

DIRECTORIO
CARTA DEL DIRECTOR
La lucha por la esperanza
Por Eduardo Rolón
EDITORIAL
Una apuesta por la vida (dentro y fuera del mar)
Un mensaje desde la voz de Causa Natura Media
ELBA LÓPEZ | La sirena de Isla Natividad que impulsa la ciencia entre mujeres
ARTURO HERNÁNDEZ | El humor al servicio de los océanos y costas de Baja California Sur
RUBÉN GUZMÁN | El emprendedurismo en la pesca y acuacultura sustentable
BERENICE LIZÁRRAGA | La ingeniera por el rescate de la Isla Basura en Mazatlán
MINERVA PÉREZ | La líder empresarial cuyo legado es la sustentabilidad
JUAN RAMÍREZ | Un buzo pescador vigila la langosta en la Reserva de Sian Ka’an
MARLENE GUTIÉRREZ | Una defensora de las tortugas frente a la violencia en Sinaloa
ARABEL ALÍ | La apuesta por descarbonizar los puertos
VANESA VALENZUELA | La conciencia del clima y el mar a través de la educación
GUADALUPE COBOS | Acciones de esperanza ante el cambio climático
ARTÍCULO ESPECIAL | SMART FISH
Océanos en Crisis: El reto de la pesca sostenible en México
ARTÍCULO
Directorio del Consejo
CONSEJO DIRECTIVO
José Eduardo Rolón Sánchez Presidente
Ignacio Gómez Urquiza Tesorero
Ernesto Herrera Guerra Vocal
CONSEJO ASESOR
Fernando Díaz López
Gloria Soto Montes de Oca
Alfonso Mercado García
Ana Harumi Hayashida Carrillo
Óscar Álvarez Macotela
Rodrigo Gallegos Toussaint
Directorio Editorial
Esteban Silma
Director de Arte
Zayra López
Directora Creativa
Juan Luis García Jefe de Redacción y Edición
Patricia Ramírez Periodista
Daniela Reyes Periodista
Kenya Robles Periodista
La Liga | Producción Gráfica Prensa
EQUIPO DE FOTOGRAFÍA
Luis Iván Sánchez
Carlos Gustavo Blanco Matus
César Ernesto Hernández
Alejandra Victoria Chacón Álvarez
Selene Mendoza
AGRADECIMIENTOS
Elba López
Arturo “Comandante” Hernández
Minerva Pérez
Rubén Guzmán
Berenice Lizárraga
Juan Ramírez
Marlene Gutiérrez
Arabel Alí
Vanesa Valenzuela
Guadalupe Cobos
Directorio Institucional
Eduardo Rolón
Director General
Esbereidy García Asistente de Dirección y Finanzas
Unidad de Periodismo de Investigación de Datos
Juan Luis García Coordinador
Patricia Ramírez Periodista
Daniela Reyes Periodista
Unidad de Comunicación y Media
Zayra López Coordinadora
Andrea Cabrera Diseñadora
Unidad de Ciencias de Datos
Sara Chávez Coordinadora
Oscar Nava Analista
Unidad de Investigación Aplicada
Ana Harumi Hayashida Coordinadora
Fernanda Onofre Oficial de Gobernanza Ambiental
CARTA DEL DIRECTOR
El año 2024 marcó un periodo de grandes transformaciones y desafíos. En el ámbito político, México experimentó modificaciones significativas en su estructura democrática, cuyas consecuencias, positivas o negativas, se observarán en las próximas décadas. Este año también fue testigo de las elecciones políticas más grandes de nuestra historia, en las que, por primera vez, se eligió a una mujer como presidenta: la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
La violencia continuó azotando al país, cobrando vidas inocentes y de personas valientes que se atrevieron a oponerse a ella. Entre las víctimas se encuentran activistas de derechos humanos y ambientales, periodistas y miembros del sector empresarial. Con profunda tristeza despedimos a colegas valiosas que perdieron la vida enfrentándose a la barbarie que persiste en nuestro país.
Sin embargo, incluso en este entorno convulsionado y violento, fuimos testigos de actos de luz y esperanza provenientes de personas a lo largo y ancho del país. Estas acciones nos recuerdan que, pese a todo, la humanidad y la bondad permanecen en el corazón de muchas mexicanas y mexicanos. Más allá de la polarización, las divisiones, la violencia y el desgobierno, están los rostros de quienes, día a día, trabajan incansablemente por un mundo más sostenible para todos.
En esta edición de Rostros del Medioambiente, volvemos a centrar nuestra atención en los océanos y en el trabajo de diez mexicanas y mexicanos destacados en diversos ámbitos: la actividad cívica, la cultura, el sector empresarial y la ciencia. Los perfiles que presentamos reflejan la diversidad de nuestro país, abarcando regiones como Tabasco, Colima, Baja California Sur y Quintana Roo.
Entre los perfiles están mujeres que trabajan en ciencia comunitaria a través de la colecta de datos mediante buceo. También destacan personas que protegen recursos marinos en contextos de violencia y peligro. Otras están en el activismo para defender el derecho a un medio ambiente sano y la promoción de acciones estatales frente al cambio climático. Y también hay líderes que emplean el humor como herramienta de activismo, inspirando a otros a involucrarse en la protección de los mares y territorios costeros.
Este año, queremos rendir un homenaje especial a Minerva Pérez, destacada empresaria pesquera y defensora de la pesca legal y sostenible en México, quien lamentablemente fue asesinada en 2024. Su inclusión en esta lista es un reconocimiento a su lucha constante por un país más justo, libre de violencia y comprometido con la sostenibilidad. Minerva simboliza la valentía de quienes enfrentan grandes adversidades para garantizar un mejor futuro para las próximas generaciones.
Confiamos en que los Rostros del Medio Ambiente 2024 inspirarán a más personas y renovarán la esperanza en la capacidad de la sociedad mexicana para lograr grandes cosas, incluso en circunstancias adversas. Este es también un llamado a todos: al Estado, las empresas y la sociedad, para trabajar juntos hacia un país y un mundo mejor.
Eduardo Rolón
Director General de Causa Natura A.C.
Una apuesta por la vida (dentro y fuera del mar)
Un mensaje desde la voz de Causa Natura Media
México está lleno de personas que dedican su vida al mar, pero muchas veces no lo sabemos. La mayoría de medios no se detiene, regularmente, en los perfiles de quienes se dedican de lleno a los ecosistemas y la sustentabilidad.
Una joven lucha contra los estragos del cambio climático en su comunidad; una buceadora encuentra propósito en el monitoreo submarino de una isla; una empresaria deja un legado de sustentabilidad tras vencer un sistema patriarcal y corrupto; una lideresa aboga por una comunidad pesquera arrastrada por el mar; la líder de una ONG busca mejorar la calidad del aire en las zonas portuarias; una exestrella de MTV encabeza acciones de concientización costera; la consejera de un área natural cuida con afán huevos de tortugas; un pescador vigila la pesca legal de langosta por el bien de los suyos; una entusiasta se propone limpiar la Isla Basura; un empresario crea sinergias sustentables en la comercialización acuícola.
