¿ HA MUERTO EL CONSENSO DE WASHINGTON ? Deepak Lal Es James S. Coleman Professor Emeritus de Estudios Internacionales del Desarrollo en UCLA y Profesor Emeritus de Economía Política en el University College de Londres. Traduccion al español autorizada por editor de The Cato Journal En los años de la post guerra, la mayoría de los países del Tercer Mundo voltearon sus economías hacia adentro en respuesta a lo que ellos pensaron que fueron las desastrosas consecuencias de su integración en el siglo XIX dentro de la economía mundial cuando colapsó la economía global en la Gran Depresión. El aparente éxito de la planificación central bajo Stalin también persuadió a los dirigentes de estos nuevos países independientes a cambiar el mercado por el plan. Había un furor en planificar, mediante el Estado intentando controlar las cúspides de la economía. Más aún: muchos teóricos crearon una aparente “nueva economía del desarrollo” sustentando
las bases intelectuales para un complejo sistema de controles dirigistas sobre
“cualquier cosa que se moviera” (como uno quisiera) en una economía de mercado. En los inicios de los años 80, escribí un pequeño libro La miseria de la economía del desarrollo (Lal, 1983) el cual intentaba resumir los argumentos lógicos y la evidencia empírica en contra de lo que yo he denominado el “dogma dirigista” el cual ha hecho tanto daño a las posibilidades de los pobres en el “Tercer Mundo”. Este libro que tuvo alguna celebridad, si no fama, marcaba la neoclásica insurgencia contra el dogma dirigista en tanto muchos países en desarrollo comenzaron a adoptar (al menos parcialmente) el paquete de políticas liberales clásicas conocido con el nombre de Consenso de Washington1. El reverso del dirigismo en los años 1980 y comienzos de los 90, particularmente en China y la India, pero también en muchas otras partes del 1
Un árbitro ha indicado correctamente que este paquete de políticas agrupadas por John Williamson (1989) consisten más que todo en prescripciones macroeconómicas, no todas consistentes con los principios liberales clásicos. Así, por ejemplo, argumenta el manejo de tasas de cambio, y aunque enfatiza en los derechos de propiedad, no dice nada sobre el tamaño del gobierno. De hecho, Williamson se ha distanciado el mismo de los puntos de vista recomendados por Mont Pelerin Society, el cual considera un engaño llamar a su paquete de políticas “liberal clásica” (Williamson, 2002). Sin embargo, es suficientemente congruente el referirse al paquete de políticas liberales clásicas como el Consenso de Washington.
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