Conferencias de Merchita tomo 9

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ÍNDICE

1º ACCIÓN Y REACCIÓN (1 PARTE)................................... 3 2º ACCIÓN Y REACCIÓN (2 PARTE)................................ 18 3º LA DEPRESIÓN ................................................................ 36 4º DIOS Y EL HOMBRE ....................................................... 46 5º ANOTACIONES SOBRE LA PARTIDA AL MÁS ALLÁ ......... 53 6º EL PERIESPÍRITU ........................................................... 63

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ACCIÓN Y REACCIÓN (1ª parte) No hay maldades ocultas en la Tierra; todos los crímenes y todas las faltas de la criatura humana, se revelarán algún día y en algún lugar; cualquier sombra de nuestra conciencia, queda impresa en nuestra vida hasta que la macula sea lavada por nosotros mismos con el sudor del trabajo o con el llanto de la expiación, nadie se eleva a pleno Cielo, sin el pleno reajuste en la Tierra. Muchos compañeros que han abandonado la carne, se demoran en los círculos purgatoriales, sobre todo aquellos que se complicaron la vida con la delincuencia, creando por los desvaríos de su propia conducta, el infierno exterior, que no es otra cosa que el reflejo de sí mismo, cuando, por el relajamiento y por la crueldad, se entregan a la práctica de acciones deprimentes que los obliga a la temporal segregación en los resultados deplorables de sus propios errores. El Espiritismo revela una concepción de justicia, más justa. La criatura humana no se encuentra simplemente subordinada al criterio de los penalistas del mundo, categorizados como cirujanos eficientes en el tratamiento o en la extirpación de la gangrena social. Cuanto más esclarecida sea la criatura, más responsable es, entregada, naturalmente, a los fallos de la propia conciencia, en la tierra o fuera de ella, toda vez que se envuelve en las plantas espinosas de la culpa. El estudio de la situación espiritual de la criatura humana, después de la muerte del cuerpo, no puede ser relegado a un plano secundario. Para el Espiritismo, la Tierra es una valiosa arena de servicio espiritual, así como un filtro en el que el alma se purifica poco a poco en el curso de los milenios, adquiriendo cualidades divinas para la ascensión a la gloria celeste. Por eso, hay que sustentar la luz del amor y del conocimiento, en el seno de las tinieblas, tal como es necesario mantener el remedio en el foco de la enfermedad. Las criaturas que están desprovistas de moral y de cualquier principio noble, después del túmulo, llevan al otro lado, en su interior un torbellino tenebroso, semejante a la tormenta externa, por motivo de los pensamientos

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desorganizados y crueles de que se alimentan. Odian y aniquilan; muerden e hieren. Alojarlos en los santuarios de socorro en el Más Allá, equivaldría a introducir tigres hambrientos entre fieles que oran en un templo. Semejante fase de inconsciencia y desvarió, pasa como pasa la tempestad, aunque en crisis, persevere a veces por muchos años. Combatida por el temporal de las pruebas que les imponen el dolor de fuera a dentro, el alma se refunde, poco a poco, tranquilizándose hasta abrazar, por fin, las responsabilidades que creó para sí misma. No basta el peregrinar del Espíritu después de la muerte, por los lugares de tinieblas y de padecimientos, para que las deudas de la conciencia sean resarcidas… El deudor no soluciona con gritos e improperios, los compromisos que contrajo empleando su propia voluntad, además de los desmanes de orden mental a que se entregan, desprevenidos, emergen siempre más infelices y más endeudados. Pasada la fiebre de locura y de rebelión, el Espíritu culpable regresa al remordimiento y a la penitencia. Se calma, como la tierra que vuelve a la serenidad y a la paciencia, después de haber sido insultada por el terremoto, aún a pesar de haber sido maltrecha y herida, sometiéndose de nuevo a la siembra renovadora de sus destinos. Los salvajes en su gran mayoría, hasta desenvolver su mundo mental, vive casi siempre confinados en la floresta que resume sus intereses y sus sueños, retirándose lentamente de la tribu, bajo las direcciones de Espíritus benévolos y sabios que los asisten. Las almas primitivas, en gran parte, caminan al influjo de los genios benévolos que las sustentan e inspiran, trabajando con sacrificio en las bases de la institución social, y aprovechan los errores, hijos de las buenas intenciones, a manera de enseñanza preciosas que garantizan la educación de esas almas. En las zonas infernales, residen las mentes que, conociendo las responsabilidades morales, que les competían se alejaron de ellas, deliberadamente, con el loco propósito de escarnecer al propio Dios. El infierno, en rigor, puede ser definido como un vasto campo de desequilibrio, establecido por la maldad calculada nacida de la ceguera voluntaria y de la perversidad completa. Hay viven a veces por siglos. Constituyendo, enorme falange vibratoria, en conexión con la Humanidad Terrestre, pues todos los padecimientos infernales son creaciones de la misma, estos lugares tristes funcionan como alfilerazos necesarios para los Espíritus que se dejan caer en las deserciones de orden general menospreciando responsabilidades que el Señor les otorga. Todas las almas con conocimiento de la verdad y de la justicia, responsables del bien, si incurren en el

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delito de desatender el noble deber que el mundo les fija, cuando mueren, permanecen en estos sitios por días, meses, años reconsiderando sus situaciones, antes de la reencarnación que deben lograr para obtener su reajuste lo más pronto posible. Muchos en el plano físico suponen que la muerte es un punto y final para sus problemas, otros se creen privilegiados de la Infinita Bondad, por haber abrazado actitudes superficiales, en templos religiosos. El viaje al sepulcro; nos enseña una lección grande y nueva. La de que nos hallamos indisolublemente ligados a nuestras propias obras. Nuestros actos tejen alas de liberación o cadenas de cautiverio, para nuestra victoria o para nuestra derrota. A Nadie debemos nuestro destino, sino a nosotros mismos. No debemos sentirnos sin esperanza, también somos beneficiarios de la Tolerancia Divina, que nos abre los santuarios de la vida física, para que sepamos expiar, restaurar y resarcir. El pasado habla en nosotros con gritos de acreedor exigente, amontonando sobre nuestras cabezas los frutos amargos de la siembra que hicimos… De ahí los desajustes y enfermedades que nos asaltan la mente, desarticulando nuestro vehículo de manifestación. Nadie avanza al frente sin pagar las deudas que contrajo. ¿Cómo elevarnos al mundo de los Ángeles, con los pies hundidos en el camino de los hombres que nos acusan de nuestros fallos, obligando a nuestra memoria a sumergirse en las sombras? El Cielo representa una conquista, pero no una imposición. En la retaguardia, perdíamos el tiempo instalando en nosotros, pensamientos y sentimientos, que no deseábamos para nosotros mismos, o establecíamos por crueldad y por orgullo, amplia sombra de odio y de persecución. Con semejantes actitudes, no hicimos otra cosa que levantar en perjuicio nuestro, la desarmonía y el sufrimiento que sitian nuestra existencia, como inexorables fantasmas.

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Creemos que cuando pasamos al otro lado, un lavado maravilloso libertará a nuestro Espíritu, pero no siendo así por el contrario cargamos en el cuerpo sutil, con todos los males que alimentamos. Nuestras conciencias reflejan las tinieblas o la luz de nuestras creaciones individuales. La Luz, aclarando nuestra vista, nos ilumina la estrada. Las tinieblas, cegándonos, nos encarcelan en la cárcel de nuestros errores. El Espíritu, cuando se armoniza con los Designios Superiores, vislumbra el horizonte próximo y camina, valeroso y sereno, con el fin de superarlo, pero el que abusa de la voluntad y de la razón, rompiendo las corrientes de las bendiciones divinas, crea la sombra de si mismo, aislándose en pesadillas aflictivas, incapacitándose para continuar hacia el frente. La mayoría, somos espíritus endeudados, con la obligación de darlo todo a favor de nuestra propia evolución. Hemos de comenzar, los que deseen esa reforma, a articular ideas redentoras y edificantes, favoreciendo así la construcción de nuestro futuro. Disculpando a los que nos ofenden, con el sincero propósito de pedir el perdón a nuestras victimas. Cultivar la oración en servicio a nuestro prójimo, reconociendo siempre al genio bueno que nos auxilia, exigiéndonos el mayor esfuerzo. La encarnación, simboliza la puerta de salida del infierno que hemos creado. Existen reencarnaciones ligadas a los planos superiores, y existen otras que se enraízan directamente en los planos inferiores. Si la penitenciaria tiene razón de ser entre los hombres, de acuerdo con la criminalidad corriente en el mundo, el infierno existe en el mundo espiritual, en función directa con la culpa de las conciencias… Al igual que en la esfera carnal contamos con una justicia sinceramente interesada en auxiliar a los delincuentes en su recuperación a través del libramiento condicional y de las prisiones escuelas, organizados por los propios autoridades que dirigen los tribunales humanos, en el más allá los representantes del Amor Divino pueden movilizar recursos de misericordia beneficiando a Espíritus deudores, siempre que se muestren ya dignos del socorro que les abrevie su rescate y su regeneración. Muchas almas al sentir las reflexiones de la muerte, comienzan a sentir reminiscencias, se estancan en el remordimiento, como consecuencia de los delitos de su última existencia. Generalmente, llegan a lugares de inquietud, aquellos que cavaron en sí mismos profundos surcos infernales y que se cristalizaron en peligrosas ilusiones. Pero la Bondad Infinita del Señor, permite que esas víctimas edificadas en la comprensión y en el perdón, se transformen, felices, en abnegados cirineos de los antiguos adversarios. Pues el

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amor del Padre Celestial, no solo cubre los paisajes gloriosos del paraíso sino también las zonas atormentadas del infierno que nosotros mismos hemos creado. Las mentes conturbadas, suelen sufrir eclipses mentales, sostenidos por ellos mismos. Las ideas macabras de la magia vil, como la brujería y lo demoníaco, que las iglesias denominadas cristinas propagan con el pretexto de combatirlos, mantienen creencias y supersticiones, al precio de conjuros y exorcismos, que generan en las mentes desencarnadas las imágenes de demonios que se difunden en los cerebros débiles y desprevenidos, estableciendo epidemias de peor alucinatorio. Las inteligencias desencarnadas, establecidas y entregadas a la perversión, se valen de esos cuadros mal contornados que se distribuyen en la Tierra a manos llenas y les dan vitalidad, y los enfermos empiezan atormentándose a sí mismos y acaban siendo atormentados por seres que se afinan con el desequilibrio que les es propio. El demonio Belfegor, que desprevenidas autoridades de la Iglesia, permitieron se esparciera en los círculos católicos, creó tremendos obstáculos a millares de criaturas que inadvertidas acogieron tales símbolos de Satanás ofreciéndolos a Espíritus beatos que se aprovecharon para formar terribles procesos de fascinación y de posesión. Hay que reflexionar detenidamente sobre los moldes mentales que nos dominan; pues cada corazón edifica el infierno en que se aprisiona, de acuerdo con las propias obras. Pues tenemos con nosotros los diablos que deseamos, de acuerdo con el modelo escogido o imaginado por nosotros mismos. Todavía estamos lejos de conocer todo el poder creador y aglutinante encerrado en el pensamiento puro y simple, y, en razón de eso, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para liberarnos de las expresiones perturbadoras de la vida íntima. Todo lo que nos esclavice a la ignorancia y a la miseria, a la holgazanería y al egoísmo, a la crueldad y al crimen, resulta de ello el fortalecimiento de las tinieblas contra la luz, del infierno contra el Cielo. El pensamiento emitido por nosotros, regresa inevitablemente a nosotros mismos, compeliéndonos a vivir, de manera espontánea, en su onda de formas creadoras, que naturalmente se nos fijan en el espíritu, cuando son nutridos por combustible de nuestro deseo o de nuestra atención. De ahí la necesidad imperiosa de situarse en los ideales nobles y en los propósitos más puros de la vida, porque las energías atraen energías de la misma naturaleza, y, cuando nos estacionamos en el vicio o en la sombra, las fuerzas mentales que exteriorizamos, retornan a nuestro espíritu, reanimadas e in-

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tensificadas por los elementos que con ellas se armonizan, engrosando de esa forma, las gradas de la prisión en que nos detenemos, irreflexivamente, convirtiéndonos el alma en un mundo cerrado en el que las voces y los cuadros de nuestros propios pensamientos, aumentados por las sugestiones de aquellos que se ajustan con nosotros, en nuestro modo de ser, nos imponen reiteradas alucinaciones, anulándonos, de modo temporal, los sentidos sutiles. Son muchas las criaturas que al desencarnar, sin el cuerpo somático, permanecen en círculos más plástico e influenciables donde pueden permanecer largo tiempo bajo el cautiverio de sus creaciones menos constructivas, deteniéndose así en largos periodos de sufrimiento y de ilusión, anidas a aquellos que viven sus mismos engaños y pesadillas. La muerte del cuerpo físico es el primer paso para la recolección de la vida, el inmenso Umbral, situado a la salida del campo Terrestre, vive repleto de hombres y mujeres que atraviesan la gran frontera en plena conexión con la experiencia carnal. El espacio que ocupa la institución, es de forma rectangular, y el mismo permanece en la retaguardia, a manera de enorme población de extramuros. Sobrecargado de Espíritus conturbados y en estado de sufrimiento. Todas las almas que superan las crisis de perturbación o de angustia de que son portadoras, que puede perdurar por días, meses o años , son atraídos a esa institución, que abre sus puertas a las conciencias que se han liberado de la rebeldía sistemática. Muchas criaturas recuperadas en esta Mansión, aceptan allí preciosas tareas de auxilio, incumbiéndose en la asistencia fraternal, en los largos sectores de esta región torturada. Mejoradas allá, traen aquí las bendiciones recibidas transformándose en valioso elementos de servicio de unión. Pues ningún alma rebelde puede entrar, permanece en la intemperie a las afueras en su alrededor hasta que reflexiona sobre su actitud contraria con las leyes Celestiales y entonces asistidas por almas para este fin, logran el acceso a la casa, después de haber logrado la transformación gradual en su reajuste. Diseminados por los campos de las sombras, en pequeños santuarios domésticos, continúan allí su propia restauración, aprendiendo y sirviendo. Las almas culpables, después de la muerte, experimentan horribles torturas por parte de los demonios aclimatados en las sombras. Las criaturas que abusan de la inteligencia y del poder, que han sido voluntariamente sordas a la prudencia, que se extravían en los abismos de la locura y de la crueldad, del egoísmo y de la ingratitud, se hacen temporalmente presas de

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las creaciones mentales, insensatas y monstruosas, que para si mismas tejieron. Los que se agitan en esas penurias yacen, de modo general casi siempre extremadamente rebeldes y, en la insania a la que se entregan, se convierten en verdaderos demonios de insensatez. Es necesario que se dispongan para aceptar la conformidad clara y pacifica, para que aun semiinconscientes, consigan acoger con provecho, el auxilio que se extiende a sus corazones. Estas almas enfermas, están situadas en construcciones en el Umbral semejantes a confortables caballerizas, por su rusticidad y seguridad, objetivada para la contención. El olor allí es desagradable por estar envuelto por el halo vital de energías de las criaturas que las habitan, formando partículas de fuerzas que irradian por todo el organismo, impresionando el olfato de manera agradable o desagradable de acuerdo con la naturaleza del individuo que las irradia. Por lo tanto allí ocurre igual que en la Tierra, cada entidad se caracteriza por su exhalación particular. Son muchos los que están adheridos a su cuerpo sepultado, exhalando el olor fétido de la descomposición. Solo cuando se modifican las ideas, logramos modificar nuestra situación. Pero esto no es fácil, nuestras creaciones mentales son preponderantes, fatalmente, en nuestras vidas. Nos liberan cuando se enraízan en el Bien que sintetiza las Leyes Divinas, y, nos encarcelan, cuando se afirman en el mal que expresa la delincuencia responsable, envolviéndonos por tal razón, en el lado sutil de la culpa, pues aun disfrutando de la posibilidad de ausentarse del ambiente del crimen, el pensamiento del criminal está prendido al ambiente y a la propia sustancia de la falta cometida. El pensamiento actuando en forma de onda, con una velocidad muy superior a la de la luz, actúa y reaccionan sobre nosotros como circuitos cerrados, y nos traen de vuelta, las sensaciones desagradables, remanentes de nuestras obras infelices. Debemos siempre los encarnados orar por los desencarnados es para ellos un beneficio concreto y piadoso, de la simpatía y del socorro que le debutamos, y que les sirve de ayuda y consuelo. Es necesario que cuando nos dispongamos para orar, mantengamos el corazón y la mente libres de cualquier idea o sentimiento indignos de la reverencia y de la confianza que nos compete dedicar a la Divina Providencia, confraternizando unos con otros. En la Mansión se realiza este menester dos veces por semana, en un local apropiado, y en el transcurso de las actividades que se realizan se mate-

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rializan, orientadores que desde esferas, más altas, supervisan en el Umbral la situación. En esas ocasiones los asesores más responsables y los dirigentes, recogen órdenes e instrucciones, para los servicios en movimiento. Suelen colaborar amigos que poseen condiciones medianimicas favorables para la realización de los servicios que allí se efectúan. Colaboran con sus fluidos vitales y con elementos radiantes, altamente sublimados, de los que se sirven los instructores para manifestarse con eficiencia. Son trabajadores excelentes pero que sufren todavía las reminiscencias perturbadoras del plano físico, el peso de las deudas que adquirieron en el pasado, y que deben rescatar en un porvenir tal vez próximo, pero que aun así, debido a la disciplina que observan en su devoción a los semejantes, conquistan simpatías providenciales que funcionan en ellos como valores expresivos que han de atenuarle dificultades en las pruebas y luchas futuras. Esto quiere decir que, en las zonas infernales, también disponemos de preciosas oportunidades de trabajo, no solamente venciendo las aflicciones purgatoriales que establecemos en nosotros mismos, sino también preparando nuevos caminos que nos conduzcan al cielo interior que debemos edificar. Al orar es necesario preparase con el fin de no incurrir en faltas involuntarias, o dar cabida a pensamientos poco dignos, desechar cualquier recuerdo desagradable, con el fin de no causar interferencias en el ambiente con cualquier idea incompatible en el ministerio de la oración. El gobierno de la vida posee su sistema de contabilidad, expresado en el mecanismo de la justicia ineludible. Si en el círculo de actividades terrestres cualquier organización necesita establecer un régimen de cuentas para basar las tareas que le hablen de responsabilidad, la Casa de Dios, que es todo el Universo, no podría subsistir sin estar sometida al orden. La administración Divina, dispone de sabios departamentos para relacionar, conservar, comandar y engrandecer la Vida Cósmica, todo ello pautado bajo la magnanimidad del más amplio amor y de los más criterios justicia. En las sublimes regiones celestes de cada orbe entregado a la inteligencia y a la razón al trabajo a la progreso de los hijos de Dios, fulguran los genios angélicos encargados del rendimiento y de la belleza, del perfeccionamiento y de la ascensión de la Obra Excelsa, con ministerios apropiados a la concesión de préstamos y de moratorias, créditos especiales y recursos ex-

