AMORIS LAETITIA - LA FAMILIA EN LA BIBLIA Y EN EL MAGISTERIO

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NÚMERO 2

REFLEXIONES TEOLÓGICAS CENTRO UC DE LA FAMILIA

AMORIS LAETITIA LA FAMILIA EN LA BIBLIA Y EN EL MAGISTERIO Paulo López Soto



CENTRO UC DE LA FAMILIA FACULTAD DE DERECHO PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

REFLEXIONES TEOLÓGICAS CENTRO UC DE LA FAMILIA NÚMERO 2 AMORIS LAETITIA LA FAMILIA EN LA BIBLIA Y EN EL MAGISTERIO Autor: Paulo López S.

Edición: Alejandra Retamal R. Santiago, mayo 2022

Todos los derechos de texto son reservados. La reproducción parcial o total del texto deberá contar con la autorización del Centro UC de la Familia, o en su defecto, de la Pontificia Universidad Católica de Chile.



PRESENTACIÓN El Centro UC de la Familia tiene el agrado de presentar “Reflexiones Teológicas Centro UC de la Familia”, publicación que tiene por objeto divulgar los análisis y observaciones de distintos instrumentos eclesiales, que tienen impacto en la familia y en las personas que la componen. En ocasión del año “Familia Amoris Laetitia”, se editarán ocho publicaciones con el fin de analizar cada una de las temáticas propuestas por la Exhortación Apostólica, a cargo del Académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Paulo Ibrain López Soto*

* El profesor Paulo López, es licenciado en Ciencias Religiosas por la Pontificia Universidad Católica de Chile; licenciado en teología moral, con mención en Bioética, por la Academia Alfonsina de la Pontificia Universidad Lateranensis; Máster universitario de segundo nivel en Ética clínica, por la Pontificia Universidad Católica de la Santa Cruz (Instituto de bioética de la Facultad de Medicina y Cirugía “Agostino Gemelli”); y Doctor en Teología moral, con mención en bioética, por la Academia Alfonsina de la Pontificia Universidad Lateranensis.


I LA FAMILIA EN LA BIBLIA El primer capítulo es bíblico, articulado bajo la meditación del salmo 128 que menciona la bendición que el Señor hace a la familia. «Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa» (Sal 128, 3). Para la Sagrada Escritura la pareja humana está llamada – desde un inicio – a formar una sola carne (Gn 2,24, Mt 19,5), esta unidad – material, espiritual y de sentimientos – lleva consigo una bendición dada por Dios: la fecundidad. Esta fecundidad – afirma Francisco – es imagen viva y eficaz, signo visible del acto creador (AL 10). La pareja, que ama y genera la vida – cuyos hijos son como las piedras vivas de la familia (AL 14) – es


la escultura viviente que manifiesta al Dios creador y salvador. La fecundidad manifestada en el seguirse de generaciones es «el camino por el cual se desarrolla la historia de salvación» (AL 11), recordando que esta fidelidad a la alianza es de generación en generación, por ello al interno de la familia, no es solo donde Dios da su bendición (Cf. Sal 128, 3), sino que es el lugar donde Dios pasa por la historia de la humanidad cumpliendo sus promesas. Francisco, avanzando en esta reflexión, establece una relación entre la familia humana y el Dios Trinidad, sin caer en una semejanza de roles entre los integrantes de la familia y las personas divinas1, por un lado, la familia es reflejo de esta comunión de amor que existe en el Dios Trinidad y, por otro, la Trinidad – citando a san Juan Pablo II – es una familia, puesto que «lleva en sí mismo la paternidad, la filiación y la esencia de la familia 1

La familia como sacramento es además un signo visible de la Divinidad que revela en la familia la comunión personal existente en la comunión de las tres personas divinas (Mc 1, 10-11), que invita y testimonio a vivir esta comunión y a participar de ella. 2


que es el amor, que en la familia divina es el Espíritu Santo» (AL 11). Sí, la familia es signo viviente del Dios creador y salvador, debe ser el lugar privilegiado donde Cristo parte el pan y se sienta a la mesa como una Iglesia doméstica (LG 11, AL 15), es el lugar de la catequesis de los hijos (AL 16) donde los padres son los primeros maestros de la fe, mientras que los hijos se les recuerda el mandato de honrar a sus padres ya que «el que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros» (Si 3,3-4). También la Sagrada Escritura no desconoce el dolor al interno de la familia. En la Sagrada escritura se manifiesta «la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen la vida de la familia y su íntima comunión de vida y de amor» (AL 19). Esta presencia del mal se manifiesta en el cambio en las relaciones, en especial cuando estas pasan de la unión a la separación, del amor al odio, etc., ejemplo de ellos son el cambio del amor y la pureza entre Adán y Eva al dominio luego de la desobediencia (Gn 3, 16); la violencia fratricida 3


