Los duelos de la pandemia

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PSICOLOGÍA Y DESARROLLO HUMANO

Victoria Molina / Psicoterapeuta

AUTOESTIMA CON MEDIDA

S

e puede decir que la autoestima es el grado de estima y confianza que tenemos en nosotros mismos, en nuestros recursos, el grado de aceptabilidad y valor afectivo que nos atribuimos y fundamentalmente un modo equilibrado de apreciar nuestras virtudes y defectos y/o limitaciones. Es esa valoración de uno mismo que en muchas ocasiones se conoce como la imagen que tenemos de nosotros mismos. Una autoestima saludable supone una imagen de nosotros mismos equilibradamente apreciativa, en donde nuestras virtudes y aptitudes no derivan en grandilocuencia y en donde nuestros defectos y limitaciones no nos aplastan anímicamente. Es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Un buen nivel autoestimativo le permite a la persona quererse, valorarse, respetarse; es algo que se construye y reconstruye internamente, pero que dependerá también del ambiente familiar y social en el que se desarrolle. La autoestima no es algo estable, existen muchos factores que la hacen fluctuar: las experiencias gratificantes o frustrantes en las relaciones con otros, la sensación de ser estimado o rechazado, el modo como cada persona evalúa la distancia que existe entre sus metas y aspiraciones con sus respectivos logros (lo que serían las exigencias de sus ideales: cuanto más estrictos o irreales son, más difíciles – o imposibles – de alcanzar y más se verá afectada la autoestima). Para poder sentirse satisfecho consigo mismo, la distancia entre lo que uno es y lo que uno quisiera ser debe de ser estimulante, no infranqueable. Se puede decir, entonces, en términos generales, que la autoestima es afectada por la pérdida de fuentes externas de amor, por exigencias exacerbadas, por la incapacidad de satisfacer las expectativas del ideal, por la frustración de los deseos, por enfermedades o por cambios corporales indeseados. La autoestima es algo interno, subjetivo; sin embargo no se puede hablar de ella sin los otros. No es posible pensar en autoestima si no se incluye a la intersubjetividad. El ser humano, al nacer, no tiene una imagen de sí, ésta se irá construyendo con el paso del tiempo y en una delicada interrelación con las figuras significativas de su vida. Los padres son los espejos en donde el niño se mira y se ve a sí mismo, es decir que los padres le devuelven al niño una imagen, y esa ima-

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MAYO - JUNIO 2021

gen será en un principio todo amor, alegría, aceptación. A medida que el niño crece, ese amor de los padres se modificará en función del comportamiento del niño: al enseñar al niño las normas y las aspiraciones de la familia (y de su sociedad), los padres le muestran el camino para ser amable y aceptable. Este aprendizaje desemboca en la interiorización de las normas y las aspiraciones que se cristalizan formando una conciencia moral. Esta conciencia moral recompensa una buena conducta con un sentimiento interno de orgullo merecido, y castiga una mala conducta con un sentimiento interno de culpabilidad o vergüenza. La propensión a desarrollar niveles tóxicos de vergüenza, o las defensas que se erigen para no sentirla, son indicadores de la presencia de un trastorno en la autoestima. La familia es la primera que trasmite o enseña los primeros y más importantes valores que llevarán al niño a formar, a raíz de estos, su personalidad y su nivel de autoestima. Posteriormente, con cada vivencia con otras personas a lo largo del desarrollo (hermanos, primos, amigos, maestros, etc.), tendrá una consecuencia que confirmará, para bien o para mal, el sentimiento de sí. En términos muy generales, se puede decir que


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