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traordinarios a todos los espíritus encarnados y desencarnados, que lo merezcan en función de los servicios referentes al Bien Eterno; y, en las regiones atormentadas como el Umbral, arrasada por ciclones de dolor regenerador, tienen los poderes competentes para promover el cobro y la fiscalización, el reajuste y la recuperación de todos aquellos que se convierten en deudores complicados ante la Justicia Divina; poderes que tienen la función de purificar los caminos evolutivos y circunscribir las manifestaciones del mal. Las religiones en la Tierra, por tal motivo, procedieron acertadamente a localizar el Cielo en las esferas superiores y al situar el infierno en las zonas inferiores, ya que en las primeras encontramos la creciente glorificación del Universo y, en las segundas, la purgación y la regeneración indispensable a la vida, para que la vida se acrisole y se eleve hacia l fulgor de las cimas. Con relación a la ley de causa y efecto, es imperioso recordar que todos los valores de la vida, desde las más remotas constelaciones a la más mínima partícula subatómica, pertenecen a Dios, cuyos imborrables designios, pueden alterar y renovar, anular o reconstruir, todo lo que está hecho. Por tanto somos simples usufructuarios de la Naturaleza que consustancia los tesoros de Dios, con responsabilidad en todos nuestros actos desde el momento en que poseemos algún discernimiento. El espíritu, sea donde sea, encarnado o desencarnado, en la Tierra o en los otros Mundos, gasta, en verdad, lo que no le pertenece, recibiendo como préstamo del Padre Eterno, los recursos de que se vale para efectuar la propia sublimación en el conocimiento y en la virtud. Los patrimonios materiales y la riqueza de la inteligencia, los procesos y los vehículos y los rótulos honoríficos de cualquier procedencia son de la propiedad del Todo misericordioso, que nos lo concede a titulo precario, con el fin de que entremos en la posesión definitiva de los valores eternos, sintetizados en el Amor y en la sabiduría con que, en un futuro remoto, exterioricemos su Gloria Soberana. Desde el electrón hasta los gigantes astronómicos de la tele Cósmica, todo constituye reservas de las Energías de Dios, que usamos en nuestro provecho, por permiso de Él, de suerte que proveemos con firmeza nuestra elevación a su Majestad Sublime. De este modo, es fácil percibir que, después de que conquistemos la corona de la razón, de todo nos pedirá cuentas en el momento oportuno, ya que no puede haber progreso sin justicia ni afección de valores. El hombre inteligente debe saber que todo concepto de propiedad exclusiva, no pasa de ser una simple suposición. Todos los valores de la existencia, son un préstamo adjudicado por la Providencia Divina, por determinado tiempo, toda vez que la muerte funciona como juez inexorable, transfiriendo los bienes de unas manos a otras, y marcando, con inequívoca exactitud el provecho que cada espíritu extrae de las ventajas y de las concesiones que le

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fueron entregadas por los Agentes de la Infinita Bondad. Ahí se ve los principios de la ley de causa y efecto, en toda la fuerza de su manifestación, porque, en el uso o en el abuso de las reservas de la vida, representan la eterna Propiedad de Dios, cada alma crea en la propia conciencia, los créditos y los débitos que le acarrearan ineludiblemente, las alegrías y los dolores, las facilidades y los obstáculos del camino. Cuanta más amplitud tengamos en nuestros conocimientos, más responsabilidad tendremos en nuestras acciones. A través de nuestros pensamientos, palabras y actos, que fluyen invariablemente del corazón, gastamos y transferimos constantemente las energías del Señor, en nuestro viaje evolutivo, en los sectores de la experiencia y, del quilate de nuestras intenciones y aplicaciones en los sentimientos y en las practicas de la marcha, la vida organiza, en nosotros mismos, nuestra cuenta agradable o desagradable ante las Leyes del destino. Es fácil conocer el bien, cuando nuestro corazón se nutre de buena voluntad al frente de la Ley. El bien es el progreso y la felicidad, la seguridad y la justicia para todos nuestros semejantes y para todas las criaturas de nuestra ruta, a las cuales debemos las conveniencias de nuestro exclusivismo, sin constreñimiento alguno por parte de ordenes puramente humanas que nos colocarían en la falsa posición de servicio, por actuar de fuera hacia dentro, generando muchas veces en nuestro cosmos interior, para perjuicio nuestro, la indisciplina y la rebeldía. El bien, será por tanto, nuestra decidida cooperación con la ley, a favor de todos, aunque ellos nos cueste la renuncia más completa, ya que no ignoramos que, auxiliando la Ley del Señor y actuando de conformidad con ella, seremos por ella ayudados y sostenidos en el campo de los valores imperecederos. El mal, será siempre representado por aquella triste evocación del bien para nosotros mismos, expresándose a través del egoísmo y de la vanidad, en la insensatez y en el orgullo que señalan nuestra permanencia en las líneas inferiores del espíritu. En Jesucristo, poseemos el paradigma del Eterno Bien sobre la Tierra. Él lo dio todo de sí en beneficio de los otros, no dudó en aceptar el supremo sacrificio en el auxilio de todos, para que el bien de todos prevaleciese, aunque para Él, en particular, se reservasen la incomprensión y el sufrimiento, la flagelación y la muerte. Cada alma establece para sí misma las circunstancias felices o infelices en que se encuentra, de acuerdo con las acciones que practica a través de sus sentimientos, de sus ideas y decisiones en la peregrinación evolutiva. Y el destino, al principio de cada nueva existencia, está guardado en la mente.

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Con el tiempo, el alma se desarrolla al sol de la eternidad, crece en conocimiento y fructifica en amor y sabiduría. El alma humana es una conciencia formada, retratando en si las leyes que gobiernan la vida, y, por ello, dispone ya, hasta cierto tiempo, de facultades con las cuales influir en la genética, modificando su estructura, porque la conciencia responsable hereda siempre de sí misma, en germen, los acontecimientos agradables o desagradables que la sorprenderán en el mañana. En la conciencia humana, la razón y la voluntad, el conocimiento y el discernimiento, entran en función en las fuerzas del destino, confiriendo al espíritu las responsabilidades naturales que debe poseer de sí mismo. Por tanto, aunque nos reconozcamos subordinados a los efectos de nuestras propias acciones, no debemos ignorar que el comportamiento de cada uno dentro de ese determinismo relativo, resultante de nuestra propia conducta, puede significar liberación abreviada o cautiverio mayor, perjuicio o mejoría en nuestra condición de almas endeudadas ante la Ley. Aun en las posiciones expiatorias peores, el alma conserva su libre albedrío. Un hombre malo y perverso encerrado en una cárcel por sus crímenes. Con su libre albedrío puede hacer el bien, haciendo en la cárcel una vida digna y así se ayudará o por el contrario revelándose ante los que lo rodean, perjudicándose así mismo. Si se inclina al bien pronto comenzará a atraer simpatías de los que lo rodean, avanzando con seguridad en la recuperación de si mismo. De la justicia nadie puede huir. Porque nuestra conciencia, despertando en camino de la santidad de la vida, aspira a rescatar dignamente todos los debitos, con que se enero ante la Bondad de Dios. Si claudicamos en una experiencia, el Amor Infinito del Padre, brilla en todos los procesos de reajuste. Y será necesario que nos adaptemos a la justa recapitulación de la experiencia frustrada, utilizando el patrimonio del tiempo. Solo por ese atesoramiento de recursos educativos y renovadores en sí mismo, por la práctica de la fraternidad y del estudio, de modo a poder superar la falta ya inevitable, muy difícilmente se escapará de cometerla de nuevo, porque las tentaciones, comienzan en nosotros y se alimentan de nosotros mismos. Es por eso que el hombre sumamente endeudado, necesita aceptar las restricciones de su confort para pagar sus deudas a expensas de sus propias economías. Por tanto, no puede vivir holgadamente, y si con abstinencia y con sudor con el fin de poder liberarse lo antes posible.

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En la niñez y la juventud, son las épocas más adecuadas para la construcción de la fortaleza moral con la que el alma encarnada debe tejer gradualmente la corona de la victoria que le corresponde alcanzar. Todo minuto en la vida es importante para renovar y redimir, perfeccionar y purificar. La tempestad como símbolo de crisis, surgirá para todos, en determinado momento; no obstante, aquel que pueda disponer de abrigo cierto, superará los peligros con sorprendente valor. Sin olvidarnos que las manifestaciones contrarias del hombre, son corregidas en cualquier parte. Por tanto, hay expiaciones en la Tierra y expiaciones en el Cielo. Muchos desencarnados que se envuelven en desarreglos pasionales que rayan en el crimen, pese a hallarse advertidos por su propia conciencia y por los avisos respetables de instructores benévolos, crean para si mismos pesadas y aflictivas cuentas con la vida, cuyo rescate les reclama, luego, lucha y sacrificio por largo tiempo. En nuestro esfuerzo de auto reajuste en la vida espiritual antes de alcanzar la reencarnación, en la mayoría de las circunstancias nos ameniza la posición, garantizándonos una infancia y una juventud repletas de esperanzas y de tranquilidad, en las recapitulaciones que se lleven a cabo en la madurez, con excepción, naturalmente de los problemas de dura e inmediata expiación, en las cuales el alma es compelidas a sufrir duros padecimientos (muchas veces desde el vientre materno), tales como los desengaños, los choques, las humillaciones y los dolores de la vejez o de la larga enfermedad, antes de caer en el túmulo. Esos dolores, angustias y sufrimientos diversos, nos suavizan la ficha de espíritus endeudados, permitiéndonos una bendita tregua en los primeros tiempos de la vida espiritual, después de la peregrinación llevada en el campo físico. Los encarnados en su mayoría, al alcanzar la edad provecta, se confían, habitualmente en las últimas fases de la existencia, a la ponderación y a la meditación, a la serenidad y a la dulzura. Las mentes infantiles, aun en la senectud de las fuerzas genuinamente materiales, continúan livianas e irresponsables, pero los corazones maduros en el conocimiento, se valen, por intuición natural, de la vejez o del dolor, para razonar con más seguridad, ya sea consagrándose a la fe en los templos religiosos, con lo que se aseguran más amplio equilibrio intimo para sí mismos, o bien se dedican a hacer caridad, con lo que establecen en la memoria los recuerdos menos agradables y deseables, preparando así, con loable acierto y admirable sabiduría, el irrevocable paso a la Vida Mayor. Hay vidas que necesitan de varias existencias para alcanzar determinado rescate, olvidados en la memoria, cuando estamos en el plano espiritual, pero con el tiempo, y con el fiel cumplimiento de las obligaciones para con la

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Ley, se nos dilata el poder neumónico. Avanzando en lucidez, abarcando más amplios dominios de la memoria. Así es, que después de largos años de servicio en las zonas espirituales de la tierra, entramos espontáneamente en la faja de recuerdos poco felices, identificando nuevas extensiones del “Karma” o “cuenta” y, aunque estemos reconocidos a la benevolencia de Instructores y amigos que perdonan nuestro pasado poco digno, jamás condescendemos con nuestras propias debilidades y, por eso, nos vemos impelidos a solicitar de las autoridades superiores, nuevas reencarnaciones difíciles y provechosas, que nos reeduquen y nos aproximen a la redención necesaria. Cada uno de nosotros vive y respira en los reflejos mentales de sí mismo, atrayendo las influenzas felices desgraciadas que nos mantienen en la situación que buscamos… Los cielos o las Esferas superiores, están constituidos por los reflejos de los espíritus santificados, mientras que los infiernos... Cada uno es tentado exteriormente, por la tentación que alimenta dentro de sí mismo. Cada uno de nosotros es un generador de vida, con cualidades especiales de emisor y receptor. El campo mental del hipnotizador que crea en el mundo de su propia imaginación las formas pensamiento, que desea exteriorizar, es algo semejante a la cámara de imagen del transmisor común, lo mismo que es dispositivo es idéntico, en sus valores a la cámara ascua de la máquina fotográfica, plasmando la imagen de la cual se propone extraer el mejor efecto, la arroja sobre el campo mental del hipnotizado que, entonces, proceda a guisa de mosaico en televisión, o en la forma de película sensible en el servicio fotográfico. Hay enfermedades del alma, que arruinan la mente por tiempo indeterminado. El hacer justicia con las propias manso significa violencia y crueldad pues hemos de recordad las palabras de Jesús “Ayudad a vuestros enemigos”. Mientras no ayudemos al que nos hace mal, no podremos recibir el auxilio de los Excelsos benefactores para lograr la serenidad. Muchas veces esperamos que los Instructores nos faciliten la solución para los problemas y tal como ocurre en la Tierra, el profesor no puede solucionar los deberes del alumno, sin quitarle el merito de la lección. Por eso, por mucho que nos amen las madres, no nos sustituyen en las cárceles, cuando hemos de expiar un crimen; ni nuestros mejores amigos, pueden abogar para sí, en nombre de la amistad, el derecho de sufrir la mutilación que nuestra imprudencia nos haya infringido al propio cuerpo. Indudablemente las bendiciones de amor de nuestros benefactores, traen a nuestras

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almas inapreciables recursos… nos confieren la Luz interior para que pop damos sentir y reconocer las flaquezas y auxiliarnos para que logremos la renovación, para que podamos podamos demandar, con más decisión y facilidad, la meta que nos proponemos alcanzar, pero en verdad, el servicio de nuestro rescate es personal e intransferible. Nos hallamos presos al recuerdo de las causas actuales, próximas a nuestra angustias, dificultando, dificultando, la posibilidad de penetrar en el dominio de las causas remotas, ya que la situación de nuestro espíritu, es la de un ene fermo grave, necesitado la mayoría de intervención urgente, a favor de nuestros reajustes. El infierno, supuestamente situado en las la zonas inferiores de la Tierra, está repleto de almas que, dilaceradas y sufrientes, se levanleva tan clamando por el socorro de la Providencia Divina, contra los males que generan contra sí mismas, y la Providencia Divina les permite obtener la ventura de trabajar, bajar, con los dardos de la culpa y del arrepentimiento, casticast gando su corazón en beneficio de sus víctimas y de los hermanos cuyas faltas se afinen con los delitos que cometieron y, puedan así, rere-armonizarse tan pronto como sea posible, con el Infinito Amor Amor y con la Justicia. “Si pagamos nuestras deudas, que son las sombras tenebrosas que oso curecen nuestras almas, y el espejo de nuestra mente, en donde quiera que nos hallemos, reflejaremos la Luz del Cielo, la Patria Divina de la RecordaRecord ción… ¡Perdemos mucho tiempo para rehacer, a veces, la inconsecuencia de un minuto perdido! La acción del mal, puede ser rápida, pero nadie sabe cuanto tiempo exigirá el servicio de la reacción indispensable al restablecimiento de la armonía soberana de la vida, quebrantada quebrantada por nuestras actitudes contracontr rias al bien… Por eso mismo recomendaba Jesús a las criaturas: “Reconcíliate rápiráp damente con tu adversario, mientras te encuentres en el camino con él” Ningún Espíritu entrará en el Cielo sin paz en su conciencia, y es más fácil apagar nuestras querellas y rectificar nuestros errores mientras estamos en el mismo camino recorrido por nuestras victimas en la Tierra, y muy difícil providenciar la solución de nuestros enigmas, cuando nos hallamos sumersume gidos en las nebulosidades infernales.

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ACCIÓN Y REACCIÓN (2ª PARTE) Cuando estamos en el más allá si procuramos ayudar, además de cumplir los deberes que allí nos son impuestos en la lucha por la recuperación moral de uno mismo extendemos la simpatía Divina a nuestro favor. Pues un día cuando de nuevo reencarnemos y nos hallemos de nuevo con las criaturas encarnadas, para solventar nuestras culpas, sufrimos también obstáculos y deudas, enfermedades y aflicciones… será necesario que manos cariñosas y amigas nos amparen desde el otro lado, en el nombre de Dios, porque aisladamente nada conseguiríamos vencer… Y para que brazos amorosos nos socorran, será necesario que los nuestros se hallen movido allá en voluntario ejercicio de solidaridad. Cuando la caída en el abismo es de largo curso, nadie emerge del de un solo salto. Nadie está condenado al abandono. El Creador atiende a la criatura por mediación de las propias criaturas. La religión infernal, permanece sobrecargada de cuentas maduras. Allí la avaricia soporta la acidez de atroces, padecimientos, el crimen, se enfrenta a todas las especies de angustias en el remordimiento tardío, y la delincuencia responsable es sorprendida por las tinieblas que agravan las amarguras, porque la colectividad de labradores culpables por el plantío de tantas espinas, no disponen de valor necesario para recoger el fruto envenenado de la siembra a que se dedicaron. Desorientados y dementes, se sublevan contra flagelaciones que por sí mismos generaron, y caen en las profundidades de la rebelión y desesperación… todo es en casi todas las circunstancias, sombras y conflictos uniformes, a la vez que vasto campo incendiado por criaturas imprevisoras, tolerando compulsoria mente el fuego y el humo con los cuales lesionaron la gleba de las propias vidas… En el cuerpo carnal, la planta de la existencia se desenvuelve, florece y fructifica. La muerte fisiológica realiza la gran siega. Y en el mundo espiritual, se hace, la gran selección natural de los frutos. Los muy raros que se muestran perfeccionados son conducidos a la labor de la Luz Divina en los planos superiores, para que logren más amplia ascensión en el gran futuro; pero, esa masa aplastante de los que llegan deteriorados o imperfectos, se estaciona en las sombras en las regiones inferiores, esperando nuevas plantaciones en los surcos del mundo. Pues cada criatura traspone los umbrales del túmulo, con las imágenes que en si misma plasmó utilizando los recursos

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del sentimiento, de la idea y de la acción que la vida le presta, irradiando las fuerzas que acumuló en el espacio y en el tiempo terrestre. Después de la muerte del cuerpo, las criaturas efectivamente santificadas, encuentran las más altas cuotas de servicio, en la expansión de la luz o de la caridad, del conocimiento o de la virtud, de todo lo cual se hicieron fuente viva de inspiración, durante su aprendizaje humano. El cielo beatizado y estancado, existe tan solo en la mente ociosa de aquellos que pretenden lograr progreso sin trabajo y paz sin esfuerzo. Todo es creación, belleza primor, alegría y luz incesantes en la obra de Dios, expresándose, divina e infinita, a través de aquellos que se elevan al infinito Amor. Así pues, el corazón que en la Tierra una siembra de fe y de abnegación, pasa a nutrir desde el plano superior, la labor de las ideas y de los ejemplos que legó a los hermanos de lucha evolutiva, labor que se expande en aquellos que continúan su ministerio sagrado, creciendo, así, en trabajos e influencia para el bien, en el sector de acción iluminada y santificante que el Señor le confía. Las almas juzgadas santas entre los hombres, y que no lo sean realmente en el Plano de la Verdad, las oraciones que le sean dirigidas alcanzaran los objetivos perseguidos, aun en el caso de que el supuesto santo permanezca en duras experiencias en las regiones de las sombras. Pues aunque las oraciones de inmediato, no encuentren, el espíritu al cual son dirigidas, pero alcanzaran el grupo de compañeros al que dicho espíritu debía ajustarse, los que amorosamente, lo sustituyen en la obra asistencial del bien, en nombre del Señor, ya que, realmente, todo amor en la Creación Eterna es de Dios. Imaginemos a Santa Teresa de Jesús, para ejemplificar que esta monja no estuviera temporalmente, en condiciones de prestar auxilio a aquellos que en devoción orasen pidiéndole ayuda… Si eso sucediese, las grandes almas, acrisoladas en la disciplina de la institución en la que tanto se distinguió, se encargarían de hacer por ella el trabajo necesario y justo, hasta que pueda tomar sobre sus hombros el apostolado que le pertenece. Cuanto más se eleva el alma a las cimas de la vida, más se despoja de las convenciones humanas, aprendiendo que la Providencia es luz y amor para todas las criaturas. Mientras tanto, hasta que el alma se identifique con los factores sublimes de la conciencia cósmica, los círculos de estudio y de fe, de perfeccionamiento y de solidaridad, por el bien que realizan, estén donde estuvieren, merecen el mayor acatamiento de las inteligencias Superiores que atienden la ejecución de los Planos Divinos. El Doctor Becerra de Meneses invocado cariñosamente en muchas instituciones y hogares espiritas, ayuda

