Del patio al siguing

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Del patio al “siguing”

------------------------------Luis Alberto Rey Lama

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¿NO TE GUSTA EL BASKET? ¡NI LO ABRAS! tripleceltapersonaldostirostabacaleratiempomuertophilipstécnicaal1 3esvernacernadosunodoscreffreversomatchupbloqueoxuventudega ncholiceounotresunotarteirasluchatiempoytanteoademarpuertaatrást aboadalealbaionapmfioruciascensoACB2010gesti2x2c.xerox305…


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© Luis Alberto Rey Lama, agosto 2008 Diseño de Portada: Luis Filipe Amaral – iLFoto ® Edición Fotográfica: Luis Filipe Amaral – iLFoto ® Corrector: Rubén Rey Martínez Primera Edición: Febrero, 2009 Editorial PICA Galicia


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Mi agradecimiento a todos aquellos amigos que me desvelaron sus intimidades deportivas ---------------------------------


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A mis compa単eros de hoy, de ayer, y sobre todo, a los que faltan. ---------------------------------


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I. ¡Vaya sentencia!

Empecé con este veneno antes de los diez años -en 1948, más o menos-, y cuando ya había pasado de los cincuenta, a punto de retirarme del Rodaballo como jugador, sentencié plenamente convencido: “En el baloncesto ya lo he visto todo. No hay nada nuevo que se me pueda ofrecer.” Debo aclararte, amigo mío, que no me pude retirar antes porque no tenía sustituto en el equipo. Un buen día, Elena Sarmiento me preguntó si podría jugar con nosotros su hijo Marcos. “Tiene derechos adquiridos, Elena -le contesté-. Ya sabes que los descendientes del Estudiantes, si lo desean, cuentan con camiseta asegurada en el Rodaballo.” Tanto ella como su difunto esposo, Jaime Gómez, habían sido directivos de aquel histórico club. Y por si no lo sabes, el Club Rodaballo es como un hijo ilegitimo del Club Estudiantes de Vigo. De manera que... Llegó Marcos Gómez con 18 años. Lo hacía todo bastante bien: pasaba, botaba, tiraba, defensa intensa, buen rebote, corría rápido, era fuerte, rebasaba el 1,80... pero no sabía jugar al baloncesto. Su misión en el pasado había sido sacar de banda, pasarle al compañero más cercano... y animar desde el banquillo. Tardé tres años en enseñarle a jugar de base -una hora de entrenamiento a la semana, más el partido del “finde”, y a descontar el verano, las Navidades y las Semanas Santas... y los puentes-. Tras esta ardua tarea, y una vez encontrado el pertinente relevo, ya me pude retirar tranquilo.


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- Por cierto, querido amigo, Marcos terminó por ser el mejor base del Campeonato Provincial Sénior durante varias temporadas. Pues bien, llegado a este punto, he de confesarte que en mi retirada también influyó alguna circunstancia más. Yo había prometido en repetidas ocasiones, que hasta que metiera un triple no colgaría las botas. Se trataba de un reto personal, ya que en mis tiempos de “jugador de verdad” -lo dejé con veintiocho años-, anotaba “triples” en casi todos los partidos, pero de aquella no existía la línea de 6,25. Cuando se implantó, ya superaba los cuarenta abriles, y mis fuerzas, en ese momento, no estaban para tantas alegrías: mi suspensión no alcanzaba el aro con control. Como jugador cerebral que siempre fui -también descerebrado muchas veces- dejé de intentarlo, y simplemente, no tiraba de tres. Y así, llevaba camino de no poder retirarme jamás del baloncesto activo, o bien, de no cumplir la palabra, algo impensable para mí. En realidad, nunca tuve claro qué sucedió: si no me podía retirar porque era incapaz de anotar un triple, o bien no lo intentaba, para de esta manera, no estar obligado a retirarme... Hasta 1994, que en una mañana de domingo, debí levantarme de cama un poco ofuscado -sucede en los madrugones-, con el paso cambiado, con el cuerpo y la cabeza caminando en sentido contrario... y ocurrió... y yo creo que por casualidad... Partido a las diez en punto en el Pabellón Municipal de Teis, Campeonato Provincial Sénior, Rodaballo-Xuventude. Durante el encuentro, el jugador nº 13 -yo mismo- anotó tres triples, animado por Julio Cesar Bernárdez como rival encarnizado, y en su intenso trabajo defensivo -“Tira Luis.”, me achuchaba-. Por supuesto que mi contrario, a pesar de ser un buen amigo, me dejaba completamente solo para que la fallara -sabía que Luis, de triples, nada-, y no sospechó ni por un instante que ya encestaría en el primer intento. Con dedo en alto, por tres veces se lo brindé a lo largo del encuentro: “¡Va por ti, Julio!”. Los veteranos en el campo, a veces... ¡muchas veces!... ¡casi siempre!... ¡siempre!... hablábamos bastante más de lo que jugábamos. Ahora, en el 2008, supon-


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go que continuará la misma tónica. No me imagino para nada a Julio, ni a sus compañeros del Xuventude, Pepe Conde, Suso Cobián, Moncho, Genaro... ni a los “rodaballos”, Alberto, Ángel... ni a los Quico, Pulgui, Juanjo, Quino... de otra guisa que no sea esa. Total, Julio Cesar, que de niño me había visto jugar en el Estudiantes de la mano de su padre, en el Campo de Granada -y doy por hecho que muy bien-, propició mi retirada con sus irónicos “ánimos”. Había transcurrido casi medio siglo...

Julio Cesar Bernárdez, gerente del Gestibérica en la actualidad, 2008. En la foto, durante una rueda de prensa.

¡Y ojo! Triples anotados, además, a la antigua usanza: tiro a dos manos desde la barbilla, como hacía en mis mejores años de juvenil, antes de que me enseñaran por teléfono a tirar en suspensión. - ¿Por teléfono? - ¡Sí, sí!, por teléfono. De esto, ya hablaremos. De todas formas, lo de Julio Cesar no cayó en el olvido. Ya de entrenador, le gritaba a mis muchachos del Rodaballo: “¡A ese, dejadlo tirar!”... y Julio fallaba, aunque debo reconocer que en algunas ocasiones acertó... También admito que nunca lo vi haciéndome un mal gesto cuando esto ocurría... ¡pero estoy seguro de que era porque se olvidaba!... que pensar, sí que se lo iría pensando mientras bajaba a defender. En resumen, entre Marcos, la motivación extra de Julio y los tres triples, me retiraron a los 53 años, después de 43 en activo. ¡Te juro que ni lloré! Se ve que tenía cierta necesidad de abando-


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nar las canchas de juego... No me apené demasiado... Eso sí, me echaron con malos modos: “¡Al banco, de entrenador!”.

Marcos Gómez sigue en la actualidad en el Rodaballo.


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Después de la absurda ocurrencia que te contaba al principio, “... que lo había visto todo...”, pude contemplar como mi colega Carlos Cerdeira se retiraba del baloncesto a los 60 años. En su último partido, debido a la lesión de un compañero y a la expulsión por personales de otro, ambas contrariedades a poco del comienzo, se vio obligado a jugar 35 minutos completos... más otros 5 de prórroga. Por la calle, cuando nos cruzábamos, su hijo Alejandro había abandonado el Rodaballo hacía algunos años- me gritaba: “¡Luis, no fichéis a mi padre, que un día se queda en el campo!” Yo no hice ni caso. Si no lo fichamos fue exclusivamente por motivos técnicos: había demasiados pívots. Yo, como entrenador, nunca miré la edad en el DNI. Pues bien, siguiendo con lo de mi “sentencia”, he de admitir, a mi pesar y sin sonrojos, que una y otra vez, partido tras partido, año tras año, temporada tras temporada... algo nuevo acababa sucediendo a mi alrededor. Lo más inesperado, lo más curioso, para bien o para mal, importante o intrascendente, para reír o para llorar, para venerar o para maldecir... Permanentemente, sin descanso, el basket no cesa de sorprenderme con novedades. - Y ahora que lo pienso... ¿Sabes de algún entrenador que haya entrenado al presidente de su Club?... ¡No, no! En un partido de viejas glorias, de solteros contra casados, de directivos contra periodistas... ya sé que los hay... y a menudo. Pero, ¿durante varias temporadas completas? Pues bien, yo entrené a mi presidente cerca de diez temporadas... ¡y ojo!, haciéndolo bien, que de otra forma podría destituirme al día siguiente. Esa misión tan delicada la llevé a cabo dirigiendo al Club Rodaballo, y a su presidente Carlos Cerdeira. - Dime colega, ¿sabes de alguien que lo haya hecho? ... Y ¿que lo haya repetido en dos ocasiones? Cuando Carlos Cerdeira se retiró de jugador y abandonó el cargo de presidente, entrené varios años a su sucesor, Alberto Gómez, el actual presidente, jugador y capitán del Rodaballo.


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Campo de tierra de la Escuela de Peritos Industriales. A単o 1956. Carlos Cerdeira, en su segunda temporada como jugador del Club Estudiantes de Vigo.


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Hoy en día, año 2008, ya pasada mi edad reglamentaria de jubilación laboral, y formando parte del cuadro técnico del Clube Baloncesto Baiona, el entrenador de nuestro equipo júnior femenino, Xose Leyenda, me sorprende de nuevo, una vez más: “Ganamos en Porriño. Marta metió 13 triples.” En mis largos años de baloncesto, nunca supe de nadie que hubiera anotado 13 triples en un sólo partido... ¡y sin prórroga! ¿Tú sabes de alguien? ¿Tendremos récord en Baiona?

Temporada 2007/08. Marta Mandado y su hermana Helena, en un partido de entrenamiento con el C. B. Baiona Júnior.

No deja de ser curioso que una baionesa, en edad júnior, que hasta ahora no ha brillado en exceso, sea poseedora de un récord que ya muchos jugadores acreditados quisieran para ellos. Se espera de Marta, que aunque no se le exija que repita de nuevo ese día tan talentoso, se aproxime al menos a medio camino de la hazaña. Seis triples de media por partido constituirían de nuevo otro récord, sería demasiado… pero estarían bien dos o tres.


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Un día, ya en el 2008, me cuenta un jugador del Club Rodaballo: <<Hoy Seijas se superó a sí mismo. Le señala una personal a Fernando, pero indica a la mesa de anotadores el número de Pablo. Le reclamamos inmediatamente, y reconoció su error al momento, pidiendo disculpas con humildad, y como es su costumbre, con las manos juntas implorando: “La próxima personal que le pite a Pablo, se la marco a Fernando.”, resolvió en un susurro, para salvar la delicada situación. Siguió el juego, Fernando cometió la segunda, la tercera, la cuarta, lo sentaron en el banquillo para evitar su expulsión, y aún así, estuvo en un tris de ser expulsado por personales a pesar de no estar en el campo. “¡No hagas personal, Pablo!”, le gritaba al compañero. Y es que una falta de Pablo, sería la quinta de Fernando. ¡Surrealista!>> Nuestro buen amigo Seijas, árbitro de pecho amplio, pero bajo -como tú bien sabes-, estuvo a punto de realizar un auténtico prodigio arbitral, y desde luego, es evidente que dio una lección magistral de cómo se debe impartir justicia. El largo historial del Club Rodaballo se enriquece cada año con nuevas y curiosas anécdotas. Cuando parece que ya no hay cabida para más, siempre surge algo... Debe ser la fantasía sin límite del basket... - Oye colega, ¿tú has jugado alguna vez una prórroga “dos contra dos”? - Luis, a ti te ha pasado de todo… ¿Y la ganaste? - Pues no. Fue en Ponteareas, años ochenta, y afortunadamente en el minuto tres de la prórroga -estaba reventado-, a mi compañero Jorge, que no era precisamente muy lúcido en esto del basket, se le ocurre cometer su quinta personal, y ya entonces, con su expulsión, se acabó el partido. Con un solo en el campo no se puede continuar, como ya debes saber. Así que nos ganaron con el reglamento en la mano, no con canastas. No recuerdo haber perdido más de cuatro prórrogas en mi vida…y jugué muchas. Una contra el Canon, otra la de Carlos Cerdeira -que ya expliqué-, una más contra el Xuventude, y ésta.


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Rubén Rey Martínez, jugador del Club Rodaballo desde hace varios años, en su época en el Basket Medievo de Salamanca, temporada 1997/98.


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Y hablando de arbitrajes, debo confesar que no me llevo precisamente bien con la familia arbitral. En mis funciones de entrenador, me han expulsado del campo en repetidas ocasiones. Siempre por protestar sus múltiples errores con demasiada contundencia. Ya sé que entre ellos tengo fama de “broncas”. Mi opinión sobre los árbitros me la reservo, no vaya a perjudicar a gente de mi entorno... Pero a ti, colega de tertulia, te la contaré al oído, en secreto... Bueno, mucho secreto no hay. Los que andamos en esto sabemos de sobra... La diferencia que existe conmigo es que yo llevo muchos más años en esta tortura. Ayer, en Baiona, mi presidente actual, Manuel Bouzas conocedor de mi mala relación con el clan arbitral-, se asomó con asombro a la ventana de la oficina del Pabellón Municipal al ver bajar de mi coche a tres colegiados. Venían caminando por Santa Marta, y me había brindado a llevarlos hasta el campo para evitar la correspondiente caminata. Me gritó: “¡Imposible, Luis! ¡Si no lo veo no lo creo!”. “No hay problema, Manuel. De paisano son buenos chavales”, le contesté delante de ellos. Lo que no supo Manuel, es que, ejerciendo de “broncas”, les vine sermoneando por el camino a base de bien. El famoso Seijas era uno de ellos. Pero ya lo último que me podía suceder con la desesperante clase arbitral -con reconocidas, pero escasas excepciones-, ocurrió hace bien poco... Que te arbitren en tu cancha de pueblo, lo haga un allegado a tu propio club, y ¡que “barra” para el equipo de Vigo!... Eso jamás llegué a sospechar que pudiera suceder... Y yo, de infeliz, asegurando a mis chicas en la charla previa -que habían soportado en Santiago y Ourense “barridas de manual”-, que al menos tendríamos un arbitraje neutral... - ¡Dices qué exagero! Tal como te lo cuento, colega. Con éstos, las historias no tienen fin y lo demuestran cada día -de nuevo disculpas para las excepciones-. Hace un mes, al mismo tiempo que arbitraba, uno de ellos tentaba a una jugadora de las mías para llevársela a su futuro equipo. “¡Qué pena! Después, los del gremio me llaman “broncas.”


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Temporada 2007/08. Las jugadoras del Clube Baloncesto Baiona Sénior, Patricia Fernández, “Pit”, y Belén Alfaya, víctimas de las actuaciones arbitrales relatadas anteriormente.

Por cierto, nunca oí un piropo tan ingenioso, ni tan festejado, como el que le dedicaron a un árbitro en Santiago de Compostela en una maravillosa noche de verano. Década de los sesenta. Era la época en que americanos y rusos iniciaban los primeros lanzamientos espaciales. Fiestas del Apóstol, mes de agosto, partido nocturno al aire libre, diez de la noche, en la Plaza de la Quintana, con el campo habilitado delante de la escalinata que sube a la Casa de la Parra, y que hacía las veces de grada para el público. Abarrote de espectadores. Partido de lujo -aún no había TV, de forma que para ver a los grandes equipos, en directo, o nada-, Club Estudiantes de Madrid, repleto de internacionales y reciente campeón de la Copa del Generalísimo -antes era de Franco, ahora es de don Juan Carlos-, se enfrentaba al Estudiantes de Vigo, segunda división -equipo donde yo jugaba-, que hacía de comparsa para el lucimiento de los Codina, Martínez Arroyo, hermanos Sagi-Vela, Fuentes, Montilla... Árbitro, el santiagués Sr. Mañá, habitualmente axeitado pa-


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ra “amañarle” los partidos a los compostelanos cuando fuese menester -yo lo sufrí-, pero precisamente por ello, con escaso prestigio. La noche era espléndida, de un cielo estrellado, buena temperatura, y el escenario enmarcado en la solemnidad y belleza de las torres de la Catedral y su monumental entorno. Nuestros pocos años, y la afición al baloncesto que lo absorbía todo, no se percataron para nada del privilegiado lugar en el que estábamos jugando. Con el paso del tiempo, y alcanzada una discreta madurez, al visitar la Catedral y sus plazas adyacentes, en medio del auge actual de las peregrinaciones a Santiago, lo recuerdo con retardada veneración, y no puedo dejar de comentarlo con cierta presunción a mis incrédulos acompañantes de turno. Y al pasar por delante de la artística fuente de la Plaza de las Platerías, confieso: “Como no había duchas, aquí me bañé después del partido.” No se lo cree nadie. ¡A lo que íbamos! Empieza el encuentro. La escalinata y las sillas que rodeaban el campo de juego completamente abarrotadas de gente. Ambiente festivo, y aficionados dispuestos a disfrutar de la noche deportiva. Aplausos y gritos de entusiasmo a la exhibición del brillante equipo madrileño. Tímidos y corteses ánimos a nuestros pocos aciertos. Se para el juego, se produce un tiempo muerto, y se hace de repente un silencio sepulcral... En esto, una voz potente emerge impetuosa del público, invadiendo la noche: “Mañáááááá! ¡Tu porvenir está en América, que es en donde mandan a los monos en los satélites!” No sé si ahora, en los inicios del siglo XXI, hará mucha gracia el “cumplido”, pero aquella noche, a mediados del XX, con la solemnidad de aquel escenario, con la luna y las estrellas en el cielo, en plena carrera espacial… no hubo asistente que no se riese a carcajada limpia de la ocurrencia... No sé si las campanas de la catedral se pondrían a repicar para festejar el chiste...


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Praza da Quintana (Santiago). Delante de esta escalinata, que hac铆a de grada, jug贸 el Club Estudiantes un par de veces en las Fiestas del Ap贸stol. Por detr谩s A Torre do Reloxo.

Escalinata de A Praza da Quintana. A Casa da Parra al fondo.


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En esta artística fuente, A Fonte dos Cabalos, situada en A Praza das Platerías, me tuve que bañar a las doce de la noche, después del partido Estudiantes de Madrid-Estudiantes de Vigo, celebrado en A Praza da Quintana.


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Campo de Granada, año 1962. Una formación clásica del desaparecido Club Estudiantes de Vigo en la década de los sesenta. De pie: Paco Picos, Jorge Domínguez, Carlos Cerdeira, Isidro Gallego, Benito Lorenzo, Rafa Tapias y Emilio Fernández “Fachusco” (delegado). Agachados: Julio Castro (entrenador), Emilio Abelenda, Rey Lama, Ángel Varela, Severo Iglesias y Ángel Román.

Este equipo, o alguno muy parecido, jugó en dos ocasiones en la Plaza de la Quintana con motivo de las Fiestas del Apóstol. Mi compañero Severo Iglesias y yo, lo hicimos en otra oportunidad formando parte de una Selección Gallega. Nuestro rival, esa vez, había sido el Club Hesperia, una especie de selección nacional de promesas, que llegaba a Santiago reforzada por Emiliano Rodríguez -alcanzaría los 175 entorchados de internacional al final de su carrera-, considerado uno de los mejores jugadores de Europa en aquella época. El Hesperia venía dirigido por Antonio Díaz Miguel, que pocos años después, ocuparía el cargo de Seleccionador Nacional (1965 a 1992). Como tal, participó, entre otras grandes competiciones, en seis Juegos Olímpicos: México-68, Munich-72, Moscú-


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80, Los Ángeles-84, Seul-88 y Barcelona-92. En Los Ángeles fue Medalla de Plata, jugando la final contra Estados Unidos. Díaz Miguel era un gran amigo de la familia estudiantil, siempre dispuesto a brindarnos su valiosa colaboración técnica. Tristemente, falleció hace unos años sin excesiva edad. Mi homenaje con este recuerdo, y mi eterna admiración.

Selección Española, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-84. En el centro, Antonio Díaz Miguel -de blanco-, rodeado por la derecha de Corbalán, Epi, Solozábal, Jiménez y Romay; por la izquierda, De la Cruz, Fernando Martín, Margall, Llorente y Arcega.


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II. El Club Estudiantes

A todas estas, me estoy olvidando de presentarte al histórico Club Estudiantes de Baloncesto de Vigo, desaparecido en fatídico combate a “vida ó muerte” contra la perversa peseta. En la lucha implacable de la ilusión, del amor al basket, del esfuerzo de años, de una fiel afición, de unos equipos talentosos, de una historia para el recuerdo... contra la despiadada moneda -con la cara de Franco-, el Estudiantes salió mal parado... y sin descendencia. Cuando los ex-jugadores hicieron un equipo de provincial, y quisieron llamarle Estudiantes para mantener la llama viva... no les dejaron. Al Estudiantes le requisaron toda la herencia que pudiera dejar, incluso el nombre. Fundado en Vigo en la década de los cincuenta, surge de la Escuela de Peritos Industriales, ubicada en Peniche, en el mismo lugar donde se encuentra hoy en día impartiendo enseñanzas similares. Varios estudiantes, algún profesor, administrativos del centro, amigos allegados... se desvincularon del S.E.U. -Sindicato Español Universitario, organización franquista-, y decidieron fundar un club independiente del régimen. Joaquín García Picher, Carlos Davila y Pichicho Giráldez fueron sus tres principales impulsores. El escudo del Estudiantes lo ideó Federico Rodríguez de Robles -años más tarde directorpropietario de Almacenes El Pilar-: el ajedrezado del S.E.U. -por su procedencia-, el olivo y la torre almenada del escudo de Vigo, y un rodaballo. Lo del peixe, se debía a la popular canción gallega, que se había convertido en himno del club. A modo de grito de guerra, se entonaba constantemente en el vestuario, antes de los partidos para concentrarse, y después para festejar la victoria.


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Carlos Davila -primer presidente-, Daniel Bello -director del desaparecido Colegio Mezquita y sucesor en el cargo del anterior- , Javier Gonzalo -el tercer “presi”-, Cofán -el respetado profesor de los fundadores, y padre del que fue alcalde de Vigo Carlos González Príncipe-, Rafael Pérez -el primer entrenador-, Julio Castro -el técnico más longevo en el banquillo-, Totó y Pepín Castro, Alberto Alonso -jugador y primer entrenador del equipo femenino-, los presidentes Cortizo y Vilariño, los hermanos Vilas eternos delegados-, el señor Nistal -el presidente más querido-, Curty, “Fachusco” -maestro de ceremonias-, el señor Patiño “relaciones públicas” con las monjitas-, las hermanas Sarmiento... todos ellos personajes importantes en la historia del Club Estudiantes de Baloncesto, sin mencionar por el momento a jugadoras y jugadores... y a su hinchada, que también la hubo. Su gran rival era otro histórico vigués, el Club Deportivo Bosco, con sede en el Colegio Salesiano de la Ronda. Cuando se enfrentaban entre ellos, llenaban el campo con dos aficiones apasionadas, entregadas y preparadas para todo en defensa de sus colores. Algún altercado siempre acababa produciéndose. Un día se peleaba García Hermida, el carismático presidente bosquista, con el jugador estudiantil Benito Lorenzo -no les dejaron llegar a las manos-; otro, me insultaban y me querían pegar por no dejarme ganar en un partido decisivo para el Bosco, que evitaba con la victoria su descenso de categoría; a Julio Castro, de jugador, algo amanerado en su estilo de juego, los hinchas bosquistas le llamaban de todo... y como respuesta, Julio anotaba una canasta desde lejos, y bajaba a defender contoneándose... No faltaban tampoco aficionados famosos en uno y otro lado que capitaneaban los gritos de aliento.... ¡Qué salsa había! ¡Baloncesto en estado puro! Una mañana, en el Campo de Granada, el padre de un jugador bosquista andaba “espiando” al Estudiantes en los tiempos muertos. Se acercaba a nuestro banquillo, se colocaba detrás, y luego iba raudo a pasar la información precisa de nuestras “tácticas” al entrenador del Bosco. En una de esas, no le debió parecer bien algún comentario mío durante el minuto de pausa... con lo que al final del partido -ganó el Estudiantes- vino a por mí a in-


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creparme... le pedí disculpas... seguía... y seguía... y al final, me brindé para una pelea si era eso lo que quería... pelea que no hubo, claro está.

Temporada 1957/58. Partido Bosco-Estudiantes de alta tensión. Fase de Sector en juego. Altercado entre jugadores.

La hinchada enfervorizada, protestando al árbitro, o increpando a un jugador, o chillando a los contrarios... Todo pudo suceder.

En la escena siguiente, final del partido. Victoria del Club Estudiantes por un apretado 59-63 y aficiones mezcladas. No se puede discernir con claridad qué ocurre: si lo hacen para felicitarse… o para algo peor.


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En 1956, el Club Estudiantes se proclama Campeón de España de 2ª División, y asciende a Primera. - ¿Ascendisteis a Primera? No te lo creo. ¿A la Liga del Real Madrid, del Barcelona, del Joventut…? - La categoría que dices del Real Madrid se llamaba entonces División de Honor. El Estudiantes había subido a Primera, el paso anterior a la máxima categoría. Total, que Estudiantes y Bosco se debatían en la Primera en busca del ansiado ascenso a la División de Honor, que, por unas razones u otras, nunca se conseguiría, a pesar de estar cerca en varias ocasiones. El equipo femenino del Estudiantes, en cambio, de menos enjundia en el Club, y creado en su inicio con más miras sociales que deportivas -sus componentes también quisieron desentenderse de la Sección Femenina-, lo conseguiría en la temporada 1964-65, al proclamarse en Madrid, Campeón de España de 2ª División, y ascender a Primera. El año anterior lo había sido de 3ª División. Se empezaban a dar los primeros pasos del actual Real Club Celta


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Femenino, el primero en Galicia, junto a su odiado rival, la Tabacalera de La Coruña, en participar en una competición europea. Años después, las penurias económicas que asolaban permanentemente al Club Estudiantes, incapaz de financiar los gastos de la competición de uno y otro equipo -a pesar de que jugadores y técnicos eran absolutamente amateurs-, lo llevaron a convertirse en Real Club Celta, y a su amparo, con previas y fuertes discrepancias internas en ambos clubs, alcanzaría una estabilidad ya difícil de mantener en la anterior situación. A propósito... meditando en ello... y ahora que lo pienso... algo de “gafe” debía de existir en las gentes del Club Estudiantes de Baloncesto. Además del equipo, desaparecido y convertido en Real Club Celta para el eterno olvido de su historia, hubo otras circunstancias “extrañas” en su entorno. Me explico. Algunos directivos, jugadores y amigos del Estudiantes solían echar la partida después de comer en algún bar céntrico de la ciudad. Julio Castro, el Sr. Nistal, Carlos Cerdeira, Benito Lorenzo, Joaquín García Picher, Mito, Besada, Cortizo, Marcial, Ángel Román, Rafa Tapias, Guillermo, Isidro Gallego... se reunían puntualmente a las tres de la tarde para jugarse al “chin-chon”, o a cualquier otro juego, los cafés y las copas. Se levantaba la mesa sobre las seis: unos ya lo habían hecho antes para acudir a sus trabajos, y el resto al llegar esa hora. Pues bien, bar tras bar, tasca tras tasca, cafetería tras cafetería... como poseídos por un diabólico meigallo... todos acababan cerrando al cabo de un cierto tiempo de albergar la acostumbrada partida del Estudiantes. Cito a modo de ejemplo, al “Bar Ribadavia” -al final de la Ronda de Don Bosco-, a la “Cafetería Mimosa” -en una bocacalle de Carral-, a la “Boite” del Hotel Moderno -en el bajo que daba a la Calle Carral-... Me quedan muchos más lugares por mencionar, de los que, o no me acuerdo, o no tengo noticia. ¡Pero atentos!, que hoy en día aún se mantiene viva la tertulia del Estudiantes. Lugar: la sala de juegos del R.C. Náutico… ¡Tiemblen el presidente Franco Cobas, demás directivos, socios, nadadores, regatistas, empleados…! El peligro es evidente…


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Campo de Granada, temporada 1964/65 Club Estudiantes Masculino y Femenino De pie: Paco Picos, Jorge Domínguez, Quique Bangueses, Rey Lama, José Ferro, José Luis Ferro, Miguel Entrerríos, Pololo Cobián -primer jugador vigués en jugar en División de Honor-, Rafa Tapias y Ramón Villamarín. Agachadas: Picuca Martínez, Olga Curty, Esther G. Bermello, Amparo Dios, Cristina Acosta, Rosa Sarmiento, Maribel Lorenzo, Margarita Aldazábal y Hortensia Neira.

El “Basket Bar”, en cambio, fue una excepción. Claro que en el “Basket” no había partida, sino punto de encuentro para una animada reunión a las horas de los vinos del mediodía y de la tarde-noche... y al parecer, estos actos no despertaron al peligroso “gafe”. Fundado en la calle Doctor Cadaval en 1965 por el popular Miguel -ex-camarero del Café Derby y propietario anterior del “Miami”-, a la sombra del ambiente baloncestístico del Club Estudiantes, aún permanece abierto hoy en día, conservando en sus paredes las históricas fotografías del equipo masculino y femenino. En ambas, aparece el que te cuenta esto con pelo negro. En una como jugador, y en la de las chicas, Campeonas de España de 2ª División, como entrenador. ¡Estaba joven de aquella!


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Fue la segunda y última vez en mi historial de entrenador que me proclamé Campeón de España. Ya sé que fue un título menor, de 2ª División -el anterior fue de Tercera-, pero para mí, ¡me lo puedes creer!, tuvo el mismo valor que un Campeonato del Mundo... igualito al de Gasol y todos esos. No hay nada más hermoso en el deporte que el triunfo de la ilusión... después de un trabajo intenso. - Te lo voy a contar... pero si no te apetece, pasa página. - Tú te lo pierdes. Fase Final en Madrid, con cuatro equipos en liza. Ascendían a 1ª División los dos primeros. Y aunque a “Escamilla”, el célebre comentarista de baloncesto del diario “Marca”, no le pareció previamente que nuestro equipo fuese merecedor de nada, después de la final del domingo, reconocía abiertamente nuestros méritos y categoría, pedía disculpas por su vaticinio, y nos llenaba de lisonjas y flores en la crónica del encuentro. El Estudiantes Femenino más tarde Real Club Celta-, durante algunos años, conquistaba más por su corazón que por su técnica, y esto, para algunos puristas, no es muy lucido. Rival: el Club Argentona de Barcelona, que había ganado los dos partidos anteriores con una facilidad absoluta. Según el periodista, indiscutible favorito en la final del domingo. Consideraba que casi no era necesario ni jugar, que sería un partido de trámite, y continuaba loando, como en los días anteriores, las virtudes del equipo catalán. Alcanzado el ascenso, y ya tranquilos, soñé despierto que al día siguiente teníamos que ser campeones. En Vigo, conseguimos despertar cierta expectación con los trabajados triunfos del viernes y sábado, sobre el Medina de Alicante y el de Granada, pero al leer las noticias, y sobre todo las de “Marca”, nuestros seguidores ya se daban por conformes con el ascenso... aunque alguna esperanza... Me acosté tarde, bastante tarde, maquinando qué se podría inventar para contrarrestar la calidad del equipo catalán. Tardé un par de horas en conseguirlo -lo de conseguirlo lo digo ahora, a


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posteriori-, aunque entre sueños, continué jugando la final anticipada. Dicho y hecho. A la mañana siguiente, antes de salir del hotel, expliqué a mis jugadoras la defensa a realizar. La ejecutaron a la perfección: dos en individual y tres en zona. A las catalanas, muy técnicas y metódicas, se les nublaron las ideas con algo que no estaba en los libros. Yo, en cambio, me encontraba en mi salsa; ya sabes colega, que adoro los inventos y la improvisación. Lo fomento y lo enseño, para bien y para mal, porque considero que el talento individual y ¡colectivo! -se acostumbra a mencionar sólo el individual-, la inspiración en defensa, la ejecución de una táctica inesperada, un ataque nuevo, la finalización con riesgo de una transición... es lo más valioso en una cancha de baloncesto. Se ve que mi equipo, al menos aquel domingo, aprendió la lección... ¡Ah!, sin olvidar que antes, mucho antes del talento, del entreno, de la táctica, de los sistemas... de bastantes cosas más... hay que poner en marcha el corazón, el amor a lo que juegas y a la camiseta que vistes. Estuvimos ganando a lo largo de todo el partido, pero a cinco minutos del final, nos expulsaron por personales a la base, Cristina Acosta (11 puntos), y a nuestra mejor anotadora, María del Carmen Veiga (13 puntos), y como consecuencia, nos quedamos algo descolocados en ataque. Poco a poco, las catalanas consiguieron empatarnos el encuentro. Prórroga de cinco minutos, y otra vez empate al término de la misma. Nueva prórroga, nuevo empate, 50-50. Prórroga definitiva, y ahora al primer cesto. ”Palmea en el salto hacia adelante sobre Picuca”, le dije a Maribel Lorenzo, 1,85 y techo de España por entonces. “Y tu Picuca, para adentro sin pensarlo más.” Salió tal cual. Picuca recogió el salto, arrancó botando con fuerza, y cuando se levantaba para tirar, le hicieron una flagrante personal. Dos tiros. Lanza el primero, el balón bota en la punta del aro, sale hacia atrás, toca en el tablero, se pasea por el aro, y regresa a la red en marcha triunfal. De lo que pasó después, ni me acuerdo, ni creo que lo supiese nunca... a pesar del video que el Sr. Nistal, nuestro presidente,


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grabó en esos momentos. Al verlo, yo le decía todo convencido que el video estaba trucado para darle emoción... que la personal de Picuca fue directa a la red… Siempre creí que había sido así.

Campo de Granada, temporada 1964/65 Club Estudiantes Femenino. Campeón de España de 2ª División Ascenso a Primera De pie: Rey Lama (entrenador), Margarita Aldazábal, Picuca Martínez, Cristina Acosta, Mª del Carmen Veiga, Rosa Sarmiento y Maribel Lorenzo. Agachadas: Olga Curty, Hortensia Neira, Esther G. Bermello, Purina Villanueva y Amparo Dios.

Antes de empezar el encuentro me echaron del banquillo por no tener la correspondiente licencia federativa de entrenador del equipo. Esta vez no fueron culpables los árbitros, sino que lo solicitó el entrenador catalán. Por lo tanto, llevé al equipo desde la grada, justo detrás de nuestro banco. Ni me puse nervioso -no había tiempo para tonterías-, tan sólo tuve que levantar un poco más la voz. Y no sería la primera vez. Por unas cosas u otras me volvió a suceder en varias ocasiones. Pero nunca perdí un partido dirigiendo desde la grada.


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Valladolid, temporada 1963/64 Club Estudiantes Femenino. Campeón de España de 3ª División De pie: Rey Lama (entrenador), Cristina Acosta, María del Carmen Veiga, Picuca Martínez, Pitusa Llopis y Margarita Aldazábal. Agachadas: Esther González Bermello, Hortensia Neira, Purina Villanueva y Olga Curty.

Esta foto está tomada en Valladolid, donde jugamos la Fase de Sector y nos clasificamos para la Fase Final de Madrid. A pesar del partidario arbitraje que sufrimos ante el equipo local, no pudieron contrarrestar nuestra evidente superioridad. Una de mis jugadoras, con la tensión y los nervios del momento, estuvo a punto de darle un botellazo al árbitro. La sujetaron con el brazo en alto cuando se disponía a ello. Esta misma jugadora -de cuyo nombre no me acuerdo-, en un partido universitario celebrado en Santiago, representando a la Escuela de Comercio de Vigo, rompió el acta en pedazos al finalizar el encuentro. Ya podéis imaginar el por qué.


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Temporada 1955/56 Club Estudiantes de Baloncesto. Campeón de España de 2ª División y Ascenso a Primera. De pie: Pepín Castro, Mito Martínez, Gorito, Carlos Cerdeira, Camilo Nogueira, “Pichicho” Giráldez y José María García Picher (directivo). Agachados: Julio Castro, Joaquín García Picher, Severo Iglesias y Alberto Alonso.

¡Tiempos históricos del Estudiantes! Dos de sus fundadores principales aparecen en la imagen del triunfo: Joaquín García Picher y “Pichicho” Giráldez. Sólo falta en la foto el entrenador del equipo campeón, Rafael Pérez, y su tercer fundador, Carlos Davila, emigrado a Ecuador a pocos años de la fundación. Se fue junto a López de Alda, otro destacado jugador estudiantil, a poner en marcha una nueva empresa en dicho país. La canasta de madera al fondo testifica la época, y la oscuridad de la noche que rodea la escena, certifica el campo descubierto por donde se andaba. El balón, en manos de Severo, de los de antes: de cuero cosido con costuras.


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Año 1956 Foto de Familia del Club Estudiantes De pie: Pepe Vilas (directivo), Rafael Pérez (el entrenador del comienzo), Carlos Cerdeira, Julio Castro, Bello, Javier Gonzalo (el primer presidente), Camilo Nogueira, Benito Lorenzo y Cofán (profesor de Colegio Mezquita). Agachados: Mito Rodrígez, Gorito, Joaquín García Picher, Gonzalo y Alberto Alonso.

“¡Se les ve a todos disfrutando! Delante, posada en el suelo, la Copa de Campeón de España.”


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III. Del baile al scouting

No sé qué pensaréis de mí, jóvenes y no tan jóvenes, cuando escucháis estas historias vividas en lo más profundo de las cavernas del baloncesto durante la década de los cincuenta -no habíais nacido, claro está-. Os quedáis mirándome, con gesto interrogante, intercambiáis miradas entre unos y otros, con una sonrisita de guasa... “¿De qué habla este chalado?”, “¿Qué dice este viejo?”, “¡Chochea!”, “¡Llevarlo al loquero!”... Pues sí, rapaces, como os lo cuento, de loquerías, nada de nada: Canchas al aire libre y de tierra; tableros de madera, a veces bien conservados, otras torcidos; aros levantados o caídos, o bien uno de cada; para el entrenamiento de doce jugadores, dos balones viejos y deformados, también pesados si llovía -eran de cuero, del de antes, con costuras-; una bombilla encima de cada canasta, y otra en el medio del campo -prohibido dar pases muy altos, peligraba la instalación-; con lluvia, pista deslizante y charcos; marcador manual en una pizarra, y cuando no lo había -casi siempre-, a preguntarle a la mesa, “Tiempo y tanteo”; vestuario 3x3 con un par de duchas de agua fría... No os cuento más. No obstante, las condiciones mejorarían pronto. No existían instalaciones deportivas municipales, y los colegios, tan sólo cedían sus campos a antiguos alumnos, y para eso, sin demasiadas alegrías. El Ademar jugaba en los Maristas, el Bosco en los Salesianos, el Independiente en Lábor, el Juventus de Acción Católica en algún colegio de curas...


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Total, que se empezó a jugar en las pistas de baile de verano, que solían tener todas las Salas de Fiestas de la época. No existía el aire acondicionado, y por lo tanto, cuando apretaba el calor con el buen tiempo, los frecuentados bailes del jueves y domingo se trasladaban al aire libre. No podía ser de otra forma. El Estudiantes jugaba en la pista de verano del Jardín Park, afamado baile situado en lo alto de la calle José Antonio -nombre franquista, hoy Urzáiz-. Aquello era un auténtico lujazo: piso de cemento liso, canastas de cristal cedidas por el Ayuntamiento -las primeras que hubo en Vigo, fabricadas en un astillero, e instaladas en el Estadio de Balaídos para recibir la primera visita de los legendarios Globetrotters-, buena iluminación, ya instalada para el baile, campo cerrado para poder cobrar la entrada, fila de sillas para los espectadores, hileras de árboles alrededor, dando sombra y haciendo más acogedor el escenario, almacenes de la Sala de Fiestas reconvertidos en vestuarios, dos duchas en el servicio de caballeros... Algunos entrenamientos estaban amenizados por la orquesta de turno, que ensayaba para la sesión del jueves o del domingo. La música siempre era en riguroso directo, no como ahora. Los jueves no solíamos entrenar para no coincidir con el baile. Pero una tarde-noche de aquellas, no sé por qué razón, entrenamos. En medio de los tiros, los pases, los ataques, las defensas... oímos al cantante de la orquesta dedicándonos la canción de moda. “Para los chicos del Estudiantes de baloncesto, nuestra próxima canción: “¡Mala, mala, mala!” “... Cada vez que te cruces en mi camino, te voy a atormentar con la mirada, y te voy a llamar, cada vez que te cruces, será un tormento. ¡Mala, mala, mala! eres una mala, siempre fuiste mala, ¡Mala!... ¡Mala, mala, mala!...”


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Soy tan negado recordando canciones que ni sé las letras de los temas más populares. Además de poca memoria, voy corto de oído musical. Pero esta canción, año 1960, me quedó grabada con música y todo. Era muy emotiva. Quise acompañar un CD para vosotros, pero no conseguí encontrarlo... ¡y eso que lo busqué por todos los lados! Así que cuando me veáis, si queréis os la canto.

Año 1956. Campo del Jardín Park, acondicionado con graderío municipal, en una Fase de Sector. Club Estudiantes-Real Valladolid. Salta Pepín Castro en la lucha, con un atento Picher al fondo, y Carlos Cerdeira (9) de espaldas.


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Al cabo de pocos años -la especulación del suelo vigués daba sus primeros pasos-, la sala de fiestas y la pista de baile se fueron al garete, víctimas del imponente bloque de viviendas que aún existe hoy en día. El Estudiantes se quedó sin cancha, y después de deambular por una pista de la Escuela de Peritos, por Taboada Leal -el campo del Bosco-, y seguro que por alguna más, encontró acomodo en La Gota de Leche, con las monjitas y los niños. No sé con qué influencias, el Estudiantes consiguió permiso para construir en el patio del centro benéfico -desde luego con sus propios medios- la famosa cancha del Campo de Granada: pista de cemento picado para no resbalar con la lluvia, vestuarios con duchas de agua ¡templada!, discreta iluminación para la mayoría de los jugadores, pero escasa para los cinco miopes -no había lentillas- que tenía el primer equipo por entonces, vallas de tubo separadoras del campo de juego, con tablones de asientos incorporados, canastas nuevas de cristal... ¡Vaya lujo! Los balones de entrenamiento aumentaron a tres, y ya eran de goma. El recinto estaba cerrado, pero en los partidos grandes, para impedir la visión desde la calle y fomentar así el paso por taquilla, se colocaban unas sábanas a lo largo de toda la verja lateral. Las cosas mejoraban paulatinamente, aunque la lluvia seguía cayendo... Ahora mismo, cuando lo recuerdo, aún siento la humedad en el cuerpo. Yo creo que desde aquella, todavía no me sequé del todo. Fue uno de esos partidos que no se olvidan. Eliminatoria de Copa del Generalísimo, 8 de Enero de 1964, domingo, doce de la mañana, hora estelar, partido único, clasificatorio para la Fase Final de la Copa -ocho equipos-, a celebrar en Salamanca. Se instalaron gradas supletorias cedidas por el Ayuntamiento. Rival de lujo: el Canoe de Madrid, de Primera División, compuesto por las mejores promesas del baloncesto madrileño, y con varios internacionales en categorías inferiores. Evento de máximo interés en la ciudad, ampliamente ambientado a lo largo de la semana por los medios de comunicación: “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego”, “La Hoja del Lunes”, “Radio Vigo”, “La Voz de Vigo”... Expectación al límite.


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<<Hago un inciso para vosotros, los jóvenes, y menos jóvenes: este tipo de acontecimientos, por entonces, sólo se podían ver “in situ”. No había TV, de forma que si querías ver a “un primera división” no te quedaba otra que asistir al campo. En el fútbol, a Balaídos cada quince días. Pero en los otros deportes, en Vigo, sólo de vez en cuando. >> El encuentro, como ya te dije estimado colega, a las doce de la mañana. ¡Llovía!... a cazos y sin parar. Los partidos en aquella época no se suspendían, se jugaban igual, lloviese poco, mucho o nada. Máxime, cuando un equipo era de fuera, y como en este caso, llegado desde Madrid. Las gradas, a pesar del continuo aguacero, estaban a rebosar de aficionados... y también de paraguas. Por cierto, nos debieron animar a gritos, porque aplaudir... con el paraguas en la mano...no creo que fuese posible. La crónica de Enceste del día siguiente, en “Faro de Vigo”, empezaría más o menos así: “Los héroes blanquirojos del Estudiantes, en duro combate de baloncesto naval, se impusieron a los amarillos del Canoe, por 38-35...” No cesó de diluviar ni un sólo instante. Las monjitas del centro, siempre discretas y distantes con el espectáculo, emocionadas con aquel singular partido, nos mandaron entrar en la cocina en el descanso para darnos toallas y café caliente. Recuerdo que, de paso y con perdón, devolví el desayuno en dicho recinto. En el Campo de Granada, aquella mañana, resbalaba todo, hasta las ideas, y aunque los madrileños pertenecían a un club de natación, parece que con agua de lluvia el Estudiantes nadaba mejor. Los del Canoe semejaban algo “asustadillos”, tal vez, más por la lluvia que por el rival. “¡No botéis!, ¡Coged el balón con las dos manos!, “¡No tiréis al tablero que desliza”, “Luis, prueba con dos manos”... Las instrucciones del coach, Julio Castro, nos llegaban sin descanso, y no tenían demasiado que ver con el auténtico baloncesto. Y así… Carlos Cerdeira, a pocos segundos del final, roba un balón en medio campo, se lanza a tumba abierta, encara la canasta, y entre los gritos de nuestro entrenador para que retuviera el


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balón, anota los dos últimos puntos del partido, justo antes del pitido final. Tremenda algarabía… y billete para Salamanca.

