Desde que en 1776 Adam Smith postula el trabajo humano como fuente generadora de todas las riquezas poco se ha avanzado, en términos relativos, para lograr convertirlo en el eje del progreso de la humanidad: “El trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente, y que consisten siempre en el producto inmediato de este trabajo, o en lo que se compra con dicho producto a otras naciones. La gran multiplicación de la producción de todos los diversos oficios, derivada de la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa riqueza universal que se extiende hasta a las clases más bajas del pueblo”