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en todos ellos, ya sea personalmente o por el intermedio de entidades que lo representan con extremada fidelidad. Tiene su propio campo de actividad, al igual que un jefe del servicio humano posee la administrativa, desde la cual distribuye con los comandos, el pensamiento director de la organización… El Señor, que tiene medios de situar dignamente cualquier dirigente de trabajo humano, hasta en las más ínfimas experiencias de la vida social en el Planeta, no dejará a la intemperie a los misioneros de la Luz en el Plano Espiritual. Son muchas las almas que comparecen sinceras y en sufrimiento en el Parlatorio de la mansión, pero aun, habitualmente, en profunda desesperación que les inhibe las ventajas de la oración pacifica. Y en ese recinto dedicado a la palabra libre, encuentras, realmente su dadiva vibratoria. Más allá del mismo, se encuentra el dolor inconforme y terrible, generando monstruosidad y desequilibrio, expresando el infierno de la interpretación religiosa común. No obstante muros adentro de la mansión, se encuentra el dolor paciente y comprensivo, creando renovación y reajuste hacia el Camino de los Cielos… Solamente la sincera compunción del alma podrá estar en sintonía con las fuerzas electromagnéticas imperantes en el recinto, muchas mujeres oran allí dedicándose fervorosas a la asistencia, en ese paraje. Son raras las esposas y las madres que demandan las regiones felices, sin llevarse con ellas los dulces afectos que valorizan en sus corazones… El inmenso amor femenino es una de las fuerzas más respetables en la Creación Divina. Los médicos terrenales, saben que el sueño es uno de los medios más eficientes para la curación. Y es porque, el alma ausente del cuerpo, consigue, muchas veces, proveerse de recursos prodigiosos para la recuperación del vehículo carnal en el que se encuentra en el mundo. Hay espíritus tan comprometidos en la Tierra, como en el Espacio que contraen deudas congeladas. Por mil años, sucumben vanidosos y desprevenidos, en las garras de la criminalidad. Existencias tras existencia, no utilizan los recursos del campo físico, sino tumultuando los paisajes sociales en los que el Señor le concedió vivir. Diversas calamidades, como homicidios, rebeliones, extorsiones, calumnias, quiebras, suicidios, abortos y obsesiones, son provocadas por ese tipo de espíritus, que por siglos no ven otra cosa ante sí, que su insaciable egoísmo… Entre la cuna y el túmulo, no cometen otra

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cosa que desatinos incesantes; y entre el túmulo y la cuna, no ejercen otra cosa que la maldad fría e inconsecuente; todo ello a pesar de las intercesiones de abnegados amigos que los amparan en sus tentativas de generación y de resurgimiento. No habiendo para esa clase de espíritus otra cosa, que el aislamiento absoluto en la carne, en la nebulosidad de su organismo presente, de tal forma que es observado, a modo de fiera enjaulada en el armazón celular degradado, bajo la custodia de seres como pueden ser una madre en la posición de enfermera en su largo infortunio. Hasta que este tipo de espíritus no madure espiritualmente, su mente trabaja en circuito cerrado, es decir pensando solo en sí mismo, incapaces de permuta de vibraciones con sus semejantes, excepción hecha con su benefactora, de la cual se hace satélite mudo y expectante, como parásito adherido a la rama frondosa. Son espíritus de debito estacionado, porque yacen en un proceso de hibernación espiritual, compulsoria mente enquistada en sí misma, a beneficio de la comunidad de espíritus desencarnados y encarnados, pues en estos espíritus se desatan expresivos los gravámenes de orden material y moral, y su presencia en la Tierra o en el espacio, provocaría perturbaciones y tumultos de consecuencias imprevisibles. De esta manera, disfruta de una pausa en la lucha, como ensayo de olvido, con el fin de que pueda, en el futuro, encarar el montante de los compromisos en que se enreda, promoviéndoles solución digna en los siglos próximos, a golpe de férrea voluntad en la renunciación de si mismo. Al igual que hay en la Tierra cárceles pungentes para la expiación de los crimen que entenebrecen la mente humana, muchas de ellas valles de miseria y horror, considerando que los delincuentes hay congregados se atraen los unos a los otros, contagiándose las llagas morales que portan, generando el infierno al que transitoriamente pasan a vivir. Por otro lado, contamos con muchas instituciones que funcionan a semejanza de estufas, en las cuales duermen pacíficamente criaturas desencarnadas, por largos años, sumergidas en las pesadillas que merecen hasta cierto punto, después de que hacen la travesía del sepulcro… E nacer estos espíritus en cuerpos provisionalmente monstruosos, donde no solamente se hace incomunicable, sino que también de algún modo irreconocible, todo ello a favor de sí mismo. El tiempo es indispensable, con la Bondad Divina, para amparar sus problemas aflictivos y complejos. El divorcio en la tierra nos es permitido por la dureza de nuestros corazones. (Dice Mateo el Apóstol en sus notas) En la fiebre alta o en el tumor maligno, por ejemplo, la intervención exige métodos drásticos, con el fin de que la crisis del sufrimiento no termine en la locura o en la muerte extem-

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poránea. En los problemas matrimoniales agravados por la defección de uno de los cónyuges, o por la deserción, de ambos del deber a cumplir, el divorcio es incomprensiblemente como una providencia contra el crimen, ya sea el asesinato o el suicidio…por tanto, así como la operación para el tumor o la quinina para ciertas fiebres, son recursos de emergencia sin capacidad para liquidar las causas profundas de la enfermedad, las que prosiguen reclamando largo tratamiento laborioso, el divorcio no soluciona el problema de la redención, porque nadie se reúne mediante el casamiento humanos o por medio de enseñazas espirituales elevadas, sin considerar el vinculo del pasado; y ese vinculo, casi siempre significa deudas del espíritu o compromiso vivo y dilatado en el tiempo. El hombre o la mujer, por tanto, pueden provocar el divorcio y obtenerlo, como siendo el menor de los males que le pueda suceder… Aún así, no se liberan de la deuda que se hallan incursos, debiendo volver, por tanto, al pago correspondiente, tan pronto como sea oportuno. La reencarnación es, el rescate, la perfecta recapitulación. Si no trabajamos para nuestra intensa y radical renovación para el bien, a través del estudio constructivo que educa nuestro cerebro y del amor al prójimo que perfecciona nuestro sentimiento, seremos tentados todavía en el pasado, por cuanto hicimos nada para suprimirlos, volviendo a reincidir en las mismas faltas. Todavía nos allamos muy lejos de adquirir el verdadero amor, puro y sublime. Nuestro amor, es, todavía, una aspiración de eternidad enclavada en el egoísmo y en la ilusión, en el hambre de placer y en la egolatría sistemática. Todo lo cual tomamos, en nuestra fantasía, como una virtud celeste. Por tanto, nuestra afección terrestre en la primavera de nuestros primeros sueños de experiencia física, puede ser un conjunto de estados mentales, consustanciando simplemente nuestros deseos. Y nuestros deseos, se alteran todos los días… En razón de ello, recordemos el imperativo de la recapitulación. En cualquier edad física, el hombre y la mujer, con la supervisión de la Ley que gobierna nuestros destinos, encuentran a las personas y a las situaciones que necesitan para poder superar las pruebas del camino; pruebas indispensables al perfeccionamiento espiritual del que no se puede prescindir para lograr lo justa ascensión a las Esferas Altas. Es por ello, que somos atraídos por determinados almas y por determinadas cuestiones, no porque las estimemos siempre en profundo sentido, sino porque el pasado nos reúne a ellas, con el fin de que por ellas, podamos adquirir la experiencia necesaria para la asimilación del verdadero amor y de la verdadera sabiduría. Por tanto, la mayoría de los matrimonios humanos, constituyen uniones de aprendizaje y de sacrificio, en el que, muchas veces, las criaturas se quieren mutuamente y mutuamente sufren pavorosos conflictos en la convivencia de unas con otras. En esos combates, se alinean los recursos de la redención. El que sea más claro y más exacto en el cumplimiento de la Ley que ordena que

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sea mantenido el bien de todos por encima de todo, más amplia libertad encuentra para la vida eterna. Cuanto más sacrificio con servicio incesante para la felicidad de los corazones que el Señor nos confía, más elevada ascensión alcanzaremos en la Gloria del Divino Amor. Nadie puede medir la resistencia de los demás. Con la deserción de un cónyuge, el otro es compelido a hacerse cargo de responsabilidades dobles, que si por debilidad se deja caer en desequilibrios delictuosos que comprometan su estabilidad doméstica, dentro de la cual deben sus hijos inclinarse hacia el bien, más complicada y más extensa se hará la deuda para el que desertó, toda vez que las faltas que cometa el que quedó, serán atenidas por el injustificable abandono en que lanzó al cónyuge. El que se hace responsable por nuestras caídas, experimenta en sí mismo la ampliación de sus propios crímenes. Aunque nos hallamos todos, unos ante los otros en proceso reparador de culpas reciprocas, ante todo, somos deudores de la Ley ante nuestras conciencias. En el caso de que a los que hemos hecho algún daño, se eleven un día a planos superiores, y nosotros sumergidos en la tierra, los veremos, en nuestra conciencia, en sufrimiento, y tristes, tal como nosotros los hicimos, sintiéndonos atormentados por los recuerdos que trazamos para nosotros mismos, y pagaremos, sirviendo a otras almas de la senda evolutiva, la deuda que oneraria nuestro espíritu, toda vez, que, haciendo a los demás, en esencia, estamos haciendo la obra de Dios de cuyas leyes soberanas nos hacemos infelices reos, incurriendo en imperiosas necesidades de rectificación su reajuste. Eso quiere decir que si deseamos reunirnos con los que le hicimos daño, y estos ya están en las Esferas Superiores, no lo podríamos hacer, hasta poseer una conciencia tan dignificada y sublime como la de ellos, para que no tengamos que avergonzarnos de nosotros mismos. Los que se retardan por su propio gusto, no pueden quejarse porque los demás avancen. “A cada uno según sus obras”. Nos enseñó el Divino Orientador. En la infancia, el “ego”, en proceso de materialización, exterioriza reminiscencias y opiniones, simpatías y desafectos, a través de manifestaciones instintivas, dejando entrever su pasado, del cual muy poco se recordará en un futuro próximo, toda vez que estará utilizando el aparato cerebral en desarrollo, aparato que deberá servirlo tan solo por algún tiempo y para determinados fines, ocurriendo idéntica situación en la edad provecta, cuando

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las palabras se desprenden de los cuadros de la memoria, traduciendo alteraciones del órgano del pensamiento modificado por el desgaste. El sexo, no puede ser separado del reino espiritual que nos es conocido, por ser de sustancia mental, determinando mentalmente las formas en que se expresa. De este modo, no representa una energía fija de la Naturaleza, trabajando el alma, y sí una energía variable del alma, con la que ella trabaja la Naturaleza que la envuelve, perfeccionándose a sí misma. Debemos apreciarla, como una fuerza del Creador en la criatura, destinada a expandirse en obras de amor y de luz que enriquezcan la vida, condicionada igualmente a la ley de la responsabilidad que rige nuestros destinos. Por la energía creadora del amor, que asegura toda la estabilidad del Universo, el alma, perfeccionándose, busca siempre los placeres más nobles. Por tanto, tenemos el placer de ayudar, de descubrir, de purificar, de redimir, de iluminar, de estudiar, de aprender, de elevar, de reconstruir, y de toda una infinidad de placeres, concordantes con las más santificantes estados del espíritu. De ese modo, encontramos almas que se aman profundamente, produciendo inestimables valores para el engrandecimiento del mundo, sin tocarse jamás una a las otras, desde el punto de vista fisiológico, aunque permutan constantemente los rayos quintaesénciales del amor, para la construcción de las obras a que se aficionan. Sin duda, el hogar digno, santuario en el que la vida se manifiesta en la formación de los cuerpos benditos para la experiencia del alma, es una institución venerable sobre la cual se concentran las tentaciones de la Providencia Divina, mientras tanto, junto a el, disponemos igualmente de las asociaciones de seres que se aglutinan unos con otros, en los sentimientos más puros, a favor de las obras de caridad y de educación. Las facultades del amor, generan formas sublimes para la encarnación de las almas en la Tierra, pero también crean los tesoros del arte, las riquezas de la industria, las maravillas de la Ciencia, las fulguraciones del progreso… nadie atesora las empresas de la evolución, a solas. En todas las empresas de perfeccionamiento moral, encontramos espíritus afines que se buscan, reuniendo las posibilidades que les son propias, en la realización de emprendimientos que levantan a la Humanidad, de la Tierra hacia el Cielo. El propio Cristo, Nuestro Señor, para asegurar los cimientos de su apostolado de redención, llamó así los compañeros de la Buena Nueva que, aunque al principio no comprendiesen su excelsitud, se hicieron apóstoles suyos sin temor alguno, sellando con el Maestro inolvidable un contrato de corazón a corazón, por intermedio del cual lanzaron los fundamentos del Reino de Dios en la Tierra, en una obra de abnegación y de sacrificio que constituye, hasta hoy, el más arrojado acontecimiento del amor, en este mundo.

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El sexo, analizado en esencia, es la suma de las cualidades femeninas o masculinas que caracterizan la mente, razón por la cual es imprescindible observarlo desde el punto de vista espiritual, encuadrándolo en la esfera de las concesiones divinas que nos cabe atender con respeto y rendimiento en la producción del bien. Cuanto más amplio es el discernimiento del espíritu, más imperiosas se hacen las obligaciones en la vida. El sexo, en el cuerpo humano, es como un altar de amor puro que no podemos relegar a la inmundicia, so pena de practicar las más espantosas crueldades mentales, cuyos efectos nos siguen, invariablemente, después del túmulo… Hay un montón de conflictos sentimentales que, a veces, culminan en pavorosa delincuencia… Hombres que reniegan de los sagrados compromisos del hogar, mujeres que desertan de los deberes nobles de la familia… Padres que abandonan los hijos… Madres que rechazan vástagos mal nacidos y que, a veces, los asesinan cobardemente… todo ello, como consecuencia de la sed de los placeres sexuales que, en no varias veces, sitúan sus pasos en la senda del crimen… todas estas fallas, acompañan al espíritu más allá de la armazón de la carne que la muerte consume. Cada conciencia es una creación de Dios, y cada existencia es un eslabón sagrado en la corriente de la vida en que Dios palpita y se manifiesta. Responderemos por todos los golpes destructivos que hacemos vibrar en los corazones ajenos, y no tendremos reposo mientras no concertemos, valerosamente, el servicio de reajuste. Todos responderemos de los actos que efectuamos. En las caídas del campo genérico, tenemos que tener en cuenta, por encima de todo, la crueldad mental que practicamos en nombre del amor. En la persecución del placer de los sentidos, acostumbramos a armar las peores celadas a los corazones incautos que nos oyen. Con todo, huyendo a la palabra o faltando a los compromisos y votos que asumimos, no nos percatamos de la ley de correspondencia, que nos devuelve, entero, el mal que practicamos, y en cuya intimidad, las bendiciones del conocimiento superior, agravan nuestras agonías, ya que, disfrutando de la luz espiritual, no nos perdonamos las manchas y las llagas que portamos en nuestras propias almas. Y eso no hablando de los crímenes personales perpetrados en la sociedad humana todos los días. Esos abusos, son responsables, no solamente de los largos tormentos en las regiones infernales, sino también de las muchas molestias y monstruosidades que entenebrecen la vida terrestre, ya que los delincuentes del sexo que llegan al homicidio, al infanticidio, a la locura, al suicidio, a la quiebra, o a la tortura de los otros, vuelven a la carne bajo el

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impacto de las vibraciones desequilibradas que pusieron en acción contra si mismos y son, muchas veces, las victimas de mutilaciones congénitas, de la alineación mental, de la parálisis, de la senilidad precoz, de la obsesión enquistada, del cáncer infantil, de las enfermedades nerviosas de varias especies de los procesos patológicos inabordables, y de todo un cortejo de males ocasionados por el trauma del periespíritu que, provocando desajustes en los tejidos sutiles del alma, exige largos y complicados servicios de reparación que se exteriorizan con el nombre de inquietud, angustia, enfermedad, pruebas, desventuras, idiotez, sufrimiento y miseria. Jesús nos enseño “que todo aquel que comete el mal, es esclavo del mal” y podemos añadir, que para curar el mal al que hemos esclavizado el corazón, es imprescindible sufrir la purga que lo extirpa. El sexo es, en esencia, la suma de las cualidades positivas del campo mental del ser, el espíritu femenino se demora siglos y siglos en las líneas evolutivas de la mujer y el masculino, en las experiencias del hombre. No obstante, en muchas ocasiones, cuando el hombre tiraniza a la mujer, quitándole los derechos, con su pretendida superioridad, él mismo se desarmoniza hasta tal punto que, inconsciente y desequilibrado, es conducido por los agentes de la Ley Divina al renacimiento doloroso, en cuerpo femenino, para que, en el extremado desaliento intimo, aprenda a venerar, en la mujer, su hermana y compañera, hija y madre, ante Dios, sufriendo idéntica situación la mujer criminal que, después de arrastrar al hombre al libertinaje y a la delincuencia, crea para si misma terrible alineación mental a sufrir más allá del sepulcro, requiriendo casi siempre, la reencarnación en un cuerpo masculino, con el fin de que, en las telas del infortunio de su emotividad sepa desarrollar en su ser el respeto que debe al hombre ante el Señor. No se incluyen a los grandes corazones y a los bellos caracteres que, en muchas circunstancias, reencarnan en cuerpos que no corresponden a sus recónditos sentimientos, solicitando esa posición por sí mismos, con el propósito de obrar con más seguridad y valor, no solo en el acrisolamiento moral de ellos mismos, sino también para ejecutar tareas especializadas, a través de situaciones peligrosas de soledad a favor del campo social terrestre, que les vale como renuncia constructiva para acelerar el paso en la comprensión de la vida y en el progreso espiritual. Los matrimonios que evitan tener hijos, con el uso de anticonceptivos, si no se desvían hacia la delincuencia del aborto, en la mayoría de los casos son trabajadores desprevenidos que prefieren ahorrar el sudor, hambrientos de confortamiento inmediato. Desgraciadamente para ellos, apenas posponen realizaciones sublimes, a las cuales deberán fatalmente volver, porque hay

