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Crítica
El caso de la Escuela de Literatura UNMSM: entre el silencio y la emergencia
El orillero
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Hace un lustro se publicó Parkinson, alzheimer y literatura. La reorientación de los estudios literarios en el Perú (en adelante PAL) del profesor, investigador y teórico literario Dorian Espezúa Salmón, libro que, al parecer, transcurrió silenciosa e injustamente no solo en el circuito intelectual o de prensa —dígase, crítica literaria—, sino también —y aún peor— en los claustros universitarios, entre profesores y, sobre todo, estudiantes. Este hecho no aislado permite comprender el actual horizonte académico al que aludiremos en adelante.
En el mismo año, en la Escuela Profesional de Literatura (antes Escuela Académica Profesional de Literatura) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se realizaban las Jornadas Curriculares1, donde se propusieron una serie de cambios que se han visto materializados en el actual Plan de Estudios (2018) de nuestra carrera. Todo esto dentro del marco de la nueva ley universitaria que significó un proceso de «adecuación forzada» de la universidad nacional a las demandas del mercado ocasionando, por ejemplo, la eliminación del rótulo «académico» de algunas escuelas de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, entre esas, por supuesto, la de Literatura. En este contexto, el presente texto se plantea principalmente tres objetivos: valorar las ideas planteadas en PAL como una defensa de los estudios literarios en un contexto de crisis de las humanidades, plantear ciertos criterios sobre el silencio académico luego de su publicación y estudiarlo en relación con los cambios que se dieron en la Escuela de Literatura de San Marcos con el nuevo plan de estudios que a día de
1 Actividad que se desarrolla cada tres años en las escuelas sanmarquinas que tiene como objetivo realizar un diagnóstico del plan de estudios vigente con la finalidad de evaluar los aciertos y desaciertos como también plantear cambios y modificaciones de gran envergadura que rigen la formación profesional de cada carrera. En teoría, estas deben surgir como un diálogo entre estudiantes y profesores al erigirse como agentes activos en la aplicación y uso de los planes de estudio; no obstante, se ha evidenciado muchas veces el carácter unilateral de las autoridades que ha devenido en problemas que muchas veces han perjudicado a gran cantidad de estudiantes. Tómese como ejemplo reciente el de la Escuela Profesional de Filosofía UNMSM en el año académico 2021.
hoy sigue vigente. De esta manera, pretendo esbozar una reflexión sobre dos derroteros trazados que han derivado en, por un lado, silencio y, por el otro, la necesidad de hacer un balance tras cinco años de haberse implementado.
Ahora nos centraremos en algunas ideas del libro en mención. En el apartado "Cuatro departamentos y escuelas de literatura", Espezúa ilustra la problemática que viven las carreras de Literatura a nivel nacional (PUCP, UNFV, UNMSM Y UNSA). Por un lado, encontramos el tema de la deficiente formación disciplinar que responde, entre diversos factores, a la falta de docentes formados en la carrera, como también a las nuevas currículas que reducen cada vez más la cantidad de cursos ligados a la carrera; por el otro, está también el problema de las tesis y, por consiguiente, el de las titulaciones2 . El panorama es crítico y el caso de San Marcos no muestra una realidad distinta. Al respecto, salen a tallar algunas preguntas que merecen ser
2 El autor explica en dicho capítulo que en dos de las universidades (PUCP y UNSA), la titulación es en dos disciplinas: Lingüística y Literatura. Asimismo, por el lado de los profesores, también está la problemática de que muchos de estos están formados tan solo en docencia y no en Literatura propiamente (UNFV), que evidentemente repercute en la formación del estudiante. resueltas: ¿en qué realmente se está formando a los futuros egresados de la carrera?, ¿cómo redireccionar este desvío?, ¿ser pedagogos de la literatura o literatos con pedagogía?, ¿por qué este problema que demanda atención está siendo ignorado?
