Revista Mediodia Nº 61

Mediodía

Revista de Literatura y Arte Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja Nº 61 – Noviembre 2013

Contenido CASA DE LA CULTURA ECUATORIANA BENJAMÍN CARRIÓN NÚCLEO DE LOJA Directorio 2012–2016 Presidente Dr. Félix Paladines Paladines Vocales Principales Adriana María Jaramillo Vélez Jorge Mijail Valarezo Loaiza Yovany Salazar Estrada Alicia Piedad Ochoa Valdivieso Vocales Suplentes Antonio Bayardo Cuenca Mayorga Aura Elisabeth Ocampo Jaramillo Ligia Beatriz Cárdenas Dávila Leonardo Eudaldo Chamba Herrera

Mediodía

Revista de Literatura y Arte Director: Mario Jaramillo Andrade Distribución y canje: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja.

Colón 13–12 y Bernardo Valdivieso Apartado postal 11–01–11 — Teléfonos: 2571672 – 2571004 Loja, Ecuador. cculturaloja@hotmail.com – www.cce.org.ec

Nota Editorial ......................................................................................................

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L. Salvador J. / Paseando a Don Eduardo Kingman ...........................................

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José Carlos Arias Álvarez / Desnudos de la memoria ....................................

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Alejandro Carrión / Por primera vez, pintura mural en esta tierra ..................

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Jorge Mora Ortega / Breves apuntes sobre el pintor lojano ..............................

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Eduardo Kingman Riofrío / Arte de una generación .......................................

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Bernardita Maldonado / Héctor Manuel Carrión, la desgarradura del fuego ..

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Benjamín Pinza Suárez / Loja: cultura de traje y corbata.................................. 131 Susana Álvarez G. / Poesía en Paralelo Cero ..................................................... 145 Mario Jaramillo Andrade / Estampas Lojanas de Teresa Mora de Valdivieso .. 149 Carlos Ferrer / De Madariaga a Jimbo: dos narradores .................................... 155 Bernardita Maldonado / José Ángel Valente, La Habitabilidad del Límite ...... 163 Wilson R. Castillo T. / Autorretrato Cinéfilo .................................................. 176 Carlos Ferrer / Tramoya y Bambalina: Reseñas Teatrales ................................ 187 Manuel Benjamín Carrión / Canción del retorno ........................................... 214 Manuel Agustín Aguirre / Río Zamora, el de mi infancia .............................. 216 Bernardita Maldonado / A la lojanía ............................................................ 218

Impreso en la Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Don Eduardo odiaba salir a la calle, o peor aún, tener que viajar. Ni siquiera fue a recibir el Premio Gabriela Mistral que le otorgó la OEA. Mandó a su hija a recibirlo.

Félix Paladines y Ramiro Mosquera

llegó a conocer al famoso pintor.

La cosa sucedió de este modo. Cierto día, allá por 1981, vino al taller un señor de aspecto recatado, de mostacho amplio y profundos ojos azules. Vino para hacer revisar su vehículo. Mientras hablaba con el patrón del taller, reparó en un muchachito bisoño que se afanaba por debajo del capó de un vehículo, y al escucharlo hablar, le dijo con viva simpatía: «¡Tu eres de Loja!», al tiempo que le revolvía los cabe-

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llos. Ramiro, por supuesto, no sabía que quien le dirigía la palabra era el más grande pintor del país y uno de los más connotados de América. A partir de entonces el señor Kingman, que salía muy poco de casa y era tan adusto y huraño como un esquivo eremita, no dejó de manifestar un especial afecto por el muchacho lojano, de modo que Ramiro empezó a ir por la casa del pintor para ayudar en lo que fuera. La esposa del pintor, doña Bertha, tenía por el contrario un carácter extrovertido y recio y era infinitamente más locuaz que su silencioso consorte. «Tú no eres lojano», le decía doña Bertha a Ramiro, «tú eres lojudo: mi marido es lojano».

Con el pasar de los años, Ramiro fue sintiéndose cada vez más afín a la familia, e incluso hacía las veces de conductor cuando el chofer oficial no podía o estaba de vacaciones. Aún

Nota Editorial La revista Mediodía nació con la firme voluntad de constituirse, sin desmayo ni tregua, en un cuaderno de Literatura y Arte al servicio de esta tierra «a la que nos debemos y por cuyo porvenir luchamos». Estas fueron las palabras textuales de quienes la crearon y publicaron sus primeros números hace exactamente 61 años atrás. «Todo por Loja», se decía en la columna editorial, «todo por Loja, capitana de un pueblo fiel a su historia.»

Allá por los años en que nació Mediodía, cuando era aún una joven revista, tenía la apariencia de un periódico con formato Standard, y si bien ha ido mudando de dimensiones con el pasar de los años, ajustándose a tiempos y épocas, no obstante, ha permanecido fiel a su identidad primigenia. El número que ahora presentamos, por su contenido, trae una significación especial para la administración actual de la Casa de la Cultura Núcleo de Loja (gestora de Mediodía), ya que comporta un motivo de real y justificada complacencia el poder continuar con la misma mística de los iniciadores, con el mismo entusiasmo y fervor por promover, difundir y alentar las manifestaciones del espíritu a través de todas las artes.

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L. SALVADOR J.

Y qué mejor oportunidad para celebrar con la presente edición los cien años del natalicio de nuestro insigne Eduardo Kingman Riofrío, el pintor que abrió la brecha por donde habrían de transitar otros grandes de la plástica ecuatoriana del siglo XX. De este modo, fiel a su vocación inicial, Mediodía continúa generando información, facilitando espacios para la crítica, a fin de que la literatura y las artes puedan llegar a todos los sectores y públicos, como es su finalidad última.

Aparte de ello, en este número hemos empezado a rescatar también la memoria de otro ilustrísimo lojano, Héctor Manuel Carrión, poeta y escritor conspicuo, que desafortunadamente ha permanecido oculto bajo un injusto manto de olvido, y cuyo retorno a la luz se debe a la acuciosa y sensibilísima investigación de Bernardita Maldonado, quien con afectiva entereza ha logrado rastrear las huellas de este preclaro lojano, el mismo que fuera el principal mentor de Benjamín Carrión, su hermano menor.

No más palabras para abrir el presente número, siempre con los mejores auspicios de continuar fielmente la tarea que se nos ha confiado.

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Paseando a Don Eduardo Kingman

R

amiro Mosquera (Vilcabamba 1966), aparte de locuaz y extrovertido, pasaría como cualquier hijo de vecino si no fuera por constituirse en una memoria viviente de algo que no muchos podrían jactarse: el haber sido amigo del famoso pintor Eduardo Kingman, e incluso su ocasional chofer de confianza.

Ramiro salió de Vilcabamba a los 14 años de edad, para ir a trabajar donde un hermano, quien tenía un taller de mecánica en San Rafael, sector exclusivo del Distrito Metropolitano de Quito, y al mismo tiempo lugar residencial apartado del bullicio de la ciudad. Previo a ello, el her-

mano de Ramiro había adquirido experiencia trabajando en los talleres de la Mercedes Benz de Quito, donde casualmente había conocido a doña Bertha Jijón, esposa de Eduardo Kingman, quien llevaba de vez en cuando su Mercedes para sus revisiones periódicas. De modo que cuando el hermano mayor de Ramiro puso su taller particular en San Rafael, los Kingman, que ya lo conocían de sobra, le llevaban allí su vehículo, porque les resultaba más cerca. De hecho, el taller estaba a una cuadra de la Posada de la Soledad, la casa solariega de los Kingman. Fue en ese tiempo, decimos, que Ramiro Mosquera, un muchacho de 14 o 15 años,

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JOSÉ CARLOS ARIAS ÁLVAREZ

Desnudos de la memoria Eduardo Kingman Riofrío

NOTA PRELIMINAR Tomando como base la Mirada que hice en el Capítulo once de la Exposición y Libro que sobre Eduardo Kingman Riofrío titulé La Hora del Ángel, en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador…, el año 2008. Me acerco de nuevo a la apasionante tarea de analizar e interpretar un género como es el desnudo, y desde unos dibujos que nunca hizo para exponer; así que le pido disculpas al Maestro dónde quiera que esté y le agradezco que algo sin dulcificar, me haya permitido acercarme al trabajo fresco e inigualable de su pensamiento, sin que peligre el pudor y la decencia de seguir siendo grande.

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La representación de la figura humana constituye un indicador particularmente agudo de las actitudes de un artista respecto a la naturaleza humana. El cuerpo desnudo, ha sido y es utilizado como medio para reflexionar sobre lo permitido y lo prohibido, lo deseable y lo no deseable... A través del desnudo se plantean apasionantes problemas culturales, estéticos, políticos, artísticos: el desnudo es utilizado en el dibujo para establecer y normalizar todo un sistema de proporciones, se emplea como punto de referencia para mostrar lo que es bello y lo que no lo es, se adopta como medio para trasmitir valores supremos, tales como la libertad, la justicia, la igualdad..., se

así, don Eduardo se sentía más a gusto cuando conducía su joven amigo, aunque no soltara ni una sola palabra en el trayecto. Don Eduardo era la reserva en persona. Cuando se animaba a salir de su estudio —una especie de sótano secreto en el que ningún ser humano podía entrar—, lo hacía únicamente para sentarse en silencio en algún rincón penumbroso y tomar un café bien cargado y acariciar a su gata o a su perro, mientras fumaba en silencio. Por alguna razón desconocida, doña Bertha regaló alguna vez a ese perro y le dijo a su esposo que el animal se había extraviado. Don Eduardo enfermó de tristeza, no comía y se puso muy mal, hasta que la misma señora Bertha ordenó a Ramiro que fuera a traer el perro de la casa donde sabía que estaba. El perro, al ver a don Eduardo de lejos, se abalanzó corriendo sobre él. Don Eduardo lo abrazó conmovido y lo acarició por largo rato, y con ello retornó a la vida. El perro y la gata se disputaban el corazón de don Eduardo. La gata se llamaba Mushina. Cuando Ramiro regresaba por unos días a su tierra, don Eduardo le pedía en voz baja

que le trajera café de Vilcabamba. El secretismo se debía a que los médicos se lo habían prohibido, ya que tomaba varias tazas al día. Ramiro procuraba componérselas para llevarle café de Vilcabamba con el mayor sigilo posible, pero al final doña Bertha siempre acababa enterándose y le increpaba fuertemente a Ramiro. «¡Ya te he dicho que no le traigas café a mi marido! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¿No digo yo que no eres lojano, sino lojudo?»

Pero don Eduardo, igualmente, siempre terminaba arreglándoselas para tomarse una taza de café a escondidas y fumar taciturno en un rincón.

En suma, don Eduardo tenía cero vida social, no así su extrovertida esposa, quien salía casi diariamente a Quito para atender los asuntos familiares, o simplemente para tomar té y charlar con sus amigas. Don Nicolás, el hermano del pintor, vivía también por San Rafael, muy cerca, pero iba poco por la casa. Don Eduardo odiaba salir a la calle, o peor aún, tener que viajar. Ni siquiera fue a recibir el Premio Gabriela Mistral que le otorgó la OEA. Mandó a su hija a recibirlo.

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«¡Ya te he dicho que no le traigas café a mi marido! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¿No digo yo que no eres lojano, sino lojudo?»

Cuando Ramiro tuvo 18 años y se graduó del colegio, le pidió a don Eduardo que le hiciera un dibujo para la portada de su Monografía, que versaba sobre los 50 años de vida del cantón Sangolquí. Don Eduardo le dibujó entonces dos manos, un grano de maíz gigante y un hombre labrando la tierra. Como una anécdota curiosa, por aquellos mismos días, en las fiestas de Sangolquí, inauguraron el monumento de Rumiñahui, hecho por Guayasamín, quien estuvo presente en el acto. Don Eduardo, por supuesto, no asistió. Por la noche, después de terminados los homenajes, al volver Guayasamín a su casa, su Mercedes Benz se descompuso y Ramiro lo encontró a medio camino, varado, y se comidió a echarle una mano.

Ramiro levantó el capó, ajustó algunos cables y el carro volvió a funcionar. Guayasamín le regaló 5.000 sucres de propina. Al otro día Ramiro le contó la anécdota

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a don Eduardo, quien al oír de Guayasamín, hizo un gesto de despectiva indiferencia, sin hacer comentario alguno, obviamente.

Cuando Ramiro o cualquier otro escribía mal el apellido del pintor, doña Bertha saltaba: «¡Es Kingman, no Kinman, es el hombre-rey! ¡El apellido de mi marido vale millones!»

Alguna vez Ramiro llevó a los Kingman a Bahía de Caráquez, donde el matrimonio tenía una casa en la playa. A medio camino (en pueblo de El Carmen, concretamente), don Eduardo le ordenó detener el automóvil. Ramiro se estacionó y don Eduardo bajó del vehículo y se dirigió al mercado para comprar personalmente unas yucas. Al llegar a

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte casa, don Eduardo las peló con cuidado, las lavó, las cocinó, luego las frió y se las comió finalmente con una taza de café bien cargado: «Mi mamá me hacía yucas fritas con café», le confesó a Ramiro en confianza. Le encantaban las yucas fritas con una buena taza de café negro, y siempre que podía se compraba yucas para prepararlas él mismo. Tenía un dicho: «Yo soy como las yucas: enterradas son mucho mejores».

Lo decía refiriéndose a que, de muerto, sus cuadros iban a valer mucho más.

Pero a don Eduardo la fama y el dinero le tenían en realidad sin cuidado. Muchas veces Ramiro vio llegar por la casa del pintor a personajes importantísimos, ministros de Estado, gente rica y famosa, no solo para comprarle sus cuadros sino para saludar personalmente al maestro, pero don Eduardo se refugiaba en su estudio y no salía de allí ni por todo el oro del mundo, hasta que se iban después de esperarlo mucho rato. La casa no tenía timbre, llamaban con una campana. Cierta vez vino un alto funcionario del Banco Holandés

Unido, con cheque de mucho dinero, un cheque bastante jugoso, a fin de comprarle uno de sus cuadros, pero el maestro mandó a decirle que ese cuadro no estaba en venta.

Por otro lado, don Eduardo era también generoso y a veces mandaba a regalar con Ramiro sus litografías a personas que apreciaba mucho, entre ellos el hermano Tiziano, en ese tiempo Gran Canciller de la UTPL. Ramiro lamenta ahora no haberle pedido a don Eduardo que le regalara algunos de sus dibujos, que sin duda alguna se los habría obsequiado, ya que era sencillo y desprendido: «ahora sería millonario», dice Ramiro en son de broma, «¿por qué no me puse las pilas?»

Ramiro Mosquera, después de vivir fuera de su tierra varios años, regresó a Vilcabamba, donde se encuentra residiendo actualmente. Al saber de él, fuimos con Félix Paladinas para charlar informalmente un rato, a la sombra de un café del lugar. Ramiro regresó a Vilcabamba en 1997, y ese mismo año murió don Eduardo, en Quito.

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Evidente y oculto Semi… desnudas. Este tema es muy interesante ya que nos lleva a preguntarnos por el especial interés que suscita el abrigo en la obra de Eduardo Kingman, es decir, unas partes del cuerpo

en detrimento de otras. Aunque resulte complejo contestar a esta pregunta, lo cierto es que el estudio de la ropa ofrece al historiador un buen índice sobre las actitudes acerca del cuerpo y de la sexualidad en el siglo XX ecuatoriano, el cuerpo femenino estuvo, más que en ningún otro periodo, moldeado por el vestido,

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al menos en su Memoria como pintor. De aquí el auge de los símbolos eróticos, por ejemplo, el color rojo de los cuellos y de las uñas del pie. El abrigo ya no necesita ocuparse de la forma curva hacia adentro sobre la cintura y hacia fuera sobre la parte baja del estómago, las manos sencillamente pueden descansar en los bolsillos. Sin embargo, corona la insinuación del volcán entre las dos piernas que hacen saltar el muelle de nuestra imaginación.

El negarse, el ocultarse aparece aquí unido indisolublemente con el llamar la atención y el exhibirse: al adornarnos o adornar parte de nuestra persona, ocultamos

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte recurre al desnudo como objeto de intercambio... e, incluso, contribuye a que los artistas lo definan y se definan, sirviéndose de su poder e identidades.

El desnudo en estos dibujos de Eduardo Kingman Riofrío, no busca la belleza apolínea, sino la realidad. No hay una inusitada perfección, ni rotundidad de encajes photoshop, que nos retrotraerían a lo ideal. La belleza de sus cuerpos nacen de lo ordinario, de que puede ser el desnudo de cualquiera de nosotros, meras apariencias formales de personas sorprendidas en escorzos anatómicos frescos y espontáneos.

Como muestra de su propia memoria, en la que no se miran, sino se recuerdan. No obstante, como veremos más adelante, tratamos de romper con la ideología proclamada del Kingman-genio, a la vez sujeto individual, creativo y único, tratando de ir más allá de la concepción romántica del indigenismo y de las estereotipadas manos, tan profundamente arraigadas en nuestra cultura de modelos y marcas, para analizar a un Eduardo-pintor —como a él mismo le gustaba autodenominarse— y el desnudo como un

género específico en el interior del mundo social, un campo en el que juegan un importante papel los procesos dibujísticos y de la percepción.

La finalidad de esta breve investigación no ha sido analizar el desnudo femenino desde un punto de vista puramente artístico, pictórico, en la obra de Eduardo Kingman Riofrío, sino interpretar los esquemas de presentación y representación aplicados al cuerpo femenino, tratar de comprender el sentido y la función social del desnudo femenino en el espacio y tiempo que le tocó vivir. La hipótesis de la que partimos es que las distintas formas de representar a “la mujer desnuda” en su arte pudieron influir en “la condición femenina” misma, y que tuvo una época de su producción en la que se centró mucho más en esta temática.

La percepción histórica del cuerpo de la mujer fue cambiando a lo largo y ancho del siglo XX, en relación a factores tales como la higiene, el vestido, la alimentación, la cosmética, el perfume, la domesticación del vello y del cabello, los postizos, los artificios, el ejercicio físico,

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la cirugía estética..., pero estos cambios que pueden parecer involuntarios y ajenos a los artistas, acordes con el desarrollo, naturales y periódicos, están motivados por el entrecruzamiento de múltiples teorías y prácticas que se apoyan, se respaldan entre sí y, en ocasiones, hasta entran en conflicto. Los discursos artísticos juegan en este proceso un papel determinante contribuyendo a que el cuerpo, en tanto que producto social, cultural, histórico, productor y portador de signos, no haya dejado de modificarse. Y, todos los artistas dejan planteado su discurso, aunque habitualmente suelen hacerlo “otros” por ellos, habitualmente por escrito.

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Algo importante en este análisis es la posibilidad que hemos tenido no solo de acceder a estas obras inéditas, sino de conseguir algunas obras dibujadas y más tarde pintadas con la misma modelo, estos procesos y sinopsis, nos han permitido establecer análisis comparativos e interpretaciones de los procesos de ejecución en los denudos.

Bajo la piel Desnudos, el cuerpo se encuentra en un escorzo complejo, la silla como elemento que justifica estas tensiones, y busca el ángulo de la pared para fijarnos visualmente. Un desnudo hu-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte mano de pies y manos –no interesan los rostros–, aunque no ataja el erotismo, nos ofrece los senos y se adivina el vello púbico de la mujer. Las carnes son mórbidas, pesadas, la piel como pantalla de reflejos de luces, los juegos de líneas son increíbles entre el respaldo vertical negro de la silla y las patas en dirección oblicua. Simbiosis cromática del pezón y de las uñas de la mano izquierda, con un brazo que arma noventa grados. Las piernas entrecruzadas que hacen un nudo visual innecesario al pudor de las miradas indiscretas, la introducción de luces tonales sobre los marmoteados de las paredes, no olvidemos que el rojo y el azul unidos, parecen moverse, dominando este último que se contrapone a la carne, precisamente por el cuerpo resbala este brillo que contribuye a la creación de un desnudo más plástico.

Exige una reflexión sobre “el acto de mirar” y lo que esto implica, porque mientras que el hecho de contemplar estos

desnudos pueden interpretarse como una actividad transgresora, en otra lectura, el mismo acto de mirar es visto como el resultado de una educación refinada, de una distinción cultural de la que sólo pueden participar “unos pocos”. Y puesto que las representaciones artísticas se sitúan en relación con las intencionalidades del siglo XX ecuatoriano, con el modo de funcionamiento de ciertas instituciones, con determinados sistemas de valores...

–algo que casi siempre se olvida cuando se aprecia un dibujo o una pintura sobre desnudos–, tendremos que familiarizarnos con las actitudes sociales, religiosas y políticas dominantes, con las categorías de conocimiento propias del medio donde estos desnudos fueron pensados, y con la corriente estética realista que los justificó. Gombrich señaló que no se podía describir la historia del arte sin tener en cuenta las distintas funciones que las diferentes sociedades y culturas asignan a la imagen visual.

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Cuando el desnudo es lenguaje Sigue investigando en desnudos de los Desnudos, esta fue su ironía, descubrir la ”belleza” de lo “vulgar”, un reflejo sobre un espejo de las influencias de la vida, sin caras, ni pies, cualidad de asientos en el baño de la necesidad, y ambas manos, sobre las rodillas sosteniendo el paso y el peso de la historia, el color nos acerca mejor a la rodilla derecha.

Aquí usa un recurso barroco que utilizaron especialmente los arquitectos, que sabían que con líneas curvas, el espectador iba a

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tardar más tiempo en descubrir con facilidad el sentido de las cosas, desorientaban. Y, Eduardo Kingman, juega con las partes del cuerpo como una síntesis del “todo”, y acentúa la inestabilidad del ojo que no se sabe posar más que en una parte, para que se deslice sobre bordes y pesos, cuerpo a la mitad, sin techo ni piso, cabeza, ni pies, himno humano a la fragmentación.

Partimos del hecho de que la cultura visual no sólo absorbe y transmite la valoración individual y personal del “artista”, es decir, de que no es un vehículo neutral, ni neutro. De ahí la com-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte parcialmente la zona adornada, al ocultarla, llamamos la atención sobre ella y sus innegables encantos. Nuestra imaginación es, pues, la que sigue encontrando las luces que existen entre las piernas y el sin-rostro.

Pero,… ¿Para que van a tener rostro? No hay necesidad de ceñir y definir las formas, el dibujo es preciso, seco, increíblemente bien perfilado en relación al fondo verde que dilata los contrastes de la pintura. La mujer se ha adelgazado entre ambos pasos del proceso, la carnación permite jugar con las sensaciones y resplandores, se estilizó, la mayor dificultad no consiste en los detalles, sino en lograr pintar lo que está en el interior, lo insinuado, pintar la esencia de un desnudo vestido, un desnudo de la memoria.

Quizá manejando muy bien que el lector va desde arriba abajo. ¿O nos está provocando para hacerlo al revés?

Relación entre la figura y el fondo. Es la ley de la fuerza de los contrastes, puede considerarse que abarca las demás leyes.

Ya que en todas las leyes laten el orden de la percepción, observándose como muchas formas

solo se constituyen, como figuras definidas y recortadas, cuando quedan como superficies sobre un fondo verde. Muñeca de la remembranza.

Eduardo Kingman sabe que el gusto es una de las apuestas más vitales de las luchas realistas que tienen lugar en el campo de la clase dominante y en el campo de la producción cultural. Así la iglesia, la nobleza y más tarde la burguesía se apropiaron de las obras de arte para diferenciarse socialmente y mantener sus propias posiciones exclusivistas. ¿Quien se apoderaría, pues, de la fuerza de estos desnudos? La representación de la mujer desnuda de Eduardo Kingman no vendría a satisfacer necesidades eróticas , sino más bien a demostrar el poder en una sociedad de claro dominio masculino donde, además, la imaginería erótica habría sido producida por los “hombres” y para los “hombres” . En esta obra no se contempla a la mujer en íntima relación con otras variables como “clase”, “raza”, “edad”, “capital cultural”, etc.

El tema del desnudo femenino desde la Memoria, en la obra de Eduardo Kingman, ha

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte servido por lo menos a un doble juego. Por una parte, los dibujos de desnudos los utiliza para trabajar sobre las formas, los escorzos, las proporciones, el equilibrio, y por otra, han sido destinados a representar el respeto por la belleza de la mujer, la mujer de la calle. Mientras,… el hombre se tiene que dedicar pacientemente a mirar y,… a esperar.

Por ello, debemos hacer una reflexión sobre “el acto de mirar” de Eduardo Kingman y lo que esto implica. Y, puesto que las representaciones artísticas se sitúan en relación con las intencionalidades del realismo del siglo XX, con determinados sistemas de valores socialistas... –algo que casi siempre se olvida cuando se

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aprecia un dibujo o una pintura–, tendremos que familiarizarnos con las actitudes sociales, religiosas y políticas dominantes, con las categorías de conocimiento propias del medio ecuatoriano durante el siglo XX, cuando estos dibujos se crearon, y con la corriente estética expresionista.

Somos de la opinión de que existe una relación entre la “mujer” desnuda de Eduardo y la “mujer” vestida, es decir, que la figura femenina con el abrigo se dibujó y pintó a mitad del siglo XX de manera diferente dependiendo de cómo las mujeres de la época se vestían y desnudaban.

Tan cerca estuvieron las dos, que hasta las firmas se aproximaron.

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Sin rostros El artista, busca dotar a la naturaleza, en este caso humana, de algo más que “apariencias sentidas”. Desnudos, donde ofrece una monumentalidad escultórica, como si ejecutara “esculturas pintadas”, no le interesa intensificar la dimensión del tiempo. Se nota como en el segundo boceto, ya no le interesa tanto el desnudo, los senos se separan y se definen como volúmenes –rayados–, el vello púbico desaparece, y la mano derecha se adapta al brazo que la sostiene. Está sirviéndose del desnudo como “envoltura” para representarnos lo que él ex-

perimenta, los cambios de la apariencia.

Los rostros, permanecen blancos, para evitar la nota patética de identificar a las personas, y de alterar la meditación en el propio desnudo. Eduardo encontró que el desnudo era en el arte el género apropiado para poner a prueba la actitud del hombre hacia el mundo exterior dónde cristalizar en imágenes simples que podían ser yuxtapuestas y comparadas con facilidad. El arte aparece así como indicador supremo de la textura psicológica de un periodo realista irrepetible. Una sociedad sin rostro y con los brazos cruzados, que necesita reaccionar.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte cura, vigor al estilo. Hasta se justifica que los dedos puedan ser amarillos. Los labios y pezones comunican matices con el fondo superior, y entre piernas arqueadas, el color-sangre de la vida.

Son imágenes que ocupan espacios interiores, por lo tanto los efectos de las luces son recreados artificialmente, en realidad la luz no incide, sino que emana de las cosas mismas y así quema a la mujer. Pero detrás de este mundo de luz y de colores

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esta mujer desnuda refleja también la lógica de una sociedad del siglo XX que aspira a desnudar a las mujeres del poder. El color ya no es tinta local relacionado con el gusto por las cosas, sino el espacio interior pictórico, un teñido de notas al que da una densidad especial el cuerpo que divide en dos partes la pintura, mientras el amarillo de la mano izquierda marca el tránsito de lo que no se quiere mirar.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte plejidad a la hora de analizar las imágenes femeninas, Eduardo Kingman transforma la realidad a través de códigos específicos de normalidad, descanso y vejez.

La investigación va más allá de la sensación visual y revela momentos psicológicos.

Pienso yo…

Más que mujeres como seres humanos decentes y simples, es como si estuviéramos mirando a lo desprevenido, esto demuestra porqué la pierna izquierda está doblada como charnela carnal sobre el asiento. Ubica a la mujer en una ruptura, en el momento más intenso de la distensión.

Monotipos de escenas liberadas y liberadoras, en las que no se intenta esconder nada, una división interna que seguramente sintió el artista, reflejada también a través de su estilo.

La expresión concentra-

da, las líneas bien definidas, nos abren el telón para el teatro de la vida con toda la naturalidad, y la fiereza en las formas que sugieren los instintos mucho menos controlados. Imagen que encierra una nueva forma de interpretar no sólo la condición femenina, sino también la profesión del “artista” y, en último término, las propias relaciones sociales que se establecían entre los sexos.

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Libres Desnudos acostados, aquí se encuentra esa parte menos controlada a la que nos referíamos, donde bullen los instintos por debajo de la despreocupada forma de ser representadas las mujeres. No sabemos si son barruntos del burdel, ya que dibujaba con la misma facilidad que podía tomarse un café lojano. Estos desnudos son descarnados. Su virulencia plástica enlaza las reflexiones sobre la condición humana, dentro de un pensamiento liberado. La agudeza de su mi-

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rada está ligada a la claridad del estado físico de la expresión que dibuja.

Pero si el hombre puede separarse de la naturaleza para contemplarla, también puede separarse de él-mismo para contemplarse, entonces descubrirá que un desnudo no es algo “bello” ni “feo”, sino depende del modelo de ser, sentir y vivir que tengamos cada uno de nosotros.

Eduardo, no busca polémicas sociales, ni de género, le basta con descubrir objetivamente las posibilidades de su captación.

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Eros Ejecuta un desnudo, a nadie en particular. Esta mujer desnuda al color, abierta y excelsa, adquiere significados: la figura sola en horizontal; la compostura de su abandono triangular, se cubre la cara; el fondo desvaído de los verdes que remarcan a la mujer.

La memoria no aporta más detalles, y pone los colores en sordina: las líneas del contorno del cuerpo están seguras, con favor de buena definición, pero el color se distiende en las zonas anchas y planas del cuerpo sin esplendor

ni vibraciones. Una luz cenital parece que crea destellos sobre su parte derecha.

Una especie de mujer fatal que representa para Eduardo Kingman las fuerzas irracionales, las características de lo abismal.

Tal vez por eso no nos quiere mirar…

Aquí todavía abre más el cuerpo con la luz moteada que cae más perpendicular por las zonas del cuerpo, casi abrasando la carne. La rica complejidad de los colores del fondo, y el perfil bien definido, establecen un fuerte contraste que le da fres-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la radiante sensualidad, en una escena captada también desde el ojo de la cerradura. No obstante, hay una intensa conciencia de la presencia femenina.

La espalda es la protagonista principal, es prolongada, debe tener más costillas de las necesarias. No le interesa esconder el quicio del movimiento anatómico, y esta bisagra visual prolonga el campo de la columna vertebral.

Vista en picado, crea un espacio en forma de plano inclinado, e impide separar el espacio y las cosas del fondo: lo que el artista quiere mostrar no es una figura en un ambiente, sino un fragmento del espacio en el que la figura es un núcleo orgánico en movimiento. Recordamos que la escala interna dio origen a la gramática de los planos fotográficos y cinematográficos. Las caderas, demasiado pesadas se flexionan para mantener la olla, los senos derechos, no hay indicadores de los pliegues de la edad. El cabello en la parte del cuello se remarca.

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Otra mujer vertical e incompleta, perfilada por encima de la olla, contrasta con la escorzada hacia el niño. El triángulo del piso que contiene los pies de la mujer y del niño, vienen a reforzar el esquema rítmico y geométrico de la composición.

En los desnudos femeninos de Eduardo Kingman en una perspectiva de larga duración, se produce la siguiente paradoja: cada dibujo o pintura permiten una identificación, más que personal, social; pero esa identidad es negada por otros desnudos de modo que estructuralmente los desnudos femeninos, analizados en su retórica contradictoria no dejan un lugar para las mujeres. Únicamente las mujeres vestidas tienen lugar, el lugar que los varones les otorgan. La lucha sigue… no en la Memoria, sino en la REALIDAD. ¿No son las Magdalenas del Realismo Social? Y, todo empezó con otra mujer… se llamaba Soledad.

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Entre montañas

¿Espalda y/o glúteos? Con gran finura de perfiles gruesos, el cuerpo en diagonal y la luz concentrada sobre el glúteo derecho, el brazo marca una horizontal de equilibrio dentro de la inestabilidad de lo que se cae. Entonces, la piel adquiere una vida propia, fuerte e individual.

Aquí, la mujer ¿No podría ser un hombre? (…), –obviamente la delata la cadera–, no reacciona porque se siente observada, no pierde la inocencia natural de lo “comido”. Fucsia y amarillo, le ayudan a construir esta percepción de geografías humanas inéditas. Pero la síntesis también puede ser un cálculo racional: hay que ir más allá e identificarla con lo que falta. Por tanto, lo bello no puede tener una forma acabada, sino continua y rítmica que termina de componer el observador en su retina.

Erotismo Desnudo de espaldas, peinándose, con una columna vertebral que no necesita de costillas, rayada para buscar el volumen, interesante la flexión-bisagra del apoyo, el ejercicio en expansión de los brazos.

Los cabellos caen sobre la espalda, el estómago hacia los muslos y vista a su nivel, el pecho se mantiene recto, parecen estudios de formas geométricas ensamblados, y nacidos de la “L” estructural. El amarillo del fondo y el rosado-fucsia del asiento, contrastan.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte La melena femenina que la mujer se acaricia jugó un importante papel como objeto fetichista. La cabellera opulenta simboliza la fuerza vital y la sexualidad, elemento amenazador con el que “la mujer” podría subyugar al varón que se diluye en manchas amarillas de imaginación. Escapó a las bañeras francesas, se atusa el cabello con manos enormes sobre el asiento de los contrastes cromáticos.

Sobre la mesa Desnudo en pena, muestra cómo las mujeres desnudas que dibuja este artista pesan, aumentan a medida que se separan del plano, y se equilibran en función de la distancia que mantienen con el espectador.

Poseen contornos definidos, sobresale el poder de las manos, los cabellos se deslizan en gue-

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dejas por la mesa, los pechos mantienen el hálito recto de la juventud y el rayado otorga el volumen.

En esta otra obra, la mujer gira hacia el espectador y enseña el vello púbico. La actitud es similar, pero la mujer se expone más con el giro. El punto de vista del espectador más picado, para así retener y controlar las formas con sus expresiones.

Eduardo Kingman, dibuja a mujeres de Memoria, que le desvelan el sentido de lo que ha filtrado perceptivamente. Los contornos intencionalmente precisos sobre el fondo negro, cierran la figura. La pena no está más allá, sino dentro de la mujer.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Complicidad

contornos de dos cuerpos complementarios, modulados por la memoria.

Y, los observa, sin manos ni pies. El ascenso vertical es claro, pero el soporte no es un límite, es un diafragma a través del cual comunican las psicologías, lo mismo que la obra, el dibujo como un continuum, en el espacio y el tiempo.

Amor de madre

Pareja desnuda, del año 1986, los dos cuerpos se hablan sin palabras. El hombre lleva la iniciativa –mano derecha–, que penetra en el contorno de la piel del cuerpo de la mujer. Las formas contrastan, los contornos también. Diferentes líneas: el hombre está más cerca de la línea recta; la mujer, se acerca a las líneas curvas.

Los dibujos del artista, son a la vez sutiles y refinados. Conoce de los matices de la naturaleza humana, tanto los armoniosos, como lo contradictorios. Los

Santo Domingo del año 1951, un desnudo de espaldas, equilibrado –pierna izquierda, brazo derecho–, y volumétrico –zonas rayadas–, donde parece dominar

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JORGE MORA ORTEGA

ALEJANDRO CARRIÓN

Breves apuntes sobre el pintor lojano Eduardo Kingman Riofrío

Presentación previa a la Conferencia dictada por el Maestro Eduardo Kingman, el 15 de noviembre de 1972

L

a Universidad Nacional de Loja, en el programa desarrollado con motivo de la celebración del LXXXVII Aniversario de la Fundación de la H. Junta Universitaria y XXIX de la Universidad Nacional de Loja, en los días del 10 al 13 de noviembre de 1972, tuvo el acierto de invitar a un grupo de ilustres lojanos residentes fuera de la ciudad, entre los cuales contamos con la presencia del escritor Benjamín Carrión y del pintor Eduardo Kingman Riofrío. A Carrión, la Universidad le con-

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firió una condecoración por sus relevantes méritos prestados al Ecuador como maestro de juventudes universitarias; mientras que Kingman Riofrío fue invitado para que dictara una conferencia relativa a la presencia y trayectoria de la pintura ecuatoriana, que el conferencista la tituló Arte de una generación.

Feliz iniciativa del ilustre rector de la Universidad, Dr. José María Vivar Castro, quien dotado de una sólida personalidad, está convertido ya en un maestro de juventudes, afirmando el pres-

Por primera vez, Pintura Mural en esta tierra

Y

ahora sí, indios, saliendo de la tierra como las plantas, como los viejos árboles, gruesos, llenos de cicatrices, contemporáneos de las rocas y de las montañas. La tierra, gris, llena de hojas secas y crujidoras.

En los ojos una vieja expresión de cansancio y en los músculos, un viejo dolor. Ahora sí, indios.

Antes, fueron los obreros de la costa. Los cuadros estaban bañados de una luz amarilla y jugosa,como el color de las grutas maduras y sólo el rictus, doloroso y amargo de los hombres vestidos de overall azul, denunciaba la existencia del dolor en el trópico.

Cuando fueron a trabajar en la Withe; cuando llevaron su balsa

rebosante de plátanos al muelle; cuando murió su camarada a la puerta de la fábrica, con una extraordinaria muerte plácida en el cuerpo juvenil sin heridas, que, de tan fuerte, parecía eterno. En todos los momentos de sus vidas cálidas, sudorosas y amargas, en todos los momentos fueron llevados al lienzo, bajo una tibia luz dorada, como la dulce piel de las hermosas frutas.

Hombre de la sierra, este Eduardo Kingman se reintegra a su sierra. Vividos en la costa sus años de formación, vecinos al acierto, tan vecinos, que ya están en él, ha vuelto a abrir sus ojos —madurados en el borracho y fuerte vivir tropical— sobre su

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte sierra eterna, la de los claros recuerdos infantiles, olvidados siempre y siempre vivos en el calor querido del recuerdo.

Y ha crecido el acierto en sus manos jóvenes, en su paleta inquieta. Los muros de una vieja casa colonial han recibido sus colores nuevos como la madrugada, sus fuertes indios jóvenes, de manos retorcidas como raíces centenarias, de brazos como troncos.

Sobre su superficie ennoblecida al roce de los años, han caído, derrotados por el cansancio y el alcohol, indios y más indios. Los indios que la hicieron, hace ya tantos años. Los indios que entraron en ella, la cabeza agachada, a cobrar su salario, exiguo, como las corrientes de agua, en verano.

Los que la remozaron, dándole luz, como una nueva vida. Todos ellos. Y las otras viejas figuras de la eterna y dolorosa comparsa: El cura, enrollada la bufanda al cuello, más capataz de hombres que pastor de sus almas, con la mano extendida, esa mano, esquilmadora y bendecidora a un tiempo mismo. El chagra, mancha oscura en la orgía de color de la plaza del mercado. El mayordomo, cuyo caballo es ya casi un insulto,

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para estos hombres que no tocan la dulce madre tierra sino con sus cuerpos, con sus manos y sus pies petrificados, eternos, nacidos de la misma tierra, ella misma, vuelta savia y dolor en piedra crecedora.

Por primera vez, pintura mural en esta tierra. Gran pintura mural. Decenas de figuras apretujadas, viviendo, gozando y sufriendo, sobre el muro. Los colores, fuertes; las figuras, grandes; sin temor al espacio por llenar ni color por emplear. Discreta y acertada —¡esto, el acierto!— la composición. Alegría y dolor, la vida misma, en los rostros, en los brazos, en el ojo y en el labio.

Toda una fuerte y generosa obra, en contraposición con los cuadros chiquitos y decorativos, para regalar los ojos al amanecer, colocados a la cabecera de la cama, que era lo que habíamos estado acostumbrados a ver y a admirar.

Esto es otra cosa, esto es nuevo y esto es grande.

Da gusto de admirar. Sabíamos que esto se pintaba donde los hombres sabían ser bien hombres. Aquí, nos gustaban las enredaderas graciosas, trepando paredes muy bonitas. Nos gus-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte taban ingenuos panoramas de techos requebrados; polícromos y alegres indios recostados junto a un muro, pequeñitos, buenos para la tarjeta postal. Da gusto de admirar cómo, de una mano joven, crece nuestra tragedia eterna sobre la transitoria eternidad de la casa del hombre.

Por fin. Frente a nuestros ojos asombrados. Frente a la cordial admiración, brotada ante el acierto inesperado. Por fin. Crecen de la tierra misma estas figuras y sabemos muy bien que su dolor está en nosotros. Generosamente, el muro de su superficie sin limitaciones y en ella, Eduardo Kingman, hombre de 22 años, recrea el mundo de su sierra. Con sus colores, con su dolor y con su vida. Claro el ambiente, con esa clara y fría tristeza que precede a la niebla. Una nueva pintura ecuatoriana —esta así, ecuatoriana, por fin, una pintura ecuatoriana— crece sobre estos viejos muros coloniales, en el centro mismo de la explotación agraria más racionalizada, en el Valle de los Chillos, frente al cual nuestros ojos descubren que nuestra tierra es grande, y donde nuestros hombres blancos han perfeccio-

nado más su método de exprimir a nuestros hombres indios.

Y ahí dice la verdad dolorosa de su arte y de su fe Eduardo Kingman. No hay la alusión inmediata. No hay lo que significa el grito o el letrero. No. Hay los hombres viviendo, comprando sus cacharros, cosechando el maíz de su tierra, para el granero de su patrón, bailando su fiesta pobre en la plaza, con alcohol y con bombo, sembrando en su tierra para la próxima cosecha de su patrón. Pero está ahí, folklore, color, visión, la realidad, la verdad, el arte fuerte y sombrío, la generosidad de la línea y el color, y la fe, la esperanza y la convicción política. Gran artista, hombre de su tiempo y su tierra, Eduardo Kingman ha puesto su verdad, la verdad de su sentimiento revolucionario, en estos muros no revolucionarios que acaba de pintar en «La Granja», la pequeña y cordial residencia campestre de Benjamín Carrión.

(De Bloque, revista de literatura, crítica y polémica, Año II –mayo-setiembre de 1936– Nº 5)

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte tecedentes. Andrés Guido, al hablar sobre el contenido y forma de la pintura ecuatoriana, destaca como la nueva generación de pintores del Ecuador a Guayasamín, Palacios, Paredes, Kingman, Mena, Rendón, Valencia, incluyendo a Pedro de León, a pesar de pertenecer a otra generación, se halla unido a estos nuevos artistas, abanderados de una vigorosa obra de temática social; “el indio, las masas indígenas, aquella multitud esforzada y sufrida, constituyó el mito que abrazó la nueva generación de pintores ecuatorianos”. Esto en cuanto al contenido. Respecto a la forma, es más estricto en su razonamiento crítico; dice que “esta especie de deslumbramiento de contenido social, permitió que se deslice más de una imprudencia formal, más de una indiscreción técnica justificable, porque nuestros pintores están llamados a cumplir un gran destino en el arte, es la conciencia de que está iniciándose una grande e inédita obra estética, limpiamente americana, densamente independiente, después de un siglo de servilismo incondicional a Europa”, pero lo más honroso para

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estos pintores, es la afirmación final de este crítico del arte al asignarles en cuanto a su contenido y forma antecedentes de la artesanía de la Escuela Quiteña de la época colonial, que la califica como una de las más famosas del arte americano. Del trasunto histórico de estos comentarios vertidos hace muchos años, vemos en realidad que aquellos pintores han reafirmado sus valores artísticos, dando al Ecuador una fisonomía propia en la clasificación de la plástica contemporánea de América hispánica.

He tenido la satisfacción de conocer algunos de sus mejores cuadros, que han sido presentados en diferentes exposiciones o concurso de pintura en el Ecuador o en diferentes países de nuestro continente y Europa, tales como: La visita, La noche (que fue galardonado con el Premio Nacional de 1947), El beso, El yugo, Costureras, Interior del claustro, Misa del Niño, El viento, Sed, Después de la lluvia, La candela, El Espejo, La cajonera, Llanto, Plegaria, Mujer en la ventana, La moledora; estas citas las hago por la preferencia personal que he tenido por estos cuadros. No cito

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte tigio y progreso de nuestra Alma Mater, colocándola en el rol de las más destacadas de la República.

Traer a Carrión al seno del hogar universitario para que la juventud rinda tributo de admiración y reconocimiento a estos valores de elevados quilates intelectuales que son grandes en el Ecuador, en América y Europa, es vincular a los estudiantes y a la Universidad toda, con las glorias más aquilatadas del pensamiento y la cultura nacional, tenderles un lazo para que no abandonen su tierra nativa, reciban el estímulo de sus coterráneos y a la vez nuestros estudiantes con la presencia y el diálogo personal con estos grandes valores intelectuales, sigan su ejemplo y piensen siempre en la importancia que tienen nuestros auténticos valores lojanos.

Eduardo Kingman salió demasiado niño de nuestra ciudad para establecerse con su familia en Guayaquil y luego radicarse definitivamente en Quito, donde se graduó en la Escuela de Bellas Artes, fue profesor de la misma, director del Museo de Arte Colonial y en su actividad artística

se ha ubicado en el grupo de los mejores pintores contemporáneos del Ecuador.

En los años del 32 al 40, cuando viví en Quito como estudiante de la Universidad Central, tuve el honor, la satisfacción y la alegría de ser su amigo y confidente, vivía arrimado al calor de su hogar, que lo formaba principalmente su inolvidable y cariñosa madre, doña Rosita Riofrío, matrona lojana dechada de bondad, de nobles y altruistas sentimientos, corazón ancho y generoso para todos.

De este hontanar purísimo de virtudes, invencible al dolor y sufrimientos, tomó su ropaje el artista Eduardo Kingman Riofrío, quien en el logro de sus primeras realizaciones artísticas, la crítica literaria lo llamó el Pintor de Soledades. Y allí, en ese hogar donde compartí inolvidables días de mi juventud, estiraba también su plácida juventud ese espíritu dilecto de fina y delicada contextura intelectual, su hermano menor y hermano de todos, Nicolás Kingman Riofrío. Vivíamos en la punta más encumbrada de la Loma de San Juan, y a la misma altura y frente a nosotros,

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Jorge Icaza, formando su hogar con la exquisita artista del teatro nacional, doña Marina Moncayo. Icaza recibía ya, en aquellos años, el homenaje que le rendían los escritores más calificados de América, por su libro Huasipungo, y las casas editoras lanzaban a la publicidad en diferentes idiomas las primeras ediciones de la famosa novela.

Cuando se habla de escritores o artistas, siempre se trata de ubicarlos en el casillero de una escuela, de una tendencia o de un ismo. Pero a Kingman no le corresponde ninguna de estas calificaciones. Su elevada cultura personal le ha permitido rastrear con ojo avizor y penetrante todas las etapas del arte plástico; no se ha quedado en ninguna, pero ha robustecido su alta calidad artística recogiendo las mejores esencias de todo cuanto grande y bello se ha hecho, guardando para sí un sentido ecléctico del contenido y valoración de las bellas artes.

Por el tiempo y la temática de sus obras, Kingman es un pintor contemporáneo. Es un pintor ecuatoriano de su tierra fría, caliente, húmeda tropical y negra,

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creadora de la vida en conjunción con el soplo telúrico ambiental, cuya vida grita, silba y se retuerce en la mitad del mundo, en el grado cero de la esfera terrestre, nuestro Ecuador.

La pintura y la literatura han sido y son medios claros y diáfanos de la interconexión entre el hombre y su pueblo, su medio ambiente, social, económico o cultural. Lo contrario explica la fugacidad e inconsistencia de todos los ismos literarios y artísticos del siglo pasado y lo que corre del presente. En la literatura y en las artes plásticas, los motivos no han cambiado esencialmente, lo que cambia y necesariamente debe cambiar son los hombres y la forma propia de entregarnos su mensaje de belleza, es decir, su estilo.

El arte plástico abstracto, tan antiguo y moderno a la vez, no ha resistido a un análisis positivo por los críticos de arte más autorizados. Ni siquiera ha recibido una definición satisfactoria de sus valiosos defensores; éstos han llegado a la sumo a establecer una comparación con otro arte, diciendo que “el arte abstracto pictórico es semejante a la mú-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte sica, es un lenguaje de armonía”.