entre Caín y Abel; las disputas entre las esposas de los patriarcas; el lamento de Tobías y la amarga confesión de Job (Jb 19, 13.17). Jesús, en su vida familiar y con sus discípulos, vive esta dimensión del dolor (Mc 1, 30-31; 5, 22-43), del mal entre los hermanos (Lc 15, 11-32) y la violencia en la vida familiar (Mc 12, 1-9). En este recorrido bíblico de las familias, concluye el Santo Padre, se nos muestra que la Palabra de Dios es una «compañera de viaje» para las parejas que «están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino, cuando Dios enjugará las lágrimas de sus ojos (Cf. Ap 21,4)» (AL 22). En Amoris Laetitia, el Santo Padre rescata esta doble dinámica del Evangelio, por un lado, su actitud de ir al encuentro de aquellos que sufren y, por otro, la necesidad que todos tenemos de salvación. Reconociendo que aquellas situaciones irregulares, que viven tantas personas y familias, son a la luz de Cristo «una oportunidad» que asumiendo las complejidades de la vida de cada 4


persona las impulsa con la ayuda de la gracia divina a encontrarse con Dios y su salvación2. II LA FAMILIA EN EL MAGISTERIO El tercer capítulo tiene como objetivo recoger una síntesis de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, reconociendo en el documento una relación de mutua complementariedad entre la Iglesia como cuerpo de Cristo y la familia como actualización de la alianza entre Cristo y su Iglesia. Francisco recuerda que el anuncio del Evangelio –el kerigma– debe estar al centro de cada familia. Un Evangelio que presenta el matrimonio como un don del Señor, que incluye la dimensión sexual, como parte de la vida que se comparte (1 Co 7, 5) (Cf. AL 61).

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FRANCISCO, «Con il realismo del Vangelo». 5


El matrimonio es definido en Gaudium et Spes (GS-1965) como una comunidad de vida y amor (GS 48), poniendo el amor en el centro de la familia. Este amor implica la entrega mutua, la dimensión sexual y afectiva, conforme al designio divino (GS 48-49). Por la encarnación, «los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una iglesia doméstica (cf. LG 11), de manera que la Iglesia, para comprender plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo manifiesta de modo genuino» (AL 68). Esta reciprocidad de miradas entre la familia como Iglesia doméstica y la Iglesia como realidad institucional revela el misterio de la Iglesia de Cristo en la concretes de la vida de las familias, ya que en ellas se actualiza el misterio de la unión entre Cristo y su esposa, la Iglesia. Es aquí donde el matrimonio adquiere, por medio de esta gracia propia, un lugar en la vida y misión de la Iglesia

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toda, manifestándose, en la vida de cada familia, en modo concreto el misterio de la Iglesia. Es Pablo VI, en la Encíclica Humanae Vitae (1968) que puso de relieve el vínculo íntimo e inseparable entre el amor conyugal y el acto procreativo3, mientras que en la Exhortación Evagelii Nuntiandi (1975) se remarca el vínculo entre la familia y la Iglesia, ya que «en la familia cristiana deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera» (EN 71). Es san Juan Pablo II el que definió la familia como vía de la Iglesia 4, proponiendo las líneas fundamentales de la 3

Me gustaría rescatar el aporte de HV sobre las notas y las exigencias características del amor conyugal (HV 9) entre los cuales se encuentran: a) no separar la unión sexual del amor conyugal, ya que el matrimonio es el único contexto humanamente significativo para la unión sexual (FC 7; PH 7; HV13); b) No separar el significado unitivo del significado procreativo del acto conyugal, ya que cada unión sexual debe conservar su carácter de total acogida-donación reciproca que es propio del amor conyugal y refleja las características de unidad y fecundidad (FC 32; HV 12.16); c) no separar la procreación de la unión sexual, es decir, la búsqueda de procreación fuera de la unión sexual por medio de FIVET, etc. (DV II, B, 6; DP 12), Cf. M. P. FAGGIONI, Sessualità matrimonio famiglia, Bologna, EDB, 20101, 176-180. 4 Se pueden consultar los documentos Familiaris Consortio (22 noviembre 1981) y Gratissimam Sane (2 febrero 1994). «El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia; en efecto, dentro de la familia la persona humana no sólo es engendrada y progresivamente introducida, mediante la educación, en la comunidad humana, sino que, mediante la regeneración por el bautismo y la educación en la fe, es introducida también en la familia de Dios, que es la Iglesia» (FC 15). 7


pastoral de la familia y de la presencia de la familia en la sociedad. Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas Est (2005) recalca que «el matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el ícono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano» (DCE 11).

PAULO IBRAIN LÓPEZ SOTO Académico Facultad de Teología UC Miembro del Comité Ejecutivo del Centro UC de la Familia

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