La propuesta desarrollada en PAL apunta a una cuestión, considero, medular: salvaguardar los estudios literarios3. Debido a la extensión del texto, me es imposible abarcar el balance y el marco desarrollado por Espezúa, para ello invito a que se remitan al libro. No obstante, me centraré en la necesidad de priorizar el estudio disciplinar de la literatura como ciencia dentro del ámbito académico, que viene siendo desplazada por los intereses del mercado y los estudios culturales en el marco de la posmodernidad, regresándola al difuso espectro de las Letras o lo que algunos docentes sostienen como una «propuesta humanística». En ese sentido, defender los estudios literarios no significa volver sobre un solipsismo estéril, sino establecer un centro de referencia o base desde el cual partir para abordar el fenómeno de lo literario. En palabras
3 Se recomienda revisar también los siguientes textos: «El rol de los valores estéticos en los estudios literarios» (2012) de Susana Reisz, «In Defense of Poetry. Put the literature back into literary studies» (1999) de Marjorie Perloff y El canon occidental (1994) de Harold Bloom.
de Espezúa: hacer de la literatura una ciencia interdisciplinaria, es decir, que dialogue con otras disciplinas, pero desde las categorías propias de la teoría y crítica literaria, mas no transdisciplinaria; en esta última, las ciencias se diluyen y arriban a una hermenéutica adecuacionista, por tanto, acientífica y falaz.
Sin embargo, este llamado de atención no fue considerado y, menos aún, implicó algún debate que permitiera el enriquecimiento o la derogación de dichas propuestas. O todos estuvieron de acuerdo o nadie lo estuvo, pero el silencio que hasta el día de hoy ha recibido viene siendo, cuanto menos, curioso. En algún momento, el profesor Miguel Ángel Huamán Villavicencio se refirió a la crítica literaria peruana como un «diálogo de sordos»; actualmente, ni siquiera eso existe. En estos últimos años, autoridades, profesores y estudiantes (más allá de ciertas manifestaciones como eventos culturales y académicos que se han ido generando aisladamente como el caso de la Semana de la Literatura) han brillado por su monologismo y, acaso, su indiferencia. Todo indica que están más ocupados en aprobar cursos y publicar artículos que en aprehender y desarrollar el conocimiento en las aulas, consecuencia también de la implementación de la reforma universitaria que cada vez tiene menos de académica. Habría que poner sobre una balanza también la figura del investigador y del docente —que no se excluyen—, así como los deberes que no se reducen a la mera producción de conocimiento, sino también al incentivo y generación del mismo entre los estudiantes. ¿Acaso pertenecer a Renacyt anula el pensamiento crítico, en pro de uno cientificista y utilitario? No lo creo. No obstante, la labor en el aula muchas veces queda reducida a un mero dictado de clase sin que se promueva activamente la labor académica, lo que se expresa en los escasos grupos de investigación de la facultad y en el hecho de que, si estos existen, los estudiantes tampoco conozcan sobre ellos.
Deteniéndonos en la situación de nuestra escuela, mencionaré de manera general, para quienes no estén al tanto, los cambios que se dieron en nuestro plan de estudios. La malla curricular anterior (2014) que precedía a la vigente será denominada «rígida», ya que, en esta, los estudiantes llevaban una mayoría de cursos obligatorios, no existiendo así una especialización propiamente dicha, sino una formación común con una cantidad mínima de electivos a escoger en los últimos años de la carrera. En las
jornadas curriculares del 2017, se hicieron cambios profundos que se materializaron en el actual plan de estudios. La nueva malla, denominada «semiflexible», cuenta ahora con tan solo un 35% de cursos obligatorios, siendo el resto cubierto por electivos, lo cual permite al estudiante elegir cursos de su interés, formándose en dos áreas o «especialidades» (rotuladas como «concentración mayor» y «concentración menor»). Esto, en teoría, permite al estudiante formar una línea académica desde prácticamente inicios de la carrera, dotándolo de mayor autonomía. No obstante, esto conlleva a su vez una mayor responsabilidad, la cual, a día de hoy —subrayo— no ha sabido ser gestionada4 .