El recién estrenado Campo de Granada (también conocido por “La Gota de Leche”, nombre popular de la institución benéfica donde estaba ubicado), con gradas metálicas municipales, y las sábanas de cierre para impedir la visión desde el exterior.


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Partido glorioso, de los que quedan grabados para la historia, y el número 13, más que un héroe, fue un súper-héroe. Anoté 21 puntos, muchos en tiro con dos manos... y otros, en entradas a tumba abierta en medio de la lluvia, el piso resbaladizo, el balón mojado y el tablero deslizante.” ¡Me daba igual! ¡Qué emoción!”

Temporada 1960/61 Club Estudiantes de Baloncesto De pie: Julio Castro (entrenador), Carlos Cerdeira, Romero Bello, Benito Lorenzo, José Antonio Rodríguez, Ángel Román, y Emilio Fernández “Fachusco” (delegado). Agachados: Rey Lama, Emilio Abelenda, Severo Iglesias y Camilo Nogueira.

Para completar la información, tengo que manifestar que la citada Copa del Generalísimo fue ganada por el Real Madrid, con los Sevillano, Emiliano, Monsalve, Lolo Sainz -no se permitía alinear a los extranjeros en esta competición-... y con el inolvidable Pedro Ferrándiz como entrenador. El Estudiantes de Vigo quedó el último de los ocho equipos participantes. Echamos en falta la lluvia...


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En el baloncesto como en cualquier otro ámbito de la vida, se dan a veces jugadas desgraciadas. En el Campo de Granada, en una mañana de invierno, Carlos Cerdeira, jugando con el Club Estudiantes, y disputando un rebote ofensivo, hizo volar un diente de su compañero Isidro Gallego desde la mitad de la zona hasta la puerta del vestuario, más de treinta metros. Yo siempre deduje que, si Isidro llega a ser del equipo contrario, le envía por los aires la dentadura entera. Una tarde, en el Jardín Park, el Bosco anota la canasta que le daba el triunfo a escasos segundos del final -no había reloj electrónico-. Freijeiro, García Migón, Rolán, Boliche... se abrazaban en el campo, y la afición bosquista festejaba la victoria ante el encarnecido rival con saltos de alegría... Pero Román, así como bajaba el balón de la red, lo cogió, y le envió un pase a una mano, a modo de lanzador de disco, de canasta a canasta, a su compañero Benito, que se había quedado de “palomero”, y... victoria del Estudiantes... Cuentan que hubo muchos “cortes de manga”, duelos de insultos, algunos empujones, y que faltó bien poco para una tangana masiva.

Año 1956. Campo de Taboada Leal en un Bosco-Estudiantes.


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Entrenamiento de infantiles en el Colegio de Covaterreña de Baiona, marzo del 2008. Pampi Conde, el entrenador, detiene el partidillo, y les explica por enésima vez a sus muchachos lo que tienen que hacer. Se lo repite otras tres o cuatro veces más a voz en grito. “¿Entendéis?... ¿Alguno no lo entiende?...” Silencio sepulcral. No se oía ni un susurro. Los chicos soportaban atemorizados la tremenda bronca del entrenador. Con la tensión latiendo en el ambiente y la concentración de los jugadores al máximo, se reinicia el partido. Sacan de banda, recibe Hugo, se ve solo, sin marcaje... y con decisión, arranca con tres rápidos botes, dos zancadas largas, un poderoso salto, y encesta... en propia canasta. Las carcajadas de sus compañeros eran incontenibles, se tiraban al suelo de la risa... ni Pampi se pudo contener.

C.B. Baiona Alevín. T. 2006/07. De pie: Pampi Conde (entrenador), Daniel, Omar, Miguel y David Castiñeiras (ayudante). Agachados: Hugo, Brais, Carlos, Enrique y Crístofer

Alguien me apunta que eso pasó este año en ACB. ¡Consuélate Hugo! ¡Tú solo hiciste imitar a los “grandes”!


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Faltaban diez segundos, un punto de diferencia, y Juan, del Club Ureca, recupera el balón y sale embalado al contraataque en un claro tres contra uno. Al pasar el medio campo, ¡se detiene de repente!, esconde el balón en el estómago, lo abraza protegiéndolo, sus compañeros gritan desesperados, espera un instante que se hace eterno, más gritos, suena la bocina, suelta el balón, levanta los puños en señal de victoria... Ureca había perdido por un punto.

Temporada 1984/85 Primer equipo del Club Ureca de Baloncesto De pie: Roberto Canella, Gómez, Quicler, Nacho y Jaime Iglesias. Agachados:Silvio, Arjones, Caballero y Pavón.

También hay jugadas divertidas en medio de la pulsión competitiva. Año 1968, Colegio Apóstol Santiago de Vigo, pista exterior, partido de escolares, Apóstol-Salesianos, gran rivalidad. Mitad de la segunda parte, tensión en el juego y marcador igualado. Se escapa el pívot “Chispas” con la pelota, y el base Quique, al no ver clara la jugada, le recomienda prudencia: “¡No te precipites!”, le grita. “Chispas”, sin hacer caso a la recomen-


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dación del compañero, entra a canasta a “tumba abierta” contra tres contrarios, y en medio de brazos y piernas... anota una canasta inverosímil. Sigue el partido, y al cabo de un momento, se vuelve a repetir la misma situación. “Chispas” corta un balón en defensa, se lanza al ataque... pero ahora el base le ordena tajante: “¡Precipítate! ¡Precipítate!”... Su compañero volvió a encestar.

Año 1986. Camilo Rey Martínez en su temporada en el Real Club Celta Junior. Campo descubierto del Colegio Apóstol Santiago.

Aún hoy en día, mi hijo Camilo, que jugaba en escolares en dicho equipo, cuando oye la “frase” en cualquier conversación,


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le sigue dando la risa. Menos mal que trabaja detrás de las cámaras, es realizador de TV, que si fuera delante de ellas, con “micro” en mano todavía se le podría escapar la risotada en pleno informativo, o entrevista, o narración... al oír de nuevo la mágica “frase”... que por otro lado es bastante usual. De niño, con siete años, se ponía tan nervioso viendo jugar a su madre en el R.C. Celta, que suplicaba a su abuelo en la grada del Pabellón: “¡Qué no le pasen a mamá!”... Entendía que así, no podría hacerlo mal. Tenía razón. El equipo nacional femenino de Yugoslavia se había clasificado para el Campeonato Europeo en torneo celebrado en La Coruña entre cinco países participantes. En el último partido, disputado en domingo, derrotaban a España por amplio margen de puntos. En aquella época, año l974, las españolas le ganaban a Portugal, Marruecos, Inglaterra... y poco más. En este preeuropeo, nuestra selección le ganó también a Bélgica y a Suecia, y por primera vez en su corto historial internacional, acudiría a Italia a un Campeonato de Europa. Aprovechando la estancia cercana de la selección yugoslava, el Real Club Celta concertó un amistoso para el martes siguiente, a las ocho de la tarde, en el Pabellón Municipal de las Traviesas. Hasta ahí todo bien, lo malo vendría después, con la “chosca” que nos endosarían las balcánicas. Además, se trataba de un partido-homenaje al equipo, reciente subcampeón de Liga, igualado a puntos con el campeón, C.D. Mataró, que nos había superado por el basket-average particular. El mismo día del encuentro, después de comer, los directivos Elena Sarmiento, Jaime Gómez y yo, entrenador, fuimos a saludar en visita de cortesía al técnico y al delegado de Yugoslavia. Nos encontramos en la recepción del Hotel Niza, en María Berdiales, y nos sentamos en la cafetería. La conversación no iba muy fluida, pero los yugoslavos, atendiendo nuestra invitación,


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Vigo, Pabell贸n de las Traviesas, 1974 Picuca Mart铆nez finalizando un contraataque en el partido amistoso R.C. Celta-Yugoslavia.


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se bebieron en escasa media hora, dos botellas de buen vino de Rioja… Allí acordamos, por señas… medio en broma medio en serio… anotando resultados ideales en una servilleta de papel… risa va risa viene... que debían “portarse bien” en la tarde-noche con nuestro equipo. Lleno a rebosar en el Pabellón, con una afición que recibía al Celta con una entusiasta acogida, y con generosos aplausos a cada una de las jugadoras en el acto de presentación. Parecía que Yugoslavia, de estampa espectacular ya en la rueda de calentamiento, por su estatura, su estilo baloncestístico, su condición atlética... y la belleza de algunas de sus jugadoras, nos iba a aplastar. El delirio del Pabellón alcanzó el sumun cuando a mitad de la segunda parte, el Celta se colocó en un esperanzador 39-41. Nuestro juego rápido cuando dominábamos el rebote, propiciando el contraataque, les hizo daño por momentos. Pero acelerón balcánico inmediato, y victoria final para Yugoslavia por veinte puntos más o menos. Ovación cerrada a los dos equipos al final del partido, mientras saludaban en el centro de la cancha. El público se marchó feliz, satisfecho y aceptando la obvia superioridad yugoslava. La oposición céltica, tan digna como meritoria, dejó a la “parroquia” contenta. Las “niñas”, como tantas veces, se habían portado bien. Los directivos y yo quedamos agotados después del largo partido, iniciado en realidad a las tres de la tarde. Pero valió la pena, porque con la ayuda de los dirigentes yugoslavos, habíamos conseguido brindar a la afición un hermoso espectáculo de baloncesto, sin daños colaterales... Al menos, no supimos que el Rioja les hubiese sentado mal.

Jaime Gómez, presidente de la sección de baloncesto del Celta.


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¿Y las escenas sueltas? Tengo algunas grabadas en la mente, a pesar del tiempo transcurrido, que tal cual parecen trozos de celuloide cinematográfico incrustados en mi cerebro. Se encuentran ahí, tan precisas, tan claras, que si las pudiese escenificar en una pantalla, a buen seguro que los protagonistas ni se acordarían... incluso ni se reconocerían... y desde luego, se llevarían una gran sorpresa viéndose en semejantes hazañas deportivas... Una de esas pistas de baile de verano que se aprovechaba para el baloncesto era la de Las Cabañas, en Peniche, justo en la esquina, frente a la Escuela de Ingeniería Industrial. Hoy en día, convertida en bloque de viviendas, igual que el Jardín Park. En medio de un bonito parque, lleno de árboles y plantas, se encontraba la pista, con un pequeño palco de madera cubierto, donde se situaba la orquesta de turno. Ahí también se colocaba la mesa de anotadores. Año 1951, yo tenía nueve años, y junto a mi hermano mayor, Gonzalo, como fieles hinchas, seguimos al C.D. Bosco a su partido en Las Cabañas. Su rival era el Club América. A mitad del encuentro, se arma una tangana tremenda: los jugadores de uno y otro equipo rodean al árbitro, Sr. Cancelas, en medio de empujones generalizados; los espectadores de ambos bandos invaden el campo, y participan en la disputa -no había vallas de separación-; al final, y sin llegar a las manos de milagro, se van calmando los ánimos, y se restablece el orden. Cuando ya el árbitro, en el centro del campo, con el balón bajo el brazo, se dispone a reiniciar el juego, aparece Mito Martínez, jugador bosquista, camiseta blanca y pantalón azul, provisto de una escoba -de las de antes, con palo de madera-, y se la entrega impulsivo al árbitro, en medio del abucheo general. “Para que barras mejor”, le dice. La “instantánea” de esta singular entrega quedó grabada en mi cerebro infantil, y creció conmigo hasta hoy. El resto de lo que cuento no es más que su explicación. A Mito lo habían expulsado del campo minutos antes, a raíz de la citada tangana. Escena entrañable, con violencia de la buena, de gestos y palabras, de la que no mata y se puede contar con una sonrisa.


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El Gimnasio de la Bazán, en El Ferrol del Caudillo -así se le llamaba entonces-, uno de los dos campos cubiertos que tenía Galicia en la década de los sesenta -el otro, el Gimnasio Universitario de Santiago-, era un recinto inexpugnable, donde se hacía totalmente imposible ganar. El director del astillero militar, un gran aficionado al baloncesto, había propiciado, a mediados de los años cincuenta, la llegada al club de Míster Rutgis, entrenador americano que condujo a la Bazán al título en el Campeonato Nacional de 1ª División. Los ferrolanos renunciaron al ascenso, y tal vez por esto, o por el cambio de director, el americano regresó a su país después de varios años de estancia en la capital departamental. Puso los mimbres para que el baloncesto siguiese vivo por mucho tiempo, y más tarde, la Bazán volvía a ascender y a renunciar a la División de Honor. Cuando sus legendarios jugadores, Pardo -internacional-, Quintanilla, Casal, Lobón, Miranda, Polo, los hermanos Bermúdez... se fueron retirando, y el apoyo de la dirección se debilitó, la Bazán fue decayendo, hasta desaparecer.

Club Bazán del Ferrol en una visita a Vigo a finales de la década de los cincuenta. Campo del Jardín Park. No faltan los Casal, Lobón, Quintanilla, Polo, Pardo, Picos, Miranda...


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La primera vez que jugué con el Estudiantes en la Bazán tenía diecinueve años. Me marcó el pequeño de los hermanos Bermúdez, no demasiado alto, pero muy fuerte, y sobre todo, como supe más adelante, bastante alocado. Me saludó amablemente en el salto inicial: “Chaval, te voy a pegar hostias hasta en el carnet de identidad.” Mis pocos años, y mi condición de debutante en el histórico campo, debieron acusar estas tiernas palabras, y recuerdo que no estuve demasiado fino en el juego. La frase es de esas que quedan acuñadas para siempre en la memoria, dejando testimonio fiel de los virulentos combates baloncestísticos que se libraban en aquella cancha. En sus últimos años de decadencia, ¡al fin!, conseguimos vencer a la Bazán varias veces en su temible gimnasio, que contaba, por cierto, con el único marcador electrónico de Galicia, aunque tan solo de tanteo. En una de esas victorias, después de un triunfo claro del Estudiantes, los jugadores nos retiramos al vestuario en medio de un discreto abucheo y algún insulto que otro. El pasillo de acceso se encontraba justo debajo de la grada de fondo. Cuando nos disponíamos a entrar, veo que mi compañero Carlos Cerdeira se echa la mano a la cara, retrocede, sube por la grada con paso rápido, se acerca a un muchacho, provoca un pequeño revuelo a su alrededor, y baja de nuevo tan tranquilo hacia el vestuario. Se encuentra al árbitro -de aquella, sólo uno-, que al percibir cierto desorden, le pregunta: “¿Qué pasa?”. “Nada, no pasa nada. Fui a saludar a un amigo.”, le responde Carlos con una sonrisa. Sigue hacia el vestuario, y ya dentro, le preguntamos: “¿Qué pasó?“. “Nada. Un chaval que me echó un salibazo en plena cara. Le di dos cachetes y nada más.” “¡Pero Carlos...!, le recriminamos por su audacia. Siempre ha sido un valiente, dentro y fuera de la cancha. Una tarde, en un desplazamiento en autobús, nos acompañaba el amigo Pepote -años más tarde, colaborador de baloncesto de la “Hoja del Lunes”-, que se manifestaría como viajero inocente, ignorante y audaz. Sentado en el asiento posterior al que ocupaba Carlos Cerdeira, no se le ocurrió idea mejor que pellizcarle, golpecito por aquí, más pellizcos, golpecito por allá... Carlos co-


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gió el periódico que iba leyendo, sacó un mechero, le prendió fuego, y sin más, se lo tiró por encima de su asiento al chistoso de atrás. Poco faltó para que se incendiara el autobús entero.

Vigo,1959. Partido Estudiantes-Bazán en el Jardín Park. Cerdeira anota a aro pasado a pesar de la oposición de los ferrolanos Picos y Polo (7).


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En la Fase de Sector, a la que siempre accedía el equipo femenino, había viajado Carlos Cerdeira como entrenador accidental, ante la imposibilidad del titular, Julio Castro, de desplazarse. Las inocentes y cándidas jugadoras del Estudiantes, ya el primer día, le dejaron preparada en su cama la clásica “petaca”. No fue una buena idea. A la noche siguiente, a pesar del extremo cuidado de las chicas para evitar la ineludible vendetta, encontraron sus correspondientes camas completamente empapadas de agua. “¡Bromitas a mí!”, debió pensar Carlos. Era la época de Pilarín Pérez, Mely Badía, Araceli -futura esposa de García Picher-, Tucha Prieto -futura de Félix Calles-, Esther González Bermello, Lolín... y Mª Rita Cuiñas -futura esposa, también, de Carlos Cerdeira.

Temporada 1959/60. El Club Estudiantes de Baloncesto a punto de salir a un desplazamiento. De izquierda a derecha: Carlos Cerdeira, Ángel Román, Romero Bello, Rafa Tapias, Casal, Emilio Abelenda, Rey Lama, Julio Castro (entrenador) y Benito Lorenzo.

Durante algunos años, y hasta que se casó y adquirió un poco de sosiego, el club pagaba a Carlos la gasolina para que fuese por su cuenta en coche y no viajara en el autobús del equipo.


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Una tarde de abril de este año, 2008, se acercó Susana García a Baiona a dar una conferencia sobre el scouting. Yo no sabía ni qué significaba semejante palabreja. Cuando mi querida ex-jugadora, segunda entrenadora del Real Club Celta Femenino, y responsable de esta misión en el equipo celeste, explicó lo que era y cómo se hacía, me quedé absolutamente asombrado. Sólo se me ocurrió decir; “Ahora, con estas facilidades, es entrenador cualquiera.” En mi época de técnico del Celta, sobre el año setenta, lo más que sabíamos del contrario eran los colores de su indumentaria, de qué ciudad venía si no lo clarificaba su nombre, y ya como mucho, hacíamos el “siguing” -¿se llama así, no?- a través del diario “Marca”, que nos informaba del resultado, de las anotadoras de los partidos, y a veces del marcador en el descanso. Susana, testigo como yo de la antigüedad baloncestística, me confesó al oído que en ocasiones le daba algo de vergüenza formar parte de un banquillo con más técnicos que jugadoras. “¿Cómo es eso?”, le pregunto, aunque ya lo sabía. “Miguel Méndez, primer entrenador, yo de segundo, el anotador de las planillas, el preparador físico, el “fisio”, la delegada, y a veces, el médico. Las jugadoras de cambio, en muchos partidos, no llegan a cinco -y acaba, sonriendo-. Ahora, esto es así, Luis.” Me quedé pensando toda la noche en aquello del “siguing”, dándole vueltas y más vueltas, y al final, después de tanto meditar, hallé con claridad diáfana el motivo de mis últimas derrotas con el Rodaballo y con las chicas de Baiona. “Estás en el siglo pasado, Luis. Hay que modernizarse.”, me dije, con ánimo de un cambio urgente. Entonces, decidí pedir audiencia a nuestro presidente, Manuel Bouzas. Yo sabía que era un intento casi inviable el poder encontrarlo disponible unos minutos. Es decir: sin entrenar, o sin el ordenador delante, o sin el móvil a su alcance, o sin estar en el reparto de equipajes con los jugadores, o cubriendo solicitudes de subvenciones, o distribuyendo los carteles con los partidos del “finde”, o sin la urgencia del próximo Torneo de Mini-Basket, o


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reunido con el sponsor de turno, o en la habitual pelea con Javi -el director del Pabellón-, o en la preparación de la cena fin de temporada, o en la redacción de una nota de prensa, o con el Campus de Verano en su mente, o con la merienda campera de fin de curso... ¡Al fin lo conseguí! Logré “arrancarle” unos minutos de su laborioso y agitado quehacer. Le expuse con calma lo del “siguing”, la necesidad de su implantación en nuestros doce equipos, y me contestó que la idea no caía en saco roto.

Año 1977. Selección Nacional Española. Agachada, tercera por la derecha, Susana García. Es de destacar la presencia de cuatro jugadoras célticas: Maribel Lorenzo (14), Marisol Paíno (a la derecha de Susana), Ángeles Liboreiro (8) y la citada Susana. En el centro, el seleccionador José María Solá, y a su izquierda, Rosa Castillo (6) y Katy Martínez (4). Agachadas, Rosa Monsalve (la primera por la izquierda) y Neus Bartrán (11).


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Temporada 2006/07 Foto de familia del Clube Baloncesto Mario Puentes Baiona En el centro, el alcalde Jesús Vázquez Almuiña. A su izquierda, Susana Puentes (de “Mario Puentes”) y Ezequiel Simons (presidente de ACEBA). A su derecha, Manuel Zúñiga (de “Mario Puentes”) y José Miguel Vázquez (Concejal de Deportes). Alrededor de los patrocinadores, un ciento largo de jugadores, además de los entrenadores del club.

El C.B. Baiona nace en la temporada 1999/ 2000, fruto de la iniciativa de un grupo de jóvenes jugadores locales y de los técnicos, que por entonces, entrenaban en las escuelas municipales. Hace su debut con un equipo sénior masculino, que participa en la Liga Local de la Delegación Viguesa. Poco a poco se va ampliando el número de equipos, primero el cadete masculino, más adelante el junior, y ya en el 2002, el C.B. Baiona aumenta su participación con las categorías de Benjamín Mixto, Alevín Mixto, Infantil Masculino y Senior Femenino. Del avance espectacular que se ha producido en el club durante estos años, dan testimonio los doce equipos federados que han intervenido en las competiciones de la Delegación Viguesa y de la Federación Gallega en la última temporada 2007/08. Cerca de ciento cincuenta jugadores federados, a los que hay que añadir a más de cincuenta alumnos de las Escuelas Municipales, dan un


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total de doscientos chicos y chicas, a los que atiende, entrena y controla el C.B. Baiona. El Concello, desde 1999, sigue confiando al club la enseñanza del baloncesto en los colegios.

C. B. Baiona Alevín B. Temporada 2006/07 De pie: Juan Raposeiras (entrenador), María Ortega, Rita Quintela, Gabriela Legaspi, Andrea Pérez y María Suárez Agachadas: Rosalía Baqueiro, Uxía Álvarez, Paula Balboa, María Pereira y María Rodríguez.

En la temporada pasada, 2006/07, el Alevín Femenino ha sido el más destacado de todos los equipos del Clube Baloncesto Baiona. Se proclama Campeón Gallego de su categoría, gana el “II Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, y algunas de sus jugadoras son llamadas a la Selección de Vigo y de Galicia.


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Clube Baloncesto Baiona Alevín Femenino Campeón Gallego 2006/07 Santiago de Compostela De pie: Alicia Santos, Paula Patiño, Mercedes González-Concheiro, Beatriz Álvarez, Marta Canella, Paloma Rodríguez y Manuel Bouzas (entrenador) De rodillas: Elena Pazo, Laura Pereira, Nuria Palamidessi, Lara de Villalobos y Cristina Álvarez.

En esa misma temporada, 2006/07, comienza a sobresalir el equipo cadete masculino. Dirigido por Seve Castiñeiras, con Pampi Conde como ayudante, forman un grupo prometedor que ya ha comenzado a dar satisfacciones a la afición baionesa. Su jugador Yago Estévez es llamado para formar parte de la Selección de Vigo de su categoría. La confirmación de la calidad de estos muchachos quedará patente en la temporada siguiente, en la que conseguirán grandes logros.


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Temporada 2006/07 Clube Baloncesto Baiona Anfaco Cadete. De izquierda a derecha: Pablo Varela, Pablo Rodríguez, Dani, Alberto Goce, Álvaro Vázquez, Keltoi Conde, Fabián Estévez, Rodri Alonso, Yago Estévez, Jesús Pilarte, Germán y Esteban Costas. Al fondo: Pampi Conde (ayudante) y Seve Castiñeiras (entrenador).

Este mismo equipo, con escasas variaciones, remata la temporada 2007/08 de forma sensacional, abjudicándose la Copa de Galicia, después de ganar la Liga Local y la Copa Vigo, y de permanecer imbatido a lo largo de todo el año.


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Componen el equipo campeón: Pablo de Villalobos, Pablo Varela, Adrián Hernández, Ismael Rodríguez, Rubén Castrillón, Rodrigo Alonso, Brais Alonso, Sergio Chamorro, Fabián Estévez, Alberto Goce, Pablo Rodríguez y Damián Gesteira. Siguen al frente Seve Castiñeiras como entrenador, y Pampi Conde como ayudante. Manuel Bouzas, uno de sus fundadores, es el presidente desde entonces, alma mater del club, y cabeza responsable de sus múltiples actividades. Al frente de un esforzado grupo de dirigentes y entrenadores, ha hecho realidad algo verdaderamente impensable años atrás. Gracias a él y a sus colaboradores, el baloncesto en la villa de Baiona se ha consolidado con fuerza, y presenta un futuro prometedor. Los títulos empiezan a llegar… ¡y los que están en camino! Entre la enorme actividad del C.B. Baiona hay que destacar el “Campus de Verano”, que viene organizando con mucho éxito desde 2003, y siempre con una gran asistencia de chicos.


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Y mención especial para el ya prestigioso “Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, que reúne en la villa a veinticuatro equipos y a cerca de trescientos niños y niñas, en una competición tan intensa como entrañable.

Clube Baloncesto Baiona Alevín 2007/08 De pie: Carla da Cunha (entrenadora), Nuria, María Suárez, María Ortega, Paula Balboa, Gabriela Legaspi, Rita Quintela, Laura y Rufino Leyenda (ayudante). Agachadas: María Pereira, Sara Costas, Uxía Álvarez, María Rodríguez y Marta.

Los elegidos en 2006/07 para las Selecciones de Vigo y de Galicia: Yago Estévez, Lara de Villalobos, Beatriz Álvarez y Marta Canella.


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Recepción en el Concello de Baiona a las jugadoras del Clube Baloncesto Baiona Categoría Alevín -campeonas gallegas 2006/07- y Categoría Cadete -campeonas de la Copa Vigo 2007-. El alcalde Jesús Vázquez Almuiña, acompañado de sus concejales, Manuel Vilar, José Miguel Vázquez y Alfonso Mandado, felicitaron a las deportistas y a sus entrenadores, Manuel Bouzas y David Martínez, animándoles a continuar en el camino del éxito.


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IV. “EL PROFESIONAL”

Nota del Autor.- Este capítulo extra, presentado en formato distinto, y relatado por separado del resto de los acontecimientos sucedidos en mi epopeya baloncestística, está esponsorizado por su protagonista, y debido a sus exigencias, hubo de ser contado en páginas exclusivas.

Es una historia del pasado siglo, pero no por ello resulta antigua, ni obsoleta, ni imposible de repetir... aunque su protagonista insista en que esas hazañas sólo las puede realizar él. “¡Soy un profesional!”, nos decía a todos cuando él mismo exaltaba sus valores baloncestísticos. Un par de años antes de finalizar el siglo XX, ocurrió algo nunca visto en mí largo caminar por las sendas del baloncesto. Yo, que aseveraba haberlo visto todo en mi amado deporte, que ya no podía esperar ninguna novedad en mi recorrido, que resultaba imposible encontrar algo distinto… me tropecé de nuevo con lo insólito, lo inesperado, lo increíble… “LO INCONMENSURABLE”, proclamaba orgulloso su protagonista. Escenario, el Pabellón del Carmen, en Las Traviesas. Partido de ida, Copa de Vigo Categoría Sénior Masculina, Rodaballo-Ureca. Ese día, el mítico jugador de mi equipo, afamado triplista y anotador nato, con menos de 1,70 de estatura, y más de cien kilos de músculo, realizó lo nunca visto: ¡ANOTAR DOS PUNTOS EN EL PARTIDO, SIN JUGAR NI UN SÓLO SEGUNDO!


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La curiosa e increíble historia pronto trascendió a los medios, sobre todo, al considerar la relevancia que conllevaba el hecho de que el Rodaballo -el equipo más antiguo del lugar-, y el “glamouroso” triplista, fuesen participantes en ella como personajes principales. El jugador, inmensamente feliz con estas extravagancias deportivas, todavía fortaleció más el pecho bajo que tenía. “¿Cómo es posible meter dos puntos en un partido sin jugar ni un sólo segundo?” Lleno de orgullo, respondía a las incrédulas preguntas: “Es un secreto profesional. Eso sólo lo hace Alvarellos” La noticia voló de boca en boca por todos los lugares de la región. En la capital, ya se encargó él mismo de informar a los madrileños, acompañándose de la correspondiente nota de prensa, “EL ESPECIALISTA”, le llamaban en titulares. La misteriosa hazaña quedó ahí durante años, y que yo sepa a ciencia cierta, nadie resolvió con claridad cómo pudo suceder semejante hecho... Pero si alguien lo ha descubierto, y quiere repetir la hazaña... es cómo lo del “famoso huevo de Colón”... ahora cualquiera podría hacerlo... pero Alvarellos fue el primero y el descubridor de la gran jugada. Guillermo Alvarellos, el único, “EL PROFESIONAL”.

La Editorial Albatros anuncia para finales de año la publicación del libro “La Cocina de Alvarellos”, del famoso cocinero aficionado vigués, Guillermo Alvarellos. Su próxima salida al público está causando una enorme expectación entre sus muchos “feligreses”. Éxito asegurado. Felicitaciones anticipadas al querido autor. (Publicidad Bovento)


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Temporada 2001/02 Guillermo Alvarellos alzando el trofeo de Subcampe贸n Provincial conseguido por el Club Rodaballo.


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Club Rodaballo de Baloncesto Subcampeón Liga Local Sénior 2001/02 De pie: Guillermo Alvarellos, Ángel Lizarralde, Alberto Gómez, Ricardo, Xero y Rey Lama (entrenador) Agachados: Javichu, Manuel Soto, Fernando, Rubén Rey, Javi Díaz, Alexandre Lizarralde y Sinso.


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V. El Club Rodaballo.

A estas alturas de tertulia, después de mencionar al Club Rodaballo en tantas ocasiones, aún no cumplimos con la cortesía obligada de presentarlo... al menos, para quien no lo conoce. Hay cosas que nacen sin demasiada rigurosidad -por ejemplo, esta historia informal que escribo-, y como mi memoria del baloncesto se ha hecho tan copiosa, ha almacenado tantas secuencias, tiene grabadas tantas frases, impresas tantas fotos... ya hace bastante tiempo que mis páginas cerebrales se encuentran saturadas por completo, con lo que ahora, al verme obligado a anotar en los márgenes, se me ha desvirtuado el orden cronológico. Tras la sentida desaparición del histórico Club Estudiantes, de “muerte súbita” como ya contamos, nace inmediatamente su hijo no reconocido, el Club Rodaballo de Baloncesto, que precisamente por no serlo, ni pudo recibir en herencia su glorioso nombre. Ya mencioné con anterioridad, que ex-jugadores, con extraordinario arraigo en la leyenda estudiantil, trataron de mantener el fuego sagrado de su querido club, y crearon un equipo modesto de categoría provincial. Se pretendía hacer algo de baloncesto, conservar vivo el prestigioso nombre, y permanecer en la historia, a la espera, tal vez, de otros tiempos más favorables. Cuando quisieron retomar el desaparecido nombre para el nuevo proyecto, las normas federativas se lo prohibieron con contundencia. El nombre estaba requisado federativamente por el Real Club Celta desde el año 1967.


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Así que, en la temporada 1969-70, surge el Club Rodaballo de Baloncesto, desheredado por la legalidad, y privado de la historia de sus antepasados. Pero han sido los fundadores, con su valioso bagaje y su presencia en la competición, quienes refrescaron la memoria perdida. El Estudiantes había sido protagonista importante del baloncesto vigués durante dos brillantes décadas, y también decisivo para el futuro -llámese Celta Femenino- que estaba por llegar. A día de hoy, año 2008, el Club Rodaballo continúa luciendo por las canchas, con mucho orgullo y señorío, su condición de equipo más antiguo del basket masculino vigués. Su primer, y único presidente hasta hace poco, no podía ser otro que Carlos Cerdeira. De la misma manera que el banquillo de entrenador tenía que estar ocupado en su debut por Julio Castro. Y en su plantilla inicial, no faltaban los Benito Lorenzo, Severo Iglesias, Rafa Tapias, Isidro Gallego, Ángel Román, Emilio Abelenda... y allegados del Estudiantes, unidos al nuevo equipo, como Costa Fraga, Luis Noya, Fábregas... Todos ellos, reencontrados de nuevo en la cancha para vestir la que sería gloriosa camiseta rojiblanca, listado vertical, que sigue caracterizando al club. Su andadura se inició a la par que el Campeonato Provincial Senior Masculino de la era moderna -en la prehistoria existió otro donde jugaban el Juventus, el Español, el Consti, el Mezquita, el Areosa, el América, el Independiente...-, y claro está, con aquella plantilla de lujo, el Rodaballo se proclamó campeón durante bastantes temporadas. Yo empecé en el Rodaballo cuatro o cinco años después de su fundación. Mientras tanto, había estado entrenando a los equipos masculino y femenino del Real Club Celta. Nuestra cancha era la Pista Roja, llamada así por el color de su piso granulado -tennisquick-, y por entonces, descubierta. En ella, exhibíamos bajo la lluvia las viejas artes en el baloncesto acuático. Doy fe de que con el agua arreciando -antes llovía bastante más que ahora-, algo de viento, charcos por doquier y balón


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mojado, no hubo nunca quien nos ganara. Y es que además, hay que reconocerlo, jugábamos con ventaja, ya que los nuevos jugadores empezaban a “enviciarse” con los campos cubiertos. Después, en los partidos a domicilio, viajábamos a Tuy cancha de tierra, llena de altibajos, aros imposibles para los lanzamientos alejados más de tres metros, y situada en un lateral del campo de futbol-; a Porriño -pista exterior de cemento de la Sociedad Recreativa y Cultural-; a Salceda -en medio de un bosque de eucaliptos, y helado en invierno- , a Caldas de Reyes... Más adelante, pudimos comprobar con satisfacción, cómo en estas villas, y en muchas más, se estrenaban unos flamantes pabellones cubiertos que, haciendo memoria de antiguas aspiraciones estudiantiles, nos llenaban de una sana envidia: “¡Si tuviéramos estos pabellones en nuestros tiempos!... ¡Habríamos conseguido la luna...!” La ilusión y el verbo fácil, ¡que no falten nunca! Con el paso inevitable del tiempo, llegaron el Tarteiras, el Xuventude, el Efeco, el Ademar Provincial... y también los muchos años de los “rodaballos”... y en esta situación, los títulos empezaron a dispersarse entre unos y otros. La filosofía del club aconsejaba fichar ex jugadores del Estudiantes, y en su defecto, descendientes. Carlos Cerdeira llegó a jugar con su hijo Alejandro, y con sus sobrinos, Alberto y Octavio... Benito Lorenzo con su hijo Jorge... Yo con Camilo, mi hijo mayor... Pasados unos años, se incorporó Domínguez, Manolo Soto, Alvarellos, y de forma excepcional, un jugador clásico del Bosco, Chacabuco. A partir de aquí, la cantera estudiantil quedó agotada. Los años, y también las lamentables pérdidas de algunos queridos compañeros, dejaron al Rodaballo en la disyuntiva de renovarse o morir. A mediados de los noventa, con el proceso en marcha del obligado cambio, tuve a mi cargo como entrenador hasta a ocho sucesores de mis compañeros del Club Estudiantes, contándome yo mismo entre ellos: Diego, hijo de Eugenia Sánchez -también ex-jugadora- y Paco Picos; Rubén, hijo de Bangueses; Marcos -


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que aún sigue- hijo de los directivos Elena Sarmiento y Jaime Gómez; Octavio y Alberto -éste en activo, y actual “alma mater” del Rodaballo-, sobrinos de Cerdeira; Rafa y Yago Presa, hijos de nuestro seguidor Chito Presa, y sobrinos de mi compañero de equipo, Rafa Tapias; y Rubén, el pequeño de mis hijos, que a día de hoy, todavía sigue jugando. Y en los albores de este siglo, el Rodaballo volvía a ser campeón provincial. De los veteranos, tan sólo quedaba yo como entrenador. También Manolo Soto como jugador, aunque de generación bastante más joven que la mía. De los menos veteranos, permanecía Alberto como tercer pívot, continuaba Marcos Gómez, el base que me retiró, y luego, Ángel -el vasco-, Fernando -excepcional defensor-, Marcos -el baionés-, Xero -el triplista-, Javi Díaz -otro triplista-, Sinso -el vértigo-, Javichu -el cerebro-, Ricardo -el lánguido-... y lamentamos en momento tan glorioso, que Guillermo Alvarellos, a causa de una lesión, no pudiera aportar su profesionalidad a la consecución del título. La final, cinco puntos arriba, se la habíamos ganado al C.B. Mos, dirigido por la ex céltica Susana García, que a los quince años, conmigo de coach, había debutado en la División de Honor, y alcanzaba la internacionalidad junior al final de la temporada. A continuación de esta gran final, disputamos otras dos consecutivamente. En ambas, el equipo de Panxón nos derrotó con autoridad, aunque con evidente esfuerzo. Los Quino, Juan Raposeiras, Suso, Maky, Nando... nos arrebataron el título con toda justicia. Años después, una incompetente medida federativa, a todas luces ilegal -los cambios y descensos deben ser anunciados con una temporada, al menos, de antelación- nos bajó a Segunda Categoría sin previo aviso. Por primera vez el Club Rodaballo descendía... mejor dicho, lo descendían desde la oficina de la Federación. A la temporada siguiente, ya estábamos en Primera.


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Temporada 2000/01 Club Rodaballo de Baloncesto Campeón Local Sénior De pie: Fran (hijo de Alberto), Rey Lama (entrenador), Octavio Gómez, Ricardo, Xero, Manolo Soto, Alberto Gómez, Ángel Lizarralde y Javi Díaz. De rodillas: Sinso, Marcos Gómez, Marcos “Baiona”, Fernando, Javichu y Alexandre (hijo de Ángel).

Pero alcanzado este punto de la presentación, percibo que aún no expliqué, ni levemente, el porqué del nombre de nuestro equipo. Como las circunstancias no lo permitieron en su día, y Estudiantes no pudo ser, pensaron sus fundadores que, al menos su “himno oficial”, podría dar nombre al nuevo club. De hecho, el rodaballo ya figuraba en el escudo de la entidad estudiantil. En la década de los sesenta aquella canción se dejó de cantar en el vestuario. Pero era costumbre arraigada en el Estudiantes, que después de algunas comidas señaladas, en los festejos de victorias importantes, en los actos conmemorativos del club, en las cenas fin de temporada... se cantase como remate de la reunión la canción de “O Rodaballo”.


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“Fachusco”, delegado del equipo y maestro de ceremonias, pedía silencio tintineando su cubierto en un vaso, ordenaba ponerse en pie a todo el mundo, copa en mano, y con el mayor respeto y solemnidad, arrancaba la interpretación de “O Rodaballo”. “Nunha lancha de Marín feita de pau de carballo. Nunha lancha de Marín feita de pau de carballo, catro rapaces da Puebla, ¡ui! ¡ai! ¡ai!, ¡ui! ¡ai! ¡ai!, roubaron un rodaballo. Catro rapaces da Puebla roubaron un rodaballo… ……… ... Forono vender á lonxa e con moito disimulo. Forono vender á lonxa e con moito disimulo. ¿E quén lle lo foi mercare? ¡ui! ¡ai! ¡ai!, ¡ui! ¡ai! „ai!, o fillo do Cachirulo. ¿E quén lle lo foi mercare? o fillo do Cachirulo.” E aquí se acaba a historia de este peixe desgraciado, que por non haber aceite, ¡ui! ¡ai! ¡ai!, ¡ui! ¡ai! ¡ai!, hubo que comelo asado... que por non haber aceite hubo que comelo asado...


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Fervorosos aplausos al final, y un emocionante: ¡ESTUDIANTES!... ¡BIEN! ¡ESTUDIANTES!... ¡BIEN! ¡ESTUDIANTES!... ¡BIEN, COÑO, BIEN! Aclarado lo de nuestro nombre, lo de un rodaballo en nuestro escudo, lo del rojo y blanco en nuestros colores... sólo me resta decir que el escudo lo ideó y lo realizó, Severo Iglesias.

El Club Rodaballo de Baloncesto Posando delante del olivo de la ciudad, para un reportaje en el suplemento deportivo “Campeones” de “Faro de Vigo”. Año 2001. De pie: Guillermo Alvarellos, Javichu, Xero, Alberto Gómez, Javi Díaz y Manuel Soto. Sentados: Sinso, Marcos Gómez, Rey Lama (entrenador), Ángel Lizarralde y Ricardo.


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Los jóvenes, y los menos jóvenes, ya no cantan en los viajes deportivos. Ponen la película, o se incrustan los auriculares en las orejas... y tira millas... Ellos se lo pierden, pero si quieren imaginarse lo del “Rodaballo”, no tienen más que compararlo con “A Rianxeira” del Celta en el Balaídos de hace años, o con el himno del Real Madrid en el Bernabéu, o el del Barça en el Nou Camp... o el “Arroz con chícharos...” de la cancha del OAR ferrolano en sus años de ACB.


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VI. ... Y esto sigue... sin parar...

Ya insinuamos algo sobre las canchas “peligrosas” de nuestro baloncesto: algunas, prehistóricas; otras, sólo históricas; bastantes, se normalizaron con el tiempo; muchas aún existen como tales... y ¡sabe Dios las que pueden estar por llegar!... porque estoy seguro de que las hay de reciente estreno. A esas canchas que llamo “peligrosas”, de ningún modo se les puede separar del entorno en que funcionaban... o que aún funcionan. No cabe duda de que si un equipo cambia de campo, y sigue resultando “peligroso” su nuevo recinto, será más a causa de su usuario que a las canastas difíciles, al tamaño reducido de la cancha, a un piso resbaladizo, a su helado clima invernal, a la fuerte intimidación sobre los árbitros... En ocasiones puntuales, hubo de todo esto en abundancia... Si se le pregunta a un jugador súper-veterano, o a un veterano... y hasta no sé con certeza, si a uno actual, sobre campos “peligrosos”... casi todos hablarán del famoso Barco de Valdeorras. ¡Pero vayamos por partes! Yo respeto la opinión de todo el mundo, pero en mi caso, he de confesar que siempre quedé muy satisfecho de mis múltiples visitas deportivas a El Barco de Valdeorras -por ser tiempos franquistas, nombre castellanizado-. Tengo que reconocer, que a esta sensación agradable debe contribuir el hecho de que el Estudiantes nunca saliera derrotado de aquel campo. Mi primer viaje de jugador con el equipo estudiantil fue precisamente al Barco de Valdeorras. No lo puedo olvidar, porque allí me hice hombre -baloncestísticamente hablando-, y ya quedé bautizado como jugador experto para toda la vida. En aquella época, década de los sesenta, para coger tablas había que jugar en El


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Barco -al igual que en la Bazán... y en el Gimnasio Universitario de Santiago... y en el campo del Couto... y en Villagarcía, en Lugo...-, y yo tuve la suerte de hacerlo ya en mi primer partido como visitante. Se hablaba de los aros, del piso, del tamaño del campo, del clima helado, de la intimidación arbitral... En El Barco no faltaba de nada, aclarando de antemano, por si a alguien le pasó desapercibido, que se trataba de una cancha al aire libre. El tiro al tablero en sus canastas se hacía a veces imposible, porque la madera estaba mojada con la escarcha de la mañana y deslizaba el balón en el lanzamiento, incluso debajo del aro, que parecería sencillo. En cambio, en la pista, si no había helada, no se resbalaba en absoluto: era de cemento picado. Ahora bien, cuidado con caerte al suelo... o que “te cayeran” -en su casa, eran rivales “aguerridos”-, porque te levantarías “castigado”. En ocasiones, cuando el calendario de competición te llevaba a El Barco en pleno invierno, había que jugar con temperaturas bajo cero. Muchos jugadores lo hacían con guantes. Por otro lado, el equipo local contaba con el aliento fiel y entregado de sus seguidores, y tan cercano, que no era extraño que en un contraataque sujetaran de la camiseta al jugador contrario... o chocaran con su pierna... o no te dejaran sacar de banda -por entonces no tenía el árbitro que tocar el balón. Tampoco es necesario imaginarse los piropos que le regalaban al árbitro -sólo uno-, y claro está, sus “equivocaciones provocadas” se repetían con más o menos cadencia, dependiendo de los “corajes” del colegiado, que, por lo general, no hallaba motivos para mostrarlos. Después de estos alicientes tan motivadores, la emoción estaba servida, sobre todo, cuando te estabas jugando la Liga. Pues con todo ello, el Estudiantes siempre ganaba en El Barco. ¿Y cómo? Con “arrojo”, que de esa virtud parece que estaba bien dotado. En una ocasión, Romero Bello se desplazó desde Madriddonde estudiaba- para jugar el difícil partido de El Barco de Valdeorras. Su llegada estaba prevista para las once y media. El en-


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cuentro empezaba a las doce, pero el tren se retrasó más de una hora. Aún así, tuvo tiempo de llegar al campo, vestirse, y jugar el segundo tiempo casi completo. ¿Qué pasó para que se alargara tanto el partido? Pues simplemente, que la mesa de anotadores, por supuesto local, acostumbraba a finalizar los partidos cuando fuese conveniente para el C.B. Barco, antes o después -no había reloj electrónico-, dependiendo del resultado. El nuestro, lo alargaron porque iban perdiendo, hasta que percibieron que cuanto más duraba el encuentro, mayor era la ventaja que tomaba el Estudiantes. El partido acabó cerca de las dos y media. En El Barco sentían cierto afecto y admiración por el Estudiantes; incluso un año, nos invitaron a un amistoso con motivo de las Fiestas Patronales. Ganamos con autoridad el trofeo en juego, pero al acabar el partido, no sé bien que había sucedido, que no nos llevaron detenidos a Camilo Nogueira y a mí de puro milagro. Parece que por alterar el orden, es decir, ganarles. Creo que nos salvó el alcalde en última instancia, porque el municipal ya estaba sujetándonos del brazo para llevarnos a comisaría. Si hubiese ocurrido unos años más tarde -en su inicio político en Citroën-, dirían, en el caso concreto de Nogueira, que por motivos de Estado. Treinta años después, mi hijo Rubén jugó con el Colegio Apóstol Santiago en O Barco de Valdeorras -fallecido el General, se regularizaron los nombres gallegos- una eliminatoria de una competición regional. Ya no era al aire libre, había un flamante Pabellón de Deportes, pero la “peligrosidad” de la cancha seguía con la misma vigencia que cuando jugaba su padre. Categoría juvenil. En el partido de ida, jugado en Vigo, el Apóstol había ganado con claridad por 18 puntos. “Nos pitaron campo atrás en un impecable contraataque. El árbitro pidió disculpas por el error, pero el balón fue para O Barco. Las protestas fueron inútiles.” La eliminatoria, por supuesto, se quedó en O Barco de Valdeorras sin más paliativos que los expuestos.


