Tomado del Libro: “Monitoring and Evaluating Social Programs in Developing Countries: A Handbook por Policymakers, Managers and Researchers”. Edited by Joseph Valadez and Michael Bamberger. EDI- WORLD BANK. Washington D.C. November 1994 Traducido por PREVAL.
La evaluación de programas sociales en los países en vías de desarrollo Los países en vías de desarrollo y las agencias de ayuda internacional financian, diseñan y manejan un gran número de complejos proyectos de desarrollo. Sólo en 1987, el gobierno de India financió más de 3000 proyectos y sus administraciones estatales patrocinaron entre 6000 y 7000 en tanto que Pakistán brindó su apoyo a 3800 proyectos bajo su Federal Annual Development Plan (Amhed y Bamberger 1989). Entre los proyectos financiados por grupos internacionales de ayuda, unos 192 fueron llevados a cabo bajo el auspicio del Banco Mundial en 1985, según sus reportes de avances (World Bank :xi) y cerca de 250 se finalizan cada año bajo la mira de la U.S. Agency for International Development (USAID) a juzgar por sus reportes de evaluación (OECD 1986).
El estado actual del monitoreo y evaluación en los países en desarrollo La evidencia disponible sugiere que una proporción significativa de estos proyectos no llegan a alcanzar sus objetivos. De los 192 proyectos llevados a cabo por el Banco Mundial en 1985, un 20 por ciento aproximadamente tuvo resultados poco satisfactorios o inciertos (World Bank 1987:5). Los porcentajes de éxito han sido más bajos en los proyectos complejos llevados a cabo en países de bajos ingresos y en necesidad de una reforma social y económica, como en el caso de África. Tales porcentajes no llegan a alcanzar el 50%. (World Bank 1987:28)
Estas cifras no reflejan con fidelidad el desarrollo del proyecto, debido a que usualmente se refieren a la etapa de implementación del proyecto (en la cual se construye la infraestructura, se instala el equipo, y se establecen los sistemas del servicio). Poco se conoce acerca de qué tan bien pueden los proyectos brindar los servicios a través del tiempo y menos aún sobre hasta qué punto pueden los proyectos producir los impactos deseados. La necesidad de tal información ha crecido considerablemente en los últimos años debido a que los gobiernos y las agencias donantes están bajo gran presión de formular estrategias de desarrollo que contribuyan a objetivos amplios, tales como proteger el medio ambiente, aliviar la pobreza y mejorar la participación económica, social y política de la mujer, lo cual requiere un claro entendimiento de las complejas interacciones entre un proyecto y su entorno. Como muchos gobiernos se están dando cuenta de que las limitaciones sobre sus recursos van en aumento, también se ven presionados a usar tales recursos eficientemente. En vista de estos problemas, se ha convertido en una necesidad que los gobiernos y agencias donantes aprendan tanto como sea posible de las experiencias pasadas para que los posibilite a identificar los tipos de proyectos y sistemas que tienen más posibilidades de éxito y los factores que más contribuyen al mismo. Como resultado, se está dando más atención al seguimiento y evaluación (SyE), de hasta qué punto el desarrollo de los proyectos es costo-efectivo y logra sus objetivos. Afortunadamente, la necesidad de mejores sistemas de seguimiento y evaluación viene en un momento cuando las naciones industrializadas han hecho grandes avances en la teoría y práctica de la evaluación de programas. En los Estados Unidos y en otras naciones industrializadas, la evaluación de programas está emergiendo como una ciencia social independiente y como una disciplina de la administración. Desde el inicio de los años 70 se ha convertido en una práctica estándar en los Estados Unidos, monitorear y evaluar la mayoría de los proyectos federales y financiados por el estado, y los resultados de estas evaluaciones son ampliamente analizadas por personas de apoyo y oponentes de los mismos (Chelismsky 1988; Rossi y Freeman 1993; Wholey 1979). La General Accounting Office publica más de una evaluación de programa al día en los Estados Unidos, muchas de las cuales influyen sobre las decisiones presupuestarias y la formulación de nuevos programas (Chelimsky 1987).
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