Nada más, José Alfredo Llerena, de quien estamos tomando estos conceptos, dice que para los historiadores del arte plástico abstracto “es una etapa de culminación de algo que empezó con el derrumbamiento del naturalismo para llamarse sucesivamente ingenuismo, expresionismo, fauvismo, cubismo, futurismo, surrealismo, dadaísmo, neoplasticismo, purismo, etc.”

Kingman no ha pintado jeroglíficos sujetos a interpretación alguna; ha cumplido con su misión que se han impuesto todos los buenos escritores y artistas del Ecuador y América hispánica, que no es otra que buscar la verdadera libertad para el hombre, en sus niveles político, económico y social. Entre los múltiples personajes que configuran los motivos de su arte, se destaca el indio, hecho de tierra, vértebras de acero y alma esperanzada.

Los pies de sus indios que acusan un feísmo intencional que tipifica el estilo del artista, con dedos semejantes a nudos rugosos de gigantes árboles selváticos introducidos profundamente en la tierra virgen, quieren significar la

conjunción indisoluble entre ésta y la raza autóctona, mientras que sus manos muy alargadas y anchurosas explican la vida angustiada del mismo, que sufre, pide y espera el día de la realización de su justicia total.

Indudablemente que el soplo e inspiración de nuestros mejores pintores nacionales, recibieron de los llamados muralistas mexicanos, cuya dirección la llevó Diego Rivera, asociados con Siqueiros y Orozco. Éstos formaron no una escuela o un ismo más dentro de la plástica latinoamericana, sino que crearon una época, perfeccionando la técnica del fresco, inspirada en el arte autóctono mexicano, abandonaron el academismo recibido y estudiado en Francia, arrojaron al olvido los imprescindibles caballetes y se quedaron únicamente con la paleta bien afianzada en su mano izquierda, para expresar con lenguaje de colores sus propios hombres, las glorias y la historia esplendorosa de su México lindo y querido.

A ninguno de nuestros pintores ecuatorianos, mucho menos a Kingman, puede aplicárseles un criterio peyorativo por estos an-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte “Simplemente soy un pintor.

Y si usted me exige un adjetivo, elijo el de honrado”.

Esta calificación que se da a sí mismo el artista, tiene para mí y para quienes conocemos a Kingman muy de cerca su mundo interior, muchas reservas y mucha admiración. No es una actitud de modestia, sino un rechazo a ciertos pintores muy atraídos por el dinero, que haciendo caso omiso de sus convicciones doctrinarias, han tratado de atesorar muchos dólares haciendo pintura indigenista con el único fin de venderla. Afirmando este criterio, es del caso actualizar los conceptos vertidos hace ya algunos años por el poeta y escritor azuayo César Andrade y Cordero, en un magnífico estudio que sobre la pintura y personalidad de Kingman hizo en la revista de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Letras del Ecuador, que dice: “Kingman no es un ‘pintaindios’ para venderlos.

El indio, lo sabe bien el pintor, ha sido ya demasiado vendido y comprado, de modo secular.

No es posible que la mercancía de las mitas pase a ser mercancía de los pintores. No es posible seguir vendiéndolo en las ferias

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artísticas. No es posible hacer de él bisutería, abalorio para masca–chicles y adiposos jugadores de bolsa. Quédese nuestro indio en la puna y búsquenle solución los ‘hombres humanos’. Si el artista logra también humanizarse —esa no es su tarea— ayude al indio. Pero no lo revenda en frescos, telas, miniaturas o artesanía fabril”.

En el tomo 9 de la Enciclopedia Monitor, Salvat S.A., de ediciones Pamplona, con mucha justicia se ha introducido el nombre de nuestro pintor con estos conceptos: “Kingman Riofrío, Eduardo, pintor ecuatoriano (Loja, 1913). Influido en sus comienzos por la pintura del mexicano Diego Rivera, fue el iniciador del movimiento moderno del arte en el Ecuador. Ha obtenido numerosos premios nacionales y sus obras, bien dibujadas y de segura composición, se han expuesto en diversos países americanos”.

Kingman debe estar y está satisfecho con la misión que le ha tocado cumplir en la vida de artista. Ha sido refractario a intervenir en los múltiples y variados concursos nacionales e

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte los de sus últimas exposiciones, pero ellos afirman la gran personalidad del artista indiscutible y su bien ganado prestigio nacional y continental.

Si una ubicación en el tiempo se le quiere dar a Kingman, diremos que se proyecta desde la vigorosa generación de escritores y artistas del año treinta.

Esa generación de intelectuales que afirmó su propia vida y la del Ecuador, denunciando la fisonomía social en la cual se desenvolvía nuestro pueblo, cuyo núcleo central lo formaban el montubio de la cosa y el indio de la sierra. Años antes, nuestros mejores poetas solo habían sentido “el dolor de vivir”, ahogados en el “spleen” que les habían legado Baudelaire y Verlaine, murieron asfixiados por los finos perfumes europeos traídos de Las flores del mal, sin dejar de ser exquisitos poetas.

Los escritores y artistas de la generación del treinta, plantaron sus raíces sobre la ubérrima tierra ecuatoriana, y antes que buscar la muerte liberadora, hicieron de su vida una consigna: gritar al Ecuador y al mundo la oprobiosa condición humana del hombre

ecuatoriano, atrapado por siglos de las tenazas de la sociedad explotadora y minoritaria. Pioneros son de esta literatura de denuncia, en Guayaquil: Demetrio Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara y Enrique Gil Gilbert, con la publicación de su libro de relatos Los que se van, y, en Quito, Jorge Icaza con Huasipungo, denunciando la explotación brutal del indio en la sierra ecuatoriana.

De ahí arranca Kingman, acoplado en su iniciación a los motivos reivindicatorios de la problemática social ecuatoriana.

El propio Kingman, que es también considerado un prestigioso crítico del arte, en su última conferencia dictada en la Universidad Nacional de Loja y que él la titula Arte de una generación, al referirse a la generación del treinta que dicho sea de paso, igual que él, tenía de dieciocho a veinte años, dice: “ante esa formidable decisión creadora, los artistas plásticos se sumaron simultáneamente a los planteamientos de los escritores y entraron resueltamente a la tarea de ver la realidad con ojos nuevos, paleta nueva y vibrante emoción”.

Como datos anecdótico de

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la vida de este artista y que él mismo lo recuerda en la conferencia a la cual estamos haciendo referencia, nos cuenta que sus inquietudes de renovación en los motivos plásticos, al tomar al cholo, al montubio, al indio y las escenas peculiares de su vida, como motivos de sus inquietudes artísticas, fueron de plano rechazadas por los que en aquella época fungían como directores de la cosa artística y que en forma oficial actuaban calificando los trabajos de muchos géneros, que se presentaban anualmente en la exposición llamada Mariano Aguilera, donde concurrió por primera vez presentando sus cuadros iniciales titulados: El obrero muerto, Balseros y El carbonero, dice textualmente Kingman: “Lo que obtuvo de parte del jurado fueron unas sonoras carcajadas seguidas del automático rechazo”. Tal actitud del jurado nos revela su espíritu y concepción profundamente conservadora, renuente a la renovación artística. Cholos, indios, montubios, carboneros, obreros muertos, no podían ir a infestar un salón de cosas bonitas. El jurado, por el realismo de estos cuadros, creía

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que estaban tratando personalmente con estos elementos del pueblo, quienes para ellos, no vivía en el Ecuador, sino como sujetos pasivos de su tradicional explotación y desprecio.

Kingman se halla en plena producción artística en la década de 1938–1948; en esta época, dice, “que se halla su definición artística, su tono de vida, su actitud emocional, que la estima como un punto de ebullición espiritual frente al fenómeno artístico”. Anota entre los hombres de su generación plástica, no como edades exactamente iguales, sino en cuanto a sus ideales artísticos, al escultor lojano Alfredo Palacios, Galo Galecio, Segundo Espinel, Alba Calderón y Aracelly Gilbert, residentes en la ciudad de Guayaquil y en Quito; se identifica con Diógenes Paredes, prematuramente desaparecido, José Enrique Guerrero, Luis Moscoso, Leonardo Tejada, Bolívar Mena Franco, Carlos Rodríguez, Germania Paz y Miño y el escultor Jaime Andrade. Citados son también, entre los de su generación, los pintores Gerardo Astudillo, Jaime Valencia, Piedad Paredes, César Andrade Faini, de

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte quienes dice abandonaron la ruta inicial elegida por el grupo, para entregarse a las nuevas corrientes del arte informalista, para salir de éstas disminuidos en nivel emocional.

Pero Kingman es un pintor renovado y siempre actualizado pintor de muchas facetas, esto lo prueba uno de sus últimos cuadros: Una mano y una flor. Elementos simples en la composición de este cuadro, pero es afirmación del elevado sentido personal de la belleza que siempre caracteriza su obra, una flor viva y radiante exhalando fragancia, y una mano de anatomía perfecta. Pues la mano está tan fina y delicadamente trazada que no puede ser otra cosa que el soporte de una perfumada flor. Contraste muy notorio con las que ha pintado en sus cholos, indios y montubios.

La revista de Guayaquil Vistazo correspondiente a agosto de 1972, actualizó la presencia de Kingman dentro de la plástica nacional, mediante una entrevista realizada por Rodrigo Villacís Moreno, el cual hace varias preguntas al artista. ¿Está satisfecho de su obra?

Creo que he sido honesto

con mi vocación y con mi destino de artista. Esto me da cierta tranquilidad de espíritu. Quizás la satisfacción que usted dice, pero si usted insinúa que dé un juicio sobre mi obra, no podría complacerlo. ¿Cómo voy a calificarme a mí mismo? Yo creo que hay que tener cierto pudor.

Casi podría decir que la figura humana ha sido el tema único de toda su obra, incluso la ha despojado sistemáticamente de su escenario. ¿Cree que basta para justificar toda la vida de un artista?

“Jamás me he hecho esa pregunta, tal vez porque no me interese la respuesta. Cuando pinto no estoy pensando en justificarme, simplemente respondo a un impulso. Siempre me ha interesado el ser humano y su drama interior, por eso lo aíslo, y a veces aíslo inclusive una parte de su cuerpo, del resto, porque considero que en las manos, por ejemplo, o en un rostro, desde luego, cabe lo que yo aspiro a encontrar, en un momento dado”.

Cuando el interlocutor le pide a Kingman se defina como artista, su respuesta es tajante y concreta:

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte en que Europa parecía dirigirse a una vorágine de destrucción.

En Alemania se formaban ya inmensas hogueras con los libros de escritores colocados en el fatídico Índice; los artistas que se habían visto catalogados como realizadores de un “arte degenerado” emigraban a otros países. Y aunque los hombres de pensamiento de América esperaban todavía mucho más de Europa, solo España con su poderoso núcleo de poetas, ensayistas, dramaturgos y artistas, daba aún aliento a los que seguían con la mirada atenta al desarrollo espiritual europeo.

Pocos años después la catástrofe se cernía sobre el continente, siendo España su primera víctima, y la que vería aventarse por los cuatro puntos cardinales a los exponentes de ese momento cultural del pueblo español.

En lo que se refiere a la plástica mundial, en aquellos años pasaba por una confusa etapa en la que predominaba el expresionismo seguido por rezagos del cubismo más elaborado de los años 20 al 25; un impresionismo tardío aplicado primordialmente al paisaje de los respectivos países en el que se lo practicaba.

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Seguíanle, en menor escala, el constructivismo y el surrealismo, escuelas todas que, nacidas en Europa, habían dado todo o casi todo lo que el oficio puede ofrecer. Por otra parte, subsistía el realismo académico, retórico y frío, divorciado de la verdadera realidad, extraído solamente de las brumosas imágenes del taller.

Tanto los pintores y escultores inmovilizados en sus países de origen, o los que se dirigían a Europa a fin de rendir el inevitable tributo a la gloria por ella acumulada durante siglos, comprendían que eran dueños de un oficio altamente perfeccionado, pero que un vacío espiritual, o una como traición a su suelo, los colocaba en un callejón sin salida, tratando por todos medios de justificar las enseñanzas obtenidas, y dándose a desentrañar, en comunión de tierra y hombre, los misterios encerrados en la entraña de su suelo. Lo hacían Pedro León Castro, Héctor Poelo, Armando Reverón, Rafael Monasterios, en Venezuela; Luis Alberto Acuña, Ignacio Gómez Jaramillo, Pedro Nel Gómez, en Colombia; Cesáreo Bernardo de Quirós, José Mar-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte internacionales que diariamente se establecen en toda América, porque tiene el criterio de que la selección de los artistas y los premios otorgados no son una justa medida de imparcialidad y calidad que acredita méritos a los favorecidos. Sin embargo, en sus intervenciones ha tenido varios primeros premios, como el concedido en 1958 en la Exposición Mariano Aguilera, donde Kingman se presenta con una modalidad pictórica diferente a la propia, totalmente deshumanizado, pintor de lo figurativo, de lo abstracto. Este premio reitera la calidad y capacidad del gran artista, su facilidad de asimilación a las nuevas corrientes plásticas y aún su dominio sobre ellas.

Pero vuelve a su camino de pintor humanizado, a su reencuentro artístico, como él mismo lo confiesa, porque “considera vigentes los motivos determinantes de nuestra posición ante el arte: el indómito afán de presentar con toda crudeza la condición humana del habitante ecuatoriano, a una sociedad que continúa indiferente ante una sangrante herida abierta en el cuerpo de la colectividad”.

Kingman fue un innovador de la pintura ecuatoriana, un valioso crítico de arte que tiene un sentido dubitativo de las actuales tendencias y teorías de la pintura ecuatoriana, cuando en la parte final de la conferencia que ha motivado este artículo, dice: “…el arte ecuatoriano de estos días, a fuerza de adoptar lenguajes extraños a su psicología, se ha divorciado de la comunidad a la que pertenece, manteniéndose en la aceptación de pequeñas élites que se consideran cultas. Se han liberado de aberraciones estéticas, pero han perdido la magia de la comunicación. Desapasionadamente observamos la sustitución del espíritu de una buena artesanía superficial, que puede conducir a un desenlace fatal si a tiempo no robustece sus superficies con la conmovedora entrega de su alma”.

Así tenía que hablar Kingman, con la autoridad y solides de su envidiable prestigio artístico y como maestro que es de la pintura ecuatoriana.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

EDUARDO KINGMAN RIOFRÍO

Arte de una generación

Conferencia dictada en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Loja, el 15 de noviembre de 1972, durante la Segunda Mesa Redonda de Rectores de las Universidades Estatales del Ecuador

M

i primer pensamiento es hablar de una época y de un entrañable puñado de hombres formados en los mismos moldes de pensar y sentir, es para aquellos escritores y artistas que corporalmente han dejado de existir: Ignacio Lasso, Joaquín Gallegos Lara, Jaime Zambrano, Pablo Palacio, Pedro León, Atanasio Viteri, Alfredo Chávez Granja, Diógenes Paredes, Humberto Mata Martínez, Carlos Bravomalo y César Dávila Andrade, gentes con quienes caminamos un trecho o todo lo largo de sus rutas, unidos siempre en el mismo anhelo de aventurarnos a la ambiciosa expedición de tratar de descubrir e interpre-

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tar nuestro destino de patria con los instrumentos culturales de los que cada cual se halla provisto.

Sabemos que todo movimiento cultural que ha dejado alguna huella significativa, ha nacido con la consigna: romper el hecho establecido, destruir cuanto de falso tuviere lo anterior a su alumbramiento, y partir de bases inéditas donde no se encuentre parentesco alguno con sus antepasados. La historia de la cultura está repleta de esa voluntad de transformación, de esa fervorosa rebeldía contra los mitos y los tóxicos culturales engendrados para anestesiar la sensibilidad de los públicos. Estos movimientos en muchas ocasiones terminan

mal, ya sea porque se desvían del propósito inicial, se corrompen, o porque se detienen en planteamientos idealistas que al final solo implican debilidad. En todo caso la intención de superar etapas caducas deja un saludable sedimento renovador, y hasta un evidente enriquecimiento del acerbo cultural. Después de cada sacudida emocional ha dado en hacerse el balance serio y metódico, desapasionado y objetivo, guardando la necesaria distancia del hecho, y, por lo general, el resultado es favorable.

Alrededor del año 30 un viento de renovación soplaba por todos los rincones de América, sintiéndose un intuitivo afán de liberación de un romanticismo tardío que mantenía sus vacilantes posiciones en el favor de escritores y artistas y en el de la sociedad. A pesar de que las generaciones anteriores ya habían tratado de cambiar el “status” cultural reinante por medio de sus consiguientes grupos y cenáculos teorizantes, además del inevitable “manifiesto” exponiendo sus puntos de vista ideológicos, con el cual hacían su aparición; los resultados eran por demás

pobres. No habían logrado producir una verdadera conmoción espiritual, ni, en una modesta aspiración, el cambio del mal gusto dominante. Acaso carecían de fuerza suficiente, o ese imperioso deseo de transformación desconocía qué era lo que trataba de renovar. De todas maneras, esos movimientos habían caído en los mismos vacíos anteriores, y el afán juvenil de producir brechas profundas en los ámbitos en que se desarrollaron, se hallaban ya sin respuestas, y con su misión inicial, trunca.

Es por aquella época cuando empiezan a definirse los más serios intentos para crear una impresión americana con los elementos que esta tierra ponía a disposición de sus artistas: el hombre, su historia, su naturaleza. Bien amalgamados estos podían constituir la base de una nueva forma de expresarse y dirigirse, directo, al corazón de sus pueblos. Es curioso anotar que este interrogarse sobre el camino a tomar, esa inquietud lacerante por hallar la fórmula adecuada de descubrir el mensaje latente y decirlo literaria y plásticamente, coincide con un momento

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte para recoger paisajes risueños, naturalezas muertas y retratos de dudosa elegancia. No faltaban, naturalmente, las callejuelas de Quito con sus casas ventrudas cubiertas de macetas de geranios, vistas a la luz del día, y a la escena que daban los bombillos eléctricos.

Reconozcamos que sí tenían su mérito: el haber sido bien ejecutadas, con esa maestría artesanal a que me he referido.

Si el artista ha tropezado siempre con dificultades casi insalvables, hace 35 años eran tantas, que podían descorazonar a cualquiera. Baste decirse que no existía, en todo el país, un solo local de exposiciones, capaz de albergar dignamente a la obra artística. Salas de colegios, locales de organizaciones obreras, vestíbulos de hoteles, constituían la única alternativa. No podía esperarse ni la más leve ayuda oficial que permitiera, por lo menos, la impresión de un catálogo. Los medios de información del acontecer artístico mundial se hallaban restringidos al escaso número de gentes que los obtenían por propia iniciativa. El único salón oficial de entonces, la exposición

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Mariano Aguilera, constituía un heterogéneo hacinamiento de muebles profusamente tallados, pinturas sobre cabezas de alfiler, telas bordadas, pinturas heroicas y religiosas, así como tallas en madera con los mismos motivos. Alguna obra de verdadero valor podía verse ocasionalmente entre los confusos objetos de la exposición. Ese salón reflejaba el gusto vacilante de una época, vagamente confundida entre lo realmente artístico y lo artesanal, que hacía notar ya la necesidad de una toma de conciencia y la definición de los objetivos. El que habla recuerda que cuando en 1935 remitió a este salón tres cuadros: El obrero muerto, Balseros y El carbonero, lo que obtuvo de parte del jurado fueron unas sonoras carcajadas, seguidas del automático rechazo.

De la producción artística de esa hora se destacaba —con inconfundibles contornos— la de Camilo Egas, llena de frescas experiencias debidas a su inquieto trajinar por playas europeas, y a cuyo conjuro el ambiente se sacudía de su somnolencia, que en este caso, era el de la capital del país. Su espíritu travieso intuyó

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte torrell, Lino Spilimbergo, Antonio Berni, Victoria Urruchúa, en la Argentina; Cándido Portinari, Cavalcanti, Tomás Santa Rosa, en el Brasil; José Sabogal, Julia Codecido, Vinateoa Reinoso, Camilo Blas, en el Perú. No cabe entrar a puntualizar los valores y la permanencia estética que los diferentes grupos nos dejaron; sino fijar la exaltada emoción que pusieron en ese reencuentro americanista, en ese nuevo correr en su sangre las vivencias étnicas que un febril acumular de cultura había velado, pero que volvía a surgir, consciente o inconscientemente al contacto con la naturaleza y el hombre del nuevo continente.

Pero de todos los intentos para dar contorno, sabor y personalidad a su obra, fue México el que consiguió de manera rotunda un verdadero enlace entre expresión artística y sentimiento popular. Después de que su numeroso grupo de pintores se había empapado en las fuentes artísticas europeas, empezaron un hondo análisis de la estructura social, económica y religiosa de la sociedad mexicana, para llevarla al lienzo y al muro, siendo así

que encontraron la respuesta a la permanente solicitud del pueblo: que se hable con lenguaje claro, sencillo, y que él sabría entender y corresponder. La tarea era dura para sus artistas ya que tenían que despojarse de su “intelectualismo” y comenzar de nuevo sujetándose a una misión casi de apostolado para llegar, con total desprendimiento, a la raíz misma de la raza, sentimiento, anhelos, historia y costumbres de ese trozo de suelo de América hispana.

El movimiento artístico mexicano cuya cúspide la podemos situar en el lustro del año 30 al 35, marca un firme hito en la historia del arte americano, que hace decir al crítico de arte argentino Ángel Guido: “Y desde aquel momento quedó consagrado ese gran movimiento pictórico, único en el estadio presente de la pintura universal, y que los historiadores y críticos de arte tenemos la obligación moral e intelectual de ubicarlo, altamente, en el estadio de la pintura universal de nuestro tiempo, y a buen seguro que difícil será —en estos momentos— exhumar de la pintura moderna un movimiento más orgánico, más vigoroso y más ancho en

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte promesas”. Aparte de esa excepcional trilogía de Orozo, Rivera y Siqueiros, se sumaron Rufino Tamayo, Roberto Montenegro, Jesús Guerrero Galván, Federico Cantú, Raúl Anguiano, José Gutiérrez, y más aún. Además, el grabado en madera adquirió un formidable empuje —actualizando la gran tradición que ese país poseía en esta disciplina— con el esfuerzo de Leopoldo Méndez y su pléyade de discípulos.

Simultáneamente, en Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja, los escritores sensibles a la inquietud americana, comprendieron que había llegado la hora de dejar sentadas las vivencias y el digno testimonio del sentir de una generación. Pero al par que una renovación del lenguaje se imponía una temática ecuatoriana de hondo sentido humano y geográfico, desconocida hasta entonces.

Desconocida sobre todo, por lo valiente y audaz, por la viril posición de denuncia del Ecuador imperfecto, repleto de injusticias económicas y sociales, con la que insurgió.

Y fueron los relatistas, novelistas y poetas de la costa quienes señalaron la ancha dimensión

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del dolor del hombre desnudo en medio de la selva poblada de víboras y moscos, machete en su nudosa mano, luchando contra el calor agobiador y la tuberculosis. Analizaron su vida miserable víctima del altanero dictado del patrón, dispuesto siempre a extraer de su cuerpo el mayor rendimiento para su cómo vivir fuera de las fronteras patrias. Y al hombre de mar envejecido junto a su canoa, vehículo de sustento para quienes con él comparten su destartalada cabaña, apenas cubierta con hojas de bijao. Retrato cruel, conmovedor y franco de un proceso vital que los años no han alterado en nada, pese a la retórica y declamatoria frase de que “debe desaparecer la injusticia social”, frase que hoy se ha convertido en clisé de las clases adineradas.

La misma santa emoción para reflejar la vida del hombre del altiplano llenó páginas de denuncia de los escritores de la sierra. También en ellos el retrato duro, descarnado, del indio debatiéndose contra la helada ventisca del páramo, contra la tierra fértil para el hacendado e inhóspita para él, contra el hambre, las

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte enfermedades y la explotación.

Trópico y páramo, indio y montubio, hermanos de un mismo dramático vivir constituyeron la esencia de una obra conmovedora por lo fuerte, humanamente sincera, lindante con los límites de la violencia.

Ante esa formidable decisión creadora, los artistas plásticos se sumaron simultánea y espontáneamente a los planteamientos de los escritores, y entraron resueltamente a la tarea de ver la realidad con ojos nuevos, paleta nueva, y nueva, vibrante emoción.

Debo hacer un breve paréntesis para dar un ligero vistazo retrospectivo al panorama de la plástica nacional hasta 1935.

En el pueblo ecuatoriano ha existido un fecundo y cálido amor por las formas y el color desde las remotas etapas sociales que la arqueología se ha encargado de revelarnos, sumándose a ello una excepcional habilidad manual para lograr la belleza de una imagen con cualquier material a su alcance, incluso con los más innobles. El hecho histórico de la etapa colonial sería suficiente ejemplo. Pero ese prodi-

gioso sentido creador se ha visto obstaculizado por una excesiva debilidad para dejar que penetre el contagioso virus de influencias exteriores, atacando la arteria vital de su íntimo sentir; y, por otra parte, no ha poseído la suficiente fortaleza para realizar un esfuerzo continuado. No siempre la culpa será a causa de una disminución de su energía creadora, ni porque sus sentimientos hubieren llegado al cansancio, y finalmente, al agotamiento; sino a la ausencia de un clima adecuado, comprensivo e interesado del esfuerzo, capaz de mantener al creador dentro de los límites de su espera espiritual, antes de que se extravíe por caminos extraños, tras la defensa de sus necesidades vitales.

Hasta 1935 las artes se hallaban erráticas por senderos que recordaban las postrimerías del siglo xix, fluctuando entre visiones religiosas de acendrado academismo, y escenas costumbristas claramente influenciadas en su forma por la obra de pintores españoles de comienzos de siglo. Obsérvanse pocas muestras de un tímido expresionismo trasladado a las faldas de los Andes

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte limpia función creadora. Y como toda la iniciativa cultural ágil y viva se hallaba en manos de voluntades particulares, el año de 1940 se inauguraba la Galería de Arte Caspicara, generadora de una intensa labor plástica como la exposición retrospectiva acuarelista José Espín, las del joven pintor Oswaldo Guayasamín, la de Rosaura Oxandaberro, e innumerables colectivas.

Aunque el concepto de generación sugiere la imagen de un todo homogéneo entre quienes han nacido dentro de una misma fecha, como si fuese una fuerza niveladora; en las artes plásticas sobre todo, generación define un tono de vida, una actitud emocional, un punto de ebullición espiritual del individuo frente al fenómeno artístico. En mi generación este punto puede situarse en la década comprendida entre 1938 y 1948, sobreentendiéndose sus proyecciones anteriores y posteriores a ella. Estas brevísimas semblanzas muestran a los que constituyeron el núcleo central de una generación.

El escultor lojano Alfredo Palacio se radicó en Guayaquil después de una larga experiencia

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en España. Pronto comienza a exteriorizar su comprensión del pueblo multado en esculturas de amplias formas voluptuosamente trabajadas, en un momento en que este género artístico se encontraba aún impregnado de los cánones hueros establecidos por la estatuaria clásica. Auscultó las necesidades estéticas de una nación en trance de ver una nueva y viviente síntesis escultórica, para lo cual tuvo que despojarse de amaneramientos y prejuicios inculcados por las academias nacionales e internacionales. De entre los escasísimos escultores nuestros, es quien ha persistido en mostrarnos nuestro lugar de origen y la identidad de los seres que en sus obras representa.

Galo Galecio surge a la vida artística en Guayaquil como un agudo caricaturista para después de saturarse de la cultura mexicana —vieja y nueva— desembocar en el grabado, donde encuentra la palanca de mando de su razón estética. Galecio —espíritu desasosegado ha grabado, casi diría ha estatuado al fuego— el drama de un pueblo, desde el mito ancestral hasta la implacable realidad de hombres enfrentados a un

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la época más brillante de la escuela impresionista, primero, y se dejó seducir tiempo después por los descubrimientos de la cubista. De esta se limitó a dejarnos un cierto número de dibujos sin proyectarla a su obra pictórica, a causa de su incesante movilidad espiritual, de su desasosiego y su inestabilidad emocional, que lo llevaba a saltar de un punto a otro con increíble facilidad, y con una amplia facultad de asimilación. El “loco” Egas era, fuera de su campo de operaciones artísticas uno de los hombres más centrados y “normales”. Es, sin duda, la obra que llamaría ecuatorianista, realizada en la década del 25 al 35 la que llena un vacío en la plástica nacional. Si bien Egas no penetró entonces en la vida indígena con toda su tragedia, vislumbró y plantó el hito indispensable para un mejor conocimiento de nuestra realidad, adelantando el verdadero encuentro con la belleza de nuestros factores humanos, como un reproche hacia quienes los habían despreciado anteriormente, por eso mismo, por ser nacionales. Posteriormente —del 37 al 40— el pintor nos dio una imagen brutal

del monstruoso desgarramiento del hombre ecuatoriano, recortado con lívidas luces moribundas, que nos hace sentir el horror de la muerte, la derrota total de la esperanza. Fiel a su inestable temperamento, Egas pasó luego al surrealismo, y en los últimos años de su vida trasladose al campo de la pintura no figurativa.

De este periodo sin grandes figuras plásticas cabe señalar una parte de la obra de José Abraham Moscoso, aquella que para un medio pacato, adormecido aún por un orden de vida aldeano, venía a constituir con una bofetada.

Es esa en la que destaca su espíritu de convencionalismos y lanza la dura sátira contra la sociedad, pero limitándose a un sector de ella: el clero. Quizás a partir de ese momento iba a alcanzar la meta de su plena realización espiritual, pero que la muerte se encargó de truncar. *** De esta manera, sin un antecedente histórico inmediato dentro de las fronteras patrias, con una atmósfera cultural cargada de prejuicios y llena aún de re-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte zagos de esos conceptos estéticos que habían perdido su vigencia, se produjo la insurgencia tanto en Quito como en Guayaquil.

La nueva corriente nació mirando limpiamente todo cuanto se hallaba alrededor, todo cuanto el país ponía a disposición del artista. Es verdad que en su aspecto formal la obra inicial se hallaba influida de las realizaciones mexicanas. Es verdad también que en sus comienzos mostrábase balbuciente, puesto que viose precisada a desechar las enseñanzas académicas, lo cual obligaba a crear un lenguaje diferente que convertía al artista casi en un autodidacta, pese a que todos habían seguido cursos en escuelas de artes plásticas. Pero se había logrado la unidad emocional del descubrimiento de una evidencia social, del hombre en medio del paisaje ecuatoriano, y en su traspaso a la obra plástica se ponía toda la fuerza contenida como un torrente desbordado por todos los cauces de la sensibilidad, para desembocar en un arte de protesta con hondo sentido de nacionalidad.

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*** En Guayaquil perfilábanse las figuras de Eduardo Solá Franco, de Galo Galecio, Segundo Espinel, Araceli Gilbert, Alfredo Palacio, Alba Calderón y Judith Roura, y en Quito, las de Leonardo Tejada, Diógenes Paredes, Carlos Rodríguez, Luis Moscoso, José Enrique Guerrero, Germania Paz y Miño, Jaime Andrade, Piedad Paredes, Gerardo Astudillo, Bolívar Mena Franco y César Andrade Faini, unidos por vínculos de edad y de conducta estética.

Artistas de promociones anteriores mantenían la actividad creadora durante ese intervalo: Antonio Bellolio, Sergio Guarderas, Víctor y Luis Mideros, así como Pedro León Donoso.

La energía del grupo insurgente pronto conquistó firmes posiciones, y Pedro León que durante toda su carrera se hallaba definido como sólido paisajista de evidente conocimiento de las sutilísimas variaciones cromáticas, bajo las enseñanzas de viajero francés Paul Bar; se sintió atraído por la nueva posición estética.

Como artista dúctil y de honesta

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte formación espiritual comprendió que en la dirección humanística que adquiría la pintura ecuatoriana, hallaría también un campo fértil para su paleta, y así lo hizo: alistose con los pintores de menor edad que miraban más a la vida circundante que al paisaje.

León nos demostró cuan grande era su poder de asimilación, cuando, despojándose de su pintura intimista —tan querida para él— pasó al exterior de su morada espiritual para mirar la figura del mayoral vigilando el trabajo de los cortadores de trigo, o las de los trabajadores de la cantera, o el sueño de las mujeres sobre la árida tierra, o la borrachera colectiva del guarapo embrutecedor.

Se sumó casi insensiblemente al tributo de comprensión de nuestros hombres, pero haciéndolo a su manera: resistiéndose a ser del todo comunicativo porque le aterraba la brutalidad de las cosas.

El fervor de una generación se cristalizó en la formación de un Sindicato de Escritores y Artistas. Así, Sindicato, como una identificación con la comunidad obrera, ya que nos considerábamos tan solo obreros ubicados en el plano de la cultura, dispuestos,

individualmente, a permanecer en el anonimato siempre que la labor de conjunto levantase una construcción sólida, armónica y de beneficio colectivo. En tres años de esfuerzos ajenos al regateado apoyo de las esferas gubernamentales surgieron publicaciones de alta calidad para las que había que vencer hasta el resabio tipográfico entronizado en las imprentas. Y como un corolario, en 1939, se inauguraba el Primer Salón de Mayo, desprovisto de premios ni artificiales estímulos. El manifiesto de sus propósitos decía en parte: “este salón da cabida a todas las tendencias, puesto que valiéndose de innumerables formas puede plasmarse la creación artística del espíritu humano. Todo pronunciamiento por un criterio único significa una reducción del amplio campo de las posibilidades. Es por esto que, en el arte, el criterio oficial ha dejado casi siempre a la vera todo aquello que llevaba la palpitación de un nuevo modo de sentir. La libertad en el arte es nuestra norma”.

Bajo esas condiciones cada uno de los concurrentes pudo mostrar su personalidad en honesta y

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte existencia, ocres pajizos, sienas diluidas y grises moribundos. Un largo paréntesis ha hecho Mena hasta mostrarnos su más reciente obra. Esta vez más estilizada —o purificada— su paleta señala más posibilidades pictóricas, pues está cuajada de finas sugerencias de mares semiocultos por la bruma, de pálidas luces, de cristales opacos y sombras espectrales envueltas en un vaho turbio y sin necesidad de despojarse del cálido sentimiento hacia los seres y las cosas que dieron cauce a su obra juvenil. Bolívar Mena mantiene un puesto digno y sólido dentro de nuestra pintura, y su quehacer solitario beneficia tanto a su espíritu, cuanto a la necesidad de ver figuras artísticas firmemente definidas. *** Cuando las doctrinas sociales tomaron cuerpo en el país y se elevó el sordo clamor por una mayor equidad entre los hombres, la injusticia social halló eco, claro y preciso en la obra de Carlos Rodríguez. ¡Impresionante desfile de úlceras sociales, de ferocidad dominadora, de

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sangrante existir en mazmorras enrejadas! Curas con cuello de toro y policías cazurros mirando complacidos la agonía del prisionero. Esa entrega emocional de Rodríguez para tratar de enmendar la injusticia reinante, fue la más alta misión simbólica de un pintor que creía ver cercano el momento en que terminara con la dureza de la vida y la ausencia de piedad en los hombres. Nunca sabremos cuantos desengaños y cuanta frustración se acumularían en el alma del artista cuando descubrió que la falacia de las gentes ponía fin al vuelo de su esperanza, y que su esfuerzo emocional no lograba conmover los cimientos de la estructura social, sólidamente sujetos con la argamasa de sus intereses. Pero eso no interesa. Su humana substancia y su buena pintura ocuparán siempre el elevado lugar que le corresponde dentro de nuestra plástica. *** Antes de ser escultora, Germania Paz y Miño sabía pintar bien. La pintura, caso, fue un rodeo antes de encontrar su camino verdadero, y una vez que

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte violento claroscuro: alegría y tristeza, risa o llanto, vida o muerte.

Guayaquileños también los pintores Segundo Espinel, Alba Calderón y Aracelly Gilbert, han contribuido con su impulso a la afirmación de los planteamientos vitales del momento artístico ecuatoriano. En Guayaquil también, Eduardo Kingman daba sus primeros pasos por el sendero del arte. Me refiero a los años de 1933 al 35.

En la capital, la tarea pesaba sobre un núcleo que sin proponérselo quizás, estaba destinado a responder a las exigencias de la hora, tanto en el aspecto formal como en el ideológico.

Diógenes Paredes, pese a un exterior demoníaco, inclinose siempre a mirar con honda ternura el pequeño mundo indígena con una suerte de primitivismo consciente que le permitía poner más amor en lo que pintaba, por medio de meticuloso empaste y una cuidadosa ordenación de las gamas colorísticas. Sus convicciones políticas salían a relucir en ocasiones en obras que claramente desvirtuaban su íntimo sentir, ya que su alma estaba en otra parte, en el encanto del niño campe-

sino, en la melancólica festividad tradicional, en el dramático silencio que envuelve a la prostituta al contemplar la huida del tiempo, y en aquella inolvidable serie de visiones terrígenas realizadas en los 10 años anteriores a su muerte. Carente de teorías envenenadoras, de forzados simbolismos para justificar lo que no se tiene que decir, Paredes dejó una producción llena de instinto primario, reflejo palpitante del barro obscuro del cual estaba hecho él mismo: alta, fuerte y noblemente humanizada. Inútil ya reprocharle por no haber utilizado en toda su plenitud esa fuerza viviente que poseía. Nuestra recompensa está en haber fraternizado con esa familiar figura de amplia frente, ojos penetrantes y boca ruda, pero expresivamente dibujada. Esa figura grande que llevó al lienzo, sin violencia, imprecación ni furia el drama andino, como surgido del fondo del tiempo, que, sin quererlo, evocamos a los grandes pintores místicos de la Europa medieval, puesto que el drama se encuentra neutralizado por un límpido lirismo revelador, solamente, de la íntima corriente de la vida.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte *** José Enrique Guerrero, pintor del Quito adormilado de casas bajas y calles estrechas, también tuvo un sacudimiento emocional cuando nos sorprendió con una obra de verdadera ferocidad contra una esclavitud que ponía a los hombres en la categoría de bestias de carga.

Volúmenes enormes, desdibujamiento deliberado, miembros monstruosamente deformados, pintaban el desgarrador esfuerzo de nuestros trabajadores. Fue su contribución momentánea a la pintura social, porque Guerrero como artista fuerte y disciplinado, comprendió que al final, la traición a sí mismo es peor que a la de los demás. Retomó su ruta para dedicarse a la continuación del poema plástico basado en la palpitante atmósfera de la ciudad cuatricentenaria de la que es dueño y señor, ya que ningún pintor ha exaltado con tanta comprensión sus muros blancos, sus piedras patinadas por el tiempo, sus tejados rojizos, sus bullentes calles atestadas de ponchos y paños multicolores. Todo ello dicho sin utilizar el lenguaje descriptivo

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que sería del gusto de transitorios visitantes de la ciudad, sino con el de la pintura, la verdadera pintura. *** Luis Moscoso, como el vendimiador cauteloso, ha venido seleccionado paso a paso sus mejores racimos, hasta llegar a una madurez plena ya que es uno de los pintores que con mayor certeza sabe que las mejores cosechas son las del propio huerto. Su evolución dentro de un disciplinado ordenamiento de sus íntimos elementos pictóricos, ha podido ser seguida desde el terroso colorido —muy suyo, además— de sus primeras obras, hasta esos sutiles juegos cromáticos generadores de una hermosa poesía visual. Con sólida conciencia de pintor, Moscoso nunca se ha dejado llevar por el apresuramiento ni la simulación, y menos aún por la publicidad adquirida a poco costo; sino que ha confiado en el laborioso moldear de su personalidad en un constante interrogarse y responderse a sí mismo. Pinta más como un descargo de conciencia que con el afán de

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte conocer la opinión ajena. Véase cuan íntima resulta su labor, que Moscoso no ha realizado viajes al exterior con fines de dar a conocer su obra, sus exposiciones unipersonales en el país han sido escasísimas, así como un número de cuadros tan contados, que nos parece que el artista quisiera conservar muy cerca, por lo entrañable, su propiedad espiritual. Si bien este gran pintor no se entregó totalmente al arte de sentido social, no por eso dejó de mostrarnos sus conceptos de esas ruinas humanas con el trasfondo de la iglesia colonial, ni la maternidad indígena con cierto dejo de tristeza. Es el pintor que cumple una misión recatada, digna, profunda. *** A Leonardo Tejada la plástica ecuatoriana le debe mucho.

Además de excelente acuarelista y dibujante como se presentara en su labor inicial, a él se debe que años atrás se produjera un verdadero renacimiento del grabado en madera. La xilografía, que había perdido su vigencia en nuestro medio desde fines del

siglo décimonono, adquirió inusitada vida entre la comunidad artística. Gracias a este pintor de múltiples cualidades, y uno de los que con más optimismo ha confiado en las fuentes puras y vivas de esta parte de suelo americano, fue posible incorporar a nuestros fines expresivos, innumerables procedimientos casi desconocidos entre nosotros. Hombre de visión directa que ama la vida y ama lo que hace, su obra es un producto dinámico, iconoclasta, de risueñas tonalidades. *** Bolívar Mena es otro de los grandes pintores del Ecuador formado en silenciosa y casi científica maduración de su personalidad presente ya con nítidos contornos. Recordamos sus obras de juventud en las que aparecía el profesional consciente, determinado, ante todo, a dominar el oficio, pero más que el buen hacer, el contenido de su pintura mostrábase sobrecargado de angustia, de hondo deseo de arrojar a la cara del mundo la imagen del sórdido vivir del hombre ecuatorial, ejecutada con el preciso color de su

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte fundidad y extensión a la que llegara. Baste observarse que hasta 1958 el grupo formado por Gilberto Almeida, Carlos Vicente Andrade, Julio Cevallos, Hugo Cifuentes, Guillermo Muriel, Aníbal Villacís y Oswaldo Viteri, además de los independientes como Estuardo Maldonado, Oswaldo Moreno y Theo Constante, se encontraron nutridos del figuratismo relacionado con nuestra realidad, pero despojado, desde luego, de cualquier aditamento de carácter social o político.

En este esquemático panorama de una generación no cabe entrar en interpretaciones como la que utiliza la crítica de arte en su denominador común.

Se ha presentado —con un poco de evocación sentimental— un hecho, sin sujeción histórica, de las circunstancias y los hombres que en un momento dado convergieron con sus ideales y su voluntad de hacer cultura. Haré tan solo una observación que condujo a desvirtuar el intento lúcido que nos moviera originalmente.

Nuestra pintura —especialmente la pintura, por ser la más vulnerable— se dejó arrastrar hacia

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ciertas fórmulas preestablecidas recluyéndose en un excesivo localismo, donde el artista se veía absorbido por la anécdota, relegando los eternos valores expresivos a segundo plano. Y porque ese peligro se presentara en forma artera y prematura, me permití señalarlo en entrevista periodística publicada en 1943: “Ya se van aclarando las ideas de los nuevos pintores ecuatorianos. A más del tema se preocupan del problema pictórico como tal, y en el mismo tema tratan de desligarse del indigenismo procurando una temática menos restringida y localista universal. El indio puede ser utilizado como un pretexto para un retorno a la plástica y dentro de ella reflejar aspectos de la vida nacional. Eso sí, siempre a base de pintura, no de sociología. Es decir, desterrar el nacionalismo nocivo, sin descuidar al ser humano esencial que se esconde bajo el poncho”.

Fue, pues, el falso enfoque, en sus aspectos de forma y contenido el causante de que los resultados no fueran felices en su totalidad. Pero aún considero vigentes los móviles —no pregonados— determinantes de nues-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

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senvolvimiento. Jaime Andrade, venciendo la dureza del ambiente no ha cejado, casi desde su niñez, en mantener con decisión inquebrantable el dictado de su estructura interior. Su obra constituye un todo orgánico, en cualquiera de sus etapas escultóricas. Porque su incorporación al concepto actual de la escultura no obedece a un afán de “actualizarse”, de ponerse a tono con la época, sino a un hondo análisis de sí mismo, y de la necesidad de apoyar su aventura espiritual en nuevos campos pródigos para su expresión. En esa evolución encontramos el estudio serio, equilibrado y profundo del crecimiento de su espíritu, lo que le ha permitido no dejar nada al azar, ya sea la pequeña pieza escultórica, como los grandes murales realizados en armonioso juego de metal, piedra y mosaico. ¡Hermosa obstinación de quien demuestra que en el Ecuador existe madurez escultórica! ***

La crisis de la escultura en el Ecuador no se debe a factores espirituales, sino a la falta de un clima adecuado para su de-

Tanto Gerardo Astudillo como Jaime Valencia, Piedad Paredes, César Andrade Faini y Segundo Espinel, después de la

lo halló supo fundir la rudeza del material con su fino instinto de mujer y darnos en grandes imágenes las experiencias de la vida. Había modelado la arcilla para —en una lógica exigencia de mejores y más difíciles medios— empezar a amar la cálida textura vegetal de la madera. Con ella expresó los vientre henchidos por la maternidad, el cansancio mortal producido por el trabajo físico, las cabezas agobiadas de una raza, subordinado todo a potentes formas y fuertes planos, como dejando hablar por sí solos a los semiesbozados bloques. Y como artista que quiere ir más allá, años después extrajo de la piedra y el metal, verdaderas síntesis vivientes de todos sus anhelos. Esta escultura nos ofrece con clara evidencia cómo el espíritu humano puede renacer de mil modos y de mil formas, cuando la pasión y la sensibilidad ponen en nuestras manos la energía creadora.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte eclosión inicial plena de entrega, que acaso constituyó su más serio aporte al acerbo artístico del país, han sufrido el impacto de los tiempos y de las nuevas corrientes informalistas, aventurándose en búsquedas acordes con el ritmo de la época, de las que han salido beneficiados con el sabor de la exploración pero que ha disminuido en ellos el nivel emocional. Lo que prueba, además de que no puede haber seguridad ni sosiego en la trayectoria de un artista. Pero dentro del incansable viaje interno existe una aventura que es la válida, aquella local y ciega, instintiva y sin freno de ninguna clase, que nos conduce al hallazgo, a la incertidumbre estética del instante, aunque el tiempo se encargue de desmentirnos. En ese viaje se dejó un pedazo de nuestro ser, y aunque el frío análisis que posteriormente se realice, incite a la destrucción de lo que dejamos, carece de importancia. Hay otra clase de aventuras que iniciamos por mera curiosidad, por un simple cambio de escenario, pero ausentes ya de la profunda emoción del momento estelar.

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*** En comunión de ideales estéticos con los grandes artistas que he nombrado, varios plásticos extranjeros —en coincidencia de tiempo y lugar— sumaron sus esfuerzos a la tarea que daba comienzo. Se contó con la contribución de los pintores Olga Fish, Carlos Kohn Kagan, Jan Schreuder, Lloyd Wilf y Guillermo Olgieser.

El mecanismo emocional de Wulf penetró entrañable e irremisiblemente en el seno de esta tierra. Decenas de dibujos influidos por el patético dramatismo de Daumier reflejaron imágenes crudas de nuestro vivir popular, para luego analizar, desmenuzar, en exhaustiva lucha el movimiento, el color y la línea de los danzantes, ya sea aislados, o en abigarrados conjuntos. Pintor corroído por la angustia, murió con el último fulgor de su mirada puesta en estos lugares que le dieron albergue durante muchos años.

Schreuder, con visión más cosmopolita, recorrió varias de las tendencias artísticas actuales, pero su logro mayor constituyó

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la exposición que realizara en 1945 en esta ciudad. Tradujo con vigorosa emoción los elementos raciales que hacen honor a la potencia telúrica de la estirpe: el negro, el mulato, el montubio y el indio.