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Me imagino a Mani, el entrenador del Colegio Apóstol, arbitrando, al cabo de unos días, un partido de entrenamiento de su equipo: corte de balón, contraataque rápido... ¡PITIDOS ESTRIDENTES!... “CAMPO ATRÁS”, diría todo serio y compungido... y también pediría disculpas... Mani siempre ha tenido mucho sentido del humor.

Temporada 1991/92 Colegio Apóstol Santiago Juvenil De pie: Mani (entrenador), Fernando López Mera, “Scooby”, Rubén Velado, Rubén Marín y Alberto Loureiro. De rodillas: Diego Picos, Rafa García Muruais, Pedro Pablo Alonso, Rubén Rey y Sinso.

Como no podía ser menos, la fuerte rivalidad Vigo-A Coruña existente en todos los ámbitos de la realidad gallega, se reflejaba en el baloncesto femenino. El Estudiantes -R.C. Celta después- y la Tabacalera -antes Medina de La Coruña- mantenían un formidable duelo deportivo, que algunas veces se vio ensombrecido por las “marrullerías” que las coruñesas empleaban.


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Pero así como en A Coruña, no sé con qué artes, ya tienen un imponente Multiusos circular, varios Auditorios, un Palacio de Congresos, un Palacio de la Ópera, un Riazor reformado, un Acuarium, un espectacular Ayuntamiento... en Vigo, mientras tanto, seguimos suplicando desde 1969 -lo puedo documentar-, por nuestro primer Palacio de Congresos, sobrevivimos con un Balaídos casi ruinoso, contamos con el Ayuntamiento más feo de todo el país... y ya no sigo... Es decir, que los coruñeses van por delante… y mucho... En el baloncesto femenino también partieron con ventaja, pero una vez alcanzadas, las arrasamos sin piedad, y desde nuestra primera victoria en su temible feudo, ya no levantaron cabeza nunca más. Hasta desaparecieron. Las coruñesas llegaron a la élite nacional mucho antes que las nuestras -les pegaba el snobismo del deporte femenino de entonces-, y a finales de los sesenta ya habían sido Campeonas de España con el Medina de La Coruña. Tenían un equipo formidable, en el que destacaban las tres hermanas Gómez de Frutos. Su entrenador, Fernández Trigo, era el alma mater del club, y además, como comentarista deportivo de profesión, conseguía todo el apoyo de la prensa coruñesa, alguna de ella con bastante repercusión regional. (Pasados unos años, sería gerente del Real Madrid durante una larga etapa.) Muchas derrotas hubo de sufrir el Club Estudiantes hasta conseguir ganarles por primera vez. Fue en A Estrada, en un amistoso de menor importancia. Más tarde, ya como R.C. Celta, se le empezó a ganar en Vigo, primero con dificultad, luego con autoridad, y hasta en campo neutral, en dos Copas de España, en Alcoy y Ávila, con la medalla de bronce en juego. Pero en A Coruña no se logró el triunfo hasta la temporada 1975/76, en un partido heroico, de esos que no se olvidan. La victoria llegó tras una década de pelea encarnizada. Jugaban en la Fábrica de Tabacos, en una pequeña nave habilitada como cancha de juego, con piso de baldosa, reducidas medidas, paredes pegadas a las líneas laterales, y con unas gradas minúsculas en ambos fondos. El público también se ubicaba en


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una balconada situada en un lateral del campo. La Tabacalera era un feudo casi inexpugnable, de los “peligrosos” que yo llamo, en el que el arbitraje local les consentía además un baloncesto que rozaba la violencia. Y cuando la victoria local peligraba no sé de qué artificio se valían para provocar la condensación del agua, y convertir la baldosa del piso en una auténtica pista de patinaje. - Eso pasaba en las pistas de Balaídos hace años, cuando hacía mucha humedad. Rezumaba del suelo, y no se podía jugar. - Exactamente, amigo. Ni más ni menos, pero en A Coruña parece que lo provocaban, y de aquella, no había más remedio que jugar el partido. Las suspensiones de los encuentros no se hacían por estas “menudencias”. - Pero el campo era igual para los dos equipos. - Pues no, querido amigo. Las coruñesas salían calzadas con zapatillas de esparto -habían descubierto el sistema-, habituadas y entrenadas en aquellas condiciones, y no sufrían ni un sólo resbalón en todo el partido. Las visitantes ya empezaban a caerse en la rueda de calentamiento, y desde el comienzo del encuentro, se verían obligadas a jugar andando. En nuestro caso concreto, nos anulaban el contraataque, el arma ofensiva más importante del equipo. El Celta -yo era su entrenador- se jugaba en aquel partido el título de Liga. Pedimos árbitro neutral -“no local”, aclaran en el Colegio de Árbitros muy ofendidos- para prevenir la posible “encerrona”. Pero por primera vez nos encontramos con la desagradable sorpresa de la citada pista resbaladiza -otros equipos nos lo habían advertido-. Hasta ese día, parece que no consideraron necesario emplearlo con el Celta. Al poco del comienzo, le dieron tal empujón a Carmen Fraile que fue deslizándose, de espaldas por el suelo, desde el medio campo hasta las sillas situadas detrás de la canasta. Ante mi airada protesta, y el gesto de Fernández Trigo de que no había pasado nada, se me acercó el árbitro y me susurró al oído: “Tranquilo. Usted no se preocupe. Esto es cosa mía.” Fir-


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mó un arbitraje fenomenal, abortando la habitual presión que ejercía el equipo rival. A pesar de hacerse imposible el contraataque, lo demás vino rodado. Buena defensa, excelente control, y aunque con bajo tanteo, ganamos en Tabacos por primera vez. Ahí empezó la decadencia del equipo coruñés, que al cabo de unos años desaparecía. Al árbitro, no sé su nombre, lo vimos meses después arbitrando en División de Honor, en un Estudiantes de Madrid - Joventut de Badalona, disputado en el famoso pabellón “Antonio Magariños”, así llamado en homenaje al fundador del club madrileño en 1948 - Luis, todo esto de la pista de patinaje, la “barrida”de los árbitros, la “leña” que daban, la mini-cancha... te los has inventado. - Todo inventado, menos lo del Ayuntamiento de Vigo. - Es el más feo de España con creces. Si encuentras uno tan sólo igual de horroroso, me avisas. Hasta sería un alivio.

Vigo, 1975. Partido Celta-Tabacalera. La afición fiel y el banquillo celeste: Elena Sarmiento (Delegada), Virginia Barros, Susana García, Anun, Aurora y Vázquez (“fisio”). Sentada Carmen Fraile En la primera fila de la grada: Pepote -“La Hoja del Lunes”-, “Enceste” -“Faro de Vigo”-, “Madelca” -“El Pueblo Gallego”- el Sr. Nistal y el Sr. Patiño -directivos del club-.


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Pabellón de las Traviesas, 1975 Liga Nacional de 1ª División, R.C. Celta-Tabacalera de La Coruña. Picuca Martínez culminando un contraataque. Detrás Nani y Merche Gómez de Frutos (internacional). El entrenador coruñés, Fernández Trigo, aparece por la parte izquierda, sentado en el extremo de su banquillo.


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A lo largo de mi trayectoria baloncestística siempre he tenido una gran vocación por enseñar. Mi experiencia como jugador, y los conocimientos adquiridos con el bosquista Manolo Martínez, con mi eterno entrenador Julio Castro, y los apuntes en vivo de muchos, como Díaz Miguel, Añúa, Rivera, Monsalve... y ahora, en 2008, de Moncho López, me han valido y me valen para seguir trasmitiendo baloncesto a chicas y chicos. Haciendo balance de casi medio siglo, me siento satisfecho de haber enseñado -al menos, un poco- a tantos alumnos como tuve. Ellos saben que lo intenté cada día con el máximo empeño, y confío plenamente en sus buenas sensaciones cuando la memoria los traslade a nuestro baloncesto compartido. Pero si en algo he puesto una especial dedicación, ha sido en fomentar en mis alumnos el amor al basket y al deporte, sin confundirlo con cualquier objetivo máximo, que tantas veces, por no alcanzarlo, ocasiona la decepción y el abandono. El triunfo, perfecto... pero en la vida también existen otras escalas. La pasión por el baloncesto se puede sentir desde lo más alto: desde el éxito, desde la aspiración máxima, desde el primer equipo, desde una selección... Pero también desde la modestia más absoluta, como he tenido la formidable ocasión de experimentar recientemente. Temporada 2007-08, el C.B. Baiona me ofrece la oportunidad de entrenar a uno de sus equipos, el Sénior Femenino. Después de un molesto 0-7, cero victorias y siete derrotas, con la depresión en el cuerpo durante unos meses, y a punto de quedar de último en el campeonato, me hago la correspondiente reflexión: ante esta situación desagradable y sin precedentes en mi historial, me declaro, en cambio, totalmente orgulloso y feliz con el rendimiento de mi equipo, y con el comportamiento exquisito de mis pocas jugadoras ante las dificultades de todo tipo que soportamos. Es fácil asistir a la victoria permanente, o alternarla con partidos perdidos de vez en cuando. Pero para llevar a cuestas una derrota tras otra, durante meses, después de poner todos los medios a nuestro alcance para evitarlo, y haciendo sufrir al contrario en cada ocasión, hay que contar con un grupo excepcional de deportistas, capaces de “llevarlo” con la dignidad y el carácter con que lo


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han hecho estas jugadoras del C.B. Baiona... incluso algo olvidadas en su propio club. Al final, ganamos el partido decisivo y evitamos la última plaza de la liga... ¡y tan felices! Desde ese día no hemos vuelto a perder, pero esas jugadoras que ahora ganan, han sabido estar en la derrota, y aguantar, y entrenar, y luchar...y sobreponerse. Son la raza de jugadores que venero, los del tesón, los de la entrega, los del corazón abierto... A veces pienso que éstos valen mucho más la pena que las figuras... aunque he tenido bastantes figuras que han valido la pena... Puestos a tener que elegir entre ambas condiciones por separado, me quedo con el corazón y desdeño el estrellato.

Club Baloncesto Baiona Sénior. Temporada 2007/08 De pie: Alberto Alonso (ayudante), Susana, María Docampo, Marta Gilabert, Patricia Fernández “Pit” y Rey Lama (entrenador). Agachadas: Belén Alfaya, Eva Salas, Micaela Sinde “Miky” y Ana Ruth Cerdeira.

Les doy mil gracias a María, Pit, Bea, Marta, Miky, Belén... a las “invitadas” Esther, Eva, Ana Ruth... que nos han ayudado mucho... A mi edad -bastante avanzada, pero de moda gra-


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cias a Aíto García Reneses y a Luis Aragonés- me han dado una lección inesperada de cómo hay que enfrentarse a la derrota: con ejemplar pundonor, con destacada elegancia, con responsable amor a los colores, con el valorado honor en juego... Nunca lo había vivido hasta ahora... y me sentí feliz ante un reto tan delicado... Y así, una vez más, el baloncesto me regalaba nuevas y reconfortantes vivencias.

Temporada 2007/08. Partido de entrenamiento entre las Seniors y Juniors del Clube Baloncesto Baiona. Luchan en el rebote María (7) y Eire, y permanecen atentas, Belén, Esther, Marta (16), Olalla (9) y al fondo, “Pit”.


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Si algo me fascina en mi trabajo de entrenador, es encontrarme de repente con los hijos de compañeros de equipo, o de amigos de juventud, o de jugadores míos, que también los hay... y desde hace bien poco, hasta con nietos. El poder revertir mis conocimientos a los hijos de aquellos que me acompañaron en el aprendizaje, en la andadura deportiva, en la refriega diaria del entrenamiento intenso... me produce siempre una emoción contenida, un hervor en la sangre, un éxtasis... una sensación que asumo con deleite y urgencia... y que me lleva, sin darme cuenta, a darle vida al pasado... y como de rebote, veo a su padre correr con el balón, y encestar, y sonreír... Hace unos días, en Baiona, donde resido en la actualidad, cubriendo la ausencia del titular, me encuentro entre los alevines que debía entrenar a María y a Jorge, nietos de Carlos Cerdeira e hijos de Ana Ruth -a la que entrené en alguna ocasión, y aún entreno-. Y vuelve a suceder. La veo correr... y veo al abuelo encestando la última canasta en aquella eliminatoria de Copa... Y busco a Jorge, que ya lo perdí en los ejercicios... y recuerdo al revoltoso de su abuelo haciendo las mil y una... Y en el mismo grupo aparece Raquel, de nueve años, dulce, seria, concentrada, muy femenina... que se escapa de los niños con habilidad, botando el balón con elegancia, y encestando con primoroso estilo... y recuerdo a su padre, Miguel González, exjugador de los Salesianos, del Skol, del Celta, del Aguas Cabreiroá de Verín -el alumno preferido de mi amigo Larry-... el mejor estilista que ha dado nuestro baloncesto... y lo veo de nuevo dibujando sus muchas canastas con verdadero arte... Antes tuve en el Rodaballo a Marcos Gómez, a Diego Picos, a Rubén Bangueses, a Rafa y Yago Presa; después en el Mercantil, a Techy Rial, Rosa Prieto, Rita Tourón y las hermanas Presa, hijas de mis amigos Andrés, Fernando, Manolo y Chito, respectivamente; más tarde en el Celta Juvenil, a Edita, hija de un excompañero del futbol, Carlos Pereira. Y ahora veo jugar por el Pabellón de Baiona a Hugo, a Pablo, a Lara, a Daniel, a Marta, a María, a Alberto, a Keltoi, a Brais, a Marta y Helena Mandado, a Cris... y siento un hormiguillo por dentro, pensando que alguna vez podría entrenar a estos hi-


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jos de mis jugadoras “invitadas”, de jugador rival en la cancha, de entrenador colega, de amigos...

Temporada 1989/90. Miguel González (4) con su compañero Felix Muñoz (15) en su época en el C.B. Porriño.

Ayer mismo, 27 de junio de 2008, me informaron de que David Castiñeiras y yo, vamos a compartir grupo de trabajo en el “Campus” del C.B. Baiona. Hasta ahora, he entrenado en repetidas ocasiones a hijos de compañeros de equipo, o de ex-alumnos, o de amigos... Pero nunca impartí enseñanzas de baloncesto acompañado en la tarea con el nieto de unos amigos, hijo de una amiga -a la que vi crecer- y de un entrenador, compañero de Club. ¡Qué suerte!


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FOTO DE FAMILIA “LOS VILLALOBOS”

Desde su llegada en 2001, “LOS VILLALOBOS” han tenido una destacada presencia en el C.B. Baiona. EL HIJO MAYOR, Pablo de Villalobos Herrero, forma parte del equipo cadete de Baiona. En 2007/08, se proclamaron Campeones de la Copa Galicia, después de permanecer imbatidos toda la temporada. Lo entrené en el grupo que me asignaron en el “Campus” del C.B. Baiona-2008. EL PADRE, Javier de Villalobos Brassart, desempeño las funciones de entrenador de infantiles en el año de su llegada a Baiona. Ganó la Copa Vigo.


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LA HIJA, Lara de Villalobos Herrero, ha sido Campeona de Galicia con el equipo Alevín de Baiona en la temporada 2006/07, y lleva dos años en la Selección de Vigo de Infantiles. La entrené en el grupo que me asignaron en el “Campus” del C.B. Baiona-08 LA MADRE, Esther Herrero Larrumbide, entrenó a los Benjamines, y jugó una temporada con el Sénior del C.B. Baiona. Desde 2007, conmigo de entrenador, entrena y juega partidos amistosos –con evidente clase- en dicho equipo. EL HIJO PEQUEÑO, Daniel de Villalobos Herrero, alterna el equipo Alevín con el Infantil, y ya es una firme promesa del baloncesto de Baiona. Lleva dos temporadas en la Selección de Vigo de alevines. Lo entrené ocasionalmente alguna vez.

Y EL HERMANO, CUÑADO Y TÍO, Quique de Villalobos, ex-jugador del Caja Madrid, Real Madrid, TAU de Vitoria, C.B. Murcia... e internacional en repetidas ocasiones. Aparece en la foto con Marta Canella recogiendo un trofeo en el II Torneo de Mini-Basket Caixanova que organiza con gran éxito el C.B. Baiona. Año 2007.


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FOTO DE FAMILIA “LOS CERDEIRA”

El YERNO, Ángel Núñez Torrón, el primero por la izquierda. Exárbitro de 1ª División -del grupo de las excepciones-. Nos arbitró muchas veces a su futuro suegro y a mí; a él no le pitaba personales... cuando estaba en el banquillo. De no retirarse, hubiera llegado a ACB. EL HIJO MAYOR, Alejandro Cerdeira Cuiñas, en el centro. Compañero de juego de su padre y mío en el Club Rodaballo. También lo dirigí como entrenador. LA HIJA MAYOR, Ana Ruth Cerdeira Cuiñas, en el centro por la derecha, ex jugadora del Real Club Celta y Círculo Mercantil: La entrené ocasionalmente en el Mercantil, y ahora, en el 2008, en el Club Baloncesto Baiona. EL NIETO, Jorge Suarez Cerdeira, abajo por la izquierda. Jugador benjamín del C.B. Baiona. Lo entrené en alguna sustitución este mismo año 2008. La gran esperanza familiar de que cambie el basket fuerza de sus antecesores por un estilo técnico más depurado.


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LA NIETA, María Suarez Cerdeira, abajo por el centro. Jugadora infantil del Club Baloncesto Baiona. La entrené en alguna sustitución en el 2008. Corriendo por el campo es la viva estampa de su abuelo y de su madre. Estaríamos satisfechos con que llegase a ser la mitad de buena que han sido ambos EL PADRE, El SUEGRO y EL ABUELO, Carlos Cerdeira Cobas, a la derecha por arriba. Jugador del Juventus, del Club Estudiantes. del Alcalá de Madrid, del Club Rodaballo, e internacional militar. Fuimos compañeros de equipo durante muchas temporadas. Antes de su retirada, a los 60 años, lo dirigí en el Rodaballo. Cuando se entere Maria Rita Cuiñas, LA MADRE, LA SUEGRA Y LA ABUELA, que no la han incluido en la Foto de Familia, se enfurecerá... ¡y con razón! Ella fue también jugadora del SEU y del Club Estudiantes, y merecedora por lo tanto de aparecer en el grupo. Además, es la única de la familia a la que no he entrenado, y aunque sólo sea por eso, digna de mención. Y EL PADRE, EL SUEGRO, EL ABUELO y EL BISABUELO, Humberto Cuiñas Aymerich (d.e.p.), también podría estar incluido en la foto. Desde su puesto en el Banco de Bilbao, fue un colaborador importante en la prestigiosa Fiesta del Deporte que por los años sesenta y setenta organizaba la Asociación de la Prensa de Vigo, presidida por Gonzalo Rey Alar. El baloncesto había sido premiado en numerosas ocasiones

Ana Ruth, jugadora del Celta Citroën, 1978.


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En 2002 me proponen dirigir a un combinado de ex jugadoras del Real Club Celta, para enfrentarse a una Selección Española de ex internacionales, como preámbulo al partido oficial que España y Alemania disputarían en Vigo el 20 de noviembre. Aunque tuve mis dudas al principio, tal vez por lo inesperado, una vez asimilada la propuesta, debo reconocer que me ilusioné tanto como lo hacía en mis años jóvenes ante una situación semejante. Ya sé que prevaleció mi edad para la elección, el más viejo de los posibles, por delante de mis méritos técnicos, pero desde ese instante me entregué a la tarea con la misma pasión de hacía treinta años con el Real Club Celta europeo, mi techo deportivo. Al retomar el parquet del Pabellón de As Travesas, no necesité imponer el ritmo de trabajo a mis jugadoras. Durante un mes, aquel plantel, capitaneado por Ángeles Liboreiro y Pepa Calvet, me exigió entrenar con dureza para doblegar en su día a la Selección Nacional que dirigía María Planas. Eran tantas sus ansias, que hube de frenarlas con mano izquierda para evitar posibles lesiones... y aún así, más de una se resintió.

As Travesas, 2002. Selección de Veteranas del R.C. Celta. De pie: Marisol Paíno, Kelly García, Carmen Patiño, Picuca Martínez, Marisol Polo, Dori Barciela y Rey Lama (entrenador) Agachadas: Susana García, Virginia Barros, Noa Villamor, Belisa González, Pepa Calvet y Ángeles Liboreiro.


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De nuevo entrenaba a Virginia Barros, a Picuca Martínez, a Ángeles Liboreiro, a Carmen Patiño, a Dori Barciela, a Susana García... y conocía en la propia cancha a Pepa Calvet, a Kelly García, a Marisol Paíno, a Belisa González, a Noa Villamor y a Marisol Polo... ¡Una experiencia fantástica! El día señalado estaban más nerviosas que en una final del Celta contra el Evax-Picadero de los años setenta. Es que además, no podían defraudar a los viejos seguidores de entonces, que a buen seguro, querrían volver a verlas... y si fuese posible, ganando como antaño… Y además -valga la redundancia-, enfrentándose a antiguas rivales, como Rosa Castillo, Concha Luque, Boni Geur, Cecilia García, Mónica Mesa, Tete Ruiz, Loli Sánchez... y las excélticas Carmen Fraile y Rocío Jiménez... Y además, derrotar a María Planas, al frente en aquel partido de la Selección de ex internacionales, y hace años ex seleccionadora nacional, y también rival de banquillo durante tantas temporadas…

En la arenga preliminar de vestuario, les hablé del fervor y el entusiasmo de los hinchas de entonces, y que hoy volverían a animarlas como treinta años atrás. Las tranquilicé; el público las aclamó una a una en su salida al campo, y la Selección del Celta se anotó el triunfo con autoridad por 34-25, y si el partido no lo hiciesen tan corto debido a un fallo organizativo -25 minutos más o menos-, hubiéramos ganado por una diferencia bastante más abultada. Esa tarde, en medio de mis jugadoras, al lado de mi delegada Elena Sarmiento, con el aliento de nuestra fiel afición, y en-


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frentándome a tan emblemáticas rivales, me sentí como con treinta años. Tenía otros tantos, pero desde aquel día, dicen que se me ve más joven.

Segura de Luna, presidente de la Federación Española de Baloncesto durante muchos años -estuvo en dos etapas-, fallecido en los primeros días de septiembre del 2008. En la foto, entrega un recuerdo del partido entre veteranas a Picuca Martínez. Desde estas páginas, nuestro homenaje cariñoso al recordado presidente, que tantas horas de su vida dedicó al baloncesto.


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El otro día me contaba Xose Leyenda una curiosa anécdota que le había pasado hace algunos años. Siendo juvenil, lo llamaron a él y a David, otro compañero, para jugar con el equipo senior un encuentro del provincial, pues al parecer se encontraba falto de gente. Llegaron a Balaídos ilusionados, aunque también nerviosos y algo asustados por el cambio de categoría. Efectivamente, a escasos minutos del comienzo sólo contaban con cuatro jugadores, incluídos ellos dos, y ya pensaban que no podrían disputar el encuentro. Además del partido perdido, con la correspondiente sanción, le darían el plantón al equipo contrario, circunstancia muy desagradable y mal vista en cualquier competición. Cuando ya daban la situación como irremediable, aparece corriendo por la puerta el quinto hombre, “el canario”, eufórico, y animando a gritos a los compañeros por el camino hacia el banquillo: “¡Vamos equipo, vamos!”, repetía con fuerza. Empieza el partido, y en cada parón, “el canario” se lanzaba sediento a por la botella. Así continuó durante todo el encuentro, ante las risas de algunos espectadores, y la desesperación de sus compañeros y del árbitro, que no sabía cómo reaccionar en aquella tesitura... La botella era de JB. Juan Raposeira, compañero actual en el C.B. Baiona, me contaba hace poco que cuando era más joven, había tenido un entrenador que ponía semáforos en la cancha. Me quedé mirando para él con gesto perplejo... Yo no había oído en toda mi vida semejante cosa... Por eso, que mi sentencia del comienzo, “... que lo había visto todo...”, no podía ser otra cosa más que una mamarrachada absoluta. El baloncesto seguía siendo una fuente inagotable de sorpresas. En mis 56 años de actividad no me había enterado aún de que se podían poner semáforos en la pista. “¿Semáforos, Juan?”. “¡Sí, sí! Entendiste bien. Yo tenía un semáforo en rojo, no podía tirar a cesto... En verde lo tenían otros compañeros...” Si lo hubiese sabido, le habría puesto un semáforo en rojo en mitad de la cancha a todos mis equipos rivales... ”¡Qué pena no enterarme antes!”


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Hace un par de años, llamaron a la puerta de la oficina del C.B. Baiona. Manuel Bouzas, el presidente, contestó: “Adelante”. Se presenta un muchachote de raza negra, con buen aspecto, sonriente, y le dice que quiere jugar al baloncesto. Manuel se apresta a registrar sus datos en el ordenador.

Mayo, 2008. Jordan con sus compañeros del C.B. Baiona Junior en el calentamiento previo a la final de la Copa Galicia celebrada en Carballo (A Coruña) A su izquierda Favi, y a su derecha, Germán, Jesús y Keltoi.

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¿Nombre? Jordan... Sí, sí, muy bien... y yo, Magic Jhonson -le interrumpe el presidente. ... Jordan Matos Reyes.

… Y yo, que cuando lo veía en la cancha con el JORDAN en la camiseta, siempre pensé que era un apodo de sus compañeros… ¡¡y ese es su verdadero nombre!!


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Mi sobrino Miguel era un auténtico “crack” del minibasket... pero aquella mañana de sábado me falló estrepitosamente. En el Colegio de la Enseñanza se batía su equipo, el Salesianos, contra el Compañía de María. Al principio, el partido marchaba igualado, después un poco a favor del Compañía, y al comienzo del último cuarto, el Salesianos perdía por 18 puntos. Una diferencia que parecía insalvable, considerando además, que ya habían expulsado por personales a sus mejores jugadores, y tan sólo quedaba Miguel de entre los titulares... Por añadidura, sus compañeros de cuarto apenas sabían sacar de banda. Hizo un último cuarto épico, prodigioso, de esos para conservar en el recuerdo toda la vida -yo al menos lo tengo muy claro en mi memoria... y no digamos sus padres-. Se echó el equipo a sus espaldas, animó, defendió, cogió rebotes, recuperó balones, y anotó l7 puntos, casi todos en rápidos contraataques. Acabaron ganando 33-34. Pero me falló en algo puntual. La jugada la tengo en la cabeza con claridad… ¡Qué pena! Miguel coge un rebote debajo del aro, y sale raudo al contraataque salvando la presión de cuanto enemigo se le pone por delante. Atraviesa el medio campo, se acerca a la canasta, se dispone a dar los dos pasos de rigor… y ¡de pronto!... se para, y tira furioso el balón contra la pared del fondo… Había perdido la bota de su pie izquierdo, mejor dicho, se la quitaron de un pisotón en el forcejeo, y se quedó atrás en su campo, bajo el aro. Se fue a buscarla enfurecido, y con ello, perdí la ocasión de contemplar a un jugador metiendo descalzo una canasta de aro a aro. “Oportunidad perdida. ¿Llegaré a verlo algún día? Seguro que no…”


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Temporada 2007/08 Miguel Rey MallĂŠn, jugador infantil del Club Vigo.


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Hace unos años jugaba en el Rodaballo un muchachote vasco, Joseba, que haciendo honor a los de su tierra, era gran aficionado al buen comer y mejor beber. Aquel sábado había recibido la visita de su familia, comieron juntos en un conocido restaurante, lo celebraron a satisfacción, y a las seis, teníamos partido en Redondela. Como era su costumbre, llegó un poco justo de tiempo, y se fue a mudar apresurado al vestuario, situado en el fondo del Pabellón del Instituto donde jugábamos. El campo tenía una red protectora por detrás de las porterías de balonmano, algo habitual en muchos pabellones. Suelen estar ancladas en el suelo, pero en este caso, colgaban simplemente hasta abajo sin ninguna sujeción. “El vasco” se mudó con rapidez, salió apurado del vestuario, y al toparse con la red, en lugar de bordearla, pretendió atravesarla por el centro. No se sabe bien si la comida le había dejado algo de neblina en la visión, o fue un vulgar despiste. El caso es que “el vasco”, al intentar separarla, lo único que consiguió fue que la red lo rodeara, se enganchara a ella con la bolsa que llevaba en la mano, y por más aspavientos que hacía para liberarse, cada vez estaba más enredado, y nunca mejor dicho. La situación se agravaba por momentos, y las maldiciones de Joseba, que empezaron a multiplicarse y a subir de tono, alertaron a los jugadores contrarios y a los “rodaballos”, que hubieron de prestarle asistencia urgente para sacarlo del enredo. Faltó poco para llamar a los Bomberos y a Protección Civil. Salvada la peligrosa situación, el partido se detuvo. No se podía continuar a causa de las incontenibles risas de todos los presentes. Al cabo de un buen rato se reinició, y aún así, entre canasta y canasta, a más de uno le volvía el ataque de risa, sobre todo, al ver a Joseba en el banquillo, o sólo con oírle en alguno de sus comentarios. Ya no digamos cuando hubo cambio, y entró en el campo de juego... “Como te muevas demasiado, te llevo a la red de nuevo...”, le decía su marcador provocando todavía más risas... En este inusual estado anímico, el tanteo resultó más bien bajo. El contagio de las carcajadas anuló la precisión de los lanzamientos. No sería una mala táctica para emplear por sorpresa en


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algún partido decisivo... un CD con chistes de “Martes y Trece”... las empanadillas de Engracia... Y es que Joseba, “el vasco”, había quedado más enganchado en la red que un vulgar peixe-sapo.

Club Rodaballo. Subcampeón Liga Local 2002/03.

Es muy habitual en los aficionados hacer comparaciones entre el deporte femenino y masculino. Pero esto sólo ocurre cuando la parte femenina goza de un nivel extraordinario, ya que se da por hecho que el hombre es muy superior a la mujer en el campo deportivo por cuestiones físicas, y de ahí, su separación en las competiciones. En la temporada 1973-74, el Real Club Celta Femenino alcanzó el subcampeonato de Liga, empatado a puntos con el campeón, el C.D. Mataró. Se firmó una brillante campaña. La hinchada, cada vez más numerosa, vibró con el equipo. Vigo contó con sus primeras internacionales, y se respiraba en la ciudad un clima de inmenso entusiasmo con las célticas. Estaban de moda... Entrando en las comparaciones de rigor que mencionaba, me decían algunos hinchas apasionados que el Celta Femenino le ganaría a cualquier equipo masculino de la ciudad. Yo les respondía que no, que sería imposible, pero los aficionados se lo tomaban como una falsa modestia por mi parte. En ese momento, un mes después de finalizada la Liga Nacional de 1ª División, se celebraba en Vigo el Campeonato de Europa Junior Femenino. La selección, entrenada por Solá, coach del Mataró, llegó varias semanas antes a la ciudad para prepararse


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concienzudamente. Teníamos dos célticas en el equipo español, Ángeles Liboreiro y Susana García. España realizó un magnífico papel, y se clasificó a mitad de tabla entre las doce selecciones participantes. En aquel momento, éramos de los países de cola en el baloncesto femenino europeo, y por lo tanto, se consideró como resultado excelente. Éxito total, y destacada actuación de las célticas. Pues bien, una semana después de la llegada a Vigo de la selección, el entrenador nacional, José María Solá, me dice: “Luis, reúne un equipo masculino para jugar un partido de entrenamiento. El próximo jueves, a las siete.” Aclaro, para quién no lo sepa, que los equipos y deportistas femeninos de alto nivel se ven obligados, a menudo, a entrenar con los masculinos, ya que en la propia zona no suelen existir rivales que den la talla necesaria. Con el Celta, también lo hacíamos. Cuando llegamos al Pabellón el día del partido, los directivos del Celta, algunos aficionados, gente que seguía los entrenamientos de la selección... nos miraron con la sonrisa en la boca, y nos comentaron con ironía: “¿Vais a jugar contra las chavalas? ¡Os van a meter una “pana”...!” En esto aparece Solá, y me aclara: “Luis, vamos a jugar cuatro tiempos de quince minutos.” Al oírlo, los aficionados le dicen al seleccionador: “¿Cuatro tiempos? Éstos no pasan del tercero.” Yo me reía por dentro, sabía de sobra lo que había. “Bueno, eso ya se verá”, respondí amenazante. Más recochineo ante mi respuesta. Nuestro equipo lo formábamos los entrenadores del club, Vicente Rodríguez, Paco Martínez y yo -retirados los tres del baloncesto activo-, Antonio Nieto, marido de la jugadora céltica Maribel Lorenzo, un jugador del Ademar, Armando, y tres o cuatro amigos de poca relevancia en el baloncesto local. Silenciamos de inmediato el choteo inicial de los presentes, y ganamos por amplia diferencia, más o menos 85-45. Yo esperaba algo parecido, pero aún guardaba ciertas dudas debido a nuestra nula preparación, y a la excelente puesta a punto de las chicas.


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En los días siguientes, el seleccionador y toda su camarilla de seguidores justificaron la derrota comentando que había sido el primer partido que jugaban juntas, que aún no se compenetraban bien, que no conocían los sistemas... “Luis, mañana repetimos el partido. A la misma hora.”, me emplaza Solá el miércoles anterior al segundo partido. Les ganamos por más diferencia todavía, como 95-50. Antes de finalizar el tercer tiempo, me dice el seleccionador, compungido: “Al acabar este tiempo, lo dejamos.” Como ya faltaban pocos minutos, hicimos el cambio de los tres del banco por tres del campo, y a éstos, los mandamos a duchar. Termina el tiempo y el partido... y en estas se acerca Solá, más animado, y me dice: “Luis, con este equipo que tenéis ahora, jugamos el cuarto tiempo.” “¡Ah! Muy bien.”, respondí. Se habían ido al vestuario los jugadores altos, y en el campo sólo quedábamos los bajos. Les metimos más “chosca” que en todos los tiempos anteriores, algo así como un parcial de 30-10. No nos volvieron a llamar, pero después, seguramente gracias a nosotros, rindieron a un gran nivel en el torneo. En definitiva, que en el deporte, aunque sea sólo por la diferencia física, un hombre es un hombre. Pero de vez en cuando hay que ponerlo en claro.

Susana García, en el centro, con la Selección Nacional. A su izquierda, Marisol Paíno y Neus Bartrán. A su derecha, Conchita Jiménez y Ángeles Liboreiro.


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En la fotografía que inspira estas líneas -página siguientese puede ver el legendario Campo de Granada en un partido Estudiantes-Álvarez de máxima rivalidad local. Década de los sesenta. La aparición repentina en el baloncesto vigués del Club Manuel Álvarez desestabilizó por completo la situación. La imponente fuerza de la empresa de Cabral -cerrada por quiebra hace años-, dotó a su flamante equipo de unas posibilidades económicas contra las que no podían luchar de ninguna forma las modestas arcas del C.D. Bosco y del Club Estudiantes, que bastante hacían con subsistir. Por primera vez en nuestra ciudad, se empezaría a pagar a los jugadores, y como los tres patacos que les ofrecían en aquel comienzo eran mucho comparados con nada, el Álvarez se llevó de ambos clubs a la mayoría de los que pretendió. De entrada, ya empezaba por ganarse todas las antipatías de los clubes rivales, incluidas, por supuesto, las de sus respectivas aficiones. Además de los jugadores locales “robados” -ese era el sentir- a golpe de talonario, el Álvarez conseguiría traer a dos formidables promesas procedentes del Club Estudiantes de Madrid, Pedro Montilla y Chiky Fuentes. Fueron los dos primeros jugadores foráneos llegados a Vigo para jugar al basket. Formada la revolución en Vigo con el nacimiento de un tercero en discordia, que debutaba con “malos modales”, se rompía la armonía del baloncesto puro que hasta ese momento existía en la ciudad. Los ideales, el orgullo de defender unos colores, la sana lucha deportiva, el honor del club, el esfuerzo a partir de los propios medios, el fervor de sus aficiones, el trabajo sin pausa con la cantera... eran valores y sentimientos que, tristemente, se empezarían a diluir... En la foto, se puede comprobar el formidable aspecto que rodeaba estos partidos de rivalidad. La madura afición estudiantil se encontraba ahora en el otro frente con la reciente hinchada del Álvarez, salida de los más de mil trabajadores de la empresa. Las citas de aquellos eventos solían ser a las doce de la mañana del domingo, en horario estelar. En la cancha se aprecia la presencia de jugadores importantes de la época. El Club Estudiantes jugaba con camiseta blan-


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ca y pantalón rojo -los colores de Vigo-; con equipaje enteramente azul, el Club Manuel Álvarez. En la secuencia del juego, se ve con el balón, tratando de finalizar un contraataque, al madrileño Montilla, al que estoy marcando yo -Rey Lama para la afición-; a la derecha, Jorge Domínguez e Isidro Gallego -“robado” a nuestro equipo-; más atrás a la izquierda, Romero Bello y José Luis -“robado” al Bosco-; al fondo por la izquierda, Gustavo –ex Ademar- y Rafa Tapias; y al fondo por la derecha, Mimoun -marroquí procedente del Estudiantes de Madrid-, y Severo Iglesias. El árbitro único, el Sr. Ramos.

Las aficiones, situadas a pie de campo y alrededor. Como se puede observar, los espectadores de primera fila, cómodamente sentados en el banco que rodeaba la pista. Las sábanas de las que hablé en páginas anteriores, aparecen por detrás del público, invitando al personal a pasar por taquilla. ¿El resultado? Ni lo sé. En partidos de aquel calibre podía ganar cualquiera de los dos. El que sí ganaba, seguro, era el baloncesto.


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El escenario, la escena, la imagen de todos sus personajes concentrados en el juego, las ilusiones que trasmite la foto, la emoción contenida de la gente... me producen, desde la larga distancia de cuarenta años, un profundo respeto. Me siento orgulloso y afortunado de haberlo vivido como protagonista.

Los Maristas, años sesenta. José Carlos Freijeiro recogiendo un rebote en un Ademar-Bosco en lucha con Carlos Pomar.

José Carlos Freijeiro, un par de años después, sería el impulsor principal, junto a José Luis Rodríguez, del Club Manuel Álvarez. Había jugado en el Areosa, Estudiantes y Bosco, y en ese papel de co-fundador, jugador y entrenador, Freijeiro acabó acaparando las antipatías del baloncesto vigués. El carácter desestabilizador del nuevo equipo, fichándole jugadores a todos los clubs de la ciudad con las primeras ofertas dinerarias, motivó ese sentir generalizado.


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Joaquín García Picher resultó ser el hombre más determinante en el devenir de la historia estudiantil. Fundador, jugador destacado, entrenador, cerebro del Club Estudiantes de Baloncesto dentro y fuera de la cancha, técnico accidental del equipo masculino y femenino en ausencia de los titulares, dirigente corajudo y decidido... Lo fue todo en el Club Estudiantes, aunque sus períodos de dedicación nunca fueran demasiado largos por causas diversas. Sus estudios, sus relevantes puestos en las empresas donde trabajó, su profesorado en la Escuela de Comercio... y más tarde, la Alcaldía de la ciudad, le impidieron estar a pie de pista en tantas ocasiones como a buen seguro le hubiese gustado... Pero en la sombra, nunca dejó de vigilar, de dirigir con su sabio consejo, la marcha del Club Estudiantes, y más tarde, después del cambio, la del Real Club Celta de Baloncesto. En su etapa como directivo céltico -de fútbol-, había conseguido con su influencia la conversión del Club Estudiantes de Baloncesto en Real Club Celta, y de esta manera, bajo la protección económica celeste, se logró superar las penurias permanentes que asolaban a los estudiantiles. La resolución a estos problemas, al parecer, agradó a la directiva estudiantil, incapaz de resolver un futuro cada vez más exigente. Y es que, con el equipo femenino en División de Honor viajando por toda España, y el masculino en Segunda Nacional por una cuarta parte del país y con aspiraciones al ascenso, la situación se hacía insostenible, a pesar del absoluto amateurismo de sus componentes. La aventura del cambio propiciada por García Picher, no resultó positiva a corto plazo en lo que se refiere al equipo masculino. Cinco temporadas más tarde, desaparecería. El club no quiso -ni pudo- entrar en el juego de pagar altas fichas a jugadores. El Real Club Celta Femenino, en cambio, entró con firmeza en una dinámica de éxitos, que ya lo colocaría en primer plano del baloncesto nacional hasta hoy en día, 2008. A sus clasificaciones destacadas en Liga y Copa, se sumaban los debuts internacionales de muchas de sus jugadoras: María


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del Carmen Martínez, Maribel Lorenzo, Carmen Fraile, Ángeles Liboreiro, Susana García... Joaquín García Picher, alcalde de Vigo en esa época, continuó como vigilante permanente de las féminas célticas, ayudando cuanto pudo, y dando siempre su ánimo entusiasta y su consejo valioso a dirigentes, técnicos y jugadoras. Las fotografías que vemos en páginas sucesivas, año 1974, corresponden a una recepción en el antiguo Ayuntamiento de Vigo de la Plaza de la Constitución. Como Alcalde de la ciudad, ofrecía un vino español a los equipos del Basket Düsseldorf y del Real Club Celta, con motivo de la eliminatoria de la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”, que se celebraba en nuestra ciudad.

Siempre atento y cariñoso con las célticas, las recibía encantado cuando lo aconsejaba el rigor del protocolo… o si no, buscándose algún pretexto para ello.


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Ayuntamiento de Vigo, 1974. Vino español servido en la recepción ofrecida por el alcalde. Jugadoras alemanas, su entrenador, Picuca y el directivo céltico, Ismael Pérez Izaguirre.

El alcalde Joaquín García Picher, conversando con Rey Lama.


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¡Vaya documento histórico! La excelente foto que vemos a continuación, resume el baloncesto de la década de los cincuenta. Yo, por entonces, tendría unos doce años, más o menos, y era seguidor del Bosco, de los que iban por todo Vigo detrás de su equipo, jugara dónde jugara.

