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Editorial

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Auspicios

Auspicios

El número uno de este boletín supuso la muestra primigenia de nuestros propósitos: escribir sobre la realidad —y a partir de ella— desde nuestra condición de estudiantes. Sabíamos que nuestras expresiones serían entendidas, suscritas, censuradas, aplaudidas, renegadas y demás; el recibimiento se ajusta a nuestros deseos y agradecemos al lector por haber correspondido a nuestro esfuerzo. Nos mantenemos firmes en nuestra voluntad: hablar cuando sea necesario, callar cuando también; aunque las formas varíen, el compromiso se mantiene. Goya, otra vez Goya, explica a la eternidad: «La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas». Cuasi profético, habla acaso sobre la Facultad de Letras y Humanidades de esta universidad y de tantas otras más. Rendidos ante el culto a la palabra, profesores y estudiantes se someten todos los días a la entorpecedora admiración de aquellos monstruos imposibles que fingen, con éxito, decir algo sobre el mundo. Son monstruos que adormecen al pensamiento y condenan a la sociedad. No existe mayor peligro que los irracionales idealismos en que las masas depositan su fe y en nombre de los cuales son capaces de cometer las más grandes atrocidades. Desde los autoritarios fundamentalismos religiosos que ocupan grandes puestos de poder hasta los sofisticados discursos modernos que claman progreso, paz e inclusión: el sueño de la razón produce monstruos.

El debate, la reflexión y la crítica no aparecen por generación espontánea, como a tantos estudiantes se ha hecho creer. La postura del intelectual, que tan bien escrita está en el papel, se realiza efectivamente en la praxis. La palabra desprovista de realidad es la gran enfermedad de nuestros académicos y el motivo por el cual dialogamos —a duras penas— tan solo entre nosotros. ¿Quién en el mundo real nos está escuchando? Cuando el país necesita intelectuales críticos, agudos y reflexivos, es cuando elegimos vivir en el país de nuestras lúgubres maravillas y vemos al mundo no como es, sino como queremos que sea.

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Estimado lector, no olvides nunca que el juicio crítico se pone en práctica y la razón es tu más grande aliada. Procura identificar, entre seductoras fantasías y vacuos símbolos, la auténtica medida de lo real. Esta nueva entrega te pertenece con cada una de sus líneas, hazlas tuyas o destiérralas; pero, sobre el texto nunca retornen, sobre estas páginas jamás perezcan.

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