FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY
«Mírala aquí. Esta es la yacaranda nativa: Jaca-
A lo que respondía: «No importa. Dámelo para exa-
randa sagraeana». Sólo que estando, como estába-
minarlo bien en casa, porque uno nunca sabe…»
mos, en el primer día de junio, ya había pasado la época —y el asombro— de verle, florido, a sus flo-
El caso es que Marcano tiene ya una colección de insectos recogidos en el país, que cuenta con
res el azul floral. Pero más adelante, en lo alto de
más de 24 mil ejemplares. La de fósiles, pasa de
otra loma, pudimos ver cómo abunda: era tanta la frecuencia de las jacarandas recién nacidas, que
los mil. Y a más de eso, el riquísimo herbario con que trabaja en el semisótano que le sirve de oficina y
algunos excursionistas recogieron ejemplares con
de aula en la UASD, lugar que todo el mundo allí
destino al jardín o al patio de sus casas.
conoce por el nombre cariñoso, pero descriptivo,
Nos habíamos detenido en esa loma porque algunos de los invitados extranjeros del Coloquio
de La Cueva. Todo el viaje lo aprovechó para enseñar como a
pidieron una breve demora para escuchar el canto
él le gusta: «La mejor manera de aprender es viendo
de las aves, con lo cual las identifican «de oídas». De ese modo podían añadir constataciones al es-
las cosas después de leerlas en los libros». Y así, por ejemplo, 10 kilómetros antes de llegar a Villa
tudio que llevan a cabo acerca de la distribución
Altagracia, hacía notar: «Aquí cesa la caoba, que
de cada una de ellas en la zona del Caribe. Con los
habíamos estado viendo desde que salimos de la
ornitólogos se internó en el bosque Donald Dod, que también iba en la excursión. ¿Podía faltar aca-
capital. Eso no es casual. Es que aquí estamos ya en la transición del bosque húmedo al bosque muy
so, quien anda desde hace años graduado de «Doc-
húmedo. Lo indica ese árbol que empieza a verse
tor en Casabito», por el trajín de las orquídeas? El resto de los excursionistas —había entre ellos
desde aquí, la Buchenavia capitata» (que es, poniéndolo yo en cristiano, el que comúnmente llaman
varios profesores de biología de la UASD y estu-
guaraguao).
diantes a punto de terminar la carrera— los aguardó buscando líquenes, bromelias y otras plantas
Poco después, llegando al ingenio Catarey, pudo mostrar la confirmación de lo que había dicho al
que recogían y protegían en las fundas que llevaron
igual que los malos resultados del cultivo que no se
para eso. Y era de ver el espontáneo agrado con
atiene a las leyes de la ecología:
que ayudaban a Marcano en lo que en esa ocasión tenía puesto el interés.
—Observen esas caobas. No las trajo hasta aquí la naturaleza. No se dieron ellas solas. Fueron
Por ejemplo, venía uno:
sembradas hará unos 30 años. Mírenlas bien.
—Mire lo que encontré, profesor. —«¡Uy! Un tábano. Hace tiempo que no los
Observen que son caobas raquíticas. Se ve que no están en su medio.
recogía por aquí». Y entusiasmado lo metía en el
Más adelante habría de reiterar la enseñanza, al
tubito de vidrio, y lo aseguraba adentro con el tapón de corcho.
pasar, ya casi entrando a La Vega, por una siembra de piñas: «No se dan muy buenas, porque estamos
O si no, mostrándole otro insecto: «Éste quizás
en zona de bosque húmedo y esta planta pide otro
no le interese. Yo creo que usted debe tenerlo».
ambiente».
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