Escenario, el mítico Campo de Taboada Leal del Club Deportivo Bosco. El decorado, a punto para la puesta en escena: sus canastas artesanales de madera, su piso de tierra bien cuidado, la valla blanca limitando el terreno de juego, las casas de fondo, que aún hoy existen, sus vecinos dispuestos para presenciar el partido desde ventanas y balcones, una bandera de España colgada de un árbol para resaltar el evento, la fiel afición conversando en grupos a la espera del comienzo... y entre ella, mi hermano Gonzalo y yo. ¿El equipo? Un lujazo de la época. Buena presencia, elegante chándal -color marino-, botines de lona negra -marca Eya-, nombre y números bordados en blanco, dos balones de cuero -cosidos a mano-... y posado perfecto de sus componentes para las cámaras fotográficas... Se nota que allí había muchas tablas. ¿Por qué un lujazo?... ¿Por su indumentaria?... También, pues hay que aceptar que la foto del C.D. Bosco de los años cin-


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cuenta podría ser publicada hoy en día en la prensa como la de cualquier equipo actual. Su discreta clase salta a la vista, a pesar del medio siglo que ha pasado, hasta incluso con mucha mejor imagen que la que ofrecen bastantes equipos de hoy en día... ¡Y no exagero! Lo del lujazo lo decía por sus jugadores. En el grupo están los mejores, las máximas figuras del baloncesto vigués de los años cincuenta, los divinos... No creo que falte ninguno... Tomaban el relevo a la generación de los cuarenta, la de los Cardeñoso, Lamas, Lopo, Ferrón, Valentín, Mallén, “Salvito”... los divos de entonces. Por eso pienso que el C.D. Bosco de la foto, año 1951, debe estar reforzado por jugadores del Club Estudiantes, y tal vez, por alguno del Club Areosa –ex alumnos maristas-. De píe: Cándido Gil, “Pichicho” Giráldez -fundador y jugador del Club Estudiantes-, Boliche -mi ídolo bosquista en la niñez-, Mito, Álvarez y Benito Lorenzo -del Club Estudiantes. Agachados: Julio Castro -jugador y futuro entrenador del Estudiantes-, Alonso -también del Estudiantes-, Cabaleiro, Rolán mi otro icono del Bosco-, y Barros. Después de posar para la foto, partido de emoción, brillantez, entrega… y con esta plantilla, seguro que victoria. Se iba a jugar... Poca variación se ve en la Selección de Vigo de la instantánea siguiente. Era un año más tarde, l952, y el mismo escenario, el campo de Taboada Leal. Hay ausencias y novedades en el grupo, pero igual que en el seleccionado anterior, están presentes las estrellas de la época. Los recuerdo a todos con claridad, aunque a unos más que a otros, porque “Pichicho” Giráldez y los hermanos Castro, por mencionar a algunos, se ausentaron pronto de nuestra ciudad.


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Agosto de 1952. Selección de Vigo. De pie: Mito Martínez, Boliche, Pepín Castro, “Pichicho” Giráldez y Rolán. Agachados: García Pîcher, Julio Castro, Totó Castro y Chércoles.

En la página siguiente observamos una bonita escena de un clásico Bosco-Estudiantes disputado en el Campo de Taboada Leal. En la lucha por el rebote, los estudiantiles Ángel Román (4) y Carlos Cerdeira -camiseta blanca- se pelean con fuerza por el balón con el bosquista Álvarez (8). Por un lateral asoma la figura atenta del Sr. Cancelas, el controvertido árbitro vigués, que parece controlar la situación. Estamos a finales de los años cincuenta, y las vallas que rodean al campo ya no son tan rudimentarias como las que aparecen en las imágenes anteriores. Sobre los estéticos barrotes de madera blanca se ven los primeros anuncios publicitarios. El campo, como en todos los derbys, registra un lleno completo. En esa mañana de domingo -por entonces el momento estelar de los partidos- lucía un sol esplendoroso, circunstancia que no siempre se daba.


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VII. La Recopa “Liliana Ronchetti”

Después del ascenso meteórico del Club Estudiantes Femenino a 1ª División, y su consolidación en esta categoría, mis deberes como jugador me obligaron -muy a mi pesar- a dejar el banquillo de las chicas. Concluí esta primera etapa a mediados de la temporada 1965-66, y retomé el equipo, ya con el nombre del Real Club Celta, a mitad de la Liga 1972-73. De la plantilla del ascenso continuaban María del Carmen Veiga, Maribel Lorenzo, Picuca Martínez y Amparo Dios. Ahora, el reto no era otro que salir de la mediocridad, y ascender a los primeros puestos de la máxima categoría nacional. Pronto se conseguiría, de hecho, al primer intento. Finalizamos terceros esa temporada, y subcampeones a la siguiente, 73-74. A partir de ese despunte de calidad, el Real Club Celta quedó encuadrado -hasta hoy- entre los mejores equipos femeninos del país, ganando títulos de Liga y Copa, Campeonatos Juniors, y aportando a la Selección Nacional un gran número de jugadoras. En 1971, Mª del Carmen Martínez sería la primera internacional viguesa de una Selección Nacional, que al mando efímero de Lluis -legendario base del Joventut y Real Madrid-, daba los primeros pasos en su incipiente andadura internacional. Afianzado el equipo en la Liga, el sueño europeo empezó a rondar en mi cabeza con insistencia. En aquel tiempo, mi mente calenturienta de entrenador ambicioso no cesaba de plantearse nuevos objetivos. En este mismo instante, al recordarlo, me digo pesaroso: “Luis, se nota que vas a menos. Ahora, en 2008, sólo aspiras a tener cinco jugadoras para poder celebrar el encuentro...” Recapacito ante tamaña acusación, y me justifico lleno de argumentos:


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“Pues es un mérito como otro cualquiera. La calidad hay que demostrarla en las situaciones más adversas. No todo en el baloncesto es ganar medallas y trofeos, también hay que saber asumir otros “roles” menores, y se puede, de la misma forma que para grandes objetivos, crear la ilusión de salir de la miseria...” Al final de la temporada, el subcampeonato nos otorgó el derecho a participar en la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”, de reciente creación, junto al Creff de Madrid y a la Tabacalera de La Coruña, tercero y cuarto respectivamente. Por primera vez, un equipo gallego, junto al club coruñés, disputaba un torneo europeo. La eliminatoria inicial se disputaba por proximidad geográfica, tratando así de evitar gastos a un baloncesto femenino, que, en esa época, no andaba precisamente muy boyante de recursos económicos. Parece ser que ahora, cerca de cuarenta años después, 2008, las cosas han cambiado de forma espectacular, aunque haya equipos, como el Real Club Celta hace cinco años, que se vean obligados a renunciar a Europa por su elevado presupuesto. Pero es que actualmente, también deben asumir el alto costo de la plantilla, siempre con varias extranjeras en sus filas. En la década de los setenta, nadie cobraba una sola peseta por jugar, ni la mayoría de los entrenadores percibían cantidad alguna por su labor, yo al menos nunca lo hice. En la ronda del debut nos enfrentamos al representante portugués, el Club Philips de Lisboa. En la siguiente página, la foto deja para la historia el documento de la primera expedición céltica a una competición europea. De píe: Virginia Barros, Elena Sarmiento -delegada-, María del Carmen Veiga, Picuca Martínez, Jaime Gómez -presidente de la sección-, Antonio Vázquez -presidente del R.C. Celta-, Alvite -directivo del R.C. Celta-, Ismael Pérez Izaguirre -directivo de la sección-, Agustín García Maldonado -delegado-, y Rey Lama el entrenador. Agachadas: Susana García, Ángeles Liboreiro, Maribel Lorenzo, Carmen Fraile, Amparo Dios y Aurora.


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El punto de encuentro para la salida fue el “Basket Bar”, en la Calle Doctor Cadaval. Como las carreteras no eran lo que son en la actualidad, el viaje se programó en dos tramos: VigoOporto, en coche, y Oporto-Lisboa, en avión.

El partido con el Club Philips lo resolvimos desde el primer momento con total autoridad, sin que hubiera nada reseñable que destacar. El bautismo europeo -también para las lusas-, había resultado satisfactorio, y la diferencia sustancial obtenida en Lisboa otorgaba absoluta tranquilidad para el encuentro de vuelta. Después de la confrontación, los portugueses -siguiendo el ceremonial acostumbrado en estos lances- nos invitaron a cenar en un típico restaurante de fados. La velada resultó entrañable, y al son de la melancólica música portuguesa, concluía la histórica, inolvidable y exitosa jornada del bautizo europeo del Real Club Celta. El partido de vuelta, celebrado en el Frontón Municipal con lleno absoluto, no tuvo demasiada historia. Victoria clara y superioridad manifiesta de las célticas desde el primer minuto de juego.


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En una de las fotografías de la contienda, Maribel Lorenzo disputa un rebote a las portuguesas. En la otra, en un tiempo muerto, me dirijo a Susana García, María del Carmen Veiga, Maribel Lorenzo, Ángeles Liboreiro -de espaldas- y Picuca Martínez. Detrás, en la mesa de anotadores, un personaje muy querido del baloncesto vigués de entonces, Jacinto Cruz, amigo y admirador entrañable de nuestro equipo. Luego, nos tocaron en suerte las alemanas del Düsseldorf, B.C., que de acuerdo con nuestra directiva -para ahorrar gastos-, solicitaron celebrar los dos partidos de la eliminatoria en nuestra ciudad. Triunfos trabajados del R.C. Celta en ambos encuentros, con diferencias cortas, y jugados a mitad de semana, el miércoles y el jueves.

Pabellón de las Traviesas, 1974. R.C. Calta- Düsseldorf B.C. Eliminatoria de la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”. Se puede comprobar el excelente ambiente que hubo en las gradas del pabellón. En la jugada, Picuca culmina un contraataque, seguida de su compañera Ángeles Liboreiro, y de dos alemanas.


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Real Club Celta y Basket Düsseldorf al finalizar la eliminatoria.

En tercera ronda nos correspondieron las yugoslavas del Estrella Roja de Belgrado. Resultó una experiencia imborrable, que puso fin a nuestra primera participación en competición europea Partido de ida en Yugoslavia. A la mañana siguiente de nuestra llegada a Belgrado, solicitamos campo para hacer una suave sesión de física y tiro. El entrenador contrario nos recogió en el hotel, y nos llevó a un imponente Centro Deportivo, con varias canchas de entrenamiento -sin gradas-, una formidable piscina cubierta, y un enorme gimnasio, lleno de máquinas, espalderas, bicicletas estáticas, aparatos de remo, pesas... Nunca habíamos visto un gimnasio así. El entrenador balcánico me explicó que su equipo no salía de allí en el primer mes de pretemporada, si acaso un par de veces a la semana para acudir a la piscina. Entrenaban todos los días y descansaban el domingo.


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Nos quedamos asombrados. En el año 1974, yo no sabía de ningún club en España de cualquier deporte de equipo que tuviese una preparación de ese nivel e intensidad. Es más, en aquel momento parecía impensable que los deportistas españoles estuviesen dispuestos a someterse a semejante preparación. Los yugoslavos, por lo que vimos, ya la hacían... y así les iba. El Sverna Zerna -Estrella Roja en su idioma- nos ganó con absoluta claridad, y dejó resuelta la eliminatoria. El partido no tuvo historia.

Temporada 1974/75 Presentación de los equipos en el partido de Recopa de Europa entre el Real Club Celta y el Estrella Roja de Belgrado. Maribel Lorenzo, Carmen Fraile, Ángeles Liboreiro, María del Carmen Veiga, Aurora, Anun, Susana García, Virginia Barros, Picuca Martínez y Amparo Dios.


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Quienes sí tuvieron historia fueron Antonio Vázquez, el presidente del Real Club Celta, Jaime Gómez, el delegado de la sección, y el resto de la comitiva de acompañantes. Mientras entrenábamos, quisieron tomar unos vinos de aperitivo, y por más que buscaron por las calles de Belgrado, no consiguieron encontrar un sólo bar. Hasta fueron detrás de un borracho, por ver si los guiaba... y nada. ¿Dónde se habría emborrachado aquel hombre? En el partido de vuelta, la mencionada superioridad yugoslava ya no fue apabullante, entre otros motivos, por la ausencia de su mejor anotadora y jugadora estrella. Según los rumores, no le permitieron viajar con su equipo por temor a que pidiera asilo político en España. En aquellos tiempos, los deportistas destacados de los países “tras el telón” eran muy vigilados para evitar la citada circunstancia. Resumiendo: después de un encuentro vibrante y disputado, se impuso el Estrella Roja por una corta ventaja, 71-74.

“Cinco inicial” del Estrella Roja de Belgrado y del R.C. Celta. Por las viguesas, Carmen Fraile y Maribel Lorenzo, de pie, y Amparo Dios, Picuca Martínez y Mª del Carmen Veiga, agachadas.


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El entrenador yugoslavo tuvo una terrible bronca con sus jugadoras al término del partido. Después de la cena de ritual en el Hotel Samil, se les invitó al Nova Olimpia, y recuerdo que al poco de llegar a la Sala de Fiestas, les ordenó retirarse a su hotel, me temo, que como castigo. Por cierto, las balcánicas arrasaron con las neveras de sus habitaciones. Las dejaron completamente vacías, no dejaron ni una sola botella. Hasta aquí no habría problema, pero el caso es que la estancia en el hotel del Estrella Roja era a cargo del equipo vigués, aunque no el consumo de las bebidas de los frigoríficos. Se fueron sin pagarlas, y el costo, para el Celta, suponía un gasto adicional demasiado elevado… Parece ser que la Embajada de Yugoslavia en Madrid se hizo cargo de los “extras”… También recuerdo la preocupación excesiva de los directivos del fútbol por nuestras jugadoras en el Nova Olimpia. “Ya es muy tarde, Luis. Las chicas tienen que irse.”, me achuchaban. “El domingo viene el Mataró.”, me recordaba Luis Fernández Castro y alguno más. “Aún es jueves -les dije-. Tienen tiempo de sobra para descansar.” Yo sabía que ya lo estaban haciendo en la Sala de Fiestas, porque la tensión competitiva también hay que saber echarla fuera. El domingo, a las doce, el Real Club Celta vencía por primera vez, y con claridad, al Ignis-Mataró, vigente Campeón de Liga y repleto de internacionales. Su entrenador José María Solá ejercía también como seleccionador nacional, y a partir de este encuentro, empezaría a convocar a jugadoras célticas para el combinado español.

Luis Fernández Castro, directivo del Celta.


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Pabell贸n de las Traviesas, temporada 1973/74 Picuca Mart铆nez en el partido de Liga, Celta-Ignis Matar贸, finalizando una entrada a canasta. A su lado las internacionales catalanas Carmen Famadas (4) y Nuria Rosell (7). Venci贸 el Celta por 52-45.


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VIII. Los maestros del amor

El baloncesto es como una diosa del amor, que va enamorando insaciable a todo aquel que se cruza en su camino. Niños, jóvenes, adultos, mayores, ancianos... rubios y morenos, gordos y flacos, altos y bajos... “¡Perdón! A los muy bajos, salvo contadas excepciones, no los quiere demasiado”... padres y madres que van con sus hijos, hermanos, primos, tíos, abuelos... aficionados animosos, exigentes, alegres, apasionados, “arma-bullas”... entendidos, pretensiosos... Conocí a unos padres que, en los primeros días, leían la prensa en la grada mientras su hijo se iniciaba en el baloncesto: “¡Vaya rollo!”, comentaban con sus allegados. Al poco tiempo, hacían un par de agujeros en el periódico para espiar los progresos del chaval; más tarde, posaban el diario en el regazo para no perderse un detalle... Un día el entrenador les dijo que el niño tenía condiciones... Hoy van con corneta a los partidos... hasta con pancarta en las jornadas estelares... e incluso llegan a aconsejar al coach en los cambios... ¡Es el misterioso embrujo del basket! Pero de entre tantos enamorados como seduce, los amantes preferidos de la “Diosa Canasta” somos los entrenadores. Ella percibe, y por eso nos adora, que al mismo tiempo que la amamos con pasión en cada instante, iniciamos también a los neófitos en el arte de entenderla y amarla. Les enseñamos a botar, a pasar, a defender, a atacar, ¡a encestar!... Les inculcamos el arte amatorio del basket. Somos los maestros del amor. Nuestras relaciones amorosas con la “Divina Musa” son tan prolíferas, tan impredecibles, tan irregulares... que se pueden manifestar de cuantas formas y maneras logre la fantasía imaginar: apasionadas o lánguidas, programadas o espontáneas, tan dulces ahora como violentas más tarde, para reír o para llorar, esplén-


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didas a veces y nefastas otras, ruidosas o discretas, cariñosas o agresivas, anónimas en muchas ocasiones y en primera plana en unas pocas, para olvidar algunas y para recordar eternamente otras, las hay que envejecen por el desastre, y también las que te hacen más joven con el triunfo... ¡Qué locura! ¡El gran teatro del basket!... Es el hechizo seductor de la canasta y el balón... Yo sé de un entrenador que decía que cada cana de su cabellera -totalmente blanca-, era producto de un contraataque fallido de su equipo. Y yo deducía para mis adentros: “A tenor de la cantidad de pelo blanco que luce, sus jugadores no debieron meter ni un sólo contraataque a lo largo y ancho de su vida en los banquillos.” Me contaba una amiga, que siendo novios ella y su actual marido, él entrenaba a un equipo de chicas, y que a ella, “aquello de la palmadita en el culo para animarlas, no le convencía demasiado.” Dejó la palmadita, y ahora entrena sólo a hombres... sin palmadita, por supuesto... hasta podría parecer sospechoso. Conocí a un entrenador de Lugo -a mitad del siglo pasadoque además, hacía la crónica de su partido en el diario “El Progreso”. “La Lucense empezó dominando el encuentro, y se adelantó en el marcador por 0-2, 2-4, 2-6... Después tuvo mala suerte, el balón no quiso entrar, y la Bazán acabó venciendo por 83-20, tras un partido muy igualado...” Sé de un entrenador en Vigo que le reza a Dios cada mañana para que aumente las horas del día, y disponer así de más tiempo para entrenar. No me gusta decir su nombre... Hay otro en Baiona al que le gustaría tener mayor potencia de voz para poder gritarle aún más alto a sus jugadores. No recuerdo ahora cómo se llama... ¡Por cierto! A ninguno de estos dos entrenadores les entiendo absolutamente nada cuando se dirigen a sus jugadores en


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los entrenamientos. Yo pienso: “Y ellos, ¿le entenderán algo?... ” Pues parece que sí, porque sus equipos juegan de maravilla... ¿Pero quién sabe?... a lo mejor es precisamente por eso, por no entenderles nada. Me contaban los hermanos Vilas, memorables directivos del Club Estudiantes, que Joaquín García Picher, en su etapa de entrenador del equipo, le pegaba un par de bofetadas a su jugador Severo Iglesias en los tiempos muertos... tan sólo para espabilarlo un poco.

Campo del Jardín Park, temporada 1957/58 Carlos Cerdeira y Severo Iglesias reciben instrucciones en un tiempo muerto de su entrenador, Joaquín García Picher.

¡Qué cantidad y variedad de métodos de entrenamiento existen! Picuca Martínez, mi querida compañera, tuvo un entrenador en el Real Club Celta -debutaba con féminas-, que cuando se cansaban un poco, las mandaba con mimo a descansar a la grada. Faltó muy poco para que un día se reunieran todas en “la grada del descanso”... y ya de paso, tomar un té con pastas... y ya luego, seguir con el entrenamiento… o no.


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¡Y cómo se expresan algunos! El otro día en Baiona, expulsaron al entrenador visitante por protestarle a los árbitros -yo creo que con razón-, y le hicieron abandonar el banquillo. Se fue al pasillo de los vestuarios, e hizo de Ronaldinho: las tremendas patadas a puertas y armarios se oían en las gradas más lejanas... Mi eterno entrenador, Julio Castro, nos decía cuando le teníamos miedo al rival... y sobre todo, a su “peligrosa” cancha: “¡Tranquilos, que aquí no se comen a nadie! Los leones aún están en la selva.” Es que los jugadores se asustan mucho... y nosotros los entrenadores, aún más. A veces, tus chicos llegan nerviosos y asustados a los partidos, y alguno, para justificarse, te comenta: “Míster, es que tienen a Julio Bernárdez, a Pepe Conde, a Suso Cobián, a Moncho, Jesús, Alberto Abalde, Jenaro Vázquez, Barbará, Julio Teixeira...” “¡Paaaara! ¡Para! ¡Para! ¡Para!... En el campo sólo juegan cinco... que yo sepa.”, le contesto. Hay que engañarlos de alguna manera: psicología de banquillo.

Club Xuventude, Campeón Liga Local 2006/07. De pie: Moncho Lago, Genaro Vázquez Jesús Núñez, Julio Bernárdez, Rober y Manuel Villar. De rodillas: Boby, Suso Cobián, Pepe Conde, Ángel Barbará y Julio Teixeira.


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Por la década de los sesenta destacaba en nuestro mundillo del baloncesto un cronista, Víctor Posada, que firmaba con el pseudónimo de Enceste sus colaboraciones en el diario “Faro de Vigo”. En una ocasión, con motivo de un partido amistoso entre el Club Estudiantes y una selección de marinos de un portaaviones americano, anclado en el puerto vigués, comentó entre otras cosas al anunciarlo: “… Como los americanos son muy altos, los estudiantiles tendrán que jugar por lo bajo para contrarrestar la altura de sus rivales...” Sabio consejo. Enceste tenía unas miras del baloncesto muy avanzadas. Nunca lo supimos entender bien. “El estudiantil Pololo Cobián jugó de “pívot ambulante” ante los departamentales...”, comentaba en una ocasión. Y ahora, al verlo en la tele, ya pasados muchos años, me vino la luz: “¡Joder!-con perdón-. Esto es lo que decía Enceste, el “pívot ambulante”. Es la posición de Gasol o Garbajosa cuando salen de la zona, buscan la línea de 6,25, y anotan un triple.” ¡Qué lección nos daba ya entonces Enceste! ¡Y la desaprovechamos! Gozaba de una visión sui generis del juego. Severo Iglesias le decía a Camilo Nogueira, compañero de equipo, después del encuentro: “Vamos a facilitarle a la prensa los mejores del partido.” “¿Queréis salir destacados en el “Faro” de mañana?”, les preguntaba a los debutantes. Se arrimaban a donde estaba Enceste viendo el encuentro siguiente, y Severo comentaba en voz alta: “Oye Camilo, ¡qué bien jugó hoy Abelenda!.“Pero el mejor fue Ferrito.”, le contestaba Nogueira. Ni uno ni otro habían estado demasiado acertados, pero... “Por el Estudiantes, los mejores fueron sus defensas Abelenda y Ferro...” Los que hemos vivido su época, lo echamos mucho de menos. Todos los días “Faro de Vigo” publicaba sus crónicas certeras y originales... Los resultados, las clasificaciones, los anotadores de los partidos, la Liga de juveniles -la única categoría existente, además de la sénior-, las próximas jornadas... El entrañable Enceste era genial... un enamorado más.


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Año 1962. Severo Iglesias, en una de sus características entradas a canasta. Partido entre el Club Estudiantes y el S.E.U. de Santiago de Compostela.

Severo, mi querido compañero de equipo, era persona de mucha guasa y socarronería. Le sacaba “punta” a todo. Un día nos contaba, riéndose, que durante su permanencia en el Atlético de San Sebastián -vivió dos años en la capital donostiarra por motivos laborales-, su técnico les ponía en los entrenamientos la megafonía a todo volumen con el ruido del público a lo largo de un partido. “Para que os acostumbréis al sonido ambiental.”, nos expli-


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caba a los jugadores. “Una de las tantas locuras que hacía.”, resumía Severo. Amigo inseparable de juventud con Camilo Nogueira, formaban una pareja temible por sus bromas y comentarios.

Madrid, 1964. Camilo Nogueira y Esther González Bermello en una terraza de la Gran Vía, durante un desplazamiento del Estudiantes Femenino al Campeonato de España.

Cuando yo era jugador del Club Estudiantes, el entrenador de nuestro equipo rival, el Club Manuel Álvarez, escribió durante una temporada en el diario vigués “El Pueblo Gallego”. En su día, José Carlos Freijeiro, el mencionado técnico, me había querido fichar para su equipo por una miseria -como a todos los que se llevó de los equipos vigueses-, y ante mi negativa -recomendada por los sabios consejos de mis padres-, parece que le quedó mal el cuerpo en mi contra, y aprovechaba todas las ocasiones que se le brindaban para hacer una tendenciosa crítica de mis actuaciones.


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Ante un próximo partido de rivalidad, ya empezaba a caldear el ambiente el lunes anterior, e iniciaba la guerra de nervios con malsanos comentarios, y el juicio feroz de que Rey Lama se encontraba en muy baja forma. Nunca le dio buena suerte el mal de ojo que nos lanzaba desde la prensa. Durante aquella temporada en la que escribió en el periódico -sospecho que después prescindieron de él-, el Álvarez nunca logró derrotar al Estudiantes, y precisamente Rey Lama, anduvo siempre entre los destacados de aquellos partidos de máxima rivalidad.

José Carlos Freijeiro.

José Luis Rodríguez, compañero y rival.


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Entre los muchos defectos que tenemos los entrenadores, hay uno muy común: ir de sobrados. Cuando vamos ganando los partidos, y los jugadores nos siguen sin pestañear -si no es así, se van al banquillo-, los padres nos echan lisonjas -para que pongamos a jugar a sus hijos-, los aficionados nos aplauden -para proteger a alguien o a algo-, los directivos babean con tus triunfos -hasta que se ponga en debate de quién es el mérito-, tu mujer te empieza a odiar -porque vives en otro mundo-, los hijos no te ven más que en el banquillo... y al final de todo, eres campeón... te crees el más listo. Luego llega la segunda parte, el Sector Regional... y al poco tiempo también eres campeón gallego... Más alabanzas, más cariños, más palmaditas en la espalda, se hacen las cuentas de la lechera, se elige marca para el champán de la próxima celebración... Ahora ya te crees un Súper-Dios... y conviertes a tus jugadores en ángeles del Cielo. Sigues en el camino hacia la divinidad, y llega el Sector Zonal... ¡y entonces!... un equipo castellano te zapatea a la primera, un vasco a la segunda, y como consuelo, le ganas al andaluz en la tercera. “Cuando empezábamos a cogerle el aire a la competición, se acabó el sector. Si volviese a empezar, te digo yo que...”, manifestaba el ex-San Dios. “Santi llegó mareado del viaje; Nacho no pudo entrenar en toda la semana -lunes y martes, ya que el miércoles se viajó, y el jueves hubo el primer partido-; Pablo se puso nervioso; Tomy jugó sin recuperarse de su esguince... ¡Qué mala suerte! Nos pudo la presión.” Yo lo oigo -que también lo habré dicho mil veces en mi vida-, y medito... “Ya estamos en la letanía de siempre. Dicen que se pusieron nerviosos porque aún son muy niños... Si son cadetes, supongo que los contrarios también lo serían... Estaban muy presionados... Los rivales habrán disputado el mismo partido, no creo que pensasen que estaban en la Playa de Samil jugando una “pachanguita”... Nuestros mejores jugadores no llegaron a diez puntos en ningún partido... Será porque los habrán marcado adecuadamente... o no son tan buenos como nos creíamos...”


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¡Vaya vatacazo se dio la divinidad! La caída del pedestal es tan brutal en esas ocasiones, que muchos entrenadores tardan años en salir del infierno... y “los ángeles”, aún no sé si andarán por allí. Vivir una decepción así supone a veces un suicidio deportivo. De pronto, de un día para otro, la realidad te hace el mejor de los “reversos”: los jugadores están desganados, los padres dudan en voz alta, los aficionados aconsejan otra cosa, los directivos -que antes se atribuían la mayoría del mérito- se muestran ajenos al fracaso, la esposa ya te quiere, tus hijos juegan contigo... ¡Es el vértigo del basket! Esta vez, la relación amorosa resultó fatal para el amante fiel... De seguir así, este protagonista puede abandonar de un momento a otro la emblemática pizarra… Un entrenador del Real Club Celta femenino se consolaba conmigo hace años, comentándome que estaba “jo... robado” porque algunos aficionados situados detrás del banquillo le censuraban a gritos en todos los partidos el que no sacase a jugar a las últimas jugadoras del banco. “No hagas caso, Julio. Si las pones, el resto del público censurará que tu equipo no juegue bien. Estamos en las mismas… o peor.” Parece que se fue más tranquilo. Otra manía que compartimos algunos entrenadores, yo mismo hace años, es convertirnos en intelectuales del baloncesto. Para algunos de nuestro gremio, nadie tiene idea de nada, sólo nosotros, y enseguida pretendemos dar clases magistrales. Nos atrevemos a dar conferencias, cursillos de entrenadores -muchos alumnos saben más que el profesor, pero sin título-, clinics para entrenadores principiantes, e incluso actuar de comentaristas especializados en TV y radio. Por cierto, y aunque sea una contradicción, algunos espléndidos en esta última faceta. En mi época de estrella -esto me lo debí creer yo en 1974escribí en prensa, “Hoja del Lunes”, y la verdad es que los artículos estaban bastante bien, pero dudo que le interesasen a alguien. - ¿Y aún no te hablé de la “FIBA”? -le pregunto a mi colega de charla.


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La zona situada detrás de la mesa de anotadores y debajo del palco de autoridades -de acceso al campo de juego- acostumbraba a estar ocupada por destacados seguidores del equipo céltico. Todos de pie, como era natural en aquella “grada”. Entre ellos, Jaime Gómez, el presidente de la sección, que no solía aguantar un partido entero -cuestión de nervios- y que entraba y salía con-


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tinuamente, sin parar un instante. También eran asiduos a esa zona los directivos Pepe Vilas, Ismael Pérez Izaguirre y Agustín García Maldonado, el doctor Moncho Hortas, el jefe de personal del


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Centro Deportivo Municipal, Jaime Cancelas, el ex-árbitro Paco Nistal, el administrador del C.D.M., Pepe Fernández, y el gerente, “Salvito”... El Sr. Nistal, eterno directivo del equipo femenino desde el tiempo del Estudiantes, se sentaba en la primera fila de la


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grada, en el asiento pegado a dicha zona, para no perderse detalle de la reunión. Sus kilos no le permitían permanecer de pie tanto tiempo. Total, que había gente muy entendida en ese espacio, que alguien bautizó con acierto con el nombre de “FIBA”. -

¿Dónde nos vemos? En la FIBA.

Las actuales medidas de seguridad de los campos, acabaron con la mítica “FIBA”. Cuando voy al Pabellón, y veo la zona completamente vacía, pienso que algo importante se perdió en aquella cancha. Siento nostalgia... ¡Vamos, que la echo de menos!

As Travesas, temporada 1990/91. Partido Xerox Vigo-Autopistas de Primera B., El ascenso, y con ello la recuperación de la máxima categoría nacional para el baloncesto femenino vigués, estaba en buen camino. La excepcional base Nieves Lobón sería pieza fundamental en el logro.

En la foto anterior, detrás de las jugadoras, se puede ver el escudo de la ciudad en lo alto, unas puertas de acceso al campo, y un espacio vacío acotado por las barandillas de la grada y de la


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cancha de juego. Delante, la mesa de anotadores -en la actualidad situada en el otro lado. Ese espacio vacío -en la instantánea ya se vivían los nuevos tiempos, año 1990- era la famosa “FIBA”, la zona de los entendidos. Por cierto, hablando de medios informativos, mi hijo Rubén, periodista de radio, opina que Vicente Rodríguez “Cholas”, resulta un formidable comentarista de baloncesto, por su sabiduría, por su claridad expositiva y porque dice lo que piensa sin importarle si alguien se pueda molestar. Es una pena que no dedique a ello parte de su tiempo. La verdad es que cuando hablo con “Cholas”, me apabulla con sus conocimientos, y con sus opiniones tan contundentes y enteradas.

Vicente Rodríguez “Cholas”, a mi juicio y sin discusión alguna, el mejor entrenador vigués de todos los tiempos.


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Me comentaron que habían visto a Pepe Laso -padre- por el Paco Paz ourensano. Asistía al espectacular Torneo Diputación que disputaba nuestra Selección Nacional como preparación para los Juegos de Pekín-2008. Al nombrarlo, me viene al recuerdo el partido en el que nos marcamos mutuamente en una Fase de Sector de 2ª División, celebrada en Valladolid en el año 1969. Sería la última oportunidad de ascenso del Club Estudiantes antes de convertirse en Real Club Celta. Laso jugaba en el Águilas de Bilbao, y en nuestro duelo particular salimos en unas discretas “tablas”, aunque el partido nos lo ganaron los vascos por escaso margen de puntos. Luego en la Fase Final disputada en Zaragoza, ascenderían a División de Honor, entre otros, junto al Breogán de Lugo, que lo hacía por primera vez. Y me acuerdo también de la anécdota que cuentan de Pepe Laso. En su época en el Real Madrid, el famoso entrenador merengue Pedro Ferrándiz era a la vez seleccionador nacional. Lo había llevado varias veces al combinado español, aunque sin aparente explicación, nunca lo ponía a jugar ni un minuto. En una ocasión, antes de disputar un partido de trámite y muy fácil para nuestra selección -tal vez contra Marruecos-, sus compañeros de habitación le animaron con énfasis, asegurándole que ese día, ¡por fin!, iba a jugar. Laso les contestó que no, que el “míster” no lo iba a poner. En medio de la discusión, y en vista de que salían ya mudados desde el hotel, les apostó que era capaz de ir al partido con el pijama por debajo del chándal. Y así fue al Pabellón... y ganó la apuesta. Pedro Ferrándiz, dentro del ambiente baloncestístico, tenía fama de antipático, algo pedante, exigente, implacable en los entrenamientos y con una despiadada “mano de hierro” con sus jugadores. Cuando alguna vez perdían con el Estudiantes de Madrid, su eterno rival -partido en la mañana del domingo-, los citaba por la tarde, a las cinco, en el Frontón Vista Alegre para entrenar. Él ni se inmutaba, y por supuesto, todo el mundo acudía sin rechistar… y puntuales.


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Año 1956. Entrevista de Enceste a Pedro Ferrándiz en el diario “Faro de Vigo”, con motivo de una visita del Real Madrid a nuestra ciudad. Venía sustituyendo a Ignacio Pinedo, el entrenador titular, que no se había podido desplazar. Años después, lo reemplazaría en dicho cargo.

Cuentan testigos de entonces, que en sus visitas al Palau Blaugrana, acostumbraba a pasearse tranquilamente por la mitad de la cancha con “cierta actitud provocadora” antes de la salida de su equipo al campo. Acaparaba, como es natural -esa era su intención-, toda la ira inicial de la hinchada del Barça, y aliviaba de este modo, el habitual recibimiento hostil a sus jugadores. Estrategia pura. Ferrándiz no perdía detalle en la dirección de su equipo. En una eliminatoria de Copa de Europa, contra el Ignis Varese -partido de ida-, faltando segundos para el final y con el tanteo igualado, pidió tiempo muerto, y ordenó a sus muchachos que encestasen en la propia canasta para evitar la prórroga. La derrota por dos puntos -diferencia superada en Madrid- resultó más que suficiente para pasar a la ronda siguiente. La jugada del “maestro” fue muy comentada en toda Europa, incluso tildada de poco deportiva, y como consecuencia, la FIBA se vio obligada a modificar el reglamento.


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¡Anda, que la que me lió un día Ignacio Pinedo en Ávila!... también fue buena. Han pasado más treinta años, y no se lo he contado ni a mi mujer. Pero ahora, de viejo, se va perdiendo todo: el pelo, la entrada rápida, el robo de balón, el tiro de tres... y la vergüenza. Ignacio Pinedo, el que fuera jugador del Real Madrid, muchas veces internacional, y entrenador del Real Madrid, del Estudiantes de Madrid, de la Selección Española Juvenil y, de nuevo, del Real Madrid, en una segunda etapa de triste recuerdo -falleció de un infarto en el banquillo-, era para la familia estudiantil viguesa como un gran referente. Antes de mi llegada al Estudiantes, Pinedo nos había reforzado como jugador en varios partidos de verano. Se entabló cierta amistad, y al año siguiente lo invitaron unos días a Vigo para impartir sus enseñanzas a los jugadores, al entrenador, y marcar así las pautas de trabajo, sistemas de juego, de entrenamientos... Era persona de carácter afable, abierto, simpático... y por lo que comprobé más tarde, bastante bromista. En el año 1974 coincidimos en Ávila en una Fase Final de la Copa. Él iba con el Creff de Madrid, y yo con el R.C. Celta Femenino. Me di a conocer cuando lo vi. Me trató amablemente, me preguntó por todos, por Julio Castro, por Picher, por los Vilas, Cerdeira, Nogueira, Severo, Benito, Román... si seguíamos de vinos en el “Eligio”... con la partida en el “Ribadavia”... y charlamos en la grada, entre partido y partido, de baloncesto. Por entonces, debía andar por los cincuenta años -yo tenía treinta y dos-, y a pesar de su personalidad afable y abierta, me infundía un gran respeto. Con su eterno cigarrillo en la boca, lo comentamos todo. Yo, como era mi costumbre a la menor oportunidad, aprovechaba para plantearle preguntas técnicas a las que me iba contestando sin demasiadas explicaciones, como un poco aburrido. No quise darme cuenta en aquel momento, de que éramos rivales. - Yo sigo ahora con las chicas una preparación psicológica antes de los partidos, que nos está dando unos resultados formidables. Yo, atento a la voz del maestro, pregunto raudo como un resorte:


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- ¿Y en qué consiste? - Pues mira, es simple, pero muy efectiva. Antes de salir a la cancha, con el equipo ya preparado, nos encerramos durante media hora en el vestuario, con la luz apagada, en completo silencio, todos quietos, sentados en los bancos y unidos de las manos. A lo largo de la sesión, más o menos cada cinco minutos, en voz muy baja, les voy lanzando una serie de mensajes breves, de tipo emocional, buscando su concentración. Las jugadoras, unidas en el pensamiento, y con las manos entrelazadas, se van introduciendo lentamente, espiritualmente, todas juntas en la misma idea. La fuerza mental del grupo se va trasmitiendo de unas a otras a través de las manos unidas -yo escuchaba, alucinado-. La sesión psicológica alcanza su climax, y termina con la repetición por parte de todos con voz fuerte de las consignas recibidas. Yo las voy recordando en voz baja, una a una, y ellas las repiten con decisión. “En el último europeo se lo vi hacer a los rusos y a los yugoslavos. Nosotros lo venimos experimentando desde hace un par de meses, y nos va fenomenal. Sale el equipo tranquilo, con confianza, liberado de responsabilidades, y con tanta fuerza mental, que arrasamos en los diez primeros minutos, y ya dejamos resuelto el partido.” Le consulté si podría asistir a una de aquellas sesiones, y me contestó que era imposible, que con la presencia de gente extraña se dispersaban los efectos mentales. Anduve de espía, detrás de la sesión psicológica, durante los tres días siguientes. Imposible descubrir al Creff de Madrid en una de sus preparaciones mentales. Regresamos a Vigo sin que pudiera conocer la última novedad técnica. Pasados los días, sin la fiebre de la competición, y ya serena la inteligencia con las vacaciones, me di cuenta del farol que me había “colado”. Pinedo y sus chicas aún estarían riéndose de la sesión mental, de la unión espiritual... y sobre todo, del entrenador del Celta.


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Pero es mejor reír de último, porque en la temporada siguiente me vengué de la broma con absoluto placer. En un encuentro muy disputado, rompimos la imbatibilidad con que el Creff de Pinedo llegaba a Vigo. Se ve que ese día no le funcionó la sesión psicológica.

Pabellón de las Traviesas, 27 de enero de 1974, con lleno a rebosar. Partido de Liga de Primera División, Real Club Celta-Creff de Madrid. Victoria trabajada de las célticas por 46-42, y primera derrota de las madrileñas en la competición. Foto fin de partido. A la izquierda, Maribel Lorenzo y Ángeles Liboreiro se acercan al abrazo final. El entrenador Rey Lama ya lo hace con una de sus jugadoras, mientras Severino Vilas -intocable delegado local- y Celestino Martínez -el “fisio” vigués, que también lo sería de la Selección Nacional en el Pre-europeo de La Coruña de ese mismo año- se suman a la celebración del complicado triunfo local. La fiel afición aplaude entusiasmada a sus “niñas”. Las madrileñas, reaccionarias al cambio de la moda deportiva, aún lucían su clásico polo negro y falda plisada. Fue uno de los últimos conjuntos del país en abandonar la falda.


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Julio Castro, el entrenador del Club Estudiantes en la década de los sesenta, siempre presumió, con razón, de sus amplios conocimientos baloncestísticos. Destacó como un excelente jugador, y de técnico, había disfrutado de acreditados profesores. En esos años, no se contaba con televisión, ni con vídeos, ni con clinics, ni con apuntes, ni con películas... algo impensable para un coach de hoy en día. Las enseñanzas debían recibirse en vivo, sin más apoyo que unas pobres anotaciones y una memoria ágil, unidas a una inteligencia sutil, que supiese quedarse entre tantos consejos técnicos, con aquellos convenientes para tu equipo, aquello que pudieran aprovechar tus jugadores. El primer curso de entrenadores que hubo en Vigo lo impartió el ecuatoriano Juan Fierro Romo, en 1954, invitado a venir a nuestra ciudad por su amigo personal, Joaquín García Picher. En 1957, el norteamericano Mr. Spaulding permanece en nuestra ciudad una semana, enseñando a jugadores y entrenadores las técnicas más avanzadas del baloncesto americano. El primer profesor que llegó al Club Estudiantes, fue, precisamente, Ignacio Pinedo. Durante diez días, Julio Castro aprendió los métodos más novedosos de la época en dirección de equipo y planificación de entrenamientos. Más tarde, en el verano de 1961, el club, atento a su actualización técnica, se trajo por unos días a Joaquín Hernández, exjugador del Real Madrid, internacional, y en aquel momento, entrenador del equipo merengue -años después, Seleccionador Nacional-. Permaneció más de una semana en Vigo, entrenó todas las tardes a los jugadores estudiantiles -algo excepcional por aquel entonces-, con Julio Castro a su lado tomando nota de sus enseñanzas. Después fue Antonio Díaz Miguel, también refuerzo del Estudiantes veraniego en sus años de jugador, igual que Pinedo, el que, en sus visitas periódicas a Vigo -trabajaba como representante de Tervilor, una firma textil, antes de asumir el cargo de seleccionador nacional-, nos mostraba en el Campo de Granada la vanguardia del baloncesto. Siguió viniendo a Vigo con notable frecuencia. Julio Castro aprovechaba cada una de sus visitas para robarle el tiempo preciso, y empaparse de los conocimientos de tan


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destacado entrenador, sin el que no se entendería la edad de oro que vive el basket español hoy en día. Más tarde, ya con el Club Estudiantes reconvertido en R.C. Celta, el vasco Javier Añúa, entrenador de C. Náutico de Victoria -donde había jugado Rafa Tapias en su estancia en dicha ciudad-, del Kas, y del Barcelona F.C.B., nos enseñaba en la Pista Roja y en el Campo de Granada, entre otras cosas, la defensa de moda, el “match-up”. Mis jugadores del Celta, para su sorpresa, la ejecutaban a la perfección sin necesidad de grandes consejos. Venían practicándola toda la temporada, sin saber, ni ellos ni yo, que se llamaba así.

Antonio Díaz Miguel, Seleccionador Nacional (1965 a 1992), acompañado del legendario Juan Antonio Corbalán, base del Real Madrid, y considerado de los mejores de Europa en su puesto.


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Mister Spaulding, el primer entrenador americano que trajo la Federación Española a impartir sus enseñanzas por todo el país. Llegó en octubre de 1956, y se casó con una española -que conoció en la Casa Americana de Madrid- en el enero siguiente. Bonita historia de amor.

Recorrió media España enseñando baloncesto. Estuvo en Barcelona, Vitoria, Bilbao, Santa Cruz de Tenerife, Granada, Valladolid, Vigo, El Ferrol, Lugo, Gijón, Huesca, Zaragoza, Mallorca y Alicante. Dayton M. Spaulding, de regreso a Estados Unidos, se despide de la afición española a través de un emotivo artículo ¡Adiós, España!- en la prensa de Madrid. En él, agradece el trato cordial recibido en el país, habla de su encendido amor por Espa-


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ña, de sus excelentes relaciones con la juventud española... y escribe: “... No puedo resistir la tentación de narrar un episodio que descuella entre los demás en mi memoria y que es característico de la hospitalidad y de la bondad con las que siempre fui tratado durante mi viaje por España. Un jugador de un equipo de Vigo trataba de expresarme su agradecimiento por lo poco que yo pudiera haber hecho por él, pero no le salían las palabras.” “Superando las dificultades, avanzó resueltamente hacia mí y me dio un abrazo que jamás olvidaré. Yo, como él, tampoco supe encontrar palabras, pero estoy seguro de que nos entendimos como amigos de toda la vida. Gracias, Carlos, por tu inapreciable amistad...”

El jugador en cuestión era Carlos Cerdeira Cobas, y su equipo, el Club Estudiantes de Baloncesto. - Y ahora, ¿a qué vienen a cuento estas historias de entrenadores antiguos? - Me explico, querido amigo. Ya te conté antes que yo había aprendido a tirar en suspensión por teléfono. ¿Suena raro? Pues es verdad. Cuando lo menciono, la gente se queda mirando para mí, incrédula. No saben si entienden mal lo que estoy diciendo, o si ya chocheo. Pues no, ni una cosa ni la otra. Tal como os lo cuento. En la década de los cincuenta, los tiros a media distancia se hacían al estilo de la “bomba Navarro”, con una mano, en carrera y levantando la rodilla. Los tiros a larga distancia podían ser ejecutados con dos manos, en lanzamiento desde la barbilla o desde encima de la cabeza, o a modo de personal con una mano y un pequeño salto siguiendo la trayectoria del tiro. A principio de los sesenta, llegó a España el tiro en suspensión procedente de la NBA. Julio Castro llamaba por teléfono no con la facilidad del móvil actual- a sus “consejeros” particulares, y éstos, le iban explicando paso a paso cómo ejecutar el novedoso lanzamiento. Me imagino que nuestro entrenador tuvo que hacer un ciento de llamadas. Al fin, Julio Castro consiguió visionar mentalmente el tiro, y nos lo trasladó a los jugadores.


