Rumbo a los archipielagos Franck Michel

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Es interesante observar que cada uno de estos grupos de kawéskar poseía relaciones privilegiadas (a veces de guerra) con otros grupos étnicos vecinos: los kawéskar del norte con los chonos; los del centro con los aonikenk (o tehuelches); finalmente los kawéskar del sur tenían relaciones más sucintas con los yaganes (o yamana) y más conflictivas con los selk’nam (onas). Increíblemente adaptados a un ambiente natural difícil y a menudo hostil (el frío, el viento, la lluvia, la tormenta, en lo personal no me arriesgaría) los kawéskar habrían tenido más dificultades para vivir con los hombres que con los elementos. Se estima que la canoa tradicional, fabricada completamente con corteza, se dejó de utilizar definitivamente en 1925. En términos culturales, algunos fragmentos nos muestran características específicas de su grupo: Owurkan, según los estudios de Martin Gusinde, es un chamán o un mago, una suerte de sacerdote-curandero de la comunidad kawéskar; Xolas es un ser superior (¿un dios?) responsable del conjunto de criaturas de la tierra; Ei kalakai es un rito de paso para los adolescentes que duraba entre 6 y 10 semanas y, al pasar la prueba, el joven se transformaba en un adulto confirmado y respetado. También se identifica que la flora y la fauna componen la vida cotidiana de los amerindios: “Yepayek” significa “ciprés”, el árbol esencial y “Jekcal” significa “huemul” en lengua kawéskar. Esta especie de ciervo de los Andes, endémico de la Patagonia, es fundamental en la cultura tradicional kawéskar, tanto como las focas o los lobos marinos en otros lugares. Restos de mariscos, tumbas, utensilios de hueso, de piedra, de conchas, han sido descubiertos en diferentes sitios localizados entre el Golfo de Penas y el Estrecho de Magallanes. Estos descubrimientos han permitido recientemente obtener una datación aproximada y comprender mejor la historia del poblamiento de los archipiélagos patagónicos. El etnolingüísta Oscar Aguilera desde 1975 trabaja sobre la cultura kawéskar con ayuda y secundado por el antropólogo kawéskar, José Tonko. Algunos rasgos culturales se mantienen o salen a la luz gracias a sus trabajos: la recolección de conchas y mariscos, la caza o el artesanado (como el tejido tradicional de cestos) dan testimonio de una sociedad que quizás aún no ha revelado todos sus misterios. El encuentro de los kawéskar con el hombre blanco no tiene nada que envidiar al que experimentaron, o más bien sufrieron, otros millones de amerindios a través de la trágica historia de las dos Américas. En estas tierras australes y casi inaccesibles, los primeros exploradores europeos desembarcaron en el siglo XVI y estaban motivados por dos factores esenciales: la apertura de nuevas rutas marítimas que anunciaban prometedores negocios y la adquisición de nuevos territorios y, por ende, la creación de nuevas fronteras sobre la marcha... Estas preocupaciones parecen evidentemente extrañas (así como extranjeras) para las personas autóctonas confrontadas a las sucesivas invasiones de los "blancos". En el contexto del continente sudamericano y hablando francamente del etnocidio escrupulosamente organizado de las poblaciones locales, el etnólogo Robert


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