En este periodo, surgieron algunos problemas que mencionaremos a continuación. En primer lugar, es problemático el tema de la oferta académica, que se ha evidenciado
4 Quisiera resaltar que la responsabilidad, aunque parezca, no solo es del estudiante. Muchas veces —y me incluyo— no encontramos la oferta necesaria para cubrir nuestras demandas en ciertas concentraciones; en otros casos, los horarios también pueden no ser muy favorables, dificultándolo todavía más. Sumado a ello, las asesorías y seguimientos que debió hacerse desde la Escuela fueron casi nulas, labor que muchas veces fue suplida por el Centro de Estudiantes de Literatura, pero estos esfuerzos no han sido suficientes. en la deficiente apertura de cursos pertenecientes a la concentración de literaturas orales y lenguas nativas, que ha sido casi nula en estos últimos años; sucede lo mismo, aunque suene paradójico, en la concentración de literatura peruana. Estas dos carencias son alarmantes tratándose de la Escuela de Literatura de San Marcos, que presenta una gran tradición crítica y literaria en estas dos áreas. Además, es disonante, desde lo personal y con base en el perfil profesional que delinea el Plan de Estudios 2018, que la concentración de escritura creativa sea considerada como concentración mayor. ¿De qué herramientas profesionales se capacita un estudiante que escoja esta como su especialidad? Incluso existe un posgrado enfocado en esto. Sostengo que en el pregrado se debe brindar a los estudiantes herramientas metodológicas y teóricas que lo doten de competencias que permitan su adecuado desarrollo en el ámbito de los estudios literarios. En ese sentido, bastaría —aún con ciertos reparos— con que la «escritura creativa» sea solo una concentración menor que sirva de complemento y no constituya el centro de la formación académica. En segundo lugar, también cabe mencionar un dato no menor que se obtuvo a través de unas encuestas realizadas a las bases 18 y 19 respecto
de las concentraciones de su interés5 . Los resultados fueron significativos: la concentración por la cual se inclinaba la mayoría de estudiantes era la de literatura comparada y mundial; esto responde parcialmente a los intereses de los estudiantes, pero también puede tener relación con el hecho de que sea la concentración con mayor oferta académica. Cualquiera fuera el caso, nos lleva a la siguiente cuestión: si el estudiante formado en la carrera tiene intereses hacia la literatura comparada o mundial, ¿no es contradictorio que la tesis (o tesina) se reduzca al ámbito de la literatura peruana? ¿Qué se hace para promover el estudio de literatura comparada que permita situar nuestra literatura nacional en un ámbito global? Los datos del libro Nuevos caminos de la crítica. La investigación literaria en San Marcos (2006-2016) de Larrú, Viera y Huaytán muestran que la retórica y la semiótica son las principales metodologías utilizadas por los estudiantes para la realización de sus trabajos; además de estas, se encuentran otras como el psicoanálisis, la oralidad y la narratología, pero nada respecto de la literatura comparada, disciplina fundamental en los estudios literarios
5 Estas encuestas fueron organizadas en el periodo académico 2021 por el Centro de Estudiantes de Literatura UNMSM. que, significativamente, tiene una demanda que lo sustenta y debiera ser atendida. Como último inciso, es importante señalar el problema de las contrataciones y nombramientos docentes: ingresan profesores a dictar cátedras específicas, pero terminan dictando otras que, a veces, son bastante disímiles, generando así un problema de distribución en la oferta y un desequilibrio de docentes por áreas.