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tareas y luchas en la familia, que representan el precio inevitable de nuestra regeneración. Disfrutan de la existencia procurando inútilmente engañarse a sí mismos; no obstante, el tiempo les espera, inexorable, para darles a conocer que la redención nos pide Máximo esfuerzo. Negando acogimiento a nuevos hijos, casi siempre programados para ellos antes de la reencarnación, se enmarañan en las futilidades y preconceptos de la experiencias del subnivel, para despertar, después del túmulo, sintiendo frió el corazón. El aborto provocado es un doloroso crimen. Arrancar una criatura al seno materno, es un infanticidio confeso. La mujer que lo promueve o que consienta semejante delito, es obligada, por las leyes irrevocables a sufrir alteraciones deprimentes en el centro genérico de su alma, predisponiéndose, generalmente, a dolorosas enfermedades, como la metritis, el vaginismo, el infarto uterino, la tumoración cancerosa; flagelos con los cuales, muchas veces, desencarna, demandando el Más Allá para responder ante la Justicia Divina, por el crimen practicado. Entonces se reconoce rediviva, pero enferma e infeliz, porque, por la incesante recapitulación mental del acto abominable, a través del remordimiento tendrá por largo tiempo, la degeneración de sus fuerzas genitales. La mujer que corrompió voluntariamente su centro genérico, recibirá en el futuro, almas que viciaron la forma que les es peculiar y por tanto, será madre de criminales y suicidas, en el campo de la reencarnación, regenerando las energías sutiles del periespíritu, a través del sacrificio noble con que se devotará a los hijos torturados e infelices, de su propia carne aprendiendo a orar, a servir con nobleza y a mentalizar la maternidad pura y sana, que acabará reconquistando al precio de sufrimiento y de trabajo… La abnegación, en todas partes, es siempre una estrella sublime. Basta que se nos ponga de manifiesto, para que todos gravitemos en torno de su luz. Es muy bello apreciar el amor paternal de Dios, que todo lo atiende en el lugar apropiado. La Ley de Dios determina el progreso y la dignidad, para todos. Algunas criaturas que no obstante hallarse nuevamente en la carne, permanecen ligadas a la espiritualidad, a su intención, por las raíces de las deudas a que están sujetas, generalmente, todas ellas en situaciones de difícil regeneración, por tratarse de delincuentes en reajuste. Renacen en el mundo bajo el cuidado de puestos de socorro en el más Allá, pero, naturalmente, todavía ligadas a los compañeros del pretérito, con cuya influencia

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hacen contacto, consolidando las cualidades morales de que necesitan, a través de los conflictos interiores que podemos clasificar como la forja de la tentación. Con todo, es imperioso observar que, recogiendo la generosidad de los bienhechores e instructores que nos garantizan aquel sitio de amor, apenas acumulamos débitos con la protección inmerecida, compromisos que necesitamos rescatar, igualmente, en servicio al prójimo. Pero, con el fin de que nos habilitemos para lograr las tareas del bien genuino, es imprescindible purgar nuestra condición inferior, agravada por la culpa, por cuanto el conocimiento elevado adquirido en nuestra organización, vale más como teoría noble que nos compete sustancial izar en la práctica correspondiente, para que se incorpore, definitivamente, a nuestro patrimonio moral. Es por eso que después del aprendizaje de las lecciones en el más allá somos de nuevo internados en la carne y ahí, es obvio que, a pesar de hallarnos protegidos por nuestros mentores, debemos sufrir la aproximación de las antiguas comparsas de nuestros delitos para demostrar aprovechamiento del amparo recibido. Cuando nuestro dolor no genera nuevos dolores y nuestra aflicción no crea aflicciones en aquellos que nos rodean, nuestra deuda está en proceso de liquidación. Muchas veces, el lecho de angustia entre los hombres, es el altar bendito en el que conseguimos extinguir compromisos ominosos, pagando nuestras cuentas sin que nuestro rescate perjudique a alguien más. Cuando el enfermo sabe acatar los Designios Celestes entre la enfermedad y la humildad, lleva consigo la señal de la deuda que expira… En los desastres colectivos donde perecen bastantes personas, el desastre es el mismo para todos los que lo sufrieron, pero la muerte es diferente para cada uno. En el primer momento, será separado de sus cuerpos, solamente aquellos cuya vida interior les otorga la inmediata liberación. En cuanto a los otros, cuya situación presente no les favorece para que puedan ser apartados rápidamente de su envoltura física, permanecerán unidos a ellas por más tiempo. Dependiendo del grado de animalización de los fluidos que retienen el espíritu a la colectividad corpórea. Algunos serán detenidos por algunas horas, tal vez largos días… ¿Quién sabe? Un cuerpo inerte no significa siempre liberación del alma. El género de vida que llevamos en el transcurso de nuestra vida física, dicta las verdaderas condiciones de muerte. Cuanto más estamos sumergidos en las corrientes de las bajas pasiones, más tiempo tenemos que demorar para poder agotar las energías vitales que nos unen a la materia pesada y primitiva que constituye la instrumentación fisiológica, reteniéndonos en las creaciones mentales inferiores a las

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que nos hemos ajustado, encontrando en ellas material para dilatados engaños en las sombras del campo carnal, propiamente considerado. Y cuanto más nos sometemos a las disciplinas del espíritu, que nos aconsejan equilibrio y sublimación, más amplias facilidades conquistamos para la exoneración de la carne, en cualquier emergencia de la que no podamos huir a causa de las deudas contraídas ante la Ley. Por tanto, muerte física, no es lo mismo que emancipación espiritual. Esto no quiere decir que estén sin protección este tipo de espíritus, nadie vive desamparado. El Amor Infinito de Dios, abarca el Universo. Los hermanos que se demoran enredados en el más bajo tenor de la experiencia física, comprenderán, gradualmente, el socorro de que son capaces merecer. En la hipótesis que sean sordos al bien, es posible que se rindan a las sugestiones del mal, con el fin de que, sufriendo los tormentos del mal, acaben por inclinarse al bien. La tentación es siempre una sombra que nos atormenta en la vida, de adentro hacia fuera. La unión de nuestras almas con los poderes infernales, se verifica en relación con el infierno que traemos adentro de nosotros mismos. Innegablemente, la Tierra está repleta de criaturas, encadenadas a escabrosos compromisos, carentes de acción continua para lograr el necesario equilibrio. No sería justo, pues, atormentarlos con pensamientos de temor y flagelación, cuando a través del bien, sentido y practicado, podemos, a todas horas, desviar las nubes de probables sufrimientos. En muchos casos de desastres, como un accidente de avión donde perecen casi todos los viajeros, veríamos ciertamente, delincuentes que, en otras épocas, lanzaron hermanos indefensos desde la cima de torres altísimas, para que sus cuerpos se destrozaran en las profundidades; compañeros que, en otro tiempo, cometieron hediondos crímenes sobre el dorso del mar, hundiendo existencias preciosas; o suicidas que despeñaron desde pisos agrestes o se lanzaron desde altos edificios, en supremo atestado de rebeldía ante la Ley, los cuales, por tanto, solamente encontraron recurso en tan angustioso episodio; para transformar su propia situación. Son muchos los terrenales, en cuyos mapas figuran sorpresas terribles, son amparados debidamente para que la muerte forzada no asalte su cuerpo, como consecuencia de los actos loables que realizan… Son muchas las oraciones intercesoras las que conquistan moratorias oportunidades para personas cuyos pasos resbalan hacia el sepulcro. Son también los deberes llevados a cabo con sacrificio, los que granjean, para el alma que los acepta de buena voluntad, preciosas ventajas en la Vida Superior, en la que se im-

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provisan providencias para que se aminoren los rigores de las pruebas necesarias. Generando, nuevas causas con el bien practicado hoy, podemos interferir en las causas del mal practicado ayer, neutralizándolos y reconquistando, con ello, nuestro equilibrio. Hay que practicar el bien a través del recurso a nuestro alcance. La caridad y el estudio noble, la buena fe y el animo, el optimismo y el trabajo, el arte y la meditación constructiva, constituyen temas renovadores, cuyo merito no es licito olvidar en la rehabilitación de nuestras ideas y, consecuentemente, de nuestros destinos. Nadie se eleva a pleno Cielo, sin el pleno reajuste en la Tierra, ya que la ascensión gradual puede verificarse, aunque siempre invariablemente condicionada a nuestros meritos, mediante las conquistas hechas. Cuanto más cielo haya interiormente en el alma, a través de la sublimación de la vida, mayor debe ser la incursión del alma en los Cielos exteriores, hasta que se realice la suprema comunión de ella con Dios, Nuestro Padre. Ninguna felicidad ambiental será verdadera felicidad en nosotros, sin la implícita aprobación de nuestra conciencia. Es necesaria la renovación mental en el bien, el estudio, para asimilar el conocimiento superior y la conveniencia de servir al prójimo si queremos recoger la cosecha de la simpatía, sin todo lo cual, todos los caminos de la evolución surgen complicados y difíciles de ser transitados. Todo el mal practicado por nosotros conscientemente, expresa de algun modo, determinada lesión en nuestra conciencia, y toda lesión de esa índole, determina disturbio o mutilación en el organismo del que nos valemos para exteriorizar nuestro ser. En todos los planos del Universo, somos espíritu y manifestación, pensamiento y forma. He ahí el motivo por el cual, en el mundo, la medicina tiene que considerar al enfermo como un todo psicosomático, si es que quiere, realmente, investirse del arte de curar. La mente esclarecida por la razón, sede de los principios superiores que gobiernan la individualidad, parten fuerzas que aseguran el equilibrio orgánico, por intermedio de rayos todavía inabordables a la investigación humana, rayos que vitalizan los centros peri espirituales, en cuyos meandros se localizan las llamadas glándulas endocrinas que, a su turno, emiten recursos que nos garantizan la estabilidad en el campo celular. En la criatura humana encarnada, esos elementos se consustancian en las diversas hormonas que actúan sobre todos los órganos del cuerpo físico, a través de la sangre.

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El hombre común ya conoce la tiroxina y la adrenalina, energías fabricadas por la tiroides y por los suprarrenales, con influencia decisiva en el trabajo circulatorio, en los nervios y en los músculos, no ignora que todas las demás glándulas de secreciones internas producen recursos que deciden por la salud y la enfermedad, equilibrio y desequilibrio, en los individuos encarnados. Ahora, en sustancia, como es fácil ver, todos los estados accidentales de las formas que utilizamos, en el espacio y en el tiempo, dependen, por tanto, del comando mental, que nos es propio. Es por ello, que la justicia, por ser una institución fundamental en el orden de la Creación, comienza invariablemente en nosotros mismos, en cualquier ocasión en que vulneramos sus principios. La evolución hacia Dios, puede ser comparada como un viaje divino, el Bien, constituye la señal de paraje libre hacia las Cimas de la vida Superior, mientras que el mal, significa sentencia de interdicción, obligándonos a hacer paradas más o menos difíciles de reajuste. Es muy grande el trabajo educativo que se lleva a cabo en las zonas inferiores, con vistas a la reencarnación. Es para un desencarnado, el retorno al cuerpo carnal, con las tareas que le son consecuentes, un premio de la Bondad Divina, que es necesario valorizar. En las esferas purgatoriales, hay verdaderas multitudes de criaturas desencarnadas que proceden del mundo en deplorables crisis alucinatorias después de haber malversado los bienes de la vida humana. Muchas, a causa de su propia ignorancia, no pudieron acomodarse a algún tipo de concepción religiosa, mientras que millones de personas, lejos del respeto hacia la fe maternal que los esclarecía sobre los compromisos adquiridos para con Dios, se entregan, conscientemente, a la crueldad mental, cavando ruina y amargura para consigo mismas, ya que el mal infringido a otros, se convertía siempre, en mal que amontonaban en sus cabezas. Es Así que, liberados de la materia densa, llegan al otro lado abatidos por el remordimiento y por el arrepentimiento, sufriendo frustraciones lamentables, cuando no se estacionan por tiempo más o menos largo, en furnias expiatorias, en las cuales, presas por los antiguos adversarios o por viejas comparsas del vicio, sufren tristes alteraciones en sus centros de fuerza que se les manifiestan en la mente como desequilibrios funestos. Después de acogidos en puestos de amor, se van rehaciendo poco a poco… la reencarnación rectificadora, esto es, la inmersión en la carne en condiciones penosas, surge como una alternativa inevitable. Es preciso renacer soportando obstáculos tremendos, originados por la desarmonía periespíritual creada por nosotros mismos. Aun así, en todo cuanto sea posible, antes de tomar de nuevo la cuna entre los hombres, es imprescindible mejorar las cuentas… De ahí el motivo de haber instituciones en el más allá, en varios campos de las regiones inferiores que, en la vieja teología, equivalen a regiones infernales… Por eso, existe de hecho, el inmenso Umbral, situado en-

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tre la Tierra y el Cielo como dolorosa región de sombras, erguida y cultivada por la mente humana, generalmente rebelde y ociosa, desequilibrada y enfermiza. Los compañeros desencarnados que despiertan lentamente para adquirir la responsabilidad de vivir, encarando cara a cara el imperativo del renacimiento difícil en el mundo, pasan a trabajar allí laboriosamente, venciendo óbices terribles y superando tempestades de toda suerte, para lograr la conquista de los meritos que menospreciaron durante la permanencia en la carne, implantando así, en el propio espíritu, los valores de los cuales no pueden prescindir para alcanzar la sustentación de nuevas y benditas luchas, en el plano material. Todos los desencarnados, solicitan el régimen de las sanciones o si no disponen del derecho para hacerlo alguien lo consigue suplicándolo en beneficio de ellos, para el comienzo en las líderes carnales, a las autoridades Superiores. Nos referimos a providencias rectificadoras, después de haber incurrido en muchas caídas, en los mismos deslices y deserciones, tales como deficiencias congénitas con las cuales debemos surgir en la cuna física. Aquellos que por varias veces perdieron vastas oportunidades de trabajo en la Tierra por la sistemática ingestión de elementos corrosivos, como el alcohol u otros venenos de las fuerzas orgánicas, como los inveterados cultivadores de la gula, casi siempre atraviesan las aguas de la muerte. Como suicidas indirectos, y, al despertar para iniciar la obra de reajuste que les es indispensable, imploran en regreso a la carne en cuerpos inclinados desde la infancia a la estenosis del píloro, a la ulceración gástrica, al desequilibrio del páncreas, a la colitis y a las múltiples enfermedades del intestino, que les imponen torturas sistemáticas, aunque soportables, en el transcurso de la existencia entera. Inteligencias notables, con sucesivas caídas morales a través la liviandad con que utilizaban el deporte de la danza, sembrando desesperación e infortunio en los corazones afectuosos y sensibles, piden formas orgánicas amenazadas por la parálisis y el reumatismo, visitadas por diversos achaques y neoplasmas que les impidan los movimientos plenamente libres. Compañeros que en muchas circunstancias se dejaban envenenar por los ojos y por los oídos, comprometiéndose en vasta red de criminalidad, a través de la calumnia y de la maledicencia, imploran vehículos fisiológicos castigados por deficiencias auditivas y visuales que les impidan reincidir en caídas desastrosas. Intelectuales y artistas que gastaron sagrados recursos del espíritu en la perversión de los sentimientos humanos mediante la creación de imágenes pocos dignos, ruegan órganos

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cerebrales con inhibiciones graves y dolorosas con el fin de que, en las reflexiones del temporario ostracismo, puedan desenvolver las olvidadas cualidades del corazón. Hombres y mujeres que abusaron de los dotes físicos, haciendo uso de la belleza y de la perfección de las formas para sembrar la locura y el sufrimiento en aquellos que admitían sus falsas promesas, solicitan cuerpos vulnerables a las dermatosis aflictivas, como el eccema y la tumoración cutánea, o son potadores de alteraciones de la tiroides, que les constriñen a reiteradas luchas educativas. Grandes oradores que escarnecieron la divina misión del verbo, conturbando multitudes o enloqueciendo almas desprevenidas, suplican dolencias en las cuerdas bucales, con el fin de que, atravesando afonías periódicas, desistan de perturbar a los espíritus mediante la palabra brillante. Y millares de personas que transforman el santuario del sexo en una forja de perturbaciones en las vidas ajenas, arruinando hogares y desequilibrando conciencias, imploran organismos físicos atormentados por importantes lesiones en el campo genérico, experimentando, desde la pubertad, inquietantes desequilibrios ováricos y testiculares. La ceguera, la mudez, la idiotez, la sordera, la parálisis, el cáncer, la lepra, la epilepsia, la diabetes, el pénfigo, la locura y todo el conjunto de enfermedades difícilmente curables, constituyen sanciones instituidas por la Misericordia Divina, puertas, adentro de la Justicia Universal, atendiendo a nuestros propios ruegos, para que no perdamos las bendiciones del espíritu, a cambio de lamentables ilusiones humanas. Existen instituciones especiales en el más allá que providencian, las irregularidades orgánicas pedidas para la reencarnación. La Bondad Infinita del Señor nos permite la gracia de suplicar las imperfecciones a que nos hemos referido, porque el reconocimiento de nuestras flaquezas y de nuestras transgresiones, proporciona inmenso bien al espíritu endeudado. La humildad, en cualquier situación, enciende luz a nuestras almas, generando, en torno de nosotros, benditos recursos de simpatía fraterna. Mientras tanto, aunque no pidiésemos la aplicación de las penalidades que nos son necesarias, nuestra posición no se modificaría pues todo mal genera lesiones inmediatas en nuestra conciencia, que entrando en la condición de desarmonía, desajusta ella misma los centros de fuerza que la sustentan. De ese modo las instituciones de trabajo para la reencarnación, colaboran para que todos podamos recibir en el escenario terrestre, la vestidura carnal que merecemos. La oración de suplica, rogando esta o aquella medida, concerniente a nuestra reeducación, es siempre un atestado de buena voluntad y de comprensión, en nuestra condición de espíritus deudores… Pero no modifica el curso de las leyes antes las cuales nos hacemos reos sujetos a múltiples pe-