Al mencionar los nombres de los artistas extranjeros, y por una especie de subconsciente asociación, surgen las figuras de Aracely Gilbert y Manuel Rendón, debido, quizás, a su temprana identificación con las corrientes estéticas de mayor difusión en Europa. Aunque distante en edad, existe cierto paralelismo en las realizaciones de estos dos pintores. Mientras Aracelly ha ejecutado una obra fresca, libre, sin compromisos con el devenir humano; Rendón aposentó sus telas en el campo montubio, y por una vez —años de 1944 al 46— rindió el tributo artístico a los hombres de su comarca de nacimiento. Nos dejó su imagen del campesino costeño con la maestría que ofrece una larga experiencia profesional y una fuerte personalidad.

Ya mencioné esa suerte de confluencia de generaciones anteriores y posteriores, al núcleo

central de los que conformaron el movimiento —me resisto a emplear las palabras escuela o estilo— que se movía en unidad de propósitos desde el año 1935.

Posteriores en cinco años a mi generación, algunos artistas utilizaron el mismo telón de fondo para ubicar su naturaleza creadora. César Bravomalo que cesó prematura y voluntariamente de decirnos con su voz grave de escultor, el mensaje que insinuaron sus obras primigenias. Gustavo Vásconez que calló, quien sabe a causa de qué corrosivo virus espiritual aposentado en él. Enrique Tábara, después de dejarnos despiadadas escenas del burdel porteño, ha cambiado su ruta para extraer del material telúrico la esencia de su nueva expresión.

Y Oswaldo Guayasamín que ha continuado la línea inicial, pero ahondando cada vez más en la intención humanística y en la depuración técnica de su obra.

Nuevas promociones con nuevas energías han aparecido con una gran distancia en tiempo de la que hago referencia; sin embargo, en su formación pudo advertirse la modalidad impuesta por ésta, como un acto de la pro-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte alejada de las grandes urbes, añadido a la vida de asceta que llevó, impregnaron unas características de profundo lirismo a la totalidad de sus obras. Es este un trabajo que rescata la producción literaria mencionada y reconocida por los discípulos de Héctor Manuel Carrión, pero que estaba perdida.

Gracias al ingente empeño de la CCE, Núcleo de Loja, ha sido posible la recuperación de estos textos, que contribuirán a definir con precisión y claridad el rostro de lo que ha sido hasta hoy el modernismo en nuestra historia literaria.

A

prender a leer en los márgenes, buscando lo desenfocado de lo instantáneo de la fama, buscar en los trazos febriles e intensos la escritura que desencuaderne el mundo para contarlo de nuevo, demolición de las pautas temporales para impregnar de eternidad el arte puro y el pensamiento como vías activas y transformadoras. Ese es el legado de Héctor Manuel Carrión, precursor y forjador de una generación irrepetible. Su escritura, su magisterio, su tinta conocen la violencia del aislamiento geográfico de Loja y la soledad e invisibilidad que asumió estoicamente. Después la lápida de olvido que durante décadas ha soportado su obra, especialmente a partir de su muerte acaecida en 1929.

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Héctor Manuel Carrión

A una distancia de 135 años de su nacimiento y a 85 años de su desaparición física, la CCE-Loja ha realizado un ingente esfuerzo por recuperar la obra de este lojano excepcional, consciente de que la lojanidad no es una carac-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte tra posición ante el arte, el indómito afán de presentar con toda su crudeza la condición humana del habitante ecuatoriano —ya que no es preciso ir a Biafra para mirar el horror entre los hombres— a una sociedad que continúa indiferente ante esa sangrante herida abierta en el cuerpo de la colectividad; en el plano ideológico. Y en este aspecto formal creo ver las inmensas posibilidades de la realidad, sin caer en el error de tomar su apariencia, susceptible de llegar al sueño, al amor, a la muerte, a la meditación, al horror, al verbo, a la ternura, a la violencia, al esplendor cósmico, a la vida misma.

Pero también es dable, con el paso y peso del tiempo, y tras contemplar el desfile de recientes tendencias con las respectivas teorías que las respaldan, señalar otros peligros, el arte ecuatoriano de estos días, a fuerza de adaptar lenguajes extraños a su psicología, se ha divorciado de la comunidad a la que se pertenece, manteniéndose en la aceptación de pequeñas élites que se consideran cultas. Se ha liberado de aberraciones estéticas, pero ha perdido la magia de la comunicación.

Desapasionadamente observaremos la sustitución del espíritu por una buena artesanía superficial, que puede conducir a un desenlace fatal si a tiempo el artista no robustece sus superficies con la conmovedora entrega de su alma. De lo contrario tendríamos que lamentar con José María Gironella cuando dice: “los museos del arte actual dispersos por el mundo, encabezados por Guggenheim de Nueva York, dejan un tal sabor de impotencia y de frialdad que el resultado inmediato es el tedio y el resultado final es la tristeza. Entristece, en efecto, comprobar que en el plazo de poco más de medio siglo se hayan sucedido tantos y tantos “ismos”. Las escuelas se asesinan unas a otras con sospechosa facilidad. Ahora estamos en el pop– art y ya ha nacido el op–art. Por otra parte, en la mayoría de los casos, dichas escuelas, al término de sus trascendentales promesas de innovación, resulta que redescubren el barro, los guijarros, el hierro retorcido, el mimbre, el serrín. De pronto el hombre se cansa de lo vivo y lo sustituye por la geometría o por cualquier otro signo. Hasta que un día vuelve a

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte amar. Y entonces vuelve a reproducir la imagen, bajo una nueva luz, bajo un nuevo temblor”.

Han transcurrido más de 30 años. Otras gentes y otros puntos de vista estéticos ocupan su lugar. En más de 30 años muchos beneficiosos cambios han salido a nuestro encuentro. Los medios de difusión de la obra plástica ofrecen un campo más generoso al creador. La creación de la Casa de la Cultura, aunque al final solo ha constituido un leve paliativo en el penoso existir del artista, infunde aún un poco de aliento.

Pero subsisten defectos idénticos a los del pasado, el artista es todavía incapaz de obtener sus medios de vida con el producto de sus obras. Se carece de una crítica de arte orientadora y firme para encauzar oportunamente a quien lo merezca, y evitar, oportunamente también, el desplante audaz, la impudicia de la desorbitada auto–publicidad con ribetes de propaganda de empresa circense amparada por acólitos bobalicones, y en el plano

opuesto, desvirtuar las hipócritas posiciones de la falsa modestia.

Subsiste una mentalidad provinciana entre quienes proyectan algún acto de beneficencia, al acordarse, repetidamente, de que existen artistas, al momento de solicitarles la donación de alguna de sus obras para someterlas a la humillante rifa o subasta. No existe una sociedad comprensiva de las vitales necesidades de este generador de la cultura, ni puede esperarse que el Estado abandone su indiferencia hacia quienes han entregado sus vidas a ese quehacer casi suicida, dándoles la posibilidad de un vivir digno y respetable. Podría continuar, pero es mejor suspender las lamentaciones, porque contra todas las fuerzas adversas del mundo interior y el exterior, el artista de ayer, de hoy y de siempre, continuará con su misión: entregar su lacerante e iluminada existencia a la conquista de sensaciones y de formas, de sus propios sueños y esperanzas, al fin.

* Eduardo Kingman Riofrío, Arte de una Generación, Serie Tratados Didácticos, Nº 4, UNL Editorial Universitaria, 1972, Loja-Ecuador.

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BERNARDITA MALDONADO

Héctor Manuel Carrión, la desgarradura del fuego Desde que ha amanecido no dispongo de morada en las orillas.

Buscad aguas adentro, en lo que sois, y allí me encontrareis, junto al amor en la semilla por la que todo amor se sabe y canta Vicente Gallego ¿Sabes lo que lloras? No lloras algo que haya desaparecido en tal o cual año, no se puede decir exactamente cuándo estaba aún aquí, ni cuándo partió, sino que estaba aquí, que está aún aquí, está en ti. Tú buscas una época mejor, un mundo más hermoso.

Hyperion de Hölderlin

Resumen: Este trabajo tiene como punto de partida la recuperación de textos poéticos y ensayos de diferentes temas del poeta, maestro e investigador Héctor Manuel Carrión (Loja, 1878-1929), conocedores de la sapiencia y el magisterio con los que marcó los derroteros de una generación, que es la que ha sentado los pilares de la cultura nacional e internacional, no sólo en los aspectos artísticos, sino también en los planos adminis-

trativos y económicos. Héctor Manuel Carrión es el mayor de los hermanos Carrión Mora, de entre los que se destacan Clodoveo y Benjamín. Asimismo se reconstruye su contexto, sabedores de que, aunque su escritura, especialmente su poesía, no se ubica en la llamada literatura de compromiso, el contexto social de aquella época, los aspectos de su personalidad y la doble condición de exilio, por desarrollar su trabajo en una provincia tan

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte totalmente válidas para acercarnos a otear el bosque fascinante y también de recovecos que es la vida y la obra del poeta Héctor Manuel Carrión, de quien Benjamín Carrión dice: “La chaire est triste, helas! Et j’ai lu tous les

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

livres1 pudo decir con Mallarmé, durante su larga agonía de incomprensión y de martirio que ese hermano mío –gran poeta, mejor hombre- sobrellevó en sus vísperas del largo viaje” (Carrión: 2002, 6).

Héctor Manuel Carrión, la indigencia del canto La luz es el primer animal visible de lo invisible.

Lezama Lima

U

na leyenda tradicional del pueblo haida, recogida por Robert Bringurst, cuenta como unos cazadores, que se quedaron atrapados en una isla sin manera de salvarse, se arrojaron al fuego y escaparon transformados en humo. Cuando llegaron a su poblado, cantaron a toda voz y sin descanso canciones de remo, proyectaron sus canciones sobre las aguas para que los demás las escucharan, pero el poblado no los reconoció, se habían vuelto invisibles y, aún así, ellos no dejaron de cantar.

Como los cazadores de esta leyenda, Héctor Manuel Carrión se encuentra entre nosotros y no 1

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podemos verlo y aún así él no ha dejado de cantar, las crónicas literarias de su época y posteriores pocas veces mencionan a este singular lojano, su nombre y su quehacer quedaron reducidos al entorno literario del terruño del que dan cuenta discípulos suyos, que veneraban al maestro.

Todos le conocéis, nos dice Clodoveo Jaramillo Alvarado, cuando va por las calles con sus claros ojos, sus brazos recogidos tímidamente, su boca con una sonrisa que no es ni un sí ni un no, cubierto por su capa, caminando al atardecer, siempre solitario según destacan sus discípulos. Esta era la actualidad de una época,

¡La cátedra está triste desgraciadamente! Yo he leído todos los libros.

terística geográfica que marca el sitio de nacimiento de una persona, sino de que la lojanidad es un estado de anhelo, un estado del espíritu en donde tienen su centro los anhelos más profundos y nobles, un centro donde no se olvida a los hombres, que sentaron las bases de una cultura con valores universales.

Más tarde o más temprano, hay que restregarnos los ojos para saber si, con ellos, vemos lo que vemos, poner la mano en la llama para saber si somos lo que somos o, simplemente, para corroborar la existencia del fuego abrigando el mundo y empezar a nombrarlo desde antes, desde el ígneo balbuceo que engendró la llamarada.

Invertir los signos de nuestro destino y empezar con el abismo enredado en las rodillas de nuestro salto, y no desde fuera, y con pértiga para salvarlo, empezar con la caída en la punta del ala, ahora que ya el germen del sueño de Héctor Manuel Carrión es substancia, grano nutricio, vuelo eterno en la obra de Benjamín Carrión. La ausencia de Héctor Manuel Carrión, que sembró al azar identidad y pasión en los

rincones, no es nada, ni siquiera es ausencia. Sin embargo, si se disipó la noche fue gracias al vertiginoso incendio de su salto y al pabilo que su espíritu mantiene, en plena caída, o gracias a ella, porque aquel que atesora luz hasta en lo más cóncavo de lo oscuro revela. El mundo está lleno de anodinos fantasmas y debemos hallar a nuestros fantasmas esenciales, que nos tracen los movimientos de regreso a la rama enterrada, a la clave del camino, que quizá no es el camino en sí, sino las bifurcaciones.

Ahí está Héctor Manuel Carrión para recordarnos que el tiempo es un grano de polvo, opacando la luz, ahí está para recordarnos que lo que él ha amado debe seguir amándose con idéntica energía. Así debe suceder, así lo quieren el espíritu y el tiempo, el tiempo que maduró mazorcas, capulíes, higueras, pues nosotros los ciegos necesitamos ver un día los milagros diminutos y ejercer nuestros pequeños salvamentos. Eso es el presente texto, una aproximación a un hombre puro, amante de la luz y la tierra cuyo espíritu despertó los astros desde estos riscos andinos.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

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Cuando la noche devastó sus bosques Yo te vi cuando la soledad completa reinaba en tu aposento.

Yo te vi. Eran mis ojos limpios, eran mis ojos de niño.

Y yo te amé. Yo vi tu barba muerta Yo vi tus ojos mansos Tus ojos encendidos vueltos clara mañana.

Alejandro Carrión

“E

l 14 del presente pasó a mejor vida el Sr. Héctor Manuel Carrión, un intelectual que ha dado mucha honra a Loja, su propio terruño, he aquí lo que leemos en el diccionario biográfico de Ecuador acerca de esta personalidad: Nació en Loja. Poeta, crítico y filósofo. Ha publicado varias novelas Dolores, Imposible, Enrique Alfieri, Amor y gloria y otras muchas. Tiene interesantes estudios sobre Baudelaire, Musset y Edgar Allan Poe. Por largo tiempo ha sido profesor de Filosofía del Colegio Bernardo Valdivieso de Loja. Nuestra nota de condolencia a sus atribulados deudos”. Con esta necrológica publicada el domingo 21 de julio de 1929 en el diario lojano Floración, se da cuenta de la muerte de un hombre excepcional, Héctor Manuel Carrión.

Para que el poema empiece, para que empiece a latir no bas-

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tan las palabras, hacen falta un pecho y un abismo y tener los huesos livianos de los pájaros y los ojos buenos de los niños. Así se marchó el poeta Héctor Manuel Carrión, con huesos livianos y ojos de niño, así evocó veinticuatro años después Alejandro Carrión la hermética belleza de un cuerpo que ha sido abandonado por el fuego que lo habitaba: “El día terrible en que muchacho de trece años, vi el cadáver alto y triste del poeta Héctor Manuel Carrión, hermano mayor de mi padre que había muerto en alta noche y en soledad completa”.

(Carrión: 1954, 10).

En ese número de la revista Mediodía, Alejandro Carrión escribió cuatro poemas inspirados en Laurel de sombras de Héctor Manuel Carrión: “Yo vi. La muerte vino y a tus ojos enfermos/ les devolvió la luz, la luz de esa mañana/ que tú habías perdi-

do. Estabas ya tranquilo,/ nuevo, recién nacido”. (Carrión: 1954, 10).

Desde entonces ha pasado mucho tiempo, muchos escritos de Héctor Manuel Carrión se han perdido, así como se ha perdido u olvidado el sitio donde la tierra acogió su cuerpo. Y paradójicamente desde esta pérdida, desde este instante empezamos a enriquecernos, porque fue más su muerte, no su vida, la que propició la edición de algunos artículos y ensayos de interés, que han permitido que algunos textos no se hayan perdido en la carcoma del tiempo.

Mucho tiempo antes de su muerte, Héctor Manuel Carrión era invisible para la mayoría de las gentes. En el mismo mes de su fallecimiento y en Quito, uno de sus fervientes seguidores, José Miguel Mora Reyes, en un artículo escrito a raíz de la muerte de Héctor Manuel Carrión, dice: “Trágicamente como transcurrió su vida ha callado para siempre este lírico de la tierra lojana. Su existencia tormentosa ha dejado de ser (….) en su tierra natal pasará completamente desadvertido igual suerte tendrá respecto

de la capital y del resto de la República pesara sobre él la doble limitación de nacer y escribir en una pequeña capital de provincia.

La incomprensión de las gentes le acompañará toda su vida (…), así lo encontrará la muerte siempre altivo y sereno con aquella grandiosidad que ha aprendido de los griegos” (Mora: 1998, 9).

Este hombre singular supo iluminar su abismo y desde la hondura de su pecho marcar caminos, destinos y enumerar las piedras de nuestro abismo. Desde esta distancia, desde este tiempo en que Héctor Manuel Carrión está fuera de estas coordenadas, no pertenece ni al espacio ni al tiempo presentes, pero con el punto de fulgurante meteoro que fue su existencia unifica los dos.

Desde la evocación de los que compartieron época y anhelos y que nos han dejado testimonios, pocos, pero inquietantes sobre la vida de este hombre y desde la imaginación de quienes hubiésemos dado un pedazo de nuestro ser por conocerlo, inquiero la obra de un hombre universal. Sí, evocación e imaginación, ambas herramientas ineptas para descifrar verdades absolutas, pero

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Carrión, ahí lo tenemos en una fracción de tiempo, aportando la dulzura de un recuerdo luminoso a la infancia de su hermano menor “aquí, adentrísimo (sic) de mí todo lo poco de iluminado y claro que poseo se lo debo a él” (Carrión: 1989, 52). Héctor Manuel Carrión estuvo influenciado por el ambiente cultural de su hogar, no olvidemos que es hijo de Manuel Alejandro Carrión Riofrío, el insigne poeta autor de Ecuatoriales y Filomena Mora Bermeo y es su madre quien propicia el encuentro de sus hijos con las letras francesas y la devoción cristiana.

Infancia

L

os Carrión constituyen el transcurso de un caudaloso río, liberador, que en su tránsito removió, sedimentó y que constituyó lo que hasta hoy es señal de que los ideales son realizables. Héctor Manuel Carrión Mora nace el 7 de noviembre de 1878 en Loja. La casa de la infancia de Héctor Manuel Carrión se encuentra al otro lado del río Malacatos, donde se prolonga la calle Colón, un antiguo

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asentamiento de Paltas. Loja es una ciudad doblemente fundada, los incendios esfumaron su primera existencia. Mercadillo albergó su proyecto de fundación en la llanura del Cuxibamba, La Inmaculada Concepción de Loja la llamó. Los Andes aquí se suavizan y dejan de ser moles opresivas, las colinas son más bajas y pobladas de verde, la mirada se acostumbra a decenas de tonalidades de verdor, los ríos son pequeños riachuelos dentro de unos muros que ya poco contienen. En la infancia de los Carrión, esos ríos campeaban a sus anchas por la comarca y sus crecidas asustaron muchas veces.

La tierra es desoladamente rica, los trabajos del campo se hermanaban con los de los artesanos y los comerciantes, la naturaleza contenta con su idilio al hombre, pero la lejanía de la capital o de cualquier punto de segundo orden oprime brutalmente a quien busca más del mundo. Entre los que se contentan con el sol de esta tierra y los que buscan otros caminos, están unos terceros que son los que resignan.

Con melancolía y ternura, mucho se ha cantado a nuestros

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte quizá la más fulgurante, de la que fue propulsor el propio Héctor Manuel Carrión. Después la invisibilidad, el aislamiento como tanto recalca en sus poemas, más tarde el olvido.

Poca es la obra de Héctor Manuel Carrión que ha sido reproducida después de su fallecimiento, hasta esta investigación su obra se consideraba perdida.

No se conoce la totalidad de su producción literaria, ya que la principal fuente de divulgación por entonces no era el libro, sino las revistas, cuya vida fugaz por naturaleza contribuyó a que la obra de Héctor Manuel Carrión reposara en el olvido. En Loja hubo muchas publicaciones periódicas y variadas, algo que llama la atención habida cuenta de la población existente a fines del s. XIX e inicios del s. XX. El álbum literario y la Revista científico literaria del Colegio Bernardo Valdivieso fueron los medios más habituales en los que Héctor Manuel Carrión dio a conocer sus textos.

Frecuentemente basamos nuestros juicios en mapas, que falsifican lo que en realidad se escribe. En las antologías nunca

están todos los que son ni son todos los que están, igual sucede con la mayoría de estudios académicos sobre un determinado autor, que la crítica diseca para lectores poco prevenidos y que nos son obsequiados como referentes o hitos. Una vez instaurada la industria del libro, muy poco se ha indagado en la obra de escritores de la provincia, que divulgaron su producción en círculos reducidos.

Mario Campaña Avilés asevera que, aunque Arturo Borja y Ernesto Noboa son los autores más importantes del Modernismo ecuatoriano, en ellos no se expresan todos los matices ni la variedad de este movimiento literario. Sin duda, presencias como la de Héctor Manuel Carrión cambiarían todo el panorama de la literatura y la historia del pensamiento ecuatorianos. Nuestro poeta es el eslabón de una larga cadena de autores nacionales y extranjeros, que sentaron las bases de lo que hoy es la actual poesía. La escritura de Héctor Manuel Carrión se reviste de especiales particularidades, dadas las condiciones de doble aislamiento vividas: el aislamiento geográfico

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte del último rincón del mundo y el aislamiento que el propio autor se procuró, renuente a reconocimientos y cargos por una coherencia y sencillez admirables, las

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mismas con las que su gran espíritu recogió todas las fulguraciones del mundo y sus instantes desde estos parajes provincianos.

Aproximación o aventura biográfica Merecería la pena no vivir con tal de que a uno no le hicieran una biografía.

Ciorán

Q

ue no nos asuste la falta de datos biográficos, en primer lugar debido a la indiferencia con que se suele tratar los documentos que tanto aportan a la comprensión de nuestra tierra y, en definitiva, a nosotros mismos; en segundo lugar, debido a que el propio Héctor Manuel Carrión no se aplicó a la hora de figurar en las crónicas de la época. De otra manera no se explica cómo, teniendo como admiradores a todos los estudiosos de la literatura de entonces, su nombre figurara únicamente en unos pocos estudios de fervorosos discípulos suyos.

En mi indagación he recogido datos dispersos, incompletos, pero lo incompleto sólo amedrenta a aquel que cree que

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un espíritu infinito se puede apostrofar en una serie de datos cronológicos y en la enumeración de publicaciones. Una vida es más que eso, más que la simple circunscripción a un determinado movimiento, generación o localidad. Más aún en el caso de un hombre universal, abierto a todas las corrientes de pensamiento, de un hombre que más que escribir en papeles escribió en el alma de los jóvenes lojanos de entonces, jóvenes que forjaron el arte, el pensamiento y los ideales, que nos han sostenido y nos siguen sosteniendo. En palabras de Benjamín Carrión, “la historia (…) ha de respetar el dato, ha de integrar verdaderamente el archivo, ha de utilizar y compulsar el documento. Pero de allí

a ser fotográfica reproducción de lo externo dista mucho, porque la verdad externa es la menos verdad de la verdades” (Carrión: 2002, 4).

En Héctor Manuel Carrión, las cualidades y las urgencias fueron exigidas en el grado máximo, fue un hombre metafísicamente extremo, constituye una figura épica con extrañas afinidades con otros espíritus, como el del poeta alemán George Tralk. Los dos pasaron por su época ajenos a ella, avizorando un más allá, siempre bregando por cambiar su tiempo, incomprendidos por su medio, con obra poco publicada, apenas rozaron el mundo material, ignorando dónde iban arrastrados por el fuego de su pasión para después sumergirse en la larga noche a la que el infinito les empuja. De Héctor Manuel Carrión, hombre singular, bien se puede decir las palabras de otro hombre singular como José Ángel Valente: “Vivió ligeramente a un lado de su vida, para que todo parecido con su supuesto personaje fuese sólo atribuible a involuntaria coincidencia” (Valente: 2011, 181).

Para un hombre como él,

la vida es lo que se nos escapa mientras nos ocupamos llenando cuartillas, persiguiendo reconocimientos, por eso dejó el germen de su pasión en el alma de todos los que le conocieron, aquellos que de él hablan con veneración, como el maestro, el forjador, el visionario, como una especie de mago que dejaba el fuego de su espíritu en todo aquel que se le acercaba “su verbo iba adquiriendo la máxima expresión y sonoridad: se iluminaban sus ojos zahoríes y su frente nimbándose de un fulgor inusitado y casi extrahumano, dejaba entrever la augusta majestad ideológica que germinaba en su cerebro iluminado” (Guerrero: 1954, 4). Eso no puede constar en antologías ni en estudios, eso permanece en la impronta del que lo recibe y da testimonio de ello.

Héctor Manuel Carrión es el hermano amado de Benjamín Carrión. “Cuando el querido hermano mayor ya muerto me contaba los cuentos que a todos nos han contado, aún antes que Shakespeare, La Fontaine, Andersen” (Carrión: 2002, 3).

Esta es la más remota señal de la existencia de Héctor Manuel

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte hacían un trabajo vital que mejor que ellos nadie pudo hacer y los mulos hicieron un trabajo que los ennoblece, en sus lomos transportaron toda la ciencia y el arte de la época, a lomo de las bestias venían todos los personajes literarios de entonces, como Raskolnikof, Ana Karenina, Dupin, Lady Madeline Usher, Louise Leclercq, Herodías o Monsieur de Phocas. Después de meses en barco, los libros atravesaban escarpadas montañas, valles y planicies, sobreviviendo a las ventiscas, a la aridez de algunos terrenos, a los filosos abismos, que sus atormentados autores no imaginaron ni en el peor de sus delirios de opiómanos, y venían a nutrir el pensamiento de la juventud audaz que se hace eco de una ola, que empezó con los enciclopedistas y que llega con toda su energía a sacudir las mentes y los corazones de una generación que soñaba y luchaba, tan lejana de las geografías donde ya esas ideas eran paraíso ganado. Traspasando las fronteras del nuevo siglo surge una nueva generación, hermosa generación emocionada y fogosa llena de empuje para propiciar nuevos tiempos

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y con unos espíritus anhelantes llenos de una fe profunda en el ser humano, una generación de la que considero precursor a Héctor Manuel Carrión. “ Y dijimos entonces: ¡Oh hermanos! Queremos compartir con vosotros el pan candeal de nuestros ensueños, queremos llevar a la sangre empobrecida de los que no creen en la vida y en sus eternas promesas la sangre fresca y nueva de una juventud pletórica de sentimientos, ávida de lucha, noble y fuerte capaz de imprimir dirección a la época ensombrecida y tétrica y violentar el ritmo de nuestro dinamismo social” ( JARAMILLO: 1919, 4).

Héctor Manuel Carrión es el hermano mayor de toda esa juventud que levantó la mirada más allá de estos cielos, evidenciando una titánica voluntad de progreso humanista y científico de una urbe pequeña de costumbre coloniales de entre 3.000 y 6.000 habitantes. Los coetáneos de Héctor Manuel Carrión fueron José Alejo Palacios, Agustín Cueva, Miguel Sánchez, Emiliano Mora Bermeo, L. Benjamín Jaramillo, Darío E. Palacios, Miguel M. Luna, Lastenia Larriva de Llona, Rosario Carrión Burneo, Benjamín Endara, Clodoveo Jaramillo Alvarado, Manuel José

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte dos ríos, cuando el poeta se enternece con el recuerdo de su tierra lejana: “Todos los creadores lojanos, casi sin excepción, le han cantado al río, al río que siempre ejerció una especie de fascinación sobre el hombre de estas tierras (…). Lo que más se asemeja al paso del tiempo es el paso del agua, y no es que el espíritu de Heráclito renazca en nosotros, no, solo hay que verlo con ojos buenos para comprender que es así: estar a orillas del río es sentir como pasa la vida, es comenzar a entender el sentido del tiempo. La vida es eterna y cambiante como el río. El río lleva hasta el mar y el mar a cualquier lugar del mundo” (PALADINES: 2005B, 126)

Río que acarició los pies de los niños de entonces, que los sumergieron traviesamente en sus aguas, y los pies de los montes de caprichosa ondulaciones, cubiertos de mazorcas, de frutales, de eucaliptos, ondulaciones verdes que al atardecer se encienden con el sol crepuscular y que muestran un resplandor rojizo, desde atrás, desde antes, como un incendio que desde antaño nos recordara la chispa de luz que hay en todo hombre, chispa que germinal y deslumbradora se sembró en el ser del poeta Héctor Manuel Carrión.

Malacatus y Zamora, ríos testigos sonoros de las vidas de nuestros poetas: “Sobre piedras propicias escribimos/ nombres de amor y datas transparentes/ que en la tersura de la piel del río/ hacíamos rebotar en besos breves/ en el limo del fondo nuestros sueños/ guardados y perdidos para siempre” ( Jaramillo: 2013, 50). Manuel Agustín Aguirre, en el poema “Río Zamora, el de mi infancia”, escribe: “Con tu tejado de vidrio/ eras mi patio y mi casa/ toda mi infancia se asoma/ a las ventanas del agua” (Aguirre: 1988, 26).

Al costado de los ríos se ha ido extendiendo la ciudad, como se extiende una mujer enamorada junto al cuerpo que ama. Los niños de entonces no tuvieron canchas del fútbol hasta 1924, fueron felices con tirajebes, el juego de la moña, el volar de las cometas hechas con sus propias manos, y jugaron con pelotas de trapo hechura de sus madres, pelotas de trapo que tenían hecho un forro con ojales para poder lavarlo y dentro contenían la vejiga de una res hábilmente inflada.

Imagino feliz la infancia de los Carrión Mora al amparo de

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la mujer más piadosa que pudo existir, como definió Benjamín a su madre. Los niños crecían entre paseos por las propiedades de la familia, bajo sauces melancólicos y frutales y entre los estudios de los que Filomena se encargó.

Ser el mayor de diez hermanos de una familia, que perdió tempranamente al padre, imprimió ese carácter de apostolado que tiene la vida de Héctor Manuel.

A veces pareciera que, en un alma, algo se queda del caos primitivo de la primera mañana del mundo, un hálito de fuego que a veces se huracana y golpea y golpea el alma de quien lo aloja, un anhelo, una inquietud que se vuelve vértigo, tensión, hacia lo infinito. Benjamín Carrión describe ese río hondo, claro y tormentoso que es la existencia de Héctor Manuel Carrión: “La vida sensible, contrariada, vibrante como cordaje de violín que fue la de mi hermano, ese amigo luminoso y triste de mi infancia y adolescencia” (Carrión: 1989, 51).

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Juventud El frío y la noche cubrirían la tierra, y el alma se hundiría en la miseria, si los buenos dioses no enviaran de cuando en cuando al mundo a tales adolescentes para rejuvenecer la marchita vida de los hombres.

La muerte de Empédocles de Hölderlin

E

n 1892, Héctor Manuel Carrión cursaba el tercer año de Humanidades en el Colegio Bernardo Valdivieso. Sus compañeros eran, entre otros, Francisco Mena y Roberto Molina y las asignaturas que recibían en este año lectivo eran: Fundamentos de religión católica, Gramática latina, Traducción, Gramática castellana, Geografía, Historia, Aritmética y Urbanidad. Toda esta formación humanística se impregnó en estos chicos de catorce años. Héctor Manuel tenía demasiada vocación artística para ser filósofo y demasiada vocación filosófica para ser artista, su talento lo pone a la consecución de múltiples conocimientos.

Estaba demasiado preocupado por el destino del mundo para pensar en su sola salvación personal y, sin embargo, se esforzaba en buscar soluciones para sus ne-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte cesidades individuales y sociales.

El 15 de marzo de 1907, El Fénix publica la posesión de los cargos de profesores de Filosofía y de Historia del Colegio Bernardo Valdivieso, Héctor Manuel Carrión y Pío Valdivieso respectivamente. El mundo y la vida a principios de 1900 se veían completamente limitados y restringidos, su poesía se llena de la cosmovisión de la época, la angustia de saber que con la presencia de la guerra se desintegraba una cultura, el sueño de una justicia social convivía con el pesimismo por la guerra mundial y por la orfandad de esta ciudad.

Su espíritu buscador ha consumado el gran salto, traer a la lejanísima provincia todo el poder substanciador de los libros, gastando todo el dinero de su herencia paterna y poner toda su biblioteca al alcance de los sedientos jóvenes lojanos a los que se les abría todo un mundo de autores que nutrían su pensamiento, su sensibilidad, su sentir en esta hoya lojana, tan alejada de París, de Madrid, tan alejada de todo.

Al respecto, dice Benjamín Carrión: “Y nosotros empezamos a leer todos los libros —que acaso

sólo se leían por los hombres de mi generación en este rincón del mundo— (….) y nos servían para largas discusiones sobre, cosas divinas y humanas, sobre Dios y el Diablo” (Carrión: 2002, 6).

En su obra Identidad y raíces, Félix Paladines señala, respecto a la situación geográfica de nuestra provincia, que: “El hecho de ser una provincia fronteriza alejada de los centros de las grandes decisiones, sin caminos o con caminos muy malos de temporal, en vez de convertirse históricamente en un obstáculo ha sido hasta determinado momento (hasta que el país se integra internamente ya bastante entrado el siglo XX) una ventaja con respecto a las provincias ecuatorianas” (Paladines, 2005a: 64). Paladines indica las enormes distancias a lomo de mula que había que recorrer para llegar a la urbe más cercana y asevera que Loja se comunicaba con el mundo a través de los puertos de Paita y Tumbes. Los arrieros lojanos llegaban a todo sitio y no sólo para traer alimentos, sino también los géneros para vestirse, encajes, pequeñas máquinas, medicinas, perfumes, etc.; estos hombres sencillos y cantarines

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte poeta como un ser incógnito, víctima de su interminable y fogosa inspiración, eterno buscador de un ideal que debe renunciar a lo que el mundo le ofrece.

Mucho se ha especulado sobre esa soledad de asceta en la que Héctor Manuel Carrión se fue sumergiendo, algunas de estas especulaciones se refieren a una frustración por no haber podido marcharse al extranjero, lejos de esta tierra que habría sido poco para su espíritu inquieto, puesto que la mayoría de la gente de su generación se marchó fuera de Loja. Un poeta de su sangre, Alejandro Carrión, nos dice en los desgarradores versos que el recuerdo de la soledad de Héctor Manuel Carrión inspiran: “Así tu soledad en tu sangre y en tu aire/ con su clima de fuego, de angustia de sollozo/ con su desierto en llamas que ningún pie conoce/ con sus arenas crueles con sus oasis ciegos (….)/ desterrado del mundo de los suaves colores/ de las dulces palabras, del amor, de la risa” (Carrión: 1954, 10).

Estremece la soledad sin nombre de Héctor Manuel Carrión, no se casó, no tuvo hijos, luchó de forma épica contra la

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tristeza y el abandono, renegó ser el poeta que achaca sus desgracias a los demás antes que a sí mismo, atroz defecto que caracteriza a algunos sentimentalistas, y terminó entregándose al abrazo ardiente y poderoso de la soledad que apenas mitigaba con el Sol de Ica, alejado de las cosas del mundo y amante de una existencia anónima, de un hacer de la escritura, una inocente ocupación. En la Revista Literaria de 1902 del Liceo Bernardo Valdivieso, en la que Héctor Manuel Carrión es vocal, aclara: “No es pues la vanidad, el móvil que ha impulsado a los jóvenes del Liceo a dar luz a algunos de sus trabajos, porque esa juventud piensa a una con el inimitable prosista ecuatoriano, que la vanidad es un pozo en el que se ahogan los muy pequeños”. Con este pensamiento de nuestro poeta, no nos extrañe que parte de su obra esté escrita con un seudónimo que, en un próximo trabajo, desvelaremos.

Un hombre sin pretensiones de representatividad, sin vanidad, con una timidez que lo paralizaba ¿cómo podía triunfar en una época en la que se valoraba la apariencia, en la que se presumía

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Aguirre Sánchez, Carlos Manuel Espinosa, Francisco Monteros y otros nacidos después de 1900, como José Miguel y Alfredo Mora Reyes, Adolfo Valarezo, entre tantos hombres y algunas mujeres borrados por el tiempo.

En El álbum literario, una publicación que se mantuvo entre 1904-1906, realizada por una imprenta lojana, sus editores suscriben las siguientes palabras: “Nuestra labor será entusiasta, como que somos entusiastas, como que somos entusiastas admiradores de lo bello, será duradera como son duraderas las labores de la paz” (Rodríguez: 1948, 29).

No hay evidencias de algún viaje largo de Héctor Manuel Carrión y esta ausencia de viajes lo obligó a un movimiento interior, porque mientras hay más quietud es más grande el mundo onírico, sus viajes fueron a través de los autores que amó y a los que difundió con tesón.

Sin duda toda la convulsión política que enmarca nuestra historia literaria aumentó las preocupaciones y tensiones en Héctor Manuel Carrión, por su naturaleza abierta a captar las

emanaciones de los hombres y del universo.

Más tarde lo tenemos como un preclaro maestro del Colegio Bernardo Valdivieso. En esa institución definitoria de la cultura lojana, Héctor Manuel Carrión escribe disertaciones literarias para sus alumnos y las publica en el órgano de difusión del colegio, la Revista científica y literaria. Su vocación de maestro, su inquietud innata, lo lleva a estudios profundos de toda índole, desde la filosofía hasta la educación física, es esta época la que más recuerdan los que le conocieron, es la más prolífica, son asiduas sus publicaciones en la Revista científica y literaria del Colegio, aunque ya en esta época la tristeza que le acompañará toda su vida se hace presente, quizá por la incomprensión que en esta urbe recoleta tuvo que enfrentar, urbe que Benjamín Carrión define así: “Provincia, provincia divina y tonta ustedes no saben lo que es leer a Baudelaire, a Rimbaud en la provincia más provincia del mundo (…..) morfinómanos sin morfina, paraísos artificiales, entre gentes que a lo más como un crimen se han tomado alguna vez

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte unas copas de vino de consagrar” (Carrión: 1989, 60).

No es difícil imaginar a Héctor Manuel Carrión cruzando los patios del Colegio Bernardo Valdivieso con su porte elegante, su aire meditabundo y en soledad, en perpetua lucha y cuestionamiento de lo instituido, lucha que hizo un cerco a su alrededor.

El viejo ambiente conservador hacía que la gente biempensante se alejará de él, consideraba que su postura descreída le convertía en un mal hombre por no practicar los sacramentos.

Madurez y aislamiento La inmensidad del vivir solo del sólo vivir

H

María Zambrano

éctor Manuel Carrión se encuentra o elige la soledad, su ojo y su espíritu instauran formas diferentes, encuentran belleza en lo más pequeño y desapercibido donde cada especie tiene su dignidad y cada instante su belleza. Para Héctor Manuel Carrión no hay una razón suficientemente grande para creer2

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nos superiores a los seres más pequeños. Su hermano Benjamín Carrión recuerda ese manantial de ternura cuando bañaba a una pobre perrita sarnosa y la bañaba cantándole, cuando salvaba los nidos de los pájaros de las pedradas de los otros chicos, y recuerda especialmente cómo se maravillaba ante el pequeño botón de una rosa y su extraordinario esplendor. Clodoveo Jaramillo Alvarado nos cuenta que Héctor Manuel Carrión amaba la tertulia bondadosa y sencilla de la gente anónima. Su ensayo El cactus sin espinas2 está dedicado a los campesinos y crianderos de la provincia, porque él se fascinaba con la naturaleza, pero no desde la remisión que de ella puede traernos un cuadro en el salón de una casa señorial de entonces, sino desde su observación minúscula y profunda, observación que nunca dejó de asombrarlo y que él supo transmitir con maestría en su escritura y en el corazón de su hermano menor Clodoveo, un científico tan tímido como él. En uno de sus

Publicado en la Revista científica literaria, año II, nº 14, febrero de 1915.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte ensayos, Héctor Manuel Carrión escribió “sumerjámonos en la naturaleza vivificante y armoniosa, que es la única que no puede engañarnos”. Observación amorosa del medio, tratando de encontrar una realidad oculta, la realidad invisible que revela la naturaleza a través de sus procesos y que hace legible el mundo, lectura de la que Héctor Manuel Carrión nos hace partícipes abundante y plenamente en sus escritos.

Héctor Manuel Carrión veía ante sus ojos un mundo carente de autenticidad, un tiempo que corría llevándose a los amigos, a los familiares, que debían cumplir otras expectativas más altas, algunas de las cuales tardaron y tardan en cumplirse. A su condición doliente hay que añadir la consabida soledad del escritor que, al elegir su destino, elige “un papel terrestre terriblemente solitario como si al asumir el amor, la búsqueda de la libertad y la paz por medio de la palabra se hubiera decidido por tres objetos sobrenaturales (…), un atroz anhelo no correspondido o una dicha condenada al tormento (….), pero los hombres de este minuto son máquinas paridas con una

armadura invulnerable al incendio de la rosa y al incendio de la vida” (Carrión: 1984, 223).

Héctor Manuel Carrión parece encarnar todas las contradicciones de su tiempo y de la sociedad lojana de finales del siglo XIX e inicios del XX especialmente, pero sus múltiples inquietudes, sus actitudes e intereses permanecieron coherentes a lo largo de su atormentada y solitaria vida.

Soledad del corazón

U

n personaje de Dostoievsky dice que para un idealista, para un hombre de afecto profundo la simple existencia de una hoja de primavera mecida por el viento justifica la existencia del universo entero. Así lo sintió Héctor Manuel Carrión derramando una mirada inocente, cargada de bondad sobre todo su alrededor. Amó el mundo y sus seres con la intensidad de los grandes líricos y los amó como un romántico, como uno de aquellos seres inadaptables a la existencia que, sin ser comprendidos, la atraviesa, soñando y padeciendo.

Héctor Manuel Carrión define al

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte y suprema, antes y después de nosotros, unificando un universo simple y milagroso, saber vivir anónimamente entre estos dos lados, sopesar los misterios del mundo y los hombres y amarlos hasta donde la palabra duele, es el designio del poeta Carrión, superando la orfandad y la indigencia cultural del último rincón del mundo. No tuvo cargos públicos, no estuvo en el poder, sus publicaciones son pocas, desconocido entre los desconocidos, ¡pero su esencia se sembró en lo más hondo del alma de sus coetáneos! ¡Qué simples son los acontecimientos esenciales, que poco ruido hacen los grandes prodigios!

Su vida fue un señero de coherencia, fiel a sus convicciones, militante del amor más grande que se conozca, rebelde, lleno de ternura, vivo, palpitante. Su vida y obra no fueron un cúmulo de sutilezas calculadas, incomprendido y rechazado, Héctor Manuel Carrión ahondó con ojos limpios y pies desnudos en el hueco donde se generan los ideales, a ese fuego se entregó, haciéndose uno con él.

Su trayectoria puede consi-

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derarse como un intenso, consciente e incluso frenético intento de basar su existencia sobre una verdad fundamental, sobre una verdad única y absoluta. En Héctor Manuel Carrión la escritura, que es vida, conforma un camino para buscar esa verdad y no es evasión, la escritura constituye una forma más honda de abordar la realidad y resolver las preguntas que esta plantea desde la esencia misma del ser humano y considerando todos sus requerimientos, a los cuales acudió el poeta. Héctor Manuel Carrión nos dejó un legado valioso, compuesto de ensayos donde se evidencia su interés profundo por todas las áreas del conocimiento, desde los temas eternos de la filosofía hasta lo más desapercibido como puede ser las investigaciones para procurar forraje para el ganado o los rubores, la perplejidad que puede sentir una persona, magistralmente descritos en sus estudios sobre la timidez.

En La inmortalidad de la luz se funde el pensamiento racional y científico y el matiz del filósofo que plantea la eternidad, la historia, las grandes batallas y conquistas, un resumen de la trayec-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte de las haciendas y los arrimados con los que se contaba? Los últimos años de su vida constituyen un paradójico tránsito, una lucha entre el abismo que se le enredaba en los pies y el impulso hacia lo alto, y siempre esa soledad que lo circundaba y de la que el propio Héctor Manuel Carrión dice: “Amor y olvido Del pecho herido Por el desdén Que ha marchitado mi aspiración Y ha hecho jirones mi amor Por eso busco la soledad A los embates de la tempestad”.

Tempestad negra, honda y cerrada, que se abatió sobre un espíritu desolado y frágil, ya fatigado pese a su relativa juventud, fatiga y desengaño que nunca se volvió contra nadie, porque tuvo la convicción de que quien ha nacido poeta nunca malvado ha de ser.

Sólo, como fuera de este mundo, exiliado en su propia tierra, ensanchando, abriendo una vida onírica que fue la única que le fue posible vivir. Anhelante de un ser que mitigue las penas de nuestra soledad con un amor al que siempre somos acreedores,

so pena de que el corazón, que para sentir y amar fue creado, se seque al fin o estalle en mil pedazos al impulso del dolor que lo consume. Y su corazón, antes de estallar, en un intento de salvarse elige la vida de un asceta. El hombre más sólo es el más fuerte, Héctor Manuel Carrión renuncia a todo porque aquel todo no llenaba su alma.

Arturo Armijos Ayala nos cuenta que conoció a Héctor Manuel Carrión en el año 1924, lo recuerda de atrayente figura, de barba ensortijada que enmarcaba su rostro varonil, en sus ojos claros una tristeza infinita, vestido con una extraña indumentaria, ebrio repitiendo algunos versos pero sin perder la elegancia, para estos años la mayor parte de sus amigos se habían marchado y otros preferían ignorarle, vivo todavía su espíritu en un cuerpo debilitado por el alcohol y por la terrible falta de cuidado que solo una mano amorosa sabe proporcionar, iba desde su casa en la calle 10 de agosto hasta una cantina de la calle Colón.

El idealista, el romántico ha dado paso a la resignación, al abandono del que se entrega,

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte franquea el umbral del crepúsculo y deja que la nube de tormenta, que siempre lo amenazó, se cierna sobre él al tiempo que adelanta sus pies al socavón que lo persiguió siempre, adelanta sus manos para que se cumpla su destino.

La muerte

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n el mito de Sisífo, Camus señala que suicidarse es admitir que se ha sido sobrepasado por la vida. Héctor Manuel Carrión admitió que el amor que exaltó al mismo tiempo consumía su vida, porque no hubo nada ni nadie tan intenso y puro como el amor que emanaba de su ser: “Dulce es morir, hundirse en el reposo y el olvido, cuando nuestra alma enferma, no puede cicatrizar las llagas, las tremendas heridas, que nos han producido los rigores de la suerte, la injusticia y la maldad humanas” Héctor Manuel Carrión3 Charles

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Baudelaire y la decadencia en la literatura y en la vida En Revista científica literaria, año I, nº 9, pág. 157 Palabras estremecedoras que escribió Héctor Manuel Carrión, anhelando un reposo y una amor que la vida le negó, y aunque sus últimos años era una sombra de sí mismo, según recuerdos de sus discípulos, todavía tuvo que pasar mucho tiempo, hasta la mañana de su muerte, en la soledad más enorme que imaginar se pueda el 14 de julio de 1929. “El hermano que le había señalado los pasos.

Unos eran de sombras y era necesario darlos. Dando traspiés y cayendo. Y allá abajo, sonriendo, sin huesos, sin guadaña la muerte”. (Carrión: 1989, 291).

Por su parte algunos de sus discípulos se refieren a una muerte trágica. El día de su muerte no tiene más importancia que la caída de una hoja, excepto para los pocos amigos que lo recordaban.

Héctor Manuel Carrión, Charles Baudelaire y la decadencia en la literatura y en la vida.

Publicado en la Revista científica literaria, año I, nº 9, p. 157.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Influencia Todo reflejo es un descanso de la luz.

Duodécima poesía vertical de Roberto Juarroz

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l mes de su partida, José Miguel Mora Reyes publica un conmovedor ensayo sobre Héctor Manuel Carrión, editado en Quito. Por su parte Víctor A. Guerrero después de 23 años de pavoroso silencio, escribe sobre el poeta Carrión, conmovido por el imborrable recuerdo que el maestro había dejado en su vida de estudiante bernardino, y luego su sobrino Alejandro Carrión, 24 años después de la muerte de Héctor Manuel Carrión, publica unas estremecedores versos, que tiene como epígrafe Laurel de sombra, poema desgarrador de la tensa y paradójica vida y poesía de su tío Héctor Manuel Carrión. Después, silencio otra vez hasta el año 1977, año en el que Arturo Armijos Ayala escribe sus Apuntes evocadores.

Los poemas escritos por Alejandro Carrión, evocando el día de la muerte de Héctor Manuel Carrión, tienen como motivo central Laurel de Sombra, uno

de los que más define la vida de Héctor Manuel Carrión y que se divide en cuatro títulos: La soledad, la sed, la tristeza y la muerte; es decir, una amalgama de todo lo que constituyó el centro doliente de Héctor Manuel Carrión.