Estas historias de personas destacadas y sus hazañas están contadas en la edición de la revista Rostros por el Medioambiente - Océanos 2024, la cual honra a través de 10 perfiles las labores de personas que hicieron aportaciones destacadas a este sector durante el 2024.
Sabemos que no son las y los únicos y nos consta, ya que los reconocidos del 2024 resultaron seleccionados después de una convocatoria abierta para postular candidatos y de una calificación sobre esa lista por parte de un comité liderado, principalmente, por Causa Natura y periodistas invitados de la Red de Periodistas del Mar.
Creemos firmemente que los esfuerzos a favor del medioambiente deben ser contados, así este medio ha tendido un puente entre los protagonistas y lectores por tercer año consecutivo para extender un mensaje de concientización, predicado con el ejemplo, que concierne a los y las habitantes de un país con más de 11 mil kilómetros de litoral.
La riqueza marina de México es envidiable, pero al mismo tiempo conlleva diversos desafíos. Los seleccionados guardan en común una vocación de servicio, así como de haber traspasado la frontera entre la contemplación y la acción.
Sus impactos no se han hecho esperar ni han llegado a su conclusión, sino que se encuentran en un proceso diario. Todos los días se esfuerzan para aportar desde sus comunidades a un equilibrio en el que los ecosistemas y los medios de vida coexistan sin perjuicio.
Sin más, los invitamos a leer esta revista en la que un equipo de periodistas se desplegó en diversos puntos del país, para cumplir con la misión de este medio y dar a conocer las diferentes realidades, voces y acciones frente a los grandes desafíos socioambientales que representan los océanos en nuestros tiempos.
por Patricia Ramírez
Elba López estaba embarazada cuando la organización Comunidad y Biodiversidad (COBI) A.C., que había sido una aliada en la capacitación de los pescadores, la invitó a una sesión de buceo. “En el 2011 capacitaron a siete mujeres, pero yo estaba embarazada, así que pedí estar en la lista de espera. Pensé que solo era una capacitación”, recuerda López.
Elba López creció entre el campo, los animales y la agricultura de Sonora hasta que su familia se mudó a una isla de pescadores. Llegaron a Natividad, ubicada en el Pacífico norte, a unos 40 minutos de tierra continental en Baja California Sur. Ella tenía 16 años y recuerda que le encantó.
“Me la pasaba en la playa, siempre he sido muy playera”, dice López.
En Isla Natividad viven casi 700 personas. La mayoría son integrantes de la Sociedad Cooperativa de Buzos y Pescadores, el resto, sus familias; pequeños comerciantes y otros trabajadores también dedicados a la actividad pesquera mediante el procesamiento y transporte de productos del mar. Las principales especies de comercio son la langosta, el abulón y el blanco.
A pesar de ser toda una comunidad enfocada en la actividad pesquera, hasta 2011 surgió la propuesta de incluir a las mujeres, principalmente, en el buceo. La actividad había tenido auge porque desde el 2006 los pescadores establecieron reservas marinas voluntariamente para proteger al abulón que escaseaba cada vez más. Pactaron dejar de pescar en estas zonas para que la especie se repoblara y empezaron a bucear con el objetivo de monitorear los cambios.
Su primera vez fue al año siguiente y lo que sería “solo una capacitación” la convirtió en una buza monitora. Actualmente, ella y cuatro mujeres más forman las Sirenas de Isla Natividad, un grupo de buzas que realiza monitoreo marino y la recolección de datos mediante metodologías de ciencia ciudadana.
“Cuando nació la identidad de las Sirenas de Natividad siento que fue un punto de cambio. Hubo visibilidad para las mujeres”
“A veces vamos (al monitoreo) el 50% hombres y 50% mujeres. Hay años en los que el 70% somos mujeres”, explica López.
Su trayectoria la ha llevado a bucear para otros proyectos, siempre en monitoreos para evaluar el estado de diversas especies, desde el abulón hasta los bosques de macroalgas. Su proyecto más reciente tiene el objetivo de reunir a todas las mujeres buzas de las comunidades pesqueras de México.
Cuando Elba acude a los monitoreos submarinos de Isla Natividad, registra abulón, pepino de mar, caracol, erizo, estrellas, algas pardas y algas invasoras. La técnica consiste en realizar transectos de 30 metros de largo que recorrerá para sacar un censo de cada especie. En promedio, utiliza cuatro metodologías distintas para lograrlo. También se recogen datos sobre el tipo de fondo marino, las piedras, el sustrato y la cobertura de estas.
Toda la información se presenta ante la cooperativa de Isla Natividad. Elba fue la primera mujer en acudir a una de estas asambleas de pescadores, un hecho que sus compañeras relatan con orgullo.
“Las reservas marinas han arrojado excelentes resultados, incluso en las áreas de pesca que están a un lado. Vemos que las áreas de reserva arrojan semillas (de abulón) hacia las áreas que son de pesca. Todo es un gran crecimiento, un gran logro”, explica López sobre los esfuerzos de conservación que ellas han monitoreado.
En 2024 las Sirenas de Natividad cumplieron 11 años de trabajar en el monitoreo y cuatro años de hacerlo como líderes de este sin el acompañamiento de los buzos expertos de COBI y la comunidad. La aceptación y el reconocimiento que ha traído su trabajo transformó el rol de las mujeres en la isla y en toda la región del noroeste de México.
“Cuando nació la identidad de las Sirenas de Natividad, siento que fue un punto de cambio. Hubo visibilidad para las mujeres”, dice Elba.
Además, su experiencia la llevó a bucear más allá de la isla. Desde hace tres años participa en MAS Kelp, un proyecto con la Universidad de Stanford para la conservación de los bosques de macroalgas, a través del monitoreo en Baja California y Baja California Sur. Esmeralda Albañez, una de sus compañeras en las Sirenas, también se sumó al trabajo.
Sirenas de México es el actual proyecto que impulsa como líder Elba López, con el apoyo de la organización no lucrativa Women’s Earth Alliance (WEA). El objetivo es agrupar a todas las buzas comunitarias de México, impartir talleres de capacitación y consolidarse como una asociación.
“Es crear un grupo de buzas en el que podamos apoyarnos todas. Si un grupo de Natividad pudo inspirar a otras comunidades, imagínate, si nos juntamos todas las del país, podemos llegar a más mujeres”, apunta López.
Para ella es un gusto ver cómo otras comunidades pesqueras se interesan cada vez más por los monitoreos, la ciencia ciudadana y el papel de las reservas marinas en la conservación.