En síntesis, tras cinco años de la implementación de la nueva currícula, se observan problemas graves, lo que ha motivado la necesidad de hacer un balance para, en conjunto, buscar soluciones urgentes. En este momento, se hace determinante volver sobre el libro de Espezúa y responder las válidas preguntas que se nos plantean, como también poner el dedo sobre la llaga para tratar —idealmente, sanar— la herida terminal. No miente el autor al decir que estas escuelas y departamentos a día de hoy sufren de dos enfermedades degenerativas: parkinson y alzheimer, porque el problema ya no es externo sino estructural. Esto se refleja, en San Marcos, por ejemplo, en el informe de diagnóstico que se publicó en enero de este año, que muestra la desequilibrada relación entre docentes y estudiantes (37 profesores para tan solo 250 alumnos).
Suman a esta realidad la insuficiente renovación docente, el ingreso de estudiantes con pocas lecturas (que se agrava con el año desperdiciado en Estudios Generales) y el precario mercado laboral (el cual nos deja en evidencia con el famoso curso de «prácticas preprofesionales» de naturaleza obligatoria según la nueva ley universitaria)6 . Por tanto, la única solución consistiría en cambiar dicha estructura; pero aparece otra pregunta: ¿quiénes están dispuestos a eso? He allí el otro problema. Indudablemente, son necesarias nuevas fuerzas y una nueva visión que dialogue con nuestra realidad, sin someterse a esta. El presente texto se convierte, entonces, no solo en una defensa de los estudios literarios, sino también de la dimensión académica que nuestra escuela de literatura —y todas las escuelas en sí— debiera defender y, progresivamente, recuperar.
6 Estos datos se obtuvieron a través de la página de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas UNMSM y el actual director de Escuela Marcel Velázquez, quien compartió dicha información. Revisar en: https://letras.unmsm. edu.pe/noticias/primer-informe-del-diagnostico-de-la-escuela-de-literatura/
La tentación del fracaso (o sobre la excelencia universitaria)
Alejandra Guillermo
Con la finalidad de aclarar algunas cuestiones respecto de las problemáticas en torno a la elección y aplicación de la vigente malla en la Escuela Profesional de Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, hemos dividido esta breve disertación en cuatro apartados. Esperamos que el lector pueda comprender y aprehender de la exposición de estas observaciones una conclusión valedera a fin de alimentar una discusión saludable y provechosa.
Malla curricular Se puede discutir de manera extensa sobre la malla curricular semiflexible que rige la estructura de la carrera en nuestra escuela. Para empezar, es necesario entender que la denominación «malla» hace alusión a una serie de hilos conductores que ordenan los conocimientos que el alumno ha de adquirir o, mejor dicho, aprender. El listado de cursos que componen esta estructura se ha diseñado, en principio, considerando cuáles son los contenidos educativos requeridos por los futuros literatos. Sin embargo, esto no siempre se condice
con la realidad de las aulas —tanto virtuales como físicas— de la escuela.
Aunque en el año 2018 el plan de estudios se hizo más amplio respecto de la oferta de cursos, esto no significó necesariamente un cambio favorecedor. Es más, nos atreveríamos a señalar que ocasionó graves obstáculos en el desarrollo formativo de los estudiantes de literatura. Es posible caer en la tentación de señalar como razón de este empobrecimiento la falta de una plana docente preparada para afrontar las exigencias de un plan curricular con tan amplia selección de cursos electivos, lo que conllevaría a la impotencia de un plan que, en el papel, parece ser efectivo. También se podría adjudicar el fracaso del plan actual a las adversas condiciones de la pandemia y el obstaculizado proceso de adaptación a la virtualidad, pues solo una base (la que ingresó en 2018) pudo llevar la carrera presencialmente, durante el año 2019, después de cursar estudios generales. Sin embargo, no es prudente deducir que estas sean las razones fundamentales de la fallida aplicación del diseño de la malla curricular.
