan al bien, movidos por el cultivo de la libertad. Por ello afirma Francisco «la misma dignidad humana exige que cada uno actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro» (AL 267; Cf. GS 17). Esta libertad de elección es – en especial en los jóvenes – limitada y condicionada (AL 274), ya que no siempre la elección del bien es espontaneo. Un acto libre 6 se puede ver obstaculizado o por el realizar o que ya se ha realizado, según los principios morales. No es, pues, otra facultad, sino un acto propio del intelecto, en su aspecto práctico». Para Tomás la virtud es un término medio entre «dos extremos». La virtud o hábito es inherente al hombre cualificándolo para la acción, ayudándolo y reforzando la acción de una facultad. Ahora bien «si los hábitos son buenos constituyen virtudes; si son malos, constituyen los vicios» por ello las virtudes son, pues, hábitos que orientan a obrar bien, por ende, la virtud se alcanza mediante la repetición de actos virtuosos, que se cristalizan en alma humana. Cf. M. Beuchot, Introducción a la filosofía de santo Tomás de Aquino, Salamanca, Editorial San Esteban, 22004, 189208. Tomás de Aquino, S. Th., I-II, q23, a2, c. y a. 4, c. 6 El acto libre se entiende como capacidad de la voluntad de moverse por sí misma al bien que la razón le presenta, se topa con el error de conciencia o de objeto cuando el mal se confunde con bien. Es importante rescatar la existencia de condicionamientos (positivos o negativos) tanto internos como externos. Los condicionamientos internos pueden ser 15


error, que hace creer como bueno un objeto que en realidad es nocivo, como la falta o imperfecta comprensión de un dato históricamente existente; o por la falta de libertad, donde la persona se vuelve esclava como sucede con las adicciones; o por falta de voluntad, ya sea por temor o pasión. Por ello Francisco en el caso de la drogadicción afirma que: «No tiene sentido dejar que elija con libertad, ya que de hecho no puede elegir, y exponerlo a la droga sólo aumenta la dependencia. Necesita la ayuda de los demás y un camino educativo» (AL 273). En esta formación hacia las obras buenas es importante rescatar en primer lugar, el valor la reparación cuando se ha errado u ofendido al corporales (salud y enfermedad; herencia, sexo), psicológicos, intelectuales, la voluntad libre (hábitos, temor actitudes), mientras que los condicionamientos externos son la violencia o la voluntad del que sufre, la presión social, la educación recibida, el clima, la alimentación, vegetación, la historia, etc. Cf. M. Vidal et al., «Acto humano», en Nuevo diccionario de teología moral, Madrid, Editorial San Pablo, 19922, 23-46. El Catecismo afirma: «La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales» CF. CIC 1735. 16


provocar un daño, en estos casos «algunas sanciones pueden cumplir en parte con esta finalidad» (AL 268), ya que «es importante orientar al niño con firmeza a que pida perdón y repare el daño realizado a los demás» (AL 268). El valor de la corrección es signo de la atención que los padres tienen valorar y reconocer los esfuerzos de sus hijos. Esta corrección necesita, por un lado, la humildad de los padres y, por otra, que esta sea dentro de los límites del amor y de respeto a las fragilidades y los límites personales (AL 269). Esta disciplina no debe ser «una mutilación de los deseos, sino un estímulo para ir siempre más allá» (AL 270). En esta formación de los niños Francisco, con su ánimo de pastor, previene de evitar dos excesos, por un lado, construir un mundo a medida de los deseos de los hijos y, por otro, torturarlos a vivir una vida privada de su conciencia, dignidad, derechos e identidad única. En esta educación moral Francisco no deja de resaltar la importancia de una metodología 17


progresiva, que va de lo imperfecto a lo perfecto, es decir, de pequeños pasos que pueden ser «comprendidos, aceptados y valorados y que impliquen una renuncia proporcionada» (AL 271). Frente a una imagen distorsionada de los adolescentes – que hay que sanar – producto de carencias afectivas o una mala imagen de los padres es importante enseñar a los jóvenes a practicar la analogía en su formación ética (AL 272). Esta analogía implica descubrir los valores realizados plenamente en algunas personas ejemplares, pero también se realizan imperfectamente y en diversos grados. En la educación de los hijos la familia, como primer lugar de la socialización (AL 276), imprime un sello característico en la vida de sus hijos (AL 274) que marca la vida de decisión de las personas. Hoy en un mundo rápido y tecnológico7 el Santo Padre remarca la importancia de educar a la espera, 7

Sobre la tecnología Francisco afirma que «Sabemos que a veces estos recursos alejan en lugar de acercar, como cuando en la hora de la comida cada uno está concentrado en su teléfono móvil, o como cuando uno de los cónyuges se queda dormido esperando al otro, que pasa horas entretenido con algún dispositivo electrónico» (AL 276) 18


enseñando que no todo en la vida tiene la velocidad de los equipos electrónicos, entendiendo que «la postergación no es negar el deseo sino diferir su satisfacción» (AL 274), evitando en los niños la lógica del «quiero y tengo» y el nuevo «autismo tecnológico» (AL 278). Evitar esto ayuda a forjar la autoestima y a valorar la libertad de los demás.

PAULO IBRAIN LÓPEZ SOTO Académico Facultad de Teología UC Miembro del Comité Ejecutivo del Centro UC de la Familia

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