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Piernas separadas levemente, a la misma altura, algo flexionadas, salto en vertical con el cuerpo estirado, al mismo tiempo colocación del balón sobre la frente, y por último, antebrazo recogido hacia atrás, codo como continuación del hombro, balón apoyado sobre la palma de la mano y los dedos, la otra mano sujetándolo por el exterior, muñeca, dedos, y lanzamiento final... ¡Cesto! ¡Qué fácil! Tardé cerca de cuatro años en perfeccionar el tiro en suspensión, pero después, cuando me dejaban, anotaba con facilidad... incluso desde más de seis metros. ¡Pena entonces de la línea de 6,25…!

Campo del Jardín Park, 1957. Julio Castro -con equipaje oscuro-, capitán del Club Estudiantes, recibiendo un banderín del equipo rival. Carlos Cerdeira a la izquierda. .

Cuando Moncho Monsalve llegaba a un club como nuevo entrenador, revolucionaba al momento el ambiente de la entidad, y embelesaba de baloncesto puro a todo el personal, desde el “señor presidente” hasta el chico del pabellón que recogía los balones,


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pasando por las señoras de la limpieza y el vendedor de la ONCE de la esquina... Su labia fácil, su voz potente, su presencia autoritaria -por su estatura-, su personalidad arrolladora, su doctrina apasionada... se llevaba por delante el “estatus” anterior, e inundaba de ilusión todo cuanto rodeaba la cancha, las cafeterías de la zona, las oficinas del club, la mente de sus jugadores... con sus comentarios, sus historias del basket estadounidense, sus mensajes en las paredes, sus posters de la NBA, su enciclopedia mental con el recuerdo de las mejores jugadas de la historia, sus relatos de partidos legendarios, su catálogo de los mejores americanos... Era como la plaga de la langosta, lo invadía todo... Los cerebros de su entorno, sin excepción, se veían de pronto absortos por la canasta y el balón… Pero pasado un mes, el embebecimiento general se convertía en borrachera total, y la larga resaca provocada a continuación, iba volviendo todo a su cauce, a la normalidad. Contaba hace unos años Quino Salvo -con mi compañero del Estudiantes, Pololo Cobián, los primeros vigueses en jugar en División de Honor-, que, en su época de jugador del CAI de Zaragoza, habían tenido como entrenador a Moncho Monsalve durante una temporada. Después de obnubilarlos a todos con su impactante primera impresión, los chicos empezaron a sentirse agobiados con tanta comedura de coco, y para evadirse, comenzaron a bromear con las manías de su entrenador. Entre ellas, la de sentenciar que lo más importante de este mundo para él, eran el baloncesto, la música y las mujeres... no recuerdo en qué orden. “Moncho -le preguntan sus jugadores una tarde, mientras leía una revista americana de basket-, ¿qué es de Jerry Foster, aquel pívot de color tan bueno? Hace tiempo que no se oye hablar de él.” Levanta la vista de la revista, y contesta rápido: “¡Ah sí! ¡Buenísimo! Un reboteador extraordinario y un grandísimo anotador. Estuvo en Ohio, luego pasó a Denver, y el año pasado jugó con Cleveland. Trece rebotes por partido, dos tapones y 21 puntos de media...” Jerry Foster no existía, no era más que un invento de los muchachos de Monsalve.


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Año 1975. Qino Salvo, con Julio Cesar Bernárdez a su izquierda, y Juan Ayres a derecha, uno de los entrenadores en su época de juvenil en el Colegio Salesiano de Vigo.

Claro que hablando de técnicos apasionados, me viene a la memoria la historia de una conocida entrenadora, especialmente entrañable para mí. Vivió con tanta pasión un partido, que al final acabó participando ella misma en la presión de su equipo. - ¿Que no lo crees? Partido de cadetes femenino en Balaídos, R.C. Celta-Compañía de María, año 2008. A menos de un minuto del final ganan las célticas por seis puntos, balón en su poder, y presión de las contrarias en todo el campo. La entrenadora en cuestión, dirige a gritos el pressing de sus jugadoras. La base céltica, intentando pasar el medio campo, y cerrada por la defensora de Compañía, llega hasta la línea de banda, justo delante de la entrenadora contraria. Bota casi de espaldas, protegiendo el balón ante el acoso rival, y la coach, agachada en posición defensiva en su labor de ánimo a las jugadoras, y con la desesperación en su alma, no puede evitar hacer el dos contra uno, y le manda un zarpazo al balón, que hábilmente la base esquiva... Protesta airada desde el otro banquillo, también de la hinchada céltica desde la grada... e inmediato gesto de arrepentimiento de la invasora de campo, implorando el perdón con las manos juntas... Ante situación tan asombrosa, los árbitros no pitaron na-


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da, se les paralizó el poco cerebro que suelen tener... Sonó la bocina, el partido se acabó... y mi estimada amiga aún debe estar colorada. La máxima felicidad para un entrenador radica en crear un sistema nuevo y eficaz que resulte útil a tu equipo, o alguna clave que haga mejorar el rendimiento de tus jugadores. Cuando esto ocurre, acaricias el cielo. Tuve hace tiempo una jugadora, de las destacadas en su categoría, con la que trabajaba con verdadero ahínco para perfeccionar sus fundamentos de juego: movimientos de pívot, tiro de tres, tiro interior, personales, entradas, reversos... Entrenábamos fuerte para consolidar sus conocimientos, y para conseguir una mayor regularidad en sus actuaciones. Era nuestra mejor encestadora, pero se mostraba irregular: un día anotaba 15 puntos, otro bajaba a 7, al siguiente 21, 9, 12... Hasta que descubrí la fórmula mágica: en un partido de fuerte rivalidad, le llamaron “zorra” desde el banquillo contrario, y a continuación, enfurecida, anotó sin piedad 34 puntos. Sus compañeras me comentaron al finalizar el encuentro que cada vez que metía una canasta, miraba hacía el entrenador rival y se la dedicaba: “¡Toma “zorra!”. Cuando quise aplicar el gran descubrimiento a futuros partidos, la jugadora no me lo permitió. ¡Lástima!


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No creo que exista un entrenador en todo Vigo y alrededores que haya tenido tantos alumnos como “el gran Mani”. A lo largo de su dilatado historial, han pasado por él cientos de chicos, a los que enseñó el mejor baloncesto posible, todos los trucos existentes para sobrevivir en cancha, y cuanta picaresca se haya inventado en el mundo de la canasta. También doy fe de que les ha brindado a cada uno de ellos su afecto, su amistad y su permanente humor, además de toda suerte de celebraciones: santos, cumpleaños, victorias del Barça, derrotas del Real Madrid, apuestas varias, aniversarios... Las Escuelas Deportivas Municipales, el Club Deportivo Bosco, el Colegio Apóstol Santiago de los Jesuitas, el Real Club Celta Masculino, el Club Ademar, el Club Vigo, el Colegio Salesiano... han sido escenarios de su incansable trabajo con los niños del baloncesto, y de la excelente labor que siempre ha desarrollado entre los jóvenes. Pero de Fernando Pérez, que así le llaman con solemnidad y en plan jocoso, algunos de sus irrespetuosos alumnos, también cuentan anécdotas, y no pocas… “Mani la tenía siempre tomada conmigo. Se ve que no era un jugador de su agrado, que no le convencía demasiado mi estilo de juego, y no sé exactamente el por qué. Lo cierto es que toda cuanta bronca “caía” en el equipo, me tocaba a mí.”, cuenta Rafa, aún hoy en día ofendido, después de quince años. “¡Prepárate!”, ya se guaseaban mis compañeros, viendo venir la bronca...” Por las explicaciones que hoy en día me daba, Rafa debía tener algo de razón. “¡¡¡RAFAAA!!! ¡¡¡Baja a defender!!!”, gritaba como un loco en un partido en el Colegio, puesto en pie y agitando los brazos en el aire. “Yo -explicaba “el perseguido” Rafa-, sentado en el banquillo en ese momento...” - Entonces, ¿os llevabais fatal? - No, no. Fuera de la cancha éramos muy buenos amigos


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Club Deportivo Bosco. Año 1976 De pie: Martínez (entrenador), Pachi Reigosa, Celso, Puga, Berto Carrera y Carro. Agachados: Dani, Tante, Mani, Curty, Tomás y Jose Fandiño.

Si no hubiéramos descubierto su presencia en esta foto, seguro que sus cientos de alumnos no reconocerían a un Mani tan joven y delgado. De todas formas, su aspecto, ya entonces parece irradiar su personal simpatía. En el grupo también vemos a Jose Fandiño, que fuera entrenador del Apóstol, Celta Juvenil, Porriño... y muy apreciado por sus jugadores, entre ellos mi hijo Camilo, al que entrenó dos temporadas.

Mani con dieciocho años.


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Hay acontecimientos en el baloncesto, como en la vida misma, ante los que uno no sabe si reír o llorar. Me explico… y tú mismo ya me dirás si no es así. Perder dos, tres, seis, ocho finales en más o menos doce años, puede ser normal. Le puede ocurrir a cualquiera, dando por hecho que estas derrotas estarían también intercaladas con alguna que otra victoria. Pues bien. Yo sé de un equipo en Vigo que perdió ¡dieciocho finales seguidas!... y aunque su alma mater trata de mantenerlo en secreto... de vez en cuando, en medio de su inevitable desesperación, lo confiesa... ¡Vamos, que lo sé de buena tinta! Desde su fundación, hace ahora trece temporadas, hasta el verano de 2007 en un torneo de Ferias y Fiestas, no había conseguido vencer en ninguna de ellas. Es decir, necesitó de diecinueve finales para ser campeón de algo. Yo no quiero, de ninguna manera, restarle mérito a los ganadores de finales, pero, por otra parte, tampoco conozco a nadie que haya ganado dieciocho seguidas. ¡Pero perderlas todas…! Una tras otra, año tras año, partido tras partido, canasta tras canasta, minuto a minuto... segundo a segundo... ¡Dios mío!... ¡Eso sí que tiene mérito!... ¡Ya hay que tener aguante! Yo propondría a los supervivientes -creo que sólo dos, los demás se debieron retirar-, para la medalla de oro al Mérito Deportivo. Y es que además, después de medio siglo largo de baloncesto, confieso: he llegado a la conclusión de que es mucho más meritorio perder todos los partidos, y seguir adelante... que ganarlos. Con la euforia de la victoria siempre tendrás gas para continuar... pero con las resacas amargas de tantas finales con derrota, seguir adelante es la mejor de las victorias sobre tantas finales perdidas. - ¡Dime amigo! ¡Sinceramente! ¿Quién tiene más mérito?


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Club Oh! Vigo de Baloncesto Campeón de la Copa Vigo 2007/2008 De pie: Albert Grauges, Juan Castro, José Manuel Vázquez, Charly Castro (entrenador), Juanjo Comesaña, Quino Iglesias y Tachenko. Agachados: Guillermo Aboy, Pulgui Iglesias, Kiko Valverde, Tomy Alonso y Lino Blanco. Se echa en falta en la plantilla a Israel Álvarez, un clásico del equipo desde hace bastantes temporadas. Una pequeña indisposición lo ha tenido apartado un tiempo del baloncesto, pero su incorporación parece inmediata. ¡Suerte!

Kiko Valverde, el cerebro del equipo, y Tomy Alonso, la nueva incorporación.


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Camilo Veiga, el legendario presidente del Círculo Mercantil de Vigo, no era persona demasiado enterada en asuntos de deportes. A pocas fechas de la inauguración del Pabellón de la Ciudad Deportiva, pasaba revista a la nueva instalación, y se interesaba por todo el material que había sobre la cancha de juego. - Son canastas de baloncesto, don Camilo -le aclaraba Enrique Blanco, gerente de la sociedad. - ¿De baloncesto? ¿Y qué es eso del baloncesto? Alguien del séquito de directivos y empleados le trajo un balón, y le indicó a grandes rasgos en qué consistía. Don Camilo se colocó en la línea de la personal con el balón en las manos, lanzó a canasta en tiro de palangana, y encestó al primer lanzamiento. Como es natural, sus acompañantes le dedicaron espontáneos y generosos aplausos. - ¡Pero esto es muy fácil! -comentó el presidente, lleno de razón, y abriendo los brazos como pidiendo una explicación. Don Camilo era un excelente administrador de la sociedad, dinámico, emprendedor, hombre de empresa, persona culta, amante de la ópera, afable, con don de gentes... ¡¡¡Y es que el que vale…!!!

Presentación en el Mercantil en 1976, del libro de Octavio Cabezas “Manuel Fraga: semblanza de un hombre de Estado”. A la izquierda el alcalde García Picher y Manuel Fraga. Camilo Veiga, en pie, y Álvaro Cunqueiro.


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Don Camilo Veiga, el carismático e inolvidable presidente del Círculo Mercantil de Vigo, siempre se manifestó como un promotor entusiasta de cuanta actividad cultural se le propusiese. Artífice principal de la Ciudad Deportiva, supo comprender, como salida inteligente hacia la modernidad, la expansión de la sociedad hacia el mundo del ocio y del deporte. Nunca el Círculo Mercantil disfrutó de tan buena representación deportiva como durante su largo mandato, a pesar de que él apenas entendía nada de dicha materia. Todavía hoy, después de bastantes años de su fallecimiento, se le sigue echando de menos. Muchos dirigentes de su categoría se necesitarían en el Vigo de estos últimos tiempos.

Entre la espléndida representación deportiva del Círculo Mercantil de Vigo de la década de los ochenta, el baloncesto contó con una destacada presencia. En la foto, el Círculo Mercantil de Segunda Nacional, temporada 1977/78, ascendido a Primera B, categoría a la que posteriormente renunció la Directiva de la Sociedad. Ya no estaba don Camilo Veiga. De pie: Andrés Rial (delegado), Anabel Nieto, Marta Méndez, Cristina, Suso Cobián (entrenador), Ana Ruth Cerdeira y Clavel. De rodillas: xxxx, Isa, Techy Rial, Genmma Domínguez y Jimy Fernández.


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IX. Las destituciones.

Ayer anunciaron en Onda Cero la destitución de Pepu Hernández, el entrenador de nuestra selección campeona del mundo. Nadie tiene muy claro qué ha pasado, pero lo cierto es que más de media España lamenta esta decisión federativa. Pepu, además de admirado y respetado debido a su meritoria gesta deportiva, se hizo querer por el gran público gracias a su personalidad cercana, entrañable, sencilla, sin divismos, con la que se comportó en medio de la gloria. Yo sospecho, como tú y tal vez como muchos más, que en el trasfondo hay algo que no conocemos. Lo he vivido alguna vez en mi banquillo de entrenador, bastantes veces observando en el de enfrente, y en otros cientos de casos desde la distancia. La experiencia me lo dice, hay algo celosamente guardado por ambas partes. Y es que a un entrenador, por muchas victorias que acumule a lo largo de la temporada, el poder del que manda lo puede terminar echando con la misma facilidad que a un perdedor. A lo largo del año, los entrenadores solemos tener alguna que otra refriega con nuestra directiva. Sea en el nivel deportivo que sea, desde el más alto rango profesional hasta el más modesto de un equipo aficionado. Y en ocasiones, esas desavenencias se transforman en verdaderas batallas. Las razones, como puedes suponer, querido colega, son tan variadas como se pueda uno imaginar. “No tengo balones para entrenar.”… “¿Cómo voy a entrenar nada más que en medio campo?”… “Sólo a ti se te ocurre salir con una hora de antelación. Éramos cinco al salto inicial.”… “Los juniors no aparecieron. Menos mal que al final juntamos cinco.”...


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A estas quejas al presidente o a algún directivo responsable, se responde... “¿Pero no os llega con un balón? Sólo se juega con uno.”… “En los partidos se ataca o defiende en medio campo. ¿Para qué necesitas el campo entero?”… “Es que nos perdimos. No encontrábamos el pabellón.”… “No sé lo que pasa. La próxima vez habla conmigo.”... Ante estas contestaciones, el entrenador ya no se puede contener, y empieza a lanzar sapos por la boca... mientras el directivo anota en cuenta… “Pero, ¿cómo pones el partido a las ocho, si sabes de sobra que Nacho y Miguel no llegan hasta las ocho y media.”… “Te he dicho mil veces que quiero llegar al campo con una hora de antelación.”... A las nuevas quejas, nuevas réplicas. “Ya tienes diez jugadores. Aunque te falten dos durante un rato, no pasa nada.”… “Pero si el calentamiento permitido es de veinte minutos. ¿Para qué quieres llegar tan pronto?”... El entrenador, entonces, enloquece, su “lengua” se desboca, y hasta acaba con algún pequeño insulto... El directivo anota de nuevo… “No me gustó nada la información que facilitasteis a la prensa del partido de Lugo.”… “Quiero que venga Agustín como delegado de equipo.”... Las respuestas... “Fue para darle más valor a nuestra victoria.”… “Eso lo decide la directiva.”... El entrenador ya no dice nada. Da un portazo, y se larga... El directivo anota en cuenta. Luego llega el título de campeón, y las alabanzas de la prensa, de los aficionados, de los técnicos rivales, de la gente allegada... sólo van dedicadas a los jugadores y a su entrenador. “El equipo de Suso Iglesias culminó la temporada con un gran éxi-


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to...” Y Suso, el entrenador, después de tres o cuatro comentarios de este tipo, todavía se crece más que antes, y se cree a pies juntillas que el equipo campeón es suyo, propiedad privada. Y la cruda realidad es que en las victorias, el equipo es “del entrenador”, y en las derrotas es “del presidente”. “¿Qué pinto yo aquí?, piensa frustrado el dirigente. “Nada”, se pavonea, altivo, el entrenador. Y comienza la planificación de la siguiente temporada, y en la reunión de la directiva, alguien apunta con timidez que Suso Iglesias “ha tenido mucha suerte”... otro, que ”con esos jugadores es campeón cualquiera”... el siguiente comenta que “a Suso no hay quien lo aguante”... el tesorero se manifiesta “que no sueñe en gastarse en caprichos lo que se gastó este año”... y remata el presidente con la sentencia definitiva: “Aún encima, se cree que el equipo es de su propiedad.” Al cabo de media hora, las anotaciones en cuenta de todo el año salen a relucir... y el cuchillo en la boca que traían preparado los directivos desde meses atrás, hace el resto: “A Suso Iglesias no se le renueva.”... y para más ajuste de cuentas, ni se le llama por teléfono para comunicárselo. Cuando el entrenador ya está pensando en la campaña próxima, se mantiene el silencio, se espera a que pasen las vacaciones veraniegas, y un irrelevante emisario le informa: “No contamos contigo... Yo no tengo nada que ver. Fue un acuerdo de la directiva.” Siempre que a un entrenador le llaman para dirigir a un equipo, se entiende que el cargo le compromete a manejar y conducir tácticamente el grupo a fin de alcanzar los objetivos marcados. Nunca sus obligaciones van a exceder más allá de la cancha. Ni tendrá que barrer la oficina, ni buscar patrocinadores por la ciudad, ni hacerle la pelota al político de turno, ni reverencias al director del banco... Ejemplo: el contrato Pepu-Federación obligaba al entrenador a determinados compromisos fuera del parquet que no parecía dispuesto a cumplir, tal vez porque cuando firmó aquel documento con la Federación Española no imaginaba tanto éxito y tantas po-


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sibilidades abiertas ante él. El pulso entre seleccionador y presidente rompió por donde siempre. “¡¡Qué quede claro quién manda aquí!!, habrá pensado Sáez. En un plazo breve, y después de varios temibles rumores a mi juicio-, se encontró un adecuado sucesor, Aito García Reneses. Ya nos quedamos tranquilos, y mientras Pepu Hernández pasó de inmediato a un despiadado olvido, el veterano entrenador accedía, por primera vez en su largo historial, a la selección española absoluta, a la sazón campeona del mundo, y seria aspirante a medalla olímpica. Más casos: al día siguiente de proclamarse campeón de Liga, además de alcanzar la Final Four de la Euroliga, el TAU decide no renovar el contrato a su entrenador, el croata Neven Spahija, que tenía opción a otra temporada más. De este modo, los vitorianos se verán obligados a indemnizar al técnico. Dicen que el entrenador era blando a la hora de controlar la vida “extradeportiva” de sus jugadores. Vamos, que Spahija quería ser su entrenador, pero nunca su niñera ni su detective. No sé cómo se habrá comportado Spahija en anteriores temporadas en otros clubs. Pero es evidente que a sus dos ligas croatas, una lituana y una israelí, ya podrá añadir también una española. ¡Ahí queda eso!... Claro que el croata debe cuidar mejor a sus chicos. Después de tantos y tantos años de baloncesto, observo que se repiten las mismas situaciones de siempre. Hay razones de todos los tipos: por bajo rendimiento, por incumplimiento de contrato, por no alcanzar los objetivos previstos, por no saber controlar el vestuario, porque los jugadores lo rechazan, por indolencia en el trabajo... Yo sólo creo a medias estos motivos para justificar una destitución… Me inclino a pensar, sin dudar un instante, que hay algunas causas que nadie confiesa, y que no son otras que las mencionados: las anotaciones en cuenta, el cuchillo en la boca, los desdenes a la ignorancia, los celos del éxito... y la demostración de poder. A Tito Díaz, entrenador del ascenso del Gestibérica, no le renovaron. ¿Por qué?


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Dicen que hace años, a mi amigo Vicente Rodríguez “Cholas”, no le renovaron en el Celta Femenino tras proclamarse campeón de Liga, porque un par de jugadoras amenazaban con irse si él seguía. Supongo que habría algo más… También dicen que las mismas jugadoras “echaron” a un entrenador anterior, Paco Martinez… ¡Vete tú a saber! Alguien me aclaró que Vicente quería cambiar casi toda la plantilla -con el mismo costo-, y la directiva se opuso. Después, debido a los malos fichajes, se gastó el doble de lo presupuestado -el doble de lo que pedía Vicente-, y la temporada se cerró con un completo fracaso deportivo. Al cabo de un mes, “Cholas” fue nombrado seleccionador nacional. ¡Qué cosas! El que no sirvió para el Real Club Celta, valía para el primer equipo del país. Y lo que es la vida, después de conseguir la mejor clasificación de España en un Mundial femenino, acudir a la Olimpiada de Atenas, y meter a nuestra selección en la élite, se prescinde de “Cholas”, al parecer, por un fuerte encontronazo con su mejor jugadora, que además de serlo, también quería hacer lo que le daba la gana. Ya le había pasado en el Real Club Celta con la conflictiva Marisol Paíno. El mejor entrenador vigués de todos los tiempos, no concede el menor capricho a sus jugadores... pese a quien pese. Es su sello. Cuando los padres de jugadores me preguntan por Vicente, les digo: “Es el que mejor le va a enseñar a tu hijo… pero ¡ojo!, si es capaz de aguantarlo.” Impone un nivel de exigencia máximo. Con un único año que sufras su intensidad, su rigidez, su temible seriedad… te aporta más baloncesto que una década con la mayoría de otros entrenadores. Mis respetos para “Cholas”… y mis ánimos a sus alumnos. “¡Vale la pena!” .


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Real Club Celta Junior Campeón de España 1973/74 De pie: Toya García, Paqui, Amparo Izquierdo, Virginia Barros, Ángeles Liboreiro, Vicente Rodríguez “Cholas” (entrenador) y María Bandeira. Agachadas: Gloria Martínez, Susana García, Cristina Alonso, Marta Cividanes y María Antonia.

Con este título nacional, iniciaba Vicente Rodríguez su exitosa andadura en el baloncesto de élite con el Real Club Celta. Después llegaría a la Selección, y al frente de ella, se consigue la primera clasificación olímpica del basket femenino español, el mejor puesto jamás alcanzado en un Europeo, un quinto lugar espectacular en un Mundial… y deja las bases sentadas para un baloncesto femenino que crece a gran velocidad, superando el déficit histórico que arrastraba hasta hace poco. En la evolución de nuestro basket femenino, seguro que Vicente tiene algo que ver…


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Selección Española, 5º puesto en el Mundial de China-2002.

Cinco temporadas ha estado Vicente Rodríguez al frente de la Selección Nacional Femenina (1998/2004), y ahí queda su palmarés: 1998: acude con la Selección Sub-20 al Campeonato de Europa. 1999: Medalla de Oro en la Universiada, venciendo en la Final a Estados Unidos, acaparador de todos los títulos hasta ese año. 2001: Medalla de Bronce en el Campeonato de Europa (Francia). 2002: 5º puesto en Campeonato del Mundo (China) 2003: Medalla de Bronce en el Campeonato de Europa (Grecia). 2004: España se clasifica para los Juegos Olímpicos. 2004: 6º puesto en los Juegos Olímpicos de Atenas.


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Hasta entonces, nunca se había hablado de la selección femenina a nivel popular. Desde el Mundial de China, nuestras chicas empiezan a ser conocidas por los españoles.

Selección Española, Medalla de Bronce en el Europeo de Grecia.

Amaya Valdemoro, la mejor jugadora española de todos los tiempos.


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X. Los orígenes

¡Qué coincidencia! Me cuentan que el baloncesto se inició en Vigo en el año 1941, el mismo en el que yo nací. Por lo tanto, yo podría pregonar exultante, con petulancia, orgulloso, con aires de grandeza, en voz bien alta, hinchando el pecho, poniéndome de puntillas... “Conmigo nació el baloncesto.”, y me quedaría tan ancho. Dicen que ese año, un equipo de Tranvías Eléctricos de Vigo se proclamó campeón de España de Productores, competición que Educación y Descanso -institución franquista al cuidado de los trabajadores- comenzaba a organizar. Los catalanes -eso cuenta la historia- trajeron a la ciudad viguesa las conservas, los astilleros, las fábricas de salazón, industrias diversas... casi todo lo que aquí hay. Menos la pesca de la sardina, parece que lo demás tuvo la iniciativa catalana. Los reclutas catalanes, en su obligado Servicio Militar, regalaron a Vigo, a través del Ejército, el mágico juego del baloncesto. Ellos fueron los primeros en anotar canastas en nuestra tierra, y los que nos enseñaron cómo se hacía. A partir del equipo de Tranvías, nació después el Juventus. Más tarde vendría el Español, el Remeros del Berbés, el “Consti”, la Atlética y el América. Se jugaba en el patio de Correos, en la Alameda, espacio que aún hoy existe para uso del servicio estatal. En esa época llegó a Vigo la novedad del uso de ceniza para las canchas. Víctor Posada, Enceste, directivo del Juventus, y trabajador de Renfe, se hizo con el polvo residual de las máquinas de vapor, y muy ufano, alfombró otro de los campos en uso, La Barxa -en donde hoy se ubica el Club Financiero-. Hasta ahí todo perfecto... sólo había una pega, los jugadores salían negros como fogoneros.


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También se jugaba en la Cancha Central -más o menos en la actual calle Canceleiro-, en el Castro -en una pista de patinaje-, y en alguna ocasión se utilizó la cancha central de tenis del antiguo Club de Campo -aproximadamente donde se encuentra el edificio de Mapfre-, para la disputa de algún torneo de mayor relevancia, que yo recuerde, una Copa de España. Eran los tiempos de Valentín Franco -padre del periodista Fernando Franco-, de los hermanos Bravo, de Cardeñoso... Francisco Rey Rivero -ex-director de la Coral Casablanca- pitaba como árbitro, igual que Paco Nistal, Flórez y el mencionado Posada. Fontenla y Ferrón jugaban en el América; Salvito -gerente muchos años del Centro Deportivo Municipal- lo hacía en el Español; Carlos Pérez -el famoso atleta olímpico- en el Remeros del Berbés; Pousa, Bendaña, Gómez, Borrajo y Fandiño componían el “cinco” del Juventus; los Lopo, Lamas, Mallén... también protagonizaron aquella época gloriosa. Luego llegaría el Colegio Mezquita -anterior al S.E.U.-, el Independiente -que se asentaba en el Colegio Labor-, el Areosa del Colegio de los Maristas-... Época de Pepín y Totó Castro -Mezquita-, de Lloves, Coqui, Ribo -Independiente-, de Cosío, Román, los hermanos Freijeiro -Areosa-...

Año 1952. Club S.E.U. de la Escuela Industrial. De pie: Julio Castro, González, Alda, Pichicho Giráldez y Totó Castro. Agachados: Severo Iglesias, Jaime Davila y Alberto Alonso.


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Año 1952. Club Baloncesto Independiente. De pie: Enrique Lloves, Abal, Borrajo, Benito Lorenzo, Alonso, Coqui y Bendaña. Agachados: Gonzalo, De la Peña II, Ribo y De la Peña I.

Año 1952. Club Deportivo Areosa. De pie: Carlos Núñez, Cosío, Pirulo, “Yeyo” Oubiña, Gasca y Salvito (entrenador). Agachados: xxxxx, Riveiro, Freijeiro II y Freijeiro I .


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1952. Club Juventus. De pie: xxxx, Pousa, De Dios, xxxxx y Florentino Pérez (entrenador).Agachados: xxxx, Enrique Gómez y Salgado.

1952. Club Constitución del R.C. Celta. De pie: Ferrón, Álvarez, Gayoso, Cerdeira y xxx. Agachados: Ocenda, Fernando, xxxx y Lino.


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Año 1952. Club Baloncesto Marín.

Con un ligerísimo cambio en el nombre, el Club Baloncesto Arcade es en la actualidad el equipo más antiguo de la provincia. El mérito de más de medio siglo de trabajo hay que dárselo al que fue jugador, y ahora presidente y entrenador, Alfonso Pazos. Su equipo Senior Masculino acaba de proclamarse Campeón Provincial 2007/08, lo que demuestra que su pujanza continúa.


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El 30 de abril de 1956, en Madrid, el Club Estudiantes de Baloncesto se proclamaba campeón de España de Segunda División, al vencer al Huesca en una dramática final por 54-50 (2621 al descanso). Jugaron por nuestro equipo: García Picher (7), Julio Castro (16), Camilo Nogueira (4), Alonso, Benito Lorenzo (13), Jovito (2), Mito Martínez (6), Carlos Cerdeira (4) y Severo Iglesias (2). Con el título se lograba también el ascenso a Primera. Se ponía a un solo peldaño de la División de Honor. Sería en la temporada siguiente, 56/57, cuando el Estudiantes se proclamaba subcampeón de España de Primera División, que daba derecho al ascenso a la máxima categoría. Pero una exigencia insalvable, cancha cubierta, impidió que se consumara el ansiado logro. A partir de esta inmejorable oportunidad, el calvario del ascenso comenzaba en el baloncesto vigués, y todavía dura. Se volvería a intentar con ahínco en múltiples ocasiones, y hasta hoy en día, 2008, aún no hemos sido capaces de alcanzar la máxima categoría nacional. Ni el C.D. Bosco, ni el Manuel Álvarez, ni el Real Club Celta, ni el Porcelanas Santa Clara, ni el Skol, ni el Ademar… Ahora lo persigue el Gestibérica. Ojalá a la enésima vaya la vencida… ¿Qué pasa en Vigo con el basket masculino? Llegaron a la élite la Bazán del Ferrol, el Breogán de Lugo, el Bosco de la Coruña, el OAR ferrolano, el Club Obradoiro de Santiago, el COB ourensano… En féminas, en cambio, Vigo sí tiene élite. “¿Cuándo vamos a sacarnos de encima este MEIGALLO que nos asola?” En la foto de la siguiente página, el general Querejeta, presidente de la Federación Española, entrega la Copa de Campeón de Sector de la Liga 1953/54 al capitán del Estudiantes de Vigo, Joaquín García Picher. Campo del Jardín Park. En los partidos importantes, el estrado de la orquesta se convertía en palco de autoridades. A la derecha del general, se ve al Doctor Soneira, presidente de la Fede-


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ración Gallega-Sur en esa época. Al fondo, aparece Vicente Flórez, que le sucedería en el cargo años después.

Jardín Park, 1954. El General Querejeta, presidente de la Federación Española, entrega a Joaquín García Picher, capitán del Club Estudiantes, el trofeo de Campeón de una Fase de Sector.

En la siguiente imagen vemos al Club Estudiantes, campeón de la Fase de Sector de la que venimos hablando. Este equipo es el que posteriormente se proclamaría Subcampeón de España de Primera División y ascendería a División de Honor.


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Jardín Park, 1955/56. Club Estudiantes de Baloncesto, Campeón de España de 2ª División y Ascenso a Primera. De izqda. a derecha: Gonzalo, Alonso, Benito Lorenzo, Carlos Cerdeira, Mito Rodríguez, Camilo Nogueira, Severo Iglesias y Joaquín García Picher.

Año 1957. Recepción en el Ayuntamiento de Vigo. El alcalde, Tomás Pérez Lorente, recibe al Club Estudiantes, que se acaba de proclamar Subcampeón de España de Primera, y consigue el ascenso a División de Honor. Joaquín García Picher, el capitán, le muestra el trofeo al alcalde. Los primeros por la izquierda son Benito Lorenzo, Camilo Nogueira y Rafael Pérez. Asoma la cabeza de Julio Castro por detrás de García Picher, y a su izquierda, Gonzalo y Carlos Cerdeira. A la derecha, el Dtr. Soneira, presidente de la Federación Gallega Sur de Baloncesto. Más atrás, el directivo Pepe Vilas.


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XI. ¿Qué pasa con Marta?

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Te confieso, querido colega de conversación, que me encuentro agobiado. ¿Qué te pasa? A mi nada. Pero... ¿qué pasa con Marta? ¿Qué Marta...?

<< ¿Y yo qué sé?... Ese nombre que me persigue sin descanso desde hace meses: la de los trece triples, la infantil de Baiona, la que me ignora al pasar, la catalana de mi equipo, la que no quiere jugar conmigo, la que anotó 34 puntos en Porriño, la que se quiere llevar el Celta, la hija de un amigo, la que se fue a Francia, la discípula de Suso, la que me endosó más de veinte puntos hace unos días, la hija de Javi, la base del equipo, la que no pudo hablar con sus colegas de autobús, la pívot juvenil que tuve hace años, la defensora indolente, la mejor pasadora, la hija de la bibliotecaria, la seleccionada gallega, las exalumnas de mi hijo Rubén que me ganaron con autoridad, la que no quiso ser céltica, la preferida de Manuel, la promesa del Celta en sus años de juvenil, la directora de juego, la aspirante a estrella, la que va en camino, la que no lo será, la sucesora de su padre baloncestista, la natural de Reus, la anotadora implacable, la cerebral, la enigmática, la experta, la nieta de un amigo, la benjamina de las escuelas, la hija del presidente del rugby español, la preseleccionada para la sub-13, la sobrina que debe darme las fotos de su hermano, la que iba a fichar y ya no ficha, la testigo de mi última canasta oficial... y hoy, con enorme tristeza, la hermana de Andrés, el joven amigo que se nos fue...>> - Luis, no entiendo nada.


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<<Ni yo tampoco, colega. No sé si es una Marta con mil cabezas, o todas se llaman Marta, o para estar en esto del baloncesto sólo te puedes llamar Marta... Estoy hecho un lío... Sabes lo que te digo: por si acaso, tengo que buscar una Marta para mi equipo. >> - Pues, ¡qué haya suerte! <<... y mi sobrina Marta, la de A Coruña, que acaba de llegar...>> Al cabo de unos días… - Amigo, ya tengo dos Martas en el equipo... A ver qué pasa... - Pues repito, ¡qué haya suerte!

Baiona, Pabellón Municipal, temporada 2007/08. Marta Mandado, sentada en el suelo, anotadora de 13 triples en un partido. A su lado, las compañeras del C.B. Baiona Junior, Blanca, Andy y Sara (11), y en medio, Xose Leyenda, el entrenador.


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Baiona, Pabell贸n Municipal, temporada 2007/08 La excelente base catalana Marta Gilabert, jugadora del C.B. Baiona Senior, y su entrenador Rey Lama.


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Temporada 2007/08. Marta Canella, la firme promesa de nuestro baloncesto gallego, formada en el C.B. Baiona a las órdenes de Manuel Bouzas. Jugadora fija en la Selección Gallega Infantil. Preseleccionada en el verano último para la Selección Española Sub-13.


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Temporada 2007/08. Marta GarcĂ­a, la excelente base del Colegio Andersen Junior.


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Marta Fernรกndez, el fichaje del Club Baloncesto Baiona Senior para la temporada 2008/09. Escolta procedente del equipo junior del Real Club Celta.


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Marta Méndez, pívot a la que entrené en el Real Club Celta Juvenil en las temporadas 88/89 y 89/90.

Temporada 2006/07. Marta García, Marta Couso y Marta Goenaga, destacadas jugadoras del Colegio Andersen.


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Este “montón” de guapas del Andersen fue campeón gallego de cadetes en 2006/07, y entre ellas hay un” montón” de Martas, y hace poco, mayo del 2008, le ganaron a mi equipo de Baiona por un “montón” de puntos. A casi todas las entrenaron en categorías inferiores mi hijo Rubén y mi amigo Manu Martín, y ahora, a las órdenes de Suso Cobián, esperan conseguir un “montón” de triunfos, un “montón” de copas, un “montón” de aplausos, un “montón” de títulos… pero ¡ojo!, no son, ni mucho menos, chicas del “montón”. ¡UN “MONTÓN” DE SUERTE!


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XII. Ferias y Fiestas.

En los veranos de aquellos años, décadas de los cincuenta y sesenta, resultaba habitual que el baloncesto formase parte de los programas de Fiestas Patronales de ciudades y villas de Galicia. Se trataba de un deporte novedoso, poco conocido en la mayoría de los pueblos, y que aportaba originalidad a los festejos. Y no nos engañemos… más aún si a su protagonismo contribuían las féminas. A pesar de que en los pueblos no solía haber canchas, resultaba sencillo habilitar un campo de juego en cualquier plaza o en una calle. Se localizaban las canastas, un camión las trasladaba, se pintaban las líneas en el suelo... y con pagarles el autobús y la cena a un par de equipos de la ciudad más cercana, ya tenían montado el espectáculo. El Club Estudiantes de Vigo, en su variante masculina y femenina, solía estar muy solicitado para estos eventos. Muchas veces, los dos equipos acudían juntos a estas celebraciones festivas, recorriendo toda la comunidad. Durante un verano de los sesenta, en las famosas Fiestas de la Peregrina de Pontevedra, jugamos en la Alameda, en plena calle, justo delante de la actual Diputación Provincial. En aquel partido, contra el C.D. Bosco, Antonio Díaz Miguel -gran amigo del Estudiantes como ya he mencionado, y que nos acompañó en esta ocasión-, me corrigió un defecto muy común en los principiantes: recibir el balón, echarlo al suelo en un bote sin ningún objetivo, y volver a cogerlo, con lo que se pierde la opción de entrar a canasta, de conducir el balón a otra zona, de driblar... “¡Lama! me llamaba-. ¡No botes!...” Con el genio que tenía en la cancha, el concepto me quedó claro para siempre.


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En las Fiestas del Apóstol de Santiago de Compostela, jugamos una noche en la Plaza de la Quintana. Nuestras chicas frente a la Tabacalera de La Coruña, y los chicos contra el Club Estudiantes de Madrid. Allí debutaron en el equipo Cristina Acosta y Picuca Martínez -jugadoras que acabarían por ser importantes en el futuro ascenso a primera-, pero poco pudimos hacer ante las coruñesas, que contaban en ese momento con uno de los mejores conjuntos del país. Nada que decir de los chicos, enfrentados con el reciente campeón de la Copa de España, y actuando poco más que como comparsas. También jugamos ambos equipos en Cangas, en sus Fiestas Patronales. Y lo hicimos en una calle céntrica, más o menos por donde está hoy en día el mercado. La mayor dificultad que se planteaba en estas confrontaciones eran los vestuarios, que como se puede deducir, no existían. Nos dejaban algún bajo de una casa próxima para mudarnos... pero, ¿y las duchas? Los organizadores de la Comisión de Fiestas ni sabían que se sudaba en esto del baloncesto. Total, que cada unos se las apañaba... Merienda al acabar, y a coger el barco de vuelta. Nos sentíamos importantes llamados a estas citas estelares, encargados de divertir al personal como si del Ballet Ruso, o del Teatro Nacional de Luis Tamayo, o de los Títeres de Varsovia se tratase. Además, resultaban jornadas muy agradables, propicias para confraternizar chicos, chicas, directivos y seguidores del Club. Aquellos divertidos partidos veraniegos, que siempre generaban alguna anécdota para el recuerdo, cumplían su misión perfectamente: servían como preámbulo al inicio de los entrenamientos, aunaban intenciones cara al futuro, y se presentaban en ellos a los nuevos fichajes de la temporada... Y en alguna ocasión, pusieron el escenario perfecto para historias de amor que durarían toda la vida. Un verano acudimos con el equipo femenino a las Fiestas de La Estrada. Habilitaron una cancha de tierra al lado el campo de fútbol, y por primera vez, conseguimos ganarle a la Tabacalera de La Coruña, nuestro gran rival, inaccesible hasta ese día.


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En medio de un calor asfixiante, y de unas polvaredas que nublaban la visión y dificultaban la respiración, las nuestras consiguieron la primera victoria ante su bestia negra. En otra ocasión, acudimos con los dos equipos a las Fiestas de Ponferrada para enfrentarnos a los representantes locales. Allí nos esperaba una estupenda cancha de cemento, situada en medio de unas excelentes instalaciones deportivas. “Educación y Descanso” -la organización franquista de los trabajadores- se había preocupado muy mucho de dotar al pueblo minero de algo excepcional en aquellos tiempos: un campo de fútbol de hierba, con sus correspondientes pistas de atletismo, varias canchas polideportivas, piscina recreativa y abundantes vestuarios. Algo nunca visto entonces. En los años sesenta, a raíz de proclamarse campeón de España de Tercera División, el Club Estudiantes Femenino se puso de moda en la zona. Nos llamaron de Puenteareas para las Fiestas del Corpus, y como no había rival cercano, nos brindamos nosotros mismos para formar los dos equipos. En medio de un frondoso parque, tal vez en una pista de patinaje, montaron el campo, y al llegar, observamos enseguida que carecía de las medidas reglamentarias. ¿Y qué? Ningún problema. Mayores y pequeñas brindaron un disputado partido a un gran número de aficionados. Más tarde, la experiencia me demostraría que estos partidos entre jugadores de un mismo club acostumbran a levantar ampollas. Todos quieren ganar -producto de la buena formación recibida-, y a menudo, las ansias de victoria derriban la barrera de la fraternal convivencia deportiva. Pronto se olvida... Pero poco a poco, con la llegada de la televisión, la introducción del baloncesto en la mayoría de los pueblos de Galicia, la tecnificación del deporte, los cambios profundos de la sociedad sobre todo con el coche-... en definitiva, con la modernidad, fueron desapareciendo aquellas entrañables celebraciones de verano... aunque alguna aún queda, y si no, que se lo pregunten al amigo de las dieciocho finales perdidas, que al parecer ganó la primera en Mondariz en el verano del 2007…


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La crónica de Sobrino desde Orense para “Faro de Vigo”, da a entender que hubo más que palabras en la disputa del Trofeo Corpus de 1957. El bajo tanteo ya indica la igualdad existente a lo largo del partido, y sobre todo, la fuerte lucha defensiva desplegada por ambos contendientes. Quedó bien claro el interés de vigueses y asturianos en hacerse con el preciado galardón. La afición orensana se puso del lado de los asturianos, que protestaron airadamente la actuación de los árbitros. Pero el Club Estudiantes, siempre por delante en el marcador, acabó imponiéndose con merecimiento. Cerdeira y Picher fueron sus mejores jugadores.

También en Vigo se disputaban partidos con motivo de las Fiestas del Cristo. Durante un verano de los sesenta nos visitaron los Harlem Globetrotters -de aquella, en su momento más esplendoroso-, y para su exhibición, el Ayuntamiento preparó una pista de cemento en Balaídos, delante de la grada de Marcador.


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En agosto de 1956 se celebra el Torneo Internacional de Baloncesto de Vigo, que gana el Real Madrid con claridad, imponiéndose al Estudiantes vigués -segundo-, al Benfica y a la Selección Francesa del Atlántico.


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Pero ademĂĄs de los partidos veraniegos, era costumbre entonces disputar amistosos a lo largo del aĂąo, bien contra marineros de algĂşn barco americano fondeado en puerto, o bien ante equipos sudamericanos desembarcados en Vigo para una gira por Europa.