Héctor Manuel Carrión se mantiene puro, poseído por el lirismo más hondo, conmueve saber que ese adolescente hermoso y tímido ardió en soledad, apartando tinieblas para poner al descubierto los ángulos más claros, lo más auténticos, lo más íntimo que sacude las raíces de lo existente y hace que el transcurso vital propio y el de los que lo rodean no se sumerja en la banalidad.

Héctor Manuel Carrión practicó un cristianismo original y primitivo, que se encarna en el verbo de varios de sus escritos y, especialmente, en su vida.

El poeta Héctor Manuel Carrión nos muestra lo verdadero de un espíritu y un corazón puestos totalmente a disposición de la sabiduría, entendida esta como la simple y olvidada capacidad de celebrar los pequeños y grandes dones de la vida. La vida que transcurre, intemporal

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Nota a la edición En la presente edición, en la que se incluyen solo una muestra de los textos de Héctor Manuel Carrión recuperados, se ha transcrito una reseña, dos ensayos y una selección de su quehacer poético, reproducidos fielmente de los originales hallados en publicaciones periódicas de la época. Queda para una posterior edición la recuperación de otros textos de Héctor Manuel Carrión, como sus ensayos Charles Baudelaire y la decadencia en la literatura y en la vida, Conquista de la personalidad, Disertación acerca de las diferentes formas literarias y especialmente del romanticismo, Sobre cultura física de la juventud; las narraciones Dolores, Enrique Alfieri, Imposible y Dos penumbras; y los poemas Éxodo trágico, Resignación, Si fuera y Alcibíades, entre otros.

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MARÍA de Jorge Isaacs5

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euniendo las cualidades de tres sistemas literarios, la llamaría yo del género realistaclásico-romántico: realista, pues nos pinta con esa naturalidad encantadora, que le es característica, escenas que de hecho acontecen en la vida real y sentimental de seres puros y sensibles; clásica, por la belleza, mesura y artístico corte de las descripciones, como también por el plan general de la novela, romántica por la delicadeza del sentimiento y por la idealización del amor, purísimo como el de las vírgenes de Sión.

Sin complicados tramas maquiavélicos, sin plantear, como los modernos novelistas, problemas psicológicos y sociales; sin fantasear absurdos y caprichos, desprovistos en su mayor parte de verosimilitud; aún en la esfera más amplia de la comprensión humana, nos presenta sin embargo, con naturalidad y sencillez inimitables, el poema más tierno y delicado, la historia universal

En Mediodía, año III, nº 5, noviembre de 1953, pp. 18–19. El director de la revista era Víctor Aurelio Guerrero. En el texto se indica que está extraído de Disertación acerca de las diversas formas literarias y especialmente del Romanticismo, circa 1900.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte toria del mundo y sus personajes, vistos desde una altura y una proyección singulares para su época, que sólo se consiguen con profundos conocimientos históricofilosóficos y una enorme sensibilidad, dispuesta a compartir poesía y pensamiento a través de un diestro manejo del lenguaje.

En el ensayo de la timidez, el propio Héctor Manuel Carrión es el objeto de sus investigaciones fisiológicas, con un respaldo de literatura científica de avanzada, respaldo que nos sirve para corroborar la inmensidad del esfuerzo de una generación irrepetible, encabezada por Héctor Manuel Carrión, que bien sirven como ejemplo para superar la indigencia cultural del último rincón del mundo, término que él acuñara y que ha sido atribuido a su hermano Benjamín, como muy bien señaló Gabriel García en el año 2005, no es importante, una vez ganado su espacio, la frase ya es de todos, lo que nos debe importar y llevar a la reflexión es en qué punto del camino soñado por este hombre estamos, ¿cuánto hemos avanzado? Después de este hito que es Héctor Manuel Carrión y otros más, que nos

mostraron el camino, despejado con su visión peculiar e incomprendida, en una ciudad que con ellos, especialmente con Héctor Manuel no fue dulce, pero de la que nuestro poeta nunca se marchó pudiendo hacerlo. Él trazó los itinerarios para que otros lo hagan y conquisten y cosechen la simiente ya fecundada, pero nos fuimos, como él bien dice en boca de su personaje Enrique Alfieri, “en busca de fama, cargos y gloria”. Nos fuimos, en los últimos tiempos, la mayoría en busca del pan, otros tantos se quedaron, muchos luchando con denuedo, y otros resignados.

En este contexto, ¿qué debemos hacer? Aparte de esta iniciativa de la CCE, núcleo de Loja, como es recuperar la obra y figura de hombres de la talla de Héctor Manuel Carrión, sabedores de que, al recuperar figuras señeras de nuestra Loja, se vuelve a marcar las coordenadas de un pensamiento y una poética vigentes todavía por la universalidad de sus temas y el trabajo estético de ellos. ¿Y en este mismo acto de recuperación no se estará manifestando una carencia de producción cultural, que, en las

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte últimas décadas y salvo contadas excepciones, han evidenciado la falta de amor que requiere toda empresa de esta índole?

Indudablemente hay muchos sectores involucrados en dar respuestas a estas preguntas, pero es fundamental volver al punto de partida, porque quizá en tantas bifurcaciones hemos acertado, pero también nos hemos perdido.

De momento hagamos una pausa con el tiempo, quedémonos a la vera de tanta bifurcación y sintamos como el poeta Héctor Manuel Carrión, una vez más, nos trae a “Febo trasponiendo la

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Cordillera Andina”4 y bajo esa renovada luz escuchemos su palabra jocunda: “Dejando a un lado las triviales ocupaciones materiales, levantemos alguna vez los ojos al estrellado cielo, así entreveremos algo de la suprema grandiosidad de la creación y comprenderemos mejor la inefable inmensidad de aquella potencia soberana e infinita que, como dice el ilustre Tolstoi, nos ha llamado a la existencia una sola vez en toda la eternidad, con un único y exclusivo objeto: el cumplimiento del deber. Procurando olvidar en lo posible nuestras miserias sociales, morales y económicas, trabajemos sin descanso en el desarrollo de nuestras energías físicas e intelectuales y así levantaremos nuestra desgraciada población a alturas superiores”.

Editado en El Fénix, revista mensual de literatura, ciencias y variedades, época II, nº VIII, 22 de octubre de 1909, pp. 81–82.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Bibliografía

Juicios críticos

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-Carrión, Benjamín. 2002. Prólogo. En Jaramillo Alvarado, Pío. 2002. Historia de Loja y su provincia. Guayaquil: Municipio de Loja-Senefelder.

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“Poeta y crítico, novelador y filósofo, ha estudiado con profunda visión el espíritu humano y sus múltiples contradicciones, deduciendo de todo ello nuevas normas directrices para seguir con paso seguro por el camino iluminado. Es sugestivo y hondo, elegante y suntuoso. La emoción le domina y la fantasía abre ante sus ojos los jardines de la Quimera, plasmándose uno y otra en páginas de exquisita virtualidad”.

Clodoveo Jaramillo, Loja contemporánea “En los estudios que se han hecho sobre los individuos que han publicado novelas en el Ecuador, largas o cortas, no he sabido que se haya hecho constar ni con la menor referencia el nombre de Héctor Manuel Carrión, no obstante de que en este género se ponga de relieve, tal vez mejor que en ningún otro, su originalidad y buen gusto”.

José Miguel Mora Reyes, Héctor Manuel Carrión “De su obra, ¿qué podemos decir? En numerosas revistas y periódicos se halla diseminada, distendida, como una bandera de rebelión. Rebelión en el arte y en la vida. ¿Qué mejor?”.

Víctor A. Guerrero, Apuntes literarios “Sus novelas cortas mezclaban la inspiración vernácula con el atisbo psicológico”. Ángel Felicísimo Rojas

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte de la muerte circula por su cuerpo y cae al fin desvanecido…

Apenas restablecido un tanto de su intensa emoción, dirígese a la casa de campo donde tantas dichosas horas había pasado con su adorada prima: penetra en el mismo salón donde habían tenido, en días felices, sus amorosas confidencias, la busca y no la encuentra; pasa entonces febril y ansioso al cuarto en que su hermana había dejado sus vestidos y las prendas de su eterna despedida, abre el cofre donde se hallaban guardados y ¿qué encuentra? ¡Dios mío! Sus negros bucles suaves y flexibles, despidiendo aún el aroma para él tan conocido que exhalaba el cuerpo de su amada, el anillo que le había dado en prenda de constancia; las cartas que le había escrito estrujadas de tanto leerlas y medio borradas por sus lágrimas y todos los recuerdos en fin, que le eran de ella más queridos. Dando rienda suelta a su indefinible dolor, grita, llora, apostrofa a Dios con sacrílegas palabras, y ya que el cielo sordo a su dolor le niega el bien que pide, lánzase fuera de sí a depositar el último recuerdo, el postrer símbolo de su inmor-

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tal amor, en el aborrecido túmulo que encierra para siempre el adorado cuerpo de su amada.

Llega al fin (desgarradora despedida que no puedo leerla sin estremecerme involuntariamente, derramando a mi pesar lágrimas ardientes) abraza frenético y sollozante el fatal túmulo; la llama delirante y cuando en el más patético arranque de su terrible monólogo con la muerte, iba a depositar la corona de ciprés sobre la cruz que coronaba el monumento fúnebre, el ave negra de otros tiempos bate nuevamente sus fatídicas alas sobre su agitada frente y se posa sobre los brazos de la cruz, lanzando lúgubre gemido. Lánzase entonces de aquel lugar horrorizado, el galope volado de su caballo hace resonar con eco fúnebre los montes de los alrededores en esa negra noche y el cuadro se disipa al fin en negras sombras y profundas tinieblas…

Acabo de presentaros un breve e imperfecto bosquejo de una novela, o mejor dicho poema, no solo genuinamente americano, sino también de gran mérito literario y originalísimo, quizás el único en su especie que jamás se haya publicado. Las novelas

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte de los primeros albores de la juventud. ¿Qué joven virgen y sensible no ha soñado con María en las primeras vigilias del amor?

Este sublime idilio se desarrolla, no en los suntuosos salones de las grandes ciudades, ni entre los exquisitos refinamientos de la cultura moderna, sino en el seno de los encantos primaverales de la naturaleza; en una bellísima casa de campo, circulada por floridos rosales, entretejidos de trepadoras madreselvas, que besaban las ventanas de la casa, rodeada de aromáticos limoneros y de naranjos coposos, cuya fruta es la delicia de los niños y el edén de las canoras y variadas aves de los países tropicales, que piaban brincando en sus frondosas ramas, con deliciosa algarabía. Desde allí se divisaba el manso río fecundizador del Cauca, en cuyos cristalinos y profundos remansos, cruzados por ligeros peces, se veían nadar millares de silvestres flores. Más allá la montaña, a cuya cúspide se podía subir por tortuoso sendero que conducía a las rústicas, pero aseadas y poéticas casitas de los sencillos y hospitalarios campesinos. De allí se podía divisar en

toda su extensión el grandioso panorama del Cauca, el hermosísimo valle, los plateados ríos, y más lejos, a la luz del ardiente sol americano, las blancas y uniformes casa de la ciudad.

Una niña de perfiles árabes y corazón semítico, ama al autor de la obra, con aquel amor purísimo e ideal, que sólo pueden producirlo la inocencia, unida a la exquisita sensibilidad y a la virtud ingénita; y es amada de Efraín con un amor igual al suyo: inocente como que brotaba de un corazón virgen que todavía no había saboreado los tósigos del vicio, las crueles realidades de la vida, ni el rudo embate de las pasiones; y sin embargo ardiente como el corazón del poeta y sencillo como el de la bella niña a quien amaba. Efraín y la bellísima María se habían instintivamente amado desde su tierna infancia y cuando después de once años de ausencia, volvieron a encontrarse nuevamente, en el inefable regocijo de la primera velada, los párpados de la niña permanecieron obstinadamente velados por el pudor, hasta que alza a verlo al fin venciendo la timidez de su carácter: en sus ne-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte gros ojos se refleja de súbito misteriosa e indefinible expresión y le sonríe entonces como en la infancia le sonreía, esa sonrisa hoyuelada, dice Jorge Isaacs, era la de la niña de mis amores infantiles, sorprendida en los labios de una virgen de Rafael. Desde entonces se inflama en sus pechos purísima pasión: sus tiernos diálogos, d’aprés nature, como dice un crítico español, solo expresaban a medias, y según los más rudimentarios procedimientos de la naturaleza, la pasión que los devora; y cuando encontrándose furtivamente solos, les pasaban las tenues convulsiones de la modestia, entonces poseídos de estático marasmo, “sus ojos soñolientos con el sueño del alma”, se confundían largas horas en una sola mirada. ¡Ah!, ¡feliz quien ama y es amado con delirio! ¡Feliz quien, en el amargo derrotero de la vida, puede amar a un ángel de la tierra como la ideal María y de él ser correspondido!

Desgraciado aquel que teniendo corazón y sentimiento sólo tropieza en la carrera de la vida con seres degenerados, en cuyas, al parecer, amorosas miradas, bastarda expresión de un corazón

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a muchos entregado, encuentra únicamente la ponzoña de un ser que ya no ama, ni puede amar a nadie. Sí, ¡fatal mil veces!, porque nunca podrá lograr esa suprema felicidad “que comprada para un día con las lágrimas de toda una existencia, recibiríamos como un don de Dios”. Feliz mil veces el que, inebriado de amor recíproco, puede adorar a la mujer querida, “con el amor con que se amaban Adán y Eva en la primera mañana de su vida!”.

El hermoso cuadro de estos dos amantes inmortales se destaca en medio de un fondo de los más risueños colores, aunque velados a veces por negros nubarrones, que, conforme avanza la historia, se va condensando más y más, hasta que acaban de oscurecerlo por completo, cubriéndolo con sus negras alas. Un ave negra, sin duda la fatalidad que se complace en atormentar los corazones más felices, cierne sobre ellos sus fatídicas alas, precisamente en el momento en que sus almas, para siempre unidas por el misterioso fluido de la simpatía se enviaban recíprocos mensajes de inmortal amor.

Efraín matizaba entretanto

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la inefable monotonía de su pasión y el peso de sus tristes presentimientos, con cacerías admirablemente descritas por el autor, con excursiones frecuentes a la montaña, donde nos hace penetrar en los encantos de la exuberante vegetación, de la espléndida flora americana; con visitas a sus simpáticas amigas Lucía y Tránsito, cuya ingenua y encantadora narración, nos hace comprender la sencillez de las costumbres, la bondad de la patriarcal vida de nuestros campesinos, y con paseos a casa de la original mulata Salomé y a las haciendas de sus dos amigos Carlos y Emigdio, tipos admirablemente trazados: nos representa el primero a la mayoría de los jóvenes, futuras medianías, en las primeras evoluciones de su juventud y el segundo al estudiante a la fuerza, que renegando al fin de libros y colegios, vuela desalado a su rústica vivienda, donde vuelve a encontrar en las rudas faenas domésticas, a las que siempre estuvo acostumbrado, el verdadero elemento en que naturalmente respira.

Llega por fin el temido, y, sin embargo, natural y lógico desen-

lace de la obra: el viaje de Efraín a Europa lo preludia demasiado elocuentemente, pues la fatal epilepsia que, curada momentáneamente por la dicha, debilitada lentamente los sensibles nervios de la niña y agotaba las fuentes de su preciosa vida, iba a llevarla prematuramente al sepulcro, a hacerla morir de amor. En el centro de la ciudad más populosa del orbe, recibe Efraín la amarga noticia del eclipse de su amor: corre, vuela, acorta las distancias, llevado en alas de su pesar inmenso y llega al fin anhelante y trémulo a la paterna casa. Lánzase desesperado al salón donde creía, esperándolo, encontrarla; percibe un bulto en lontananza, arrójase en sus brazos y ¡por fin te vuelvo a ver! Exclama. ¡Ay no! Respóndele su afligida hermana, arrojándose a sus pies. Sale entonces su querida madre y oprímele contra su seno, poseída de maternal ternura. Ajeno en ese tremendo instante a las demostraciones filiales ¿dónde está? Pregunta nuevamente con ansiedad inmensa y contéstale su madre con acento de infinita tristeza. –Hijo de mi alma, en el cielo. Núblanse entonces sus ojos, siente que el frío

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Pero el sol con los doce mundos que giran en su torno no está aislado en el espacio, no es más que unas de las innumerables estrellas que forman la vía láctea y el mismo probablemente gira, a juzgar por su rápido movimiento de avance en dirección de la constelación de Hércules, en derredor de otro astro situado a distancia prodigiosa.

Siguiendo los astrónomos el mismo procedimiento empleado para medir las distancias que separan al sol de sus planetas, han conseguido también determinar las que nos alejan de las estrellas más próximas a nuestro mundo.

Ahora, si logramos franquear con la imaginación el espantoso abismo de diez millones de leguas que se extiende en todas direcciones más allá de las fronteras de Neptuno, nos encontraremos con la estrella más próxima a nosotros, con nuestra vecina alfa del Centauro. Pero bien, si del sol que dista de nuestro globo 148 millones de kilómetros solamente, tarda la luz ocho minutos en llegarnos, de alfa del Centauro llegará en cuatro años, es decir que no vemos esa estrella como actualmente se nos muestra, sino

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como era cuatro años atrás. Si alfa del Centauro dista diez trillones de leguas de nuestro sistema solar; Sirio, Arturo, Casiopea, Aldeberón, etc. se hallan colocados a centenares de trillones de leguas y su luz emplea decenas y centenares de años en atravesar tales inmensidades.

Pero el universo no termina con las seis mil estrellas que se pueden distinguir a simple vista: la gigantesca mirada del telescopio, asociado a la fotografía, ha penetrado el espacio a profundidades tales, que más allá de las constelaciones y donde el ojo humano únicamente percibe negros espacios que separan las brillantes estrellas que lucen en las noches estivales, ha logrado distinguir colosales hacinamientos de áureo polvo formado por centenares de millones de soles y de mundos, universos lejanos, astros multicolores, irradiando en la inconcebible inmensidad sus luces irisadas y cambiantes. Y cuando se ensanche más el campo de la visión telescópica con los futuros perfeccionamientos ópticos, seguirán apareciendo, ante los atónitos ojos de los observadores, nuevos e incontables

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte que posteriormente se han escrito, siguiendo la senda trazada por Jorge Isaacs, aunque algunas muy bonitas, no pasan, sin embargo, de ser pálidas imitaciones de María. Carmen, por ejemplo, de Pedro Castera, aunque valientemente concebida y escrita en ardiente y vehementísimo estilo, nos presenta, sin embargo, una pasión monstruosa, casi inverosímil que raya en lo salvaje, como el mismo autor lo dice. Carece, pues, de ese matiz eminentemente delicado y poético, de esa naturalidad encantadora, de esa indefinible dulzura de María que embriaga el alma de apacible y misteriosa melancolía, haciéndonos entrever el paraíso de la dicha, sí, felices, por especial bondad de Dios, hemos hallado una niña de angélica belleza, que nos ame como amar sabía María, o la horrible nostalgia del abandono, cuando, desgraciados, nos hallamos condenados a cruzar el espinoso páramo de la vida sin un ser que endulce nuestras penas con sus amorosas miradas, ni que mitigue las angustias de nuestra soledad con un amor a que siempre somos acreedores, so pena de que el corazón que para sentir y amar

fue criado, se seque al fin o estalle en mil pedazos por el dolor que le consume.

La extraordinaria belleza estética de María la pone a cubierto del olvido, que es la muerte de las obras literarias. Y no creo errado profetizar que a pesar de todas las mudanzas que el mundo experimente, de todos los vaivenes que sufran la literatura y costumbres de los pueblos, María vivirá siempre esculpida con indelebles caracteres, emblema eterno del amor puro e ideal, en los sensibles corazones de las vírgenes, en los ardientes de los jóvenes, hechos por Dios para sentir y amar.

Otras novelas que, por el mismo estilo, quieren imitar a María, aunque algunas muy bonitas, carecen de verosimilitud, colocan sus héroes en situaciones forzadas, no inspiran en fin ese psicológico interés por la obra y el autor que inspira la hermosísima María; interés que, infuso en la mayoría de los lectores, sintetiza en mi concepto, por manera elocuente, el mérito de una obra, mucho más que los más retumbantes e hiperbólicos elogios. Leí a este respecto en la Revista ilustrada de Nueva

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte York que al ir a representarse en un teatro de Bogotá una pieza dramática de mucho éxito y esperada con impaciencia por los concurrentes, se presentó de improviso Jorge Isaacs y fue objeto de una ovación espontánea, calurosa, inmensa de parte de los espectadores que, olvidados de la representación, hicieron quizás sin darse cuenta de ello la más espléndida apoteosis de la admiración y el cariño que les inspiraba, que los más halagüeños juicios críticos.

De lo hasta aquí expuesto deduzco, pues, que para crear la belleza e interesar profundamente a los lectores, no es necesario crear héroes raros y caprichosos, imaginar argumentos maquiavélicos e intrincados, ni sutilizar las ideas y sentimientos, tratando de sorprender y explicar las más remotas manifestaciones psicológicas, como lo hacen muchos escritores modernos en busca de un interés que no siempre consiguen inspirar.

En el seno de la espléndida naturaleza americana, oteados por la suave brisa de los trópicos, arrullados por el incesante

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murmullo de nuestros cristalinos y caudalosos ríos, hechizados por la meliflua voz de nuestras canoras y variadas aves, electrizados por nuestra tempestuosa atmósfera, entusiasmados ante la perspectiva de nuestros hermosísimos valles, de nuestras encantadoras y embalsamadas florestas o maravillados ante el estupendo panorama de los titánicos gigantes de la enorme cordillera de los Andes; podemos encontrar la inspiración más fácil, más genuina y espontánea, que los poetas del viejo mundo, solícitas abejas en busca del néctar poético, que raras veces consiguen encontrar.

Tenemos, pues, en los variados encantos de nuestra maravillosa e imponente naturaleza tropical, en la sencillez misma de nuestras costumbres e incipiente cultura, venero inagotable de inspiración poética de carácter genuinamente americano y por consiguiente originalísimo y grandioso, sin tener necesidad de acudir, como lo hacen muchos, a buscar en la naturaleza extranjera y en los libros extranjeros, la agotada inspiración ajena.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

LA INMORTALIDAD DE LA LUZ6

N

ada viene de la nada, todo saldría de todo, escribía Demócrito veinte siglos ha, y esta verdad prevista por el filósofo de Abdera y plenamente comprobada ahora en el campo de las ciencias experimentales, es también uno de los axiomas fundamentales de la mecánica celeste.

Los principios de la indestructibilidad de la materia y de la persistencia de la fuerza, que informan la física y la química modernas, son de tal modo verdaderos, que, suprimidos, caería por su base el grandioso edificio de las ciencias físicas y naturales gloria y honor de nuestro siglo.

Y así como en el orden físico no es posible, por ningún procedimiento, producir ni aniquilar el más imperceptible átomo de sustancia material, así también en el que llamamos orden moral e intelectual nada se pierde. El 6

sonido, la luz y tal vez el magnetismo y la telepatía se encargan de transmitir a través de las inmensidades siderales la acción y la palabra y hasta las más recónditas elucubraciones del pensamiento humano en sus laboratorios milagrosos.

Es bien sabido que la luz del sol sondando los abismos del espacio con la vertiginosa velocidad de 77.000 leguas por segundo, emplea más de ocho minutos en llegar hasta nosotros. Es claro pues, que los primeros rayos de luz solar que vienen a herir nuestras pupilas, no son los primeros, sino los que partieron del astro central ocho minutos antes. Si suponemos ahora que la estrella que nos da vida con su calor y nos ilumina con sus rayos se halla habitada por seres inteligentes que puedan observar nuestras acciones, es evidente que no las podrían distinguir en el momento mismo de realizarse, sino un poco después, no verían lo que es sino lo que fue.

Publicado en El Fénix. Revista mensual de literatura, ciencias y variedades. Época II, nº VIII, 22 de octubre de 1909, pp. 81-82. La datación del texto indica que está finalizado en septiembre de 1909. La segunda parte del texto se publicó en el número siguiente de la revista, el IX, de 8 de diciembre de 1909, p. 87.

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LA TIMIDEZ7

V

amos a resumir, a grandes rasgos, algunos conceptos, de carácter psico-físico, a cerca de los tópicos arriba enunciados; pues suponemos que este ligero trabajo, sin pretensiones de literario, pudiera tener utilidad práctica.

El acceso de timidez El acceso de timidez resulta semejante a las reacciones del miedo y de la vergüenza combinadas. El mismo ha sido estudiado con la mayor prolijidad en estos últimos tiempos y es, sin duda alguna, la más conocida de nuestras emociones.

Las reacciones elementales del miedo interesan a los aparatos siguientes: 1º. Aparato circulatorio.

Uno de los signos característicos del miedo está representado indudablemente por violentas palpitaciones cardíacas. Los vasos reaccionan al mismo tiempo que 7

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le corazón y es de notar que en el miedo existe una constricción general de los vasos pequeños.

2º. Son también evidentes las alteraciones respiratorias: se observa un aumento en la velocidad y profundidad de la respiración e irregularidad en el ritmo.

3º. El espasmo de los músculos lisos que origina en el estómago náuseas y vómitos; en el hígado, desórdenes biliosos; en la vejiga tenemos incontinencia o retención; y en el intestino, cólicos y diarrea.

4º. Las perturbaciones de los músculos de la vida de relación se manifiestan también en los músculos lisos de la cara, cuya contracción produce la expresión particular al miedo y al espanto.

Las confusiones de la lengua, unidas a las perturbaciones respiratorias y psíquicas, producen el farfulleo y la dificultad de la palabra. A estos desórdenes funcionales corresponden alteraciones psíquicas como la obtusión sensorial, la confusión mental.

(Hartenberg).

En Revista científica y literaria, editada por el Colegio Bernardo Valdivieso, nº 37, año IV, julio de 1917, pp. 142-144. El texto sigue en el nº 38, año V, pp. 149–157 y en el nº 39, pp. 170–177 de la citada revista.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte enjambres estelares, alejados de nosotros a distancias tales que rebasarán todo cálculo y no podrán expresadas por ningún guarismo. ¿Más allá?... Siempre el infinito espacio poblado de universos cuya constitución y condiciones de habitabilidad no podemos adivinar, pues entran de lleno en el terreno de lo incognocible.

Y cada estrella es un brillante sol, y los hay en prodigioso número incomparablemente más magníficos, más grandes y pesados que el nuestro, derrochando en la profunda noche del espacio su calor y su luz, vivificando millares y millones de planetas donde (como también supone el brillante autor de Pluralidad de los mundos habitados) seres de todas las formas imaginables e imaginarias, y en todos los grados de desarrollo intelectual, existirán para contemplar tantos esplendores.

Hay estrellas cuya luz volando incansable, a través del insondable abismo, con un andar inicial de 308.000 kilómetros por segundo, aún no llega a orillar nuestro plantea, tales estrellas son para nosotros como sí nunca hubiesen existido, ya que es experimental el medio que poseemos

de conocer las cosas y estamos condenados a estudiar solamente relaciones. La cosa en sí, lo absoluto, será siempre el indescifrable enigma de la mente humana.

Las hay también que en el momento de observarlas ya no existen y las vemos sin embargo.

Es que sus luces emitidas hace miles y tal vez millones de años, están actualmente llegando hasta nosotros y desarrollando ante nuestra vista, cual en los lienzos de un cinematógrafo, todos los acontecimientos en ellos verificados antes de extinguirse.

Y nuestro pequeño planeta, punto microscópico perdido en los desiertos del vacío, también emite luz que aunque reflejada, recorre los espacios con la misma rapidez que la de las estrellas conforme a una ley óptica muy conocida.

Para aquellas estrellas cuya luz tarda millones de años en llegarnos, aún nuestro mundo no habrá pasado del estado de nebulosa; otras estarán actualmente presenciando el formidable juego de las fuerzas cósmicas, los tremendos cataclismos, las espantosas revoluciones operadas en el seno de esa nebulosa

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte primordial antes de su condensación definitiva. Las habrá que están ahora observando el lento y penoso surgimiento de nuestros continentes del vasto seno de las aguas; el secular proceso de diferenciación y ascenso de la vida en las especies vegetales y animales y los primeros y azarosos pasos de la especie humana en su lucha por la vida, en la gloriosa y no interrumpida conquista de su personalidad consciente.

Para aquellos mundos que emplean centenares y millares de años en hacernos llegar sus rayos luminosos, aún estarán presentes los sucesos más culminantes, trágicos o gloriosos de la especie humana. Verán con suma claridad aquellos hechos remotos de los tiempos primitivos que no nos es dado conocer sino bajo el prisma engañoso de la fábula y a través de un medio en que la luz de la verdad histórica por fuerza tiene que sufrir las más singulares refracciones.

Y ante los ojos de los habitantes de esas tierras del cielo desfilaron sucesivamente las civilizaciones antiguas del planeta tierra como desfilan en un escenógrafo las escenas y las figuras

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sucesión no interrumpida. Podrán abarcar sucesivamente y en conjunto las causas determinantes de las civilizaciones primitivas, las emigraciones de los pueblos, la formación de las primeras nacionalidades, la lenta y laboriosa gestación de sus dogmas, usos y costumbres y en fin todos los hechos que, ya por su remota antigüedad, ya por la completa y defectuosa exposición de los historiadores, son la desesperación de los sociólogos modernos.

Atenas, en los buenos tiempos de la Grecia, con su brillante intelectualidad no superada, con sus gloriosos artistas, supremos adoradores de la belleza de la forma, con su clásico Partenón, sus soberbios edificios, sus mujeres de belleza escultural y plástica, les aparecerá de radiante hermosura como apareció Friné rindiendo la virtud de sus jueces con el encanto sobrehumano de sus formas descubiertas.

Desfilará en seguida la república romana con sus tremendas guerras de conquista, el imperio con sus déspotas sangrientos y su fausto orientalesco y el hundimiento de la civilización occidental a manos de los bárbaros. Las

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte insondables tristezas de la Edad Media y el alegre despertar del Renacimiento, Colón atravesando el gran océano en busca de un enorme continente, la grandiosa y fecunda revolución francesa y las espantosas guerras continentales y marítimas, precursoras de la formación definitiva de las potencias europeas y de las jóvenes y vigorosas repúblicas americanas.

Todos los actos en fin buenos o malos, trágicos o gloriosos de los hombres que existen y existieron recorrerán perennemente el infinito en aras de la luz.

Y vosotros hombres ilustres que habéis dedicado vuestras existencias a la resolución de los grandes problemas que interesan a la humanidad, a descorrer los misteriosos velos que cubren el insondable caos de los desconocido, que paso a paso habéis penetrado en los recónditos arcanos de la ciencia, los que desinteresadamente habéis legado obras monumentales en beneficio de los desgraciados, los que en el libro, en el lienzo y en el mármol nos habéis dejado los tesoros de vuestro brillante genio y poderosa imaginación para instruirnos, conmovernos y deleitarnos;

sabios, escritores, filántropos y artistas no habéis muerto: ¡no! ¡Qué vuestros altruistas y generosos espíritus moran seguramente en las regiones de mundo psíquico invisible y vuestros actos durarán tanto como la luz que los inmortaliza!

Dejando a un lado las triviales ocupaciones materiales, levantemos alguna vez los ojos al estrellado cielo, así entrevemos algo de la suprema grandiosidad de la creación y comprenderemos mejor la inefable inmensidad de aquella potencia soberana e infinita que, como dice el ilustre Tolstoi, nos ha llamado a la existencia una sola vez en toda la eternidad, con un único y exclusivo objeto: el cumplimiento del deber. Procurando olvidar en lo posible nuestras miserias sociales, morales y económicas, trabajemos sin descanso en el desarrollo de nuestras energías físicas e intelectuales y así levantaremos nuestra desgraciada población a alturas superiores.

Seamos viriles, generosos y altruistas y, sobre todo, no olvidemos que el teatro de nuestras acciones es el infinito, su duración, ¡la eternidad!

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

II El carácter de los tímidos

S

ensibilidad natural. Se observan en los tímidos los fenómenos siguientes: a) Hiperestesia afectiva. El tímido es ante todo un sensitivo, y su timidez no es más que una de las formas de su sensibilidad general. El menor contacto con el mundo exterior, cosas o personas, resuena profundamente en la intimidad de su ser, y la más pequeña impresión levanta un eco prolongado en su esfera afectiva.

Todos los encuentros y choques le molestan, como por efecto de una luz muy fuerte, sufre la vista de los atacados de jaqueca. Padece, pues, de hiperestesia afectiva. b) Perspicacia. Un efecto de este exceso de sensibilidad es una clarividencia aguda con respecto a otras personas. c) Escrúpulos. Esta delicadeza de su sensibilidad íntima, el tímido la traduce en su conducta exterior, en sus relaciones sociales, esforzándose

constantemente en no herir, ni siquiera rozar a las personas de su trato. Adquiere de este modo escrúpulos muy singulares. d) Vergüenza por simpatía. A esta tendencia a los escrúpulos se refieren al vergüenza y el pudor por simpatía, cuyo fenómeno se manifiesta especialmente en las personas propensas al rubor. Basta hablar delante de ellos de una incorrección o de una falta cualquiera, para que se ruboricen como si fuesen los culpables. e) Pudor de los sentimientos.

Mas el tímido hace cuanto puede por ocultar ante las gentes esta sensibilidad extrema: posee el pudor de los sentimientos. f ) Miedo al ridículo. Uno de los principales motivos de este modo de disimular los sentimientos íntimos es sin duda el miedo al ridículo11.

11 Consúltese el Diario de María Bashkirtseff y el Diario íntimo de Amiel, tomo I.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

La vergüenza Esta emoción es menos conocida que el miedo. Las diversas hipótesis emitidas por Darwin, Spencer y James distan mucho de ser satisfactorias. La más plausible es sin duda la de M. Ribot8. En general, puede decirse que la vergüenza difiere del miedo fisiológica y psicológicamente. Bajo este último aspecto considerada es evidente que la vergüenza aparece únicamente frente al hombre sin que exista ningún peligro real o imaginario.

Ofrece esta emoción síntomas sensitivos, motores, vasculares, viscerales y secretorios, y síntomas psíquicos.

1º. Síntomas sensitivos. El principal es la angustia, tan universalmente conocida, que es inútil describirla. A tal sensación van unidas la sofocación y la constricción toráxica; desórdenes de la mecánica respiratoria. Las palpitaciones se presentan también con frecuencia. El rubor se siente como una llamarada de calor en el rostro.

2º. Síntomas motores. El

más apreciable es el temblor. Semejante al temblor emotivo ordinario, consiste en oscilaciones pequeñas, breves, rápidas, segmentarias que son, sin duda, la exageración, bajo la influencia de la emoción, de la ligera tremulación que el método gráfico ha puesto de manifiesto en el estado normal y fisiológico de los músculos. De preferencia este temblor afecta a las manos, brazos, piernas, lengua y en algunos casos puede llegar a generalizarse.

En el temblor existe un cierto grado de debilidad y de rigidez musculares. Surgen en fin, bajo la influencia de la emoción, incordinaciones musicales y la ataxia motriz.

3º. Síntomas vasculares, viscerales y secretorios. El rubor se presenta en primer término, a diferencia del miedo que se distingue por la palidez. En la mayor parte de los casos el sujeto se ruboriza, sea al principio, sea al fin de su acceso. De antemano siente como se le sube la sangre a la cabeza, y se le congestiona y enrojece la cara. La superficie invadida por el rubor varía con el

8 Véase Sicología de los sentimientos.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte grado de emoción y también con el sujeto.

Las alteraciones viscerales de un acceso de vergüenza o timidez son las mismas que en el miedo y pueden atacar al diafragma, al corazón, al estómago, a la vejiga.

La más evidente de las perturbaciones secretorias es la transpiración cutánea, que en ocasiones puede ser abundantísima.

Síntomas psíquicos. En general expresan una disminución de actividad en los centros psíquicos superiores del cerebro: disminución de la conciencia, de la atención, memoria, del juicio, razonamiento y de la atención voluntaria. a) Obtusión sensitiva. La agudeza sensitiva disminuye a veces considerablemente. El sujeto ve mal, oye mal, percibe los relieves y las figuras como envueltas por espesa niebla, y los sonidos como indistintos y lejanos. Otro tanto le acontece con el olfato y el gusto, con el tacto y el sentido muscular; el tímido encogido en la meda, junto a su vecina

y adlátere, no percibe distintamente olores ni sabores; ni siente el frío, ni el calor, ni el dolor producido por un contacto periférico. En cambio ejecuta movimientos y gestos de los que no se da cuenta. b) Inatención. Con la mínima conciencia de que dispone el tímido, le es imposible fijar su atención en ninguna operación mental. c) Irreflexión. Se encuentra igualmente incapacitado para reunir sus ideas, asociándolas mediante un encadenamiento lógico. Le son imposibles el juicio y el razonamiento, y en un examen, el candidato es incapaz de reflexionar, realizando la deducción más elemental. d) Abulia9. En cuanto a la voluntad, resulta tan profundamente alterada, que la emoción del tímido es considerada por muchos como una verdadera enfermedad de la voluntad, que puede sintetizarse en esta frase: el tímido no se atreve, está encogido.

9 Se designa así en psicología fisiológica la pereza invencible o la falta de voluntad.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte e) Amnesia. A la disminución de la conciencia, sucede la debilidad de la memoria. El tímido preocupado del todo en su tormenta interna, recuerda de mala manera lo que ocurre en su derredor durante su acceso: ni retiene las fisonomías, ni los pormenores de las cosas, ni las palabras de la conversación, ni siquiera su propia conducta. f ) Frecuencia proporcional de los diversos síntomas. La estadística clínica arroja las cifras siguientes: para la palpitación cardíaca, un 95 por 100; para el rubor y la confusión mental, un 80 por 100; para el temblor y la rigidez de los miembros, 70 por 100; malestar general, 40 por 100; sudores fríos, 35 por 100; parálisis, 40 por 100; náuseas, 3 por 100.

g) Intensidad. La mayoría de los tímidos consideran las palpitaciones como el más intenso de los síntomas y el rubor como el más desagradable motivo por el que ser objeto preferente de una fobia10. h) Variaciones. Por lo regular el acceso de timidez se reproduce siempre en el mismo individuo, con los mismos caracteres. Pero si la crisis no cambia de naturaleza, varía considerablemente en grado, porque todos los sujetos declaran que no siempre se conmueven hasta el mismo punto. i) Reproducción sintomática.

Se ha comprobado experimentalmente que los síntomas enumerados pueden reproducirse por el recuerdo, [memoria emotiva] especialmente el rubor y la angustia.

10 Palabra derivada del griego con la que en psicología fisiológica se designa el horror considerado como fenómeno o mal nervioso.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte f ) Sofisma de justificación. Al mismo tiempo que el tímido representa su personaje fingido, se desarrolla en su interior un verdadero drama entre el “yo” que hace, y el “yo” que observa lo que hace. El segunda queda siempre descontento del primero, y éste trata de excusarse con aquél; y cuando hace concesiones a su timidez, busca modo de legitimarla con buenas razones, que en realidad resultan detestables. Esta justificación en falso ha sido denominada sofisma de justificación. g) Descargas explosivas. Pueden, en algunos tímidos sobrevenir accesos de temeridad del todo semejantes a las crisis histéricas o epilépticas. Después de un período de encogimiento y de reconcentración interna, el sujeto se dispara con una descarga explosiva, ejecutando los actos más imprevistos y más extravagantes14. h) Estado mental consecutivo.

Terminada la lucha con su ti-

midez, sin haberse atrevido, el tímido pasa por lo regular a un estado mental que abarca las fases siguientes: Primeramente experimenta una sensación de alivio producida por la cesación de la lucha y el término de la angustia; especia de calma momentánea física y psíquica que sigue a una penosa hipertensión emotiva y es semejante, aunque más débil, a la que sobreviene después de las emociones patológicas, de las obsesiones o impulsiones mórbidas; en tal momento, lo único que el sujeto experimenta es que se ve libre de su ansiedad y de sus tormentos.

Pero esta fase es poco duradera, porque le va a los alcances una segunda de cólera y rebelión. Al darse cuenta de sus debilidades, de su retraimiento y de las desgraciadas consecuencias que trae consigo, el tímido se irrita contra su dolencia y contra sí mismo: se reprende interiormente, se propina las más atroces injurias y las más groseras invectivas.

14 Consúltese las obras literarias siguientes: Diario de Stendhal, p.p. Rousseau, Confesiones parte 2ª, Adolfo de Benjamín Constant y Pequeños poemas en prosa: IX Carlos Baudelaire.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Repercusión mental secundaria a) Tristeza. Una capa de tristeza envuelve constantemente, como un velo de bruma, todos los estados de conciencia del tímido. La noción de su dolencia interior e invisible influye en su ánimo a la manera de las enfermedades físicas y aparentes, y le coloca en un estado de inferioridad para todas las incumbencias primordiales de la vida. El amor, la fortuna, la gloria y tantos otros objetos de las codicias humanas con menos accesibles al tímido que al que no lo es. Le falta audacia, no se atreve, y a cada ocasión perdida aumenta sus desalientos, sus pesares y adquiere esa melancolía habitual de los que se sienten desgraciados en la conquista de la felicidad. b) Pesimismo. La tristeza crónica se convierte fácilmente en pesimismo: en fuerza de encontrarse uno mal hecho, acaba por encontrar que todo el mundo está mal hecho, y exagera la cuenta de los sufrimientos, porque no hace caso de los placeres que se le ofre-

cen; todo lo ve negro, sombrío. c) Misantropía. Del pesimismo a la misantropía sólo hay un paso: descontento de la humanidad, el tímido no está lejos de aborrecerla y huírla por consiguiente. d) Orgullo. El tímido, molesto, humillado y agriado, encuentra sin embargo, el desquite de sus derrotas de la vida práctica; pero su triunfo es completamente interno, íntimo y del todo ideal y platónico: es una pura satisfacción del orgullo. e) Enfermedad del ideal. La ineptitud para la concurrencia en el terreno práctico, y las pretensiones de un orgullo exaltado, originan una singular modalidad del deseo, que se ha llamado enfermedad del ideal, común entre los artistas especialmente. f ) Indulgencia práctica. Procuremos, sin embargo, no equivocarnos acerca de la realidad de sentimientos tales como la misantropía, el orgullo y la enfermedad del ideal, porque muchas veces son aparentes y, por singular contradicción, pueden coexistir en el tímido con un fondo de bondad, hu-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte mildad e inteligencia12. g) Inteligencia. Para que la timidez repercuta en los dominios de la inteligencia, es indispensable que esta se encuentre desarrollada y abierta. No puede modificarse una función sin que la función exista; y por lo tanto es evidente que en las personas de vida psíquica muy reducida, las consecuencias intelectuales de la timidez se hallarán reducidas a su mínima expresión. Son estas las siguientes: a) Auto análisis. El tímido por su misma incapacidad de terciar activamente en la vida social, se retrae en sí mismo, preocupado constantemente por su inferioridad, se analiza constantemente, estudia incesantemente su “yo” y dedica a esta operación solitaria lo mejor de sus fuerzas intelectuales. Es un soñador, que solo contempla el mundo a través de sí mismo, es decir, al través de la niebla de sentimientos

que mantiene flotando y envolviendo su espíritu en una perpetua fantasía. b) Desdoblamiento de la personalidad. La condición de autoanálisis es el desdoblamiento de la personalidad en dos partes: la que siente y la que mira como siente la otra. c) Egotismo y deleitantismo.

Los entusiastas fervientes del autoanálisis y del desdoblamiento del yo invocan como evangelio la filosofía del egotismo y caen seguidamente en el deleitantismo que es su consecuencia13.

Voluntad a) Emoción oculta. El primer cuidado del tímido consiste en ocultar su timidez, disimulando las impresiones de su emoción y de su turbación interior. b) Actitudes fingidas. Para llegar más fácilmente a disimular la emoción, conteniéndose, adoptan muchos tímidos, conscientemente o no, una ac-

12 Véanse Paul Borget El discípulo, el Diario de María Bashkirtseff y el Diario íntimo de Amiel.

13 Véase Maurice Barres, Ante la mirada de los bárbaros, Un hombre libre y El jardín de Berenice.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte titud representativa, escénica.

Su género varía mucho conforme los individuos. A veces el tímido se muestra cortado y mohíno y otra veces altivo y orgulloso, que es quizá la forma más frecuente. ¿Quién no ha visto esos sujetos fríos, desdeñosos, soberbios, casi inabordables, huyendo de cualquier familiaridad o de la menor indiscreción? Se podría apostar con ventaja que de 100 veces, las ochenta son tímidos.

A veces el tímido es también agresivo, como si quisiera indemnizarse de otras circunstancias donde pecó por corto.

Con frecuencia se encuentra también el tímido irónico y burlón, que alardea de no tomar nada en serio y se chancea de los sentimientos más graves y más hermosos de la humanidad. El carácter más propio de cuantas actitudes puede tomar el tímido es la falsedad.

Su expresión no corresponde, en ningún caso a su verdadero pensamiento, y su semblante no está de acuerdo con el íntimo pensamiento del sujeto. c) Abstención. Un segundo cuidado del tímido consiste en

evitar las ocasiones de mostrarse tal. Como éstas se han de presentar en el trato social, resulta, como ya se ha visto, una tendencia al aislamiento. d) Inhibición. Sin embargo como no puede sustraerse indefinidamente al trato social y a ciertos actos en público, bien a su pesar se ve obligado a exhibir de vez de cuando su persona, violentando las tendencias de su timidez. Más, aún en estos casos, la timidez no renuncia a sus derechos, e impone su tiranía por modo de inhibición, deformando y contrariando las manifestaciones naturales de los actos de conciencia. e) Deformación de la expresión.

En muchos casos se deforma la expresión de manera que no corresponde a la intención del sujeto, quien ha preparado una frase o una actitud, y pronuncia una frase diferente, o adopta otra actitud: quiere ser entusiasta y resulta glacial; o afectuoso, y aparece escéptico: o autoritario, y se convierte en dócil; o llega con ánimo de quejarse y reprochar, y se va presentando excusas y pidiendo perdón.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Los discípulos son de ordinario tímidos con sus maestros. Más curioso es la timidez de los maestros respecto de los discípulos; y por informaciones cuidadosamente recogidas resulta mucho más frecuente de lo que se cree, sobre todo en los principiantes en el profesorado19.

El sexo de las personas puede también provocar el acceso de timidez. Conocida es la emoción ruborosa de los muchachos mozos en presencia de las mujeres y, por el contrario, la actitud de las muchachas ante los hombres. Y aquí surge una gran cuestión: la de la timidez en el amor.

En cuanto a la mujer, indiqué ya cómo, en la vida sexual, su timidez, vecina del pudor, no era para ella mayor obstáculo, por razón de su papel enteramente pasivo, y cómo podía aún un oportuno rubor convertirse en un medio de seducción.

Por tal motivo, el problema de la timidez en el amor, se plantea sobre todo a propósito del hombre. El asunto ha sido prolijamente tratado por los poetas, 19 J. Claretie, El diario.

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novelistas y escritores de todo género. Como el tema es bastante escabroso, nos limitaremos a señalar algunos autores que pueden consultarse. Existen otras muchas circunstancias exteriores y condiciones del medio en las que puede presentarse la timidez, pero nos contentaremos con las ya indicadas.

Señalaremos aún aquella forma especial de emoción que se llama trac o miedo de los actores.

En efecto este miedo sobreviene, como la timidez en presencia del público, y ofrece los mismos síntomas internos y externos de ésta, salvo el rubor, que no se presenta.

De manera que es una variedad de la timidez. Todos los que por profesión o por ocasión han menester presentarse ante un público son en menor o mayor grado víctimas de este miedo. Ofrece, pues, muchos modos: el de los artistas, conferenciantes, profesores, predicadores, músicos; pero ofrece siempre los mismos caracteres físicos y psíquicos del miedo, del que es una modalidad especial. Podemos distinguir dos fases:

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Después aparece una nueva fase: la de las resoluciones, temeridades intencionales y promesas para consigo. Pero esta exaltación se amortigua al cabo y viene otra fase de triste depresión.