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nalidades, pero renueva nuestro modo de ser, sirviendo no solo como bendita siembra de solidaridad en nuestro beneficio, sino también como vacuna contra la reincidencia en el mal. Además, la oración favorece nuestra aproximación con los grandes benefactores que dirigen nuestros pasos, auxiliándonos en la organización de una nueva ruta que garantice nuestro camino seguro. Al reencarnar, cargamos con nosotros las reminiscencias de nuestras faltas que toman parte en nuestro renacimiento en el cuerpo fisiológico, como raíces congénitas de males que nosotros mismos hemos plantado… Nuestras predisposiciones no excluyen, ciertamente, la necesidad de la asepsia y de la higiene, de los medicamentos y del cuidado necesario en el tratamiento de los enfermos de cualquier procedencia. Simplemente se hace hincapié en que el alma resurge en el nuevo cuerpo físico, acarreando consigo misma sus propias faltas, que se reflejan en la vestidura carnal, como zonas favorables a la eclosión, determinadas molestias, ofreciendo campo propicio al desarrollo del virus, bacilos y numerosas bacterias, capaces de conducirla a los más graves padecimientos de acuerdo con las deudas que haya contraído; pero también lleva consigo las facultades de crear en el propio cosmos orgánico, toda especia de anticuerpos inmunizándose contra las exigencias de la carne, facultades que puede ampliar considerablemente por medio de la oración, por la disciplina rectificadora a que se dedique, por la resistencia mental o por el servicio al prójimo, con todo esto atrae preciosos recursos a su favor. No debemos olvidar que el bien es el verdadero antídoto del mal. Recordemos que los animales sufren igualmente enfermedades diagnosticables, como la rabia, la aftosa, la neumonía… Las plantas también experimentan enfermedades peculiares; reclamando abonos y fungicidas. El dolor es uno de los elementos más importantes en la economía de la vida que se expande. El hierro, bajo el martillo, la simiente en la cueva, el animal en el sacrificio, así como la criatura llorando, irresponsable o semiinconsciente, para desarrollar sus propios órganos, sufren el dolor evolución, que actúa de afuera hacia adentro, perfeccionando el ser, sin lo cual, no existiría el progreso. En este estudio, se analiza el dolor expiación, que viene de adentro hacia fuera, marcando a la criatura en el camino de los siglos, deteniéndola en complicados laberintos de aflicción, para regenerarla ante la Justicia…

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También existe el dolor auxilio, a veces, nos interesamos vivamente por la sublimación ón del prójimo, olvidando mejorarnos a nosotros mismos. Es por ello que, por la intercesión de amigos dedicados con devoción a proporcioproporci narnos la felicidad, recibimos la bendición de prolongadas enfermedades en el cuerpo físico, ya sea para evitar que caigamos caigamos en el abismo de la criminacrimin lidad, o, con mayor frecuencia para servicio preparatorio de la desencarnadesencarn ción, con el fin de que no seamos cogidos por sorpresa arrasadores, en la transición de la muerte. El infarto la trombosis, la hemiplejia, el cáncer pep nosamente soportado, la senilidad prematura y otras calamidades de la vida orgánica, constituyen muchas veces dolores auxilio, con el fin de que el alma se recupere de determinadas engaños en que haya incurrido en la existencia del cuerpo denso, habilitándose, habilitándose, a través de largas reflexiones y benéficas disciplinas, para un ingreso respetable en la vida Espiritual. Realizado por Merchita, miembro fundador del Centro Espirita Amor Fraterno (España) Trabajo extraído del libro Acción y Reacción De Francisco Cándido Javier

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LA DEPRESIÓN Desde el pasado remoto autoridades médicas y psicológicas han buscado explicaciones para los estados depresivos, considerando apenas como un estado mórbido. ¿Será apenas un disturbio proveniente de síndromes nervioso? La visión espirita de la depresión parte del Evangelio según el Espiritismo en el capitulo cinco- Bienaventurados los afligidos… lo que ya nos pronuncia un estado espiritual para un gran número de depresiones a lo que los seres humanos están sujetos. ¿Que son aflicciones? Son alteraciones del modo de vida que se transforman en vicisitudes, que tienen una causa justa y considerando que Dios es justo, la causa es, por consecuente justa. Según Allan Kardec, esas vicisitudes, tiene dos causas distintas, puede ser originaria de la vida presente o de otras vidas. Según Kardec las vicisitudes son aflicciones por la que la persona es tomada, las decepciones, las frustraciones, en fin, varios acontecimientos que deprimen el estado del espíritu, como se acostumbra a decir en lenguaje más sencillo. La depresión puede ser conceptuada como una alteración del estado de humor, una tristeza intensa, un abatimiento profundo, con desinterés por las cosas. Todo pierde la gracia, el mundo queda hecho cenizas y vivir se torna tarea difícil, pesada. Con ideas fijas y pesimistas. Podríamos considerarla como una emoción estragada. Las emociones naturales deben ser pasajeras, circulando normalmente, sin desequilibrar al ser. La tristeza por ejemplo, es una emoción natural, que nos lleva a entrar en contacto con nosotros, a la introspección y a la reflexión sobre nuestras actitudes. Ahora, una vez estancada, prolongada, acompañada de sentimiento, nos lleva a la depresión. La depresión se puede dividir en tres formas, de acuerdo con el facto causal: Depresión Reactiva o Neurosis Depresiva: - esta depende de un facto externo desencadenante, generalmente suele ser perdidas o frustraciones, tales como la separación, perdida de un ser querido, etc.

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Depresión Secundaria a Dolencias Orgánicas: accidente vascular cerebral (“derrame”), tumor cerebral, dolencias de la tiroides, etc. Depresión Endógena: por deficiencia de neurotransmisores. Ejemplo: depresión del viejo, depresión familiar y psicosis maniaco-depresiva. Ella afecta a todo el ser, acarreando una serie de desequilibrios orgánicos, sobretodo, comprometiendo la calidad de vida, tornando a la criatura infeliz y con la caída de su rendimiento personal. Según André Luiz en sus obras nos dice que la mente transmite su estado feliz o infeliz a todas las células de nuestro organismo, a través de los bíforos. Ella funciona como un sol irradiando calor y luz, equilibrando y armonizando todas las células de nuestro organismo, o como tempestades, generando rayos y caídas destructoras que desequilibran al ser. Según Emmanuel, la depresión interfiere en la mitosis (división) celular, contribuyendo al aparecimiento de cáncer y de otras dolencias inmunológicas, sobre todo a la deficiencia inmunitaria facilitando las infecciones. En la depresión existe una pérdida de energía vital en el organismo, en un proceso de des vitalización. El individuo pierde energía por dos mecanismos principales: 1º) Pierde sintonía con la Fuente Divina de Energía Vital: el individuo no fortaleciéndose como debe; con sentimiento de auto estima en baja, aparta de sí mismo, de su naturaleza divina, el hilo de ligación, con la fuente inagotable del Amor Divino. Al negarse y encerrarse en sus problemas y en sus amargura, crea un ambiente vibratorio negativo, que dificulta el acceso de la espiritualidad Mayor en su beneficio. 2“) Gasto Energético Improductivo: el individuo en vez de utilizar su potencial energético para desenvolver potencialidades evolutivas, viviendo intensamente las experiencias y los desafíos que la vida le presenta, desperdicia energía en los sentimientos de auto compasión, tristeza y lamentaciones. Sufre y no evoluciona. Desde el punto de vista espiritual, en su condición más intima, el deprimido es una criatura rebelde, el no acepta los limites que la vida le impone, rechaza sus pruebas y se posiciona contra la divinidad al ver sus deseos o voluntades negados “por la vida” prefiere morir psíquicamente (por la apat-

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ía) o físicamente (auto exterminio o suicidio indirecto) a vivir conforme la Ley. Una de las causas de la tristeza es la melancolía, ella hace que la vida nos parezca amarga porque el espíritu aspira a la libertad y a la felicidad de la vida espiritual, pero viéndose preso en el cuerpo, se frustra cae en el desanimo y transmite para el cuerpo la apatía y abatimiento sintiéndose infeliz. El ansia de libertad del espíritu encarnado, adolecido por las a tribulaciones de la vida y por las dificultades en el relacionamiento interpersonal, intensificado por las influencias negativas de espíritus encarnados y desencarnados, son la causa inicial de esa frustración y de esa apatía. La inseguridad y el miedo que acometen a las personas en la sociedad contemporánea son las que determinan en nuestros días la incidencia alarmante de la depresión. Muchas veces el espíritu absorbido por los valores que imperan como el consumismo, la búsqueda del placer inmediato, la competitividad, el no saber perder, de querer ser el mejor, de no saber hablar, el hombre se aísla se aparta de si de su naturaleza. Adopta entonces una máscara, que utiliza para presentar un “papel” en la sociedad. Es, en esta vivencia neurótica, el deja de desenvolver sus potencialidades, no se abre, ni expone sus emociones, pues estas demuestran de hecho lo que él es. Clausurado, encerrado en este caparazón de orgullo y egoísmo, el se aísla y se siente solo. Soledad, no en el sentido de estar solo, más si de sentirse solo. Más que sentirse solo es la insatisfacción de la persona con la vida y consigo misma. El individuo en esta situación precisa acercarse a las personas y a las cosas para quedar bien, pues, desconoce que él se basta por el potencial divino que tiene. La soledad es consecuencia de su inseguridad, de su inmadurez psicológica. En los primeros años de la vida, la criatura aunque frágil e inmadura, es natural que tenga necesidad de que las personas vivan en función de ellas, dándoles atención y protección. Es la fase del egocentrismo, predominantemente preceptiva. Como la madurez, comienza a crear una buena imagen de si, tornándose más segura, y a partir de entonces, pasa a darse, a envolverse y a participar más del mundo. Lo que acontece es que ciertas personas, por algún motivo, tienen dificultades en este proceso de madurez afectivo, manteniéndose esencialmente receptivas y no participativas, exigiendo cariño,

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respeto, atención, sin preocuparse de la misma forma con los otros. Se hacen victimas, pobre infeliz, sin la responsabilidad por si. Consiguen su equilibrio a costa de las conquistas exteriores. A la primera frustración que se deparan, no la toleran, pues exponen sus debilidades y esto motiva un cuadro DE DEPRESIÓN. Cuando el individuo pierde la capacidad de amarse, cuando su autoestima está debilitada, pasa a tener dificultad de amar al semejante, pues el sentimiento de amor, de generosidad para con el prójimo, es un sentir de dentro para fuera. Este sentimiento de amor al prójimo nada más que es una extensión de nuestro amor, de nuestra sintonía con Dios interior que nosotros tenemos en nosotros. La persona que tiene dificultad en esta composición de amarse a sí mismo, y por consiguiente de amar a su prójimo, deja de recibir el amor y la simpatía del otro, y no consigue entrar en sintonía con la fuente sublime e inagotable del Amor Divino. Nosotros limitamos aquello que recibimos de Dios, en la medida de cuanto donamos al prójimo. Quien ama mucho, recibe mucho. Quien ama poco, poco recibe. Ese alejamiento de si, y por consiguiente de Dios, genera tristeza, vació, la depresión y la dolencia. La depresión puede ocurrir en cualquier edad, inclusive en la infancia, la falta de cariño y atención puede causar depresión. Los niños que pierden a sus madres, experimentan gran dolor, se tornan tristes y se distancian de las personas que se les aproxima. Ellos suelen perder el apetito, se niegan a jugar con los otros niños, y adquieren mayor posibilidad en enfermar. La depresión también puede ocurrir en la adolescencia, teniendo como síntoma muy común la irritabilidad, muchos jóvenes aumentan la depresión por el uso del alcohol y de las drogas. El alcohol es el mayor agente depresivo de todos. Mezclado con el sistema controlador del humor, lleva al individuo a tener alteraciones de comportamiento. Al principio el alcohol desinhibe, por eso a la mayoría de las personas les gusta beber, solo que si hay predisposición genética, puede ocurrir la dependencia. Ya en la tercera edad ocurre alteración de la memoria. El olvido exagerado es una señal en el anciano. La depresión tiene su génesis en el espíritu, que reencarna con alta dosis de culpa, cuando, retrocediendo en el proceso de la evolución, bajo factores negativos que le marcan la marcha y de la que no decidió liberarse en definitiva. Con la conciencia culpable, sufriendo los gravámenes que le dila-

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ceran la alegría interior, imprime en las células los elementos que las desconectan, propiciando, en largo plazo, el desencadenamiento de esa psicosis que domina a millones de criaturas en la actualidad. La depresión se instala poco apoco porque las corrientes psíquicas desconectadas que la desencadenan, desarticula, vigorosamente, el equilibrio mental. Cuando irrumpe, exteriorizándose, dominadora sus raíces, están fijadas en los paneles del alma rebelde o recelosa de proseguir en los compromisos redentores abrazados. Cara a sus cáusticas manifestaciones, la terapia de emergencia se hace imprescindible, sin embargo, los métodos académicos vigentes, pura y simplemente, no son suficientes para erradicarla. Permaneciendo los contratiempos psicosociales, socio económicos, psico afectivos, que producen la ansiedad, ciertamente se repetirán lo disturbios en el comportamiento del individuo conduciéndolo a nuevos estados depresivos. El primer camino para erradicarla es nuestro perfeccionamiento... una vez que tomamos conciencia de nuestras imperfecciones y errores cometidos, emprendemos el proceso de regeneración a través de lecciones reparadoras. La depresión es un síntoma que nos dice que no estamos amándonos como deberíamos. El camino para salir de ella es llenar este vació con la recuperación de la auto estima y del amor en todos los sentidos. Primero, procurando conocernos y analizándonos, con el deseo de auto-descubrirnos, sin juzgarnos, sin castigarnos o culparnos. Y después, aceptándonos como somos, con todas nuestras limitaciones, más sabiendo que tenemos toda la potencialidad divina dentro de nosotros, esperando para brotar como simientes de luz. Esto no es nada más que desenvolver la fe en sí y en el Creador, sentimiento este que transforma y que nos liga directamente a Dios. Una persona que es consciente de su riqueza interior pasa a tener la seguridad y fe en sus potencialidades infinitas, comenzando a gustar y acreditar en sí, amándose a partir de entonces, sintiendo la necesidad de expandir este sentimiento a todo y a todos. Comienza así a despertar para los verdaderos valores de la vida espiritual, transformándose en una persona feliz y sonriente, pues donde existe seriedad, hay algo de herrado, la seriedad está ligada al ser enfermo. Sonría y sea feliz amando y sirviendo siempre.

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La terapia contra la depresión se basa en amar y en servir, envolviéndose en trabajos útiles y en el servicio del bien. Sea en el trabajo profesional, en el trabajo del ocio, o en el trabajo de servir al prójimo, el individuo se ocupa, ejercita el amor, y deja de envolverse en las lamentaciones, pues la infelicidad hace su nido en lo oscuro de los sentimientos de cada uno. Difícilmente conoceremos un deprimido, entre aquellos que trabajan al servicio del bien. Para dar este amor, no basta solamente con hacer obras de caridad, tenemos que tornarnos cariñosos; antes de hacer el bien tenemos que ser buenos. Dar pan y dar abrigo pero siempre acompañados de una buena dosis de afecto y de cariño. Ser por encima de todo generosos, que es la caridad con afecto. Las personas están con hambre de amor, de calor humano, un hombro amigo, un abrazo, un acogimiento y una palabra de cariño. Cuando damos una simple sonrisa, unos buenos días, una mirada afectuosa estamos donando energía y transmitiendo vida. El hombre alcanzó un enorme progreso intelectual, satisfaciendo sus necesidades materiales con los avances tecnológicos. Sin embargo, aun se encuentra con enormes dificultades para convivir fraternalmente con sus semejantes. Cada vez estamos más unidos gracias a los medios de comunicación, sin embargo, más separados emocionalmente. Ahora, en la actualidad el hombre está sintiendo la necesidad prioritaria de desenvolver la afectividad, de envolverse, amar y sentir a su semejante. Tenemos que resucitar y liberar a la criatura que está olvidada dentro de nosotros. Para que rescatemos esta criatura que adormece en nosotros, es necesario que veamos el mundo de forma positiva y optimista. Nuestro yo, generalmente se encuentra, retraído, oprimido, porque la vida se nos presenta de forma desagradable; aun no vivimos de forma natural, espontánea y esto genera ansiedad y sufrimiento. Como la criatura es movida por el placer, ella se recoge y no se manifiesta. La criatura no se juzga, no se castiga. Vivimos apenas el presente, el ahora, integrada perfectamente a Dios y a la Naturaleza. “Dejar, a los niños, venir a mi porque el reino de los cielos es de quienes se les asemejan” con estas palabras Jesús quiso decir que tenemos que ser puros, auténticos, integrados con nuestra naturaleza divina, sin huidas o mascaras, para alcanzar nuestra evolución espiritual. Tener actitudes simples, como lidiar con animales, jugar con los niños, actividades creativas como la pintura, tocar un instrumento, hacer pequeñas tareas domésticas, cocinar, mantener una conversación amena, contar un cuento, ver una película, escuchar

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música, cantar, sonreír, oír con atención, mirar con ternura, acariciar a las personas, abrazarlas, hacer un elogio sincero, curtir la naturaleza, admirar la puesta de sol, etc. Estas son tareas que ayudaran mucho al deprimido a reencontrar el equilibrio y armonía interior. Mantener siempre buen humor. En la vida lo que más importa es el amor y el bien querer a las personas, vivir sus emociones; no dejarse afectar por las cosas pequeñas. Procurando mirar a nuestro alrededor, viendo con ello, que hay personas con problemas peores, y que necesitan más el socorro. Procurar practicar actividades físicas, caminar, algún deporte, algún pasatiempo. La mente parada comienza a crear pensamientos negativos, que se asemejan a basuras amontonadas dentro de casa. Con estas actividades se desviará la mente de pensamientos deletéreos. No esperemos que las cosas acontezcan a nuestro favor. Caminemos a favor de nuestro prójimo y nos sorprenderemos pues seremos los más beneficiados. Otras forma de ayudarse el depresivo, es leyendo lecturas edificantes, conversando con amigos, con el terapeuta u orientador espiritual, esto ayudara a ver sus problemas desde otros ángulos. La oración es un recurso indispensable en el proceso de recuperación. A través de ella establecemos sintonía con la espiritualidad Mayor, facilitando el camino para que nos inspiren y revigoricen nuestras energías. No nacimos para sufrir. La voluntad de Dios es nuestra alegría y nuestra felicidad. Si sufrimos es por nuestra causa. Nuestros problemas y nuestras dificultades deben ser interpretados como instrumento para nuestra evolución. Los problemas en la vida surgen cuando ya estamos preparados para afrontarlos y solucionarlos. Jesús nos dijo: “Que el Padre no coloca fardos pesados en hombros débiles” esto nos dice que podemos afrontarlos, que tenemos las condiciones interiores para enfrentar las dificultades que la vida nos presenta. Dios cuida de nosotros y nunca nos abandona. Confiemos eN Jesús y sigamos su ejemplo de vida: “Yo soy el buen Pastor; tendré buen animo; no se turbe vuestro corazón; venid a mí los que estáis fatigados, cansados, oprimidos y “Yo os aliviare”.