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Nuestra hospitalidad con estos equipos la cobrábamos con un par de balones americanos de cuero -imposibles de conseguir en España-, y que estos poderosos visitantes se dejaban lamentablemente “olvidados”. La picaresca: los pobres hurtando a los ricos. Una gamberrada más de los estudiantiles, que si esta materia fuese deporte, jugarían Copa de Europa. En resumen, ahora en el 2008, los veranos del baloncesto son otra cosa. Baiona, Mondariz, Porriño, Salceda, Tuy… un sinfín de localidades organizan sus torneos, en los que ya no juegan los grandes equipos de élite, sino los aficionados que aman el basket, y quieren competir, mejor o peor. Pero en los veranos de 2007 y 2008, también llegó a Ourense la mejor selección española de todos los tiempos, y el baloncesto gallego se sintió orgulloso en recibirla. Y en los últimos años es la flota, pero la española, la que conquista la NBA con los hermanos Gasol, Rudy Fernández, Calderón, Sergio Rodríguez, Garbajosa, Navarro… Quizás sin aquellos veranos de los sesenta, la actual edad de oro del basket español sería imposible…

El árbitro Paco Nistal, en un partido amistoso de una Selección de Vigo y un combinado del portaviones americano New Jersey.


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El año 1954, en el desaparecido campo de Las Cabañas, se celebra un encuentro amistoso entre una Selección de Vigo y un equipo representativo del portaaviones norteamericano New Jersey. Lo arbitra Paco Nistal, seguramente el mejor colegiado vigués de todos los tiempos. Llegó a pitar con éxito en la máxima categoría nacional. Como anécdota, tengo que manifestar que el Club Estudiantes no quería que le arbitrase. Sobrino de nuestro presidente, don José Nistal, y compañero de pandilleo con directivos y jugadores estudiantiles, nos perjudicaba notablemente -por su exagerado afán de neutralidad- cuando nos pitaba. En un acuerdo tácito entre ambas partes, evitaba arbitrarnos.


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XIII. Los inicios... y el disgusto.

Compañero de viaje, tengo que contarte algo. Ya es el momento, no puedo aguardar más... Espero no aburrirte… Es evidente que antes las cosas no eran como ahora. No sé si mejores o peores, pero desde luego, bastante distintas. Para que entiendas mejor la “batallita” de hoy, te voy a hacer una propuesta simple. Yo te cuento, y tu fantaseas poniéndote en mi lugar. Imagínate de actor en Hollywood... y que te dan el papel. ¿Sabrás? Imagina: - ¡Siéntete niño! ¡Te conviertes en un rapaz de diez años! El mismo que fuiste tú, pero nacido en 1941. No había móvil, ni televisión, ni ordenadores… gobernaba un tal Franco, apenas circulaban coches, nada de mensajes telefónicos, te movías en tranvía, no había botas Nike, se usaban pantalones cortos, el balón era de cuero -como los de fútbol-, de Coca-Cola tampoco nada, sin NBA, ¡no había nacido Gasol!... ¡Estás perdido, colega! ¡No te veo de niño del 41!... ¿Qué, qué te parece? -

¡Pero, Luis! Es que cuando eras niño, ¡no había na-

da!... - ¿Qué no había nada? ¡Había baloncesto!... ¡Y qué ba loncesto! ¡FANTÁSTICO! Yo empecé jugando en el patio de tierra de los Salesianos. Era cuesta arriba si atacabas contra la canasta empotrada en la pared del colegio, y cuesta abajo si lo hacías contra la pinchada en el suelo sobre dos maderos, a pocos metros de la puerta de la Iglesia de María Auxiliadora. Los aros, sin red. El bote de aquello que usabas como balón: pelota de goma rizada tamaño balonmano, o maciza tamaño golf, o de goma lisa tamaño tenis... constituía un


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misterio. Las líneas del campo, imaginarias, tan sólo la del fondo de arriba estaba clara: fuera, cuando la pelota tocaba la pared. El tiro de personal se marcaba en tierra con el zapato en la canasta de abajo, y en la de arriba, había una piedra en el suelo que hacía de señal. Si llovía, charcos por el medio, sobre todo, en la canasta de abajo, con uno enorme debajo del aro. A veces se paraban en medio del campo don Luis, el cura párroco, a charlar con alguna feligresa, y entonces debíamos sortearlos. Éramos “la generación del patio”. Necesitábamos entender el baloncesto con claridad para sobrevivir a tantos desmanes. Y así se forjó en nosotros una mentalidad fuerte, imaginación para un juego entre líneas que no existían, una defensa dura –no había personales-, defensa que también debíamos soportar… Tratábamos de imitar con acierto a nuestros ídolos del Bosco, a los magníficos, a Boliche, a Rolán… Era un baloncesto libre, auténtico, sin complejos, sin barreras, sin tres segundos, sin campo atrás... nunca pisabas fuera... no te sancionaban por tocar la red... podías discutir con el contrario, no había técnicas... sin árbitros... Todo se reducía a encestar, y a que no encestase el contrario. ¡Qué táctica! La entendimos enseguida. Era baloncesto. ¡¡No!! Era ¡¡¡BALONCESTO!!! - ¡Pero colega...! No te veo vestido para el papel. Fuera ese equipaje de los Lakers... esas botas Adidas... esas muñequeras... las medias Nike...” - Entonces... ¿qué me pongo?” Salíamos de casa vestidos de domingo. Íbamos como un pincel. Pantalón corto por la rodilla de color gris; camisa blanca con corbata listada y tirantes elásticos; chaqueta de punto con botones -yo de color amarillo-; zapatos de goma marrones y calcetines altos. Así se llegaba a la “cancha”. ¿Cómo se volvía…?... A esa edad, ocho años más o menos, si no estaba jugando en el patio de los Salesianos, es que había ido a ver jugar al Bosco. Mi hermano Gonzalo y yo éramos hinchas apasionados y fieles. Recorríamos todo Vigo detrás de nuestro equipo. Las Cabañas, los


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Maristas, el Jardín Park, el Colegio Labor, la Escuela de Peritos... y naturalmente, el familiar “coliseum” de Taboada Leal. Las Fases de Sector en las que llegaban equipos de otros lugares se convertían en grandes acontecimientos. No pensábamos en otra cosa durante la semana previa. Venían el campeón de Salamanca, el Grupo Covadonga de Gijón, el Sniace de Santander, la Bazán del Ferrol, el Standard de Madrid, el Lasalle de Valladolid... De aquella me parecían los mejores equipos del mundo... y a pesar de todo, tras unos heroicos partidos, el Bosco se proclamaba siempre campeón del correspondiente sector. ¡Qué emoción! Boliche y Rolán, ¡los mejores del torneo! En estas Fases de Sector estelares, el C.D. Bosco cambiaba su habitual vestuario, próximo al campo, por el camerino del teatro del colegio, bastante más alejado. Yo entraba por el patio, y de camino hacia la cancha los oía. Después de tantos años, más de medio siglo, mi memoria no conserva la imagen, sino las voces de Boliche, de Rolán, de Mito Martínez, de Josechu Curiel, de Cándido Gil...- entonando su canción: “Ya estamos llegando a Pénjamo, ya brillan allá sus cúpulas, si una muchacha te mira y se agacha, es que es de Pénjamo. Y si te mira y luego suspira, también es de allá. ¡Qué me sirvan las copas por Pénjamo! soy de Pénjamo, soy de Pénjamo. ¡Qué me sirvan las copas por Pénjamo! por mi Pénjamo voy a brindar...” Una vez interpretada la hermosa canción -a mí así me lo parecía-, ya estaba ganado medio partido. Nunca vi perder al Bosco después de su “cántico de guerra”.


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- Ahora que lo pienso, querido colega, me parece ésta del Bosco, mucho mejor preparación psicológica que la que hacía Ignacio Pinedo con el Creff de Madrid. ¿Tú qué dices? Comprobarás que ya de aquella el baloncesto era muy técnico, se cuidaba todo con detalle... - Pero Luis, si ahora nadie canta en los vestuarios. - Porque sóis gili.... Ahora, juntáis las manos: un, dos, tres... ¡BA-IO-NA!... y os dáis palmaditas continuamente... Andáis siempre con chorraditas... Aquello de la canción sí que era poético... divino... te alfombraba el camino a la gloria... eras un héroe en potencia. Un día, el señor García Hermida se acercó al patio y nos propuso jugar un partido contra los chicos del colegio. Sería en el descanso de un encuentro del Bosco, que se iba a celebrar una semana más tarde. Llegué a casa emocionado, nervioso, sin acougo... y ya surgió el primer problema: no teníamos equipaje... ni dónde conseguirlo con tanta apremio. En casa me debieron ver con una cara de tanta deseperación, que al día siguiente, sin pérdida de tiempo, mi madre, mi tía, y la costurera que venía los martes, se pusieron a confeccionar el equipaje más bonito que tuve en mi larga vida deportiva, y el único hecho a la medida: camiseta de tela de sarga de color blanco, con cuello polo en azulina, manga corta con ribetes a juego, y números a la espalda, también en azulina. Pantalón cortito totalmente liso, en azulina. Eran los colores del Bosco. ¡Qué maravilla! Yo me dije con decisión y pleno convencimiento al mirarme al espejo: “Con este equipaje, no nos gana nadie.” El día señalado iba tan concentrado en mi estreno, que no supe ni contra quién estaba jugando el Bosco. Nos dieron para nuestro debut un balón de futbol -más pequeño y más ligero que el de basket-. Los de mi pandilla -yo con once años-, les ganamos por 11-7 al equipo del colegio, y anoté tres canastas, una de ellas lo recuerdo aún hoy-, de aro a aro. ¡La felicidad!


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- ¡Pero colega! ¡No sientes nada! ¡No te veo emocionado! Habéis tenido tanto en vuestra niñez, que no eres capaz ni de imaginártelo. - Luis, yo jugué una liga entera con ocho años... y tenía dos equipajes... y una balón de cuero para cada uno... y entrenador... y campo cu... - ¡No sigas! ¡Si ya lo decía yo...! ¡Chaval! En el arte de la fantasía no tenéis nada que hacer. ¡Cómo se os atasque un partido...! Si hubieses sido de la “generación del patio”, sabrías inventar, crear basket... ponerte en el papel... podrías incluso jugar de pívot con 1,50. - Luis, todo esto que me cuentas es una “chorrada”. Lo soñaste, nunca pudo ocurrir. - ¡Sabes lo que te digo! No te cuento más. Después de aquel “mini partido”, Manolo Martínez, entrenador del Bosco, comenzó a enseñarnos la ciencia del baloncesto. Martes y viernes, en el campo de Taboada Leal, aprendimos a pasar, a botar, a tirar... y a amar aquel deporte mágico. Fue mi primer entrenador, mi maestro, el que me inició en los primeros pasos. Yo era uno de sus favoritos... y en cambio, más tarde... Nunca supe bien lo que pasó. En la temporada siguiente, el C.D Bosco hizo un equipo infantil con una mezcla de niños de nuestra pandilla y del colegio, y participamos en el primer campeonato infantil que se celebró en Vigo. Año 1953. Al cabo de un par de temporadas pasamos a categoría juvenil, ya con más equipos participantes y de mayor entidad. El Colegio Labor, el Areosa, el Colegio Apóstol, el Domingo Savio… y el Estudiantes, el gran rival del Bosco. En nuestro equipo jugaban José Luis Rodríguez, Chacabuco, Madera, Cousillas, Sidrach, Lolo Sánchez, Mingos, Carlos Casales… Por el Estudiantes, lleno de figuras… y de “seguidoras”, lo hacían Isidro Gallego, Rafa Tapias, Romero Bello, Moreno, Abelenda, Miramontes, Cándido Hernández, Torrado… Aún hoy en día, me da la impresión de que debían ser bastante más guapos que nosotros. Tenían gran éxito entre las chicas…


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Exquisita reunión: Rolán (Bosco), Carlos Cerdeira (Estudiantes), Carlos Cosío (Areosa), Bahillo (directivo del Bosco), Manolo Martínez (entrenador del Bosco y mi primer maestro) y Roberto Besada (fundador del Independiente).

En un partido histórico, celebrado en la Escuela de Peritos Industriales, con lleno a rebosar, les ganamos el campeonato y la clasificación para el Sector Gallego Juvenil, que se disputaría un mes después en Lugo. Los dejamos hundidos, con la moral por los suelos, pues no en vano eran los claros favoritos y las estrellas del baloncesto juvenil vigués. Dimos la gran sorpresa. Fue el primer partido de máxima rivalidad que jugaba contra el Estudiantes. Todavía recuerdo la canasta que metí en un contraataque, entrando por el centro de la zona en medio de tres rivales, y tirando en doble-salto con lanzamiento de palangana. Estaba de moda por entonces... - ¡Pero qué dices! ¿Eso qué es? ¿Doble-salto...? ¿Palangana...? - Eso es talento, colega. ¡Talento puro! ¿Te lo explico? No sé si lo entenderás.


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Yo era un jugador pequeño, pero muy rápido, no puede ser de otra forma en el baloncesto. En aquella jugada, venía botando desde mi campo a toda velocidad, y al llegar a la línea de tiros libres, me encontré con tres gigantes esperándome con los brazos en alto dispuestos a aplastarme. Me metí entre los dos primeros con el primer paso, protegiendo el balón por lo “bajinis”, y al levantarlo para tirar en el segundo paso de la entrada, aparecieron los dos enormes brazos del tercero, Romero Bello, tapándome el tiro. No tuve problemas, me encogí en el aire, pasé por debajo de sus brazos, y en tiro con dos manos desde abajo, anoté una bandeja inversa, es decir, desde casi el suelo. ¡Fue el delirio! No la olvidaré nunca, ¡la mejor de mi vida!, y eso que en mis cuarenta años de jugador, debí meter varios cientos de canastas, tal vez más de mil. Ese tiro se lo había copiado a Julio Castro, del Club Estudiantes, que precisamente en ese partido dirigía al equipo juvenil desde el banquillo contrario.

Antigua cancha de la Escuela de Peritos Industriales. Piso de tierra, tableros de madera, al aire libre, sin vallas divisorias… ¡Y gracias! Era la década de los cincuenta


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- Pero Luis, estoy hecho un lío. Tú, ¿no eras del Estudiantes? - Eso vendrá más tarde. Ya te lo contaré. A mitad de la temporada 57/58, nos subieron al primer equipo a José Luis, a Chacabuco y a mí. Teníamos diecisiete años. Nuestro estreno con el Bosco “mayor” fue en Salamanca, donde perdimos. Jugué un par de minutos al final. Después, otro partido en Vigo, en nuestro campo de Taboada Leal, en el que anoté, en los tres escasos minutos que me dieron, mi primera canasta con el Bosco. Esta vez ganamos con facilidad. Luego nos desplazamos a Lugo, y allí comenzó todo. Cometí el gran “error” de jugar casi todo el partido, sustituyendo a uno de mis ídolos, Boliche... y ser el mejor del equipo... y el máximo encestador con 19 puntos... No valió de nada, perdimos... y yo, paradójicamente, perdí mucho más que el resto. A partir de este encuentro, se inició mi calvario en el Bosco. Boliche se ausentó de la ciudad por una larga temporada, y parece que su puesto, sobre todo a raíz de mi destacada actuación en Lugo, debía ocuparlo yo. Poco tiempo después, tuve un pequeño roce en un entrenamiento con mi otro ídolo, Rolán, que me abroncó por una acción del juego. Pues bien, mi entrenador del alma, Manolo Martínez, mi admirado maestro, dejó de ponerme a jugar. Sin más. Y acabé en el banquillo para el resto de la temporada, con escasos minutos de juego. Mi disgusto aumentaba con el paso de los días. Lo llevé con el alma rota. El último partido con el Bosco, de puro trámite, lo jugué en el Jardín Park contra el Estudiantes. Se cerraba la temporada, y a continuación, como despedida, había cena del club. Antes del partido, ya anuncié que yo no asistiría. Salí a jugar los últimos tres minutos del encuentro, anoté una canasta y di dos asistencias. Así concluía mi andadura con el equipo de mis amores.


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Aquello constituyó el disgusto deportivo más grande de mi vida. Lloré mucho, y muchas veces. Mi padre, que había sido cofundador del C.D. Bosco, me dio entera libertad para decidir. Manolo Martínez, al que siempre agradecí mucho sus primeras enseñanzas, me vino a dar explicaciones y a pedir disculpas un par de meses después. Ya no había remedio Me fui al equipo rival, el Club Estudiantes, que me recibió con los brazos abiertos.

Temporada 1952/53 Club Deportivo Bosco Campeón Provincial de 1ª División De pie: Boliche, Barreiro, Rolán, Abalo y Mito Martínez. Agachados: Fandiño, B. Fernández, Cándido Gil, Cabaleiro y Josechu Curiel.


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Algunos de mis compañeros en el C.D. Bosco, y después, grandes rivales cuando me pasé al Club Estudiantes: Serafín Ocaña, José Luis Rodríguez -mi marcador en los “derbys”-, Alfonso García Migón y Rolán -mi ídolo de niño-. Años más tarde, José Luis me volvería a marcar ferreamente en el Manuel Álvarez.


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XIV. Notas de Prensa

Cuando accedo a ese montón de valiosos recuerdos de amigos, guardados celosamente desde hace tantos años, y confiados a mi cuidado eventualmente para elaborar este libro, no deja de sorprenderme la gran atención que la prensa escrita local le dedicaba al baloncesto. Y hablamos de hace ya varias décadas En 1952, “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego” y “Meta”, se hacían eco del comienzo del Campeonato Provincial de 1ª Categoría. Detallaban los equipos participantes -siete-, los horarios de la primera jornada -todos en domingo-, y el pronóstico. Desde septiembre hasta diciembre ofrecían cumplida información de resultados, crónicas de los partidos y clasificaciones. En “Faro de Vigo” se inicia Enceste como comentarista de baloncesto, e informa -1953- de la suspensión del Bosco-S.E.U. por incidentes, cuando empataban a 29 puntos en la prórroga. La Federación acordó disputar una nueva prórroga de cinco minutos. En 1954, “Faro de Vigo” anuncia el primer cursillo para entrenadores celebrado en Vigo. Sería impartido por el ecuatoriano Fierro Romo. Flecha en “El Pueblo Gallego” -1955-, da cuenta de la suspensión de un Areosa-Estudiantes a 55 segundos del final, debido a un fuerte altercado entre seguidores, jugadores y árbitros. En ese momento, el Areosa vencía por 56-55, y tenía en cancha tan sólo a cuatro jugadores. Unos días más tarde se jugarían los 55 segundos pendientes a puerta cerrada, con la única presencia de la prensa. El Estudiantes se trajo a su jugador Pepín Castro, estudiando en Valladolid, para el “resto” del partido.


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“Pichicho” Giráldez pondría, con dos personales anotadas, el marcador en un 56-57 favorable al Estudiantes. El Areosa, merced a otras dos, se adelantaría de nuevo por 58-57. Fallos de personal por uno y otro bando, y expulsión de Benito por cinco faltas, con lo que el Areosa se quedaba con tres jugadores. Dos nuevas personales ejecutadas por Giráldez, y triunfo final para el Estudiantes por 58-59. Los árbitros, Nistal y Posada, sufrieron en la salida del campo el acoso de los jóvenes seguidores del Areosa, que los persiguieron por las calles viguesas. Los colegiados hubieron de ser escoltados por la Policía Municipal. Los recortes de prensa permiten comprobar que los equipos contaban en aquella época con unas hinchadas sólidas, apasionadas y numerosas. La del Bosco reunía a medio vecindario de las calles de la Ronda, de Taboada Leal, de Ecuador, de Mª Auxiliadora... además de los alumnos del Colegio Salesiano; la del Areosa, formada por vecinos del Pilar, del Castro, y sobre todo, por los alumnos del Colegio Marista; el Estudiantes arrastraba a la gente de Peniche, y cantidad de estudiantes de las Escuelas de Comercio y de Peritos Industriales; el Independiente, ubicado en el Colegio Labor, contaba con sus alumnos y el vecindario de la calle del Romil y alrededores; el Juventus de Acción Católica, con todos sus afiliados... En resumen, que el baloncesto vigués disfrutaba de un gran ambiente, aderezado con sanas rivalidades que aportaban un aliciente especial a nuestro deporte. En el “Pueblo Gallego”, abril de 1955, se anuncia en titulares el partido del Club Estudiantes contra el Gimnasio y Esgrima de Buenos Aires, que llegaba a nuestro puerto para iniciar una gira por Europa. Casi todos los años se celebraba en Vigo alguna fase de sector, y entonces la prensa se volcaba en el torneo, dando cumplida información de los equipos participantes, de las fechas, los horarios...


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Después serían las crónicas de los partidos las que ocupasen páginas enteras, y de clasificarse el representante vigués para la correspondiente Fase Final del Campeonato de España, harían, llegado el momento, un seguimiento puntual de todo lo que aconteciese en la definitiva competición.


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En mayo de 1955, el Club Estudiantes se adjudica la Fase de Sector celebrada en Vigo, al derrotar en el partido decisivo al Grupo Covadonga de Gijón por 39-18.

La crónica de la página siguiente de Manuel Tourón en “El Pueblo Gallego”, mayo de 1955, es una muestra de la enorme atención prestada por la prensa al baloncesto. El Club Estudiantes vence en la citada Fase de Sector. Su jugador “Pichicho” Giráldez es paseado en hombros, y el Sr. Gavarrón, Secretario de la Federación Española, le entrega el trofeo de campeón como capitán del equipo vigués. En el comentario del partido se destaca el decisivo marcaje de Julio Castro sobre la figura asturiana, César Méndez. En esa fuerte defensa se cimentó la victoria del Club Estudiantes, que el descanso ganaba por un apretado 18-15.


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El Club Estudiantes y el Real Valladolid alineados en el centro del campo antes de iniciarse el partido correspondiente a la Fase de Sector de la temporada 1956/57, celebrada en el Jardín Park. Por los vigueses jugaron Pepín Castro, Alberto Alonso, Mito Martínez, Julio Castro, Gorito, Camilo Nogueira, García Picher y Carlos Cerdeira. Al fondo se puede observar la grada supletoria instalada por el Ayuntamiento, repleta de aficionados. A falta de un Pabellón de Deportes, los regidores locales colaboraban con la colocación del graderío. El baloncesto se asentaba como un deporte de gran implantación entre los vigueses, y las ayudas, aunque sin muchas alegrías, empezaban a llegar a los equipos de la ciudad.


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La instantánea del popular fotógrafo “Siorty” nos muestra la formación del campeón, antes de comenzar un partido de la Fase de Sector celebrada en Vigo. También se informa de la preparación de un gran recibimiento a los jugadores aquella misma tarde.

En la temporada siguiente al ascenso a Primera, el Club Estudiantes roza el título de campeón de la nueva categoría. El 15 de mayo de l957, “El Pueblo Gallego” informa de la victoria del Club Estudiantes sobre el Grupo Covadonga de Gijón, en la Fase Final del Campeonato de España de Primera División. La reseña comienza así:


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“MADRID, 15 (1,30 de la madrugada. Crónica especial para EL PUEBLO GALLEGO de nuestro enviado Francisco Nistal)...”

- Por si no te das cuenta, amigo fiel, te aclaro una vez más que por aquellos años no había fax, ni correo electrónico, ni móvil... Las crónicas de los partidos se recibían en la redacción del periódico por teléfono fijo, los redactores anotaban los datos como podían, y luego reconstruían la información. “El Pueblo Gallego”, lo sé de buena tinta -mi padre era Redactor Jefe-, cerraba los talleres más o menos a las cuatro de la madrugada, de tal forma que cualquier noticia de última hora podría ser incluída en el periódico del día siguiente. En algo, al menos, llevaban ventaja sobre los diarios de ahora, que suelen cerrar sobre las once, y ya no informan de lo que acontezca más tarde de esa hora. La crónica que mencioné con anterioridad se recibió de madrugada, como puedes observar. Francisco Nistal, el enviado especial, escribió de baloncesto en “El Pueblo Gallego” durante muchos años. Además, como ya comentamos con anterioridad, era un excelente árbitro, tal vez el único de nuestra ciudad que llegó a arbitrar en División de Honor. En crónica en el diario “Marca”, 16 de mayo de 1957, se da cuenta de la final de dicho campeonato, en el que el C.D. Español de Barcelona derrotaba al Club Estudiantes de Vigo por un contundente 68-41. La información la firma Carlos Piernavieja, el comentarista de baloncesto de más fama en aquellos tiempos. Este Subcampeonato de España le otorgaba al equipo vigués el ascenso a la División de Honor, formada en ese momento por ocho clubs, y ampliada hasta diez a partir de aquel año. El Club Estudiantes se vio obligado a renunciar al ascenso por falta de cancha cubierta, requisito indispensable para participar en la máxima categoría del baloncesto nacional.


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El Estudiantes Femenino entra en escena en ese mismo año, 1957. Desde entonces, se proclamaría campeón provincial sin interrupción hasta l965, momento en que logra el ascenso a División de Honor. En la temporada 1960/61 gana la Fase de Sector en Valladolid, y se clasifica para la Fase Final a celebrar en Alicante, donde consigue un meritorio tercer puesto. En la campaña siguiente, 1961/62, ya es subcampeón de España de Tercera. En la temporada 1963/64 se hace en Madrid con el título de Campeón de España y asciende a Segunda División.


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Durante estos años, María del Carmen Veiga se convierte en su jugadora más destacada. Excepcional anotadora, era galardonada a menudo como mejor encestadora de los torneos que disputaba. La casi nula actividad de nuestra selección española en esta época, le privó de haber sido la primera internacional del baloncesto vigués.

Campo de Granada, 1963. El concejal vigués Salvador García, “Salvito” -años después sería gerente del Centro Deportivo Municipal.-, hace entrega a María del Carmen Veiga del trofeo a la máxima encestadora de la fase de sector celebrada en Vigo, con el público abarrotando las gradas.

En la temporada 1955/56, el alcalde de Vigo, José Ramón Fontán, hace entrega de unas medallas de la ciudad a las jugadoras del Club Estudiantes por la consecución del título de Campeonas de España de Segunda División, y por su ascenso a Primera.


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Campo de Granada, 1956. A la derecha del alcalde, José Ramón Fontán, se ve al concejal Salvador García “Salvito”, y a su izquierda, a Vicente Flórez, presidente de la Federación Gallega Sur de Baloncesto. Recibe la medalla Olga Curty, con Maribel Lorenzo, Rosa Sarmiento y el resto de sus compañeras a ambos lados.

En los primeros años de la década de los setenta, el Real Club Celta Femenino se pone de moda en la ciudad. Al afianzarse en los primeros lugares del baloncesto nacional, la prensa local comienza a prestarle cada día más atención. El presidente de la sección, Jaime Gómez, consigue en principio del “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego” y “Hoja del Lunes”, que dediquen algún espacio de sus páginas deportivas a informar del club. Pronto las crónicas ocuparían páginas enteras. El equipo responde con brillantez en la cancha, la afición se agranda cada día, y el interés informativo va en aumento. Las célticas, con una entrega total en cada partido, y la virtud añadida de un limpio amateurismo, se erigen en figuras ejemplares del deporte vigués. Se hacen populares y son reconocidas por las calles


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de la ciudad. Todas ellas son, además, jugadoras de casa, formadas con el esfuerzo y dedicación de los Julio Castro, Jorge Domínguez, Isidro Gallego, Paco Picos, Juan Ayres, Vicente Rodríguez “Cholas” –mi sucesor en el Celta-, Paco Martínez -sucesor de “Cholas”-... y yo mismo, Rey Lama. Enceste en “Faro de Vigo”, Madelca en “El Pueblo Gallego”, y Berrocal en “Hoja del Lunes”, daban cuenta con generosas informaciones de la actividad céltica.

Berrocal publica en la “Hoja del Lunes” una nota de las jugadoras célticas, agradeciendo el comportamiento del público durante el partido. “Faro de Vigo” también destaca esta circunstancia con un elocuente titular: “¡HALA CELTA! en el Pabellón.”


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Por primera vez se ganaba al Ignis Mataró, vigente campeón de Liga en ese momento. Las catalanas estaban entrenadas por José Mª Solá, que también ocupaba el cargo de seleccionador nacional. La gran actuación de Maribel Lorenzo (29 puntos) le valió para ser convocada nuevamente con el equipo español.

El Creff de Madrid, equipo de la Sección Femenina organización franquista al cuidado de la formación de las mujeres españolas-, tenía fama de verse favorecido por los arbitrajes. Algo


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parecido al trato, que se decía, recibían los equipos del Real Madrid de fútbol y baloncesto, considerados afines al régimen.

El Celta también lograba imponerse por primera vez al Creff, varias veces campeón de España, y plagado de excelentes jugadoras, la mayoría de ellas internacionales: Pérez Villota, Conchi Navío, Ana Herrero, Pérez Cochoud, Coro Domínguez... dirigidas por Ita Pozo -que sería años después seleccionadora nacional- y por Ignacio Pinedo.


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En el recorte de prensa se informa de los resultados de la jornada y se acompaña la clasificación. En la foto se ve a la céltica Mª del Carmen Veiga en una perfecta suspensión, “punteada” por Rosa Castillo, la mejor jugadora española de las décadas setenta y ochenta. Partido R.C. Celta-Pem Aerpons. El equipo barcelonés debutaba en Primera División, y estaba dirigido por María Planas, que años después sería seleccionadora nacional.


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En el “Marca Gráfico” se empiezan a destacar las actuaciones del R.C. Celta a partir de la décima jornada de la Liga. Hasta ese momento no contaban con nuestro equipo para nada. Era la temporada 73/74, en la que se alcanzaría el subcampeonato, empatando a puntos con el Club Deportivo Mataró, primero por basketaverage. En la imagen, Picuca Martínez, en un lanzamiento en bandeja.


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Calleja, el comentarista de baloncesto de “Marca Gráfico”, hace un encendido elogio del Real Club Celta. Destaca su labor silenciosa, humilde, y alimentado por sus propios recursos. “No vuela muy alto, pero vuela bien.”, remata la crónica.


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Dos meses después, “Marca Gráfico”, vuelve a dedicar su portada al Real Club Celta Femenino. En la imagen, Ángeles Liboreiro se dispone a anotar una canasta.


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El semanario “Marca Gráfico” ratifica su criterio, y le dedica de nuevo al Celta la portada de su semanario. Calleja destaca el mérito y el rendimiento del equipo vigués.


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Con el Real Club Celta como subcampeón de Liga y tercero en la Copa, llegarían los homenajes de la ciudad. El primero de ellos en el Estadio de Balaídos, antes del comienzo del partido Celta-Sporting de Gijón de Primera División


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Después del caluroso homenaje en el estadio de Balaídos, el Real Club Celta disputaría un partido-homenaje con la selección de Yugoslavia, y de nuevo recibiría el aplauso fervoroso de su afición en el Pabellón de las Traviesas. Arranca entonces la época dorada del basket femenino vigués. En esta misma temporada, el Celta se proclamaba campeón de España junior, de la mano de Vicente Rodríguez “Cholas”, y con Ángeles Liboreiro, Susana García y Virginia Barros como máximas figuras. Al mismo tiempo se confirma la participación del equipo en la Recopa “Liliana Ronchetti”. Maribel Lorenzo inicia su andadura como internacional en la selección española. Más tarde lo haría Carmen Fraile. En la selección española junior debutaban Ángeles Liboreiro y Susana García. Llegarían más tarde los títulos de Liga y Copa, nuevos campeonatos en juniors, y más internacionales pertenecientes a nuestro club, la mayoría formada en la propia cantera. A las mencionadas con anterioridad, habría que añadir a Carmen Martínez,


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Ángeles Araujo, Pepa Calvet, Marisol Paíno, Nieves Lobón, Piluca Alonso, Rocío Jiménez, Sole Granados... y ahora mismo, las olímpicas, Tamara Abalde, Laura Nichols y Alba Torrens.

Tamara Abalde, la formidable internacional y olímpica en Pekín 2008, es el mejor exponente actual del baloncesto vigués. Marta Canella, del C.B. Baiona -alevín en la foto- y actualmente en la preselección nacional sub-13… ¿el mejor futuro?

Sin olvidar, por supuesto, la presencia destacada de Vicente Rodriguez “Cholas”, en la selección española absoluta; de Miguel Méndez en la selección española sub-21; de Carlos Colinas en la selección española sub-18; de Telmo Silva y Domingo Salinas como preparadores físicos de la absoluta... y de Susana García, que será ayudante del entrenador de nuestra selección olímpica... ¡Y lo que aún está por llegar! El formidable historial que va dejando con los años el Real Club Celta Femenino, lo acredita como uno de los equipos más laureado del deporte gallego. E insisto, ¡lo que aún está por llegar!


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Temporada 1977/78 Real Club Celta Campeón de Liga de Primera División De pie: Carmen Martínez, Marisol Paíno, Elena Sarmiento (delegada), Vicente Rodríguez “Cholas” (entrenador), Maribel Lorenzo, Mª José Presa y Ángeles Liboreiro. Agachadas: Virginia Barros, Amparo Dios, Gloria Martínez, Ángeles Todo, Pepa Calvet y Susana García.


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XV. La vestimenta femenina

La entrañable e histórica foto del S.E.U. femenino -página siguiente- sirve como fiel documento de los equipajes que se “llevaban” en los años cincuenta. Y eso que el equipo no era de ningún colegio religioso. Si lo fuera, tal vez los “pololos” llegasen hasta los tobillos. No hay duda de que vestían con estilo y gracia femenina, y sin embargo, no dejaban por ello de ofrecer una imagen de conjunto aguerrido, inteligente, simpático, disciplinado, y bien dispuesto para el triunfo deportivo. Además, eso no se les puede negar, el grupo estaba compuesto por bellas jovencitas, que arrastraban a no pocos admiradores. Aún hoy se recuerda a la bella Lolín. Cuentan los testigos de aquella época, que presenciando uno de los primeros partidos del S.E.U., preguntaba el maestro Cofán a un discípulo. - Dime una cosa con curvas. - El castillo de Bellver -contesta raudo Carlos Davila, en respuesta a la “pregunta emboscada”. - ¡Vaya! -con mirada aviesa y un suspiro- Di otra. - El castillo de Chinchilla. - ¡Gilipollas! ¿No viste más? - Los castillos de Bellver y de Chinchilla con Lolín dentro. - ¡Ah! -exclama Cofán, aliviado. Pues aunque no te lo creas, querido colega de tertulia, este equipo sería el precursor del actual Real Club Celta. Con sus “pololos” -o falda pantalón- color blanco, sus blusas blancas con cuello y manga corta, petos en azulina con nombre del club y números, y zapatillas de lona a juego en azulina.


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Con los años, los “pololos” se convirtieron en faldas, y en todo caso, aún se mantenían por debajo, cubriendo las piernas hasta casi la rodilla.

De pie: Ana Salgado, Pinky García Piñeiro, Mely Badía, Baley y Pilarín Pérez. Agachadas: “Nena” García Piñeiro, Mª Isaura Madriñán, Merche “la francesa” -que no lo era, tenía familia en Francia-, y la cubana Lolín. Ellas posan para la posteridad en el campo de tierra del Instituto Santa Irene, mientras su entrenador, Alberto Alonso, se rompe la cabeza en la banda para hacer jugar al baloncesto a sus discípulas.

Más tarde, los “pololos” pasaron a shorts, y las faldas se acortaron. Los petos desaparecieron, y en vez de blusas, se empezaron a usar camisetas de manga corta. Con el Club Estudiantes finalizan las faldas en las representantes viguesas -aún jugarían en Primera División con ellas-, y el R. C. Celta es de los primeros equipos del país que empiezan a jugar con pantalón muy corto, y camiseta sin mangas.


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El short de tela pasa a ser de espuma, pegado y más corto, y al cabo de un par de años, será de licra, aún mas ceñido y más corto. Las camisetas, por lo general, sin mangas y más ajustadas. Y de la NBA llega la moda de las medias hasta las rodillas. Las del Celta, en color marino con listas blancas. El equipaje femenino, como tal, desaparecería en pocos años. Las féminas pierden sus peculiares vestimentas, supongo que con la generalizada filosofía de la igualdad, y pasan a utilizar, sin más, el vestuario masculino. Los “pololos” de los años cincuenta recuperan su vigencia, con formato diferente, pero con la misma amplitud de entonces, y largo de pierna, hasta la rodilla.

Año 1958. Equipo de la Sección Femenina de Vigo.

- Colega, y tú, ¿qué opinas de todo esto? - Pues viendo las fotos que me enseñas, no sé qué te diga. - ¿Cuáles “lucían” más guapas? ¿Las de ahora, las de los años setenta, o las de antes? - Las de los setenta lucían mejor el tipo, pero el balóncesto no es para eso. - Yo opino que pueden jugar perfectamente al baloncesto, y lucir al mismo tiempo su feminidad. ¡Tanta igualdad!... La igualdad para otras cosas más importantes.


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1960. Club Estudiantes. De izquierda a derecha: María del Carmen Veiga, Tucha Prieto, Pinky, Mely Badía, Mely Canda y Pitusa Llopis.

1962. Club Estudiantes. De pie; Margarita, Mª del Carmen, Pitusa y Esther. Agachadas: Tucha, Pinky, Hortensia y Olga. Las faldas empiezan a acortarse.


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Campo de Granada, 1964 Estudiantes-Liceo Marítimo de Villagarcía. María del Carmen Veiga en una entrada a canasta. Se comienzan a utilizar camisetas de algodón más ceñidas, y al observar el banquillo vigués, se puede comprobar que aún no se dispone de chándal.


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Campo de Granada, temporada 1965/66. Debut del Estudiantes en Primera Divisi贸n. Su rival, el Creff de Madrid, campe贸n de Espa帽a. Luchan Mar铆a del Carmen Veiga y Milagros, con la base internacional Pepa Senante, a la derecha.


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Temporada 1972/73. Real Club Celta-Creff de Madrid. María del Carmen Veiga, en una de sus características entradas a canasta. Detrás de la mesa de anotadores se ve la zona “FIBA”, de la que ya hablé, y muy concurrida, como siempre.


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Pabellón de las Traviesas, 1976. Real Club Celta-Creff de Madrid. Tiro de Picuca ante la oposición de la internacional Conchi Navío (10) y otra compañera. En ayuda llega otra internacional, Ana Herrero. Las madrileñas ya habían abandonado sus faldas plisadas, pero aún continuaban con sus polos.


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Pabellón de las Traviesas, 1975. Real Club Celta-Selección de Yugoslavia. Picuca Martínez recibe un “tapón” de una gigante balcánica.


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As Travesas, 1991/92. Xerox Vigo-Autopistas de A CoruĂąa. Kelly GarcĂ­a en una entrada a canasta. Se empiezan a utilizar pantalones de atletismo -las coruĂąesas-, o equipaje completo de baloncesto masculino -las viguesas-.


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1992. Kelly GarcĂ­a, en el partido Xerox Vigo-Estudiantes C. Postal.


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Temporada 2007/08. Tamara Abalde, en un partido con la Universidad de Lamar en la NCAA norteamericana.

Vestuario del equipo femenino de baloncesto de la Universidad de Lamar. Piso con moqueta, y departamentos individuales. ยกAsombroso! ยกVaya lujo!


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Temporada 2007/08. Tamara Abalde. en un partido de la liga universitaria norteamericana.

- ¿Sabes lo que te digo, amigo Luis? Contemplando las fotos de Tamara, pienso que a ella le quedaría bien cualquier equipaje, el de ahora, el de los setenta, o el de los años cincuenta. Su formidable estampa atlética, vistiese como vistiese, iría de igual manera acompañada de su belleza y feminidad, y por su enorme talento para esto del baloncesto. - ¡Vaya! Por una vez estamos de acuerdo.


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Tamara Abalde, con la Selección Española en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.


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XVI. El banquillo traicionero

El entrenador veterano no deja nada a la improvisación. Lo tiene todo, absolutamente todo, controlado hasta el mínimo detalle: la condición física de sus jugadores -cuenta con un preparador-, el manejo de balón -trabaja fundamentos a diario-, el tiro largas y repetitivas sesiones-, la defensa zonal -“2-1-2”, o“1-3-1”, o “3-2”, o “zona-press”-, la intensidad del juego, la defensa individual -más o menos presión-, cinco o seis sistemas contra individual, otros tantos contra zona, el balance defensivo, el contraataque, la transición defensiva, también la ofensiva, dos jugadas de banda, otras cuatro de fondo, los cambios previstos, los minutos para cada uno de sus jugadores... el scouting... hasta las faltas técnicas al entrenador como táctica estudiada... la colocación en las fotografías para la prensa... incluso el grito de guerra previo al partido. Todo, todo… Pero amigo mío, a pesar de tanto control, el banquillo se vuelve traicionero muy a menudo… Contaba un jugador del Club Obradoiro de Santiago que su entrenador, Alfonso Rivera, cuando se encontraba apurado a menos de cinco minutos del final, aplicaba con su equipo la táctica más rudimentaria y antigua: “¡Tonecho! ¡Fuerza la entrada! ¡Hasta abajo!”, le ordenaba enérgicamente. Es decir, que en esos momentos culminantes, en que te la juegas a la lotería, tiraba del hábil, valiente y efectivo alero, para tratar de resolver el partido... Más allá del sistema “pantalón”, o “camiseta”, o “puño cerrado”, o “brazo en alto”, o “mano en la cabeza”... que el Obradoiro había entrenado cientos de horas. Ese alarde técnico ya lo empleaba el presidente del Bosco, García Hermida, en los años cincuenta: “Hasta abajo, Josechu.


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Fuerza la entrada”... Y Josechu Curiel, como un vendaval, se llevaba por delante toda la defensa contraria y anotaba la canasta.

Josechu Curiel, el popular jugador vigués del C.D. Bosco, ha permanecido en activo en 2º División desde 1952 hasta 1975. Se retiró a los cuarenta y dos años siendo titular del equipo bosquista. Su excepcional trayectoria deportiva dejó profunda huella en la ciudad viguesa. Fue internacional universitario en baloncesto y atletismo, y destacado jugador de rugby, deporte en el que llegó a internacional absoluto, y desempeñó el cargo de capitán de la selección española durante varios años.


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Es frecuente que el banquillo “se burle” con cierta crueldad del técnico más metódico y laborioso. Claro que de los vagos y de los torpes, el banco se ríe con mayor frecuencia. Cuando Alfonso Rivera llegó a Vigo en 1974, nos explicaba en su cursillo de entrenadores -el setenta y ocho de su cuenta particular, ¡y ojo!, financiados por la Federación Española- de forma exhaustiva el comportamiento, las pautas a seguir -empezando por la elección de la plantilla-, las formas de entrenamiento, los sistemas ofensivos y defensivos, el trabajo de fundamentos... No dejaba nada sin cuidar, sin control, sin estudio minucioso... Pero el banquillo, querido colega de tertulia, te traiciona a veces... muchas veces... Si son demasiadas, es que eres un mal entrenador de banco. Y esa es una ciencia difícil de aprender, no existe un manual. Por la década de los setenta, entrené una temporada al Club Ademar Masculino de 2ª División Nacional. Comienzo inmejorable, todo iba perfecto, victoria tras victoria, y con contundencia. Algunos rivales nos suplicaban en los partidos que no les metiéramos más, que parásemos de correr. Todo marchaba sobre ruedas. ¡Pero!... En el mes de noviembre se muere Franco, el Generalísimo. -

¿Y eso qué tiene que ver? Ya sabía, colega, que me lo ibas a preguntar.

Como consecuencia inmediata, varios días de luto, y suspensión de todas las competiciones deportivas. Inicialmente el parón no pareció influirnos. Seguimos ganando con autoridad, nos manteníamos imbatidos, y con tres partidos de diferencia con nuestro rival más cercano, el Santa María del Mar de La Coruña. Pero… vacaciones de Navidad y relajo en los entrenamientos, fruto de mi ausencia por motivos laborales -de aquella el segundo entrenador ni existía, y ya se sabe, cuando falta el gato, los ratones hacen fiesta-. Y llegó lo que me temía: la jornada


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pendiente, por orden federativa, se tuvo que disputar el día 8 de enero. Total, que entre las miles de culpas que le fueron echando encima al Caudillo -después de morir, claro está-, hubo que añadir a la lista, la pérdida de nuestro campeonato. ¡Hasta de muerto nos hizo daño! ¡Y Rivera sin avisarnos!... -

Pero entonces, ¿qué pasó? Te lo cuento ahora.

A falta de 9 segundos para finalizar el dichoso partido aplazado contra los coruñeses, empate a 57 puntos y personal sobre nuestro base, Carro. Las reglas. en aquel momento, daban tiro en todas las personales cometidas en los últimos tres minutos, pero con la posibilidad de renunciar a los tiros y quedarse con posesión de balón. banda? -

Querido amigo. Tú, ¿qué harías? ¿Tiras o sacas de Déjame pensar. ¡No puedes! ¡Decide! Sacar de banda.

Yo decidí tirar las personales. Quería ganar, no me conformaba con la posible prórroga, y tampoco me fiaba del aplomo de mi equipo para jugar con cabeza esos pocos segundos. Nuestro base, Carro, era un buen lanzador, y preparado para afrontar esa delicada situación. También hay que añadir que en aquella época no se manejaban los segundos con la precisión de ahora, y meter una canasta en 9 segundos parecía casi impensable. Y para el contrario todavía más, que tendría que atravesar todo el campo si se hacía con la posesión de la pelota. -

Bueno, y ¿qué pasó? Que la “cagamos”, con perdón.