Más allá de lo colectivo, Elba reflexiona cuánto ha cambiado su propia vida. Cuando recién llegó a la Isla Natividad solo era una adolescente que disfrutaba de hacer snorkel y mirar los peces; sin embargo, verse a sí misma como una buza le dio la posibilidad de adentrarse en su propio proyecto personal.
“Yo crecí en otro tipo de ecosistema, entre la ganadería y la agricultura, entonces para mí llegar a la isla y conocer sobre esto me hizo sentir que es lo mío, que la vida me ha puesto en el lugar donde está mi misión. Por eso a cada proyecto que me invitan le pongo mucha pasión, mucho amor”, afirma.
por Daniela Reyes
Este 2024 “el Comandante Hernández” dirigió a su ejército ciudadano a defender las playas y océanos de la ciudad de La Paz, al noroeste de México con el proyecto Metiches por Naturaleza. Detrás del Comandante está Arturo Hernández, un conductor de televisión que por mucho tiempo trabajó en MTV, comunicólogo de formación y oriundo de la Ciudad de México.
Metiches por Naturaleza inició en noviembre del 2023. En una primera fase empezó a colaborar con organizaciones civiles locales para visibilizar las problemáticas ambientales a través de una comunicación disruptiva en redes sociales y de intervenciones en el espacio público.
“Nosotros les damos una manera de visibilizar estas problemáticas con creatividad, con humor, de una manera diferente y disruptiva. Lo hemos hecho con más de nueve organizaciones en La Paz y ya ha funcionado muy bien. Generamos una comunicación que llama la atención, se vuelve mediática y eso genera una presión hacia las autoridades que tienen que arreglar el problema que afecta a la naturaleza. Ya encontramos ese camino”, explicó Hernández.
Anteriormente, él fundó y lideró los Supercívicos, un proyecto nacido en 2006 en la televisión nacional para generar conciencia cívica utilizando el humor. Por censura el proyecto migró a las redes sociales en el 2014, donde cuenta con 500 mil suscriptores tan sólo en su canal de Youtube.
“Debido al proyecto de MTV, viví 10 años en el extranjero y cuando regresé vi una Ciudad de México muy desmejorada, a la gente muy apática y ahí nace la inquietud de hacer algo por mi ciudad a través del entretenimiento. El humor es una herramienta muy
fuerte para incidir, para generar cambios, sobre todo, en temáticas tan serias como la democracia, movilidad, género y medio ambiente. Los Supercívicos nacen de hacer entretenimiento con causa”, contó Hernández.
A partir del proyecto de Los Supercívicos se asume como un emprendedor social, tras contar con la formación y la vinculación de la organización Ashoka, Hernández creó un proyecto en La Paz con la organización La Mano de Mono, dedicada a modelos de negocio de turismo de naturaleza y conservación.
Recordó las múltiples veces que lo han llamado “metiche” de forma despectiva por “meterse en lo que no es de su incumbencia”, decidió resignificarlo y así creó Metiches por Naturaleza. Metiche porque lo público es de incumbencia ciudadana y por naturaleza ya que se dedica a visibilizar temas ambientales.
“El principal problema que tenemos la ciudadanía mexicana es la apatía ante los problemas, no todos, pero en general. El nombre de metiches, es un término que me lo dicen mucho para insultarme, y empecé a reconstruir esa palabra y llevarla al lado positivo. Si me dicen metiche es un honor, porque hay que entrometernos”, explicó Hernández.
Arturo conoció La Paz en 2017 cuando la organización BCSicletos lo invitó a dar una conferencia y a hacer videos sobre movilidad. Desde entonces vió que era un lugar de naturaleza único, pero muy vulnerable a repetir lo que pasó en Tulum, Playa del Carmen, Bahía Banderas y Los Cabos, lugares donde el turismo masivo afectó a la naturaleza hasta el punto que “la mataron o se encuentra desahuciada”, dijo.
Una de las campañas de comunicación más exitosas fue la de “A mover el bote”, en la que artistas locales pintaron murales sobre los cascos de los yates y veleros encallados en las playas como resultado de la tormenta tropical Norma, que impactó en 2023 las costas de Baja California Sur.
La acción tenía la intención de visibilizar su abandono en las playas o en el mar, donde representaban un riesgo para el ecosistema, la salud y la navegación marítima de la bahía de La Paz.
“Era un tema muy complejo del que el grupo Mar Libre tenía muchos datos, pero no les hacían caso. La manera en que le dimos la vuelta fue pintar estos botes. Molestó mucho, generó cobertura de la prensa y empatía con la gente. Se volvió una acción de entender lo que es el espacio público pero también presionamos a la autoridad que al menos movieron 20 botes. Esa fue la más importante, porque pudimos incidir”, señaló Hernández.
En otra ocasión también colaboraron con la plataforma “Es Mi Playa, Mi Barrio”, que evidenció la ocupación excesiva de la Zofemat por parte de un concesionario que impedía el libre tránsito en la playa Pichilingue. A través de un video en redes sociales se viralizó y tanto Profepa, como la Dirección del Comercio del Ayuntamiento de La Paz, clausuraron las instalaciones.
Otra acción en favor de los océanos fue la intervención que hizo en colaboración con el artista Uli Martínez en un tiradero de basura clandestino en la colonia Agua Escondida, donde pintaron un tiburón ballena que fue una obra efímera para visibilizar cómo toda esa basura iba a terminar en el mar en la temporada de lluvias y afectaba a las especies marinas.
También El Comandante desfiló en El Carnaval de La Paz con un disfraz de “Crucerote”, con el que humorizaba el impacto de los cruceros y sus aguas residuales en la Bahía de La Paz.
“Hicimos el crucerote con BCSicletos y con el Colectivo Torpedo. Hicimos un disfraz de un capitán de crucero que era una caca y hablamos sobre la problemática que generan en los océanos y cómo los megacruceros afectan de una manera brutal al medio ambiente.
Prácticamente todo en La Paz está relacionado con la inmensidad que tienen enfrente, que es el hermoso océano que tenemos los mexicanos”, señaló Hernández.
Las acciones de Metiches por Naturaleza demostraron que la presión ciudadana es capaz de visibilizar e incidir y eso envió el mensaje de que el reporte ciudadano sí da resultados.
“Me parece que lo más importante es intangible: el empoderamiento ciudadano. Creo que hay cuestiones que no las podemos cuantificar, ni decir si fueron parte de nuestro logro, pero están ahí y yo sí veo que hay un pequeño cambio”, señaló Hernández.
Aunque anteriormente ya había habilitado un sitio web para recibir reportes ciudadanos respecto a problemas ambientales y había recibido alrededor de 100 denuncias, actualmente, se encuentra en una segunda fase en la que pretenden llegar a las mil denuncias y así empoderar a la ciudadanía.