Tales son las consecuencias psíquicas que pueden resultar del acceso de timidez en las funciones de la sensibilidad, de la inteligencia y de la voluntad, en el período mental interparoxístico, determinando el carácter de los tímidos. Sin embargo, en un mismo individuo, estos diversos elementos no tienen todos una representación necesaria, ni están representados con igual valor. Hay que tener en cuenta que el acceso de timidez reacciona en una personalidad preformada, que posee ya, aparte de la timidez, instintos, inclinaciones, conocimientos y hábitos. Por tanto, según el fondo de esta personalidad,

la repercusión mental de acceso afectará muchas variaciones individuales; y oponiéndose a determinadas tendencias o reforzando otras ya preexistentes, creará, según los casos, pesimistas, orgullosos, egoístas, rebeldes…, según estas modalidades psíquicas se encuentren iniciadas en la personalidad mental del sujeto. Porque la timidez sola no basta para crear por entero el orgullo, la enfermedad del ideal, o la facultad del desdoblamiento v. g.; por cuanto actúa únicamente desarrollando gérmenes ya existentes. Tales indicios psíquicos pueden, por otra parte, presentarse por causas distintas de la timidez; así como ésta manifestarse sin darles intervención en su cuadro sintomático.

Existirán, pues, muchos tipos de timidez15.

15 Ver las obras de los literatos psicólogos P. Bourget, El discípulo, Stendhal, El rojo y el negro, M. Banés, Obras citadas, las Confesiones de Rousseau y el Diario íntimo de Amiel.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

III Evolución, causas, variedades

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volución. En los niños se manifiesta la timidez como acción refleja ajustándose a las formas propias de las reacciones psíquicas propias de la edad, sin que la preceda o siga un juicio o razonamiento regular y lógico.

Es una reacción de natural defensa propia y muy cercana del miedo. Semejante estado puede perdurar, prolongándose mucho tiempo, y aún toda la vida de una manera oscura, imprecisa, sin que el sujeto tímido, que instintivamente huye las ocasiones de mostrarse tal, sufra por ello grandemente.

Pero otras muchas veces no pasan así las cosas; en un determinado momento de la evolución física y psíquica del niño, la timidez se pone en evidencia, iluminada vigorosamente por la conciencia, y se convierte en materia de sus operaciones mentales. Esto resulta casi siempre al despertar la pubertad.

Generalmente con la edad, el roce social y la lucha por la vida, la timidez se atenúa y aún llega a desaparecer por completo, de manera que en la edad madura queden solamente huellas, acompañadas de un vago recuerdo. Pero en muchos casos (especialmente cuando una mala educación, sufrimientos, etc., han debilitado al sujeto) entonces la timidez, a prueba de experiencia, persiste y se continúa hasta la vejez. El anciano tímido lo ha sido siempre.

El sexo ejerce también influencia en la evolución de la timidez. Así en la mujer, la timidez se relaciona con la coquetería. Como la mujer está menos expuesta a actos públicos de iniciativa y luchas de energía con adversarios, la parálisis emotiva de la timidez la estorba menos, y por lo tanto la preocupa en menor grado. Por ésta y otras razones, la timidez en la mujer rara vez alcanza consecuencias mórbidas16.

16 Véase Silvio Venturi, Correlaciones psico–sexuales, A. Marro, Rol social de la pubertad, Stendhal, Del amor, P. Bourget, Psicología del amor moderno.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Con la raza del sujeto varía la timidez. Sin entrar en detalles acerca de este particular, puede decirse en general que la raza anglosajona gracias a su excelente educación en que la cultura física, la iniciativa y la libertad ocupan el primer lugar, es la menos tímida de todas.

Etilogía. En la constitución nativa de las personas, es menester buscar la causa profunda de la timidez. Nos vemos así obligados a investigar su herencia. La mayor parte de los sujetos han señalado una marcada tendencia a la timidez en muchos de sus antepasados: de donde resultaría un fenómeno manifiesto de transmisión hereditaria. En fin otras causas intervienen aún: tales son las circunstancias exteriores en que la timidez se manifiesta. De manera que se pueden señalar tres clases de causas: 1-. Causas predisponentes, ligadas a la constitución nativa del sujeto.

2-. Causas determinantes (físicas o psíquicas, enfermedades, defectos naturales).

3-. Causas ocasionales, circunstancias, lugares, personas, profesiones, que son las condiciones en las cuales se manifiesta habitualmente en cada individuo: las causas provocadoras del acceso de timidez.

Causas ocasionales. En primer término el acceso de timidez puede ser provocado por la cualidad de las personas. Algunos sujetos, familiares con sus parientes y personas des u trato, son tímidos con los extraños y desconocidos; y otros, por el contrario, que no se cortan ante gente desconocida, son tímidos para con su familia y aún para con sus amigos.

La timidez de los niños para con sus padres es bastante frecuente; de ordinario proviene de una educación defectuosa y de un error por parte de los padres que, con el fin de hacerse respetar y obedecer, sólo consiguen hacerse temer y detestar17.

Algunas veces se cambian las tornas y les toca a los padres mostrarse tímidos con sus hijos18.

17 Véase Paul Adam, Imágenes sentimentales.

18 B. Constant, Adolfo.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte atención que hasta entonces no le había concedido, con motivo de un encuentro con una mujer, de una presentación en público, que despiertan en él una primera inquietud. Desde este instante queda sembrada la semilla: ya no falta más que su germinación, y no tardan en presentarse nuevas ocasiones que traen su contribución a los progresos del mal. De este modo se desarrolla una aprehensión fuerte hacia la reaparición del rubor y un temor excesivo de las circunstancias que lo provocan. Mas este temor y esta aprehensión del rubor dan precisamente por resultado suscitar la reaparición y provocar así crisis de angustia y de rubor de caracteres patológicos. La crisis del rubor ha sido muy bien descrita por Pires y Regis23 de los que extractaremos algunas partes de tal descripción.

La crisis del rubor se presenta casi siempre igual en todos los enfermos y sobreviene naturalmente en el momento en que la

temen. Generalmente la sienten venir. Dicen “voy a ruborizarme… “. Experimentan peso en el estómago, contracción en los hipocondrios, palpitaciones, calor intenso, angustias. No faltan quienes sufran primero las palpitaciones: la respiración se les torna anhelante y dificultosa, la sangre se les sube rápidamente a la cabeza, les zumban los oídos, se ciegan sus ojos, sus párpados se agitan convulsivamente, les flaquean y se les doblan las piernas, sus bocas se revuelven y tuercen, su mueven sus lenguas sin poder hablar y sus cuerpos se agitan con temblores generales. El rubor se presenta con más o menos viveza; oscila entre el rojo oscuro y el rojo claro. Su extensión es también variable. De ordinario ataca las mejillas, pero no faltan casos en que ha llegado a invadir la garganta y aun el cuerpo entero24, sin que esta circunstancia influya en la intensidad de la obsesión.

Desde el principio el sujeto se encuentra en un estado de tur-

23 Véase Pitres y Regis, Obsesión del rubor, G. Thioierge, Las dermatofobias. Hartemberg, Formas patológicas del rubor emotivo.

24 Véase Barbey D. Aurevilly, Las diabólicas (Historia de Rosalva).

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte A-. En primer término, el temor antes de la representación, el recelo aprehensivo de representar su papel. Sobre todo antes de los estrenos este miedo es muy patente. Suele presentarse alguna vez con quince días de anticipación al estreno temido; en los últimos días, la emoción se atenúa como si se agotase, para subir más que nunca la víspera y el día mismo de la representación, en el cual, el artista se vuelve áspero e intratable.

B-. La segunda fase sobreviene en presencia del público, y las impresiones sentidas pueden ser de tres grados: 1-. La emoción simple, estado de sobreexcitación, de tensión nerviosa y de impaciencia muscular, que se produce con motivo de todas las circunstancias graves de la vida.

2-. El trac propiamente dicho, que consiste en los fenómenos ya indicados.

3-. En fin el gran trac que paraliza y anonada.

El primer grado, la emoción simple, es habitual: sobreviene en cada representación, canto, dis-

curso, en las mejores condiciones la experimentan todos los artistas y es inevitable.

El verdadero trac es el de las noches de estreno, y sus manifestaciones varían según las personas.

En fin, el gran trac es un verdadero terror que quita al artista todas sus facultades; y vienen a ser patológico (fobia del público).

Por su causa, muchos artistas de talento han tenido que retirarse de la escena en la plenitud de su carrera y de sus éxitos20. ¿Cuál es la naturaleza del trac?

En su mayor simplicidad y bajo su forma ruda y grosera, se nos manifiesta como una reacción emotiva espontánea, ciega, irresistible, que sobreviene. Por el solo hecho de presentarse ante el público, a la manera que el vértigo surge a la vista de un precipicio. Los artistas lo comparan espontáneamente al vértigo y al mareo. Surge bruscamente, irreflexivamente, sin que le provoque razonamiento alguno y sin que ninguna reflexión pueda vencer-

20 Véase Francisco Sarcey, Recuerdos de la edad madura.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte le. Es, pues, un fenómeno orgánico del todo, donde el mecanismo mental no tiene casi nada que ver. Aparece como un reflejo emocional inconsciente, que no puede justificarse psicológicamente, como desde luego sucede con muchos otros fenómenos de la vida afectiva.

Trac por simpatía. Los artistas que han sentido ya el trac por su propia cuenta, conocen también las angustias que sufren cuando asisten como espectadores a pruebas análogas de otros artistas, y a esto puede llamarse “miedo por simpatía”.

IV Timideces patológicas. Fobia del rubor

C

uando los fenómenos de la timidez se exageran o se complican, pueden ocasionar accidentes más graves, que no producen tan sólo malestar o incomodidades, sino que traen consigo sufrimientos reales y obstáculos serios a la actividad exterior, convirtiéndose en una verdadera enfermedad. Resultan entonces las timideces patológicas. Según Feré21 cuya definición puede aceptarse muy bien, una emoción llega a ser morbosa.

21 Patología de las emociones.

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1-. Cuando sus concomitantes fisiológicas se presentan con extraordinaria intensidad.

2-. Cuando se produce sin causas determinantes suficientes.

3-. Cuando sus efectos se prolongan, o se extienden mucho más allá de lo normal.

Si aplicamos estas condiciones a la timidez, admitiremos que un tímido entra en la patología cuando su acceso de timidez presenta una intensidad anormal, cuando sobreviene sin pretexto bastante y cuando va seguido de una conmoción excesiva.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte A-. Exageración patológica del acceso de timidez y de la facultad para adquirirlo. Basta con amplificar los síntomas que hemos descrito para tener en cuadro sintético de estas timideces morbosas: angustias, palpitaciones del corazón, disnea, temblores, ataxia, sudores fríos, rubor y confusión; todos estos desórdenes se presentan con extremada violencia, y de ordinario en ocasiones en que no están en manera alguna justificados.

En las formas de este género, la timidez patológica ofrece a la vez una enfermedad de la emotividad y una enfermedad de la voluntad.

B-. Exageración patológica de las repercusiones secundarias.

El primer efecto mórbido del acceso de timidez se traduce por un miedo excesivo de la repetición, así del acceso como de las circunstancias en que aparece. Este miedo anormal, de intensidad patológica, constituye lo que se llama una fobia22.

La fobia puede tener por objeto el acceso de timidez, con

el conjunto de sus manifestaciones, pero con más frecuencia se fija preferentemente sobre uno o muchos síntomas aislados, cristalizándose alrededor de una idea bien definida. Teóricamente, cada uno de los síntomas ya descritos como las palpitaciones, el temblor, la ataxia, el rubor pueden así considerarse como objetos de fobias. Mas en la práctica hay afinidades electivas, y algunos de estos síntomas poseen el privilegio de fijar el miedo: tales son el desorden de los ademanes, las perturbaciones vesicales e intestinales, la confusión mental, mas sobre todo, y en primer término, el rubor.

Ya dejamos indicado en qué consistía el rubor emotivo, en la primera parte de este estudio.

Nos limitaremos ahora a estudiar el síntoma, muy a la ligera, a partir del instante en que se convierte en un síntoma de fobia (ereutofobia). El principio del mal se remonta generalmente a la pubertad: un día, a propósito de cualquier accidente fortuito, el muchacho se ve obligado a prestar a su rubor una

22 De una palabra griega que significa horror.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la formación de hombres de salud delicada, de mentalidad rara y extraviada, de impresionabilidad extrema, sin energías físicas y psíquicas, sin habilidad y sin aptitudes prácticas, incapaces de gobernarse y de luchar con éxito en los cotidianos conflictos de la concurrencia vital.

Frente a esta educación detestable se coloca al educación inglesa, en la cual, como ya lo dejamos apuntado, la vida física, la libertad y la iniciativa ocupan el primer lugar. La educación de los tímidos debe proponerse: primero, atenuar la emotividad general, por cuanto la timidez no es otra cosa que una de sus modalidades, segundo, fortificar la voluntad, la confianza en sí mismo y la iniciativa individual; tercero, acostumbrar desde temprano a los niños al trato social con personas extrañas, a presentarse en público.

A este fin los juegos y ejercicios físicos (proporcionados a la resistencia del sujeto), nutrición sustancial, concursos de emulación, trato con las mujeres, relaciones con personas extrañas responderán a las principales indicaciones.

Además, en los sujetos tímidos se podrán emplear procedimientos de educación especiales, directamente relacionados con la timidez27.

Terapéutica. Cuando el niño tímido llega a la edad adulta, a su timidez le están reservadas dos suertes distintas: o se atenúa hasta desaparecer o persiste y con frecuencia se fortalece. En la mayoría de las cosas y en sujetos normales, lo regular es que la timidez disminuya al salir de la adolescencia hasta el punto que apenas quedan rastros insignificantes en la edad madura: la impresionabilidad del niño se desgasta con el trato de las gentes, en las peripecias de la vida colectiva, así como se agotan otras ilusiones y sentimientos y las ilusiones de la juventud, que alimentan la simplicidad, la credulidad y que se desvanecen con la experiencia de la realidad.

Autoterapia. Cuando la timidez persiste, puede dominarse por la buena higiene, los esfuerzos de la voluntad, el trato de las gentes y la familiaridad,

27 Véase Santarel, Contribución al estudio de las obsesiones-inhibiciones.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte bación y de angustia y que se le encuentra ridículo, que ha cometido una mala acción, un crimen, o que puede ser objeto de burla o aún de cualquier acometida. Al terminar la crisis, el rubor y los síntomas concomitantes desaparecen, se disipa al confusión y el sujeto queda entre enojado y satisfecho, enojado por haberse ruborizado tan estúpidamente, y aliviado por haber salido ya del trance del rubor.

Tales son los rasgos salientes de la crisis del rubor. En ocasiones la dolencia se para aquí; es decir que pasada la crisis el sujeto olvida su accidente para no volver a pensar en él hasta al vuelta del ataque ofensivo. Tal es el miedo intermitente de ruborizarse, la ereutofobia propiamente dicha.

Con frecuencia, y por desdicha, las cosas no suceden de modo tan benigno. El sujeto, profundamente afectado por la crisis sufrida, no la olvida tan pronto y se preocupa sin cesar de ella. Entonces el miedo permanente y crónico de ruborizarse, la

obsesión del rubor, se impone al espíritu del enfermo por la constante presencia de una idea fija.

Este fenómeno, por otra parte, se produce en todas las obsesiones, de cualquier clase que sean25.

Se comprende cómo estos desdichados no viven como la demás gente: no solamente se quedan de solteros impenitentes, sino que aún esquivan todo trato, todo recreo, encerrándose en una soledad sombría y huraña, pensado si no curan, en apelar al suicidio y cayendo, si son personas inteligentes e instruidas, en aquel pesimismo amargo y sutil, que se encuentra con tanta frecuencia en los neurasténicos superiores.

Ahora debemos preguntarnos: ¿por qué entre todos los síntomas de la timidez, el objeto más frecuente de la fobia y de la obsesión es el rubor? La respuesta es fácil: el rubor es el síntoma más aparente, el más difícil de ocultar y al mismo tiempo el más rebelde al esfuerzo de la voluntad26.

25 Véase Pitres y Regis, Obsesiones e ideas fijas.

26 Véase la descripción completa de todos los síntomas y la historia de los obsesionados por el rubor, en la obra magistral de los doctores Pires y Regis, intitulada Obsesión del rubor.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Estudiemos ahora un punto de etiología. ¿Bajo qué influencias y por qué causas la timidez normal concluye por agravarse, transformándose en caso patológico? La exageración morbosa de la timidez se presenta, ya temporalmente, o ya de un modo permanente. En el primer caso sobreviene por motivos muy diversos.

Unas veces es una muchacha sensitiva, al arribar de la pubertad, invadida por la cloro-anemia y la debilidad general, que se torna de repente miedosa, salvaje y tímida.

Otras, un aspirante a examen que, viviendo en malas condiciones de higiene, atraviesa un periodo de surmenage intelectual y se siente nervioso, impresionable, vacilante y tímido.

Otras, una afección orgánica en la garganta, en la cara.

En todos estos casos la timidez nativa del sujeto se exagera a expensas de la debilidad general del organismo y de la impresionabilidad que le acompaña. Ligada a un estado de depresión nerviosa, de neurastenia, no hay terreno más abonado que el neurasténico para brotar las timide-

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ces morbosas pasajeras, con sus accidentes emocionales, abúlicos y fóbicos. De ordinario, siendo la causa transitoria, también lo serán los efectos, y curada la dermatosis, la fractura o la enfermedad que sea, la timidez se atenúa correlativamente, y pierde sus caracteres patológicos para volver a ser lo que era antes de la afección intercurrente. Pero si la causa persiste, los accidentes morbosos se acentúan y agravan (degeneración adquirida).

En cambio, las timideces morbosas que se instalan de una manera permanente, radican en una causa esencial, en la degeneración. Pitres y Regis observaron que todos sus enfermos atacados de ereutofobia eran, ya neurasténicos constitucionales, es decir, degenerados aunque en ligero grado, o ya degenerados con caracteres más graves (frente prominente, defectuosa implantación de los dientes, ojos pequeños y hundidos, estrabismo, calvicie precoz). En el examen hecho de tres enfermos atacados de rubor emotivo se ha encontrado que en el primero, indemne de toda tara, existía una tendencia muy fuerte a ruborizarse apenas promovía

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte un mínimo de repercusión mental secundaria, sin provocar fobia ni obsesión. En el segundo, ya de temperamento neuropático, el rubor venía complicado con el temor ansioso de su repetición, es decir, con la fobia; y en el tercero, ya con caracteres degenerativos,

hubo de notarse una obsesión confirmada. En gracia de la brevedad, no nos extenderemos más sobre este punto y pasaremos a esbozar algunas ideas acerca de la profilaxis y terapéutica de la timidez.

V Profilaxis. Terapéutica Profilaxis. Herencia

C

omo las formas graves están enlazadas a un fondo de neuropatía constitucional y de degeneración, la profilaxis de la timidez se confunde con la lucha contra la degeneración. Donde haya individuos averiados de nacimiento, habrá grandes tímidos.

Y si los padres tocados de timidez desean apartar de esos mismos tormentos a su descendencia, su primer cuidado deberá ser ponerse en las mejores condiciones para la procreación de hijos normales, sanos, equilibrados y tranquilos. Con este motivo, no se pueden menos de aplaudir los proyectos surgidos por diversos lados, tendiendo a reglamen-

tar los casamientos, así como también las campañas contra el alcoholismo, la tuberculosis, la sífilis y todas cuantas iniciativas generosas tiendan a purificar a la humanidad de sus averías degenerativas.

Educación. Después de la herencia, la educación es el gran factor etiológico de la timidez.

En efecto: para los muchachos una alimentación insuficiente, exageraciones místicas, un régimen de rigor y de aislamiento, el internado, las malas condiciones higiénicas, sobrecargos mentales, las prácticas masturbatorias, todo este régimen de vida deplorable no es ciertamente el más a propósito para neutralizar una timidez altiva y trae por consecuencia

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Conclusión Hemos extractado y transcrito, procurando darle cohesión sintética, lo que más importante nos ha parecido de la grande obra de M. Paul Hartemberg, Les timides et la timidité, libro admirablemente traducido a nuestro idioma por don Manuel Antón y Ferrándiz y enriquecido con una profunda disertación sobre el origen de la timidez por el citado traductor y con dos preciosos estudios acerca de La timidez en España y de La timidez en general de don Eusebio Blasco y don José Rehegaray, respectivamente.

Hemos tenido bien a suprimir, tanto por falta de espacio, cuanto por no fatigar a nuestros lectores, la mayor parte de los tecnicismos y las largas des-

cripciones analíticas tomadas de obras similares, de la novela y de la clínica; las mismas que van indicadas en las citas correspondientes.

Debemos también manifestar que nos hemos tomado la libertad de añadir unas cuantas por nuestra cuenta.

Que los jóvenes tímidos, que no escasean por cierto entre nosotros, saquen algún provecho práctico de las enseñanzas consignadas en el resumen que antecede, y que, recordando el famoso verso de Virgilio, Audaces fortuna iuvat, logren dominar su emoción paralizadora, y nuestro trabajo no quedará perdido.

Loja, septiembre 14 de 1917.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte por medio de la cual el tímido aprende a conocer a los hombres, a tomarles el pulso, por decirlo así, a estos distintos ejercicios de educación de la voluntad, que el tímido ejecuta más o menos inconsciente o instintivamente, se les ha llamado autoterapia. Nada más interesante que el estudio de las armas, de la táctica y de las astucias bélicas empleadas por los tímidos en su campaña contra la timidez. En vista de la escasez de espacio, señalaremos los autores que pueden ilustrar el tema28.

Tratamiento médico. Tan solo en personas anormales, inficionadas o contaminadas de tacas neuropáticas o degenerativas, hereditarias o adquiridas, y por tanto, incapaces de dominar su timidez por sus propias fuerzas, debe intervenir como último recurso el tratamiento médico.

Debe variar éste conforme sea la forma de la timidez morbosa, según que esté reducida a una simple exageración de la emotividad específica, o que se presente complicada con fobias y obse-

siones sistemáticas. En el primer caso, es fuerza atacar el fondo neuropático del enfermo.

Higiene. Vida sencilla, sin fatigas y sin excesos, paseos al aire libre, distracciones tranquilas; reposo y sueño suficientes; higiene sexual, nutrición sana y sustanciosa; abstención de alimentos excitantes y tóxicos; ni vinos, ni alcohol, ni café, ni té, ni tabaco. Si en algún órgano como la garganta, fosas nasales, hígado, estómago, órganos genitales, existen desórdenes crónicos que mantengan la neuropatía, acúdase a corregirlos con los remedios especiales propios del caso o con el tratamiento y la operación adecuados.

Todos los agentes físicos capaces de ejercer una acción favorable sobre los cambios nutritivos y las prosperidades orgánicas están indicados en el más alto grado. Se aconsejarán por consiguiente, y con prudencia, la hidroterapia (duchas), la aeroterapia, la helioterapia (baños de sol), el masaje (manual y eléctrico), la kinesiterapia (gimnasia

28 Véase Stendhal, Rojo y negro (entrevista de Julián Sorel, en el jardín, con Madame de Renal), Próspero Merimeé, Retratos históricos y literarios. Mauricio Barrés, Consejos a un joven y Ante la mirada de los bárbaros.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte respiratoria), la electroterapia (franklinización y faradización general). Uno de los efectos que se deben buscar en estas curaciones tan delicadas y tan difíciles es el aumento de tonicidad muscular, que es de la mayor importancia para los tímidos, pues las sensaciones musculares son uno de los principales elementos de la cenestesia y ofrecen en primer término a la conciencia el sentimiento subjetivo de la energía y del esfuerzo; que falta siempre en los sujetos deprimidos y abúlicos.

Con este objeto se recurrirá al masaje muscular y profundo de los órganos, a la faradización de las masas musculares y a la gimnasia activa.

El segundo punto del tratamiento consiste en la educación de la motilidad voluntaria. Se ejercitarán, por medio de movimientos notoriamente ordenados, las funciones del eje nervioso cerebro-espinal, obligando al sujeto a fijar su atención sobre los movimientos ejecutados. Después se debe ejecutar una verdadera gimnasia cerebral.

Por último, el médico deberá emplear con exquisito tacto, en vista de la individualidad de los enfermos, la sugestión verbal.

Fobia del rubor. Antes de acudir a los remedios del médico, los ereutólobos procuran combatir o disimular su enfermedad por diversas maniobras, que se llamen “los medios de la defensa” de los fóbicos y obsesionados29.

El tratamiento curativo de la fobia del rubor debe ser muy distinto del de la timidez morbosa. No se trata aquí de fortificar la voluntad para dominar la emoción, porque es sabido que en toda fobia u obsesión de nada sirve luchar contra la representación parasitaria, y aún que toda lucha emprendida con ella la refuerza todavía más. De lo que se trata en primer término es de calmar el estado angustioso de los enfermos, de apartarlos de todas las causas de crisis agudas, de distraerlos del objeto de su obsesión, de practicar en una palabra la desviación mental. Hay que guardarse, por tanto, de hacerles ejecutar ejercicios

29 Véase Marcel Bellet, Medios de defensa y psicoterapia en las obsesiones.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte educativos, porque su único efecto sería el de atraer y concentrar más su atención sobre su estado morboso, para hacerle más tenaz y más tirano.

Cuando se trata de curar a un fóbico lo mejor es pasar por alto sus perturbaciones psíquicas y exagerar la gravedad de una perturbación orgánica cualquiera (el corazón verbigracia), de la cual dependería la fobia; para así justificar el tratamiento. Consistirá este desde luego en un régimen alimenticio severo, una higiene perfecta, el empleo de los agentes físicos, poco más o menos que para la primera forma de timidez morbosa, que ya hemos descrito.

Después se aconsejará el aislamiento. Mientras el sujeto continúe viviendo en el medio donde sus fobias han tenido origen y se han desarrollado, es imposible hacerlas desaparecer, porque cada circunstancia, cada accidente de la vida cotidiana, contribuye a despertarlas y fijarlas con más fuerza en la conciencia.

Es, pues, indispensable sacar al enfermo de su medio y de sus costumbres, para colocarle

en condiciones más favorables al apagamiento de su emotividad y al olvido de su mal. Contra el estado psíquico de su obsesión ansiosa, la sugestión hipnótica o vigílica no produce resultados. En resumen, el único tratamiento eficaz es el aislamiento. Conviene considerar al poseído del rubor como afligido por una verdadera desviación de la personalidad y resignarse a aceptar la necesidad de un tratamiento delicadísimo, complicado y sostenido por largo tiempo, único que podrá concluir con la afección y restablecer el equilibrio y la regularidad de las funciones. En los casos en los que el trac constituye una fobia inhibidora adquirida, se aplicará con éxito el tratamiento preconizado para esta clase de fobias30.

Cuando el trac es una fobia del público, entonces es inútil emprender una lucha desesperada y el partido más prudente que puede tomar el artista, orador, es el de retirarse de la escena y seguir un tratamiento análogo al de la ereutofobia.

30 Véase Hartemberg, Un método de tratamiento de ciertas fobias. También Historia y tratamiento de un caso de fobia.

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Glosa33

El canto de la tarde31 La noche con sus sombras se guarece En el abismo de tus ojos negros, Y un enjambre de amores se estremece Al borde mismo de tus labios rojos.

Antonio C. Toledo

En tu sonrisa sugestiva i pura vago recuerdo del Edén florece, y en tu soberbia cabellera obscura la noche en sombras se guarece

El día se esconde en áureos fulgores de apoteosis, las primeras estrellas a titilar empiezan, y opalinos crespones, polícromos de hipnosis, la aureola vespertina ligeros atraviesan.

El genio del amor idealizado en el casto pudor de tus sonrojos, se esconde de pasión obsesionado en el abismo de tus ojos negros

La campanada lenta del Angelus resuena en el templo vecino, y a sus ásperos sones, acuden los creyentes, de gozo el alma llena, a decir sus sencillas y dulces oraciones.

En tu alba frente vivido escintila rayo de luz que al verte palidece, y al ardiente fulgor de tu pupila un enjambre de amores se estremece

* En un pequeño bosque que la ciudad domina cabe una fuente límpida, que al sol muriente arde, oreadas dulcemente por la aura vespertina, dos doncellas preludian el canto de la Tarde.

Inebriado de amor solo quisiera, burlando tus dulcísimos enojos, el néctar saborear que se vertiera al borde mismo de tus labios rojos.

33 Publicado en Revista Iris nº 1, 1 de junio de 1924. Reproducido en Mediodía, nº 56, noviembre de 2007.

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Febo va trasponiendo la andina cordillera y surgen arreboles teñidos de oro y grana, canoras aves trinan la sonata postrera y el bosque con sus fuentes y flores se engalana.

La una con glaucos ojos, oscuros de esmeralda con torso heleno y formas eurítmicas y hermosas, sostiene una bandurria sobre su nívea falda, y se aduerme a sus mágicas, cadencias vaporosas.

31 En la revista mensual El alba, año 1, nº 4, mayo de 1917. Publicada en Loja y dirigida por Juan F. Ontaneda, es una revista de carácter científico y literario, fundada por exalumnos del Colegio Bernardo Valdivieso; cada ejemplar tenía un valor de 10 centavos y el Comité de Redacción estaba integrado por Ángel B. Salazar, S. Vicente Carrión y Luis F. Apolo, que hacía las veces de administrador. Reproducido en la revista lojana Inquietud, nº2-3, marzo-abril de 1923, pp. 57-59. Reproducido en las pp. 411-413 de la antología de la revista del Colegio Bernardo Valdivieso Huellas. 1826-1996, publicada por la CCE-Loja en 1996.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte La otra risueña y bruna, con ojos de gacela, cuerpo esbelto y lascivo, muestra su piel divina…

Suelta el negro cabello, que en suaves ondas riela y apoyada en un árbol toca la mandolina.

Cerca y en medio de ellas, hermoso como Apolo, un mancebo recoge, tendido en la pradera, las melodiosas notas del amoroso sólo, en el sonoro hueco de su guitarra ibera.

Un poeta enfermo y triste, sacudiendo su tedio siente que aun se estremece en su interior la Vida…

E imagina que existe para su mal remedio en la mirada verde de la mujer dormida… * Comienza la divina canción, callan las aves la brisa murmurante solloza en la espesura, y en vibrantes arpegios de polífonas claves, las armoniosas notas se pierden en la altura.

Y luego se difunden por el tranquilo ambiente, despertando en el alma recuerdos y añoranzas, sed de goce y de dicha, de amor, de amor ardiente, ensueños y deseos, anhelos y esperanzas.

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A ti32 Pienso en ti cuando el sol dora el mar Pienso en ti cuando la luz de la luna se refleja en la onda.

Goethe

Pienso en ti cuando asoma en el oriente el astro que los orbes ilumina, y luciendo en masa diamantina aparece por fin resplandeciente.

Pienso en ti cuando avanza lentamente hasta el zenit do vivido fulmina: pienso en ti, cuando pálido se inclina, al trasponer las cumbres de occidente.

Y aun pienso en ti en la noche tenebrosa cuando todos los seres olvidando sus pasados angustias y dolores: A la quietud se entregan deliciosa: que mi pasión frenética y ardiente; sin fin, tu bella faz grabó en mi mente.

El mozo hipnotizado, siente que se distiende su cuerpo, y que se enerva con el raudal sonoro, y en sus dormidos ojos, que la pasión enciende, vénse brillar ardientes y tenues puntos de oro… * Enmudecen las ninfas de la ciudad vecina sube murmullo sordo, que intensa vida augura y ante la negra noche, que lenta se aproxima, la tarde huye y se esconde entre la sombra obscura…

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32 En Revista literaria, año 1, nº 1, 16 de abril de 1901, p. 13. Es una publicación quincenal del Liceo Bernardo Valdivieso con un precio de veinte centavos el ejemplar. Por entonces, dirigía el Liceo Agustín Cueva.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

“La cultura vino a nuestro mundo en su forma más primitiva y humilde: como acción de cultivar. Luego había que cosechar. Es que estas buenas tierras no sólo daban maíz, también daban oro. su idiosincrasia y su propia cortina de hierro”. Entonces parangoneando a José Martí “Ser cultos para ser libres”, los lojanos diríamos “Ser cultos para ser lojanos”.

La autora desarrolla este importantísimo ensayo sobre la lojanidad a través del buen manejo de tres categorías básicas: cultura, historia e ideología. El análisis parte de las definiciones clásicas de cultura, ya como modos de vida, costumbres, conocimientos, desarrollo artístico, científico o, conjunto de manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.

Nuestra costumbre ha sido calificar a una persona de culta cuando ha alcanzado un tercer nivel de estudios adquiriendo por ósmosis las costumbres de: cantar, beber, recitar, discutir del gobierno, saber contar cachos, ser devoto de la virgen del Cisne y de la Liga de Loja y tener roce social. Estar convencido que el café, los tamales y la comida amaneci-

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da en los agachaditos son las mejores del mundo”. Por lo que, ser lojano no es sólo haber nacido en el centro de la urbe, hay que alcanzar la cultura lojana.

También los lojanos nos hemos convencido que tenemos un MEMES, (es decir: ideas, creencias o valores culturales que se reproducen de un cerebro a otro); pero Memes únicos e irrepetibles, trasmitidos de forma inmutable, desde la fundación por nuestros orgullosos conquistadores.

La autora es enfática en su convicción de que “El meme egoísta que se ha transmitido en Loja lleva su egoísmo con sabor de antonomasia: no permite que la generación de turno lo deforme, aumente o enriquezca. Aclarando que, no es lo mismo querer conservar nuestro acervo ancestral que tomarlo como una religión.

Es que no se puede acusar a los jóvenes a negar sus raíces y obligarlos a pensar del mismo modo porque sonaría a una especie de

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

En el tártaro griego

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I Tántalo Bajo dosel de frutas purpurinas tántalo gime en el hermoso lago, do las nereidas con ardiente halago le descubren sus tornas ambarinas…

En medio de las aguas cristalinas siente del hambre y de la sed el estrago mientras escucha –delicioso y vagoel divino cantar de las ondinas.

Frutas, aguas y náyades se esfuman en los ansiosos labios del precito; su hambre, su sed y su pasión abruman.

Y el mirage fantástico y maldito siempre hechicero, dulce é inquietante torna y se oculta rápido y cambiante.

34 Revista científica y literaria del Colegio Bernardo Valdivieso, nº 41, 31 de enero de 1918, año V, pp. 205-206.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

II Sísifo En lo más alto del abrupto monte hermosísima ninfa está dormida…

E inebriado de amor, Sísifo olvida el fallo oído en la barca de Caronte.

Lacerado, sudoso y anhelante llega a la cima con la horrible roca, burlona risa su dolor aloca y se esfuma la bella torturante…

Rueda entonces al fondo del abismo, cogido por la mole que le aplasta, y aparece de nuevo el espejismo…

Al rey precito, su pasión ardiente le ciega y torna a su labor infausta, con la roca fatal, eternamente.

BENJAMÍN PINZA SUÁREZ

Loja: cultura de traje y corbata (Obra de Paulina Soto, triunfadora del concurso de literatura Ángel F. Rojas)

P

aulina Soto se resiste a seel convivir de los lojanos dentro guir narrando la historia de un clima de resignación, nosde Loja tal como lo hicietalgia, deprecación y parálisis del ron otros respetables historiadotiempo. Sostiene que “Toda esa res de esta tierra. Tampoco quiecarga de pensamiento ancestral re añadir uno o más hechos quizá está presente en nuespoco conocitras mentes, m en lo que hacem dos que sirviehacemos, en nuestras ran de insumo costu costumbres, defectos, a un nuevo enambi ambiciones, sueños y je a tr e d sayo y, peor aún, deseos. Y agrega su dese cultura y corbata deshojar lisonjas firm rme protesta: “…ya para darle un tono podemos quedarnos varados en ese que de atracción a Loja y a la lojani-cer ceremonial serio y dad. La propuestaa es estirado en el que n de la escritora va no se acepta gente más allá: identificar ar si sin traje y corbata, y romper con esos os p porque la cultura nos llojana tiene sus nudos gordianos que han maniatado reglas, sus valores, ado de cultura Loja:

rbat a traje y co

Loja:

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte dad es avance de los individuos que la integra. “La existencia de una generación no es signo, por sí misma, de auge cultural. Hay generaciones tradicionales, inocuas y decadentes”.

Lo que ocurre es que, tanta servidumbre y tantos vejámenes se han dado en contra de nuestra humanidad, que por poco, nos han hecho creer que en verdad ello es cierto, y por lo mismo, poco podemos hacer por nosotros mismos y mucho menos por el desarrollo de Loja y del país.

Hasta aquí el paréntesis.

Vuelvo con el libro de Paulina. La autora reafirma el hecho de que era imposible llamar cultura a lo que hacían los indios ignorantes en la clandestinidad. ¿Adoración al sol? ¿Inti Raymis? Que vá. Puras excusas para emborracharse…

Tuvimos que esperar 1846 para que aparezca la “Emancipada” como hazaña ideológica dentro de una época mística, supersticiosa y conservadora.

Añade la autora que desde la fundación hasta la época de la independencia, casi nada se puede sacar en claro con respecto a la evolución del pensamiento lojano. Lo que sí queda en claro es

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que lo que ha permanecido en el lojano es una psique bien definida: pánico a ser indio y un fanatismo místico hacia la lojanidad.

Los lojanos amamos ser lojanos. Estuvimos tanto tiempo en un estado de sitio obligado por la geografía y el olvido que nos acostumbramos. Fue como estar demasiado tiempo dentro del útero de nuestra madre. Nos volvimos lánguidos y somnolientos en nuestro pequeño paraíso, esperando que llegue la explosión de la independencia.

En esta parte, Paulina Soto, refiere algunas puntualizaciones de ciertos historiadores de Loja que como el caso de Genaro Eguiguren manifiesta que “El federalismo se dio porque llevábamos siglos de unidad como ciudad-estado. Nuestra patria niña tuvo un largo período de gestación, pero aún no ha sobrellevado la adolescencia. Aún sigue aislada y en crisis”.

Paulina subraya lo siguiente, “Dos fuerzas poderosas se han cimentado de toda esta historia de ideas flotantes: uno: ser lojano es más que nacer en esta tierra.

Y dos: nunca nos van a tomar en cuenta, ser lojano es quedar-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte tortura intelectual. Ello no encaja dentro de la definición de cultura dado por Tylor. En resumen, dice Paulina: “Somos una población compleja, mezcla de lo antiguo, de lo nuevo, de lo global, de la represión y de la libertad. Y como no sabemos para dónde vamos con nuestras expresiones artísticas y culturales, mejor nos vamos”.

Paulina Soto, refiriéndose a la historia cultural de Loja sostiene que todo se ha tratado de cobijarlo con mitos. “La cultura vino a nuestro mundo en su forma más primitiva y humilde: como acción de cultivar. Luego había que cosechar. Es que estas buenas tierras no sólo daban maíz, también daban oro. Y eso trajo la ambición de los mercenarios. Lo que la corona deseaba era salvar las almas de los indígenas (¡qué almas si ellos mismos les negaban¡) Se había levantado el mito de que las labores de la guerra, la conquista, el saqueo, todo era para la gloria de Dios y de sus creyentes.

En esta parte la autora hace hincapié en el papel de los Incas que era una civilización bien organizada. No existía la hambruna en sus culturas. Lo que para

nosotros decir campesino es un insulto, para ellos implicaba un honor y, además, respetaban las creencias de sus pueblos conquistados.

La escritora se pregunta ¿dónde está nuestra primera lactancia cultural, nuestros orígenes? Queremos saber dónde está el pensamiento inaugural del primer ser humano que pisó el Valle de Cuxibamba, que sabemos que fueron los paltas. Ningún dialecto, vestuario, modo de organización social y económico logró sobrevivir a la brutal arremetida de los conquistadores iberos y a la lamentable destrucción de todo elemento pagano a manos de una iglesia fanática, por lo que muchos investigadores se interrogan sobre la prematura y casi su total desaparición como organización social de los paltas.

Si bien desaparecieron los paltas como pueblos, pero nos dejaron, según Hernán Gallardo Moscoso “Esa adustez andina, como hecha de roca, que prueba que no hubo fusión cultural con los conquistadores y colonizadores, sino concertaje cruel”.

Esta pugna callada, dice la autora, que tuvieron nuestros

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte primeros habitantes comenzó a marcar nuestra idiosincrasia como lojanos. Este sistema gubernamental del virreinato nos dejó: sus ideas y su sistema de valores. Ser blanco implicaba ser un elegido de dios, dueño y señor de las tierras, de las vidas de los demás, ser rico y poderoso. En cambio, ser indio era una especie de homúnculo, menos que un animal, sin derechos a nada, por tanto, ¿quién en su sano juicio querría ser indio? Se pregunta la autora.

Si esto ocurrió hace siete siglos, ¿qué efectos nos ha dejado?

Si ya no existe explotación inhumana de los indios y nos hemos mezclado en una raza definida como “latina”, la pregunta que plantea Paulina es ¿en estos 700 años hemos evolucionado, mejorado, superado en una forma en que nuestros ancestros nunca se hubiesen imaginado: tecnológicamente, científicamente y culturalmente? La respuesta es no, porque ha decir de la autora, durante este tiempo hemos estado subsistiendo, incorporando la idea aplastante bueno/malo de nuestra psiquis. El bando del traje y corbata vive en un ostra-

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cismo indeleble, en el que vale todavía ese pensamiento arcaico de una aristocracia fantasma. Los indios, en cambio, son la última rueda del coche, lo expresa a manera de protesta social la autora.

Y añade, ¿esta es la lección que les enseñamos a los jóvenes? La cultura para ser cultura debe poseer toda la gama del arco iris y libertad para expresarla.

Este interés de Paulina Soto de tratar de hurgar en las entrañas de nuestra historia lojana y con ello a desmitificar el propio pasado, dadas las tradicionales interpretaciones de que fue objeto la comprensión de la historia en la ideología liberal y neoliberal, expresadas en el romanticismo, el positivismo y el historicismo, permite a la vez, superar aquellas aberraciones de creer que la historia se configuraba a partir de las acciones de los sujetos individuales, como los santos, los héroes y los sabios. El proceso llegó a canonizar a figuras como Napoleón, Santander, Bolívar y el ejército emancipador compuesto por negros, indios, mulatos, mestizos, ha quedado invisibilizado como agente histórico.

Aquí hago un paréntesis

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte para agregar unos po- El lenguaje, las costumbres, el derecho, la cos elementos que ro- religión, el arte, la ciencia son ingredientes bustezcan lo expresado constitutivos de lo humano. Sin ellos, el por Paulina Soto. Yo concepto de hombre pierde todo contenido. diría que jamás se puede avanzar en el protodo contenido. Lo cierto es que ceso histórico si no se la historia humana no ofrece un vuelcan los conocimientos en sus ascenso uniforme. Las categorías raíces y en la forma cómo se artiaxiológicas, los valores de la culculan en el presente. La historia tura, constituyen las pautas para no es sólo el pasado o como muy enjuiciar la historia. El sentido bien lo sostiene Francisco Larrode la historia es la realización de yo “La historia no es un cadáver los valores. Mas los valores poputrefacto que desenterramos seen una estructura ideal, hierápara cuestionarnos de qué murió tico, universal, modélica. “Planel difunto. Tampoco el pasado tar lo eterno en la historia, decía es “cosa del pasado”. El pasado Fichte: he ahí la gran tarea. Y por como dimensión de la historia, supuesto que la historia es el vínse hace eterno en el vaivén inceculo entre lo ideal y lo temporal, sante e ininterrumpido del misentre valor y realidad. El carácter mo proceso histórico. Y dentro universal de los valores suminisde la historia, el pasado no es lo tra la objetividad del juicio crítique fue, sino lo que permanece co. “Quien busca la verdad, porlatente en el presente y que es que ella es verdad, y quien aspira proyectado al porvenir”. a lo bueno porque ello es bueno, Yo agregaría algo más, el ha vivido instantes de su vida hombre es un ente histórico en como eternidad”, sostenía Schivirtud de que es productor y reller. La oposición “individuo-soproductor de bienes culturales. ciedad” es falsa tanto ontológica El lenguaje, las costumbres, el como axiológicamente. Ya lo adderecho, la religión, el arte, la virtió Platón, el progreso indiviciencia son ingredientes constidual va de la mano del progreso tutivos de lo humano. Sin ellos, social. El avance de la comuniel concepto de hombre pierde

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte rar a aquellos ilustres lojanos que han hecho historia. Eso me parece muy dañino, en especial para los jóvenes. Actuar así es como convencerse de que el hijo no tiene que superar a su padre, o que el alumno no tiene que ser mejor que su maestro, si así pensamos como padres o como maestros, hemos sencillamente perdido el tiempo. Creo que el hombre es más de lo que piensa y más de lo que sueña. Y además, cada hombre es hijo de su tiempo. Lo que hicieron nuestros antepasados, la historia ha dado ya su veredicto, pero hoy, nuestro mayor reto es hacer las cosas mejor que antes.

Me ratifico en lo que siempre he dicho: sólo el hombre o la mujer que sabe de desafíos y de utopías, es quien le da sentido a su existencia. Tenía razón Picasso cuando decía “A mí me gustan los imposibles porque los posibles los hace cualquiera”.

Pero volvamos con Paulina.

La autora de este interesante ensayo, al referirse a aquella nostálgica expresión de que: seres extraños mi Loja habitarán, parte del análisis de la letra de Alma Lojana de Emiliano Ortega. Lo que primero salta a la vista es

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que no se hace referencia a la belleza de la mujer ni a la bravura de nuestros varones, como sí se lo hace con otras canciones de otras ciudades como aquel de “Guayaquileño madera de guerrero, muy franco, muy valiente, jamás siente temor”. Tampoco se habla de la alegría y de otras riquezas humanas y naturales.

Es así que en la primera estrofa canta al amor filial que tenemos a nuestra campiña, al río Zamora y saucedales. Y los relacionamos con nuestros padres donde aparece la añoranza: la casita de nuestros padres. El lojano es un eterno ausente que es feliz sólo en el recuerdo. En la segunda estrofa se reafirma la nostalgia de haberse alejado del seno paternal para bogar en extraños lares. La imagen de la madre anciana que espera al hijo pródigo. La tercera estrofa empieza con un reproche porque todo le ha salido mal al lojano ausente, porque sólo puede ser feliz en la campiña lojana, aunque no existe la casita de los padres, ni los saucedales. Lo que puede encontrar es la muerte. No hay más. Un destino muy deprimente que nos define como loianos. El lojano ausente regresa

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte se encasillado, aislado, ignorado.

No queremos dejar de ser lojanos, pero no queremos tampoco quedar en el olvido. Nos hemos criado cultos, respetuosos, elegantes, pero, ¿de qué sirve si no somos reconocidos como tales? ¿Qué nos queda? Emigrar.

Más adelante sostiene que las luchas entre liberales y conservadores, casi no aportó nada.

Continuaba la concepción eurocentrista. Los estudios científicos (excepto unos pocos) de la época apoyaban a cierto tipo de estatus social y pocos intentos por reivindicar a los nativos. El escritor Ponte (al que toma como referencia histórica la autora), manifiesta que esta reivindicación legal se dio últimamente con la constitución del 2008, donde se inaugura un espacio para la representatividad de las comunidades, pueblos y nacionalidades en el marco de un Estado plurinacional.

En el campo literario, la autora de este ensayo nos dice que, pocos fueron los que trataron de romper esquemas, salvo Pablo Palacio. De manera que, poco a poco se va aclarando el perfil del lojano del s. xx. No quiere ser indio, lleva una clara mística de

lojanidad, desea reconocimiento y no lo obtiene de su medio circundante. Hay que salir para ser reconocidos. Nadie es profeta en su tierra.