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Según estas enseñanzas, no existe persona tan “débil” hasta el punto de no soportar un problema. Lo que ocurre es que la mayoría de las veces no tenemos las fuerzas para movilizar nuestra voluntad y afrontar el desafió. Preferimos huir, dando por hecho que no podemos afrontar dicha situación. Muchos acuden al suicidio, se olvidan de que la muerte es un cambio de estado, que continuamos siendo los mismos, con los mismos sentimientos y los mismos problemas. El suicida con esta determinación acarrea más daños a su periespíritu, cuando vuelve a reencarnar, además de enfrentar los viejos problemas aun no solucionados, trae aumentado la necesidad de reajustar su lesión periespíritual. Debemos procurar luchar con firmeza ante la depresión, y los caminos que debemos procurar son el tratamiento medicamentoso, (muchas veces necesario), trabajo espiritual incluyendo la desobsesión, el agua fluidificada, pases magnéticos, trabajo beneficioso, cambio de actitud mental etc. Es necesario que después de que iniciemos el proceso de recuperación, nos mantengamos vigilantes, pues es muy común la mejoría cíclica, con altos y bajos “vigilemos y oremos”. Es muy importante aprovechar los periodos de mejoría para emprender trabajos edificantes en el bien, consolidando las conquistas efectuadas. Debemos tener conciencia de que nada ni nadie tiene la capacidad de hacernos infelices si nosotros no queremos. El centro de la gravedad de nuestro equilibrio psico-emocional tiene que estar localizado dentro de nosotros y no en las cosas exteriores. No se debe acondicionar la felicidad a algo que acontezca o esperar que alguien nos haga feliz. Estando equilibrados establemente, amándonos y aceptándonos como somos, pasamos a vivir el presente y aceptamos a las personas y a las circunstancias como ellas son. Más allá de eso, pasamos a ver las cualidades del otro y no sus defectos, pues, generalmente vemos al otro como un reflejo de nuestro estado interior. La depresión tiene varias caras. Desde el punto de vista humanístico, el amor, desde la infancia, es factor primordial y comienza dentro de la familia. Si la relación es sincera entre la criatura y los padres, ella crece dentro de un hogar estructurado, aun mismo con todas las dificultades naturales de una

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relación humana. Desde muy temprano el individuo aprende a lidiar con la insatisfacción, con las crisis, con el respeto, amistad, desprendimiento y otros aspectos importantes en las relaciones. El depresivo mejora mucho, cuando observa que alguien se interesa por el, precisa sentirse reconocido, sin eso, comienza a sentir una sensación de vació y angustia. Bajo el punto de vista médico, la depresión es una falta de neurotransmisores en el cerebro, que necesita de medicamento, ósea de un control químico. Por el ángulo espiritual, la culpa, el remordimiento, la amargura y el resentimiento llevan a la persona a estados depresivos, pudiendo causar el desenvolvimiento de dolencias psicosomáticas y hasta incluso el cáncer. Por tanto, el amor y el perdón que la doctrina espirita tanto nos enfatiza son sentimientos también preventivos. Aunque la verdadera prevención está en el auto conocimiento, en el amor a sí mismo y al prójimo, teniendo conciencia de que los seres humanos son como son, y no de la forma que nos gustaría que fuesen. Los espiritas sabemos que la reencarnación es la llave que recibimos de la Misericordia Divina para el perfeccionamiento de nuestro Espíritu, y que en ese camino siempre encontramos a Espíritus que nos aman y se preocupan con nuestro estado corpóreo y espiritual. TODO ENCARNADO DEPRIMIDO ENCUENTRA EN LA DOCTRINA ESPIRITA una excelente aliada para la recuperación de su salud. Basta querer encontrar el remedio cierto, en la medida cierta, en la hora cierta. Cuando nos encontremos sumergidos en un estado depresivo, en la lucha inmensa, recordemos que el Señor nos condujo a semejante posición de sacrificio, considerando la probabilidad de nuestra exaltación, y no olvidemos que la crisis es fuente sublime de espíritu renovador para los que saben tener la esperanza. Cuando se elige una existencia enriquecida con paz y bienestar, no se está eximido del sufrimiento, de las luchas, las dificultades que aparecen. Por el contrario estos surgen como desafíos perturbadores que las personas deben afrontar, sin perder el rumbo ni alterar el placer que experimenta en la preservación del comportamiento elegido. De esa forma transformamos

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los estímulos aflictivos en contribuciones positivas, sin lamentarnos, sin sus frir, sin desistir. Quien en la lucha ve tan solo sufrimiento, posee una conducta patológipatológ ca y necesita del tratamiento adecuado. La vida es una bendición y debe mantenerse saludable, alegre, aun cuando se encuentre bajo la imposición liberadoras de pruebas y expiacioexpiaci nes. Si tornas tu vida agradable, serán fructíferos y llenos de sol tus días. Ser feliz o desventurado venturado es una opción voluntaria. La inspiración superior nunca nos falta, no obstante, el sintonizar con ella será una aspiración personal. Si construimos las estructuras existenciales en la mente, las transfortransfo mamos en realidad en el trayecto carnal. De nosotros depende coordinar los movimientos, elegir la meta y avanava zar, Trabajo realizado por Merchita Extraído de diversos artículos espíritas, que tocaban el tema de la depresión.

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DIOS Y EL HOMBRE No hay ser humano, por indiferente que sea, que no haya meditado alguna vez, en las horas de silencio a la Naturaleza y a su propio corazón preguntándoles el secreto de las cosas, el porqué de la vida, la razón de ser del Universo. Todos hemos intentado alguna vez levantar el velo de la muerte, conocer nuestro destino, saber si Dios es una ficción o una realidad. Ante la dificultad de resolverlo, la incoherencia y la multiplicidad de las teorías que se han presentado, las deplorables consecuencias de la mayor parte de los sistemas conocidos, todo este desconcertado conjunto, ha terminado fatigando al espíritu humano, le ha hecho caer en la indiferencia y el escepticismo. Sin embargo el hombre tiene necesidad de saber; necesita el rayo que lo reanime, de la esperanza que lo consuela y de la certidumbre que lo guía y lo sostiene. La criatura humana jamás podrá definir o identificar racionalmente la Realidad Absoluta del Creador, por más que sea una partícula divina. Si el hombre lograra tal solución, sería otro Dios para ser descubierto, descrito, identificado. Así como las hojas no pueden sentir o representar al árbol; y las gotas de agua no pueden describir la naturaleza inmensurable del océano, la parte no puede definir el todo, ni el creado a su Creador. Las células del hombre jamás podrán explicar los pensamientos, sentimientos y la correcta configuración del ser humano. Lo que sobre todas las cosas le importa al hombre es saber: Que es, de donde viene y cuál es su destino. Las ideas que nos formamos sobre el Universo y sus leyes y sobre el papel que cada uno de nosotros debe representar en este vasto teatro, tienen una importancia capital, pues con arreglo a ellas debemos dirigir nuestras acciones. El hombre que ignora su destino se parece a un viajero que recorre maquinalmente un camino sin conocer el punto de partida ni el de llegada, ni por que viaja y, por consiguiente, está dispuesto a detenerse siempre ante el menor obstáculo y perder el tiempo por no importarle nada el fin que debía alcanzar. El reino de Dios está en el hombre así como en la naturaleza del roble futuro reside en la semilla. Si consideramos a Dios como Espíritu Total y Cósmico, como “llama” o “luz” infinita, por siempre y más allá del tiempo y

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del espacio, obviamente, los espíritus de los hombres o hijos de Dios han de ser entonces, centellas emanadas de esa eterna, e infinita energía. Dios es el centro hacia el cual converge y se orientan las potencias de todo el Universo. Es el foco de donde emanan todas las ideas de justicia, de solidaridad y de amor; el fin hacia el cual se encaminan todos los seres, consciente o inconscientemente. Dios es la inteligencia suprema causa primera de todas las cosas. De todas nuestras relaciones con el Gran Arquitecto de los mundos dimana la armonía universal, la comunidad, la fraternidad. En efecto, para ser hermanos se necesita tener un mismo padre, pues bien, ¿Qué otro padre que Dios podríamos tener? Para vislumbrar esta verdad, el pensamiento debe desprenderse de los preceptos mezquinos y de las prácticas vulgares, rechazando las formas groseras con que las religiones han revestido al supremo ideal. Debe estudiarse a Dios en la majestad de sus obras. Muchos se preguntan ¿Quién ha hecho a Dios? Esta pregunta no tiene sentido. Dios no es un ser que se añade a la serie de los seres. Es el Ser universal sin límites en el tiempo y en el espacio y, por tanto, infinito y eterno. No puede haber ningún ser superior a Él. Dios es la fuente y el origen de toda vida. Por El se ajustan, unen y armonizan todas las fuerzas individuales que sin El estarían aisladas y divergentes. Abandonadas a sí mismas y no estando regidas por una ley y una voluntad superior, esas fuerzas solo hubieran producido caos y confusión. La existencia de un plan general, de un fin común en los cuales toman parte todas las potencias del Universo, prueba la existencia de una causa, de una inteligencia suprema, que es Dios. El alma de la criatura humana es vitalizada por el Creador. A medida que el hombre amplia su conciencia, en permanente contacto y en forma educativa con la materia de los mundos planetarios, abarca mayor área de lo divino y va percibiendo a Dios con más precisión. El acaso o un accidente imprevisible, no pueden producir fenómenos y hechos tan inteligentes como es la Vida en el Universo. Los astros que se mueven en dirección a un objetivo correcto y útil, con estructuras estables, perfectas y complejas, demuestra que existe una inteligencia poco común y muy superior, comparado al más avanzado índice de intelecto humano.

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Si el hombre supiese describir satisfactoriamente la forma y la esencia de su Creador perdería el constante estimulo de acelerar su ascensión para una vida espiritual superior. Mientras la criatura vibre en un estado espiritual primario, no está preparada para entender a Dios y su manifestación Cósmica. El espíritu del hombre necesita emanciparse del instinto primitivo a través del cultivo de los valores divinos, que están adormecidos en su propio “yo”. El hombre debe superar el linaje animal que le plasmo el organismo carnal y realizarse como ser espiritual e integral; necesita adquirir el estado angélico para liberarse definitivamente de las reencarnaciones. Hasta que esto suceda, debe el hombre asumir una actitud sensata y tranquila; procurar entender los designios divinos a través del respeto y amor a todas las criaturas, que son manifestaciones palpables de la mente Creadora. El vació y la oscuridad de las doctrinas religiosas y los abusos que han engendrado, son causa de que muchos Espíritu caigan en el escepticismo. Se cree fácilmente que todo termina con la muerte, que el hombre no tiene más destino que desvanecerse en la nada. Conforme sea en la criatura su experiencia, sabiduría, sensibilidad y evolución, así será su concepción de Dios, sea fantasiosa o realista, nunca alcanzará la solución que sobrepase su capacidad mental. La idea de Dios y de su existencia es innata en el hombre, porque este es un espíritu, una centella de luz que despierta y evoluciona constantemente en forma inconsciente en el seno del Espíritu Eterno del Creador. Jesús decía “el reino de Dios está en el hombre” y conforme asegura la Génesis “El hombre fue hecho imagen de Dios”. Los viejos maestros de la espiritualidad de Oriente, hace miles de años, afirmaban que Dios es el macrocosmos, el mundo grande, y el hombre, el microcosmos, el mundo pequeño. Además, corroboran sus enseñanzas explicando: “lo que está arriba, también está abajo, porque el átomo es la miniatura perfecta de una galaxia que palpita en el Cosmos. La idea de Dios siempre evolucionó conforme al progreso, entendimiento y cultura de la humanidad. A medida que vamos comprendiendo la vida nuestro psiquismo va percibiendo con más precisión la Verdad Cósmica.

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No es la lucha para liberarnos de la materia lo que nos hará sentir a Dios sino que ha de ser el binomio “sentir” y “saber” lo que nos ofrecerá la realidad del infinito, pues la libertad sin sabiduría es poder sin dirección. No es suficiente creer en Dios para que la criatura se salve. ¡Creer en Dios no es lo mismo que vivir en Dios! El hombre que no desenvuelve en si mismo los atributos divinos se parece al enfermo, que confía en el medicamento pero no acata la prescripción médica, siguiendo la línea de un enfermo obstinado. Creer en Dios no quiere decir que se ha encontrado. A Dios el hombre lo encuentra individualmente a través del estudio, de la abnegación, del servicio al prójimo, y sobre todo, en la acción totalmente desinteresada. Si los atributos esenciales del Creador forman una Verdad, la cual sintetiza el Amor, la Sabiduría y el equilibrio infinito, el hombre debe activar en si mismo estos principios a fin de aproximarse a Dios. Poco adelanta al hombre creer en Dios, si no desenvuelve en si mismo los atributos divinos, que los tiene latentes en lo intimo de su espíritu. La creencia puramente intelectual y especulativa no tiene ninguna finalidad si no modifica la forma de actuar y sentir. La creencia en Dios tiene muy poco o nada de valor, cuando el hombre explota, maltrata, roba, destruye y mata al prójimo. ¿De qué le sirve la creencia en Dios al rico si persiste en ser avaro, y egoísta? El que posee fortuna y , especula con la desgracia ajena y atesora dinero para sí, rodeado de comodidades, lujos, placeres censurables y olvida a su hermano que gime de dolor, tirita de frió y padece hambre, jamás corresponde a la creencia divina por más que milite en algún movimiento religioso o espiritualista. No importa si debido a su creencia trata de fortificar su fe construyendo iglesias, arreglando templos, contribuyendo con tómbolas o iniciativas de caridad. ¡Generalmente lo hace por ganar el Cielo! De nada vale que un hombre sea un creyente si aun, no consiguió modificarse interiormente. Son muchos los hombres que creen en Dios, pero son dictadores, ministros corrompidos, parlamentarios que comercian su posición, magistrados interesados, gobernadores deshonestos, comandantes inhumanos, profesionales competentes pero carentes de ética, religiosos fanáticos, sacerdotes lujuriosos. Comprender a Dios exige de los hombres una realización interna, que consiste en buscar constantemente la sabiduría y el equilibrio psíquico y una acción externa de renuncia y servicio fraterno para todos los seres de la naturaleza. Solo así podrá comprobar que está regido por la sublime inspiración de la creencia. Jamás tendrá autenticidad y fidelidad, si odia, destruye, engaña y cultiva un fanatismo separatista.

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El hombre necesita creer para recibir los impulsos íntimos de comunión con su Creador, buscando su ascensión espiritual. Es ignominiosa la creencia que divide a los hombres y los transforma en ruina, odio, tragedia, desavenencias y falsedades, cuyas acciones desmienten el valor autentico de los instintos inferiores de la animalidad. No se puede elaborar una creencia en Dios, cuando esta conduce a sus seguidores a luchas anti fraternas y religiosas, que aniquilan el placer espiritual de vivir. El mal es una condición transitoria, de cuyo reajuste resulta un beneficio para el futuro. Un criminal solo destruye el “cuerpo” carnal y provisorio de la víctima, sin llegar a dañar su espíritu inmortal. La ley de causa y Efecto otorga una nueva existencia física a la víctima, otorgándole más provecho y compensación porque fue perturbado en su ciclo de evolución espiritual. El homicida, bajo la misma Ley rectificadora, es atraído hacia el camino del sufrimiento, a fin de rectificar ese desvió mórbido que late en su alma y es colocado oportunamente en la ruta del perfeccionamiento espiritual, a fin de proseguir y despertar los valores eternos de la inmortalidad y alcanzar su propia ventura. El mal es tan solo un accidente en el camino de la evolución, la fase negativa que perturba, pero se corrige, perjudica y después compensa, y que desaparece cuando el espíritu alcanza la fortificación y contextura definitiva, de su conciencia. En los reinos de la vida física, el sufrimiento y el dolor son características fundamentales para el perfeccionamiento y belleza de las formas y de los seres, bajo la égida de la Justicia verdadera. El dolor y el sufrimiento indeseables, aunque no agraden al hombre, son manifestaciones implacables que subliman a todos los seres creados por Dios a fin de alcanzar estados y niveles superiores. El hombre por su primitivismo utiliza los recursos y objetos físicos, para manifestar el sentimiento religioso que lleva innato en el alma. A medida que se espiritualiza mejora su concepción respecto a Dios y abarca una mayor área de manifestación Divina. Por eso, Cristo advertía en su evangelio “Buscad la Verdad y ella os libertará”. Percibir la existencia de Dios es puramente una cuestión de sensibilidad psíquica, pues cuando la criatura siente que existe como una individualidad o conciencia definida en el seno del Cosmos, también, siente en lo intimo de su alma la naturaleza divina y creadora del Padre. El hombre no es un ser

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estático o el producto del acaso accidental, que después de haber sido creado fue abandonado como una causa sin inteligencia o discernimiento evolutivo. En verdad, es una entidad que evoluciona constantemente, cuyo linaje inferior se apresura y eleva por sobre su especie animal, que le brinda su cuerpo carnal. Las religiones día a día se debilitan, ante la obstinación de sus responsables que aun conservan y divulgan postulados anacrónicos, supersticiosos y místicos, que no resisten el más diminuto análisis científico. El hombre del siglo atómico reacciona irónicamente, ante la concepción Biblia y tradicional de un Dios antropomorfo, que puede alegrarse u odiar, premiar o castigar, perdonar o sentenciar. Ya no cree en una divinidad que solo se preocupa con amigos y enemigos de ciertos pueblos. La Administración Sideral providenció la codificación del Espiritismo, a través del trabajo fecundo de Allan Kardec, entregando una doctrina sin dogmas, y cuyos postulados retoman los temas de la Creación, la Vida del Espíritu Inmortal, pero sin forzar el progreso de la ciencia y el avanzado raciocinio del hombre moderno. El sentimiento ilumina y clarifica la razón, pues mientras el intelecto planifica, investiga y saca sus conclusiones, el corazón sublima la actividad mental, que sobrepasa los límites comunes de las formas físicas del mundo transitorio. El dogmatismo religioso, actualmente aísla a las personas por fuerza de las preferencias devocionales, exigencias dogmáticas y excéntricas, expuestas por la religión y según el temperamento y costumbres de cada pueblo. En cambio la libertad del culto y la libre investigación que proporciona la actividad científica, puede unir fraternalmente a los hombres y hermanarlos en la búsqueda de Dios y de la vida inmortal. No existen antipatías ni competiciones, cuando los investigadores se basan en el mismo proceso de investigación espiritual. A medida que el hombre abarca una mayor área de conciencia espiritual, se libera de los dogmas, formulas, ritos y símbolos que lo aíslan de la pureza iniciativa y siente con más precisión la frecuencia divina. No importan los aspectos que de Dios tenga la humanidad ignorante de la Realidad Divina, lo que más importa es que puedan sentirlo o identificarlo a través de las sabias y justas Leyes, que rigen la Creación.

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La sabiduría y el poder de la Divinidad son perceptibles en los sencillos fenómenos de la naturaleza, en las constantes mutaciones mutaciones de las cosas y de los seres orgánicos del mundo, y ante la sabia intervención humana. Las criaturas entregadas a la práctica del Evangelio de Jesús y que llell van una vida de constante servicio de amor al prójimo, del cual Francisco de Asís es una de las as figuras más representativas, perciben con más rapidez la Realidad Divina, que además se encuentra implícita en el precepto evangélievangél co que dice: “Llamad y se os abrirá”, o “Pedid y se os dará”. De esta forma, los hombres alcanzan la realización por la comunión co con Dios. Cuando el hombre, venga de donde venga, sea religioso, ateo, librepenlibrepe sador, etc., entra en el Espiritismo, se abre ante el un campo tan amplio de investigaciones, que, de momento, no se da cuenta de tamaña grandiosidad. A medida que va ampliando mpliando sus estudios y sus experiencias, más ancha se torna la perspectiva de lo que antes le era desconocido, y en todo comienza a ver la grandeza de Dios. Tanto es así, que se queda maravillado ante tanta justicia, tanto amor, belleza y poder. Entonces ve lo que significa su individualidad en esta CreaCre ción, comprende que su vida es eterna, por lo menos en principio, y que no se encuentra aquí por acaso, que no es un ser llegado a la Tierra sin motivo ni razón, más que su existencia está ligada al al concierto universal de la CreaCre ción. Comprende que jamás será abandonado, pues está sujeto a una ley que a todos abarca, y que, con los demás seres humanos, alcanzará por sus ese fuerzos, más temprano o más tarde, su felicidad, su belleza y su sabiduría. Debemos ser agradecidos a nuestro Padre, debemos adorarlo por su grandeza, admirarlo por las maravillas de la Creación y respetarlo por ser uno de sus hijos. Porque en verdad fuimos creados por Dios. El es nuestro Padre, nuestro bien y nuestra Esperanza.