“Me parece que lo más importante es intangible: el empoderamiento ciudadano”
“Tenemos este concepto de que la naturaleza tiene cámaras de seguridad en cualquier lugar y son las de nuestros celulares. El objetivo ahora es que la gente mire que su teléfono celular puede documentar en video y generar incidencia a favor de la naturaleza. Las personas se vuelven metiches y así se genera un empoderamiento ciudadano. Nos hacen llegar su denuncia, nosotros la difundimos en redes sociales y nos encargamos de solucionarlo”, explicó Hernández.
Para Hernández, principalmente, el mar de La Paz le ha significado un mosaico de experiencias únicas y conectó aún más con esta inmensidad que ocupa tres cuartas partes de la tierra: el océano. Tanto que está decidido a ser parte de la generación que lo va a recuperar.
“Deberíamos tener humildad y darnos cuenta de lo diminutos que somos y cómo estamos acabando con esta grandeza. La conexión que debemos tener con el océano es de restauradores. Estamos en una generación en donde el calentamiento global nos está destruyendo y lejos de asustarme lo veo como una motivación. Imagínate, qué bonito ser la generación que salvó a los océanos, a las especies y a la misma humanidad”, compartió Hernández.
EN LA PESCA Y ACUACULTURA SUSTENTABLE
por Daniela Reyes
El gusto por el pescado frito en filetes preparados por su abuela, los días de hacer pesca de orilla con su papá y los accidentes aprendiendo a surfear son las primeras experiencias que Rubén Guzmán recuerda con el mar. La mayoría de ellas fueron a partir de 1991 cuando tenía 12 años y migró con su familia de Guadalajara a Los Cabos donde la vida giraba en torno al mar.
Aunque estudió ingeniería industrial y de sistemas en el Tecnológico de Monterrey, y se desempeñó en áreas como la operación hotelera y ventas, cuando se le presentó la oportunidad de emprender decidió hacerlo en lo que más le gustaba: el mar, y más con cretamente, en los pescados y mariscos.
En 2012, creó la comercializadora Nueve Palmas con un socio y una hielera en la parte trasera de un auto. Su modelo se basaba en la entrega del pescado y marisco directamente del mar al centro de consumo en el mismo día de captura.
“La calidad de los productos era increíble. Algunos clientes nos decían que nuestra calidad no se las daba nadie. Me abrieron las puertas en varios hoteles y restaurantes muy importantes de la zona y empezamos a crecer”, señaló Guzmán.
Uno de los retos más importantes que tenía era que aunque hubiera un compromiso de parte de los pescadores de venderle el producto, si llegaba otro comprador que pagara un peso más, se lo vendían.
Sin embargo, en la acuacultura encontró la certidumbre que la pesca silvestre no le daba en ese momento. En 2014 empezó a comercializar la totoaba de cultivo de Earth Ocean Farms, ahora conocido como Santo Mar, y se convirtió en pionero de la distribución de pescados sostenibles en Baja California Sur.
“Fue un gran parte aguas. Pasé de estar batallando con el pescado local y con los pescadores locales, a tener un producto siempre disponible, de la mejor calidad, con los mejores cuidados y técnicas del manejo higiénico. En muy poquito tiempo (dos meses y medio) logramos posicionar nuestro pescado en unos 20 hoteles del destino y la gente estaba encantada”, señaló Guzmán.
Actualmente Guzmán se dedica de lleno a la comercialización de productos del mar como kampachi, atún aleta azul, totoaba, huachinango, robalo y ostiones, y desde 2016 constituyó Pescados y Mariscos Nueve Palmas S. A. de C. V., la cual es ahora un referente en comercialización de productos responsables.
“La gran mayoría de nuestros pescados tienen algún tipo de aval ambiental (certificación BAP, MSC o FIPs). Este 2024 nos hizo una auditoría la empresa Seafood Ninja y evaluaron la sostenibilidad de nuestros productos. El resultado fue que el 91% de nuestra línea base son sustentables. Nuestro compromiso es que en el 2027 el 100% de nuestros productos tengan algún tipo de aval de sostenibilidad”, señaló Guzmán.
Algo que distingue a Nueve Palmas es el manejo para mantener la calidad de los productos. Guzmán entrega el pescado fresco en hielo molido a una temperatura de un grado centígrado y a través de un modelo “just in time”, que consiste en productos bajo pedido que se entregan el mismo día que lo recibe de los productores. Con eso garantiza que entrega la mejor calidad y el mejor producto.
El 91% de nuestra línea base son sustentables. Nuestro compromiso es que en el 2027 el 100% de nuestros productos tengan algún tipo de aval de sostenibilidad”
Durante este 2024, con el apoyo de organizaciones como Pesca con Futuro, Comepesca, SmartFish y Pro Natura, logró vincular a las cooperativas pesqueras de Agua Verde y Punta Abreojos con hoteles y restaurantes de Baja California Sur, Guanajuato, Cancún y Ciudad de México.
Estas cooperativas tienen una producción muy grande de verdillo y están comprometidas con la sustentabilidad, además el verdillo tiene una relación calidad-precio muy alta. La idea es que el verdillo, junto a otras especies que son producto de Proyectos de Mejora Pesquera (FIP), se agrupen bajo la marca Baja Sustentable y se comercialicen empacados al vacío a través de Nueve Palmas o de cualquier otro socio interesado.
“Estos pescados de FIP van a estar abanderados con una nueva marca que tenemos de comercialización que se llama Baja Sustentable. El pescado fresco es muy padre, pero limita de muchas maneras. Por eso con Baja Sustentable vamos a comercializar productos en su mayoría congelados, empacados al vacío, bien etiquetado y embalado para que muchos clientes tengan acceso a ellos y pueda llegar a más ciudades con volúmenes más interesantes”, señaló Guzmán.
Con esta iniciativa, busca impulsar el consumo local y competir contra los productos de importación como la tilapia y la basa que, desde su perspectiva, tienen una procedencia y aportación nutrimental dudosa. Además de responder a la creciente demanda de productos sustentables de parte de chefs.
“Hay que hacer las cosas correctamente porque de esta manera ganamos todos. Gana el medio ambiente y gana la comunidad”, es el lema que recientemente guía a Guzmán en sus proyectos. El objetivo más grande que persigue es que haya una pesca sostenible que garantice un futuro próspero donde las generaciones venideras puedan beneficiarse de la pesca. Eso implica pagar un precio justo a las comunidades de pescadores con prácticas sostenibles.
“El mar es la vida. Todo viene del mar. Y así como debemos proteger, cuidar y respetar el mar, también debemos hacerlo con las personas que viven de ella, específicamente los productores, los pescadores, las cooperativas y las comunidades pesqueras”, señaló Guzmán.
por Patricia Ramírez
La primera vez que Berenice Lizárraga viajó a la “Isla Basura” pensó que se trataría de un caso más. Su experiencia en la limpieza de playas le había hecho creer que ya nada podría sorprenderla. Pero lo que encontró le hizo sentir “como en una película de terror”. Estaba ante una zona de manglar en donde, sin importar hacia donde mirara, había basura.