En esta etapa la cultura pasa de ser considerada como un producto de la evolución del primitivismo a la edad moderna, para llegar en el s. xx a un estudio meramente etnográfico y sincrónico. El término justicia social surge como tímida semilla y enrola a jóvenes a los círculos intelectuales de la época. Aparecen términos como ecología, y la cultura es integrada como toda actividad del ser humano en su concepción ideológica-social.

Hay más respeto por la vida, los derechos humanos, las diferencias individuales… Pero ¿cuál es nuestro bagaje cultural?: El lojano es un nostálgico, triste y refugiado en el alcohol. Es un poeta sensible y un músico prodigioso.

Y cree que para surgir, hay que huir de la cuna. En síntesis, Paulina concluye que:” …la cultura, a la luz de las facetas de su estudio histórico, iniciado en los surcos dejados en el arado, el dominio de un arte formal, pasando por una pretendida evolución del

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte más primitivo al más civilizado, y una holística que engloba lo social, económico y religioso, no sólo nos ha definido en cada faceta, sino que, nuestra definición de cultura, lo que pensamos de ella, nos ha definido a nosotros mismos.

Ya para el s. xxi la cultura se define como un todo complejo compuesto de varios pequeños universos etnográficos que tratan al unísono de autodefinirse como originales y propios y a la vez de asimilar la tendencia externa y acoplarse a ello de manera indisoluble.

Los tiempos modernos rompen con una verdad genética: los hijos ya no se parecen a sus padres. El cambio que antes duraba varias generaciones, poco a poco acortó su período de incubación. Hoy los niños pasan de una moda a otra con mucha facilidad, mientras los adultos no sabemos para dónde apuntar. Aparece entonces la contracultura y el etnocentrismo que considera a la propia cultura como superior a las demás provocando la xenofobia. Creando con ello, una sola forma de pensar, de vivir, de vestir. De traje y corbata. Vivimos

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bombardeados de una cultura tiránica del hemisferio norte en un proceso llamado aculturización.

Lo que hace que los individuos aculturados abandonen la cultura autóctona con mayor rapidez de lo que logran asimilar la nueva.

Este es el mundo en que vivimos hoy. Vivimos en continua metamorfosis gracias a nuestra insigne característica de alcanfor, y en constante nostalgia. Esa es la era de la incertidumbre, nos dice con fuerza y convicción Paulina.

Además enfatiza que ese ideal gringo y europeo, está hoy más presente que nunca. Este instinto básico de supervivencia de correr, huir, volar lejos de nuestra campiña es el resultado de siglos de convencernos de una verdad básica: En Loja no se hace nada. Lo que nos ha convertido a los lojanos en soñadores inconformes y a los lojanos ausentes en nostálgicos empedernidos. Casi todos tenemos un pariente o un amigo en el exterior. Estamos tan convencidos de que en Loja no se hace nada, que preferimos otros lares porque allá las calles están empapeladas de dólares y es cuestión de ir a agacharse no más y recoger.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte He aquí un nuevo ingrediente de la lojanidad: la creencia de que en Loja no se hace nada.

Si se le pregunta a cualquier niño dirá que EE.UU es el mejor país del mundo. Y claro, en Loja no se hace nada porque nadie hace nada por Loja. Si todos esos esfuerzos de nuestros emigrantes se hubieran puesto aquí para poner en marcha ideas productivas, negocios y otras acciones, la ganancia habría sido nuestra e incluso se hubiesen evitado la desintegración de núcleos familiares. No se puede cambiar ningún futuro sino cambiamos nuestra filosofía. Existen demasiados esquemas mentales dañinos que nos limitan y pocas ganas de disciplinarse para eliminarlos. Parece que hemos sido educados para ser perdedores. Sinceramente creo, nos dice Paulina, que debemos asociarnos para algo más que tomar cerveza y ver el futbol.

Más adelante, Paulina, topa algunos elementos de nuestra forma de ser como lojanos que es menester enfrentarlos. Hace referencia al hecho de que se necesita el aval de un noble de traje y corbata para surgir como nuevo intelectual sin que para ello se exija

calidad. Se pone más entusiasmo que calidad en la obra literaria o musical. Por lo regular las obras apuntan a las alabanzas a la muy noble y leal ciudad de Loja. Y no es que la muy noble y castellana ciudad de Loja no se la merezca, pero ¿tiene que ser esa visión unilateral la única aprobada por nuestras huestes de críticos literarios? ¿Y aquellos vanguardistas, modernistas, contemporáneos, góticos y blogueros, tienen que callarse? La poesía, el arte y la música son entes vivos, no se los puede encasillar en un tema, estilo o tendencia. El miedo de ofender la sensibilidad de la corte patriarcal cosmopolita, mutila la creatividad, la imaginación y la técnica, dice Paulina Soto. No somos asequibles a la crítica. Cuando alguien hace alguna crítica a una obra o a un acto cultural, recibe los peores epítetos.

Yo quisiera agregar un elemento más a lo expresado por Paulina. Me refiero a las terrazas intelectuales. Esta es una teoría que no la he logrado difundir adecuadamente. Llamo terrazas intelectuales a aquellos límites que nos han impuesto haciéndonos creer que nadie puede supe-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte ras de cambio, de justicia social, de tecnología, de investigación científica y de avance cultural, si nuestros principales artífices de ciencia y cultura están flotando en el mágico limbo del alcohol?

Finaliza el libro con una muy bien lograda exhortación a la mujer lojana. Las preguntas que se plantea son: ¿Es verdad que la fémina lojana no se atreve a mostrarse tal como es? Para ello recurre a un cacho muy simpático. ¿Qué dice una quiteña, una guayaquileña y una lojana después de hacer el amor? La quiteña: “Maestro, ve, ¿tienes un tabaco? La guayaquileña: Oye, ñaño, ¿cómo era que tú te llamas? La lojana: “Pero nañito, no contarás a nadie, verás que es la primera vez que lo hago”. Luego se pregunta ¿Acaso la sociedad, la cultura, los logros humanos no se cimentan a través de ella? ¿No quiere la mujer lojana sobresalir? ¿Debe una mujer para formarse íntegramente como ser humano viajar a Quito o Guayaquil?

Concluyo mi intervención, felicitándola muy deberas a Paulina Soto, no sólo por tener el

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privilegio de poseer en sus manos, corazón y cerebro el arte de escribir y escribir bien, sino también por habernos dado una gran lección de honestidad intelectual al sacudir nuestra conciencia adormecida y despertarnos al cumplimiento de nuestro deber ser para trabajar con responsabilidad, altivez e inteligencia por una nueva lojanidad. Para que a la cultura y en especial la creación literaria, musical y al arte en general, no la tomemos como un pasatiempo, ni como un espacio para la mediocridad y peormente como un instrumento para el fraude y la frustración propia y ajena. Todo lo contrario, hagamos del trabajo intelectual la mejor tribuna en donde el ocio se transforme en acción, la rutina en creación, lo vegetativo en producción, y todo ello, teniendo como substrato esencial, una estatura ética y moral bien cimentada que ponga énfasis en el fiel testimonio de una entrega sincera y sin cálculos. benjamin_pinza@hotmail.com Loja-04-07-2013

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte solo para llorar junto al Zamora.

No queremos el cambio, porque queremos quedarnos estáticos en esos siglos de colonialismo. A Cristóbal Ojeda Dávila le contagiamos muy pronto esa enfermiza nostalgia. Es que el pasillo Alma Lojana es el referente del pasillo lojano y por él nos identificamos y nos identifican en cualquier parte. En fin, el ser lojano es contagioso. La gente que viene a Loja trayendo costumbres diferentes, creencias y tradiciones, se podrán salvar de todo, menos de la tristeza endémica.

La pregunta es ¿y qué escuchan los jóvenes? Miguel Donoso Pareja expresa que: “Nos hemos estancado en ritmos cada vez menos aceptados por las nuevas generaciones…”. Paulina Soto es directa en sostener que el pasillo ecuatoriano y en especial el lojano no son, en la actualidad, ritmos populares. No se puede encontrar un quinceañero escuchando pasillos. Es muy cierto lo que afirma Paulina, pero quiero hacer notar que esa sistemática pérdida por nuestra identidad musical, por el pasillo de modo singular, tienen mucho que ver los medios de comunicación y

el sistema neoliberal que permitió una avalancha consumista dentro de un proceso de enajenación y alienación indignante que mató el gusto por lo nuestro y dio prioridad a todo lo que viene de afuera porque eso sí es negocio. Y cuando el fin es el lucro, el arte pasa a segundo plano.

Por supuesto que los pasillos han heredado un aire lastimero, de dolor y nostalgia, esto porque los poetas de ese tiempo aún estaban contagiados de una época feudalclerical, dogmática y mítica. Ello explica que la mayor parte de los poemas tengan como su novia preferida a la muerte. “Alma en los labios” de Medardo Ángel Silva es un ejemplo de lo dicho.

Hoy estamos viviendo otros tiempos y consecuentemente cambiarán los contenidos de las letras, de los poemas y de la melodía para adaptarlos al momento presente. Y más aún, hoy con la nueva Ley de Comunicación, la música y en general, los artistas ecuatorianos tendrán los mejores espacios para difundir sus productos culturales. ¿Por qué los pasillos “El aguacate” y “Ángel de luz” se han metido tanto en la juventud?, porque fueron

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte interpretados por un artista joven y eso es lo que nos hace falta.

(Hacer referencia al Primer encuentro del pasillo ecuatoriano).

Para mí cuando escucho un pasillo de antología, no me deprimo, más bien me elevo recreando el gusto estético y disfrutando de la calidad de su composición literaria y musical. Qué tal los pasillos “Piedad” de José Ignacio Canelos, “Amargos resabios” de María Luisa Dénison y Segundo Cueva Celi, o “Sendas distintas” de Jorge Araujo Chiriboga, o “Invernal” de José María Egas y Nicasio Safadi. Aquí todos los días escuchamos en nuestras radios programas enteros que hablan de Shakira, Michel Teló o Bruno Ma’rs…. se deleitan hablando de su vida, de sus buenos y malos gustos, de sus enredos amorosos y otras hojarascas más. Les hacen todo un ceremonial. ¿Y los nuestros? Es que nuestros artistas no tienen calidad? ¿Será eso?

El libro de Paulina también le dedica un importantísimo espacio a los jóvenes, advirtiendo que la juventud sigue la tendencia de la globalización. Si antes añorábamos salir de Loja porque aquí no se hace nada, ellos ya nos

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ganaron: ya salieron. Su cuerpo está aquí, pero su mente, sus ilusiones, costumbres, creencias y gustos están en el ciberespacio.

Ya no hay tiempo para comunicarse entre padres e hijos. El YouTube, el chat, el internet los absorbe, resultado de lo cual tenemos viviendo a “seres extraños” bajo nuestro propio techo. ¡Qué tal!

Refiriéndose a las aficiones musicales de los jóvenes que practican la nueva canción, el jazz flamenco, el rock, nos dice que estos muchachos no son bien vistos porque chocan con nuestros congelados esquemas.

Sin embargo recuerda que hace algún buen tiempo atrás surgieron los primeros rockeros en Loja que se iniciaron en Radio Loja con la programación los “Sonidos de Norteamérica” y en la TV los programas “Soul Train” y “Sintonizando”. Hay que notar que el rock es una subcultura que habita bajo un entorno global afín a nuestra idiosincrasia lojana. Hay que superar aquellos mitos que se han creado en torno a los grupos de rockeros tildándolos de satánicos, drogadictos, violentos y más. Sin dar-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte nos cuenta de que sus canciones son canciones de amor, a veces románticas, o desesperadas, o lujuriosas, pero definitivamente de amor y unas pocas satánicas.

Ya en la parte final de su obra, Paulina, hace una ligera referencia a las artes plásticas, a los grupos dancísticos, a los cineastas lojanos y realiza un extraordinario remate al poner énfasis con la Loja castellana. Los lojanos sacamos pecho diciendo que tenemos el mejor castellano del mundo. La autora hace alusión a lo que con buen humor lo expresa William Brayanes: “…podemos decir sin miedo que tenemos la mejor lingüística española del mundo, pero que “esta aseveración, debe ser hecha “en corto” sin pasar más allá de la curva 26 vía Loja-Catamayo, para no despertar celos ni polémicas con los otros que también dirán lo mismo”. ¿Cómo vamos hablar bien el castellano si estamos alienados con gustos gringos? Muestras al canto: Para bautizar a nuestros hijos lo primero que hacemos es buscar un nombre gringo: Jonathan, Edison, Wilson, Jennifer, Michelle, Johana… Lo mismo ocurre con los nombres que

¿Cómo vamos hablar bien el castellano si estamos alienados con gustos gringos? identifica a los negocios, nombres tan raros que ni los propios dueños los pueden pronunciar, y…¡ qué decir de nuestros clásicos diminutivos¡: “Sea buenito, deme pasando la carpetita que está de ese ladito, no sea malito.

Además los verbos dar e ir suelen estar perdidos de su rumbo.

“Da llevando”, “da viendo”, “irás comiendo”, “irás pichendo”, son construcciones que no se dan entre la gramática y ortografía de la lengua castellana.

Y sobre el consumo del alcohol, Paulina nos dice: “Como nos da una pena tan grande de que seres extraños mi Loja habitarán”, no queda otra que ahogarla en el alcohol. Dentro de la región sur, Loja se ubica en el primer lugar en el consumo de alcohol, seguida por el Azuay.

Las mujeres lojanas en este aspecto ocupan el primer lugar en una edad promedio de 20 a 24 años, entre cinco provincias investigadas. Justamente en la mejor edad. ¿Cómo podrían desarrollarse las ideas promoto-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte porque el Ecuador responde a retos de la poética latinoamericana y europea, pero hace falta conocerlos y así desaparezca la triste apreciación que se tiene como herencia de una política educativa de pensar que solo lo de afuera sirve, es bueno y vale.

El Quinto Encuentro de «Poesía en Paralelo Cero», tuvo como invitados de España: Raquel Lanceros, María Ángeles Pérez y Fernando Valverde. Argentina: Juan Gelman, Carlos Aldazabal y Hugo Francisco Rivella. Bolivia: Paura Rodríguez.

Chile: Omar Lara. Colombia: Andrea Cote Botero, Felipe García Quintero, Miguel Méndez y María Tabares. Cuba: Liyanis González y Alejandro Quejereta.

Guatemala: Javier Payeras. Italia: Claudio Pozzani. México: Mario

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Bojorque y Eduardo Langagne.

Ecuador: Susana Álvarez, Raúl Arias, Carlos Manuel Arízaga, Corina Dávalos, Vicente Espinales, Alfonso Espinoza, Euler Granda, Ángel Emilio Hidalgo, Sharvet Kattan, Ariru Korvi, Ximena Mendoza, Eduardo Morán, Patricia Noriega, Carmen Rivadeneira, Vicente Robalino, Diego Velasco y José Sosa Castillo.

El evento trata de la recuperación de la poesía y de involucrarle a la misma en un proceso social como expresión de cultura a más de su necesidad de ser reconocido por críticos y valorada por lectores, de difundir la capacidad y vocación estética de nuestros poetas que responden a esta gran demanda cultural y a las exigencias de la poesía actual.

SUSANA ÁLVAREZ G.

Poesía en Paralelo Cero

E

l evento internacional de poesía que se realiza cada año, constituye un viaje al fondo de la escritura versal, va a su sexta edición en el año venidero. El ejecutor y autor del evento, el poeta visionario que permite la profesionalización de los escritores con su dedicación absoluta a fin de exhibir sus potenciales en la gala literaria organizada en Quito y algunas ciudades satélites, es el reconocido Javier Oquendo Troncoso, quien trabaja el año completo a fin de alcanzar metas propuestas en la literatura ecuatoriana en el contexto latinoamericano y eurocentral.

El Encuentro Internacional de Poetas en Ecuador «Poesía en Paralelo Cero», es considerado como uno de los principales festivales de poesía en Latinoa-

mérica y el mundo. Quito tiene lo suyo, le pertenece esta gran conquista cultural en la que podemos responder a nuevos retos, evaluándonos cómo estamos frente a los nuevos movimientos estéticos imperantes en la literatura contemporánea.

El Quinto Encuentro Internacional de Poetas Ecuador 2013, tuvo lugar en el país de la mitad del mundo y en la Antología Poética Poesía en Paralelo Cero. El encuentro decidió homenajear al poeta boarense Juan Gelman y al ecuatoriano Euler Granda.

El primer poeta universal que hay en el dolor, en las ausencias, en el polvo de los días atroces, en sus heterónimos, en el sufrimiento de los pueblos, en las cicatrices que no se olvidan,

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

Teatro Prometeo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito: Juan Gelman y su esposa.

expresa Javier Oquendo de Juan Gelman, de igual manera Marco Antonio Rodríguez dice de Euler Granda «sin más aflicción que él mismo, sin más vida y muerte que el mismo Granda ha sido divulgado en los agobiados rastros del ser humano a lo largo de sus ciclos poéticos, soledades y muchedumbres dolientes. Su magna obra poética está como tratando de todos los hombres y mujeres que pueblan la tierra».

La presencia de Loja estuvo representada por la escritora Susana Álvarez, quien fue invitada por la organización de «Poesía

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Paralelo Cero». Intervino en el Paraninfo Che Guevara de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central del Ecuador, en la Sala Capitular San Agustín en la Casa de la Cultura de Ambato y varios eventos adicionales; su discurso poético está considerado por la historia de la lírica ecuatoriana de los últimos años.

En el Ecuador sucede que nuestros propios escritores no leen, ni conocen a los escritores nacionales, van a eventos internacionales y manifiestan que en el Ecuador «no pasa nada»,

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte qué pena el desaliento hacia lo nuestro y se cometen injusticias culturales. Es una «hoguera bárbara» lo que sucede en el Grupo de Guayaquil: José de la Cuadra, Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja Diezcanseco, Gallegos Lara y Gil Gilbert, merecedores de un Premio Nobel por ser los iniciadores en Latinoamérica del «realismo mágico» y por desconocimiento de los mismos coterráneos y carencia de difusión.

La Academia Sueca adjudica esta distinción a un personaje que ab-

sorbió con décadas posteriores la creación de nuestros valores que también son desconocidos como poetas ya que solo la narrativa considera sus nombres.

Javier Oquendo T. propende que los poetas sean conocidos y promocionados, que se proyecten hacia afuera, a las editoriales mundiales y está trabajando con grandes editoriales fuera de nuestra tierra equinoccial, coediciones que circulan nombres ecuatorianos en el mundo sin que se los conozca como poetas

Paraninfo Che Guevara de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central del Ecuador. De izquierda a derecha: Vicente Espinales, Xavier Oquendo, Diego Velasco, Vicente Robalino y Susana Álvarez

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte vitalidad y colorido, en las cuales brillan hechos y personajes pocas veces recaudados por la historia, pero que bien tipificados, describen la cotidianidad bucólica del vecindario lojano.

Aquí, el lector no va a encontrar sucesos rimbombantes, ni almidonados personajes. Por el contrario, aquí, en estas estampas, lo que se hallará son ocurrencias, muchas de ellas llenas de gracia, como las bromas, los apodos, los oficios en proceso de extinción, las anécdotas, los haceres y decires de la gente. Como muestra, fijémonos en los títulos de algunas estampas: el resucitado, el sabio y el sapo, brujerías, el pájaro de Bolívar, la dulcería Jaramillo, los parques de Loja, la chorrera del Pedestal, las jorgas, los clubes sociales, el coro Santa Cecilia, etc. O fijémonos también en algunos personajes de la obra, tan conocidos por la memoria social: Daniel Álvarez, algunos obispos de la diócesis, el Chato Castillo, las Mora, Gregorio Alulima, Macario, la Lechuza, el Viejo Vago, la Loca María…, todo ello dentro del marco de claras reminiscencias de un pasado cercano del que muchos de los presentes

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hemos sido testigos. Aunque no sea verdad aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, su añoranza será siempre placentera.

Conocí los relatos de Estampas lojanas a finales del 2011, cuando Teresita Mora me hizo conocer los borradores y me confirió el inmerecido privilegio de escribir un breve comentario que sirviera a manera de prólogo de la obra cuando se la publicara.

Confieso que la lectura de los textos fue, para mí, el degustar de un exquisito manjar navideño, pues me permitió rememorar entre sonrisas diversos episodios vividos durante mi infancia y juventud en este querido «último rincón del mundo».

Fue entonces cuando esbocé, con cierto temor pero con verdadero entusiasmo, las siguientes líneas, que aparecen incorporadas en el libro que hoy tengo el honor de presentar: «Acabo de leer Estampas lojanas —decía— y me invade la sensación de haber asistido a una de esas tertulias familiares en que la abuela, al borde del anochecer y alrededor del fogón hogareño, entretenía a sus nietos contándoles historias que indefectible-

MARIO JARAMILLO ANDRADE

Estampas Lojanas, de Teresa Mora de Valdivieso

E

l libro El último rincón del mundo, de Alejandro Carrión, editado hace veintiún años por el I. Municipio de Loja y el diario El Comercio, se abre con la cita de este sustancioso texto de Benjamín Carrión: «Y he aquí como Loja, la modesta, recoleta y olvidada provincia, ‘el último rincón del mundo’, se inscribe entre las comarcas del hombre que han ofrecido a la patria grande y a la humanidad misma, cosas esenciales en favor del progreso, de la libertad y la felicidad» —comentario que bien vale retomarlo ahora—.

Porque el mencionado trabajo de Carrión Aguirre destaca la extraordinaria contribución de Loja al Ecuador y al mundo, a

pesar de haber sido una región geográfica tan lejana, cercada por semanas enteras de caminar a pie y a lomo de mula, bajo el rigor de la lluvia y el sol, por senderos tortuosos, atravesando montañas gigantescas, valles profundos, ríos imponentes y mil otros peligros.

En efecto, hasta pasada la mitad del siglo veinte, Loja no dejaba de ser, para propios y extraños, el último rincón del mundo.

Pero a esta tierra había que llegar y de ella había que salir.

Desde los tiempos de la conquista española, fue el paso menos indócil para transitar entre el reino de los incas y el reino de los quitus, entre la selva y el mar; fue la puerta de acceso fácil al Amazonas y la puerta salida del

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte oro y la canela; fue, por mucho tiempo, la región en cuyas montañas brotaba espontáneamente el árbol milagroso de la cascarilla, que los colonizadores repartieron en Europa para sanar a la población de los mortíferos ardores de las fiebres; fue esta tierra, y sigue siendo, el asiento de hombres y mujeres rebeldes, libertarios, de pensamiento claro y franco, siempre dispuestos a luchar por la libertad, el progreso y otras causas buenas del género humano.

De ahí que, en todo tiempo, Loja ha tenido una rica historia para contar. Y en esto de contar cosas, para no olvidarlas y para que las conozcan todos quienes quieran, hay una tradicional predisposición en el habitante lojano, desde el bonachón campesino con su envidiable coloquio imaginario, hasta el erudito que investiga y da cuenta fidedigna de los hechos.

En el plano del minucioso estudio histórico, en Loja se yerguen los trabajos de Clodoveo Jaramillo Alvarado y de su hermano Pío; del doctor Luis Felipe Mora Ortega —familiar muy cercano de doña Teresa Mora de

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Valdivieso—, del doctor Juan José Samaniego, del canónigo Rafael Riofrío, del doctor Alfonso Anda Aguirre y, en los tiempos actuales, del historiador Galo Ramón Valarezo, entre los más notables.

Benjamín Carrión y su sobrino Alejandro, Máximo Agustín Rodríguez, José Miguel y Alfredo Mora Reyes, Arturo Armijos Ayala, Nicolás Kingman, Max Celi Jaramillo, Rubén Ortega, Félix Paladines, han pincelado vívidos cuadros de acontecimientos notables ocurridos en toda la provincia. Y qué decir de los innumerables poetas, narradores, pintores y fotógrafos cuyas obras, orladas del imaginario popular, refrescan la memoria de los tiempos pasados. Son admirables, por ejemplo, las imágenes de la antigua Loja que guardan los archivos fotográficos de Luis Chauvín o Reinaldo Vaca, como inobjetables documentos para el recuerdo. Y son dignas de admiración las alusiones nostálgicas de personajes lojanos que hace el poeta Carlos Eduardo Jaramillo en Blues de la calle Loja…; o las narraciones que, en el entorno familiar, hiciera doña Aguedita Eguiguren de Carrión a su nie-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte ta política Henriette Hurtado, y que fueron publicadas después en el libro Recuerdos de Mamaniña. Es que con todos esos y otros hilvanes se va tejiendo la historia de cualquier pueblo. El destacado historiador Jorge Núñez Sánchez, solía insistir apasionadamente en el valor que debe darse aún las cosas nimias para reconstruir la historia. «Cuando encuentro —decía más o menos— un papel donde consta que el ecuatoriano A entregó un cargamento de panela al peruano X, a cambio de un caballo, de inmediato intuyo que pudo haber un nicho de comercio entre Ecuador y Perú. Si esas cosas sencillas son bien utilizadas, servirán hasta al más riguroso historiador para descubrir el pasado de un pueblo».

Con mayor razón, la crónica, la leyenda, la transmisión oral de episodios que acostumbraban hacer los padres a sus hijos, y después éstos a sus descendientes, partes verdad, partes imaginarios, calzan perfectamente para llegar a saber lo que fuimos, lo que somos y los rasgos que nos identifican, que es algo que los pueblos del mundo están afana-

dos en descifrar, defender y fortalecer, antes de que la bullada globalización acabe por diluir las huellas esenciales de la cultura popular.

Teresa Mora de Valdivieso, afianzada en la literatura imaginaria y en la crónica periodística desde sus años juveniles, ha dedicado buena parte de su inteligencia a dejar testimonio escrito de sucesos, de personajes, de paisajes muchas veces sencillos, familiares, de vecindario —y por sencillos, propensos a olvidarse—, con los cuales se va definiendo la personalidad histórica del pueblo lojano. Su labor está registrada en obras como Un estudiante acribillado a balazos, Loja–Cuento–Leyenda, La advocación de Nuestra Señora del Cisne, Relatos, cuentos y tradiciones de Loja, Relatos de Loja en el siglo XX y, ahora, en el libro Estampas lojanas, cuya presentación motiva el acto de esta tarde.

El nuevo libro de Teresita Mora, contiene cuarenta «flashes informativos», como los califica su autora, a pesar de que no son, como podríamos pensar, esquemáticas instantáneas del vivir local, sino ensayos literarios breves, estampas cálidas y plenas de

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte que reseñamos y cuyo inicio de redacción se produce tras la publicación de su ensayo El ocaso del imperio Español en América.

Los Manriques y Esquiveles tienen un punto en común, una tragedia íntima que confluye, el mestizaje de sus linajes, lo cual llena de rabia y perturba al hijo de Alonso Manrique, Rodrigo. Pero estas dos sagas están acompañadas en sus peripecias por personajes históricos como el Virrey de México, Antonio de Mendoza, un Hernán Cortés venido a menos, Pedro de Alvarado y los padres Zumárraga y Sahagún. Precisamente será el Virrey quien despliegue una política apaciguadora para calmar la rivalidad entre aristócratas y comerciantes, entre cristianos viejos, prósperos y nobles (Manrique) y los conversos acomodados que empatizan con el pueblo (Esquivel), sosteniendo “amistad con los caciques, nada de ocasiones para que se alborote la indiada. Discreción” para que nadie se alce en armas entre 1537 y 1541 en México, fecha y lugar en los que transcurren los acontecimientos novelados. En el mismo sentido conciliador, el

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padre Marcos cuenta que “estos indios son hombres como nosotros: unos buenos, otros medianos, otros malos y otros peores.

Como nosotros…”. Sin embargo, hay muchos partidarios de las armas, como Alonso Manrique, quien sostiene que “no hay otro modo de cambiarle la religión a un pueblo que la conquista”. Esa pugna queda plasmada en la novela sin resolverse.

Madariaga emplea el diálogo como principal recurso narrativo, logrando así que los personajes, mediante sus propias palabras, identifiquen ante el lector su manera de discernir, su carácter, sus entrañas, su psicología en definitiva. Pero Madariaga llega al extremo de dialogar situaciones que podían haber sido narradas, percibiéndolas el lector por medio de los puntos de vista de los personajes presentes mediante el empleo de la tercera persona omnisciente o la primera persona del monólogo interior, ahondando en la postura de que sean los propios personajes los que desvelen gradualmente sus interioridades al lector, ya sean o no oníricas. De hecho la novela reúne muchos requisitos para ser adaptada a los

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte mente comenzaban con la motivadora invocación: ‘había una vez…’ »Inventos de la imaginación, algunas, reminiscencias de la vida, otras, esas narraciones solían ser tan conmovedoras que ninguno de los oyentes pestañeaba para no perderse el mínimo detalle.

Pues así, de manera sencilla y amena se transmitía oralmente la historia popular, generación tras generación. Lejos, bastante lejos de nuestro cerco geográfico estaban todavía las pantallas de televisión (o las quita–tiempo redes sociales, agrego) que vendrían más tarde a relegar casi al olvido tan amable costumbre de las abuelas.

»El libro Estampas lojanas, de Teresa Mora de Valdivieso, igual que otros anteriores escritos por ella, viene por fortuna a rescatar parte del anecdotario, la leyenda, las tradiciones y los sucesos cotidianos con que los mayores encantaban a los menores. Esta vez, claro está, la narradora emplea la palabra escrita como herramienta para sumergirle al lector en un mar de agradables añoranzas. »Teresa Mora de Valdivieso es poeta y narradora, educadora y periodista de aquilatados méritos y, por acertada decisión municipal, Cronista de la Ciudad. El álbum de estampas que nos entrega en esta ocasión, es una rica colección de crónicas del vivir lojano, orladas con paisajes urbanos y rurales, llamadas a conservar fresca la memoria de acontecimientos excepcionales y acontecimientos habituales, de personajes encumbrados a la celebridad y personajes pintorescos olvidados por la historia, a los que sin embargo suele apuntar la curiosidad ciudadana. La delicada percepción y la experiencia literaria de la autora le han permitido imprimir a las imágenes descritas un margen vigoroso de

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte colorido, calidez y vitalidad propios de los buenos cuentos, donde el comentario que brota desde su particular manera de mirar las cosas, se eleva en exaltación de los sucesos importantes o sencillos vividos en este pequeño pero acogedor rincón planetario llamado Loja. »Creo que cuando los lectores terminen de leer este libro, cerrarán sus ojos y se abandonarán, como a mí me ha ocurrido, a la grata quimera de regresar a casa después de un feliz viaje por los tiempos pasados».

Ahora, transcurridos dos años, me es grato saludar el advenimiento de esta nueva publicación, auspiciada por la Casa de la Cultura local, que contribuye a robustecer el prestigio ganado por Loja en los campos de la literatura nacional. Con esta oportunidad, quiero reiterar mi permanente afecto a Teresita Mora de Valdivieso y mi sincera felicitación por los éxitos que ha logrado y continuará logrando su fecunda obra literaria.

Loja, 24.10.13

CARLOS FERRER

L

os hijos de los Manriques y Esquiveles, sagas familiares protagonistas de la pentalogía Esquiveles y Manriques1 de corte histórico y ambientada en México, Venezuela, Cuba, Jamaica y Perú en los años de la colonización de América, son los motores argumentales de Guerra en la sangre. Esta novela obra del coruñés Salvador de Madariaga (1886-1978) ha sido publicada por la española Fundación José Antonio Castro, siguiendo la edición de la editorial Sudamericana de Buenos Aires en 1957 en la Colección Horizonte, y es la segunda del citado ciclo narrativo.

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De Madariaga a Jimbo: dos narradores Salvador de Madariaga, ingeniero de minas de formación, de pensamiento liberal y federalista, embajador español en Washington y París que se carteó con personalidades como Churchill o Camus, ministro en el Gobierno de Lerroux, catedrático de Lengua y Literatura Española en Oxford, galardonado con los premios Goethe y Carlomagno, leyó su discurso de ingreso en la RAE 40 años después a causa de su exilio, un dato insólito en la historia de la institución. Su obra literaria comprende ensayo (destaca su guía sobre El Quijote), poesía de ligera y clara belleza y narrativa, entre la que se halla la novela Guerra en la sangre

Salvador de Madariaga. 2012. Esquiveles y Manriques I. Madrid: Fundación José Antonio Castro.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte por ignorado, aunque lo tengamos delante.

El retorno permite descubrir a un narrador muy cuidadoso con el estilo, en lucha permanente con la lengua para extraer de ella la expresión más exacta, la forma más matizada, que el lector paladee la frase y se recree con el matiz del adjetivo. Aquiles es un escritor que sabe que en una descripción bien hecha hay algo moral, la voluntad de decir lo que aún no ha sido dicho, mientras que el escritor de best-sellers usa el lenguaje simplemente para obtener un efecto y aplica siempre la misma inmoral fórmula de camuflaje, de engaño al lector.

Esta novela es un inventario de extrañezas y hallazgos, de encuentros y desencuentros. Dulce como cerezas enlazadas. Amargo como lágrimas ocultas. Un compendio de emociones encontradas que fuerzan al lector a replantearse el término felicidad, ese estado de ánimo que refresca el infierno que arde en el corazón. Un compendio de personajes próximos, corrientes, que viven pequeñas gestas en una sucesión movediza de existencias que en ocasiones se entrecruzan en

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un tiempo sin lindes. El escritor se oculta tras sus personajes, se ampara tras sus ficciones, se esconde tras las imposturas que la escritura permite. Lo importante es mantener en lo desconocido el último rostro y formar un aura de misterio engastada en una elegante y ligera opacidad: que en vez de seguir el falso y fácil ritmo impuesto por la anécdota, opta por otro mucho más profundo que profundiza la visión de lo real y, como en el hermetismo de Montale, deja en suspenso el inestable universo de las cosas. Y ello, en situaciones y con objetos inscritos en la cotidianeidad.

El retorno es la novela de la migración. La rebelión de la naturaleza en forma de sequía obliga al protagonista y su familia a migrar a la capital en busca de unas mejores condiciones de vida.

La caravana por la subsistencia va desde Ceibo Grande hasta Loja, pasando por San Juan de Pózul o Guachanamá, siendo su primera parada la hacienda Valle Hermoso no sin antes sufrir el asalto de unos bandidos que toman el nombre de Naún Briones para cometer sus tropelías, aunque nunca se sepa si era cierto o

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte escenarios o, incluso, al cine, género que atraía a Madariaga.

El hilo conductor entre esos diálogos es la cotidianeidad de la vida en la tierra colonizada o la intrahistoria, aderezado con la idea de que en una persona conviven varias en función tanto más del mestizaje sanguíneo que corra por sus venas que de la clase social a la que pertenezca el antepasado. Sirva como ejemplo Rodrigo, un español agriado en su piel india.

El violento Rodrigo Manrique es el eje argumental de una novela, donde el amor tiene una especial preponderancia, como lo demuestran las idas y venidas sentimentales del propio Rodrigo primero con la india Mariposa, a la que embaraza sin pasión, y luego con la cristiana Catalina, las posteriores de la propia Catalina con el recién llegado de Salamanca Luis Esquivel, las de Isabel Manrique y Fernando Alvarado a pesar de los lances y percances de la conquista de las sierras adustas de Quivira. Esa maraña amorosa se urde sin perder de vista los intereses económicos y de poder social de las familias, quienes no dudan en

utilizar a sus hijos como moneda de cambio en su provecho, sin atender a las razones del corazón. Es el caso de Catalina, hija del conquistador Juan Alvarado, a todas luces “fea”, que se enamora de Luis Esquivel y es correspondida por él, aunque todos ven en esa una unión de conveniencia: Esquivel lograría una magna dote y Alvarado solucionaría sus problemas con la Cancillería merced al cargo de Luis. A pesar de que Luis, hijo de reconciliado y nieto de quemado en la hoguera, se acerca a ella por consejo de su padre y llega a reconocer los estragos de la viruela en el rostro de Catalina, acaba por rendirse a su hermosura interior sin necesidad de dote alguna o herencia, a la que termina renunciando.

Rodrigo, machista, vengativo, rencoroso sin tregua que a todos ofende a sus 17 años, ya sea padre, hermana o perro, tiene un problema, que radica, en palabras del padre Sahagún, en que vive “entre dos sangres. Para los españoles es indio. Para los indios es español. Si parece indio, lo mejor será darle descanso haciéndole vivir entre los indios”. A ello hay que sumarle su incapa-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte cidad para amar una mujer, porque “no sé lo que es amor… sino que es una cosa que cuentan en los romances”, así como su falta de personalidad, sucumbiendo a los maliciosos y perniciosos deseos de Carlos Cuanacoch o Culebra-de-Zarcillos, hermano de la mujer de Alonso Manrique, una cristiana ejemplar para mayor nudo. Pero el nudo se enreda más cuando se sabe que Rodrigo ha hecho vida de pagano mexicano, se ha alejado de la fe cristiana y Mariposa le ha dado un hijo antes de fallecer, un indio de ojos azules. El terremoto en la casa de los Manrique es de una considerable magnitud y hace temblar hasta a su madre, personaje imperturbable y de una caridad y bondad sin límites. El Virrey necesita un castigo ejemplar para evitar que los indios prosigan con su culto pagano y todo apunta a un perjudicado. Sin embargo, no logra evitar la rebelión en la tierra norteña de los indios pobres, que tienen poco que perder y que están liderados por aquel que dice recibir el influjo del brazo 2

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de Moteczuma y de la cabeza de Utitzilópochtli.

Por tanto, los ingredientes romántico y de aventuras no faltan en la novela, puesto que los españoles colonizadores entablan relación con los indios y ese choque vital le sirve a Madariaga de sostén de la trabazón narrativa de una novela con final abierto y con aliento literario de valía, gracias a los certeros diálogos y a la evolución gradual y atinada del argumento. Madariaga no defrauda.

El retorno Si la escritura es un hilo negro que se enrolla y desenrolla, que se detiene en puntos, en comas, que respira en los pequeños claros blancos y avanza luego sinuoso, la vida es un viaje equivocado. En el último libro de Aquiles Jimbo2, cosido con esmero, después de dos años de trabajo, degustamos la historia de José Alfredo Sánchez y su viaje equivocado en tres capítulos.

Si la literatura nace de nosotros, no puede apartarse por com-

Aquiles Jimbo Córdova. 2013. El retorno. Quito: El Conejo. 134 páginas.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte pleto de su naturaleza. Ni siquiera la llamada literatura pura, la proclama del arte por el arte, escapa a la inquietud de quien la escribe. El arte más perfecto encierra una preocupación profunda, una duda punzante, un amor último.

Lo bello nunca debe pasar inadvertido, por eso hay que cantarlo y por eso la literatura también es celebración, exaltación de lo que importa. Literatura como conocimiento y como intuición, como experiencia y como manera de fingir, de imaginar cómo debiera ser la experiencia. La ciencia explora nuestros límites y cuando ésta se encuentra con los suyos, la literatura prosigue su camino como prosigue su camino a sol y sombra José Alfredo Sánchez, el protagonista de la novela.

Escribir es una forma de vivir y vivir es caminar en la niebla, porque la mayoría de los que vivimos no sabemos lo que hay al otro lado, ni siquiera lo que nos deparará el paso siguiente y eso le sucede también a José Alfredo Sánchez en este El retorno. La primera obligación de la ficción es conectar con el lector. Escribir, como leer, consiste en establecer una conversación destinada

a derrotar la soledad, la tristeza y la angustia que, en ocasiones, acompañan al individuo en el marco de la sociedad contemporánea, porque la literatura es una linterna que nos permite explorar las tinieblas del alma humana.

Los escritores se esfuerzan por ordenar la realidad bajo el régimen del lenguaje, porque la ficción es un espejo de la vida, un espejo que al reflejarla la inventa y la crea, que tiene a la imaginación y a la memoria como elementos desencadenantes y a la palabra como auténtico elemento constitutivo.

Este libro es para el lector un viaje a lo desconocido y la aspiración de un narrador no es contar lo que sabe, sino descubrir lo que no sabía y sin embargo ha decidido contar. Su prosa transmite lo que palpita a su alrededor, su salvaje exuberancia y su extrema fragilidad, prosa precisa en donde la puntería de su página opera al revés que ciertas armas: despertando tras el primer impacto la inteligencia del lector. Su voz es fruto de la imaginación, la memoria, la conciencia y de una resistencia moral contra los desaires de un mundo desconocido

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte vo y clasificatorio perteneciente a una época o grupo, ignorando componentes como la intuición creadora y el coraje de buscar las últimas causas y consecuencias a la hora de asumir la distorsión del lenguaje para reforzarlo, en aras de volver a nombrar por primera vez las cosas, con palabras desprovistas de pasado y con un futuro siempre cambiante.

A menudo se ha querido simplificar la aventura extrema de la trayectoria poética de José Ángel Valente, reduciéndola a moda o a escuela sin entender la absoluta necesidad de la que nace

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y la dificultad extrema de esa empresa, y sin comprender que «ese vacío y ese silencio son como ha escrito Maurice Blanchot, el fondo mismo de las relaciones más materiales» (Fernández: 2011,58).

VALENTE, ESPACIO Y TIEMPO

D

urante las décadas de los 80 y 90 predominaron antologías de tendencia, que pretendían fijar el canon de la poesía figurativa imperante en España, aunque aparecieron pequeños intentos de matizar la irrupción

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte solo eran enviados de la rapacidad. La familia pasa de residir en la hacienda La Esperanza, con toda la connotación semántica que implica ese nombre, a vivir en Valle Hermoso, un microcosmos donde la existencia roza la esclavitud, donde comienzan los males para la familia y donde los abusos de poder y el sometimiento al hacendado Demetrio de la Cueva Bermeo son el pan de cada día que va a alimentar una rebelión de los trabajadores.

Estos desarrollan sus tareas en condiciones pésimas, latigueados y sin salario por una agotadora labor. La revuelta termina siendo acallada con desmedida violencia por parte del poder establecido, como es tónica en la novela.

Antes de su estallido, la familia había decidido retomar su viaje a Loja, ciudad que se halla en plenos festejos en honor a la Virgen del Cisne cuando arriba a ella nuestra familia protagonista.

Precisamente en Loja se recupera para el recuerdo a Tamarindo, vendedor informal de pescado y refresco, persona inmortalizada ahora en novela.

En Loja empieza una nueva vida, que comienza a sonreír

a José Alfredo gracias a sus esfuerzos y privaciones, superando el desprecio que sufren los forasteros en Loja. Sin embargo, los problemas y los conflictos estaban al acecho y salen a relucir en el momento más inoportuno, cuando José Alfredo logra asentar su trabajo y asumir responsabilidades al mismo tiempo que la revolución cubana expande sus soflamas en la ciudad y enrola a José Alfredo para su dudosa causa. Desde ese momento de falso triunfo de la revolución, Vilma, la mujer de José Alfredo, sucumbe a la concatenación de desgracias, la dulce Susanita, la hija, es violentada, y de José Vicente, el primogénito, se pierde todo rastro. El hombre termina siendo un lobo para el hombre y los migrantes que huyen de hambre se encuentran con la miseria humana y la mezquindad por bandera.

Este es el retrato descarnado de una época en la que ni la Iglesia, ni la revolución, ni la sociedad salen bien parados.

Pero hay una puerta abierta a la esperanza, la de Susana y su novio Roberto Infante, su migración a Nueva Loja supone un soplo de aire fresco en la narración,

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte un momento de respiro ante la cascada de acontecimientos desgraciados que copan la novela en sus últimas páginas, con un José Alfredo cumpliendo su promesa, regresando por encima de todo.

Este es un libro que pregunta, no que contesta, porque los libros no son lo que son cuando se escriben, sino lo que significan cuando son leídos. Uno puede andar por este libro de dos modos: con un paseo despreocupado y ligero, con pisadas de niño que disfruta de la vida sin bucear en

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ella, o también desde la mirada escrutadora, el olfateo minucioso que descubre la estela de Conrad y sus viajes. Uno y otro paseo suponen esfuerzo y al tiempo satisfacción y cada paseante alcanza un paisaje diferente, pero igualmente grato. Mientras tanto “la frontera seguirá allí, inamovible, con su patrimonio de distancias y olvido, con la perpetua angustia de supervivencia”, a la espera de un nuevo narrador que cuente una historia, quizá la última.

BERNARDITA MALDONADO

José Ángel Valente, La Habitabilidad del Límite INTRODUCCIÓN En los últimos años se han realizado diversidad de estudios sobre la obra del poeta gallego José Ángel Valente, estudios que abarcan una infinitud de dinámicas a seguir y que constituyen un acercamiento interdisciplinar a los textos valentianos, con diversas orientaciones tanto estéticas como filosóficas, todas las cuales nos acercan de manera polivalente a la obra de este autor.

José Ángel Valente irrumpe con personalidad y pureza en el panorama de las letras hispánicas, dueño de una obra excepcional, porque los poemas de Valente se muestran ricos de posibilidades significativas y su poesía tiene

referencias plásticas, musicales y cinematográficas. Valente profundiza en las corrientes místicas, como el sufismo o el judaísmo, a la vez que lo hace en la bruma del misticismo español. Su obra es una espiral que consume el tránsito de su creación hasta elevarse a una condición metafísica.

Valente fue un autor que dio prioridad al aspecto formal del texto, en similitud a los formalistas rusos, que se contrapusieron al método historicista por considerar que el historicismo relegaba la obra de un autor como determinado producto de un periodo histórico. La obra del poeta gallego no puede quedarse reducida a ser parte de un sistema meramente organizati-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte te pasarán a formar parte de su primera obra publicada, A modo de esperanza, con el que logró el prestigioso Adonais en 1955 y, con ello, el reconocimiento amplio de su poesía. Estando en Ceuta haciendo el servicio militar entra en contacto con los moros que tanto le habían impresionado en su niñez, Ceuta es punto importante de contacto con la cultura árabe, lee a autores que habían reflexionado en sus obras sobre los aportes judíos y musulmanes a la cultura española, autores como E. García Gómez, M. Asín Palacios, entre otros. Más tarde se traslada a Oxford, como lector de español. Transcurre 1958 cuando ve la posibilidad de trasladarse a Ginebra con vistas a trabajar como traductor para la ONU, ciudad en la que residirá la mayor parte de su vida y donde comenzará paulatinamente a implicarse de modo activo en política, empleando buena parte de sus energías en la lucha contra la dictadura franquista. Poco después de su llegada, en 1960, dará por concluido un segundo poemario, iniciado en su etapa gallega bajo el significativo título de Poemas a Lázaro. Cabe re-

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calcar que sus trabajos nunca lo apartaron de su indagación en la mística monoteísta y en la cabalística (Abulafia, Maimónedes, Jabés, etc.), la mística cristiana (San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Miguel de Molinos), la musulmana (Ibn-Arabi, Al-Rumi, All-Halách, etc.) y la mística del extremo oriente (particularmente de la China).

Los años 60 conforman una etapa vasta y fecunda comenzada con el recién mencionado poemario y continuada con la antología Sobre el lugar del canto, donde leeremos textos poco después recuperados y acompañados de otros versos en su obra La memoria y los signos, de 1966. En esta misma época José Ángel Valente realiza sus traducciones de Cavafis, denotativas de una línea de pensamiento observable, por supuesto, a través de sus textos críticos y su poesía. Aún en los años sesenta publica títulos como Siete representaciones, Breve son- donde se recogen versos compilados desde 1953 a 1968- Presentación y memorial para un monumento y El inocente, todo ello al tiempo que su espectro de conocimientos y dominio de las lenguas se

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte generalizada de la llamada «poesía de la experiencia», ofreciendo un canon alternativo a través de pequeñas selecciones publicadas en provincias, algunas de las cuales son de vanguardia, producto de las más que entendibles dudas de un grupo de poetas, que empiezan a cuestionar la función de la llamada poesía social. Muchos de estos poetas logran mantener su escritura lejos del canon oficialmente constituido, entre ellos Carmen Conde, Juan Eduardo Cirlot, Ángel Crespo y Edmundo de Ory; otros recogen la tradición grecolatina; algunos rescatan modelos barrocos. El estilo de estos autores se caracteriza tanto por el tono vitalista e íntimo, como por su contradicción entre paganismo y cristianismo, entre sensualidad y hondura.

