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Editorial
«¿Sí sabrá más el discípulo?» titula Francisco de Goya a su Capricho 37. En una de sus explicaciones menos discretas, el autor del grabado sentencia con dureza lo siguiente: «Un maestro burro no puede enseñar más que a rebuznar». No podríamos estar más de acuerdo con el espíritu crítico que Goya despliega en su sátira; sin embargo, nuestra intención al exhibirla en la portada de este boletín no se reduce a la provocación. Nuestro breve propósito es demostrar que un maestro burro sí puede enseñar, y este razonamiento es la oportunidad perfecta para explicar el origen de esta publicación.
Los fanáticos de la retórica y la palabra vacía se regocijan en reproducir con orgullo la frase «San Marcos es el Perú». Lo cierto es que esta frase tiene mucha validez, pero no solo por las románticas razones que el devoto sanmarquino inscribe en ella, sino también por las peores: como el Perú, San Marcos es ubérrimo nido de mediocridad. Y ello porque, entre otros motivos, una gran cantidad de docentes, coprotagonistas de la educación universitaria, son, en la refinada terminología de Goya, burros. Y le han enseñado a generaciones de estudiantes tan solo a rebuznar.
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Pero vivimos en un país de bellas contradicciones y, así como en el Perú, en San Marcos el poder de la voluntad humana se abre paso entre las más espesas oscuridades. Es aquí donde queremos actualizar a Goya: un maestro burro, en la ineficacia de su pedagogía y la insuficiencia de sus conocimientos, es capaz de motivar e, indirectamente, educar al alumno. Expuesto con agotadora frecuencia a la contrariedad, el estudiante sanmarquino se ve ante la posibilidad de ser otro eslabón en la cadena de la mediocridad o imponerse y superarla. El concepto del sanmarquino autodidacta y autosuficiente, educado en la dificultad, no es otra farsa idealista e indulgente: es una realidad.
El Boletín del Centro de Estudiantes de Literatura se funda sobre estos principios: los estudiantes tenemos la capacidad de ser autónomos y críticos, la responsabilidad de generar espacios de difusión para las ideas surgidas de nuestra condición, y la necesidad de proponer, desde la reflexión, el debate y la lucha los cambios que la Universidad necesita. Estudiantes, profesores y lectores en general: los textos son suyos para el goce, la discusión y la crítica. El placer es nuestro.