“Me quedé súper impactada porque a pesar de que tenía muchos años participando en la limpieza de ecosistemas, nunca había visto un lugar con tanta acumulación de basura. También fue un shock porque no sabíamos de esta problemática”, cuenta Lizárraga, originaria de Mazatlán, Sinaloa, a menos de cuatro kilómetros de la nombrada Isla Basura.
Mazatlán es un puerto “muy bonito pero lleno de contrastes”, lo define Berenice, quien comenzó a involucrarse en actividades de conservación ambiental desde sus años como estudiante de ingeniería en biotecnología. Recuerda que una maestra le dijo que le veía “madera de ambientalista”.
Su participación en las jornadas de limpieza de playas la hizo cercana a la asociación civil Viva la Ola, dedicada a las acciones de educación ambiental local. Se involucró tanto que Berenice Lizárraga es la presidenta de esta organización desde hace un año.
A la par de este proyecto, Lizárraga tenía otro trabajo como parte de su sustento, pero no estaba relacionado con sus tareas ambientales. “Me dije que tenía que empezar a enfocarme en las cosas que me apasionan en la vida”, recuerda.
Es mucho concientizar, quizás sí, pero también es ponernos rigurosos y poder incidir en políticas públicas para que se le dé mucho más peso y mucho más seriedad al manejo de los residuos.
Así que renunció.
“Me metí a estudiar manejo ambiental. Estoy cursando una maestría y uno de sus temas abarca el manejo de residuos para darles un mejor aprovechamiento”, cuenta con entusiasmo.
Fue en medio de estos cambios y nuevos aprendizajes que conoció la Isla Basura.
El mismo día que Berenice conoció Isla Basura, llamó a Nithzia Pineda, su amiga de la maestría con quien estaba en pláticas para trabajar un proyecto juntas. “Le dije: ¿Sabes qué? Olvídate de lo que teníamos pensado, hay un lugar que de verdad necesita nuestra ayuda’”.
La primera acción fue hacerlo visible. En enero de 2024 abrieron una cuenta en redes sociales llamada Isla Basura y subieron un video a TikTok con imágenes del lugar. En menos de un minuto expusieron el problema, mencionaron la importancia de la zona de manglar al tratarse de una zona para aves e invitaron a la ciudadanía a participar.
El tema estalló y la gente comenzó a acercarse. El resultado fue una primera jornada de limpieza en la que se recolectaron 750 kilos de basura.
La dinámica general consistió en recoger y separar los residuos. Algunos de los retos estuvieron en el tratamiento.
“El poliuretano y el poliestireno que son como el unicel o el corcho están muy presentes y es muy difícil que alguien haga ese tipo reciclaje en el país, que le dé otra vida a ese tipo de materiales, y los encontramos en muchísima basura”, cuenta Berenice.
El proyecto de Isla Basura fue bien recibido por el Departamento de Ecología de Mazatlán, quienes se acercaron con información especializada y contacto con recicladoras de la ciudad. Además, las enseñanzas de la maestría también las ha impulsado a pensar en un posible Plan de Manejo integral de la zona.
El pasado 27 de octubre se realizó la segunda jornada de limpieza al público. En esta ocasión se recolectó casi media tonelada de residuos durante una hora y media de trabajo. En 121 costales separaron calzados, electrodomésticos, PET, vidrio, poliestireno, tapitas de botellas, entre otros.
Además de la limpieza se realizaron actividades como pláticas de conservación ambiental, un recorrido por los manglares de los alrededores y una convivencia en un restaurante local en la Isla de la Piedra. Berenice lo llama un turismo regenerativo.
“Creo que Isla Basura es la prueba de qué tanto podemos incidir en los lugares, qué tanto podemos impactar, hacer ciencia, involucrar a la sociedad”, dice Berenice, quien habla del proyecto a futuro como una asociación más sólida que además de limpieza, tenga un rol en las decisiones políticas sobre la gestión de residuos de Mazatán.
“Es mucho concientizar, quizás sí, pero también es ponernos rigurosos y poder incidir en políticas públicas para que se le dé mucho más peso y mucho más seriedad al manejo de los residuos. Sobre todo aquí en Mazatlán, que tenemos una población fluctuante siempre por el tema de turismo”, explica.
Por ahora, el proyecto continúa en sinergias con otras dependencias y organizaciones locales que trabajan por la conservación. El Departamento de Ecología de Mazatlán, el Museo de la Ballena, el Gran Acuario Mazatlán “Mar de Cortés” y el santuario tortuguero Estrella del Mar son algunas de éstas.
“Todos los que estamos en el proyecto nos sentimos muy afortunados porque la respuesta (a Isla Basura) ha sido bien favorable, bien positiva”, celebra Berenice. “Seguimos trabajando por estructurar un proyecto al que podamos darle un financiamiento y tener con qué acercarnos a la localidad, hacer estudios y demás acciones que se necesitan”.
por Daniela Reyes
Minerva Pérez fue una líder empresarial a través de su empresa Atenea en el Mar, dedicada a la comercialización y exportación de almeja generosa, que fue asesinada en un atentado armado el 8 de julio de 2024, un año después de asumir la presidencia de la Cámara Nacional de las Industrias Pesquera y Acuícola (Canainpesca) en Baja California.
“Era una creyente y una líder de que se puede lograr una pesca con beneficios económicos, sociales y ambientales, y vimos que estaba dispuesta a morir en la raya por eso”, señala Rafael Ortiz, director general de Environmental Defense Fund (EDF) México, al referirse a ella.
Su trayectoria para consolidar su empresa, su profesionalidad y su compromiso con la sustentabilidad, son fuente de inspiración para muchas personas en el sector pesquero y empresarial de México.
“El legado de Minerva es muy grande. Fue un modelo para muchas personas y particularmente para mujeres. Demostró que podía triunfar en un sector difícil con temas de crimen organizado, corrupción y machismo, y que además era tradicionalmente territorio de hombres. Ahí ella pintó su raya y la línea de acción que queríamos ver”, señaló Ortiz.
En un plazo de 10 años, Pérez pasó de descubrir una especie de almeja generosa (panopea globosa), cuya distribución era desde el norte del Golfo de California hasta Bahía Magdalena, Baja California Sur, a construir una planta de procesamiento de primera generación para comercializar y exportar esta especie internacionalmente.
Esta travesía inició con un permiso de fomento de pesca con el que generó investigación sobre la especie, después consiguió el primer permiso comercial de la misma en el 2003 y una concesión pesquera de 20 años.
Aunque suena sencillo, Ortiz señala que para conseguir todos los permisos para operar su empresa, Pérez se enfrentó a mucha corrupción por parte de las autoridades, y peleó por conseguirlo todo de manera legal.