En esta generación destacan el traductor y profesor José María Valverde, Jaime Gil de Biedma, María Victoria Atencia y José Agustín Goytisolo, subsistiendo dentro de ellos, aunque mínimamente, una preocupación social que es reflejada en su obra.

Todos los poetas españoles contemporáneos, desde Machado a los encuadrados en la crítica

social, han escrito condicionados por la problemática social de España durante la guerra y la postguerra. En este panorama, José Ángel Valente se aleja de sus coetáneos y poetas cercanos para adentrarse en genealogías más lejanas en el tiempo, como los trovadores, las reflexiones de Jorge Manrique y las concepciones de la lírica castellana. Este es el triunfo de Valente, ser eslabón de la cadena, pero no un eslabón cualquiera. Valente afirmaba rotundamente: «No creo en las clasificaciones generacionales, se está en grupo, quizá, en la línea de salida, pero la carrera tienes que correrla en soledad. En esa carrera estás solo y te olvidas de todo, tanto que desaparece la solidaridad generacional. Cada escritor es uno y los grupos, en este país, son a menudo el trabajo de alguien no muy inteligente y de los que se aprovechan de ello. He vivido en lucha permanente con los grupos, incluso con los amigos, enfrentándome y superando esa tendencia de pulpo absorbente que tiene el grupo. El grupo ejerce, además, una dictadura y, ¿cómo iba yo a aceptarla cuando mi principal afán era huir de otra dictadura? El escritor ha de huir de eso. No puede caer en la trampa de la creación de falsos valores. No olvidemos que un espíritu crítico como Bergamín

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte hablaba siempre de la Generación del 27, S.A.» (Aguirre: 2012, 125).

Valente es un eslabón inconfundible, único, que hace del lenguaje metaliteratura, pasando por Rosalía de Castro, María Zambrano y los grandes místicos de oriente y occidente, se erige la poesía de Valente, hasta la más próxima trayectoria, la poesía española que viene marcada por Quevedo, San Juan, junto a Celan, Keats, Ungaretti, Jabés. Estas conexiones poéticas tan diversas y lejanas inciden para que la obra del poeta resulte atípica y autónoma tal como conciben algunos formalistas una estructura poética.

Ha sido Valente junto a destacados seguidores, como Andrés Sánchez Robayna o Ada Salas, quien ha reeditado la vigencia de una lírica pura esencialista, que arranca en Mallarmé, continúa en P. Valery, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, César Vallejo y Lezama Lima. La necesidad de mantenerse en ese espacio, donde el escritor no domina el lenguaje, sino que deja que este hable en él, espacio donde la creación afronta su imposibilidad, y que es el pun-

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to de origen de la modernidad, ya fue evidenciada en algunos de los grandes poetas románticos, aquellos artistas y escritores que arriesgaron su ser en la creación y no pertenecieron a ninguna parte, a ningún grupo. Valente nadó contra corriente, asumiendo las consecuencias que ello conlleva, incluida la incomprensión de la crítica, inmersa en la superficialidad de la moda imperante, contra la que Valente nunca temió alzar la voz, convirtiéndose en una figura incómoda para la cultura española autocomplaciente.

Valente dijo que su tarea era de la un corredor de fondo, un compromiso radical que se impuso a sí mismo, en su relación con el lenguaje poético. Nada hay de gratuito en esa aventura extrema del poeta gallego que le llevó a decir, pocos meses antes de su muerte, que «la poesía comienza donde el decir es imposible. Si no trabajas con esa imposibilidad, no eres poeta» (Goytisolo: 2001, 18).

La herencia creadora y crítica de la escritura de Valente se halla presente, en mayor o menor medida, en la obra de varios poetas españoles nacidos en la década de los 60 entre los que pode-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte mos señalar a Jordi Doce, Martha Agudo, Ada Salas, Francisco Ardanuy, Marcos Canteli, Daniel Casado, José María Castrillón, José Manuel Cuesta Abad, Rafael-José Díaz, Diego Doncel, Manuel Fernández Casanova, Agustín Fernández Mallo, María José Flores, Pilar Fraile, Eduardo García, José Luis Gómez Toré, Ana Gorría, Isidro Hernández, Amalia Iglesias, Alejandro Krawietz, Francisco León, el periodista Antonio Lucas, José Antonio Llera, Juan Carlos Marset, Antonio Méndez Rubio, Luna Miguel, Eduardo Moga, Vicente Luis Mora, Luis Muñiz, Marianela Navarro Santos, Antonio Ortega, Julio Pérez-Ugena, Carlos Peinado Elliot, Raúl Quinto, María do Cebreiro Rábade Villar, Goretti Ramírez, Esther Ramón, José Luis Rey, Jorge Riechmann, Ada Salas, Vicente Valero, Javier Vela, José Luis Zerón Huguet e Ibon Zubiar. Autores cuya poesía es el testimonio inequívoco del lugar central que Valente tiene en sus lecturas, de su capacidad para generar líneas de tensión creadora y de un diálogo crítico.

Contribuir a ese diálogo, fundamento de cualquier ejercicio re-

flexivo digno de su nombre, es la primera responsabilidad de un lector inquieto.

EL POETA Nace en Orense en 1929, su infancia y su adolescencia transcurren en Galicia, de donde le viene probablemente ese tono de ironía y misterio que caracteriza su obra. Sus primeros estudios los realiza en un colegio católico. Valga señalar que el elemento maternal va a constituir una dominante a lo largo de su creación, proyectada sobre multitud de aspectos que, en general, van a encontrar su polo opuesto en modelos paternales ceñidos a un orden menos ufano de su existencia. A lo largo de este periodo aún de niñez, realizaría sus primeras incursiones líricas, perteneciendo el primer poema conservado al año 1944, es decir, cuando Valente contaba con quince años. Ecos de aquellas inquietudes cercanas a un concepto artístico tradicional se observan en su poemario Nada está escrito, con el que se presentó al premio Boscán en 1953. Algunos de los versos que allí encontramos posteriormen-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte la obra de un autor y, como esa técnica se manifiesta en un conjunto de características, formales, susceptibles de análisis, el autor es un dueño del oficio, que se sustenta en un conglomerado de artes.

Otro fundamento que cabe recalcar es que el contenido no es lo que determina la obra literaria, sino su construcción, la materialidad con que la forma ha sido expresada es la forma la que otorga la integridad de la obra artística.

Para Jakobson es muy importante el término función, con el que se accede a las líneas conductoras hacia el interior del texto, el cual, una vez creado y dotado de unidad, constituye un sistema en el que el autor ha puesto en juego una serie de funciones, que constituirían las herramientas con las que ha logrado desviarse del uso cotidiano del lenguaje. Para Valente,«la forma no es más que el destino que la realidad impone a la palabra» (Gómez: 2008, 39).

Frente a un proceso de normativas con que el hombre ordena su concepción de realidad, el arte introduce una serie de rupturas. Carlos Bousoño dice que

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el poeta ha de transformar la significación para dotar al lenguaje de sentido, este es precisamente el sentido nuevo que tiene la poesía de Valente, «sólo el cambio lingüístico o la sustitución restaura la plenitud lingüística del lenguaje» (Moga: 2004, 33).

Acomodarse al nivel más simple del lenguaje para hacer poesía desde este posicionamiento tiene su beneficio más inmediato, pero creo que una de las tareas del poeta es desmontar el lenguaje cotidiano, que equivale a desmontar nuestra realidad cotidiana, pero desmontar la realidad, desde la realidad del lenguaje poético es un camino duro y desolado que bien vale la pena emprender, a riesgo y a sabiendas que, al desmoronar el lenguaje comunicativo, desmoronamos nuestra conciencia, nos destruimos a nosotros mismos, y esa caída, esa tensión será el territorio desde el que se construirá el poema. Debemos asumir que el fin último del poema es el aullido o el silencio, dicho en palabras de Valente «el poema es una animal respirante o no lo es» (Valente: 2011, 125).

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte va ampliando, quedando como huella de sus logros una considerable cantidad de textos en prosa, como los recogidos de 1955 a 1970 en Las palabras de la tribu, obra capital en lo que constituye la línea básica de su pensamiento.

Entre éstas, como cabe esperar, se encuentra un radical rechazo hacia todo régimen autoritario.

Su interés por una heterodoxia rectora de todo aspecto de la vida, la profundización en una línea de pensamiento hermética o la cercanía a líneas de espiritualidad y reflexión orientales se van a acentuar en esta época reflejado todo ello tanto en su realización lírica, como en su faceta ensayística o en su creciente número de traducciones. Al tiempo, el componente místico va a comenzar a definirse como objeto fundamental de su obra, posibilitando paralelamente, entre otros logros, la nueva edición de la Guía espiritual de Miguel de Molinos, publicada en 1974. En cuanto a su obra lírica, dos años antes va a ver la luz Punto cero, que reunirá toda la poesía elaborada por el autor hasta la fecha, además de incorporar un nuevo título, Treinta y siete fragmentos,

todo ello complementado con la edición de su primer libro de narraciones. A finales de los setenta y precedidas de una inmersión tremendamente profunda en corrientes múltiples de pensamiento, saldrán a la luz obras líricas como Interior con figuras o Material memoria, en donde asistiremos a un hundimiento cósmico a través de estratos simbólicos, que dotan a la poesía del autor de una hondura excepcional al tiempo que mostrará un elevado interés hacia el resto de las artes, tal y como podrá observarse en un buen número de ensayos e indagaciones estéticas. La aparición de estos textos define de modo muy notorio las nuevas búsquedas de Valente, a estas alturas extremadamente radicales y excepcionalmente personales.

Poemarios como Tres lecciones de tinieblas, Mandorla o El fulgor nos acercarán a unos estratos esquivos a buena parte de la poesía no sólo en castellano, sino europea, dado que las aportaciones recibidas de sus infatigables estudios le llevarán a profundizar en la mística sufí, así como en la cábala, fascinación especial en tanto que la comprensión del

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte verbo como elemento creador de realidad se va a complementar perfectamente con su poética, tal y como expone con claridad en el libro de ensayos La piedra y el centro, publicado en 1983, o incluso en el texto narrativo Nueve enunciaciones, modelo de prosa con aproximaciones notables a molduras líricas. La escritura, como hemos mencionado, a partir de este periodo comenzará a participar de un profundo interés en indagar en las raíces de la palabra. La densidad alcanzada, la búsqueda del espacio desde donde surge la creación, se comenzará ahora a volver más continua, más desesperada, más agónica.

Obras como Al dios del lugar, de 1989, o No amanece el cantor, tres años posterior, se presentan como sintomáticas de una radicalidad, que le llevará a dimensiones extremas ya sólo superables por un estado superior a lo puramente estético y encaminado hacia lo estrictamente religioso. Resulta destacable además que, mientras

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se desarrolla esta última etapa vital y creativa, vayan surgiendo las Cantigas de Alén como poemario en el que el autor va a tratar de remontarse a una lírica tradicional gallega, que tanto amó, un guiño a la lengua materna, al calor del corazón, a la añorada niñez. O, por último, quedarán textos inéditos como la narración titulada Palais de Justice, no editado al completo todavía, y el publicado Diario anónimo, compendio que recoge multitud de notas, fragmentos y pensamientos de tono aforístico, ya desarrollado, delimitados por un margen temporal que abarca de 1959 al año 2000, fecha de fallecimiento del poeta.

Con todo este material, la creación de José Ángel Valente se consolida como una de las más logradas realizaciones estéticas por su riqueza de contenido, elevación de pensamiento, amplitud y precisión lingüística de las realizadas en la poesía europea del último medio siglo.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

LA TRASCENDENCIA DE LA FORMA EN LA POÉTICA DE VALENTE. EL FORMALISMO RUSO Para penetrar en la poesía, en el análisis del lenguaje poético, se precisó la construcción de un pensamiento crítico. Los primeros trazos de este camino fueron dibujados por Valery, que creó una obra extensa, la cual pretendía estudiar los elementos formales de la obra de arte, al mismo tiempo que los formalistas rusos consideraban la obra poética desde una relación lenguaje-pensamiento. Desde varias posiciones vanguardistas arranca el formalismo, en palabras de Potjenba «la poesía es una cualidad del lenguaje, que posibilita un ámbito de imágenes, de símbolos, a través de los cuales, el autor es capaz de trascender sus limitaciones, porque con la poesía puede llegar a pensarse a inventar un mundo de imprevistas relaciones, o dicho de otro modo en la poesía la forma es un instrumento para ponernos en contacto con los contenidos» (Gómez: 2008, 34).

Dentro de los métodos y objetivos del formalismo ruso, destaca la noción de literarie-

dad, que limita la importancia a la inspiración y que apuntala sus estudios en tres pilares: —La poesía es el lenguaje en su función estética.

—El objeto de la ciencia de la literatura no es la literatura en sí,sino lo que hace de una texto, una obra literaria.

—Si los estudios literarios quieren convertirse en ciencia deben reconocer el procedimiento como su punto principal.

El formalismo ruso considera que la literatura es un uso especial del lenguaje, un desvío de la norma, exigidos para vencer el automatismo del lenguaje práctico. Uno de los fundamentos de la investigación poética de los formalistas es la trascendencia que se otorga a la forma, hasta el punto de permitirse afirmar de que «el contenido está condicionado sustancialmente por la naturaleza formal del lenguaje literario» (Gómez: 2008, 34).

Los formalistas consideran un rasgo muy importante la capacidad técnica que caracteriza

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WILSON R. CASTILLO T.

Autorretrato Cinéfilo Dedicado a Gaby Pacají Ruíz

T

uve la oportunidad de hacer recientemente una revisión de películas que han formado parte de mi vida, que han coincidido o influido en mi manera de pensar y actuar. ¿Es posible entonces reconocerse en la cinefilia y extraer de ella títulos que compongan una radiografía de nuestro interior? Por supuesto y me parece un ejercicio saludable el volver a ellas, como un norte para mirar y saber dónde nos encontramos. Le comparto las 10 películas en las que me reconozco y que por añadidura le recomiendo atentamente.

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1.- Freaks (1932) de Tod Browning Sobre la cumbre de todo se eleva esta obra que la pienso eterna, fundamental. Un principio y un final, porque en ella comienza y termina todo, pero este es un ciclo continuo, más cercano a una espiral que a una línea recta. Cuando pienso en el cine, lo primero que recuerdo es en este título tan enigmático perteneciente a un director misterioso, que pudo filmar con una mirada honesta y auténtica una de las historias con las que estableció una vía directa entre su obra y mi existencia.

Objetos de la noche Sombras.

Palabras con el lomo animal mojado por la dura Transpiración del sueño o de la muerte.

Dime Con que rotas imágenes reconstruir el día venidero Trazar los signos tender la red al fondo, vislumbrar en lo oscuro El poema o la piedra El don de lo imposible.

(Material memoria)

Para Valente la poesía es una palabra abierta, una morada siempre posible por la que descender a las infinitas capas de la memoria, por ello inquiere ¿cómo reconstruir el día venidero? Se podría interpretar como una inquisitoria personal o colectiva, el poeta nos sugiere que antes hubo destrucción de imágenes, fue precisa la destrucción para que en el lugar, en el silencio que quedó, erigir la palabra nueva, el poema o la piedra.

Para crear el primero tiene en sus manos los vocablos, las palabras transidas del sueño o de la muerte, el texto mantiene una tensión, que no se resuelve, porque plantear esa tensión entre vertebra y espíritu ya es un poema.

Piedra. ¿Pero qué piedra es la que habla el poeta? Valente, heredero de todas las místicas, especialmente de la judía, alude a la piedra

en la que el profeta Abraham posó su cabeza y atisbó una escalera hacia el infinito y le fue hecha la revelación, el don de lo imposible. Valente define la poesía como revelación, como alquimia que puede recoger todos los fragmentos rotos y ayudarnos a vislumbrar entre la sombra el límite, o será la roca maldita que debe portar el poeta incapaz de restaurar el silencio y las palabras que lo habiten.

XIV Este mi cuerpo todo Quebrantado Andado por pedregal y monte Y llano seco, Ahora se levanta y corre Como niño incendiado En la mañana, salta Los fuertes y fronteras, este Cuerpo mío de sombras En la súbita luz.

(El fulgor)

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte En este último poema se puede intuir un reconocer el cuerpo, el cuerpo como morada del dios, el cuerpo del ser que busca, adolorido por el rigor del trasiego a la intemperie (pedregal y monte y llano seco) que remite a las condiciones fragmentarias de la existencia humana, que denota una búsqueda más alta si se quiere, un salto, la tensión del pájaro en el aire, que se hace vuelo como dice Valente en otro poema.

Se presenta aquí la idea de exilio, de salto para traspasar las barreras del lenguaje y el cuerpo que este nombra y que es o puede ser vehículo de búsqueda de sustratos inmateriales, un salto, un viaje sobre los cercos, un salto potencialmente infinito que sustente la mañana, la niñez del fuego que contrasta con las sombras que la luz revela. Los significantes de estas palabras, lo que ellas connotan nos transportan a un planteamiento místico, pese a que su construcción formal no lo menciona abiertamente. Valente, el místico del decir y del callar poético, ajeno a dioses, en constante desacato con el lenguaje instituido, hace desaparecer las fronteras y las lindes para

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saltarlas con ímpetu sin perder la alianza con el otro lado del mundo para hacernos vislumbrar una forma, que se queda pendiente de nuestra labor, una forma que la luz rescata y que el lector debe darle nombre.

Conclusión La poesía es una forma de abrir los ojos, de unirnos a lo que todas las corrientes filosóficas han hecho. La forma o el modo de pensar en poesía consiste en una crítica en la que el lenguaje se hace a sí mismo. A lo largo de la historia, a través del poema nacemos muchas veces como un milagro del que no tenemos conciencia, cada poema es un universo particular que tiene su génesis propia y que ahora se pone ante nuestros sentidos para convocarnos a adentrarnos en el lugar, en la entraña donde nos reconocemos en el otro, en los otros, que la cotidianeidad no nos permite reconocer. Cada poema, como cada mundo, tiene sus propias mareas y olas rompientes, hagamos una pausa entre lo que creemos saber y lo que ignoramos para dar cuenta de

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte nosotros mismos y surcar en la olas rompientes de la poesía las respuestas, que nos muestran la vida y la muerte en un instante de luz, en un puñado de cenizas, y que aspira a lo pequeño y a lo hondo, a lo mínimo y a lo vasto, a la plegaria o al trueno, como es la poesía de José Ángel Valente.

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2012. El universo imaginario de Valente. Madrid, Universidad Complutense de Madrid.

EL-OUTMANI, Ismail. 2005. La poesía de José Ángel Valente o la mística sin el místico. Rabat, Universidad Mohamed V. FERNÁNDEZ CASANOVA, Manuel. »Cuatro referentes para una poética de la retracción del límite».

FERNÁNDEZ, Jorge Gonzalo. 2011.

La poética de José Ángel Valente, algunas trazas blanchotianas en su obra. Madrid, Universidad Complutense de Madrid.

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2008. Manual de crítica literaria contemporánea. Madrid, Castalia.

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MOGA, Eduardo (Ed.). 2004. Poesía pasión. Zaragoza, Libros del innombrable.

VALENTE, José Ángel. 2001. Material memoria. Obra poética 2, 1977-1992. Madrid, Alianza Editorial.

VALENTE, José Ángel. 2011. Diario anónimo. Barcelona, Galaxia Gutenberg.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte siempre que me necesites”.

Si el personaje de Charlotte es inmortal, es curioso cómo siendo la antítesis de lo que supone correcto y exitoso en nuestra sociedad occidental, nos llega tanto y muchos nos identificamos con él. La pobreza no está reñida con la felicidad. Es más, el hecho, la aventura de buscarla, con una sonrisa franca que se desprende del alma, alimenta el día a día, le da sentido a nuestras vidas. Lo cotidiano como escenario para que ocurra lo fantástico.

El amor desprendido, desinteresado. Entonces, Luces de la ciudad plantea el hecho del amor visto con los ojos del alma (por esta razón la vendedora de flores es invidente) y el personaje de Chaplin “transforma” la realidad, no como una mentira, sino como la intención de volverla más tolerable y llevadera para su amada. Esto ha sido fundamental en mi vida, pienso que aunque el egoísmo y el interés personal se impongan como paradigma de nuestro tiempo, uno puede pensar en el bienestar de otra perso-

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na, incluso como una prioridad, buscar la felicidad del otro y ser feliz intentándolo.

En cuanto al final de City lights, sobre el que se ha escrito muchísimo, decir que es inconmensurable, irrepetible, uno de los momentos más elevados a los que ha llegado el cine. Rabiosamente humano, realidades enfrentadas, sugerencia de capítulos anteriores, conclusión que apela al espectador, en especial cuando se funde la última escena en negro y no sabemos si el vagabundo se queda o no con su amada. Sobre esto último siempre he pensado en la preminencia la felicidad diaria, de lo que él hizo mientras sucedía su amor y no de lo que esperaría por sus actos. Entonces, todo el sentido de la película es el sentido de mi vida: saber que se hace algo en el día a día por nuestros seres queridos, no puede tener, algún día, un final más que placentero por el orgullo y la paz de haber intentado algo en el presente, de forma desinteresada y sobre todo leal… Sobre todo leal…

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte De la película se han escrito diversas anotaciones, opiniones y cadencias que no pienso repetir ahora. Sin embargo, actualmente, podemos preguntarnos ¿cuál es la vigencia de una obra de 1932 en los actuales momentos? Al ser un clásico, (que no necesariamente considero una obra maestra, pues en casos particulares como éste se sobrepone el aspecto emocional sobre la valoración estética) “Freaks”, es una obra atemporal por la mirada tierna con la que trata a seres distintos físicamente a lo socialmente aceptado en cada época, esta palabra (freak) a partir de esta película fue utilizada para describir personas con deformaciones físicas que luego se extiende para hacer referencia a las personas que no coinciden con los estándares socialmente admitidos. Sin embargo al ser una palabra generalmente utilizada despectivamente, existen por contraste otras personas que se sienten orgullosas de llamarse y sentir freak.

La intransigencia e intolerancia de aquella época se ha extendido hasta nuestros días y avanza hacia el futuro. Pero precisamente esta película avizora

una esperanza, a través de la mirada de su director, que no es por cierto únicamente contemplativa sino que llega a la solidaridad, al plantear la posibilidad de la venganza en la película, pienso que se formó un cordón umbilical entre él y sus actores, como un solo ser, que no vacila, ni le tiembla el pulso a la hora de dejar muy en claro su actitud ante la vida: cuidar lo que uno quiere, ser comprensivo y defenderse a cualquier costo. A partir de esto, en mi vida ha quedado fija la atención y el compromiso con mis cercanos.

“Uno de los nuestros” encontrados y reunidos para mantenerse como una estirpe que no claudica ni se amilana ante nada ni nadie.

2.- El Manantial (The Fountainhead – 1949) de King Vidor Luego de interesarme varios años en la política y al ver la realidad de cómo se utiliza la tendencia izquierdista me desencanté de ella, desde entonces cada paso me llevó de forma más madura y honesta hacia un sincero anarquismo. En este proceso intervino la maravillosa “El ma-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte nantial” película de culto absoluta dirigida por King Vidor y cuyo guión quedó a cargo de una de las pensadoras más influyentes de nuestra historia reciente: Ayn Rand.

Con ella como protagonista intelectual, el resultado debía de ser no menos que interesante.

Sin embargo, la realidad es que el efecto final supera todo lo imaginable y bajo su supervisión se realiza una de las películas que fundamentan la individualidad artística, en un ejercicio cinematográfico inmenso, inconmensurable. Lo que ella denominó como objetivismo, —y que es en líneas generales un individualismo—, quedó reflejado de una manera tan expresamente clara, que sirvió de motivación para quien se identificó con esta línea de pensamiento.

Como es conocido, la persona que entrega sus esfuerzos al arte debe atravesar, -a más de la indiferencia e incomprensión pública-, crisis personales que cuestionan su destino, el presente (y por lo tanto el futuro) y es entonces donde le apremia buscar aliento para continuar. Allí, en ese lugar, se encuentra espe-

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rándonos este manantial, sitio de paz, de sosiego. La tranquilidad de sentirse protegido, de tener abrigo y comprensión. Una de las obras cumbre del cine que contiene uno de los discursos/ monólogos más inspirados sobre la libertad creativa, el hombre individual y su derecho irrenunciable de hacer con su obra lo que se le antoje, pues él es su creador y ha de hacer con ella lo que le plazca… Esto ha fundamentado el destino de mi obra, en especial pictórica, indudablemente.

3.- Harvey (El invisible Harvey - 1950) de Henry Koster Cuando vi por primera vez “Harvey”, exactamente el 16 de marzo de 2010, escribí esta pequeña reflexión en un pequeño espacio informativo de mi pueblo, lo transcribo a continuación para Ud.: “Hoy respiré profundamente y todo lo malo que estuve atravesando se fue. Es la magia del cine. Esto se lo debo a James Stewart y a Harvey con sus inspiradas actuaciones. Incluso James, que habla en la introducción del DVD, recuerda con ter-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte nura a esta pequeña joya, tan rara y tan maravillosa.

Que nadie juzgue a la locura inofensiva, cuando ésta es así, o se representa así.

Cortázar por ejemplo veía sus cronopios y claro, como es un gran artista, nadie le dijo nada. Por eso si alguien tiene a una persona cercana que ve cosas o mejor dicho personajes, den un segundo vistazo y a lo mejor ustedes también lo verán.

Es una de esas películas de las que a primera vista no se espera mucho y termina dejándolo a uno con una sonrisa franca y esperanza en el corazón”.

“El invisible Harvey” coincide con mi manera de ver las adicciones, en este caso el alcohol.

Muchas personas lo maldicen, tanto al producto etílico como a quien lo consume, lo que me ha parecido siempre una exageración. Los griegos propugnaban su famosísimo aforismo: “Conócete a ti mismo”. Es decir, mira en tu interior, como individuo y encuentra qué te hace feliz, qué te hace daño, qué te gusta y que no. Piensa en los demás, en su espacio vital como si fuera el tuyo.

Así es, no todo es bueno o malo para todos. Lo que para algunos es saludable, para otros es perjudicial. Lo que le da vida a uno a otro se la puede quitar. En mi

caso particular, el alcohol me permitió vivir muchas experiencias agradables en mi vida: conversaciones sobre arte entre buenos amigos, conciertos improvisados, personas que escuchan atentas, he aprendido historia de la música, he compartido lágrimas y por supuesto amplias sonrisas. Pienso que lo tolero bien, no así con otro tipo de drogas, a las que, por mi carácter y personalidad seguramente no sería compatible.

Tolerancia amigas y amigos… tolerancia y conocimiento de uno mismo… De eso y muchas cosas más nos habla nuestro entrañable “Harvey”… Ver esta maravilla de 1950 me parece imprescindible…

4.- Luces de la ciudad (1931) de Charles Chaplin El cine definido a sí mismo, su cumbre y la concreción de su ideal. Cada vez que miro City ligths algo ocurre en mi interior, la experiencia estética siempre esquiva, viene aquí de forma natural, inmediata. Como si viviera dentro del celuloide, como si esperara al espectador para confortarlo diciéndole: “estoy aquí,

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte un milenio que vive —en todos los ámbitos—, una ausencia del mismo; o al menos, un cambio en los paradigmas de lo que en milenios pasados se había entendido por ‘amor’. El ideal de sacrificio, entrega y exclusividad se diluye actualmente para dar paso a una sed de autocomplacencia, egocentrismo e ilusión de peculiaridad contrario a la estandarización del ser humano que quiere ser original imitando a prototipos aceptados socialmente.

Let me in recupera de forma precisa, con rabia, sangre y vampirismo, el ideal de sacrificio y entrega por el ser humano y la reciprocidad del mismo. Venganza cuando se incomoda o se atenta contra la persona amada. Entrega y causalidad para fomentar un espacio propio que nadie puede invadir salvo si es invitado a entrar. Hablar de Let me in es comprender lo que uno lleva por dentro, algo que no ha muerto en nosotros, sólo que hemos posiblemente ocultado, la sensación del primer amor de adolescentes y aun cuando nos faltaba todo, teníamos suficiente sangre y valor para prometer y cumplir la eternidad…

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

8.- Animal Farm de Joy Batchelor y John Halas (1954)

5.- Perversidad (Scarlett Street –1945) de Fritz Lang

Una película de poco más de una hora de duración, que condensa a través de una imaginería animalesca, el universo de George Orwell. Animación natural que representa la estética de los cincuenta muy alejada del público infantil salvo que se considere como una introducción a lo que les espera en una vida política posterior. ¿Es Animal farm una película dogmática? Pues diría que no, si bien nos presenta una sincera crítica hacia al comunismo y capitalismo, nos deja el suficiente espacio para imaginar que existe un camino alterno, que no involucra líderes idealizados y consumidos por el egocentrismo, sino que permite la idea de que nosotros podemos y debemos forjar un camino tan nuestro y valedero siempre que nuestra conciencia se limpie de cuanto, de un lado y otro, nos han impuesto durante nuestra formación formal, tanto educativa como social.

Nos encontramos entonces frente a la película anarquista por antonomasia, llevada a pulso

Mi cinefilia depende en gran medida del Cine Negro. Género desarrollado en la década del 30 y el 50 del siglo pasado. No he podido ni pretendido alejarme de él. Voy cuando me llama y lo busco cuando no. He revisado cientos de películas de este estilo y siempre me he visto reflejado allí. No sólo a mí, sino a mi tiempo. Parece que los directores sintonizaron de forma contundente con nuestra época, filmando obras atemporales que se mantienen vigentes, como las que más, en base a la construcción de personajes reales, no sólo próximos, sino decididamente humanos como cualquiera de nosotros.

En la cima de todo lo que he visto están títulos como: Perdición de Billy Wilder, El tercer hombre de Carol Reed, Muerte de un ciclista de Bardem, Retorno al pasado de Jacques Tourneur, o Detour de Ulmer; y sobre todas ellas, un escalón más arriba, en el lugar predilecto de mi corazón cinéfilo se posiciona la fantástica:

Scarlett Street de un genio llamado Fritz Lang.

Mucho ha influido la trama que nos presenta Perversidad, el hecho de que el protagonista sea un artista plástico me alude directamente. La cuestión es cómo el personaje interpretado por un iluminado Edward G. Robinson, empieza su descenso hasta lo más decadente y cómo él lo ha perdido todo. Scorsese decía que en el Cine Negro todos los personajes están condenados. Bueno, si es así, el personaje central, no sólo que está condenado, sino que lo está doblemente: tanto en su vida física como en la espiritual. A su par, es increíble el personaje de la mujer fatal de turno, Joan Bannet, de lo más vil y abyecto que este servidor ha presenciado, enamorada torpemente de un truhán que la extorsiona, la golpea y la desprecia y por el contrario ella, aprovechándose de nuestro gentil y amable amigo pintor, haciendo que éste cumpla sus caprichos, que se someta a su voluntad, que olvide incluso su propio arte, robando la autoría de sus cuadros para su beneficio propio.

Todo esto, configura para

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte mí, un asombroso retrato de las contradicciones inherentes al ser humano, hablando en generalidad. Porque tanto presa como cazador, terminan condenados; y la venganza múltiple produce una desolación que se extiende como una peste para todos. Por cierto que nunca he visto una película donde cada uno de los elementos contribuya tan decididamente a la atmósfera, cada cosa y sitio tiene un sentido propio, eso se extraña mucho en la mayoría del cine contemporáneo en especial del comercial. La desprolijidad en la composición y artisticidad de los planos es evidente, hoy más que nunca. Por eso Scarlett Street es un prodigio de maestría, de función como arte, de retrato descarnado del ser humano, que se ve a sí mismo como la especie racional y resulta ser muchas veces la más abominable que ha existido sobre nuestro planeta.

6.- El Hombre Elefante (The Elephant Man-1980) de David Lynch La historia de Joseph Merrick, quien padeció durante toda su vida por malformaciones de

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su piel y huesos y que tuvo que sobrevivir en ferias ambulantes de freaks, fue llevada al cine de la mano de uno de los directores más convincentes, audaces e irreverentes que cuentan con toda mi admiración y respeto; me refiero cómo no, a David Lynch.

Aunque la ambientación de la película sea muy victoriana, estamos de nuevo, frente a una realidad muy próxima y actual para mí. La intolerancia frente a todo lo que nos apetezca juzgar de extraño o anormal es tan común en nuestro tiempo que casi nadie lo percibe. Es algo con lo que nos hemos acostumbrado a vivir, como diría un ecuatoriano: “es el pan nuestro de cada día”.

El caso de Merrick es el extremo. Un alma sensible que habita en un cuerpo que el destino lo pensó distinto a los demás cuerpos y las personas que lo llamaban fenómeno, se pavoneaban a su alrededor presumiendo de normales, cuando ellos eran la abominación. Es muy difícil hablarles de la película porque es una experiencia que no debe tomarse por partes ya que es una unidad. Lo que me queda en este caso es recomendarle muy aten-

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte tamente su visionado, para que pueda advertir de qué lado de la línea se encuentra Ud. Yo por mi parte soy de la familia de Merrick, soy un Tyrion Lannister, soy un freak, que se siente muy orgulloso de ello.

Finalmente le comparto unas palabras atribuidas a Joseph Merrick, un poema suyo que espero despierte su curiosidad por la vida de nuestro Hombre elefante…

“Es cierto que mi forma es muy extraña, pero culparme por ello es culpar a Dios; si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo procuraría no fallar en complacerte.

Si yo pudiese alcanzar de polo a polo o abarcar el océano con mis brazos, pediría que se me midiese por mi alma, porque la verdadera medida del hombre es su mente”.

J. Merrick

7.- Let me in de Matt Reeves (2010) Muchos no me perdonarán el hecho de haber escogido el remake americano por sobre la película original finlandesa (Let the right one in - 2008). El hecho es que luego de haber revisado

objetivamente las dos películas, existen factores muy puntuales pero decisivos a la hora de hacer prevalecer —eso sí desde un punto de vista personal—, un remake sobre una obra original. Primero resalto que era extraño hacer un remake luego de apenas dos años de aparecer la primera obra y existían razones más que lógicas para llevarlo a cabo. La primera y más importante versaba sobre el personaje central, el de la adolescente, ya que debía representar el ideal de la mujer que llevaría a un hombre a acompañarla a la eternidad, a sustentarla y hacer todo para protegerla, aun cuando ella represente evidentemente el mal, sobre una figura que sin corromperse aún, representaría el bien, en el sentido más amplio y liberal de estos términos.

Let me in es una fascinante metáfora del amor llevado hacia los extremos del tiempo, justificado como debe ser, irracionalmente. Si uno busca causas lógicas de porqué ama y sigue a una persona, más allá de lo que ha podido sostener a lo largo de su vida y dejando atrás todo cuanto valoraba, estamos frente a una inusitada muestra de amor en los inicios de

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte La razón y la palabra frente a la violencia y las pistolas, Iñigo y Xabier, padre frente a hijo, cazador contra terrorista, dos sensibilidades distintas pero un mismo final de partida. Ideas y emociones conjugadas con maestría por medio de una carpintería teatral digna de encomio y un lenguaje sincopado sin sentimentalismos.

En La última cena, una obra capital en la trayectoria de Amestoy, el hijo pródigo regresa a casa por sorpresa después de doce años y se genera un tour de force de conciencias en tres actos. La muerte les enlaza a ambos ahora y deciden abrazarla reconciliados desde el conocimiento y el compromiso entre ambos, porque no solo es una historia sobre la violencia en el País Vasco, también sobre la relación entre un padre y un hijo. Por no hablar entre ellos ambos se distanciaron y esas distancias se esfuman con el abrazo final. Es la tragedia contemporánea de la muerte, la tragedia de la derrota. Ésta es una pieza con referencias bíblicas, literarias (Shakespeare, Goethe, Séneca, Zam2

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brano, Unamuno) y, sobre todo, a la mitología griega. Esas citas o referencias culturales son la asunción de un limo cultural del que el hombre actual no debe prescindir sin traicionarse. Un poso del que Amestoy no ha prescindido en su producción dramática y estos textos son una buena muestra.

Reconocido novelista y creador de Región, excepcional cuentista, dibujante e ingeniero de caminos que jugaba con las palabras, el madrileño Juan Benet (1927-1993) fue un desconocido dramaturgo. Sus piezas teatrales apenas han tenido repercusión, puesto que sus estrenos han sido esporádicos y sus ediciones limitadas. Este teatro completo, que ha ordenado Miguel Carrera2, nos descubre un Benet jocoso, aquel que escribía para divertirse y divertir a los amigos de la Orden de Caballeros de Don Juan Tenorio durante la noche de Todos los Santos. Que las piezas de circunstancias, carentes de densidades discursivas, El Burlador de Calanda y El salario de noviembre

Juan Benet. 2012. Teatro completo. Madrid: Siglo XXI.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte con una naturalidad que evita al límite los sofismas y los recovecos tan utilizados de forma manierista por nuestros simpáticos líderes que usan a conveniencia cualquier tipo de arte social. No. Animal farm es un canto a la libertad, ideal supremo de la humanidad que pasa muchas veces desapercibido porque muy pocos pueblos han tenido la oportunidad de jactarse de ser libres. El ser humano puede acceder a esta libertad siempre que escuche en su interior su llamado. Ser esclavo de cualquier cosa o individuo es una costumbre a conveniencia de quienes nos dominan, pero existe, al menos, un sentimiento profundo en algún punto de nuestras vidas de querer rozar por un instante, levemente, la libertad que se pasea junto a nosotros aunque no la pretendamos ver.

9. The Wild Bunch de Sam Peckinpah (1969) Si tuviera que quedarme con una película y un director del género Western, al que tanto idolatro y venero, sólo un nombre se viene a mi mente en estos momentos, aquel que llamaron con alta dignidad “El poeta de la vio-

lencia”, director de culto, amante de México, del alcohol, de las mujeres, cuya filmografía es reverenciada e idolatrada en todo el mundo… Mr. Sam Peckinpah!

The wild bunch es toda una declaración de principios del estilo Sam Peckinpah, a saber: los primeros 18 minutos son un despliegue fascinante de ultra-violencia y un montaje antológico.

Montaje que por cierto ralentiza las imágenes como una tragedia shakespeariana presentada en cámara lenta, asombrosa. En este punto, luego de revisar filmografías recientes que contienen poemas visuales violentos pienso que el del entrañable Sam es inigualable, de obligado visionado y estudio. La historia de la película incluye su ideal de México como utopía de libertad. Es algo de resaltar para un director americano, pues no sólo confiaba en la tierra del sur, sino que pensaba que allí él y cualquier ser humano podría ser inequívocamente independiente, insubordinado y anarquista.

The wild bunch cimienta además su sentido de la amistad y sus códigos sobre la ética y el honor muy particulares. Amistad por cierto, llevada al límite como

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte sinónimo de afecto, devoción y simpatía que cuando se pone a prueba, uno está obligado a demostrarla, sostenerla y defenderla de inmediato, sin titubear. Amistad en el sentido de exclusividad también, amistad que no juzga ni se somete a otros vínculos; quiero decir, el ideal de aproximar amigos que uno decide tener y alejar sin contemplaciones a los que no. Además, la película contiene dosis conocidas de alcohol o misoginia, pero lo que subyace es indudablemente el honor y la lealtad que ha repercutido hondamente en mi vida personal en la que he tratado de replicarlas con cierta fidelidad y constancia.

Finalmente The Wild Buch contiene uno de los grandes finales de la Historia del Cine, de antología, indescriptible, asombroso, sólo digno del gran Sam Peckinpah, en fin Grupo salvaje es un western crepuscular para no olvidar jamás…

10. El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela (1992) Me despido con una película que resume poesía por los cuatro costados de la pantalla, se vierte sobre un vaso para beberlo a sor-

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bos, más por degustación estética que por embriaguez cósmica. La poesía de Benedetti es tan cotidiana, tan sencilla, pero ahonda allí donde otros poetas no transitan. Él es un poeta del día a día y en una jornada su poesía puede recorrer una eternidad.

Finalmente, en este tiempo, mientras escribía este extenso ensayo pensé en mi musa adorada.

Quería que me conozca a través del cine, mostrarme con sinceridad y no esconderle nada. Aquí estuvo el hombre anarquista, el freak, el enamorado, el empedernido cinéfilo, el quejumbroso y finalmente el poeta, o más estrictamente su poeta. A Gabriela con mucho cariño, le entrego este mapa de concupiscencias cinéfilas que me describen con cierta exactitud y que muestran de alguna manera al hombre que la ama. No agrego más sobre la película debido a la restricción del espacio, pero si Ud. aún continúa leyéndome luego de esta declaración de amor, le recomiendo indiscutiblemente la revisión de El lado oscuro del corazón, seguro que no lo decepcionará.

Hasta pronto…

CARLOS FERRER

Tramoya y Bambalina: Reseñas Teatrales

U

n teatro sin miedo, comprometido, coherente y nada mercantil. Eso es lo que Ignacio Amestoy Eguiguren plasma en dos de sus obras de tema vasco, que Fundamentos reúne en un único volumen1. En Doña Elvira, imagínate Euskadi nos hallamos en los momentos finales de la vida de Lope de Aguirre: cuando mata a su hija Elvira y muere a mano de los soldados realistas. Sin embargo, su trasfondo obedece a una indagación sobre la realidad del País Vasco, aunque sin posicionamientos políticos ni cargas 1

ideológicas. El texto como pretexto para el hecho histórico. Un Lope de Aguirre sanguinario y despótico en busca de su El Dorado particular, pero que solo encuentra las traiciones y muertes que siembra y los vanos vasallajes que impone. “Tu tierra, padre, no puede ser esta agonía”, dice Elvira Aguirre. Y esa agonía es la de “nacer, odiar, morir”, como sostiene un Aguirre perdido entre las sombras de su bilis, momentos antes de morir abatido en la puerta de una iglesia semiderruida como sus ideas, prácticamente solo.

Ignacio Amestoy. 2012 Doña Elvira, imagínate Euskadi. La última cena. Madrid: Fundamentos. 144 pp

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte teatral cuando expresa el comportamiento austero de los que dialogan”.

La estatua y el recuerdo del dramaturgo permanecen en el Berliner Ensemble y en el resto del mundo su producción teatral de cuarenta piezas, con cuya lectura completar el tardío descubrimiento de su teatro en España, puesto que hasta 1958 no se produjo la primera lectura de una obra suya, La excepción y la regla, en la Universidad de Barcelona.

Asimismo, su teatro radiofónico resulta de sumo interés, puesto que la obra del autor natural de Augsburgo tuvo un paso fugaz por la radio española, que se concentró sobre todo en 1977.

Esta edición revitaliza el legado literario de Brecht, inherente a la controversia y al mito.

Georg Büchner (18131837) murió joven y no pudo más que escribir cuatro libros, aunque sí pudo ejercer como profesor de Fisiología en la Universidad de Zurich y desarrollar su faceta de agitador político. Uno de esos libros escritos es este Woyzeck5, 5

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obra inacabada que carece de hilo argumental, compuesta por 27 escenas breves sin orden establecido y sin un final concreto.

De hecho, la pieza no posee una progresión clara hasta el punto que podríamos alterar el orden de algunas escenas sin quebrantos, al carecer estas de transición.

Woyzeck, obra precursora del teatro social alemán, está inspirada en un hecho real que sucedió en Leipzig en 1824 y que conmovió a la sociedad de la época: un barbero apuñaló a su amante sin motivo aparente.

Franz Woyzeck es un personaje atormentado por su entorno, víctima y verdugo, un perpetuo exiliado de su propio hogar, un hombre con problemas psiquiátricos; su miseria comienza en su propio lenguaje y por ello sufre una incapacidad para comunicarse con los demás. Woyzeck es un débil con dificultades para ser consciente de lo que le sucede, para ordenar su experiencia vital, y es un hombre intuitivo de una elementalidad entrañable.

Para él, su condición de fusilero, también de barbero, implica

Georg Büchner. 2011. Woyzeck. Madrid: Centro Dramático Nacional.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte sean dos parodias del Tenorio ahonda en la admiración y pasión que Benet tenía por la obra de Zorrilla.

Benet fue un escritor de inevitable perennidad, detractor de Borges y deudor de Faulkner, anglófilo y anticastizo, minusvalorado por Andrés Trapiello y Francisco Umbral, maestro de Javier Marías. Manuel Vicent lo describió como un hombre alto con “el flequillo hasta las cejas y la nariz de pájaro bajo la cual había instalado un bigote de coronel sureño”. Benet sostuvo, a inicios de la década de los ’70, una posición esteticista cuando otros, como Isaac Montero, defendían una narrativa realista crítica.

Este Teatro completo, con prólogo de Molina Foix, está conformado por doce obras y un fragmento, siete de ellas inéditas, y precisamente con una de ellas, Max, inició su carrera de escritor tras ser publicada en 1953 en Revista Española, publicación que dirigía Antonio Rodríguez Moñino, al que Benet conocía de la tertulia del Nuevo Lion.

Si la pieza teatral El último homenaje, escrita en 1959 por Benet junto con el autor sin obra

Pepín Bello, es una crítica a la ciega adulación que rodea a un torero y que colapsa su entorno, en El verbo vuelto carne, encabezada por la dedicatoria al pintor donostiarra “Probablemente a Jesús Olasagasti”, hay un aliento beckettiano que no logra esquivar una irregular factura de un drama de juventud. En Anastas o el origen de la constitución, su obra más difundida, Benet muestra la perpetuación de los gobernantes con una generosa dosis de ironía, en la que subyace el abuso de poder, mientras que en Agonía confutans dos personajes dialogan sobre el amor y el dolor para disimular el horror al vacío de su existencia. Ahora sólo queda que esta edición, proyecto que surgió hace siete años, estimule nuevos montajes.

El alma mater de Els Joglars, Albert Boadella, ha basado su éxito como autor teatral en la acertada conjugación de la crítica mordaz, el humor y la belleza formal, lo que le ha valido para lograr un sello propio de personalidad perfilada, reconocible para el espectador. En su dramaturgia, despojada de las adherencias de la creación colectiva, destaca la

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte libertad expresada en los contenidos artísticos y una atención en el desarrollo de las formas de lenguaje para buscar, de manera constante, formas expresivas con las que construir la obra teatral.

Sin embargo, sus opiniones no literarias, que amarillean en las páginas donde les dieron cabida, no han contribuido al aplauso de su teatro ni al reconocimiento de su labor como dramaturgo, de tal modo que parece que la maldición del escándalo de La torna le persiga con su aura de polémica, ya sea en Madrid o Barcelona.

En Controversia del toro y el torero3, Boadella es un aficionado a los toros que emprende su defensa pública alejándose al máximo de su primer espectáculo hasta el punto de que es su antítesis, porque Boadella se convierte en un escritor de mesa mientras que en sus inicios no había más ingredientes expresivos que el cuerpo. La sorpresa radica en que el ayudante del torero se ha identificado con el toro y se expresa igual que el animal.

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Un protagonista, el torero, y su antagonista, el ayudante-toro.

La cena tiene el subtítulo Cuento medioambiental con aliños de Las cuatro estaciones de Vivaldi y es una sátira que se centra en el medio ambiente y el cambio climático, partiendo de la impostura y la frivolidad con que las administraciones políticas tratan su problemática. La obra se inicia durante la preparación de una cumbre internacional acerca de cuestiones climáticas a celebrarse en un Parador Nacional, en la que el Gobierno español se responsabiliza de la cena de clausura. En el ágape, se pretende deslumbrar a los mandatarios extranjeros ofreciendo un menú encomendado a un genio gastronómico, como demostración de alta cocina vanguardista respetuosa con la ecología y el medioambiente. El menú será la hipocresía en bandeja de plata.

