sino sencillamente “indígena”). Es la misma idea de nuestro pasado diverso que se une en un presente homogéneo, pleno de “guatemalidad”. En este filme, nuevamente la transgresión a los valores tradicionales (Ixquic es embarazada sin haber contraído matrimonio) es un hecho punible, pero el amor supera valladares. Se plantea una velada lucha entre la juventud y sus deseos, contra la rigurosidad de los adultos. Por cierto, en un arranque de “fiebre juvenil”, las princesas toman un baño mostrando sus desnudeces, un riesgo inusual en el cine de los Muñoz Robledo, generalmente cautos a la hora de respetar los cánones del melodrama. A pesar de ser un tema muy conocido en Guatemala y el Popol Vuh uno de los referentes para la construcción de una imagen del mundo prehispánico, la película no tuvo el éxito esperado ni es muy requerida en la actualidad.
LA MODERNIZACIÓN DE LA SOCIEDAD Y DEL DISCURSO CINEMATOGRÁFICO DE LA DEVOCIÓN AL PECADO Y A LA MODERNIZACIÓN DEL MELODRAMA: SURGE EL NOMBRE DE MANUEL ZECEÑA DIÉGUEZ Dice Silvia Oroz en otra de sus investigaciones, que si la primera época del melodrama en muchos casos respetó los cánones sociales y se identificó con ellos, en una siguiente fase fue el cine quién ayudó a modernizar las mentalidades. Se trata la modernización derivada del surgimiento del arquetipo de la “mujer transgresora”. En palabras de Oroz: “...La transgresora del melodrama no es necesariamente una prostituta, en el sentido de quien obtiene lucro a través de la ‘venta del cuerpo’; es transgresora la mujer que se relaciona con el ‘dinero noble’ –aquel que no forma parte de la administración doméstica-; también lo es aquella que no representa la virtud, el altruismo, la renuncia, la abnegación, la generosidad.
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Estos tres modelos, la prostituta, la mujer que pelea con dinero no doméstico y la mujer que rechaza las ‘virtudes’ aceptadas por la moral social, constituyen los tres prototipos de ‘transgresoras femeninas...”.25 Una cita del siempre agudo Carlos Monsivais en el mismo trabajo de Oroz, puntualiza sobre el papel de modernización de las mentalidades que juega el cine, incluido el mensaje “rebelde” de la transgresión femenina: “...La alianza de ideologías tradicionales y tecnologías modernas, resulta en un nuevo producto. En sus mensajes explícitos, ese cine podría representar la ortodoxia conservadora. Pero el código de las metáforas es diferente, en el ‘melodrama’ se van filtrando sucesivas rebeliones: la sensualidad de las prostitutas, por ejemplo, se impone sobre cualquier prédica de contención, y la modernización del lenguaje y las costumbres utiliza el cine para imponerse en barrios y pequeñas ciudades, a pesar de la inmovilidad del mensaje. En ese sentido, el cine es parcial y restrictivamente, una norma casi siempre involuntaria de modernización de primer orden...”.26 Vienen al caso estas menciones a la modernización cultural de la sociedad y al papel de la mujer transgresora en el melodrama porque el surgimiento del empresario guatemalteco Manuel Zeceña Diéguez como productor cinematográfico, trae propuestas nuevas al grado que sus películas incluso causaron reacciones que llegaron al plano político, al romper la monotonía y pasividad del orden conservador. Zeceña ya había ensayado en México el papel de productor de cine que trabaja con directores y actores conocidos. En “De ranchero a empresario”, trabajó con René Cardona (director) y Tito Guízar (actor de la célebre “Allá en el rancho grande”). Para su primer película en Guatemala, Pecado (1961) contó con Alfonso Corona Blake, con el
Silvia Oroz, El discurso de la transgresión femenina en el cine latinoamericano de los años treinta y cuarenta, en “Objeto visual”, cuadernos de investigación de la Cinemateca Nacional, Caracas, Venezuela, 1995, pp.9. Oroz, ibid., pp. 12
Artes Visuales y Escénicas