“Durante muchos años ella luchó contra la corrupción para generar una empresa que no fuera cómplice. Ese nivel de lucha por los principios en el sector pesquero es lo que quisiéramos promover, así es como deberían de ser las cosas”, comentó Ortiz.
Hacia el 2010, Pérez empezó la construcción de una planta diseñada para el almacenamiento de productos marinos vivos con los estándares de sanidad y calidad certificados y así exportar a los principales mercados internacionales.
“Cuando visitamos la planta quedamos muy impresionados con el nivel de calidad y de tecnificación. Desde ese momento nos dimos cuenta de que era una empresaria extraordinaria y de su liderazgo dentro de su empresa”, dijo Ortiz.
En el 2011 inauguró formalmente Atenea en el Mar y exportó el producto a China y Estados Unidos. Con su permiso de pesca, un campo pesquero y una planta de procesamiento, Pérez tenía un control fuerte de toda su cadena de producción y comercialización, por lo que su modelo empresarial le permitía tener un manejo sostenible.
“La concesión le permitía tener el control de ese pedacito de mar en temas de capturas, ella era muy exigente con la talla mínima, con seguir el procedimiento establecido y con no sacar producto más allá de la cuota que le daban. Estaba comprometida en cuidar esta concesión a largo plazo y eso solo se logra con un manejo sostenible del producto”, explicó Minerva Alonso, directora del Centro Desarrollo y Pesca Sustentable (Cedepesca) en México, una organización dedicada a la implementación de proyectos de mejora pesquera.
Alonso conoció a Pérez en 2007 y en 2018, empezaron un proyecto de mejora pesquera, ya que Pérez estaba interesada en certificar la pesquería de almeja generosa bajo el estándar del Marine Stewardship Council (MSC), una evaluación que garantiza la sostenibilidad y trazabilidad de los productos pesqueros certificados.
“Entre otras formas de incidencia de Pérez, en colaboración con EDF, destaca por ejemplo su apoyo para la creación de un Comité Consultivo de la Pesquería de Almeja Generosa, un órgano de gobernanza aplicado a otras pesquerías; su participación en la construcción del Plan de Mejora Pesquera y en la asignación de una fracción arancelaria a la almeja generosa para generar un registro de las exportaciones.
Parte de estos esfuerzos se encuentran documentados en el libro Donde quedó la almeja: Situación de la exportación y comercialización de la almeja generosa de México publicado por EDF y la consultoría especializada en asuntos públicos De la Calle Madrazo Mancera (CMM).
“Ella demostró que se puede ser un empresario muy exitoso cuidando los recursos y sabía además cómo generar esos puentes entre los diferentes mundos de la producción y la conservación. Su contribución desde el mundo empresarial sirve mucho para precisamente traer este ejemplo a otros empresarios”, señaló Ortiz.
Esta forma de proceder y este referente que era para la pesca y el sector empresarial llevaron a Pérez a la presidencia de la Canainpesca en Baja California, una de las cámaras más importantes a nivel nacional y la sede más importante de México en términos de producción pesquera.
Ella demostró que se puede ser un empresario muy exitoso cuidando los recursos y (...) generar esos puentes entre los diferentes mundos de la producción y la conservación.
“Era una mujer con principios firmes, con ética, congruente y eso se veía reflejado dentro de su empresa. Fue una mujer muy poderosa, considerando que dentro del sector empresarial hay pocas mujeres y ella fue incluso un ejemplo de estabilidad empresarial y organización, ese fue su mayor legado”, señala Aline Molina, Coordinadora de campañas del Consejo Mexicano de Promoción de los Productos Pesqueros y Acuícolas (Comepesca), de la que Pérez era socia.
El proyecto de mejora pesquera para lograr la certificación MSC se detuvo cuando Pérez se enfrentó a retos ligados a la pesca ilegal y empezó a denunciar la falta de inspección y vigilancia por parte de las autoridades.
“Casi todas las conversaciones que tuve con Minerva en los últimos años eran en torno a la descomposición del aparato de inspección y vigilancia y en general de la regulación tanto de la pesca como de la cadena de suministros. Era muy incisiva con este tema porque creía que no podíamos ser una potencia si no resolvíamos este problema. Particularmente, luchamos con Minerva muy duro, dentro del contexto del Alto Golfo, para lograr que la almeja generosa tuviera los mayores controles para evitar la pesca ilegal”, puntualizó Ortiz.
Por esta lucha, Pérez recibió amenazas y posteriormente su muerte conmocionó a todo el sector empresarial y pesquero nacional.
“Como Minerva no había otra, ella era el pináculo de a dónde queremos llegar, con esa profesionalidad, con esa lucha y esos principios. Por eso es muy importante que su legado trascienda porque si todos fuéramos un poquito más como Minerva estaríamos en otro lugar. Su estatura era impresionante por eso también fue muy doloroso y muy sorpresivo que hayan hecho un atentado así contra ella”, comentó Ortiz.
El crimen, según Ortiz, muestra un problema de descomposición social que es importante visibilizar, pero que no debe eclipsar su historia, legado y la exigencia de justicia enérgica que debe continuar y que son claves para solucionarlo.
por Patricia Ramírez
Como parte de la tercera generación de pescadores de su familia, a los nueve años Juan Adonaí comenzó a bucear sin tanque y aprendió a sacar langosta. Actualmente, tiene 26 años ejerciendo como pescador de la Cooperativa de Producción Pesquera de Vigía Chico, conformada por 86 hombres y cuatro mujeres. Pero la curiosidad de Juan fue más allá.
En la comunidad pesquera de Punta Allen, frente a la costa de Quintana Roo, el buceo se practica sin tanque. Durante la temporada de captura, los pescadores se lanzan al mar del Caribe sólo con visor, aletas, esnórquel y un arte de pesca llamado jamo que sirve para sacar langosta, la principal especie comercial de la región. Así pueden sumergirse hasta los cuatro metros de profundidad.
Cuando un buzo pescador emerge, hay otro esperando por la langosta en la embarcación. Éste último será el encargado de medir a cada una para liberar las menores a 13.5 centímetros de largo o que tengan hueva (estén embarazadas). Esta decisión colectiva les ha brindado reconocimientos internacionales como la certificación Marine Stewardship Council (MSC) y el respaldo de la iniciativa Seafood Watch.
No capturar todos los bienes del océano genera un equilibrio en la pesquería porque se evita la sobreexplotación. Además, los pescadores llevan un monitoreo de la talla, sexo, sitio de captura y costos de producción para tomar decisiones cada temporada.
Cuando Juan Adonaí Ramírez nació no existían reglas de sostenibilidad por escrito, como la NOM006-SAG/PESC-2016 sobre lineamientos en captura de langosta o el decreto de área protegida de la Reserva de Sian Ka’an. Sin embargo, recuerda que siempre hubo una necesidad de conservación.
“Mi abuelo cuidaba la langosta, devolvía las pequeñas al mar o las que tenían hueva. Desde antes (de las normas oficiales) varios pescadores preservaban”, relata Ramírez.
