Revista Arte & Cultura Vol. III / N° 2 (2016)

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arte basado en la representación bidimensional; pero cuando digo “problema” no estoy pensando que Lara puso en riesgo su carrera por no ser considerado contemporáneo, total, hasta ahora él sigue siendo uno de los artistas con mayor reconocimiento nacional e internacional; el término “problema” lo utilizo como catalizador de un debate en el orden de la teoría (como contradicción noseológica), porque al pretender descalificar la obra de Lara por creerla tradicional, se pretendió descalificar a todo aquel artista que había asumido la pintura como su género de expresión. Desde esa óptica, Zelaya Sierra, Ricardo Aguilar, Álvaro Canales, Arturo Luna, Mario Castillo, entre otros, ya no eran más los fundadores de nuestra modernidad sino los representantes de una estética anquilosada, “arte para los archivos” como escuché una vez. Nunca cuestioné el afán innovador del arte contemporáneo hondureño, aunque sus formas de expresión ya eran consideradas obsoletas en otras latitudes o circuitos artísticos, lo que cuestioné y sigo cuestionando es el atrevimiento de negar una tradición probada en la historia y de la cual Armando Lara es uno de sus más dignos representantes. Santos Arzú y Bayardo Blandino entendieron esto con extraordinaria claridad, por eso sus proyectos tempranos Templo en ruinas e Íconos de resistencia, articularon lenguajes contemporáneos pero desde una modelización pictórica en su gesto y caligrafía. Cuando lo contemporáneo se renueva respetando la tradición, entonces la renovación se da en doble vía: la tradición se contextualiza y lo contemporáneo se temporaliza o adquiere sentido en el tiempo y con el tiempo. Cuando Lara expone Comunicación interrumpida (1999) en Panamá, precisamente incorpora instalación y pintura pero además “coquetea” con el Arte objeto, trabaja una muestra con un soporte interdisciplinario pero la sustancia que lía todo el discurso es la pintura. Lara estaba consciente de que la estructura conceptual de la obra exigía un formato interactivo propio del arte contemporáneo y lo encontró; demostró así que no ignoraba las posibilidades discursivas que le proponían otros lenguajes. En el año 2011 pintó una obra extraña porque va a contracorriente de su

estética “representacional”, me refiero a una obra que lleva por título Hora pico, digo extraña porque su discurso se desliza hacia el expresionismo abstracto, su trazo es absolutamente gestual, pero esta estructura plástica no es casual ni arbitraria porque no había otra forma de responderle a este tema desde la pintura. Todas estas obras dejan clara la inventiva de Lara: conciencia y coherencia. Jamás ha asociado contingencia con arbitrariedad; toda intuición plástica la ha sustentado en el oficio que requiere la obra. Como muchos artistas “de caballete”, Lara han demostrado que se puede ser contemporáneo desde la pintura; cuando Ricardo Aguilar pintó Carnaval, Primavera y Dinamismo, entre otras obras genuinas, fue visto por el fotógrafo Raúl Estrada Discua como pintor “extraño”, en realidad no era extraño, era contemporáneo. El gran error de algunos artistas contemporáneos es creer que sólo la estética del “Arte objeto” guarda para sí los códigos de nuestras expresiones artísticas, que fuera de esa práctica nada tiene sentido; pero hay otro problema aún más grave: creer que la contemporaneidad nada tiene que ver con el oficio. Ignoran que hasta para escoger un pedazo de hojalata y exhibirlo como obra de arte, hay que tener oficio. Sobre esta tenacidad por el oficio que caracteriza a la obra de Lara, decía junto con Ramón Caballero en un artículo publicado en el 2002, bajo el título: La antología: un balance necesario” que, el Nacimiento de Jonás tenía: “...una descripción figurativa correcta, tratamiento preciso del material y, relacionado con esto, un manejo compositivo categórico. Lara, con esta obra, nos muestra la riqueza formal que es posible extraer de un lenguaje que hace tiempo habita en la pintura, lenguaje que se ha beneficiado de este andamiaje tradicional que define históricamente a la pintura hondureña; Lara nos muestra lo fundamental que debe tener cualquier procedimiento artístico de calidad. La pintura de Lara constituye así un alto muro para evitar que los jóvenes repudien, por la vía de la moda o de la escapatoria, los asuntos técnicos de la obra...”.

Artes Visuales y Escénicas

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