Puruándiro

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HÉCTOR ORTIZ IBARRA/VICENTE GONZÁLEZ MÉNDEZ

determinados, siempre a precios elevados, tuvo una consecuencia grave. Desesperanzado, el trabajador rindió menos, la producción agrícola disminuyó, la industria peletera cayó en severa crisis. Un desánimo popular se generalizó y fue necesario, ante el descenso de la producción, importar maíz y trigo, al mismo tiempo que el frijol era insuficiente. Mucho campesino emigró, porque el bracerismo era la única forma de escapar a la miseria, a la opresión que ejercitaba el hacendado, al terror que inspiraban los Rurales (a quienes se seguía llamando la Acordada) y a los castigos que la ley imponía a quienes se rebelaban. Una vez más la paja estaba seca, lista para arder al menor chispazo. 5.

SERVICIOS EN MARCHA

Entre mulas y carretas Todos los trajineros de la región eran eslabones que integraban una cadena que mantenía en contacto al Bajío michoacano con el resto de las localidades mexicanas. A más de las veredas y senderos que conocían como la palma de la mano, los arrieros usaban, en la etapa colonial, los caminos reales establecidos, montados siempre en una mula o macho de su preferencia, cabalgadura que rara vez daba paso en falso y con especial habilidad para transitar por los lugares más inverosímiles, que daban a un jinete la confianza necesaria para dejar a la bestia a su propia iniciativa, en tanto él, con tapojo o chicote en mano, el chiflido y la mentada de madre en la boca para el animal rejego, arreaba la caravana. De Puruándiro se seguía el camino al Cuatro, de ahí a Puruátiro, La Quemada y Valladolid, hoy Morelia. De Valladolid a Tzinapécuaro, Ucareo, Acámbaro, Maravatío, Tepetongo y México.

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