Desde 2017, cuando la organización Comunidad y Biodiversidad (COBI) A.C. ofreció un curso de buceo, Juan Adonaí Ramírez no dudó en levantar la mano. Desde entonces se ha capacitado en la recolección de datos bajo el mar y ciencia ciudadana.
“Somos 13 personas y hacemos monitoreo submarino. Estudiamos el coral, los peces, el arrecife, el ADN que está en el agua, pusimos sensores de temperatura, acústicos también”, explica.
Una de las características de la cooperativa de pescadores de Vigía Chico es que se encuentra en la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an. Un Área Natural Protegida a nivel federal que en 1987 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y Sitio Ramsar en el 2003. Hogar de especies indispensables para su conservación como el jaguar, el tapir y el manatí.
Para sumar esfuerzos, los pescadores han establecido refugios pesqueros destinados a la langosta, apostando por la repoblación de la especie.
En 2024 el trabajo de buzo monitor que sólo era una actividad complementaria en la cooperativa de Vigía Chico se volvió indispensable cuando los fenómenos meteorológicos azotaron las costas de la península de Yucatán con mayor impacto, producto del cambio climático. En junio la tormenta tropical Alberto, en julio el huracán Beryl y en septiembre el huracán Helene afectaron el desarrollo de la langosta y paralizaron el comercio en el mercado internacional.
Ahora, más que nunca, es una urgencia que los buzos pescadores como Juan Adonaí se sumerjan en el mar con la preparación necesaria para entender qué pasa con la langosta, su especie más protegida y, al mismo tiempo, su sustento como trabajadores.
“Hace muchos años que queríamos que la cooperativa nos apoyara como pescadores socios y como parte de una organización que se va a dedicar a hacer trabajos de monitoreo que necesitamos”, explica Juan sobre el respaldo que ha recibido de Vigía Chico.
“ Si mandamos a decirle a la Conapesca que venga, nos sale con que no tienen vehículos, no tienen gasolina, no tienen personal. Entonces estamos un poco rezagados”
Cuando la captura de langosta termina en febrero, los pescadores pasan el resto de los meses dedicados a la captura de escama o a otros servicios como el ecoturismo, pero Juan Ramírez continúa su trabajo en el mar. “En todo ando”, dice con una sonrisa.
Además de buzo monitor, es el actual presidente de vigilancia comunitaria conformada por 10 trabajadores más de la cooperativa de Vigía Chico. En conjunto realizan rondines, en ocasiones acompañados por militares y otras autoridades ambientales, para supervisar que no haya pescadores furtivos que pongan en riesgo a la langosta o capturen en temporada de veda. Entre las principales amenazas que vive el sector pesquero se encuentra la pesca ilegal.
Para Ramírez este trabajo no es nuevo. Su padre también fue responsable de vigilancia comunitaria. Recuerda que desde niño escuchaba las reuniones que había en su casa con autoridades ambientales.
Sin embargo, Juan sabe que ser vigilante es un riesgo y reconoce que el papel que ha tomado la vigilancia comunitaria no debe suplir el de las autoridades, ya que no cuentan con
los instrumentos ni las facultades para detener a quienes cometan alguna ilegalidad contra sus esfuerzos de conservación.
“Yo organizo los recorridos, pero casi no tengo la presencia de la Conapesca (Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura) y si mandamos a decirle a la Conapesca que venga, nos sale con que no tienen vehículos, no tienen gasolina, no tienen personal. Entonces estamos un poco rezagados”, explica Ramírez.
Frente a la falta de presencia de las autoridades o los riesgos de la crisis climática se mantiene optimista. Dice que los esfuerzos que realizan y los resultados obtenidos son su manera de “poner un granito de arena” y demostrar que la conservación de los mares y sus especies es posible.
por Patricia Ramírez
La relación de Marlene Gutiérrez Cristerna con las tortugas marinas comienza con su madre. Una mujer que durante años trabajó en el campamento tortuguero de Playa Ceuta, en Sinaloa. Por eso Marlene dice que a ella siempre le “arrugó el corazón” ver el saqueo de los nidos y la captura furtiva que viven estos animales del mar.
En 2005 Marlene, originaria de la comunidad de Celestino Gasca, a 20 minutos del sur de Ceuta, recibió la encomienda de su mamá y su padrastro para extender la recolección de nidos hacia su localidad. La petición surgió porque lo que separa Playa Ceuta de la comunidad de Celestino Gasca es una boca del río.
“La boca del río se abría seguido con las lluvias, entonces ellos (desde el campamento de Ceuta) no podían pasar hacia el lado sur, a la comunidad de Celestino Gasca, para seguir con su labor. Hasta 2005, cuando empezaron las pláticas con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) para ver que el trabajo también se viniera hacia acá”, cuenta Gutiérrez.
Aquellas pláticas con las autoridades derivaron en la creación del campamento tortuguero de Celestino Gasca, del cual Marlene es la encargada desde el 2006. Ella y su esposo comenzaron con recorridos, monitoreo de avistamientos e incubación de nidos. Actualmente son 15 personas las que laboran en el campamento protegiendo las tres especies de tortugas que llegan a la costa: golfina, negra del Pacífico y laúd.
Su trabajo la llevó a ocupar un lugar en el consejo asesor del Área Natural Protegida (ANP) Santuario de Playa Ceuta, que son espacios de participación conformados por la sociedad a nivel local con el objetivo de asesorar a la dirección del área protegida en su manejo y administración.
El 2024 fue un año agridulce para Marlene. Por un lado, impulsó desde su trabajo en el consejo asesor una campaña de difusión sobre la problemática del consumo de carne y huevos de las tortugas marinas.
Por el otro, hubo más inseguridad y temor en el habitar de Sinaloa. Desde principios del pasado septiembre el estado ha enfrentado un estallido de la narcoviolencia. Hay noticias de bloqueos, balaceras, ejecutados, desaparecidos e incendios de transporte. La población está bajo riesgo y eso modifica el día a día de todos, incluidos quienes se dedican a la protección ambiental.
“Lo que hicimos en el campamento este año (2024) fue modificar los horarios, pero se nos complicó demasiado. Tratamos de hacer todo lo posible por ir a los recorridos, pero está la gente armada. En el municipio vecino de Elota, hacia el centro, ha sido muy complicado… Hicimos el recorrido una sola vez por semana cuando antes lo hacíamos todos los días de julio a diciembre”, explica Gutiérrez.
Uno de los temas que más interesó a Gutiérrez el año pasado fue el consumo de carne y huevos de tortuga marina que aún se vive en Sinaloa. Para ella el acceso a la información es indispensable para que la gente local y turista contribuya a la protección de la especie.