Trabajo realizado por Merchita Miembro fundador del centro espirita Amor Fraterno (24/11/07) Extraído de diversos libros, entre ellos El porqué de la Vida de León Denis, El tesoro de los Espiritas de Miguel Vives, entre otros.

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ANOTACIONES SOBRE LA PARTIDA AL MÁS ALLÁ Inmensas caravanas de emigrantes de la Tierra, llegan al Más Allá, sin solución de continuidad. Procedentes de los más variados rincones del Orbe, llevan impreso en el espíritu, las señales vigorosas que reflejan los últimos instantes transcurridos en el vehículo celular. Llevan consigo el equipaje de los hechos acumulados durante su tránsito por el mundo de las expresiones físicas. La desencarnación no modificó sus hábitos ni costumbres; no les otorgó títulos ni conquistas, no les quito meritos ni realizaciones. Cada uno se presenta tal cual vivió. No existe el milagro de la transformación. El deseo de la muerte es muy profundo cuando perdemos a un ser muy querido, la vida sin él, nos resulta imposible, y la primera opción es para muchos partir con él. Es el deseo interno de querer morir para volver a encontrarse con el amor en las regiones de la Espiritualidad. Con el corazón oprimido, inclinados hacia el ser que nos deja, , vemos extinguirse lentamente sobre sus facciones la sombra del más allá. La lumbre interior solo lanza ya pálidos y temblorosos resplandores; cada vez es más débil, y luego se extingue… Todos nos hemos preguntado alguna vez, sobre este misterio que es la muerte. Es un problema que a todos nos interesa, ya que en todos ha de cumplirse la ley. Nos interesa saber, si en esta hora, todo se ha terminado; si la muerte no es más que un taciturno reposo en el aniquilamiento o, por el contrario, es la entrada en otra esfera de sensaciones. Por todas partes se levantan problemas, en todas partes el sufrimiento reina como un soberano; por todas partes el aguijón de la necesidad y del dolor estimula al movimiento desenfrenado, al vaivén terrible de la vida y de la muerte. La muerte es el signo de interrogación colocado siempre ante nosotros; la primea pregunta a la cual suceden innumerables preguntas y cuyo examen ha hecho la preocupación, la desesperación de las edades, la razón de ser de una multitud de sistemas filosóficos. Llorar a los muertos es hacerles sufrir, ya que la muerte no existe, a pesar del concepto que tengan los materialistas y muchos religiosos… Morir es renacer, volver el espíritu a su verdadera patria, que es la espiritual. ¿Por

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qué entregarnos a la desesperación o al desconsuelo, si los que suponemos muertos están vivos? La ausencia del ser querido es la que nos suele torturar, a veces no existe en el ser la duda de que sigue viviendo. Pues lo que sentimos es la de su presencia a nuestro lado. Y este es el gran equivoco, la ausencia que nos falta es la del cuerpo, pues el Espíritu que ama jamás se aparta de los que han quedado en la retaguardia, mientras se lo permitan sus nuevas posibilidades. Y cuando pueden intentan, comunicarse… En las practicas espiritas orientadas según las enseñanzas de Kardec, los Espíritus se comunican sin ninguna evocación individual y siempre nos convocan a la meditación en torno a las responsabilidades que nos correspondan, reprendiéndonos con mansedumbre, guiándonos con sabiduría y hermanándose a nosotros gracias a la experiencia que tienen, tras haber vencido la jornada en la densa organización corporal. Al testificar la continuidad de la vida, comprueban que la justicia divina no falla y que concede a cada uno lo que es merecedor, según como se haya conducido cuando estaba encarnado. Reaparecen con las características de la personalidad que les hemos conocido y se hacen identificar a la saciedad para que nos tranquilicemos, a fin de darnos coraje para enfrentar nuestros necesarios embates. Es el Evangelio el que nos da exuberantes demostraciones de la inmortalidad y de la comunicabilidad de los seudosabios muertos. Toda la Biblia está salpicada de constantes noticias de la comunicación entre los dos planos de la vida.: el físico y el espiritual, expresándose de las más variadas maneras: visiones, sueños, profecías, obsesiones, curas espirituales, bilocaciones, apariciones materializaciones, desmaterializaciones, intervenciones, etc. Referida como un don por el Apóstol Pablo, la mediúmnidad está siempre presente en las páginas del Libro de los Libros, como un puente de luz entre los hombres encarnados y los Espíritu. Como una luz penetrante, la revelación de la vida más allá de la tumba es un incentivo y un consuelo para los que de la Tierra solamente conocen pruebas, dolores muy agudos, limitaciones y amarguras, y una bendición superior para los que dan amor al prójimo, sacrificándose por el bien general y practican la renuncia y la dedicación a su prójimo.

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Son inherentes al hombre las posibilidades de los ideales superiores y sublimes, las aspiraciones mayores y el tener el rostro vuelto hacia las legítimas realidades espirituales. Nadie muere, la muerte es una ilusión de nuestros débiles sentidos, y de los muy pobres códigos conque pretendemos descifrar los designios divinos no consiguen traducir l magnitud de las excelsas leyes de la vida. Siendo la muerte un nuevo nacimiento hace que los verdaderos amores, lejos de distanciarse ante la realidad del despertar espiritual, se estrechen aun más y se transformen en lazos de una incomparable belleza y en promesas de una luz insuperable y continúan palpitando los nobles sentimientos que se mantenían en la jornada vencida. Una vez que los tejidos se disgregan en el lodo del sepulcro y el espíritu liberado asciende si supo avanzar en las tareas elevadas, sin las amarras coercitivas de la retaguardia. Al principio, todo parece fascinante y deslumbrante. Es como una esfera de sueño y un país de encantamiento. Sin embargo, transcurridas las primeras horas y pasada la ligera turbación, se es atendido por dedicados amigos que han precedido y se empieza a comprender, a discernir y a establecerse, casi feliz, en la nueva realidad. Podríamos compararlo, como el que se despierta después de haber sufrido una operación quirúrgica, poco a poco se integra en la Comunidad en la que se encuentre. Todo lo que poseemos es un préstamo de la vida. Todos poseemos más fuerza y coraje de lo que suponemos. Las potencialidades del hombre se desarrollan en la lucha. Además, con los espíritus Amigos, aprendemos, que todos los dolores y frustraciones nos pertenecen por adquisición del pasado y que podemos libertarnos de los mismos en el presente o en el futuro. No conseguimos entender las grandezas de nuestro Padre. En el Cielo hay parajes, nidos de belleza, donde el espíritu ya supero las formas y los límites de la cárcel pegajosa de la carne, allí resplandecen el amor y la vida. ¿Por qué pensar solo apenas en la encarnación transitoria, sin tener en cuenta las expresiones del infinito? En el barro de la coyuntura actual y en las altas temperaturas del sufrimiento purificador, construyamos el indestructible castillo de las venturas venideras. Tengamos en mente que la Eternidad es el tiempo que es: ni pasado, ni futuro, y por lo tanto insistamos en la perpetua elaboración de lo correcto y de lo éticamente perfecto. Las

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aflicciones de ahora se transformaran en tranquilidad para siempre y el amor cantará su definitiva balada a los oídos de nuestra dichosa alegría. El alma una vez que termina su etapa reencarnacionista, continúa creciendo en amor y conocimiento, fuera de las vibraciones de la Tierra, en otros planos evolutivos. Se evoluciona por etapas. En una Encarnación adquirimos la corona de la cultura, en otra la palma del amor. Son muy raros los que consiguen adquirir sabiduría y bondad, cultura de la inteligencia y cultura del amor de en una sola vez. Al conocimiento recogido en etapas anteriores y en la memoria, lo que no sucede con la cultura sin bondad. El hombre sabio, sin amor, puede tornarse un monstruo. Al desencarnar, notará que habrá cultivado el cerebro, pero tendrá el corazón vacio, y deberá entonces iniciar una gran jornada recorriendo la senda estrecha del sufrimiento, sin el conocimiento, en las expiaciones purificadoras. El amor, en todas partes es el alma del Universo manifestación de Dios. Aun los espíritus condenados a trabajos forzados, inveterados perseguidores de la paz de muchos otros espíritus - seres infelices que solo esparcen la desdicha que poseen – no están privados del auxilio divino otorgado por los abnegados mensajeros que velan por ellos, los asisten y amparan. En cualquier lugar e incesantemente, la devoción de los buenos, refleja la paternal providencias Divina. Morir, lejos de significar un descanso en las mansiones celestiales o expurgar sin remisión en las zonas infernales, es pura y simplemente, comenzar a vivir… La muerte a todos nos espera, y la vida es la gran respuesta a todos los enigmas. Ya se ha escrito y hablado mucho sobre la vida más allá de la muerte, más es necesario repetir, divulgar, acostumbrar al hombre a las cuestiones espirituales. En los tiempos actuales, el mensaje consolador y claro de las “Voces del Cielo” tiene régimen de urgencia y ante las perspectivas atrayentes del futuro con Jesús, se formulan votos de paz con excusas sinceras hacia aquellos

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Espíritus valerosos, perspicaces y estudiosos, que ciertamente, no encontraran en la tierra lo que necesitan para sedimentación de la cultura y ampliación del conocimiento. La vida en el más allá prosigue sin grandes modificaciones, ofreciendo a cada alma en el crisol evolutivo, las bendiciones o puniciones a que se ha hecho acreedora. Están los atormentados por el sexo que continúan ansiosos. Esclavos del placer que prosiguen inquietos. Compañeros de la ilusión que permanecen engañados. Aficionados a la mentira que se enloquecen bajo la impresión de imágenes desordenadas. Amigos de la ignorancia que caminan perturbados. Solamente las almas esclarecidas y experimentadas en la batalla redentora, marchan en plena libertad, disfrutando de la dadiva de la esperanza entre sonrías y realizaciones. Allí se verifica el verdadero sentido de la fe. En vez de ser la aceptación pasiva de la creencia religiosa, es por sobre todas las cosas, un programa de ascensión y renovación interior. La conducción de la claridad pura del Cristianismo en la mente y en el corazón, es una elevada concesión del Cielo que nadie quebrantará impunemente. Para el hombre común, la felicidad se resume en el problema de la posesión. Generalmente se piensa que la felicidad es ser dueño de algunas monedas o esclavo de algunos millones. Muchos son los que anhelan el goce que la posesión del dinero puede comprar. Otros se tranquilizan con lo que la posesión ya le dio. Sin embargo, se ha constatado, que los que poseen riquezas no son felices. La felicidad no es una consecuencia de lo que se tiene o deja de tener. Es una construcción intima que depende de nuestra actitud de encarar lo que tenemos o lo que dejamos de tener. Muchas veces, quien posee algo, queda dominado por lo que tiene, así como los otros que nada tienen, se tornan esclavos de ese “no tener nada”

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El hombre cuando desencarna es cuando comprende las palabras de Jesús cuando nos hablo de la “pureza de corazón” enseñándonos a adquirir los tesoros inalienables del espíritu, con los cuales el hombre es feliz. La vida espiritual es muy semejante a la corporal, a pesar de que la vida del encarnado no es semejante a la del más allá. Sin embargo, en el mundo de la erraticidad, el Espíritu puede adquirir elucidaciones y enseñanzas que no puede desdeñar, considerando el valor de que son portadores. Mientras marchamos por la carne, no disponemos de los cuidados especiales necesarios a la observación de los hechos, situándolos en su lugar correspondiente como beneficios celestiales a nuestros espíritus ansiosos de evolución. Es común que modifiquemos los conceptos de los mensajes que nos son dirigidos transfiriéndolos para el prójimo y jamás aceptándolo como rumbo cierto para nosotros mismos. Sin embargo, en la vida espirita eso no es posible, porque estando despiertos a la verdad y sedientos de ella, buscamos en cada acontecimiento o narración, aparentemente sin importancia lo que nos pueda ser útil, de manera de poder apaciguar los conflictos íntimos y disminuir las aflicciones del arrepentimiento. Desde la cuna al sepulcro, marchamos bajo la tutela del Señor, asistidos por abnegados desencarnados que no desfallecen en sus deberes de guiarnos por el rumbo ennoblecedor. Aquí, es la inspiración que nos llega ampliando el horizonte de nuestra alma, obligándonos a introducirnos en el sendero de las indagaciones fascinantes, levantando velos, aclarando conflictos, descifrando problemas, ofreciendo directivas. Allí, es la naturaleza vestida de luz: arroyos, ríos y mares, flores y pájaros, vetustos arboles y pequeños vegetales, animales e insectos que existen en todas partes, alboradas y crepúsculos, sol y lluvia, minerales de diversos valores que las ambiciones humanas, hijas del egoísmo y del orgullo convirtieron en preciosos y vulgares, encendiendo el fuego de la posesión, por los cuales tantos se empeñan y luchan por obtener… Más allá, es el dolor – mensajero de la verdad, benefactor anónimo e incomprendido – la voz del sufrimiento, invitando a la continencia y al equilibrio, advirtiéndonos con relación al desgaste de la valiosa maquina física; el dolor moral, llamándonos a la meditación y al análisis de las acciones; el dolor espiritual, manifestado en ausencias, frustraciones emocionales, agonías y soledad del alma, hablándonos en forma intuitiva sobre el mal uso de la libertad, aprisionando la mente en evocaciones dolorosas, que a pesar de esbozarse apenas en la tela mental, marcan los sentimientos con señales

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angustiosas; el dolor nostalgia y otros tantos dolores… todos perseverantes, llamándonos la atención, advirtiéndonos. Muchas almas cuando están al otro lado, se sumergen en los recuerdos, meditando seriamente sobre sus acciones en la tierra, y reparan en que el arrepentimiento es un gran colaborador para la paz interior, pero cuando solo nos ofrece la oportunidad del trabajo gracias al cual se opera nuestra renovación. Abatirse bajo el peso del fardo de lo que está “hecho”, es desperdiciar la feliz oportunidad del resarcimiento. Hemos de tratar de resurgir íntimamente del “túmulo de las cosas muertas”. Todos tenemos en el pasado, labores para reparar y caminos interrumpidos en la marcha evolutiva, que aun debemos vencer. El tiempo, ese amigo silencioso y confiado, nos enseña a no apresurarnos, para no sufrir el peligro de cansarnos y detenernos nuevamente, aunque también nos elucida con relación al estancamiento por las probabilidades que involucra criar raíces… Viajero incansable, él representa nuestras mejores y más caras esperanzas. Para nuestros espíritus endeudados, el tiempo, ligado al trabajo, es un tesoro que no podemos desdeñar, y a parte de ello, tenemos también la oración, ese tónico reconfortante que nos da coraje y que siendo de tan gran importancia, no sabemos valorizar. Con el tiempo, tenemos la oportunidad. Con el trabajo, conseguimos el aprovechamiento de la oportunidad. Y con la oración, santificamos la ocasión y la acción. Todos los que atraviesan el océano físico, se dan cuenta de cuan difíciles son los primeros tiempos después de la tumba.la indumentaria carnal que nos vistió durante largos años, continua envolviéndonos y reteniéndonos en el laberinto cruel de la evocaciones y sensaciones habituales. La reencarnación, casi siempre, representa, una inmersión en las aguas oscuras y peligrosas del mar del olvido. La gran mayoría de las almas vuelven a la carne como criminales en el exilio, para que dentro de ese olvido, logren considerar las actitudes mezquinas e infelices, rectificando pensamientos y aprendiendo a respetar la vida en el contacto con el dolor. El dolor físico desanuda químicamente los lazos que encadenan al Espíritu en la carne; le aparta los fluidos groseros que le envuelven – aun después de la muerte – y le retienen en las regiones inferiores.

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No maldigamos el dolor; solo el nos arranca de la indiferencia, de la voluptuosidad. Esculpe nuestra alma, le da su forma más pura, su más perfecta belleza. Estas enseñanzas nos hacen perder el carácter espantoso a la muerte; la dejan reducida a una transformación necesaria, a una renovación. En realidad, nada muere. La muerte no es más que aparente. Solo la forma exterior cambia; es el principio de la vida –el alma- continua en su unidad permanente, indestructible. Se recobra más allá de la tumba, ella y su cuerpo fluídico, en la plenitud de sus facultades, con todas sus adquisiciones, luces, aspiraciones, virtudes, potencias, con las que nos enriquecemos en las existencias terrenales. He aquí los bienes imperecederos del que nos habla el Evangelio cuando nos dice: “Ni los gusanos ni el moho corroen, y los ladrones no pueden arrebatárnoslos.” Estas son las únicas riquezas que nos es posible llevar con nosotros y utilizar en la vida del porvenir. La muerte y la reencarnación – esta que la sigue a aquella en un tiempo dado – son dos formas esenciales del progreso. Al romper las costumbres estrechas que habíamos contraído, nos restituyen a otro medio diferente; dan a nuestro pensamiento un nuevo ímpetu: nos obligan a adaptar el Espíritu a las mil fases del orden social universal. Cuando llega el atardecer de la vida; cuando nuestra existencia, semejante a la página de un libro, va a volverse para dejar su puesto a una página en blanco, a una página nueva, el bueno pasa revista a sus actos. El cuerpo humano, vestimenta de carne, despojo miserable, vuelve al laboratorio de la Naturaleza; pero el Espíritu, después de haber realizado su obra, se lanza a una vida más avanzada, hacia esa vida espiritual que sucede a la existencia corporal como el día sucede a la noche, y separa cada una de nuestras encarnaciones. La muerte es la gran reveladora. En las horas de padecimiento, cuando la sombra se hace a nuestro alrededor, algunas veces nos hemos preguntado: ¿por qué naci? ¿por qué no me quede en la profunda noche, allá donde no se siente, donde no se sufre, donde se duerme el eterno sueño? Y en esas horas de dudas, de ahogo, de angustia, una voz suena en nuestro interior que nos dice:

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Sufre para engrandecerte y purificarte. Sabe que tu destino es grande. Esta fría tierra no será tu sepulcro. Los mundos que brillan en la superficie de los cielos son tus moradas del porvenir, la herencia que Dios reserva a sus hijos. Eres por tanto un ciudadano del Universo; perteneces a los siglos futuros como a los siglos pasados, y en la hora presente preparas tu elevación. Soporta, pues, con calma los males elegidos por ti mismo. Siembra en el dolor y en las lágrimas la semilla que brotará en tus próximas vidas; siembra también para los demás, como otros han sembrado para ti. Espíritu inmortal, avanza con paso firme por el sendero escarpado hacia las alturas desde donde el porvenir se te mostrará sin velo. La ascensión es ruda, y el sudor inundará con frecuencia tu rostro; pero, por la cima, veras asomarse la luz, verás brillar en el horizonte el sol de la verdad y de la justicia… La voz que nos habla así es la de los muertos, la de las almas amadas que nos han precedido en la región de la verdadera vida, que muy lejos de dormir bajo las losas, velan por nosotros. Desde el fondo de lo invisible nos contemplan y nos sonríen. ¡Adorable y Divino misterio! Se comunican con nosotros. Nos dicen: Basta de dudas estériles; trabajad y amad, ¡Un día, cuando hayáis cumplido vuestra tarea, la muerte nos reunirá! Por la voz de los Espíritus, la voz de los muertos se ha hecho oír. La verdad ha salido de nuevo de la sombra, más bella y más esplendorosa que nunca. La voz ha dicho: muere para renacer, renace para engrandecerte y elévate con la lucha y el sufrimiento. Y la muerte no es ya una causa de espanto, , pues detrás de ella vemos a la resurrección. Así, ha nacido el Espiritismo. A la vez ciencia experimental, filosofía y moral, que nos proporciona un concepto general del mundo y de la vida basado en la razón y en el estudio de los hechos y de las causas, concepto más vasto, más esclarecido y más completo que cuantos les han precedido. Las voces de nuestros hermanos mayores, nos dicen que recordemos que la vida es corta. Y que mientras dure debemos esforzarnos en adquirir lo que venimos a buscar, que es el verdadero perfeccionamiento. Luchando con valor contra las viles pasiones, y de vemos hacerlo con el Espíritu y el corazón, corrigiendo nuestros defectos, suavizando el carácter y fortificando la voluntad. ¡ que el pensamientos se aparte de las vulgaridades terrenales y se abra orientado hacia el cielo luminoso!