La principal tarea es identificar las problemáticas de la malla que, más allá del documento, no permiten el desempeño adecuado del modelo formativo flexible. Además de la gran cantidad de cursos electivos que no siempre se dictan (porque para algunos ni siquiera existen especialistas; por ejemplo, literatura rusa o alemana) se trata de que el desarrollo del plan curricular no tiene un seguimiento oficial: nadie registra ni monitorea lo que hacen los estudiantes. Es decir, la elección de una concentración no quedará registrada en ninguna plataforma —en este caso, el Sistema Único de Matrícula— ni mucho menos se certificará en una constancia o diploma de bachillerato. En pocas palabras, la llamada «especialización» en un área de la literatura está reservada solo para el conocimiento de cada estudiante: bien podría no elegir ninguna y nadie lo advertiría.
Investigación Para entender el debate en ciernes, es útil recurrir a la noción de educación universitaria planteada por el humanista Miguel Ángel Huamán1 , para quien la formación universitaria se debe enfocar en desarrollar las capacidades y la "[...] experiencia como investigador, su manejo de fuentes de información y del estado
1 Huamán, M. A. (2017). Hacia la universidad de la investigación. Una perspectiva interdisciplinaria en las humanidades. Dedo crítico.
de la cuestión sobre la problemática abordada [que] asume como objetivo que el alumno aprenda a aprender" (p. 33). Este último objetivo es el predominante, pues marca la pauta de las demás «competencias» que se busca completar: el foco absoluto es la aplicación del conocimiento en la investigación. Si la Escuela está realmente interesada en seguir esa dirección, se requiere de información fiable y objetiva sobre la oferta y el desarrollo de los programas educativos, no solo a nivel nacional, empero internacional, de acuerdo con las exigencias de un mundo globalizado.
La investigación como centro del quehacer universitario no es una cuestión planteada recientemente: «[...] la investigación científica es una tarea pendiente desde hace dos siglos» (íbid, p. 23). Es fundamental lograr un posicionamiento marcado de las habilidades para la investigación científica en cada una de las concentraciones en la escuela, de modo que la elección estudiantil en torno a un área específica de la literatura llegue a ser una tarea menos compleja. Como diría El primo Basilio2 (pseudónimo del literato y periodista Manuel A.
2 Bedoya, M. (1908)Impertinencias. Variedades, 1(4), 135-136. Revisar en: http://ddsnext.crl. edu/titles/32473?terms&item_id=578015 Bedoya) allá por 1908 en una de sus «Impertinencias» sobre la situación crítica de la Universidad Nacional de San Marcos en aquel momento: ¡Que entren los discípulos á [sic] conversar con el maestro, cambiando ideas sobre la infinita variedad de los libros y no se haga de estos jóvenes una caravana de noviembre, de esas que peregrinan al cementerio para leer los mismos epitafios sobre las mismas tumbas! (p. 136)
Algunos de los caminos que nos conducirán hacia un mejor estado son: mayor apertura de los grupos de investigación hacia los estudiantes, la publicación de producción científica que siga una propuesta teórica sostenible en el tiempo y despertar el interés de los estudiantes de pregrado en las áreas relacionadas a la literatura peruana.
Especialización Elegir una concentración entre la multiplicidad de cursos de las cinco concentraciones de la malla curricular se convierte en una traba para la formación académica del literato. Se debe reconocer que esta elección tiene que estar dirigida por un proyecto formativo coherente y consolidado. Cuando esto no sucede, las falencias son evidentes: los estudiantes se someten a una insondable sensación
de desconcierto al no contar con un plan curricular propio, predeterminado y diseñado de acuerdo a las posibilidades que ofrece la malla. La consecuencia es que la principal y más llamativa cualidad del plan curricular —su flexibilidad—, se convierte en su principal debilidad y motivo de ineficacia.
De lo anterior, se deduce la necesidad de una orientación vocacional adecuada para que los estudiantes tomen una decisión formativa eficaz. La falla, en este caso, se origina en las reservas al momento de decantarse por una u otra concentración. En muchos casos, la matrícula es guiada simplemente por el deseo —y necesidad— de completar un creditaje requerido para poder graduarse o, en algunos otros casos, por intereses personales en cursos muy específicos pertenecientes a concentraciones distantes entre sí. El resultado es un programa formativo endeble y lleno de agujeros: una grave ignorancia de la teoría y praxis literaria.
