Las lámparas Argand generaban unas diez veces más luz que las anteriores de llama abierta. El depósito de aceite proporcionaba por gravedad combustible a la mecha, mientras que el oxígeno contenido en el aire que subía por los tubos de cristal, acrecentaba las llamas.
En 1784, el químico suizo Aimé Argand <1> inventó una lámpara diez veces más brillante que las anteriores. El secreto reposa en un bulbo o “chimenea” de cristal, modificación que permite una mayor velocidad ascendente del aire, lo que favorece una mejor aspiración del aceite (y luego del petróleo) y una mejora en la combustión traducida en mayor luminosidad y menor cantidad de humo. Empleaba una mecha tubular encerrada entre dos cilindros metálicos. El cilindro interior se extendía hasta más abajo del depósito de combustible y proporcionaba un tiro interno. La lámpara Argand de quemador tubular se convirtió en el estándar de fotometría debido a la intensidad y consistencia de su luz. En los faros marítimos se popularizaron las lámparas Argand equipadas de diez grandes mechas. Con el Lámpara Argand tipo “estudiante”, advenimiento de comienzos de siglo XIX de la industria del petróleo, el queroseno (derivado del petróleo por destilación) sustituiría al aceite como el combustible más utilizado en este tipo de lámparas que serían comúnmente conocidas como “quinqué” <2> en honor a su popularizador, un tal Antoine Quinquet (1745-1803), farmacéutico francés que perfeccionó y comercializó el invento del físico y químico Argand. A principios del siglo XIX aparecen en escena las lámparas de gas. El escocés William Murdock dio el Breve historia técnica de la cinematografía. Los pioneros – Antonio Cuevas – Pág. 4 de 50