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Recordando que todo do lo que es material es efímero. Las generaciones pasan como las olas del mar; los imperios se derrumban, los mundos mismos desaparecen y los soles se apagan; todo pasa y se desvanece. Pero hay tres cosas que resplandecen por encima del espejismo de las glorias g humanas, que son: la Sabiduría, la Virtud y el Amor. ¿Conquistarlas con nuestros ese fuerzos, y cuando las hayamos conseguido, nos elevaremos por encima de lo pasajero y transitorio, para empezar a gozar de lo que es eterno! Trabajo realizado por Merchita, Me extraído del libro “Más Allá de la muerte” de Divaldo Pereira Franco y del libro “Después de la muerte” de León Denis

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EL PERIESPÍRITU En todo hombre vive un espíritu. Por espíritu debe entenderse el alma revestida de su envoltura fluídica; esta tiene la forma del cuerpo mortal y participa de la inmortalidad del alma, de la cual es inseparable. El estudio del periespíritu representa uno de los temas más interesantes para la comprensión de los fenómenos mediúmnicos. El periespíritu y el cuerpo físico tienen su origen en el fluido cósmico universal. De la esencia del alma solo sabemos una cosa, y es, que siendo indivisible es imperecedero. El alma se revela por sus pensamientos y también por sus actos, más para poder obrar e impresionar nuestros sentidos fiscos, necesita un intermediario semimaterial, sin el cual su acción nos parecería incomprensible. El cuerpo fluídico que cada hombre posee en si es el transmisor de sus impresiones, de sus sensaciones, de sus recuerdos. Anterior a la vida actual, es el instrumento admirable que el alma se construye, se modela a sí misma, es el resultado de su largo pasado. En el conservamos los instintos, se acumulan las fuerzas, se agrupan las adquisiciones de nuestras múltiples existencias, los frutos de nuestra lenta y penosa evolución. El periespíritu es semimaterial, pertenece a la materia por su origen y, a la espiritualidad por su naturaleza etérea. Como toda materia, el es extraído del fluido cósmico universal que, en esa circunstancia, sufre modificación especial. Ese envoltorio, denominado periespíritu, hace de un ser abstracto, el espíritu, un ser concreto, definido, apresable por el pensamiento. Te torna apto para actuar sobre la materia tangible. Es extremadamente sutil, es la materia quintaesenciada, es más rarefacta que el éter, sus vibraciones, sus movimientos, superan en rapidez y en penetración a los de las sustancias más activas. Esto explica la facilidad de los espíritus para atravesar los cuerpos opacos, los obstáculos materiales y recorrer distancias considerables con la velocidad del pensamiento.

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La unión del periespíritu al cuerpo físico encarnado, se procesa a través de un lazo fluídico, que es una expansión de su periespíritu, lo une al germen, que lo atrae por una fuerza irresistible, desde el momento de la concepción. A medida que el germen (o cigoto, en el lenguaje actual) se desenvuelve, el lazo se acorta. El periespíritu que posee ciertas propiedades, bajo la influencia del principio vito material del germen, se une a la materia molécula a molécula, al cuerpo en formación, donde puede decirse que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, se enraíza, en cierta manera, en ese germen, como una planta en la tierra. Cuando el germen llega a su pleno desarrollo, es decir, feto, se completa la unión, entonces es cuando nace el ser a la vida exterior. Insensible a las causas de desagregación y destrucción que afectan al cuerpo físico, el periespíritu asegura la estabilidad de la vida en medio de la renovación continua de las células. El útero representa un vaso anímico de elevado poder magnético destinado a la fundición y refundición de las formas, al soplo creador de la Bondad Divina que, en todas partes nos ofrece recursos para el desenvolvimiento para la Sabiduría y para el Amor. Ese vaso atrae al alma sedienta de renacimiento y que le es afín, reproduciéndole el cuerpo denso, en el tiempo y en el espacio. El alma se desprende de la envoltura carnal durante el sueño como después de la muerte. La forma fluídica puede ser entonces percibida por los videntes en los casos de aparición de los difuntos o de los vivos exteriorizados. Durante la vida normal esta forma se revela por sus radiaciones en los fenómenos en que la sensibilidad y la motricidad se ejercen a distancia. En el estado de desprendimiento durante el sueño, el espíritu obra a veces sobre la materia, produce ruidos, cambia de sitio los objetos etc. Por último, se manifiesta después de la muerte en diversos grados de condensación, en las materializaciones parciales o totales, en las fotografías, en los vaciados, hasta el punto de producir ciertas deformidades. El desligamiento del periespíritu en la desencarnación, se produce, molécula a molécula, conforme se uniera, y al Espíritu le es restituida la libertad. No es la partida del espíritu la que causa la muerte del cuerpo, es la muerte del cuerpo la que determina la partida del espíritu. El espíritu extrae su periespíritu de los fluidos ambiéntales, por eso los elementos constitutivos del periespíritu varían conforme los mundos.

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El envoltorio fluídico de algunos Espíritus, aunque etéreo e imponderable con relación a la materia tangible, es también por demás pesado, con relación al mundo espiritual, para no permitir que ellos salgan del medio que les es propio, es el caso de lo que tienen un periespíritu grosero, que se confunde con el cuerpo carnal, razón por la cual creen seguir vivos. Esos Espíritus, cuyo número es grande, permanecen en la superficie de la Tierra , se creen vivos y se entregan a sus tareas terrenas. Otros un poco más desmaterializados no lo son, hasta el punto de poder elevarse por encima de las regiones terrestres. Los espíritus Superiores, por el contrario, pueden venir a los mundos inferiores, y hasta encarnar en ellos. Extraen, de los elementos constitutivos del mundo donde entran, los materiales para el envoltorio fluídico o carnal apropiado al medio en que se encuentran. Hacen como el noble que se despoja temporalmente de sus vestiduras para vestir los trajes plebeyos, sin dejar por eso de ser noble. El Espíritu extrae del planeta donde vive encarnado, o desencarnado, los elementos necesarios para organizar su periespíritu. Conforme sea más o menos puro el espíritu, su periespíritu se formará de las partes más puras o de las más groseras del fluido peculiar al mundo donde el encarna. De esto se desprende que la constitución íntima del periespíritu no es idéntica en todos los espíritus encarnados o desencarnados que pueblan la Tierra o el espacio que la circunda. La forma del periespíritu es flexible, comprensible, a voluntad, del periespíritu. Se presta, hasta cierto punto, a las exigencias del espíritu y le permite, en el espacio y según la extensión de sus poderes, adoptar las apariencias y trajes que fueron suyos en épocas pasadas, con los atributos propios para hacerle reconocer. Esto se observa a menudo en los casos de aparición. La voluntad crea; su acción sobre los fluidos es considerable. El espíritu avanzado puede someter la materia sutil a innumerables metamorfosis. De estos e desprende que la naturaleza del envoltorio fluídico está siempre en relación con el grado de adelantamiento moral del espíritu. Los Espíritus inferiores no pueden cambiar de envoltorio a su placer, por lo que no pueden pasar de un mundo a otro.

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Esto ocurre, porque los elementos constitutivos del periespíritu naturalmente varían, conforme los mundos. Siendo Júpiter un orbe muy adelantado en comparación con la tierra, donde la vida corpórea no representa la materialidad de la nuestra, los envoltorios materiales han de ser allá de naturaleza mucho más quintaesenciada que aquí. El hombre no podría existir allí con su cuerpo carnal, tampoco podrían penetrar allí nuestro espíritu con el periespíritu terrestre que lo reviste. Emigrando de la Tierra, el espíritu deja ahí su envoltorio fluídico y toma otro apropiado al mundo donde va a habitar, de lo que se desprende que el envoltorio periespirítico del espíritu, se modifica con el progreso moral que este realiza en cada encarnación, aunque encarne en el mismo medio. En la materia orgánica un principio especial, inaprensible y que aun no puede ser definido: el principio vital. Está activo en el ser viviente, extinguido en el ser muerto. La actividad del principio vital es alimentada durante la vida por la acción del funcionamiento de los órganos. Cesada es acción, por motivo de la muerte, el principio vital se extingue. Pero el efecto producido por ese principio sobre el estado molecular del cuerpo subsiste, incluso después de extinguirse. El principio vital, es como una particular electricidad animal, que durante la vida se desprende por la acción de los órganos, y cuya producción cesa, cuando se produce la muerte, por extinguirse tal acción. En el plano espiritual el hombre desencarnado va a trabajar, más directamente, con un fluido vivo (vital) y multiforme e inestancable por nacerle de la propia alma, es un subproducto del fluido cósmico universal, absorbido por la mente humana, en proceso vitalista, semejante a la respiración, por el cual la criatura asimila la fuerza emanante del Creador, esparcida por todo el cosmos, transustanciándola, bajo la propia responsabilidad, para influenciar la creación, a partir de sí Mismo. Ese fluido es su propio pensamiento continuo, generando energéticos con los que no había soñado. Las principales propiedades funcionales del periespíritu se resumen en lo siguiente: Plasticidad, el espíritu es capaz de expandirse y exteriorizarse en los fenómenos de desdoblamiento y donaciones fluídicas.

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Densidad, es la propiedad que trata de las medidas de peso (ponderabilidad) y de luminosidad (frecuencia vibratoria mental) ambas relacionadas a la evolución del espíritu. Penetrabilidad, se trata de la capacidad de atravesar barreras físicas, si se hallan presentes las necesarias condiciones mentales. Visibilidad, el periespíritu es normalmente invisible en los Espíritus encarnados; los desencarnados menos evolucionados perciben el periespíritu de sus semejantes y de los Espíritus que le son inferiores. La visibilidad es, no obstante, común, en los Espíritus Superiores. Sensibilidad, es la propiedad de percibir sensaciones, sentimientos, emociones. Estas percepciones no son captadas por medio de órganos específicos, sino por todo el cuerpo periespiritual. Bicorporiedad o desdoblamiento, representa la propiedad en que el Espíritu se hace en dos, es decir, el cuerpo físico es visto en un lugar (generalmente dormido en el lecho) y el periespíritu visto en otro lugar. Unicidad, significa decir que cada persona trae el propio periespíritu la suma de sus adquisiciones evolutivas. No hay por tanto dos periespíritu iguales. Mutabilidad, es la propiedad que permite cambios en el periespíritu en el transcurso del proceso evolutivo. La mutabilidad ocurre en lo que se refiere a la substancia, a la forma y a la estructura periespirituales Las funciones del periespíritu pueden ser sintetizadas en cuatro: instrumental, individualizadora, organizadora y sustentadora. La función individualizadora permite que el periespíritu sea el elemento de unión entre el espíritu y el cuerpo físico. La función instrumental permite la integración del espíritu con los mundos espiritual y físico. La función individualizadora está relacionada a la historia y a las conquistas evolutivas de la persona y presenta características peculiares a la identificación de cada individuo. La función organizadora se dice respecto al papel de modelo que el periespíritu ejerce, determinando las líneas morfológicas y hereditarias del

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cuerpo físico. Está función garantiza la manifestación de la ley de causa y efecto. La función sustentadora, bajo el impulso de la mente espiritual, permite que el periespíritu transfiera, paulatinamente, la energía vital para el cuerpo físico, sustentándolo desde la formación hasta su completo desarrollo. Por medio de esta función el cuerpo físico tiene garantizada la vitalidad que lo sustentará durante el tiempo previsto para la reencarnación. El periespíritu es un foco de potencias. La fuerza magnética que ciertos hombres proyectan en abundancia y que puede, de cerca o de lejos, influir, aliviar, curar, es una de sus propiedades. La fuerza psíquica, indispensable para la producción de los fenómenos espiritistas, tiene en él su asiento. El cuerpo fluídico no es solo un receptáculo de fuerzas. Es también el registro vivo en donde se imprimen las imágenes y los recuerdos: sensaciones, impresiones y hechos, todo se fija en el, todo se graba. Cuando las condiciones de intensidad y duración son demasiado débiles, no llegan hasta nuestra conciencia, más por esto no dejan de ser grabadas en nuestro periespíritu donde permanecen latentes. Otro tanto sucede respecto a los hechos relacionados con nuestras vidas anteriores. El ser psíquico que se halla en estado de sonambulismo, desprendido parcialmente del cuerpo, puede volver a encontrar su encadenamiento. Así se explica el fenómeno de la memoria. Las vibraciones del periespíritu se debilitan bajo la envoltura de la carne; pero vuelven a encontrar su amplitud cuando el espíritu se desprende de la materia y recobra su libertad. Bajo la intensidad de sus vibraciones, las impresiones almacenadas en el periespíritu reaparecen. Cuanto más completo es el desprendimiento, más se ensancha el campo de la memoria. Los recuerdos más lejanos se despiertan. El individuo puede revivir sus vidas pasadas; así lo hemos comprobado muchas veces en nuestras experiencias. Muchas personas sumidas por la influencia oculta en el sueño sonambúlico, reproducen los sentimientos, las ideas, los actos olvidados de la vida actual, de su primera juventud. Reviven hasta las escenas de sus vidas anteriores, con el lenguaje, las actitudes, las opiniones de la época y del centro. En tales casos parece que se manifiesta un espíritu diferente, que otra entidad se revela. Esto a fenómenos mal observados por ciertos experimentadores, han podido dar origen a la teoría de las múltiples personalidades coexistiendo en una misma envoltura, teniendo cada una de ellas su carácter y sus recuerdos propios.

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El periespíritu no se halla encerrado en los límites del cuerpo, como si estuviera en una caja. Por su naturaleza fluídica es expansible, irradia para el exterior y forma en torno de cuerpo, una especie de atmósfera que el pensamiento y la fuerza de la voluntad pueden dilatar más o menos. Algunas personas sin estar en contacto corporal, pueden hallarse en contacto por su periespíritu e intercambiar, no obstante, impresiones, y algunas veces, pensamientos por medio de la intuición. De manera semejante, los Espíritus se comunican con los encarnizados, a través de la mediumnidad. El médium y el espíritu comunicante entran en contacto, uno con el otro, por los respectivo periespíritu y cambian impresiones y sentimientos. El periespíritu también tiene papel fundamental en las apariciones vaporosas o tangibles. En las comunicaciones mediúmnicas corrientes, el espíritu sufriente o necesitado puede encontrarse en grado, moral e intelectualmente inferior al del médium que le transmite el mensaje. En esa situación, entre el médium y el Espíritu comunicante se establece una ligación de orden fluídica, en que el médium, a semejanza de un enfermero, permite que el Espíritu retrate y transmita a los circunstantes sus dolores, sus sentimientos, sus dificultades, su grado de entendimiento moral-intelectual. Esa ligación del Espíritu con el médium y la manifestación consecutiva de su estado – vía periespíritu - solo son posibles con el consentimiento del médium, que atiende a la solicitud (consciente o no) del Espíritu comunicante. El estado psíquico del Espíritu es obra suya. El grado de percepción y comprensión es el fruto de largos esfuerzos. El espíritu es lo que él hace de sí mismo en el recorrido del ciclo inmenso de sus vidas. La envoltura fluídica, grosera o sutil, opaca o radiante, representa el valor exacto y la suma de sus adquisiciones. Sus actos, los pensamientos persistentes, la tensión de la voluntad hacia un objeto, toda la evolución de su ser mental repercuten en el periespíritu del espíritu, y según sea su naturaleza baja o elevada, sórdida o generosa, dilatan, afinan o enturbian su sustancia. De ello resulta, que por la orientación constante de sus ideas, de sus aspiraciones, de sus gustos, por sus obras en un sentido u en otro, el espíritu va construyendo poco a poco una envoltura sutil, poblada de bellas y nobles imágenes, abierta a las más delicadas sensaciones, o bien una morada sombría, una cárcel oscura, en donde, después de la muerte, el alma, limitada en sus percepciones, está sepultada como en una tumba. Así es como el hombre labra su bien o su mal,

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su dicha o su pena. Lentamente día a día, edifica su destino. Su obra está grabada en si mismo, visible para todos en el más allá. Mediante esta admirable disposición de las cosas, tan sencilla como grandiosa, se realiza en el mundo de los seres la ley de causalidad o de la consecuencia de los actos, que no es otra que la del cumplimiento de la justicia. Y, por un efecto de las mismas causas, desde esta vida, el hombre atrae a si las influencias de arriba, las radiaciones etéreas o los groseros efluvios de los espíritus de pasión, de desorden. Aquí está la regla de las manifestaciones espiritas; no es otra que la ley misma de las atracciones y de las afinidades. Según el grado de sutileza de nuestra envoltura y la intensidad de sus radiaciones, podemos, sin embargo, en los momentos de desprendimiento, de éxtasis – y aun para algunos – en los de recogimiento y meditación – entrar en relación con el mundo invisible, percibir los ecos, recibir las inspiraciones, vislumbrar los esplendores de los mundos celestes, o bien sentir las influencias de los espíritus de la tinieblas. La Doctrina Espirita, muestra la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hombres, borra las separaciones artificiales elevadas por el orgullo y la ignorancia, y perentoriamente prueba que nadie tiene derecho a más respeto ajeno que aquel a que se haga acreedor por la nobleza de su conducta. El nacimiento y la posición social no son sino accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo se pueden adquirir que perder en cualquier momento de la evolución. Verdades tan consoladoras es bueno que las esparzamos sin cesar a nuestro alrededor. Demostrando así que solo el esfuerzo individual puede proporcionarnos el progreso colectivo y que la misma Potencia que nos ha conducido al estado de hombres, nos abrirá las perspectivas infinitas de la vida espiritual, desenvolviéndose en la extensión sin límites del Cosmos.

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