La Naturaleza Dominicana - Vol. 3

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FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY

otra ley: hace falta una altura mayor que la del

La boca del gran caño parece río auténtico. Aquel azul oscuro de bellísima flor era la Cornutia

cocotero para que la andanada del coco pueda romper los techos cuando son de cana.

pyramidata, verbenácea que se da en todo el país pero

Después, ya pasada la Poza de Bojolo, los puen-

tiene su concentración más abundante —observado por Marcano— «en la zona de Nagua hasta

tes empiezan a saltar sobre los caños del Gran Estero que van saliendo al mar.

Río San Juan». Y allí también el bejuco de peseta,

Esa mañana una barra de arena les cerraba el

cuyo nombre retrata la estampa de la vaina, tan

paso, y había gente, en algunos, destapando la boca.

parecida a las monedas de cinco centavos, que da la impresión de que la planta las emite. En latín

A la del caño mayor —hermoso rincón de aguas al cabo de las lilas— se llega por un desvío que

Dalbergia hecastophyllum.

desde el poblado de Los Yayales avanza hacia la

Un agresivo morador de nuestras costas le destruía las hojas: el Attelabus armatus, coleóptero

costa. Pasó volando una paloma ceniza. Dunas a la

color negro metálico de la familia de los Curcu-

izquierda no dejan ver el mar. Cocal a la derecha.

liónidos. Esto lo saben también —y lo padecen— las uvas de playa (Coccoloba uvifera) y otras plantas

Habló después el profesor Marcano, para indicar lo que «veía» detrás de ese cocal: —Ahí va la ciénaga.

del mismo género. El insecto se alimenta de las hojas jóvenes, y hace con ellas un rollito —idéntico

—¿Cómo lo sabe?

a un tabaco en miniatura— en el que pone un huevo. Hace dos años, en enero de 1979, Héctor

El lugar se hallaba tan cubierto de plantas, que tapaban el agua del pantano.

Ludovino Domínguez informó —publicando la

—Lo sé por las eneas, que son plantas palustres.

noticia en el Naturalista Postal— que había descubierto su daño en los cacaotales de Pontón, sección

¿Las ves? Las vi; pero a otra luz ahora: con esa clave pude

del municipio de La Vega. Les destruye las hojas

seguir la lectura del paisaje a lo largo del viaje por

jóvenes y provoca el descenso de la producción.

el Gran Estero.

De modo que extendió su merodeo también a tierra adentro.

E igual fueron las lilas: otra clave para detectar la ciénaga cuando la vegetación la ocultaba por

Después nos topamos con él por la playa de

completo.

Anadel, en la península, y sobre el mismo bejuco de peseta. Sólo que en la vegetación silvestre —

(Dicho sea de paso: las lilas, aunque vivan en el agua, no son plantas acuáticas ya que no flotan sino

que no crece en hileras corridas— las plantas se

que hunden sus raíces en la tierra. Por eso, a dife-

protegen con la congregada diversidad de las especies, y se establece el equilibrio que a todos —

rencia de las que verdaderamente lo son, no mueren si se seca la laguna o la orilla del río donde

fauna y flora— da ocasión de vivir lozanamente.

crecen. Las lilas, en cambio, mueren cuando flotan.

De ese modo el Attelabus armatus no se convierte

Si la fuerza de la corriente, por ejemplo, las arranca

en plaga y su gula de hojas no parece tan devastadora como en las plantaciones.

del suelo).

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