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Carro falla el primer lanzamiento, pero anota el segundo, y nos ponemos por delante por un punto. Lo previsto. Los contrarios sacan de fondo... y mis jugadores, que ya no estuvieron muy lúcidos durante todo el partido, remataron la faena de forma magistral... Le hacen un pasillo triunfal al jugador rival, y le permiten amablemente avanzar por el centro del campo y en línea recta, para que no hubiera pérdida de tiempo. El coruñés, midiendo los segundos a la desesperada, y bastante antes de llegar al círculo de la personal, envía una “pedrada” imponente, suena la bocina en el aire... ¡Adiós al partido! ¡Adiós al campeonato! Mis jugadores habían hecho “el paseíllo al campeón” antes de tiempo. Nuestro consuelo fue que Franco se llevó todas las culpas. En noviembre les hubiésemos ganado con facilidad. Los muchachos, no sé si para descargar un poco sus culpas, me recriminaron la elección, por supuesto con buenas maneras, y desde luego, después de haberse producido el descalabro. Quedamos tocados para el resto del campeonato... y subcampeones.

1972. Carro, excelente base, en su etapa de jugador del R.C. Celta.


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Seis meses más tarde, mediados de junio, llega a Vigo la selección española junior masculina, entrenada en ese momento por Antonio Díaz Miguel. Venían en fase de preparación para el Campeonato de Europa de la categoría, que se celebraría un mes más tarde en Italia. Con tal motivo, se organizó un partido de preparación frente a la Selección de Yugoslavia. Encuentro tenso, disputado, igualado de principio a fin... y faltando 12 segundos, con el marcador en empate a 62, castigan a los yugoslavos con una personal. -

Y te vuelvo a repetir, querido colega. Tú, ¿qué harías? Por supuesto, sacar de banda.

Efectivamente, Díaz Miguel decidió sacar de banda. Medio campo, tensión al límite, presión discreta de los yugoslavos, saca el escolta español... corte rápido de balón de un balcánico, se va sólo a la canasta como una flecha, encesta, y victoria para Yugoslavia por dos puntos. Me acerqué a mis jugadores del Ademar, que andaban por allí, y les pregunté: “¿Tiro o banda? El maestro había elegido tan mal como su discípulo. La ciencia no es exacta; esa es la grandeza del deporte Una amiga de Barcelona, ex-jugadora del Picadero, no soportaba a Aito García Reneses en su época de entrenador del Barça. Decía que cambiaba siempre a los jugadores que mejor estaban jugando, y que por ello ya habían perdido más de un partido. Sin embargo, años más tarde se confiesa como una gran admiradora del estilo de juego de sus equipos, de su facilidad para descubrir nuevos valores... de su labor en la Penya y en la selección… ¡pero sus manías en el banquillo!... A Manel Comas, en sus comienzos como entrenador del primer equipo del Joventut de Badalona, le censuraban con dureza el que pusiera a jugar de titulares a los jóvenes debutantes, Montero y Villacampa.


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Neus Bartrán, ex-jugadora del Picadero de Barcelona y numerosas veces internacional, no aguantaba a Ivanovic en el banquillo del Barça. Decía que no dejaba un instante de gesticular y de gritar a sus chicos. “No lo ves. Si parece que va a caballo de los jugadores para ordenarles cómo dar cada paso... Si no los deja jugar.” Dicen que por su culpa se fue Navarro a la NBA, y Marc Gasol a Girona. También aseguran que vació el Palau Blau Grana, uno de los más flojos en asistencia de la ACB, debido al rechazo que generó en la afición por su comportamiento con los jugadores.

Neus Bartrán, jugadora del Picadero de Barcelona, e internacional en los años setenta. Mantenía una sana rivalidad con las célticas.


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En cambio, a mi me impresiona Aito García Reneses en el banquillo -por supuesto que fuera también-. Es como una esfinge, no se mueve, ¡dirige a su equipo con la mirada!... y en los tiempos muertos, da la sensación de que no levanta la voz más de lo necesario para que sus jugadores le entiendan.

José Luis Sáez, presidente de la Federación Española, en el acto de presentación de Aito García Reneses como Seleccionador Nacional para los Juegos Olimpicos de Pekín 2008.


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Después de tantos años en la refriega, creo que el reto pendiente de los entrenadores, y lo deben descubrir con urgencia, es tener previsto con exactitud cuándo te va a fallar el equipo... y dejar -como tantas cosas- planteado de antemano el contra-fallo.

Partido de Copa del Rey, Joventut de Badalona-Estudiantes de Madrid, jugado en el Pabellón de las Traviesas de Vigo. José Antonio Montero con el balón, marcado por García Coll.


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Y si no es acertado este criterio, que se lo pregunten a Ivanovic, al TAU, a los vitorianos, a los técnicos más prestigiosos... que aún hoy en día no se explican los tres minutos finales y el famoso triple de Herreros en el último segundo, que le regalaron el Campeonato de Liga al Real Madrid hace unos años. En realidad, debo confesar que disfruto con esas desfeitas... y siempre pienso lo mismo: “Eso también lo hacen mis jugadores del Rodaballo... o mis niñas de Baiona... y no cobran ni un pataco, ni hacen tanto ruido… y además, entrenan tan sólo un par de horas a la semana”. Me refiero, claro está, a las barbaridades de los súper-profesionales que se ven a menudo... como las del TAU contra el Real Madrid ese famoso día, que sólo anotando en canasta propia se podrían superar para peor. Lo llevo meditando desde hace tiempo... y digo yo: “Con todo estudiado al milímetro, el coach ya debe saber que el alero Fernández va a cometer el error en el minuto 8 del tercer cuarto... luego no lo tengas en el campo en ese momento... Y si el base titular pierde el balón en el minuto 9 del último cuarto, que no lleve el balón en esta fase del juego. ¡Qué lo lleve el pívot!...” Hay que tener todo previsto, no se puede improvisar. Después llegan las consecuencias… y como el ingenio, la inventiva, la fantasía, la inspiración momentánea del jugador está poco promocionada en el deporte actual… a veces se echan en falta figuras a “lo Tonecho”, a “lo Josechu Curiel”… “Hasta abajo, Josechu.”… “Fuerza la entrada, Tonecho.”…


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XVII. El internacional militar

<<Antes del comienzo del partido en Santiago entre el Club Estudiantes de Madrid y el Estudiantes de Vigo -del que ya te hablé-, nos alineamos en medio del campo para proceder a la presentación de los jugadores. >> <<Los altavoces de la Plaza de la Quintana empiezan con el ceremonial. “A la derecha, el Club Estudiantes de Madrid, reciente Campeón de la Copa del Generalísimo: con el nº 4, Jesús Codina -paso al frente y aplauso-, 40 veces internacional; con el nº 5, José Luis Sagi-Vela -paso al frente y aplauso-, 25 veces internacional; con el nº 7, Chiky Fuentes, internacional juvenil; con el nº 9, Martínez Arroyo, 30 veces internacional; con el nº 10, Pedro Montilla, internacional juvenil....” Concluída la presentación del equipo madrileño, llega la del Club Estudiantes de Vigo. “Con el nº 4, José Ángel Román paso al frente y silencio-; con el nº 5, Isidro Gallego -paso al frente y silencio-; con el nº 7, Emilio Abelenda -paso al frente y silencio-; con el nº 8, Severo Iglesias; con el nº 9, Carlos Cerdeira, internacional militar -paso al frente y explosión de aplausos...” Menos mal que Cerdeira salvaba el honor vigués, porque nuestra presentación estaba resultando más bien penosa. Severo Iglesias e Isidro Gallego, que tenían mucha “guasa”, acostumbraban a bautizar con un mote a todos sus compañeros. Lo justificaban diciendo que era para mantener en secreto las órdenes tácticas recibidas en el campo, y que así, los contrarios no pudieran identificarnos. A Benito Lorenzo le llamaban “Pavero”; a Julio Castro le pusieron “Gavarrón” -por una copa de campeón que le entregó el secretario general de la Federación Española-; a Rafa Tapias, “el sonrisas”; le apodaron también “cuñado” -Isidro


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y él tenían dos novias hermanas, que serían sus futuras esposas-; a mí me llamaba “chollo” -perdía siempre al chin-chón-; a Carlos Cerdeira lo citaban por el segundo apellido, “Cobas”; Isidro le llamaba a Severo, “tigre”; Severino Vilas, directivo, era “el zurdo”; a Romero Bello le pusieron “penacho”; Emilio Fernández, directivo, era “Fachusco”... Allí no se salvaba nadie. Total, que al regreso del partido, Severo Iglesias, le dice a su compañero: “Oye Cobas... eso de internacional militar... me huele mal. Te lo inventaste para quedar bien.” Recibió tal empujón como respuesta, que quedó completamente tumbado en un asiento del autobús.

Selección Española Militar formada para la foto en la Escuela Central Militar de Educación Física de Toledo. El vigués Carlos Cerdeira, el primero por la izquierda de la fila superior. Antonio Díaz Miguel (Estudiantes de Madrid), el segundo por la derecha de la fila delantera. Completan la formación: José Luis Martínez (Real Madrid), Esteban Crespo (Hesperia de Madrid), Jonani y Nanano (Aismalibar de Barcelona), Jordá (Español de Barcelona), Soto, Soro y Gumbau (Orillo Verde de Sabadell), Masferrer y Ballester (Juventud de Badalona), Del Baño (F.C. Barcelona), Diego Román y Tomás (Layetano). Estos tres últimos quedarían descartados para la selección definitiva.


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A las órdenes del capitán Villalpando y del brigada González, los quince soldados pre-seleccionados permanecieron concentrados en Toledo durante un mes, entrenándose con extrema dureza para su participación en el Campeonato del Mundo Militar a celebrar en Niza (mayo, 1958). Todos ellos eran jugadores de División de Honor, y pertenecientes a los Clubs más importantes del país. Algunos, como el Orillo Verde, el Aismalibar, el Español y el Hesperia, ya desparecidos y relegados a la historia.

Una fase de la dura preparación física, al más puro estilo militar. Además del gimnasio, las pistas de atletismo y la piscina del centro serían escenarios habituales de las casi ocho horas de entrenamiento diario. Los chicos habían topado con el Ejército, y seguro que con una preparación bien distinta a la que conocían en sus clubs.


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Antonio Díaz Miguel sería nombrado capitán -sin galones, por supuesto- de la selección española militar. En la fotografía, recibe instrucciones -en la más estricta posición de firmes- del General Querejeta, presidente de la Federación Española, y del brigada González.

El General Querejeta en la tribuna de autoridades, revisando la sesión de trabajo.


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El General Querejeta pasa revista a su equipo, perfectamente alineado para la ceremonia militar.

suerte!

Colega, ¿tú ya no haces el Servicio Militar?... ¡Qué


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“Enceste”, en “Faro de Vigo”, ofrece detallada información acerca de la inclusión de Carlos Cerdeira en la selección militar.


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“El Pueblo Gallego”, en editorial de Manuel Tourón, dedica cálidos elogios a Carlos Cerdeira por su internacionalidad, y finaliza el artículo considerándolo el mejor jugador vigués del año.


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Selecci贸n Espa帽ola Militar Campeonato del Mundo Niza, 1958

Carlos Cerdeira, internacional militar.


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Antonio Díaz Miguel, “capitán” de la Selección Militar


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XVIII. La Fiesta del Deporte

El Real Club Celta Femenino, con sus brillantes actuaciones en Liga y Copa, y su ascenso fulgurante a la élite del baloncesto nacional, alcanzó cotas de popularidad y seguimiento en la ciudad como nunca se había sospechado que pudiera conseguir un equipo femenino. Estaba tan de moda en aquel momento, principios de la década de los setenta, y su mérito deportivo era tan unánimemente reconocido, que por tres años consecutivos sus jugadoras se llevaron el galardón de “Mejor Deportista Vigués” en la Fiesta del Deporte que anualmente organizaba con gran esplendor la Asociación de la Prensa de Vigo. Ya en años anteriores se había premiado al Club Estudiantes de Baloncesto, en el apartado de entidades y clubs, por su destacado historial en ambos frentes, el masculino y el femenino. Nuestro presidente, don José Nistal, recogería el premio con enorme orgullo. Yo mismo había sido galardonado años antes como el “Mejor en Baloncesto”, por mi doble faceta de jugador y entrenador del equipo femenino, Campeón de España de Segunda y ascendido a Primera División. La jugadora María del Carmen Veiga, todavía vistiendo la camiseta del Club Estudiantes, fue nombrada “Mejor en Baloncesto” en el 1966. Marisa García, en su doble condición de atleta internacional del R.C. Celta, y baloncestista del Club Estudiantes, recibía un “Premio de Honor” en ese mismo año.


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El periodista Manuel Tourón entrega el trofeo de “Mejor en Baloncesto-1966” a María del Carmen Veiga, la gran estrella del baloncesto vigués en las décadas de los cincuenta y sesenta. Detrás, Gonzalo Rey Alar, presidente de la Asociación de la Prensa de Vigo.

En la página siguiente, los galardonados de la VII Edición de la Fiesta del Deporte de 1966. En la foto, aparecen destacados deportistas de la época, muchos de los cuales alcanzaron las más altas cotas del deporte nacional: Juan Luis, el entrenador de balonmano de los ascensos a Primera División del Vulcano y del Academia Octavio (de pie, el segundo por la izquierda); Fernando de Haz, presidente de la Federación Gallega de Tenis durante muchos años (el más alto); Manolo Martínez, el técnico de baloncesto del C.D. Bosco (sentado, tercero por la izquierda); Lolo Sánchez, campeón de España de Billar -compañero de baloncesto en los juveniles del Bosco- (de pie, primero por la derecha); Franco Cobas, remero olímpico en Roma -futuro presidente del R.C. Náutico- (de pie, en el centro); Javier Álvarez Salgado, “Mejor Deportista Vigués” de 1966, atleta olímpico, Campeón del Mundo Militar de 3.000 m. obstáculos y con varios records de España en su haber (sentado, segundo por la izquierda); Carlos Pérez, atleta


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olímpico, y ese año, Campeón de España de Maratón (sentado, primero por la derecha); Cholo Armada, Campeón de España de “snipes”; Fernando Massó, Campeón de Copa del Generalísimo de “snipes”; los hermanos Veiga, destacados montañeros...

Los galardonados en la “VII Edición de la Fiesta del Deporte”.

Marisa García, jugadora del Club Estudiantes y atleta internacional del Real Club Celta, “Premio de Honor” en la “Fiesta del Deporte Vigués 1966”


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En 1974, en la VIII Edición de la Fiesta del Deporte, Picuca Martínez se convierte en la primera mujer que recibe el premio de “Mejor Deportista del Año”.

Picuca Martínez, micrófono en mano, agradeciendo el premio concedido de “Mejor Deportista Vigués 1973”, en la “VIII Fiesta del Deporte Vigués”, celebrada en el Salón Regio del Real Club Náutico de Vigo.


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Picuca Martínez con la Carabela de Plata de “Mejor Deportista Vigués 1973”, y otros trofeos recibidos.

Este hecho encontró amplia repercusión en la prensa nacional. El diario “Marca” dedicó sus páginas centrales a una extensa entrevista con Picuca Martínez, con un importante despliegue fotográfico -del vigués Arjones-, de escenas de la jugadora junto a sus dos hijos, en su trabajo, y entrenando con sus compañeras. El deporte femenino daba sus primeros pasos, tratando de derribar complejos… y el ejemplo de Picuca -deporte, familia y trabajo- resultaba inmejorable.

Mª de Carmen Krukenberg, el matrimonio García Picher, Rosa Sarmiento, Rey Lama y Picuca Martínez en la “VIII Fiesta del Deporte”.


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A la izquierda de este recorte de prensa de la “Hoja del Lunes”, Alonso Amat, recordado presidente del Real Club Náutico, hace entrega a la flamante internacional céltica Maribel Lorenzo del trofeo como “Mejor en Baloncesto 1973”.


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El legendario periodista radiofónico Matías Prats -por supuesto, el padre- sería el pregonero de la “VIII Edición de la Fiesta del Deporte Vigués”, en 1974.


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La internacional céltica Maribel Lorenzo se llevaría el galardón de “Mejor Deportista del Año” en 1975

Como tantos otros compañeros entrañables de la familia estudiantil y céltica, Maribel Lorenzo, nos dejaría en plena juventud. A todos ellos, y a ella en especial, mi emocionado recuerdo. Compartimos muchas horas de entrenamientos, partidos y viajes deportivos. Mi homenaje a la gran jugadora y mejor amiga.


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En la X Edición, la formidable promesa del R.C. Celta, Ángeles Liboreiro, con tan sólo dieciocho años, pero ya internacional junior y absoluta en el reciente Campeonato de Europa, se convertía en el “Mejor Deportista Vigués” de 1975, y el más joven de todo el historial de ganadores. Se trataba de una jugadora muy querida por la afición céltica, que la vio debutar en Primera División a los quince años. Por su juventud, por su entrega y por la brillantez de su juego, los aficionados la adoraban.

Ángeles Liboreiro recibe de manos del alcalde de Vigo, Joaquín García Picher, el galardón de “Mejor Deportista Vigués 1975”. Como anteriormente a sus compañeras Picuca Martínez y Maribel Lorenzo, el deporte de la ciudad le brindaría un cálido homenaje en la “X Fiesta del Deporte Vigués”, que como era costumbre, se celebraba en el Real Club Náutico de Vigo. Los medios -prensa y radio, aún no había TV regional- darían amplia cobertura del acto.


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Ángeles Liboreiro agradece el premio concedido en la “X Fiesta del Deporte Vigués”. Pepe Vázquez, el emblemático periodista de Radio Vigo, le sostiene el “micro”. Delante, el alcalde García Picher y Gonzalo Rey Alar, presidente de la Asociación de la Prensa, sonríen al escuchar sus palabras.


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Eran los albores de una década excepcional, que consagraría definitivamente al Real Club Celta para la historia. En la temporada 1977/78 llegaría el primer título de Campeón de Liga de la mano de Vicente Rodríguez “Cholas”.

Año 1978. Llenazo en el Pabellón de las Traviesas, en el decisivo Celta-Íntima de Barcelona, que daría el primer título a las viguesas.

Marisol Paíno, llevada en hombros por aficionados tras proclamarse el Real Club Celta campeón de Liga.


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Temporada 1978/79. Real Club Celta Citroën. Subcampeón de Liga y Campeón de la Copa de la Reina. De pie: Ángeles Araujo, Marisol Paíno, Luis Fernández Castro -presidente de la sección-, José Riego -presidente del R.C. Celta-, Luis Zapatero -director de Citroën Hispania-, Paco Martínez -entrenador-, Elena Sarmiento -delegada-, Juana Ingelmo y Ángeles González. Agachadas: Sole Granados, Pepa Calvet, Ana Ruth Cerdeira, Paula Crespo, Gemma Domínguez y Susana García.

Se acababa de firmar el patrocinio de Citroën Hispania con el Real Club Celta de Baloncesto. Luis Fernández Castro, el presidente de la sección en ese momento, había realizado una gran labor para conseguirlo. Los directivos de la firma automovilística, Luis Zapatero y Pedro Rivas, apoyaron con fuerza la propuesta. Años después, siendo Rivadulla presidente de la entidad, y Quinocho, gerente, se “usurparía” al baloncesto este patrocinio. El Real Club Celta Femenino, víctima del fútbol, acabó desapareciendo. Más tarde, se recuperaría el nombre, pero con una total independencia en su gestión.


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XIX. ¡Qué envidia!

Buscando en el recuerdo y mirando hacia atrás con nostalgia, observo con claridad la cantidad de cosas que me han quedado por hacer en mi baloncesto. Muchas ni las he intentado, otras las dejé a medias, y tan sólo una, la más importante para mí, se me resistió a pesar de los múltiples intentos. Cuando aparecen delante de mí las imágenes del compañero que llegó a la cima, las crónicas de algunos de sus partidos, las canchas sagradas de nuestro basket que ha pisado, las figuras que hicieron historia con las que compartió vivencias, los equipos gloriosos del baloncesto nacional a los que se enfrentó... ¡QUÉ ENVIDIA!... y qué profundo respeto me merecen aquellos pocos paisanos míos que lo consiguieron. Era la División de Honor de entonces, la Primera División más tarde, y desde los años noventa, la ACB de ahora, que ningún conjunto vigués sería capaz de alcanzar. Yo hice lo fácil, intentarlo desde casa, al menos el ascenso. Ellos hicieron lo difícil, lograrlo, aunque para ello tuvieran que emigrar a otras tierras y jugarse los valiosos años de la juventud, con el riesgo y el valor que conllevaba la decisión. El primero de ellos fue Pololo Cobián, compañero mío en el Estudiantes vigués, que con dieciocho años se fue a Barcelona para fichar por el C.D. Español, equipo de la élite del baloncesto nacional, desaparecido hace años víctima de la avidez sin límites del fútbol. En nuestro equipo era un ala-pívot espigado, 1,90 de estatura, extraordinariamente hábil y formidable anotador. Al llegar a Barcelona, y más tarde al C.D. Mataró, una vez completada su formación atlética, se convertiría en un alero fuerte, buen rebotea-


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dor. Durante varias temporadas ocuparía lugar entre los diez mejores anotadores de la Primera División. Me acuerdo de que en los días previos a su partida, ante sus muchas dudas, entre ellas la baja del club, le animé a marcharse cuanto antes a Barcelona. Era un chico muy querido por mí, al que había visto crecer desde niño, desde el mini-basket, y al que desde mi puesto de base veterano, dirigí en el campo con consejos... y con muchos pases... Pololo tenía hambre de balón, siempre lo encontrabas colocado y preparado para anotar.

Equipo del desaparecido Colegio Muro -finales de los setenta-, tercero en el Campeonato de España Escolar, celebrado en las instalaciones de Vallehermoso en Madrid. De pie: Pololo Cobián, xxxxx, Francisco Villar y Caballero. Agachados: Gustavo Tapias, Pacheco, Manolo Meijide y xxxxx. Francisco Villar llegaría a Secretarío de Deporte en el Gobierno de Aznar.


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Pololo Cobián se marchó de Vigo en 1968, y jugó al máximo nivel nacional durante más de quince temporadas. Jugador de club, seguro, eficaz, con regularidad en su rendimiento, llegó en repetidas ocasiones a formar parte de la selección de promesas, y a participar en los Juegos del Mediterráneo con la selección española B. En 1975, siendo yo entrenador del Celta Femenino, la Federación Gallega Sur, presidida por Vicente Flórez -el mejor mandatario que hemos tenido-, me llamó para dirigir a la selección masculina de Vigo, con motivo del partido-homenaje que se le iba a tributar a Josechu Curiel, histórico jugador vigués, que se retiraba de la competición con más de cuarenta años de edad. Había empezado con el C.D. Bosco a mediados de los cincuenta, y lo dejaba dos décadas después vistiendo los mismos colores de entonces. Nos íbamos a enfrentar al Club Obradoiro de Santiago, serio aspirante en aquella época al ascenso a Primera División. Lo entrenaba el salmantino Alfonso Rivera, que asentó una buena base de equipo, para que al cabo de un par de años se alcanzase el objetivo tan perseguido por los compostelanos. Convoqué para la selección viguesa a dos juveniles del Real Club Celta -los entrenaba José Luis Fernández Brea, un destacado preparador de base-, hecho que provocó las críticas de buena parte del baloncesto de la ciudad. Uno era Reigosa y el otro Quino Salvo, ambos, pívots en su equipo. La polémica aumentó cuando se supo que Salvo jugaría de alero -de tres, que se dice hoy-. El caso es que aquel partido que disputamos con toda dignidad ante el Obradoiro, sirvió a Quino para impulsar su carrera. Al día siguiente, Alfonso Rivera se lo llevaba para su equipo. Después jugaría varias temporadas en Primera División con el CAI Zaragoza, y sus últimos años de profesional, en el Fórum de Valladolid. Era considerado como uno de los mejores defensores de la Liga y preciso pasador. Alcanzó la titularidad en ambos clubs como escolta. Al igual que Pololo Cobían, llegó a jugar en la Selección Nacional B.


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Tras su retirada, ha entrenado con éxito equipos en ACB, en la Liga Oro y en la Liga Plata. En la campaña 2006/07 dirigió en el último tramo de la competición al Gestibérica vigués.

Zamora, 1975. Intersector Junior. Quino Salvo, en sus inicios con el Colegio Salesiano de Vigo. De pie: Augusto de la Concepción, Pachi Reigosa, Alberto Carrera, Julio Cesar Bernárdez, Quino Salvo y Juan Ayres (entrenador). Agachados: Gilino, Pazó, Jaime Molares y Pousa.


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Alberto Abalde seguiría la estela de Cobián y Salvo. Después de un tardío comienzo en el C.D. Bosco, pasa al Porcelanas Santa Clara, primero a las órdenes de Alfonso Rivera, y luego, de Vicente Rodríguez “Cholas”. Acarician el ascenso a Primera División, pero se les escapa en los últimos compases de la Liga.


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Pabell贸n de las Traviesas, temporada 1978/79. Alberto Abalde (13) y Soriano (14) pelean por un rebote, en un partido contra el Grupo Covadonga de Gij贸n, eterno rival del baloncesto vigu茅s.


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El Porcelanas Santa Clara -anteriormente Club Manuel Álvarez- contaba con una extraordinaria plantilla en aquel momento. Nunca un equipo vigués había estado tan cerca de la Primera División. Al final, la brillante expectativa del ascenso, tras liderar la competición a lo largo de toda la temporada, se quedó en una enorme decepción. Con Abalde jugaban, entre otros, el pívot madrileño Soriano -que pasaría al Club Estudiantes de Madrid-, el alero Ortega -se iría al Basconia-, el lucense Manel Sánchez -a un equipo catalán de ACB-, el también madrileño Nacho Polo -que se afincaría en Vigo y sería años después entrenador del R.C. Celta Femenino-, el vigués Augusto de la Concepción -acabaría en el C.A.I. de Zaragoza de 2ª División... A raíz de este fatídico fin de temporada, el patrocinio del Grupo Álvarez se dio por finalizado. Luego vendrían el Skol, de nuevo el R.C.Celta, el C.D. Bosco y el Ademar... Y ahora, desde 2006, el Gestibérica vuelve a intentarlo...

Temporada 81/82. Peleando por el ascenso a División de Honor. Máxima rivalidad, Obradoiro-Bosco de La Coruña, Pabellón del Sar. Alberto Abalde, en el bloqueo y continuación, con Alfredo Pérez (Bosco), en la ayuda.


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Alberto Abalde llegaría al Club Obradoiro de Santiago, y después de alcanzar el ansiado ascenso, juega en Primera División por primera vez en la temporada 1982/83.

El Club Obradoiro del ascenso, con los vigueses Pepe Casal y Julio César Bernárdez, como entrenador y ayudante respectivamente. A su lado en la foto, Alberto Abalde (13). Lo que no pudieron conseguir en Vigo, lo hicieron en las filas compostelanas. Agachados, entre otros, Javier Lomas (7), Pirulo (4), Popocho Modrego (con medias blancas), Mario Iglesias (6)... El Pabellón del Sar, como era costumbre en aquellos años, con un llenazo. Santiago vivía los momentos más felices de su baloncesto.

En la foto siguiente vemos el primer “cinco inicial” del Club Obradoiro en Primera División. Pabellón del Sar, temporada 1982/83. Estrenaba categoría con triunfo claro sobre el Caja de Ronda -hoy Unicaja de Málaga-.


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De pie: Chuck Verderber, Alberto Abalde y Jon PajĂŠs. Agachados: Javier Lomas y Popocho Modrego.


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Tras dejar Obradoiro, Alberto Abalde jugaría una temporada en Canarias, para regresar a Galicia al año siguiente, y fichar por el OAR ferrolano, donde militaría hasta su retirada.

En la temporada 1987/88, el OAR Clesa Ferrol retornaba a la Primera División de la mano de Javier Casero.

Alberto Abalde se había convertido en una pieza clave para el equipo departamental, sobre todo en tareas defensivas. Se le asignaba el pívot más peligroso, y solía salir airoso de la comprometida misión. En la imagen siguiente le vemos en un marcaje implacable sobre el americano Abdul Jeelani, espectacular pívot del Askatuak, que llegaba a la cancha de A Malata precedido de enorme fama de anotador. Partido Clesa Ferrol-Askatuak de San Sebastián, saldado con una victoria decisiva para los ferrolanos por un espectacular 104-93. El ascenso estaba cada vez más cerca. Alberto Abalde había resultado fundamental con su marcaje a Jeelani.


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En la siguiente instantánea aparece el Clesa Ferrol del segundo ascenso, un conjunto extraordinario que regalaría numerosos éxitos a su fiel afición. Ya se había abandonado el entrañable Pabellón de la Feria de Muestras, y se estrenaba el nuevo Pabellón de A Malata. Temporada 1987/88. De pie, entre otros, el entrenador Javier Casero, Juane, el nigeriano Anicet Lavodrama, Alberto Abalde (en el centro), el americano Schlegel… y el popular presidente Juan Fernández. Agachados, el masajista Rogelio Bermúdez -mi rival de la Bazán-, Loureiro, Saldaña, Manolito Aller, Aldrey, Piñeiro…


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Anicet Lavodrama y Alberto Abalde, con el entrenador americano Tim Shea y su ayudante.


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Clesa Ferrol-Basconia de Vitoria, en el pabellón de A Malata. Lleno absoluto, y una afición entregada al equipo desde antes del comienzo del partido. El “Arroz con chícharos...”, entonado durante la rueda de calentamiento, era célebre en todo el ambiente baloncestístico del país. Alberto Abalde, anotando en medio-gancho ante la oposición de los alaveses.


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Clesa Ferrol-Xerox Manresa. De nuevo, Alberto Abalde, encestando una media-bandeja con su clรกsico estilo.


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Fecha para el recuerdo, 29 de mayo de 1989. Documento para la historia del basket gallego. El OAR vence a la URSS campeona ol铆mpica- en un partido inolvidable. En el Polideportivo de A Malata, el OAR presentaba, tal vez, el mejor equipo de su historia. Partido memorable, con triunfo espectacular de los ferrolanos sobre los rusos. En la formaci贸n de la URSS estaban nombres ilustres del baloncesto mundial: Tikonenko, Kurtinaitis, Homicius, Volkov -en la foto marcando a Lavodrama-, Marchulenis, Goborov... S贸lo faltaba Sabonis, que no pudo jugar por lesi贸n.


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El 29 de septiembre de 1991, otra gesta para la historia. El OAR Leche Celta vencía al Montigalat Joventut de Badalona a domicilio por 77-89. La campanada de la jornada. Alberto Abalde destacó en su marcaje a Corney Thompson. El asturiano Ricardo Hevia era el entrenador que, como sus antecesores, confió plenamente en el vigués Abalde para desempeñar las tareas defensivas más comprometidas.


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Alberto Abalde, en su férreo marcaje al formidable y rocoso pívot americano, Corney Thompson.

Alberto Abalde se retiró a los 35 años, pero el apellido Abalde seguirá por muchos años en la élite del basket gracias a su hija Tamara, olímpica con España en Pekín 2008, y jugadora del Ros Casares, uno de los grandes clubs de Europa y el mejor de nuestro país.


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En los años noventa, por motivos profesionales, coincidí en un almuerzo con Clifford Luyk. Venía a Vigo en labor de promoción de los balones de baloncesto que llevaban su nombre. Yo los vendía al público en “El Sport”, la desaparecida tienda de deportes que regenté durante muchos años, y lo acompañé al Colegio Salesiano para dar una charla. A la hora de la comida, sabiendo que era el responsable del equipo juvenil del Real Madrid, me interesé por el vigués Marcos Carbonell, que llevaba varios años en la cantera del club merengue, y que en aquella temporada se encontraba a las órdenes de Luyk. No me respondió con claridad, y ante mi insistencia, me dio a entender veladamente que Carbonell necesitaba trabajar con más atención e intensidad. A pesar de la opinión escéptica de Luyk, el menor de los hermanos Carbonell fue otro de los pocos que alcanzaron la máxima categoría nacional. Aprovechando la oportunidad que le brindaron las lesiones de los bases del primer equipo, debutó en Copa de Europa con el Real Madrid... y lo hizo bien. Continuó hasta final de temporada, y completó la siguiente en el conjunto madrileño. Sin embargo, pronto regresaría a Galicia, y tras unos escarceos con el Breogán de Lugo y algún equipo más, abandonó pronto el baloncesto. Hubo algunos vigueses más que tocaron de refilón la categoría grande de nuestro baloncesto. Mi compañero de equipo, Emilio Romero Bello, llegó a entrenar con el Club Estudiantes de Madrid, e incluso se sentó en el banquillo en algún partido de pretemporada. Década de los sesenta. Suso García, el pívot vigués, formado en el excelente equipo del C.D.M. Juvenil de las Escuelas Municipales, entrenado por Fernando Pérez “Mani” , jugó en el OAR, donde fue compañero de Alberto Abalde. Disfrutó de escasos minutos... pero consiguió un puesto en la ACB, que no es poco…


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El Clesa Ferrol, con su entrenador americano Tim Shea (en el centro), rodeado por arriba, entre otros, por Suso García (primero por la izquierda), Alberto Abalde (a su lado), el americano Glen Puddy y Anicet Lavodrama (de paisano)... Abajo, el base Saldaña, Miguel Loureiro, Manolito Aller, Aldrey, Piñeiro, Bermúdez (masajista)... Con jugadores tan formidables a su lado, Suso no lo tenía demasiado fácil para jugar.

Carlos de Miguel, discípulo de Vicente Rodríguez “Cholas”, conseguiría formar parte del Breogán en ACB. En la categoría cadete había sido Campeón de España con el Ademar-Maristas -aquel fantástico equipo entrenado por “Cholas”-, junto a Paco Martín, Pablo, Jesús Núñez, Omar Fares, Iván Almeida... No sé si habrá más jugadores vigueses en la historia del baloncesto masculino de élite. ¡Ojalá hubiesen sido más! Si los hubo, les pido disculpas inmediatamente, y de recibir la información, rectificaré encantado en la próxima tertulia -que será prontoy los añadiré a este meritorio cuadro de honor. Lo haré con toda la admiración que merecen para mí deportistas tan destacados.


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Club Ademar Maristas Campeón de España Cadete El Ejido (Almería), 1991 Arriba: Andrés, Carlos de Miguel, Eduardo, Jesús Núñez, Marcos y Quique (delegado). Abajo: Vicente Rodríguez (entrenador), Rafa (delegado), Paco Martín, Omar Fares, Jorge, Pablo e Iván.


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XX. Galería de imágenes

Hay fotografías que por sí mismas lo expresan todo: el éxito, el fracaso, la angustia, la intensidad del juego, el esfuerzo, la alegría desbordante, el agotamiento, el momento histórico, la emoción... También hay otras que te permiten leer, deducir, interpretar, traducir... hasta inventar lo que pudo haber sucedido. La voz puede contar la historia y la letra reafirmarla con el documento, pero una foto es capaz de explicar la verdad desde el silencio, con exactitud, con la imagen que habla sin decir palabra. Y hay fotografías denuncia, que deshacen la mentira o combaten el olvido, y recuperan el recuerdo vivo de lo que sucedió. No me gustaba recordarlos, y no lo hice hasta ahora, pero los documentos que me llegan indican implacables algunos malos tiempos pasados. En el vaivén de la vida llegan las horas bajas, para perderte y desaparecer como a tantos le ocurrió, o para levantarte con casta y recuperar tú sitio. Nuestras deportistas, que habían alcanzado la gloria desde la nada, se vieron maltratadas por la ineptitud de unos directivos futboleros que propiciaron su desaparición. Pero ahí están de nuevo, fuertes, convencidas, decididas, con el carácter luchador de los grandes… y como testigos del calvario recorrido, las fotos que hablan. ¿Cómo es posible que conseguida la victoria y alcanzada la meta tan ansiada, no se adivine en sus rostros ni una sonrisa? No festejan el triunfo, no hay saltos de entusiasmo, no gritan de alegría, no hacen gestos victoriosos… únicamente restablecen la justicia… y esto, en buena lógica, no da


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para muchas risas. Vuelven al lugar que es suyo, se imponen a la ceguera y a la incompetencia de algunos. Si hay algo que no perdona un deportista, es que le jueguen los partidos en los despachos… ni para ganarlos, ni para perderlos. Y una vez recuperado el orden, los gestos acostumbrados de la V de la victoria, el dedo pulgar arriba, los brazos al cielo… ya van en el alma.

Temporada 1990/91. El Club Xerox Vigo recupera la Primera División perdida en 1988 por la lamentable desaparición del Real Club Celta. La repentina usurpación del tradicional patrocinio de Citroën -desde 1978-, puso fin a la trayectoria ininterrumpida en la máxima categoría del representante vigués, iniciada en el año 1965 con el Club Estudiantes. El fútbol “robaba” la factoría automóvilista al baloncesto… El abrazo emocionado al final del partido decisivo expresa con claridad la tensión vivida a lo largo de toda una Liga que duró tres años. Un único objetivo: el ascenso. Lidia Gesteira, Ángeles Araujo y Carmen Victoria son las protagonistas de la primera escena…


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De nuevo Ángeles Araujo, con Nieves Lobón, de espaldas, y Floriano, el preparador físico… Las “niñas” lloran, sobre todo, por lo que le han hecho en el pasado, y se unen para el punto final: ¡ya está!... …Pero el gesto de Floriano, apretando los dientes, cerrando los ojos, abrazando fuerte… es la rabia contenida que explota… después de tres años largos y sufridos que hacen justicia.


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Temporada 1990/91 Club Xerox Vigo Ascenso a Primera División De pie: Mercedes, Consuelo García, Susana Pomar, Anabel Rojo, Ángeles Araujo y Nieves Lobón. De rodillas: Kelly García, Belisa González, Carmen Victoria, Mónica Núñez, Carmen Patiño y Rosa Costas.

La gesta se había conseguido con jugadoras de la casa, igual que el ascenso de 1964, y que el primer asalto a la cima del baloncesto nacional diez años después, en 1974. Entre el grupo del éxito, descubro con agrado a tres jóvenes a las que había entrenado hacía unos años en el equipo juvenil del Real Club Celta (1988/89): Carmen Victoria, Mónica Núñez y Carmen Patiño. Luego, regresarían los triunfos y se alcanzarían las cotas de antaño. Con las espectaculares hermanas Jordan -norteamericanas-, el equipo volvería a la competición europea, la Recopa “Liliana Ronchetti”, y el nombre de Vigo viajaría de nuevo por Italia, Rusia, Israel, Alemania... codeándose con el mejor basket del continente.


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Temporada 1991/92. Partido de Primera Divisi贸n, Club Xerox VigoSalamanca. Kelly Garc铆a concentrada en el marcaje de su par. Por detr谩s, se ven a las hermanas Jordan. Nieves Lob贸n aparece por la izquierda.


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Las jugadoras célticas se vieron obligadas a denunciar al R. C. Celta ante Magistratura, por el flagrante incumplimiento de contrato. El prestigioso abogado Carlos Borrás defendió a las chicas, y consiguió para ellas un acuerdo beneficioso que les compensase, aunque sólo en parte, del fuerte disgusto. Con la pre-temporada en marcha, y disputando un torneo amistoso en las Islas Canarias, habían recibido la noticia de la disolución de su equipo. El 10 de enero de 1989, en este Acto de Conciliación en Magistratura, se concretó la cifra definitiva que el Real Club Celta hubo de satisfacer a sus ex jugadoras para deshacerse del baloncesto femenino: siete millones de pesetas. Antes ya habían tenido que abonar un millón de pesetas a la americana Sheila Collins, y un millón seiscientas mil a la entrenadora catalana Carme Lluveras. Aún hoy en día, no se puede entender lo sucedido.


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Juana Ingelmo, la ex céltica, se haría cargo del nuevo equipo, el Club Xerox Vigo, para ascenderlo, y regresar así a la máxima categoría nacional en apenas un par de temporadas. Ya en noviembre de la Liga 89/90 -fecha de la fotografía-, el Xerox avanzaba directo al ascenso sin nadie que las parase. En la instantánea se ve a Juana, salmantina afincada en Vigo, dirigiendo a sus muchachas en un “tiempo muerto”. Carmen Victoria, Carmen Patiño y Ángeles Araujo escuchan atentas las indicaciones.


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As Travesas,1992. Real Madrid-Unicaja de Málaga. Copa del Rey. Lleno a rebosar. El público de Vigo siempre respondió a los grandes encuentros de baloncesto. En la ciudad se mantiene el “hambre” de basket de élite desde los años cincuenta hasta hoy. La imagen lo dice todo: las cosas no van bien para el Real Madrid. Los míticos Fernando Martín -primer español en la NBA-, el yugoslavo Drazen Petrovic -el mejor jugador europeo de su tiempo-, el ruso Chechu Biriukov -nacionalizado español e internacional-, y el americano Jhonny Rogers, salen del “tiempo muerto” con rostros serios y mirada baja.

Como ya repetí en exceso, el baloncesto vigués mantiene una deuda pendiente con su afición: la Primera División Masculina, la ACB de la actualidad. Pero los reiterados fracasos de los proyectos del basket masculino en Vigo han generado un contexto de duda y desánimo. Ojalá el Gestibérica-Ciudad de Vigo rompa con el maleficio y consolide el baloncesto en nuestra capital. Tarea complicada y difícil.


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As Travesas, 1992. Real Madrid-Unicaja de Málaga. Copa del Rey. Drazen Petrovic, el talento puro, anota una canasta. El Real Madrid, ya cansado de perder partidos por culpa del base balcánico, decidió ficharlo. Jugó un par de temporadas en España, antes de irse a la NBA. Extraordinario triplista, dicen de él, que no abandonaba los entrenamientos sin tirar antes doscientos triples. Anotaba cincuenta tiros desde cada uno de los puntos en los que fallaba en el partido anterior. Tenía las llaves del pabellón, e iba a entrenar a cualquier hora. Un desgraciado accidente de coche en su país -lo mismo que a Fernando Martín-, le privó de la vida a edad muy temprana -menos de los treinta-, en plena madurez deportiva.


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Antonio García Hermida, fundador y presidente del Club Deportivo Bosco durante más de cincuenta años. En la fotografía del gran Magar, recibe el homenaje del baloncesto vigués con motivo de las ya rebasadas Bodas de Plata del Club. Era el año 1983, y el acto se celebró en la cancha del Colegio Salesiano, centro en donde la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, de la que formaba parte como directivo el paladín más emblemático de nuestro basket, había fundado el Bosco en 1950. Julio Castro, en representación de los ex jugadores del Club Estudiantes y del Club Rodaballo, le entrega una placa de reconocimiento. A la izquierda, el alcalde de la ciudad, Manuel Soto, y al fondo, el concejal José Antonio Sánchez, persona también vinculada al baloncesto.

En 1990, con motivo de las Bodas de Oro, se vuelve a rendir homenaje a Antonio García Hermida. Los actos comenzaron con un partido en el Pabellón de As Travesas, entre las viejas glorias del Bosco y las del Estudiantes. Vencieron los de la Ronda por un claro 86-62, tomándose la revancha del partido-homenaje anterior, resuelto con victoria estudiantil. La rivalidad se mantenía incluso pasados los años.


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Rafa Presa recoge un rebote, con Guillermo Alvarellos a su lado, y Caballero al fondo, prestándose a salir en contraataque. A la izquierda, el bosquista Moreno, a la derecha, Tonecho Lorenzo (14), y por encima del hombro de este último, asoma el rostro del estudiantil José Ferro. Las viejas glorias del Estudiantes visten el equipaje del Club Rodaballo.

Por el Bosco jugaron: Moreno (12), Moncho Lago (22), Pérez (18), López (2), Tonecho Lorenzo(32), José Curty y Carro. Por el Estudiantes: Guillermo Alvarellos (16), Alberto (8), Jorge (2), Rafa Presa (24), Caballero (6), Jorge Lorenzo (1), Gustavo Tapias (6) y José Ferro. Después de este partido de veteranos, una potente Selección Gallega vencía al Club Deportivo Bosco -segunda nacionalpor un contundente 78-97, en un partido brillante y muy vistoso por la elevada anotación. Con una concurrida y animada cena en el Nova Olimpia se cerraban los actos del homenaje.


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Cancha de Balaídos, finales de los años ochenta. Pepe Conde, técnico del C.D. Bosco, se dirige a sus jugadores en un “tiempo muerto”. Entre ellos, Ángel Barbará, José Novás...

El Club Deportivo Bosco venía persiguiendo el ascenso desde los años cincuenta. Tras la desaparición del Club Estudiantes, del Manuel Álvarez, del Porcelanas Santa Clara, del Club Galeones-Skol, del Real Club Celta Masculino… lo sigue buscando en la década de los ochenta, con Pepe Conde al frente del equipo. Una vez más, no fue posible. Y así, años más tarde, el histórico Club Deportivo Bosco también desaparecía del baloncesto masculino vigués. En la Liga de Segunda División de la temporada 1988/89, su gran rival es el Club Aguas Cabreiroá de Verín, entrenado por el vigués Juan Rodríguez Larrán, “Larry”, y con varios jugadores de nuestra ciudad en sus filas. En la fotografía de la página siguiente, se ve una escena de un partido decisivo entre ambos equipos celebrado en el Pabellón de As Travesas. Victoria del Aguas de Cabreiroá por un espectacular 90-100.


