El Tabaco. Historia General en República Dominicana: Botánica, usos y comercio - Vol. 1

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TABACO CAPITULO 06/I

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|209|El siglo XIX: época de esplendor y declive|Capítulo 6

Baéz. Como lo exponía el excongresista Ramón García, en carta a don José Gabriel García, el 15 de octubre de 1868, «el Cibao todo tranquilo; aunque hay muchos descontentos nadie se arriesgará, y el Comercio sigue su marcha regular, pues aunque existe una gran miseria, sin embargo salen de esta plaza muchos cargamentos de mercancías para Puerto Plata, y eso hará firme a la confianza pública; todo depende porque los comerciantes ven la importancia de los caudillos, y el comercio lo que quiere es ganar, así que hoy veo difícil una revolución por el Cibao».|141| Esa tranquilidad que experimentaba el Cibao se conseguía porque «el control militar de la región norteña por las fuerzas gubernamentales, en las que figuraban caciques de la talla de Benito Monción y Federico de José García, evitó que se combatiera en los campos cibaeños, lo que permitió que los hombres de la región se dedicaran al cultivo de su fruto principal».|142| Para esos años se va a producir un fenómeno interesante en el cultivo del tabaco y es el alto nivel de productividad que se alcanza, lo cual es fruto, según Moreno, de «la profundización del carácter mercantil de esta producción, efecto a su vez, no solo de una mayor especialización de su productor, sino también de la articulación con el dinero, momento éste en que ya el dinero ha pasado a ser una condición económica previa para que se realice esta producción».|143| Sin embargo, aunque eso último suceda, al productor «no le independiza de modo total de la pequeña producción agrícola colateral para el autoconsumo, en la medida que la presencia del prestamista-intermediario-usurero le impide obtener un excedente productivo que le permita en lo más mínimo acumular capital, y por tanto romper con todas las barreras de la economía natural».|144| De ahí que «el tabaquero comprendía que los beneficios que producía a través del cultivo de la hoja, eran apropiados por el comercio urbano, por medio de los préstamos con altas tasas de intereses, de la compra a muy bajos precios de la cosecha, y de la venta a elevados precios de los productos artesanales urbanos y de los pocos artículos importados que podía adquirir el campesino».|145| Por eso, al mismo tiempo que se daba esa realidad persistían rasgos de primitivismo en el cultivo del tabaco como lo constataba W. M. Gabb, geólogo norteamericano que vino a examinar el potencial geológico del país, al expresar el 15 de enero de 1871 que «la agricultura en esta isla está en su estado más primitivo y las pequeñas cantidades de tabaco y café que hoy se exportan, podrían aumentarse mil veces, más. El arado, que tan necesario es a la agricultura civilizada, es aquí deshonrado, y la prontitud con que el pueblo rinde sus productos, es realmente uno de los más serios inconvenientes para el regreso».|146|


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