Las metateatrales El retablo de las maravillas y En un lugar de Manhattan son realidades delirantes mostradas con natural espontaneidad en las que se ha-

Albert Boadella. 2011. Controversia del toro y el torero. La cena. Madrid: Cátedra. Albert Boadella. 2011. El retablo de las maravillas. En un lugar de Manhattan. Madrid: Cátedra.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte cen visibles determinados rasgos de El Quijote, así como el fracaso de la quimera quijotesca o la crítica del ardid para engañar al poderoso. Boadella defiende con acierto su marca de la casa, la visión poco optimista del futuro y la sátira inmisericorde de la sociedad.

El teatro de Bertold Brecht (1898-1956) es “su poesía hecha anécdota”. Con estas palabras el traductor Miguel Sáenz Sagaseta de Ilurdoz define la producción dramática de Brecht, que ha sido recogida por la editorial Cátedra en su colección Biblioteca Avrea4. Sáenz, traductor de Günter Grass, Thomas Bernhard, Rushdie, Henry y Joseph Roth, era el único que podía acometer esta titánica edición, tras veinte años traduciendo una obra que se recopila en este grueso volumen, con las excepciones de las obras inacabadas, como Tatzer, y de las traducciones, aunque incluyendo la inédita y primeriza La Biblia.

Para ello se ha seguido la última versión existente del original brechtiano y se han recuperado las 4

traducciones revisadas del teatro de Brecht, que Alianza fue publicando en España entre 1987 y 2005, en doce volúmenes en su colección de bolsillo, después de que la editorial Nueva Visión de Buenos Aires hiciera la propio para Sudamérica en la década de los sesenta.

Desde su teatro antihitleriano, sus piezas de juventud o sus óperas, Brecht combatió la alienación del espectador y generó contradicciones en el público. Su propósito fue animar al espectador mediante el distanciamiento a intervenir y transformar las cosas que le rodean. Fundador con Piscator, quien llegó a decir que “Brecht es mi hermano”, del teatro épico, que Walter Benjamín caracterizó en un ensayo de 1939, Brecht escribió buena parte de su obra bajo el influjo de la Biblia. Una obra teatral que no dejará de estar de moda “hasta que la guerra, la pobreza y la injusticia desaparezcan” y que pasó de un acusado expresionismo en sus inicios al didactismo de siguientes etapas creativas. Y es que para Brecht el lenguaje “es

Bertold Brecht. 2006. Teatro completo. Madrid: Cátedra.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte rrealismo y no considera como suya la segunda versión por los añadidos “elementos simbólicos que no me gustan”. Finalmente cabe destacar la feliz inclusión en el presente volumen de valiosa correspondencia, del guión de la adaptación fílmica de Buñuel y de varias escenas de Larrea, todo ello inédito hasta ahora.

Calderón de la Barca (16001681), “el poeta del cielo” para García Lorca, era un portentoso dramaturgo, un autor excelso con audaz retórica que fue elogiado por Goethe y Turgeniev. El autor madrileño tomó el intricado aparato simbólico, cortesano y teatral del Barroco para experimentar nuevas fórmulas dramatúrgicas, aunque algunas de sus comedias estén agazapadas bajo situaciones enrevesadas, equívocos y confusiones de identidad habituales en el género. Sus comedias no son un mero remedo de ideas neosenequistas en boga por entonces, sino la quintaesencia del Barroco gracias a un mundo teatral múltiple, poliédrico y de esmerada técnica escéni8

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ca. Tanto la imaginería poética como la estructura coherente del lenguaje conforman el elemento esencial de su creación teatral, al tiempo que el estilo caracteriza a los personajes.

Este pulquérrimo volumen de comedias8 incluye El postrer duelo de España, en la que el honor deshace trágicamente el entuerto de un triángulo amoroso, las comedias mitológicas Eco y Narciso (destinada al teatro cortesano), Apolo y Climene y El monstruo de los jardines, la comedia de enredo El encanto sin encanto y el drama histórico La niña de Gómez Arias.

El libro lo completan textos no habituales en los escenarios, como el drama religioso sobre la historia de un infiel El gran príncipe de Fez, la fábula escénica El Faetonte, la única pieza de tema americano La aurora en Copacabana con sus dos graciosos indios, El conde Lucanor, la égloga piscatoria o fiesta de la Zarzuela El golfo de las sirenas y finalmente la comedia Fineza contra fineza.

Todas ellas componen la Quar-

Calderón de la Barca. Comedias. Tomo IV. Madrid: Fundación José Antonio Castro

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte una obligación degradante que lo despoja de dignidad, un sometimiento al rango militar que lo subyuga. Es el conocimiento del capitán frente a la patente ignorancia de un paria, cuyo único consuelo son las citas bíblicas. Ni siquiera su mujer, ni siquiera su hijo, solo su compañero Andrés es un bálsamo. Todo lo que rodea a Woyzeck le es hostil y perpetra su destrucción: el doctor, el ejército, la familia, pero también los celos, un trastorno mental y una sociedad opresora que se aprovecha de sus flaquezas.

En España, Woyzeck fue estrenada en 1959 por Julio Diamante, aunque en las últimas décadas se ha podido ver en montajes de José Luis Gómez, Àlex Rigola, Juan Margallo, Eusebio Lázaro, Nuno Cardoso, Arturo Castro y Gerardo Vera. La versión del afamado Juan Mayorga concluye haciendo que Woyzeck regrese al lugar del crimen, una ciénaga a las afueras de la ciudad, donde el protagonista encuentra el cadáver de Marie tal y como lo dejó mientras busca esconder el 6

arma del crimen. El resto de personajes asisten impasibles, como jueces con un veredicto inapelable. Con ello, Mayorga logra que el espectador se pregunte por los límites de la inocencia y de la culpabilidad. ¿Dónde está la frontera, dónde la violencia, dónde la valentía?

Antonio Buero Vallejo (1916-2000), sin duda uno de los dramaturgos españoles más importantes de la segunda mitad del siglo XX y un clásico de nuestro tiempo, sigue acaparando monografías universitarias y su obra sigue siendo una lectura ineludible para los bachilleres.

Las aproximaciones teóricas a su producción literaria y las revisiones críticas parecen no agotarse y el profesor madrileño, José Cipriano Paulino Ayuso6, añade la suya a una extensa bibliografía sobre el autor de Historia de una escalera, pieza que fue el punto de partida del teatro de posguerra, con un imprevisible éxito de estreno que supuso la suspensión de Don Juan Tenorio en el ma-

José Paulino Ayuso. 2009. La obra dramática de Buero Vallejo. Compromiso y sistema.

Madrid: Fundamentos.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte drileño Teatro Español por vez primera. Este libro se divide en seis capítulos, en los que se analizan los tres núcleos dramáticos de la obra bueriana, es decir, la reclusión, el compromiso moral como juicio dramático y el enfrentamiento, así como siete obras, entre las que está la última de Buero, Misión al pueblo desierto. Habrá que esperar a otra ocasión para que Historia despiadada y El otro juicio de Salomón, los dos dramas primerizos que Buero nunca se atrevió a sacar del cajón, puedan ser objeto de estudio.

Deudor de Unamuno, Ibsen, Shaw y Pirandello, Buero consideró el posibilismo como una manera de esquivar a la censura, de ocultarle los objetivos comprometidos de la pieza, de enmascararlos por vías indirectas de la expresión estética; llevó a cabo un teatro con propósitos de alta estética, pero también un teatro de respuesta; entendió la tragedia como una lucha entre el destino como fatalidad y como libertad; escenificó un realismo simbólico que vivificaba la realidad y que 7

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mantenía en su desenlace una vía abierta a la esperanza; y creó personajes en pie para un público en pie y no de rodillas. “Estricta coherencia formal, creatividad, alta estima artística y noble empeño de advertencia, pregunta y crítica. Esos son los cabos que hay que anudar”, sostiene el autor en este ensayo de prosa trabada.

En los dramas buerianos, hay un conflicto reiterado entre individualidad y colectividad, entre necesidad y libertad, entre los representantes de fuerzas opuestas (protagonista contra antagonista) que actúan en referencia a su verdad, sometidos a un juicio ético que conlleva una sanción moral. Escribió Buero que “no vale dar la espalda a los problemas que nos acosan”, siendo una de sus constantes el dar testimonio de los problemas que atenazan al hombre y plasmarlos desde la investigación estética.

Por ello —y no sólo por ello— la obra de Buero ha sido la aventura de la dignidad.

Ilegible, hijo de flauta7 supone

Juan Larrea y Luis Buñuel. 2007. Ilegible, hijo de flauta. Zaragoza: Instituto de Estudios Turolenses y Editorial Renacimiento.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte una valiosa pieza surrealista con una fábula trufada de elementos simbólico-religiosos genuinos del mundo poético de Juan Larrea (1895-1980), sin dejar de exhibir la impronta de Luis Buñuel (1900-1983). La edición del hispanista Gabriel Morelli recopila en una depurada edición las dos versiones, fechadas en 1947 y 1957, de este argumento cinematográfico y cuyo contenido muestra la existencia de influencias recíprocas entre sus autores. Ambos guiones ya fueron publicados en las revistas Positif en 1963 y Vuelta en 1980 (gracias a la insistencia de Octavio Paz), así como por Agustín Sánchez Vidal, y tienen su origen en el relato que el escritor Larrea entregó a Buñuel, quien, encandilado por su contenido poético, decidió emplearlo para realizar un filme basado en él.

A finales de 1927, Larrea escribió un relato breve en el dorso de unas invitaciones a una exposición de pintura en París de González Gamarra. Durante la guerra, el texto, que fue calificado por Gerardo Diego de “escenográfico”, se pierde, pero Larrea escribe para Buñuel al dictado de

su memoria una sinopsis en enero de 1947. Por entonces, ambos eran republicanos españoles en México, exiliados de sí mismos.

Los estudios de Ilegible, hijo de flauta coinciden en que la de 1947 es fruto de la mutua colaboración entre Buñuel y Larrea.

En esta primera, la huella del de Calanda es más tangible por su contenido surrealista. En cambio, en la segunda versión (1957), el poeta bilbaíno, ayudado por su hija Luciane, añade ocho nuevas escenas dotadas de un acentuado simbolismo que rebaja el carácter fílmico, ante la necesidad comercial de rodar un largometraje.

Precisamente es una escena, la de Los testigos de Jehová, que Buñuel no admite, la que contribuye a que el proyecto no cuaje a pesar de las diversas intentonas. Larrea, ya fallecida su hija en accidente aéreo, no quiere renunciar a uno de los mejores “tuétanos” de la película.

Para Larrea el filme debe transmitir el “deseo de un concepto de vida y cultura que contraste con el modelo de civilización moderna”. Sin embargo, Buñuel difiere del concepto de éste de realidad, de arte, de su-

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte trenados del panorama nacional.

Cremades acumula más de un decena premios de literatura dramática, además de varias menciones o accésit, aunque es un autor desconocido para el espectador y para el aficionado, porque incluso sus textos premiados no han logrado una buena distribución como libros de teatro.

Huellas en la piel mereció el premio Eduardo Escalante en su edición de 2005, que convoca el Ayuntamiento de Valencia y que fue escrita al alimón con la argentina, aunque afincada en España, Yanina Marini. Ñaque10 lo ha editado en un volumen que incluye unos apuntes para su puesta en escena a cargo de Mónica Discépola y un insulso prólogo de Fernando Bercebal.

“Llevo el cuerpo demasiado poblado de pasión, de emociones, de abandonos, de otros cuerpos que no logro arrancarme, que me ocupan, me poseen”. Estas palabras de Selva pueden ponerse en boca de los cuatro personajes

femeninos que comparten profesión, cabaret y tangos al calor de mil y una noches, entre caricias perdidas, pasiones robadas y vanas promesas sin fin que habitan su recuerdo. La figura enigmática de Ricardo pulula por los diálogos y habita en los silencios, pero sin definirse su ser, y es el punto en común entre La Mujer y estas chicas del chantecler; todas le perdieron al compás de una mortal detonación. La búsqueda de su rastro y de su áurea es empleada por los autores para mostrar al lector quiénes eran, qué son y qué desean ser estas mujeres de risas apagadas.

Las cuatro protagonistas se desvelan en la última escena, como si el lector fuera su confesor y al hilo de la cita que encabeza el texto: “Somos la mueca de lo que soñamos ser” de Enrique Santos Discépolo, dramaturgo y cineasta argentino. El jurado del XXIII Premio Escalante les dio su absolución.

Por su parte, Instantáneas11

10 Antonio Cremades y Yanina Marini. 2007. Huellas en la piel. Guadalajara. Ñaque. XXIII Premio Escalante.

11 Antonio Cremades. 2008. Instantáneas. Alicante. Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert

200

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte ta Parte de Comedias, publicada en 1672 y de la que se editó una segunda edición en 1674 corrigiendo los errores detectados en La aurora y Eco y narciso. El libro contenía una docena de piezas y quizás fue, de los libros de comedias de Calderón, el que más se salvó de las erratas de imprenta y de las ediciones piratas, que llegaban a incluir obras ajenas a la pluma de Calderón.

Para Azorín, Calderón “palidece, se anubla” siguiendo el juicio de Menéndez Pelayo, porque sólo por intervalos alcanzan sus personajes la expresión verdadera y humana. También Valle negó a Calderón al bautizar a uno de sus personajes de ficción más negativos como doña Tadea Calderón. Tras la muerte de Lope en 1635, Calderón se convirtió en el dramaturgo más solicitado en los teatros, tanto comerciales como palaciegos. Y esta edición de la Fundación José Antonio Castro da buena cuenta de ello.

El escaso interés de las editoriales por la obra de Alejandro Casona, pseudónimo de Alejandro Rodríguez Álvarez (19031965), reafirma lo olvidada que permanece su dramaturgia, aque-

lla que tanto éxito tuvo durante la II República y la posguerra y que siguió aferrada a las pautas y formas escénicas de esa vetusta época.

Casona, con su teatro poético y mágico, fue desaprovechando en sus postreras piezas esa inicial habilidad constructiva que tanto le ayudó. Sus fábulas escénicas pierden tensión humana cuando, en el antagonismo entre la cruel realidad cotidiana y el mundo imaginario y fantástico, la balanza se decanta hacia lo segundo.

En La tercera palabra (1953), una de sus peores obras según la crítica, un personaje afirma vendarse los ojos para inventar colores nuevos, frase apta para resumir la producción teatral de Casona, una melancólica fantasía escapista dirigida a un público, que no desea alusiones a aspectos críticos de la sociedad de su tiempo y que se halla cómodo presenciando comedia burguesa con emotivas sorpresas escénicas. Lo que atrae de Casona es su poder de emoción, arropado por la belleza y la carpintería teatral, así como dosis bien administradas de amor, bondad, muerte y Dios, pilares de la dramaturgia casoniana.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Casona eligió la senda teatral de la fantasía poética, logrando la armonía entre los elementos reales y fantásticos, idealizando pasiones e impulsos en una atmósfera irreal, una segunda realidad o realidad extraordinaria, repleta de puro ensueño. Se ensalzaba la capacidad del hombre para inventar un paraíso a medida, fuera de la realidad social imperante, como se aprecia en Prohibido suicidarse en primavera (1937), representada en Loja en 2013.

Tras un exilio de más de veinte años, Casona regresaría a Madrid para el estreno español en 1962 de La dama del alba (1944), su obra preferida ambientada en su Asturias natal. Su teatro eminentemente evasivo obtuvo el masivo beneplácito del público, pero no logró el respaldo unánime de la crítica, porque sus criaturas están en escena para servir un minucioso plan de dramaturgia, no para vivirlo. La sociedad teatral española había evolucionado durante todos esos años hacia otros derroteros, mientras Casona permanecía anclado en el escapismo, considerando el sueño como otra realidad tan real como la propia vigilia. A Casona

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se le había escapado la realidad social, tanto que era aclamado por la misma gente de derechas, que propició su salida de España, y no sufrió censura alguna a pesar de su pasado político. El elogio de la teatralidad de la vida fue su filosofía dramática hasta el final, fuesen las que fuesen las circunstancias que le rodeaban. Y es que la vida, comedia es y eso lo aprendió muy bien Casona de la comedia de la felicidad del ruso Nicolai Evreinoff, de José López Rubio, Víctor Ruiz Iriarte, Joaquín Calvo Sotelo, Carlos Llopis...

Nacido en 1953, el dramaturgo francés Bernard Vergnes, cuyo pseudónimo es Enzo Cormann, comenzó su trayectoria literaria en 1980 y es una de las figuras fundamentales de la cultura contemporánea francesa, gracias a obras como Sigue la tormenta y a su postura crítica ante la realidad que le rodea y la sociedad inhumana actual. Admirador de Onetti, su urgencia de decir fructificó en un ruido de hojas literario que ha ido conformando una obra en prosa dispersa en prólogos, artículos y conferencias, algunas inéditas, reunida

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte en el volumen9 que ha publicado la Universidad de Valencia.

Para Cormann, el teatro es examen de la realidad y tal examen sólo es posible por el rechazo de toda conclusión. El autor de Diktat, cuya producción dramática está encuadrada en el realismo paroxístico baconiano, alerta del empobrecimiento del espacio del pensamiento y alienta a los creadores a proseguir su camino, porque aún hay cosas que decir, puesto que aún hay cosas que sufrir. El teatro no sólo es menos un arte de la representación que de la evocación, más analítico que descriptivo, sino también es una herramienta de conocimiento más que una técnica de diversión.

Por ello, es —y no es sólo— un consenso lúdico en el que el espectador se compromete a título de presencia activa, es decir de miembro activo, de miembro pensante y no de espectador balante.

Actor hasta los 21 años y periodista después de dejar las tablas hasta que hastiado decidió no servir nunca más a la realidad, sino 9

perturbarla, Cormann escribe que el teatro no es tanto de quien lo escribe como de quien lo ve o lo escenifica. En las páginas de ¿Para qué sirve el teatro? también explica su relación con el jazz, vinculada al saxofonista Jean-Marc Padovani y a la compañía La Grande Ritournelle, y queda patente su labor de pedagogo, que comenzó en 1995 en el Teatro Nacional de Estrasburgo y que continuó en Lyon y en la ENSATT. Este es el libro de un contador de dramas para quien el teatro es una bolsa de resistencia contra la mediatización opresiva, contra las políticas consensuadas que infantilizan. Y para eso sirve el teatro.

El dramaturgo alicantino Antonio Cremades Cascales es un autor muy premiado y poco representado y, cuando lo ha sido, siempre mediante lecturas dramatizadas o estrenos de compañías semiprofesionales. Si no fuera porque su fecha de nacimiento indica 1960, parecería un autor de la generación del Nuevo Teatro Español, que durante una época aglutinó a los dramaturgos más premiados pero menos es-

Enzo Cormann. 2007 ¿Para qué sirve el teatro? Valencia: Universidad de Valencia.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Bonilla, lo esencial de la vida es la creación y por ello lo esencial de la literatura es la vida; la vida es el centro de la literatura y la nueva literatura es la vida misma desde una diversidad, que le concede un papel preponderante a la mujer, y desde la subjetividad, puesto que la vida reside en cada uno. Y el teatro era el modelo adecuado para expresar, interpretar y representar la vida a inicios del siglo XX. El profesor José Paulino Ayuso se adentra con rigor en el teatro de Ramón13, como ya lo hicieran anteriormente Marta Palenque, Rubio Jiménez y Agustín Muñoz-Alonso, aportando una visión general de la producción dramática del escritor madrileño, dividida en dos etapas: la que abarca de 1908 a 1912, en la que desarrolla una actitud estética “inconformista y renovadora en las formas artísticas”, y la que comprende entre 1929 y 1936 siendo Gómez de la Serna un escritor consagrado, que aglutina a Los medios seres, el

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libreto de ópera Charlot y la alegoría dramática Escaleras.

A Gómez de la Serna, ese fulgurante fabulador, no le interesaba la literatura anterior, la consideraba “esquemática, falsa, inerte” porque “solo se dirige a sí misma”, criticó a los del 98 como criticó al público teatral que rechazó Los medios seres, su pieza más conocida, y que le alejó de los escenarios. Que intentara “conectar” con la vanguardia europea, que bautizara su teatro como “muerto” y que rechazara las fórmulas del teatro comercial de la época hicieron el resto. De ahí que José Paulino Ayuso se pregunte, en la introducción, si vale la pena rescatar su teatro de ensayo. Su respuesta es que sí por la “originalidad de las estructuras dramáticas, la intensa expresión verbal a partir del lenguaje cotidiano” y el ofrecimiento de un “conocimiento profundo de la realidad humana”.

Influenciado por Claudel, admirador de Juan Ramón Jiménez y Gabriel Miró, Ramón dejó su impronta en autores como

José Paulino Ayuso. 2012. Ramón Gómez de la Serna. La vida dramatizada. Murcia: Editum. 190 pp.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte se presenta ante el lector con el bagaje de haber sido finalista de los premios Ciudad de Alcorcón (2001), Kutxa Ciudad de San Sebastián (2002) y Beckett de la Fundación Valparaíso (2005). La obra, escrita en 2000 y reelaborada siete años después, se estrenó en formato de lectura dramatizada en los II Encuentros de Creación Contemporánea en Magalia, en Las Navas del Marqués (Ávila), del 18 al 21 de julio de 2007. La dirección corrió a cargo de Ricard Gázquez con la interpretación de Paula Miralles y Juanjo Otero. Cremades es un francotirador de la escena apartado voluntariamente de las camarillas literarias y, quizá por ello, sin apenas estrenos profesionales en su haber.

La pieza nos presenta a dos personajes que viven un peculiar romance con el que buscan satisfacer sus ansias de amor. Helena es redactora en una revista para mujeres, ordenada, preocupada por su figura física y un tanto meticulosa, mientras que Pedro participa en un proyecto solidario, es aficionado a la fotografía, tiene 39 años, mantiene en un desorden comedido su pequeña vivienda, ubicada en un barrio re-

pleto de emigrantes, y se considera un detractor de los cambios en la vida propia hasta el punto de que abomina estar sujeto a unos horarios laborales.

Pedro: Hasta en eso somos diferentes.

Helena: ¿Diferentes?

Pedro: A mí me sobra el tiempo y tú siempre tan ocupada.

Helena está casada con Damián, científico, y tiene una hija, Andrea, pero a pesar de ello es fija a su cita con Pedro todos los jueves desde hace más de un año. Todos los jueves ella tolera el desastre organizado que hay en la modesta casa de Pedro, con el álbum de su relación pegado en la pared.

Cremades nos ofrece toda esta información de manera gradual, escena a escena va desnudando el interior de los personajes, retratándolos ante el espectador con sus palabras, pero también con sus silencios. Cada pausa breve aporta un tempo concreto a la acción dramática (como en Pinter), que no es casual: Helena: Pedro. (Pausa breve.) ¿Estás ahí Pedro?

Pedro: Hola.

Helena: ¿Qué haces todavía a oscuras?

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Pedro: No te esperaba hoy.

Helena: Sólo he venido a despedirme. (Pausa breve).

Los diálogos se convierten en monólogos paralelos, un recurso ya empleado en la producción dramática de Cremades, porque Pedro y Helena llegan a hablar sin escucharse, cada uno pendiente de sus pensamientos sin prestar atención al otro, cada uno atento a lo que le rodea pero sin tener en cuenta a aquel que está a su lado. Sin embargo, ambos emanan un halo de entendimiento que les mantiene unidos sentimentalmente y que provoca que Pedro parezca obsesionado con hacer una fotografía de Helena cada uno de los jueves que ha compartido con ella, de algún momento que para él es especial, con el fin de poseer para siempre esa imagen y dejar de esperar al amor. Helena esa instantánea supone el fin de su búsqueda.

El telón de fondo de la emigración es un tema que ya ha sido tratado por Cremades en otras dos piezas, Clandestinos y

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Estrecho, y que en esta vuelve a relucir. Sin embargo, la relación sentimental de la pareja absorbe los diálogos y la pugna entre dos personajes con corazones contrapuestos. Entre la espera y la búsqueda.

Federico García Lorca (1898-1936), referente de la generación del 27 por su prematura muerte y su posterior mitificación, se interesó por plasmar lo que sucedía en España. Lorca se decantó por Granada como encuadre de algunos de sus afanes y fue un autor de talante innovador, influenciado por las vanguardias de los veinte y por Valle-Inclán. Galaxia Gutenberg12, en una edición carente de notas o textos introductorios, reedita en un único volumen los textos teatrales de García Lorca (incluyendo su teatro inconcluso, esbozos y diálogos sueltos) para que sean ellos los que se defiendan ante el lector en las abrumadoras mesas de novedades o en los exiguos estantes de fondo de las librerías.

Federico García Lorca. 2012. Teatro completo. Madrid: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Lorca, que mantuvo una actitud de rechazo frente al teatro comercial de su época y que defendió que la renovación escénica estaba vinculada a la renovación del público, hizo de la marginación la base de su concepción de la tragedia y sus personajes femeninos articularon el deseo lorquiano: la entrañable Rosita la soltera, esperando un amor que sabe que nunca llegará (esperanza trágica); Soledad Montoya buscando por el monte oscuro, enloquecida, su alegría y su persona; Mariana Pineda, esa Julieta sin Romeo traicionada, abandonada, en su camino hacia el patíbulo sin que nadie intervenga por ella; Bernarda Alba, símbolo del poder absoluto enfrentándose frontalmente al deseo de libertad; Yerma y su maternidad insatisfecha…

Algunas de las piezas breves de corte experimental, como Quimera, han sido calificadas como poemas en prosa por César Oliva, quien definió su teatro “imposible” más “un teatro de sentimientos que de argumentos”. Es la poesía del teatro para combatir el prosaísmo imperante. Lorca, admirador de Unamu-

no, concebía su labor más como profesión que como arte inspirado y poseía un anhelo de experimentación constante, fruto del cual resultaba permeable a influencias literarias. En El maleficio de la mariposa se aprecia el marchamo del teatro simbolista de Maeterlink y, en su teatro de títeres, el de la patafísica de Alfred Jarry. Lorca creó un universo dramático de la tragedia que le identifica y distingue, en el que destacan obras como Don Perlimpín con Belisa en su jardín, ese duelo entre sabiduría e ignorancia que arranca del topos farsesco del viejo cornudo para acabar en tragedia, con Belisa encerrada en la efímera turgencia de su cuerpo; Bodas de sangre, una tragedia neosimbolista sin héroes o La zapatera prodigiosa, una síntesis de las obsesiones, temas y conflictos lorquianos que hoy podemos disfrutar porque, en Viznar, solo murió el hombre.

Decir Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) es decir greguería y Pombo, es decir rastro, Prometeo y vanguardia, es decir la literatura como vida. Para Ramón, definido como el confeti de la literatura española por Juan

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Teddy regresa a casa como si fuera el hijo pródigo para presentar a su mujer, Ruth, a su viejo padre despótico y a sus dos hermanos.

La inteligencia, la carga sexual y la belleza de la esposa generarán en la familia unas pulsiones inesperadas. Esta es una historia de infidelidades y desamores, servida por un lenguaje desquiciado. La aparente normalidad no logra evitar unas grietas inquietantes en el seno familiar a las que contribuye la postura de la esposa, que acepta las nuevas condiciones de vida en la casa y que convierte el patriarcado en matriarcado, forzando a su marido a retomar su vida armoniosa sin ella.

Admirador de Osborne, Beckett, Proust y Mamet, el autor de Un ligero malestar, encuadrado en el grupo de los jóvenes airados del ’56, es un lúcido analista de las sombras de la condición humana, vista bajo un prisma kafkiano, mezclado con el prosaísmo de lo cotidiano. En esta pieza, una de las más crípticas, hay 224 pausas, que no son tanto un tiempo obligado para dar cabida a la profundidad de la situación, como una mera suge-

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rencia para el director de escena que puede ser rechazada con libertad, puesto que los silencios están en estrecha consonancia con lo que sucede en el escenario. Los componentes básicos del absurdo pueden ser también los del realismo, pero con otra estética deformada, con la poética del silencio amenazado y sombrío.

La ambigüedad entre lo que se piensa y lo que se dice y entre lo vivido y lo recordado, lo verdadero y lo falso, conforma el entramado sobre el que se tejen las relaciones de los personajes.

Pinter pone en escena un mundo lacónico y amargo, inflamable cuando las nieblas del tiempo entrecruzan el perfil de los personajes, hasta que la realidad de tan efímera pueda ser falsa. El británico convierte una situación banal en una parábola sobre la incomunicación y la dificultad de establecer una verdadera relación en el mundo actual. Su teatro marca la disolución del hombre urbano occidental enfrentado a la soledad en compañía, a la incomunicación y su lenguaje reiterativo y aparentemente banal fija en realidad la vacuidad de la vida y las relaciones cotidianas. Pinter

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Mihura o Jardiel y expuso en sus piezas teatrales la vida y la muerte, la alucinación sensual, la sublimación amorosa. Desde hace años, su producción dramática permanece alejada de los escenarios, tampoco se edita, pero aún hay estudios como este que revalorizan su valía literaria, aunque el propio Ramón prefiriese, fruto de los sinsabores acumulados, la narrativa al teatro: “La novela es muy superior al teatro pues en la novela el espíritu campea plenamente y puede escoger sus personajes entre las nobles minorías, cuando en el teatro casi todo son gentecilla”. Aquella quimérica pasión teatral, que ahora rescata Editum, no tuvo un final feliz.

Publicado en 1968 en inglés, este compendio de escritos técnicos y teóricos sobre el teatro14, que incluye también textos de Ludwik Flaszen o Eugenio Barba, se ha convertido con el paso de los años en una biblia de las vanguardias teatrales de la pasada centuria. Como investigador, el director teatral polaco, Jerry Grotowski (1933-1999), incor14

poró un profundo tratamiento físico al psicologismo del método de Stanislavski y fue uno de los más tenaces investigadores de la naturaleza de la actuación y la ciencia de sus procesos mentales, de los turbulentos procesos de la creación actoral. Su libro más conocido, donde recoge lo esencial de su teoría, como el rechazo a la abundancia de elementos escénicos, es el que ha reeditado Siglo XXI, traducido por Margo Glantz.

El Teatro Laboratorio centró su producción en los autores románticos polacos y supuso una revolución de la filosofía y la práctica teatral, así como del tratamiento del texto dramático, del espacio, del atrezzo y de la iluminación. El teatro, como vehículo de cambio y de conocimiento que busca trascender como arte y el texto, como un bisturí que nos permite abrirnos a nosotros mismos. Y es que para el lector todo universo imaginado siempre es un universo escénico. El pasado, que parece fijo, no está sin embargo inmóvil sino sujeto al dinamismo de la perspectiva,

Jerry Grotowski. 2009. Hacia un teatro pobre. Madrid: Siglo XXI Editores.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte que es lo que infunde a su siempre inacabada forma el aspecto de imagen en el espejo convexo.

Luego llegaría el llamado teatro de las fuentes, la India…

Grotowski no pisó España, pero las compañías Atalaya y Espacio Espiral han desarrollado sus conceptos en la escena española, siendo Barba uno de los divulgadores de su apostolado y el artífice de que los derechos de autor de este ensayo sean para el Grotowski Institute a partir de 2009, año Grotowski por la UNESCO. Alberto Miralles Grancha (1940-2004) es perito químico por accidente, dramaturgo por naturaleza, director de escena por vocación, cuentista y novelista por la necesidad de esperar mejor suerte para una obra que no ha tenido salida, auspiciándose en que los géneros son fronterizos, y profesor desde 1966 por una cuestión de supervivencia.

Su escritura versátil de mirada implacable ha formado el discurso creativo más sólido de nuestra dramaturgia viva. Alma mater de la compañía experimental de teatro independiente Cátaro (19671974), colaborador de Pérez de Olaguer en la revista Yorick y

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ayudante de dirección de escena con Marsillach, el traslado de residencia de Miralles de Barcelona a Madrid en 1975 forzó la disolución de los Cátaros y el inicio de una nueva etapa en su vida teatral, que ha tenido grandes reconocimientos, como lo es el hecho de ser finalista del premio nacional de literatura dramática en sus dos postreras ediciones y la presencia en los escenarios de sus obras o adaptaciones.

Su influencia teórica más clara es la de Ricard Salvat, que le dirigió Okupas en el Museo del Prado, y su maestro de la técnica teatral fue Marsillach, cuya amistad acabó en dolor, como se comprueba en la autobiografía de este último Tan lejos, tan cerca. Su escritura se halla en un término posibilista, aunque una excepción sea El último dragón del Mediterráneo, e intenta llegar al máximo número de personas sin perder el sentido crítico ni la ética personal. Experto conocedor de la carpintería teatral y el engranaje escénico, con un dominio del diálogo ágil e ingenioso, culto y vertiginoso, que le confiere a sus obras grandes dosis de dinamismo, con un

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte componente crítico, irónico, reflexivo y caústico, Miralles es un autor tenso e intenso, activo y crítico con la realidad que lo rodea e insatisfecho con el teatro que le ha tocado vivir. ¡Hay motín, compañeras!15 cuenta el desenlace de un motín de mujeres en la cárcel, urdido por los propios carceleros con la intención de asesinar, de manera encubierta, a un par de presas. En esta obra, Miralles se aleja de una perspectiva costumbrista para ofrecer un duro ataque contra un sistema político y económico, que permite la existencia de situaciones extremas de violencia contra las mujeres más pobres. Esta pieza, que junto con Comisaría especial para mujeres y Cuando las mujeres no podía votar forma parte una trilogía sobre la mujer y es una obra brillante, comprometida, un cóctel de mujeres atrapadas en el corazón de un motín carcelario. Pese a la gravedad del tema, no hay un tono sombrío o solemne gracias el poder de la risa como arma,

porque el humor es el dulce envoltorio que nos permite tragar medicinas amargas.

Por su parte, El último dragón del Mediterráneo, que fue premio Escalante (el segundo en su haber) en su XIX edición, además de premio Serantes y Ciudad de Alcorcón, es una denuncia de los mecanismos del poder para mantenerse en la cumbre, merced a la ambición desmedida y vergonzante de su protagonista, además de un trasunto del banquero Juan March y una reflexión sobre el intento de derribo de la 2ª República. Miralles convierte la historia en crítica de nuestra más estricta contemporaneidad y es que éste ha sido siempre su proceder.

El londinense Harold Pinter (1930-2008), Premio Nobel 2005, es autor de una treintena de dramas, 24 guiones, 57 ensayos, de un buen número de artículos y poesías y de la novela Los enanos (Destino, 2005). Volver a casa16 fue estrenada en 1965 por la Royal Shakespeare Company.

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Alberto Miralles Grancha. 2002. ¡Hay motín, compañeras! El último dragón del Mediterráneo. Madrid: Editorial Fundamentos.

16 Harold Pinter. 2007. Volver a casa. Tarragona. Centre d’Arts Escèniques de Reus-Arola Editors.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte cencia y juventud ante veteranía y hastío. Un duelo, un conflicto de intereses, una confesión a puerta cerrada. Un combate, que perdura mientras uno de los dos personajes quede en pie. El deseo y la edad, los miedos y los méritos cara a cara.

Miguel, periodista sesentón que se ha dejado la vida y el talento en los periódicos, anclado a los excitantes, famoso por su profesión, acepta ayudar a una universitaria en un trabajo de curso con la esperanza de poder acostarse con la joven. La joven es Ángela, su contrincante en la liza verbal, una Caperucita frente a un lobo resabiado, una Inés moderna frente a un Tenorio pasado de rosca, una chica que escribe a pellizcos, aunque tendría que hacerlo a navajazos si quiere tener futuro en los medios de comunicación. Ángela es el mañana de aquel momento que ahora es el hoy, porque la obra nos habla de un pasado, el de finales de los ochenta, y de su influencia en el día a día actual. Esta es, por lo tanto, la crónica de un tiempo desde dos puntos de vista, una obra de época desde lo que cuentan los personajes, porque no hay

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apenas referencias de lo que pasa en el exterior, más allá de la puerta. Y es que ambos personajes se quedan encerrados en el cuarto de baño del piso de un amigo, sin escapatoria, desnudos.

Miguel da una espontánea lección de vida a su alumna improvisada: “desconfía de los sentimientos, fíate de los sentidos”, “escribir con llaneza, contar lo que ves”, “solo lo que comprendes te puede emocionar” o cuando defiende que el mejor estilo es el que pasa desapercibido para el lector. Entonces, en esos momentos, sale a relucir la brillantez de la prosa de David Trueba (Madrid 1969), Premio Nacional de la Crítica en España, y el combate es entre él y el lector. Para Miguel, el periodista ha de dejarse la vida en cada página, porque una columna “es un rincón. Un desahogo. Una trinchera”. Ángela asiste en silencio a esos ratos de clase imprevista mezclados con la incitación al acto sexual, porque ella posee la voluntad juvenil de ser un calco de su generación anterior, ejemplificada en Miguel.

Una juventud la de Ángela que ya ha degustado la hiel, a

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte retrata al hombre en la cárcel del espacio en el que la contemporaneidad le ha recluido y lo dibuja en la confusión de nuestra época.

Hija de una violinista húngara exiliada de la dictadura comunista y de un ingeniero judío de origen ruso‐iraní, Yasmina Reza (París, 1959) se formó en la escuela de Jacques Lecoq antes de ser actriz, guionista, novelista y laureada dramaturga de éxito.

La editorial Alba, que ya publicó Un dios salvaje, aglutina en un volumen dos de sus últimas piezas, Tres versiones de la vida y Una comedia española17, todas ellas estrenadas en España.

En la primera pieza, Reza revisita una misma situación hasta en tres ocasiones, aunque cambiando el comportamiento de los personajes, multiplicando así los diferentes puntos de vista por medio de sucesivas escenas y destacando la relevancia de las decisiones y sus repercusiones para los personajes y los que le rodean. Estamos ante una misma acción, que se inicia en cada uno de los tres actos, protagoni17

zada por los mismos personajes en un mismo tiempo, pero con tres tramas paralelas de distinto desarrollo, al variar las reacciones de los personajes a los acontecimientos fijos: Un contratiempo doméstico, una visita inesperada, un niño caprichoso, un trabajo anhelado, un ascenso cercenado, dos parejas frente a frente que muestran los cimientos resquebrajados de su íntima relación, todo ello en un ambiente digno de alta comedia a lo López Rubio o Edgar Neville. Y es que con los cambios, por ejemplo, de Enrique (en el primero sumiso, en el segundo agresivo, en el tercero moderado), Reza pretende un cuestionamiento ético del individuo. Humberto afirma en un momento de la obra: “El hombre, solo, decide lo que es”.

Cada escena parece un déjà vu a lo J. B. Priestley.

En Una comedia española, cinco actores ensayan una obra de un autor español, que gira alrededor de una reunión familiar en la que una madre presenta al nuevo hombre de su vida a sus dos hijas, que curiosamente son actrices.

Yasmina Reza. 2012. Tres versiones de la vida. Una comedia española. Barcelona: Alba.

132 páginas

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte Durante los ensayos se confiesan con monólogos, mostrando la delgada línea que separa su realidad de la ficción que interpretan, tan delgada como la línea de la familia ficticia que les vincula y que, a su vez, les separa fruto de la incomprensión y la incomunicación. La actriz que interpreta a Nuria dice: “Tal vez yo quería ser actriz para tener una idea clara de mí misma” y unas escenas después añade “los personajes son lo que somos nosotros y aún más que nosotros”.

Estamos ante una despiadada radiografía metateatral del ser humano sin lindezas ni tapujos, con sus dudas y sus fobias, con sus virtudes y sus defectos, con sus miserias y sus necesidades, todo ello agitado y revuelto en un agridulce cóctel de vanidades, con una pizca de egoísmo y banalidad y una ausencia total de empatía. Los personajes, melancólicos y frágiles, se enfrentan como náufragos a una realidad que no encaja con sus caprichos y que transcurre a pasos agigantados. Unos personajes que parecen que están siempre a punto 18

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de desmoronarse, de que “acaben tan lamentablemente como la gente real, cada uno en su rincón, consumiéndose a fuego lento, con sus sueños estúpidos, abandonados por el camino como cáscaras”, como reconoce uno de los protagonistas. Sin embargo, siempre queda la esperanza, como la que representan Pilar y Fernando, y es que, como dice Fernando, “los días felices dependen de nosotros”.

El último Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián galardonó, entre 244 obras procedentes de 27 países, la obra teatral De la misma pasta18 de Óscar Sanz Cabrera (Hospitalet 1971), dándole a conocer en los ambientes teatrales, puesto que solo acumulaba como experiencia teatral el estreno de La partida en 2011. El codiciado premio ha sido un impulso a su dramaturgia emergente, puesto que Sanz tiene en su haber una tercera pieza, El último mordisco.

La acción de De la misma pasta transcurre en Barcelona en 1991. Tres hermanos, cada uno

Óscar Sanz Cabrera. 2012. De la misma pasta. San Sebastián: Editorial Alberdania

MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte con su drama a cuestas, y su madre protagonizan la pieza: Esteban, víctima del acoso sexual de su padre, sufre una discapacidad mental y sobrevive vendiendo libros viejos; Lucas, no tiene ni oficio ni beneficio, está enganchado al alcohol y malvive de lo que sustrae a los que le rodean; María, la hija menor, trabaja en una pastelería y se marchó de casa siendo adolescente; y Luisa, la madre, ahoga sus penas en alcohol mientras soporta el día a día con resignación y sin ánimo alguno de solucionar las diferencias entre sus hijos.

Estamos ante una familia rota por los egoísmos y las carencias, repleta de taras por méritos propios, amparada en el vicio como vía de escape de una realidad, que no tiene un lugar para ellos, y de un mañana que no les depara nada interesante. Es una relación imposible, el odio y el rencor habitan entre ellos desde hace demasiado tiempo: “Si no controlas ese orgullo te saldrá pus del corazón” le dice Lucas a su hermano Esteban. Sin embargo, el conflicto de intereses esta19

lla cuando trasciende el delicado estado de salud de la madre. El duelo de tiburones empieza para ver quién se queda con la escasa herencia, un botín al fin y al cabo, y los errores del pasado empiezan a aflorar en cuanto los personajes no cumplen con sus propias expectativas. Sin embargo, el destino del dinero les guarda una sorpresa y la vida, un destino inexorable. El lector se queda con un sabor a hiel en los labios justo en el momento en el que las aguas habían vuelto a su cauce, justo en el instante en que la paz entre los hermanos se había firmado a causa de la inesperada derrota en la pugna por la herencia, justo en el minuto en que la ternura de la madre hace mella en el helado corazón de sus hijos. El catalán Sanz Cabrera demuestra conocer los entresijos de la carpintería teatral, maneja con acierto la tensión dramática y se destapa como un dramaturgo a seguir de cerca.

Dos generaciones19 frente a frente. Un espacio cerrado. Una época con ciertas turbulencias, malestares y decepciones. Ino-

David Trueba. 2012. Madrid 1987. Madrid: Anagrama. 136 páginas.

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MEDIODÍA: Revista de Literatura y Arte

MANUEL AGUSTÍN AGUIRRE

Río Zamora, el de mi infancia

pesar de su bisoñez. Una familia rota y el suicidio de una amiga le han mostrado al crueldad de la realidad, seca y cortante, y la necesidad de alguna que otra ilusión para superarla, aunque la vida sea el sabotaje perfecto de los sueños. Al final, Miguel, que demuestra una capacidad jardie-

lesca para fabular, se ha dado un baño de juventud y Ángela otro de autoayuda. Si la luna es el espejo del tiempo, en unos años veremos reflejada en ella el rostro triunfador de Ángela. Trueba nos pone en primera fila de una de sus master class. Un privilegio.

Con tu tejado de vidrio, eras mi patio y mi casa: toda mi infancia se asoma a las ventanas del agua.

Golpeando la piedra dura, mi madre suspira y canta; y entre sus manos resuenan las campanitas del agua.

El cielo, sobre el jabón, sus pies desnudos resbala.

Le crecen barbas de espuma a la carita del agua.

Luz pintada en el espacio, polvo de estrella en la playa.

Sobre las piedras sonoras brilla la risa del agua.

Yo tiendo la ropa y pienso que es como tender el alba, mientras en mi corazón mueve sus dedos el agua.

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MANUEL BENJAMÍN CARRIÓN

Canción del retorno Voy a volver bañando mi espíritu en la aldea, allá tengo agua clara de la fuente y buen sol, allá alardea mejor sus buenas eras el poniente, y allá, tranquilamente, —sin un dolor, sin una duda— viviré mi vivir, sencillamente...

Un paréntesis claro al dolor y a la vida, un paréntesis fresco al amor...

La beatitud aldeana al buen soñar convida, soñaré con la historia de la infancia perdida...

El sol y el agua aldeanos remediarán la herida, y volveré curado del mal de corazón...

Volveré... Sí. Unos ojos dormidos en el regazo oscuro, fijan en mí sus largas miradas al partir...

Pero allá tengo todo, mi ayer, mi hoy, mi futuro.

Allá lo tengo todo, mi ayer, mi hoy, mi futuro!

Quiero partir, quiero partir...

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La herrada y vieja puerta de la antigua casona blasonada de par en par abierta espera mi llegada...

La buena criada vieja que me tuvo en sus brazos cuando niño, un olor de olvidada conseja, añoranza de antiguos cariños...

La sonrisa de amor de la hermana, el perfume de rosas del huerto, la paz provinciana, el tañer de la vieja campana, la elegía del pasado ya muerto...

También allá unos ojos brillantes por el lloro, también allá unos labios que no han vuelto a besar me aguardan con el mismo amoroso “te adoro”...

(Las novias allá tienen el divino, pueblerino tesoro, de saber bien amar y esperar, esperar, esperar...)

Qué bien me hará este viaje!... qué bien para el hastío de estos días tan iguales: domingo, lunes, martes...

Sentir la canción única de un huerto sólo mío!... el poder soberano de andar por todas partes y “beber leche, dominar un potro, atravesar un río”.

Voy a bañar mi espíritu en la ciudad querida donde nació a la vida mi verso y mi oración...

El sol y el agua aldeanos remediarán la herida y volveré curado del mal de corazón...

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En el aire, los guijarros vuelan batiendo las alas: mueve su párpado gris y abre los ojos el agua. Árbol líquido, yo busco nidos de espuma en sus ramas.

Y en mis manos y en mi sangre cantan mil pájaros de agua. Ágil, vestido de sol, me columpia la onda clara.

Voy cabalgando al galope los caballitos del agua.

Y cuando sobre la orilla la tarde loca se apaga, de pie, una estrella se calza sus dos espuelitas de agua.

La voz dulce de mi madre allí la tengo guardada, como una piedrita azul en el anillo del agua.

Abuelo de arrugas lentas, caballera fina y blanca; río de lenguas dulces, dime todo el dolor de mi infancia.

Río Zamora, río Zamora, con tu viento de navaja.

Yo llevaré siempre al cuello tu cadenita de plata.

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BERNARDITA MALDONADO

A la lojanía Vuelvo por la arcilla que me sostiene por el fuego que nos dio las canciones más hermosas del amanecer.

Vuelvo hechizada, por un recuerdo de lluvia y canela por la nostalgia que galopa enjaezada hasta el sitio exacto donde fuimos inocentes y buenos.

Vuelvo raptada por Naún que una tarde de nieve me rescató de la herrumbre de Madrid y me trajo por paisajes verdes habitados de música y fábulas.

Ciudad mía en forma de pez o pájaro que me amanece en la palabra que me navega en la añoranza vuelvo porque aquí están los que laten en mí los que viven en mí los que atisbo en la distancia vuelvo al sitio dulce porque aquí

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volverá Jesús a multiplicar el pan y la niña adorada acariciará otra vez los sauces y capulíes y aquí Rosaura la emancipada todavía alimenta quindes en el ramaje de sus manos.

Vuelvo a las calles donde Emiliano se hizo verso y Salvador se hizo canto.

Ciudad mía de colores y de afanes raíz de mi maleza y mi dulzor ciudad que me colmas de ternura tierra mía recógeme desde esta lejanía déjame arrimar mis huesos mis aperos mis palabras en tus piedras trasnochadas y haz un sitio para mi fuga última tenme siempre entre las retamas y los eucaliptus ahí donde siempre se remansan las palomas envuélveme en tu chal y dime dime el más pequeño de tus poemas la más breve de tus canciones de amor como a la niña que nunca quiso irse.

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