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Pabellón de As Travesas, 1989. C.D. Bosco-Aguas de Cabreiroá de Verín. Lucha de pívots entre Jiménez y el bosquista Miguel Polo. A su lado, Augusto, al fondo, José Novás y a la izquierda, Ángel Barbará y Rodolfo.

Por el Bosco anotaron: Ángel Barbará (20), Ayuso (4), Joserra Lete (20), Augusto (21), Miguel Polo (8) -cinco inicial-, Piñeiro (2), Juanjo Comesaña (2), José Novás (13) y Sánchez. Por el Aguas de Cabreiroá lo hicieron: Miguel González (11), Tomás Alonso (2), Luis Llorens (6), Félix Barros (10), Jiménez (23) -cinco inicial- Gussy Prieto (14), Boby Corbal (6) y Rodolfo (28). Una vez más, después del fracaso deportivo del Celta, llega el desconcierto al baloncesto vigués. Los jugadores más destacados se dispersan por toda la geografía gallega. Unos en Verín, otros en Porriño, alguno en Santiago… y la calidad de nuestro baloncesto se debilita de nuevo.


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Campo de Granada, octubre de 1967. Debut del Club Estudiantes en Primera División ante el Creff de Madrid, tricampeón de España. Por el Estudiantes: Amparo Dios, Hortensia Neira, Rosa Sarmiento, Maribel Lorenzo, Picuca Martínez, Esther G. Bermello, Chuky, Cristina Acosta y María del Carmen Veiga. En el Creff de Madrid, plagado de internacionales, destacaban la base Pepa Senantes (15), la escolta Coro Domínguez (14), la alero Tere Pérez Villota (12), las hermanas Couchoud…

Por cierto, se aprecia en la imagen un piso algo húmedo, bien por la lluvia reciente, o simplemente por el rocío de la mañana. La cancha del Club Estudiantes era la única descubierta de toda la competición. Parecía imposible que Vigo no contara con ninguna instalación cubierta. En el año 1968, el alcalde Portanet -de grato recuerdo para la mayoría de vigueses- inauguraba el Centro Deportivo Municipal, con un Pabellón y un Frontón cubiertos, además de canchas al aire libre, y un excelente campo de fútbol provisto de pistas de atletismo a su alrededor. En aquellos tiempos, significaba para el deporte de la ciudad un adelanto fantástico.


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Campo de Granada, temporada 1967/68 Club Estudiantes-Joventut Kalso de Badalona. Primera Divisi贸n

Campo de Granada, temporada 1967/68 Club Estudiantes-Real Zaragoza. Primera Divisi贸n


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Les atacó el hambre a nuestras chicas del Club Xerox-Vigo. No se sabe con certeza si es que le daban mal de comer en Siracusa (Sicilia) y reponen fuerzas con este “sándwich”, o querían significar con “su voraz apetito”, que se iban a merendar a las italianas en el partido de la noche (Recopa “Liliana Ronchetti”). Mar Xantal, Belisa González, Lidia Gesteira, Kelly García y Candy, dan fe de sus propósitos y ansias de victoria... y de su excelente humor. En el baloncesto, supongo que igual que en otros deportes, se necesita ese momento de risa, cuanta más mejor, que rompa con la tensión del partido próximo.

Se volvía de nuevo a Europa, a la Recopa “Liliana Ronchetti”, en la que había debutado el Real Club Celta en 1975. Ahora, 1992, las “niñas” lo hacían defendiendo los colores rojos y blancos del Club Xerox Vigo. El nombre de la ciudad viajaba otra vez con orgullo por Francia, Alemania, Israel, Italia, Rusia… Un prestigio recuperado a pulso por las jugadoras, por el cuerpo técnico y por la emprendedora directiva de David Hortas. El presidente había sido pieza fundamental en el proyecto del ascenso, reagrupando a la gente tras el desánimo, y aportando, con sus influencias, soluciones decisivas para que nuestras mejores jugadoras no emigrasen a equipos más solventes después de la desaparición del Real Club Celta.


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Parece que todas a una adorasen al aro, como suplicándole que fuese generoso con ellas, tragando sus lanzamientos y rechazando los del contrario. Se confabulan unidas, en piña bajo la canasta, rezando, implorando, sonriendo, esperanzadas en el futuro… Están a sus pies, a los pies de la “Diosa Canasta” -de la que ya hablamos-, que manda, que puede, que otorga, que premia… que también saca, rechaza, descuenta, castiga… Las “niñas” del Xerox Vigo debieron entenderlo bien, y se muestran a sus pies confiadas, tranquilas, con su mejor cara, seductoras con la “Diosa”… que desde su altura las contempla autoritaria, pero también coqueta, mimosa, atractiva, prometiendo esa música virtuosa del balón rozando la red al entrar limpio… Belisa se cuelga del aro, Ángeles toca la red en lo alto, otras estiran sus brazos sin llegar, algunas parecen cerrar la red para que no entren los tiros contrarios… Las miradas de las hermanas Jordan, de Nieves, de Mar Xantal, de Anabel… de todas… aguardan la bendición…


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- ¿Te has fijado alguna vez lo que puede cambiar el rostro de un jugador antes de un entrenamiento y antes de un partido? Te voy a mostrar un ejemplo.

Kelly García, la promesa del baloncesto vigués de la década de los noventa, se muestra en esta imagen, tranquila, con una discreta sonrisa, relajada, con la frescura de los pocos años, la mirada noble, dulce… y en ese instante, dispuesta a comenzar un entrenamiento en el Pabellón de As Travesas.


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Ahora, Kelly García, va a jugar un partido importante. Ya viste el chándal de juego. No parece la misma. Su mirada angustiada lo dice todo, los labios fruncidos, las ojeras marcadas en un rostro temeroso, la tensión en el gesto…


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El mítico Emiliano Rodríguez, jugador del Real Madrid y de la Selección Española -175 veces internacional-, fue considerado entre los mejores jugadores de Europa -algún año, el mejor- en la décadas de los sesenta y setenta. Junto al catalán Nino Buscató, del Joventut de Badalona -222 veces internacional-, fueron los baloncestistas españoles más emblemáticos de su época. En la instantánea aparece en el patio del Colegio de los Salesianos rodeado de niños del mini-basket. Había venido a Vigo enviado por la Federación Española en campaña de promoción del baloncesto. Más de uno se reconocerá en esta histórica fotografía, y le servirá también para recordar los felices años de la niñez.

En la siguiente fotografía, Emiliano y Buscató, posan en un cartel recordatorio de los partidos-homenaje que les ofrecieron en Barcelona y en Madrid, con un enorme éxito de público y de plena asistencia de autoridades políticas y deportivas. Ese “poster” nos lo dedicó a Picuca y a mí. Tanto el “madrileño” como el catalán, eran personas especialmente carismáticas y entrañables. Por donde fueran, resultaban siempre unos inmejorables embajadores del basket.


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En mis tiempos de jugador, coincidentes con los suyos, tuve la inmensa fortuna de enfrentarme a ellos en sendos partidos amistosos. Contra Emiliano, en A Praza da Quintana de Santiago, y contra Buscat贸, en el Pabell贸n de As Travesas de Vigo. 隆Todo un honor para m铆!


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Manifestación popular del “Seis do Nadal” en Vigo, año 1979, reivindicando la autonomía para Galicia. Encabezando la marcha, entre otros, se pueden ver a García Picher, Jaime Isla, Víctor Moro, Valentín Paz Andrade, Manuel Soto, González Amadios… Esta gigantesca demostración ciudadana -cerca de doscientas mil personas, sería recordada para la posteridad con la fecha de su celebración.

Un instituto del barrio de Coia lleva ese nombre, “Seis do Nadal”, y en su entorno se ha fundado en 1983 la Agrupación Deportiva “Seis do Nadal”, que en la actualidad, temporada 2007/08, junto con el Club Canteiras de Porriño, cuenta con el mayor número de licencias federativas de la Delegación Viguesa. Con esta memorable escena recogida por Magar, quiero dar luz a esas gentes -sobre todo a los jóvenes- que a buen seguro se habrán preguntando más de una vez de dónde viene ese nombre deportivo tan inusual. Son las imágenes que hablan sin decir palabra, y expresan por sí solas la verdad de los hechos. La autonomía de Galicia fue un paso decisivo que se logró gracias al esfuerzo permanente de los ciudadanos gallegos, que ya desde los años treinta, reclamaban para nuestra región la actual situación política. De hecho, la autonomía de Galicia ya había sido aprobada en Las Cortes, pero la Guerra Civil y el posterior régimen de Franco, echaron por tierra lo conseguido por ley.


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Club “Seis do Nadal” Senior Autonómico, 2007/08 De pie: Rafael (Ayudante), Ana, Natalia, María, Sofía y Paula (entrenadora) De rodillas: Lorena, Rosalía, Paula, Laura y Olalla.

El Club “Seis do Nadal” está celebrando este año, 2008, sus Bodas de Plata. Fundado en 1983, sigue pujante hoy en día con una destacada actividad en varios deportes. En el baloncesto gestiona las Escuelas Deportivas Municipales, y participa con equipos masculinos y femeninos en todas las categorías federadas que tiene a su cargo la Delegación Viguesa. Es una cantera inagotable de jugadores -con un meritorio trabajo de sus entrenadores en la base-, y una de las más importantes de la zona. Que sirvan estas líneas como reconocimiento a su excelente labor, y transmitan en este aniversario mi recuerdo, mi admiración y mis felicitaciones a dirigentes, técnicos, jugadores, colaboradores y seguidores del Club “Seis do Nadal”.


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Kelly García poseía un perfecto tiro en suspensión. Por aquel entonces, primeros años de los noventa, no era fácil encontrar una chica que lo utilizara, y con tan exquisita técnica. Lo mostraré a mis alumnas como modelo, y también para que se convenzan que ellas pueden hacerlo.

No hay nada más difícil para un entrenador que corregir el tiro a un jugador ya viciado por una formación deficiente, o por sus propias manías para mejorar sus porcentajes, o por copiar erráticamente las posturas de las estrella de la NBA, o por los miles de consejos recibidos que se mezclan y tal vez se contradicen... ¡Qué difícil! Pero el entrenamiento siempre da sus frutos, y poco a poco, el jugador comienza a anotar algunos lanzamientos. “Ese tiro es un desastre”, le dices. En realidad ellos ya lo saben mejor que nadie. Se conforman con anotar una canasta que otra en los partidos, y cuando les explicas la técnica que deben aprender y practicar mil veces, prueban una -no encestan, claro está-, otra vez, otra, otra... otra... pero si son pacientes, trabajan y se dejan orientar… seguro que lo consiguen. El tiro hay que reconstruirlo palmo a palmo, casi centímetro a centímetro. El jugador debe aislarse de todo, atendiendo tan


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sólo las indicaciones del “profe”… hasta poder escuchar el roce del balón entre los dedos y su vuelo en el aire dando vueltas… De la misma forma que un cirujano plástico mejora un rostro dañado por un accidente, milímetro a milímetro, en el silencio de la anestesia… Tuve un jugador, disciplinado e inteligente, al que tardé en enseñarle el tiro en suspensión cuatro o cinco temporadas. - ¿Tanto? - En este caso sí, porque el equipo entrenaba solamente una hora a la semana. Y a veces menos, por la vacaciones de Navidad, de Semana Santa, los puentes... y porque el jugador -cercano a los treinta años- concebía en ese momento el baloncesto como mero ocio. En realidad, los cinco años se pueden convertir en tres o cuatro meses de trabajo serio y paciente. Si hay suerte y aptitud, un par de meses son suficientes. Pero yo sé que ahora, cuando Fernando, del Club Rodaballo, anota una suspensión desde cuatro metros, se queda completamente feliz. Fue capaz de conseguirlo… y yo que le enseñé, me siento tan feliz como él.

As Travesas, 2001. Fernando, el segundo por la derecha, con sus compañeros del Club Rodaballo. Sinso, Marcos Gómez y Marcos “Baiona” a su izquierda, y Javichu a su derecha.

Y metidos en esta tarea ardua y peleona, el entrenador busca imágenes para mostrarle al aprendiz, e intenta que el gesto de tiro que se elige como modelo sea el de un campeón reconocido, para que no ofrezca dudas.


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Temporada 1986/87. El equipo de la esperanza, el Club Galeones-Skol. Dirigido por el joven entrenador Juan Rodríguez Larrán “Larry”, reunía a una generación de jugadores que parecía poder alcanzar las metas más ambiciosas. De pie: Valentín Baeza, el vasco Chus Vadillo, Bernardo (ayudante), “Larry” (entrenador), Julio (preparador físico), Javier Dana, José Manuel Díaz y Andrés Cadahía. Agachados: Augusto de la Concepción, Félix Muñoz, Fernando Carbonell, Miguel González, Boby Corbal, Triqui y Javi Portas.

A mitad de esta temporada, los dirigentes del Galeones-Skol perdieron la confianza en ”Larry”, y lo sustituyeron por el valliselotano Gustavo Aranzana. A pesar de clasificarse para la Fase Final de 2ª División, no se consiguió el objetivo previsto, el ascenso a Primera B. Los jugadores eran demasiado jóvenes, y los que no, carecían de experiencias importantes. Faltó, como tantas veces en el baloncesto vigués, la paciencia necesaria para esperar a que el prometedor grupo madurase lo suficiente. En la siguiente campaña, el Club Galeones-Skol se encontró a última hora con una plaza en Primera B, y debutó en ella con el nombre del R. C. Celta y un patrocinio distinto. La falta de tiempo para fichar, no permitió elaborar la composición de la plantilla con acierto. Después, este hecho, se pagó con creces.


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La foto del fracaso, de la decepción. Otro intento fallido del basket masculino vigués. Como en ocasiones anteriores, se iniciaba el proyecto con una enorme ilusión, y con la confianza firme de afianzar el equipo en la categoría de plata, y a la espera de poder dar el salto. No fue posible. Al final, descalabro deportivo y económico, que llevó al retiro a dos de los más valiosos dirigentes de nuestro baloncesto, Luis Fernández Castro y Julián Prado. El Real Club Celta -continuación del Galeones-Skol-, temporada 1987/88, tuvo un comienzo alentador, con una aceptable respuesta de los aficionados, ansiosos de encontrar un equipo con entidad y ambición. El americano Voice Winters -que vimos en el 2005, pese a su edad, en el TAU- empezaba a hacer las delicias de los aficionados con sus “mates” y entradas espectaculares. Pero no fue suficiente. Pronto llegarían las derrotas a pesar de los intentos desesperados de los directivos. Los jugadores nacionales no dieron el nivel exigido, y el otro americano -sólo dos extranjerostuvo que ser cambiado, y su repuesto resultó aún peor. ¡Qué pena! Había gente valiosa en la plantilla. A los dirigentes mencionados, se añadía la aportación de Ferro -segundo entrenador-, de Telmo Silva -preparador físico-, de Alfonso Penas -el “fisio”- de los jugadores “vigueses” Miguel González, Félix Muñoz, José Manuel Díaz, Jorge Pena, Valentín Baeza... La ilusión rota. Tanto, que el equipo desapareció sin más, y con unas deudas pendientes que no se pagaron, o que hubieron de afrontar los dirigentes. ¡Qué decepción!


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En las décadas de los cincuenta y sesenta, lo intentaron el Club Estudiantes y el Club Deportivo Bosco. En los setenta, el Club Manuel Álvarez, más tarde reconvertido en Porcelanas Santa Clara. En los ochenta, fue el proyecto Galeones-Skol, después Real Club Celta, el que fracasó. En los noventa, primero el Club Deportivo Bosco, y más tarde el Ademar, no lograron el objetivo. Ahora, en el nuevo siglo, nace el Gestibérica en la “Misión Imposible”, que como en el cine, se puede alcanzar. ¡Ojalá!

De pie: Martínez Terzado (entrenador), Alfredo Pérez, Suso Cobián, Nacho Arroyo, Juan Carlos, Colón, Pachi Reigosa y Juan José Camba (delegado). Agachados: Solleiro, Curty, Tomás, Pepe Conde y Chiqui Moreno.

Un excelente equipo, dirigido por un entrenador experimentado como era Martínez Terzado, y con jugadores de contrastada calidad. Pero tampoco esta vez los muchachos de García Hermida pudieron alcanzar el objetivo. La plantilla parecía reunir todas las garantías, pero ese “mal fario” del baloncesto vigués, parece asolar a todo cuanto proyecto nace, y se vuelve a repetir el fracaso histórico.


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De pie: Delegado, Suso Cobián, Manuel, Jacobo Caruncho, Armando Vázquez, Carlos Santamaría y Carlos Núñez (entrenador). Agachados: José Antonio López, Lito Marzoa, Pastoriza y Crespo.

No se podría elaborar un relato del baloncesto vigués sin mencionar a Carlos Núñez Gayoso, el gran paladín del Club Ademar de los Hermanos Maristas. Comenzó como jugador a mediados de los años cuarenta, se retiró de las canchas en 1968, después fue entrenador hasta hace bien poco, y desde casi siempre, ha sido el presidente del club de sus amores. Es testigo activo, tal vez el más importante, de medio siglo del basket de Vigo. Núñez podría contar mucho mejor que yo todo lo acontecido en ese tiempo, y seguro que con más precisión y memoria. “¡Carlos, tenemos que charlar en la próxima tertulia!” El Colegio Marista, junto al Colegio Salesiano, ha sido y sigue siendo en la actualidad, una de las canteras más importantes del basket vigués. En ello, Carlos Núñez Gayoso y el Club Ademar tienen bastante que decir.


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Temporada 2007/08 Club Gestibérica Ciudad de Vigo Campeón de LEB Bronce. Ascenso a LEB Plata Zamora, Nando, Bavosi, Jackson, Coll, Vila, Vidal, Jaime Silva, Mesa y Dousa conforman la plantilla del ascenso, dirigida con acierto por Tito Díaz, y con Iago Casal como segundo entrenador.

La joven hinchada parece simbolizar la ilusión del nuevo proyecto. Con sus camisetas forman parte de la ya famosa “marea roja” del “Gesti”. Que la suerte y una acertada gestión puedan culminar en la consecución del viejo anhelo. Repito, ¡ojalá!


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El Club Gestibérica Ciudad de Vigo está desarrollando una importante y meritoria labor de promoción del baloncesto por toda la zona. Visita colegios, escuelas deportivas, centros benéficos, asociaciones, sociedades, el “campus” universitario… y atiende a cualquier solicitud que se le plantee. Siempre está disponible para enviar una representación de jugadores, incluso la plantilla completa, para ambientar y dar colorido a competiciones escolares, fiestas colegiales, torneos infantiles… En todas estas citas deja una abundante cantidad de invitaciones para su próximo partido. Y se está notando. La afición infantil crece día a día, el Pabellón de As Travesas registra una afluencia de dos a tres mil espectadores por encuentro, el ambiente resulta fantástico… y sólo se necesita que los resultados deportivos acompañen para consolidar al fin un equipo fuerte y sólido para Vigo. La afición ha demostrado que lo quiere…

Una representación destacada de jugadores del “Gesti”, acompañada de Paco Martínez, Relaciones Públicas del Club, asiste al acto de presentación del “III Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, que viene organizando el Clube Baloncesto Baiona con enorme éxito. Con la presencia del alcalde de la villa, Vázquez Almuiña, de la concejala de deportes, Mª Jesús Martíns, y de asesor de deportes, José Miguel Pérez Vázquez, no podía faltar la foto de familia que apiña a políticos, jugadores profesionales, técnicos, directivos… y lo más importante, un centenar de jóvenes jugadores del club.


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As Travesas, 1992/93. El Club Xerox Vigo, clasificado entre los mejores de España, y también con amplia participación en competiciones europeas. De pie: Jorge (ayudante), Candy, Erika Burianova, Ana Álvarez (entrenadora), Renata Jiriakova, Mar Xantal y Susi Pérez. Sentadas: Kelly García, Nieves Lobón, Carmen Victoria, Belisa González, Lidia Gesteira y Mayte.

Es el debut de Ana Álvarez como entrenadora del primer equipo, y por los resultados obtenidos, se deduce que lo ha hecho bien. Me confieso partidario de fichar siempre entrenadores de casa. Pienso, sin dudarlo, que en nuestra tierra los hay con sobrados méritos y conocimientos. Además, la historia da testimonio de que cuando han llegado de “fuera”, poca siembra dejaron al marcharse. El caso se ha dado tanto en hombres como en mujeres, a pesar de haber tenido entre nosotros entrenadores de la categoría de Gustavo Aranzana, Carme Lluveras, Alfonso Rivera, Anna Junyer …También reconozco que ahora, en el 2008, la profesionalidad de técnicos y jugadores cambia bastante los planteamientos de antes. De todas formas, para hacer justicia, debo excluir de ese grupo al madrileño Nacho Polo, que ha dejado huella de su paso por los Salesianos y por el Real Club Celta.


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1991. La base Nieves Lobón, concentrada en un lanzamiento de personal. Nacida en Valladolid, pero afincada en Vigo desde los dieciséis años, era el cerebro del Club Xerox-Vigo. Tuvo bastante que ver con la recuperación del baloncesto vigués en ese momento, después del desahucio de las celestes protagonizado por el Real Club Celta de fútbol, con el insigne Rivadulla de presidente.


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Temporada 1991/92. Club Xerox Vigo. De pie: Lisa Ingrand, Kelly García, Anabel Rojo, Mar Xantal, Ana Álvarez (ayudante), Oranda Rodríguez, Esther, Carol Lewis y Floriano (preparador físico) Agachadas: Gemma, Belisa González, Susi Pérez, Carme Lluveras (entrenadora), Lidia Gesteira y Nieves Lobón.

Belisa González, destacada jugadora de la cantera viguesa. Titular indiscutible del Real Club Celta y del Club Xerox-Vigo en la década de los noventa.


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Nieves Lob贸n sale del bloqueo de Pauline Jordan, con una depurada t茅cnica: cabeza levantada, arranque fuerte a pesar de ser agarrada de un brazo por la marcadora, y perfecto bote de protecci贸n con la izquierda.


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Juan Rodríguez Larrán, “Larry”, destacado técnico vigués de las décadas de los ochenta y noventa. Fue un trabajador incansable en la productiva cantera del Colegio Salesiano. Por sus manos pasaron cantidad de jugadores sobresalientes, que tras el fracaso del R.C. Celta -en el que ya no participó-, tuvieron que emigrar a Verín, a Porriño, a Santiago... a donde el baloncesto tuviera más calor que el vigués. Vivió en el banquillo del Aguas de Cabreiroá de Verín unas campañas muy exitosas de su historial deportivo. Había reunido un excelente equipo, y puso de moda el baloncesto en el pueblo ourensano. Los vigueses Miguel González -su discípulo preferido- Tomás Alonso, Boby Corbal, Crexáns… formaban parte del conjunto “exportado” a Verín, que además contaba también con varios ex jugadores de los equipos olívicos, como Félix Barros, Llorens, Rodolfo… Desde entonces, Larry continúa en Verín, aunque alejado por completo del basket. Este verano, agosto del 2008, nos encontramos de nuevo en el Pabellón Municipal de Baiona después de muchos años. Me confesó al oído que en el pueblo lo tiene todo: un coche nuevo, un excelente piso, un puesto de trabajo seguro, una vida cómoda… pero que no era feliz. “Me falta el baloncesto, Luis.”, me dijo. “Tengo que volver.”


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A la izquierda, Tomás Alonso, destacado base de la cantera del Colegio Salesiano de Vigo, que Larry se llevó al Aguas de Cabreiroá de Verín. Años más tarde, y hasta hace poco, sería presentador de deportes de la Televisión de Galicia. A la derecha, Miguel González, alero anotador de depurada técnica, que como Tomás, jugó en el Aguas de Cabreiroá de finales de los ochenta. También procedía de la cantera de los Salesianos. Antes estuvo en el Club Galeones-Skol y en el Real Club Celta, y después de permanecer un tiempo en Verín, pasó al Baloncesto Porriño. Ambos jugadores eran discípulos muy allegados y queridos por Larry, que los había formado desde edad temprana en los equipos de los Salesianos.


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Javi Portas, el excelente escolta de la cantera salesiana, pertenecía a una formidable generación de jugadores, iniciados en su niñez por el madrileño Nacho Polo, a quien sucedió en su labor, entre otros, Juan Rodríguez Larrán, “Larry”. Tras el fracaso del Proyecto Galeones-Skol, fichó por el Baloncesto Porriño. Buen tirador, aparece en la foto en un perfecto tiro en suspensión, marcado por Fernando Carbonell, en un partido contra el Club Ademar.


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Frontón Municipal, temporada 1971/72 Real Club Celta Campeón del Grupo Gallego de Tercera División y Ascenso a Segunda. De pie: Carro, José Torres, José Pérez, Carlos Cobián, Manuel Soto y Antonio Nieto. Agachados: Casal, José Ferro, Guillermo Alvarellos, Lito Marzoa y Luis.

De los varios equipos masculinos que he entrenado a lo largo de mi vida, este es para mí el más querido de todos. El Celta había descendido a Tercera División, y el club estaba sumido en aquel momento en una profunda desmoralización. Dirigía por primera vez a un equipo masculino. Temporada 1971/72. Ascendimos de nuevo a Segunda División después de una brillante Liga, y una complicada Fase de Sector disputada en Santander. La mayoría de los jugadores aún eran de categoría junior, tanto es así, que yo mismo tuve que diligenciar licencia de jugador para cubrir el cupo obligatorio de seniors.


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Real Club Celta Juvenil. Medalla de Bronce en el Campeonato de España. Cuenca, 1989. De pie: Rey Lama (entrenador), Cristina, Marta Méndez, Nuria Figueroa, Carmen Patiño, Begoña y María Herrero. Agachadas: Cristina Rey, Edita Pereira, Raquel, Montse, Yolanda Comesaña y Mª José.

Por primera vez entrenaba a un equipo juvenil -y a mi hija Cristina-, y guardo un recuerdo inolvidable de este grupo de promesas del baloncesto céltico. Después de ganar el título gallego en Betanzos (A Coruña) y el Intersector en Vigo, acudimos a la Fase Final del Campeonato de España celebrada en Cuenca. El Real Club Celta se clasificó tercero, después de perder en semifinales por cinco puntos contra el que sería campeón, el Club Natación Canoe de Madrid, y por cierto, en la única derrota de toda la temporada. Incluso en el partido para el tercer puesto, se ganó con claridad. De todas ellas, Nuria Figueroa y Carmen Patiño llegarían al primer equipo. El Celta ya había conseguido varios títulos nacionales en categoría junior, pero en juveniles nunca logró clasificarse para una Fase Final hasta ese año. Por eso, el tercer puesto alcanzado en Cuenca fue considerado como todo un éxito.


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Temporada 1988/89. Montse, Yolanda Comesaña “Rizos”, Cristina Rey y Edita Pereira, en su temporada de jugadoras juveniles del Real Club Celta.

Begoña, Marta Méndez, María Herrero, Cristina y Carmen Patiño, las prometedoras pívots del equipo celeste.

Raquel y Nuria Figueroa


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El vigués Pepe Casal, atleta del R.C. Celta en su juventud, preparador físico y entrenador del Club Obradoiro de Santiago, preparador físico con Aito García Reneses en la Selección Española Junior y en el F.C. Barcelona, y desde su marcha a Estados Unidos, preparador personal de Pau Gasol cuando regresa de la NBA. Acude a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, rescatado para la Selección por la confianza plena de Aito y de Pau en su excelente trabajo.

2008. Pepe Casal en una de las muchas conferencias que viene dando últimamente.


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Otro vigués, Domingo Salinas, será el preparador físico de la Selección Española Femenina en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Ocupa desde hace unos años ese puesto en sustitución del también vigués, Telmo Silva. Con anterioridad, Salinas había desempeñado ese cargo en el R. C. Celta Femenino. Pepe Casal, Domingo Salinas y Susana García -entrenadora ayudante-, junto a Tamara Abalde -la viguesa de adopción-, serán la aportación de Vigo al baloncesto nacional en Pekín. ¡Enhorabuena a todos ellos! Sabemos de sobra lo difícil que es llegar a unos Juegos Olímpicos. ¡Qué envidia!


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Selección Nacional Femenina, días antes de acudir a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Además de los mencionados anteriormente, el R.C.Celta aporta dos jugadoras, la santanderina, Laura Nicholls, y la mallorquina, Alba Torréns. También están presentes las ex célticas Cindy Lima y María Revuelto.

El ministro Moratinos con Cindy Lima, Tamara Abalde y Alba Torrens en los Juegos de Pekín-08.


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Moscú, 2008. Alba Torréns con la Selección Española en el Torneo de Moscú preparatorio para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Partido contra Israel, que superó a España, 58-69.

Tamara Abalde, Alba Torréns y Laura Nicholls son la nueva generación de jugadoras españolas llamadas a sustituir a las veteranas Isabel Sánchez, Laia Palau, Elisa Aguilar y Amaya Valdemoro, que posiblemente, ya no lleguen a los próximos Juegos Olímpicos de Londres 2012.


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La jugadora céltica Laura Nicholls, con la Selección Española en los Juegos de Pekín 2008.


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Temporada 2007/08. La imagen da muestra de los marcajes que hubo de soportar Tamara Abalde en la NCAA. Su defensora intenta frenarla con brazos y piernas, y sin embargo el pase interior de la “viguesa” entra con claridad. Sería nombrada la mejor debutante de la temporada en la Liga Universitaria: “SCL FRESHMAN OF THE YEAR”

La experiencia americana de Tamara Abalde habrá servido para completar su madurez, que aunque ya avanzada, siempre es susceptible de mejoras en edad tan joven. La temporada próxima volverá a España, pero para desgracia del Real Club Celta, no para reintegrarse a su equipo. Tal vez en el pasado reciente no haya encontrado en el club vigués el reconocimiento técnico que le han otorgado en Estados Unidos. Una vez más se hace difícil triunfar en la propia casa, y puede que hasta no sea mala idea cara al futu-


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ro, el emigrar a otros lares, donde le sobrarán ofertas, y posiblemente, mejores que las que le ofrezca el Celta.

Año 2008. Pau Gasol y Tamara Abalde, se encuentran en el “Toyota Center” de Estados Unidos. Ella en la NCAA y él en la NBA.


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Temporada 2007/08. Tamara Abalde, en un partido de la NCAA americana.

Las tres jugadoras, Alba, Tamara y Laura, serán olímpicas con tan solo diecinueve años. Ya han logrado Oro en los Europeos Sub-16 de Italia 2004 y de Polonia 2005, Oro en el Europeo Sub18 de Tenerife 2006 y Plata en el Europeo Sub-18 de Servia 2007. Internacionales absolutas en 10 ocasiones antes de ir a Pekín. ¡Vaya presente y vaya futuro!


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Campo de Taboada Leal, 1958. El estudiantil Benito Lorenzo palmea un balón ante la oposición del bosquista Álvarez. Su compañero, Carlos Cerdeira, atento al posible rechace.

Ésta no es precisamente una instantánea olímpica. ¿Se nota? Pero debemos reconocer que los “antiguos” de hace cincuenta


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años también podían ofrecer a la cámara imágenes tan plásticas como la que vemos. Si se retocase con pantalones más largos, balón olímpico y fondo de un pabellón, podría figurar en cualquier resumen del mejor de los partidos actuales.

Campo del Jardín Park, 1958. Club Deportivo Bosco y Club Estudiantes son los protagonistas. El partido de máxima rivalidad viguesa está a punto de comenzar. Antes, la presentación de jugadores. Por los bosquistas juegan: Barros, Rolán, Boliche, Mingos, Gonzalo Sanmartín, Manuel Benito, Alfonso García Migón, Josechu Curiel... En el Estudiantes: Joaquín García Picher, Julio Castro, Severo Iglesias, Alberto Gayoso, Camilo Nogueira, Mito Rodríguez, Carlos Cerdeira, Bares, Aquiles, Benito Lorenzo y José Ángel Román.

Año 1958. Jugadores del C.D. Bosco: Barros, Rolán, Boliche, Mingos, Gonzalo Sanmartín, Manuel Benito, Alfonso Garcia Migón y Josechu Curiel.


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Me llega una noticia de última hora que, de ser cierta, modifica la información vertida en páginas anteriores. Aseguran fuentes desconocidas para mí, que el peculiar conjunto de esta fotografía, el Club Constitución, es el primer equipo de baloncesto de Vigo. Fundado en 1934, el “Consti” -así se le conocía popularmente- jugaba en la legendaria Cancha Central -cerca de la actual calle Canceleiro-, con piso de tierra negra, líneas de cal marcando el campo, canastas de madera algo torcidas, aros casi de alambre, balón de los antiguos, de cuero y con costuras… y una afición sin límite de sus componentes. La Guerra Civil española, que comenzó en 1936, interrumpió el progreso deportivo de estos jóvenes, que hasta 1941 no consiguieron reanudar su actividad. A buen seguro que más de uno, tristemente, se pudo quedar en el camino. Imposible citar el nombre de sus jugadores y técnicos, pero lo que se observa con claridad es su indiscutible buena imagen. Se les ve decididos, con disciplina -el orden para posar lo atestigua-, bien uniformados -al estilo de entonces-, y se adivina en ellos un carácter luchador, con fuerza en el rebote y la defensa, buena preparación física, y en general, un conjunto muy equilibrado. El entrenador -de camisa blanca-, y el ayudante -también preparador físico-, han hecho un buen trabajo… y eso, a pesar de no contar con planillas, estadística, porcentajes… y lo que es peor, sin “scouting”. El base titular -con el balón- es el cerebro del equipo; a su izquierda, Vara -el único reconocible-, un escolta de calidad; el más bajo -agachado- resulta mortal en el contraataque; los tres pívots intimidan hasta en la foto; y del resto… ¿qué podemos decir?... ¡Un equipazo!


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Foto de familia del Club Estudiantes de los años cincuenta. Los Pepote, Rafael, los hermanos Vilas, Javier Gonzalo, Mito y su hermano Quiño… los jugadores… No falta nadie. Escenario: el campo de Taboada Leal. Y abajo, el Jardín Park, el palco de la orquesta, los árboles… el piso mojado por la lluvia reciente… muchos aficionados… y Carlos Cerdeira…


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Estados Unidos, Liga NCAA, 2007/08. Perfecta suspensión de Tamara Abalde, bajo la mirada expectante de una rival. Sólo falta que anote el lanzamiento… Parece que así será.


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- Querido colega, con esta impecable suspensión quiero cerrar la “Galería de imágenes” que te estaba mostrando. Una “viguesa” de adopción, una camiseta nacional, un porvenir de ensueño, una “top-ten” de guapas olímpicas... Son éstas, condiciones que han de servir para concluir tan bellas escenas, tan sugestivas, tan nostálgicas... y la mayoría de ellas con amplio contenido histórico… algo que no se debe olvidar.


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XXI. La “última”

- Antes de irme al “campus”, fiel compañero de conversación, te voy a contar la “última”. - ¿Vas a un “campus”? Pero, ¿no lo sabes ya todo del baloncesto? - ¡No! ¡Qué va! Eso es lo que yo creía a los cincuenta años. Pero ahora, con la edad, se gana en madurez y en sabiduría, y uno descubre sus carencias. Siempre falta algo. No sé hacer el cambio de mano por detrás, ni por debajo de las piernas... - Pero Luis, si eso lo saben los niños del mini-basket. Al menos, ¡sabrás hacer un alley-oop! - Eso lo hago perfecto en las canastas de “mini”, y al primer intento, aunque echo en falta buenos pasadores para “machacarla” bien... Cuando necesites un pasador de lujo, querido amigo, habla conmigo. Especialidad de la casa. - ¿Dónde es el “campus”? - En Baiona. Pero esta vez no voy de alumno; debuto como profesor de cantera. Estoy nervioso, ¿sabré cumplir la tarea? No lo he hecho nunca. ¡Mucho me queda por hacer en esto del basket! Como te decía, te voy a contar la “última”, y que va también de última canasta, de última asistencia... y de un original equipaje de juego. En mis primeros años de entrenador del Club Rodaballo tenía ficha de jugador, para prevenir las posibles ausencias que suelen darse en el Senior Provincial. Aquella tarde de sábado jugábamos contra el Club Ademar en Balaídos. Era la hora del comienzo, y sólo contábamos con cuatro jugadores. El árbitro me pidió el “cinco inicial”, y ante su


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apremio, no me quedó más remedio que incluirme como quinto hombre. Nada más firmar el acta, llegan otros dos jugadores. Pero el colegiado me obligó a salir en el equipo inicial. Me visto la camiseta por encima de la camisa a cuadros que llevaba, y con pantalones vaqueros y zapatos de goma, me dispongo a cubrir el expediente. Con la “vista gorda” de los árbitros, confiados en mi rápida sustitución, solicito de la mesa “cambio a la primera” ya antes del salto inicial. Se preparan para la “lucha” los dos equipos, y yo me coloco cerca del tablero contrario. Antes, avisé a los rivales de que me marcasen, y los amenazé con meterles una canasta si no lo hacían. Me contestaron con risas. Alberto gana el salto, palmea hacia delante, recoge Marcos -mí bien entrenado discípulo-, pase largo... y canasta anunciada del nº 13, Rey Lama, el que esto escribe. Fue mi última canasta en un partido oficial. No necesité de pantalones Nike, ni de botas Adidas, ni de muñequeras, ni de cinta del pelo, ni calentamiento, ni tiempo para estirar... Para meter canastas sólo se necesita clase. Pero no escarmentaron, porque aún me dieron tiempo también para mi última asistencia como jugador: el Rodaballo corta el balón en el primer ataque del Ademar, y vuelvo a recibir el balón cerca de la canasta... Y ahora sí que me marcaron. Se echaron como locos encima de mí para aplastarme. Me rodearon tres contrarios agresivos, amenazantes, con los brazos en alto, para no permitirme una nueva y humillante canasta... Y claro, esto a un jugador con clase no se le puede hacer. Lectura inmediata, si tú tienes a tres, dos compañeros estarán solos. Así que un pase de pique bajo sus brazos alzados, y Marcos, lanzado en su carrera, remata con una bandeja fácil. De esta manera curiosa e inesperada, acabó mi andadura en las canchas de baloncesto. -

¿Qué te parece, colega? Estuvo bien la despedida.


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Campo de Granada, 1967. Partido de ida de la eliminatoria de Copa del Generalísimo, Club Estudiantes-Atlético de San Sebastián. Rey Lama, o sea yo mismo, entrando a canasta. Ganamos por escasa diferencia de puntos. Me parece recordar que por dos o tres. En el partido de vuelta, celebrado en el Frontón Anoeta, nos eliminaron por un amplio margen. En San Sebastián coincidimos con el regreso de la Real Sociedad a la Primera División de Fútbol. Por la calle, los donostiarras lo festejaban cantando: “A Primera súbio la Real, súbio la Real, súbio la Real…”, con la música de “El submarino amarillo” de los Beatles, de moda en aquel momento. ¡Qué recuerdos!


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Querido amigo, se me está haciendo tarde. A la vuelta de las vacaciones podemos tener otra tertulia. Me quedan muchas cosas por contarte. - Pero, ¿aún tienes más...? - ¿Te conté lo de “la catalana”? ...¿Lo de “cofy” arriba, “milk” abajo?... “¿Lo de “Tira, coño, tira”?... “¿El chiste del “tic nervioso” que contaba Jaime Gómez?... ¿Lo del americano negro que estaba en todos los lados?... ¿El saludo de “los Gallego” en O Couto?... ¿El concurso de tapones recibidos?... ¿Lo de Rosalía, que sale dos veces en las fotos de sus equipos?... ¿El Manual Arbitral de cómo “barrer”?... ¿La agresión del campo de los Maris... ¡No! ¡No! Esta no te la cuento. … ¿Y fotos? ¡Tengo en casa otras tantas! De Marisol, de Julio Bernárdez, de Quino Salvo, de “Cholas”, de Julio Castro, de “Mani”, de Pololo, de Susana García, de Augusto, de Ayres... Por cierto, y ¿qué me dices de estas fotos recientes que te voy a enseñar? -

Juegos de Pekín-08. Victoria en la final para Estados Unidos sobre España por 118-107. Pude parecer que no se defendió, pero los documentos gráficos dicen todo lo contrario. Hubo agresividad y dureza. Howard comete personal sobre Carlos Jiménez. Más que una falta, semeja una escena de artes marciales. Así transcurrió todo el partido, al límite del reglamento, pero de forma noble y deportiva.


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Juegos Olímpicos de Pekín-08. Rudy Fernández trata de frenar la penetración de LeBron James.


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Juegos Olímpicos de Pekín-08. Se luchó en todos los espacios de la cancha. Hasta arrastrado por el suelo, Mumbrú salva un balón entre las piernas de Kobe Bryant.


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Compañeros y amigos en Los Ángeles Lakers. Kobe Bryant parece intentar marcarse un pasodoble “muy agarrao” con Pau Gasol.

-

¿Qué me dices, amigo? No tengo palabras.


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- ¡Oye! Y… ¿qué hubiera pasado si juega Calderón en plenas condiciones físicas… y si a los americanos les pitan los ya famosos “pasos de salida”?... - ¿Quién sabe…? Y yo que estaba empeñado en que “EN EL BALONCESTO YA LO HABÍA VISTO TODO…” Tuvieron que pasar más de sesenta años, contemplar más de tres mil partidos en vivo, otros tantos en TV... para llegar a esto. ¡SUBLIME! ¡CELESTIAL! Eran los dioses de la canasta que bajaron a la cancha...


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XXII. Crónica de urgencia

Faro de Vigo ------------ Deportes ------------- 10, mayo, 2010

EL GESTIBÉRICA ASCIENDE A ---------- LIGA ACB ----------Venció en la final al Cajasur de Almería ------------ por 77-76 ---------------

Madrid. (De nuestro enviado espec...

Ya no quise leer más… Ayer me había acostado nervioso, sin atreverme a llamar a algún conocido para que me informara. Hice varios amagos con la radio para enterarme, pero no conseguí nada. ¿Llamaré a Rubén a Onda Cero?… Al final decidí esperar. Tardé en conciliar el sueño. Y hoy, 10 de mayo de 2010, me levanté más temprano que de costumbre, muy inquieto, pero con un presagio... Me lancé a la puerta de casa a recoger del suelo el “Faro de Vigo”, lo abrí precipitadamente, no se veía, encendí la luz, pasé las páginas con ansiedad, rompí varias... Sucesos... Val Miñor... Economía... Internacional... Deportes... El fútbol… el Celta... ¡Sí!... ¡SÍ!... ¡SÍÍÍ!... ¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!... ¡POR FIN!... ¡POR FIN!... Llevábamos


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esperándolo medio siglo largo... ¡POR FIN!... ¡POR FIN!... ¡POR FIIIIIIIIN! Yo que siempre decía: “En el baloncesto ya lo he visto todo. No hay nada nuevo que se me pueda ofrecer.” Y ya ves, querido amigo, esto sí que es una novedad... “VIGO, AL FIN EN ACB.”


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ÍNDICE ----------Página -------9

I

-

¡Vaya sentencia!

II

-

El Club Estudiantes

25

III

-

Del baile al scouting

37

IV

-

“EL PROFESIONAL”

65

V

-

El Club Rodaballo

69

VI

-

... Y esto sigue... sin parar…

77

VII

-

La Recopa “Liliana Ronchetti”

115

VIII -

Los maestros del amor

125

IX

-

Las destituciones

159

X

-

Los orígenes

167

XI

-

¿Qué pasa con Marta?

175

XII

-

Ferias y Fiestas

183

XIII -

Los inicios... y el disgusto

191

XIV -

Notas de prensa

201

XV

-

La vestimenta femenina

229

XVI -

El banquillo traicionero

243

XVII -

El internacional militar

253

XVIII -

La Fiesta del Deporte

263

XIX -

¡Qué envidia!

275

XX

Galería de imágenes

295

XXI -

La “última”

350

XXII -

Crónica de urgencia

358

-


361


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364


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A finales de la década de los setenta, el Centro Deportivo Municipal -hoy en día I.M.D. -contó con las mejores escuelas deportivas de toda la historia del deporte vigués. José Fernández “Pepe”, el administrador, y Jaime Cancelas, el jefe de personal, fueron sus principales impulsores. Eran tiempos de Leri como concejal de deportes. Manolo, el conserje, cuidaba de los niños. A ellos, y a su extraordinario equipo de monitores, nuestra admiración y homenaje.


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Mucho nos gustaría tu intervención en nuestras charlas, a través de tus comentarios, de tus fotografías, de tus recuerdos, de tus anécdotas… y ¡¡también de tus críticas!! luisalbertoreylama@gmail.com

¡Mil gracias!


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