Además, está la cuestión de la insuficiente dirección que ofrecen algunos docentes que no se enfocan en el estudio de la literatura como tal. Todo se ve reducido a sesiones de una hora y media en la que los docentes exponen sus ideas de forma austera; a veces por falta de una práctica pedagógica adecuada, otras por la falta de interés de los alumnos en la materia que imparten. La denuncia llega en una frase pronunciada en una clase virtual: «¿Estoy buscando entre estudiantes de literatura de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de San Marcos alguien que pueda leer un párrafo en voz alta?», o una ya familiar marca gestual que evidencia la incomodidad por la inasistencia que crece clase tras clase.
Participación estudiantil La dirección académica de la carrera no se ha propuesto estructurar la malla de forma que los estudiantes adquieran una sólida formación teórica que posibilite la investigación en estudios literarios. Omitiendo las falencias de otras concentraciones como la de literaturas orales o la de literatura comparada, es urgente revisar la situación de concentración de teoría literaria, en la que no se encuentran cátedras que se centren en los progresos de críticos peruanos contemporáneos, como Antenor Orrego, Estuardo Núñez, Antonio Cornejo o Susana Reisz. Cada uno con destacados aportes y avances en su campo investigativo que, al no ser estudiados, se omiten o, lo
que es peor, se olvidan, pues no se exponen a la revisión y análisis por parte de los nuevos aspirantes a la profesión3. Ya lo dijo Ávalos4 en el primer tomo de este boletín: «el papel todo lo aguanta, aunque no se genere nuevo conocimiento» (p. 12). El estudio de la tradición crítica es la base del desarrollo de la teoría literaria peruana, campo en el que han surgido grandes pensadores, más allá de los amplios talentos creativos nacionales. Por ello, proponemos que el estudio de la literatura no debe guiarse por la ciega replicación de la teoría de autores extranjeros, sino por el desarrollo de una línea teórica propia y crítica. Esto, por supuesto, requiere del interés activo de los estudiantes que busquen formarse en esta importante e imprescindible línea de la carrera de literatura.
Como reflexión final, manifestamos que mientras no exista un proyecto formativo con un propósito bien definido, seguiremos anclados en la antigua premisa que ha guiado nuestra carrera por años: el autodidactismo. Término que no es negativo en sí mismo, pero insuficiente en la actualidad para cubrir las exigencias educativas de un mundo globalizado. Cualquier proyecto formativo debe contar con la participación activa del cuerpo estudiantil (como concepto fundamental en la gestión universitaria desde la reforma universitaria impulsada por José Antonio Encinas en 19315) que fortalezca y unifique una identidad propia, investigativa y científica de la Escuela de Literatura de la Universidad Nacional de San Marcos.
Si esta oportunidad no se aprovecha, por mayores que sean las capacidades con la que el estudiante de Letras se arme contra la mediocridad, las herramientas que emplee siempre serán insuficientes o, aún peor, obsoletas. Tan solo quedaría aceptar esta historia llena de soluciones que no van a darse, de excelencias que no van a rendir frutos, de esfuerzos que no van a encontrar concreción y de errores sistemáticos sin redención. En última instancia, la resignación de ser el estudiante que reconoce el estado de fracaso y sufre la tentación de someterse a él.
3 Mientras este artículo se encontraba en proceso de edición, se abrió el curso “Historia de la crítica literaria peruana” en el semestre 2022-II, a cargo de Javier Morales Mena. 4 Ávalos, E. (2022). Crítica al programa hermenéutico de la Escuela de Literatura. En Boletín del Centro de Estudiantes de Literatura, (1), 11-13. 5 Machaca, N. (2019). José Antonio Encinas y la reforma universitaria de Lima en 1931. Investigaciones Sociales, 22(41), 301-312. Revisar en: https://doi.org/10.15381/is.v22i41.16794