“Miramos cómo la gente de la comunidad que se llevaba los nidos, hoy es la misma que nos lleva los huevos hasta el campamento. Es bueno ver cómo estamos cambiando un poquito la mentalidad de mejor no llevarlos a tu casa, sino que estén en un lugar donde pueden nacer nuevas crías”, explica.
Ahora, el reto es que esta sensibilidad llegue a las comunidades vecinas. Desde hace años Marlene se ha capacitado como educadora ambiental e imparte conversatorios para personas adultas, mientras que para infantes es narradora de cuentos sobre estos temas. Hay generaciones de infantes que conoció en estos talleres que ahora son universitarios.
Por eso desde el consejo asesor de la ANP Santuario de Playa Ceuta, Marlene ha respaldado que la población esté informada sobre las zonas de conservación y los campos tortugueros que existen. Le parece que es otra manera de seguir concientizando sobre la importancia de preservar la vida.
A mí me encanta que la gente conozca el lugar que visita, que conozca todo lo que hay y le rodea, pero que también conozca lo que se está perjudicando”
afirma Gutiérrez.
Cuando termina la temporada de tortugas, Marlene y su esposo pescador se dedican a las actividades de educación ambiental, limpieza de playas y mantenimiento de las instalaciones del campamento. Una de sus principales actividades es el monitoreo de aves porque en Celestino Gasca existen colonias de especias en la playa.
Desde 2019, bajo el apoyo del Programa de Conservación para el Desarrollo Sostenible, Marlene y su esposo inauguraron el centro de promoción de cultura ambiental por la conservación de la tortuga marina. Para Marlene estos espacios son necesarios para que Sinaloa se cuente más allá de la muerte y la violencia que se vive día a día.
“Ojalá que se calmara todo esto, que no sólo se reconociera a Sinaloa como un sitio violento, sino más bien por su naturaleza, por su gente buena, por su cuidado ambiental, porque eso le digo a los turistas: aquí aún somos más gente buena que mala”, asegura Gutiérrez con un buen ánimo.
De frente a lo que vive, asegura que ella es una mujer “arriesgada, luchona y aventada”, con la mirada puesta en que las tortugas marinas no sean sólo un recuerdo para las siguientes generaciones.
“Esta lucha merece la atención si queremos que las futuras generaciones no vean a las tortugas en un museo. Me gustaría que quienes vienen conocieran todo este trabajo y también les toque mirar y cuidar, que se enamoren de la naturaleza”, concluye la defensora sinaloense.
En el agitado puerto de Manzanillo, Colima, Arabel Alí Mendoza se ha vuelto una guardiana de las comunidades costeras y el ecosistema que lucha contra los estragos del cambio climático mediante la descarbonización del sector portuario, una estrategia orientada a reducir significativamente las emisiones de carbono.
“Lo notorio del trabajo ha sido posicionar el tema de la descarbonización del sector portuario como una agenda. Hacer el contrapeso desde lo que opina la sociedad civil organizada”, explica Arabel.
Desde la organización civil Colima Sostenible A.C., Arabel lidera el ambicioso proyecto “Aire Limpio para Manzanillo”, que de la mano con el Fondo Mundial para la Naturaleza México (WWF, por sus siglas en inglés) y más de 15 organizaciones locales, busca mejorar la calidad del aire en las zonas portuarias y mitigar la contaminación que afecta a las comunidades vulnerables, dependientes del frágil equilibrio de los ecosistemas marinos.
“Se busca reducir la contaminación portuaria en los ecosistemas marinos, especialmente, la que afecta la calidad del aire. La contaminación que se genera en tierra es absorbida por el océano que, a nivel global, se está calentando”, añade.
Desde los 17 años, Arabel ha estado involucrada en el activismo ambiental, movida por una conexión profunda con el mar que inició en su infancia. Su familia la llamaba “sirenita” porque cada vez que visitaban la playa, se sumergía en el agua y no quería salir.
En los puertos se moviliza el 80% de la cadena de suministro global, esto los hace piezas clave para el comercio mundial. A finales de junio de este año, México publicó su Estrategia de Descarbonización de Puertos y el proyecto “Aire Limpio para Manzanillo” se sumó a esta iniciativa.
A partir de la publicación de la Estrategia de Descarbonización de Puertos a nivel nacional, ya estamos trazando rutas posibles de trabajo, tomando la experiencia local, para compartirla con otras comunidades portuarias; para enseñarle a otras organizaciones de la sociedad civil en esas comunidades portuarias cómo impulsar la descarbonización, considerando todas las cadenas de suministro para que podamos conseguir fuentes de financiamiento para implementar nuestros proyectos”, explica.
El proyecto que lidera Arabel defiende una transición energética justa y responsable, que rechaza prácticas dañinas como la minería de fondos oceánicos. Para la activista ambiental, la conversión energética debe proteger la salud de los océanos.
“Algunas empresas están utilizando la narrativa de la transición energética y la descarbonización para justificar la minería del fondo oceánico, lo que podría generarles beneficios económicos significativos. La descarbonización y la transición energética deben ser justas y no deben implicar la minería del fondo oceánico”, señala.
Por ello, buscan implementar proyectos que impacten en los ecosistemas marinos, incluyendo el fondo oceánico.
“Vamos a implementar proyectos de restauración, específicamente, en arrecifes, manglares y pastos marinos. La experiencia es local en Manzanillo, pero ya estamos trabajando con organizaciones de la sociedad civil en Baja California Sur y Quintana Roo”, comenta.
Recientemente, Arabel y su equipo han iniciado un proceso de profesionalización de su organización al integrarse a un programa de incubación empresarial que les permitirá ampliar su impacto en México y en el extranjero.
“Estamos por ingresar a un programa de incubación que nos capacitará para generar brazos de negocio, con el objetivo de ofrecer consultorías a terminales portuarias, empresas e industrias relacionadas con el puerto, ya que ahora deben cumplir con normativas derivadas de la Estrategia de Descarbonización de Puertos a nivel nacional”, explica.
“
La descarbonización y la transición energética deben ser justas y no deben implicar la minería del fondo oceánico”
La asociación civil de Arabel busca abarcar todas las administraciones portuarias en México, ya que muchos puertos requieren atención tanto a nivel nacional como internacional.
“Hace poquito tuvimos un compañero, un socio de aire limpio en Taiwán, entonces esto se va a expandir a nivel nacional e internacional porque nosotras tenemos el conocimiento por lo vivido y porque desde sociedad civil vemos las áreas de oportunidad, específicamente, en la descarbonización del puerto que es un tema muy técnico y no hay personal suficiente, entonces nosotras somos quienes sí lo hablamos”, concluye Arabel.
Su amor por los océanos la lleva a nadar dos o tres veces por semana, disfrutando cada momento en el agua, aunque con la conciencia de que el futuro de los arrecifes y la salud del océano sigue incierto.
por Juan Luis García
Vanesa Noemy Valenzuela Castro no puede imaginar su vida lejos del mar. Creció viendo a sus padres pescar en la bahía de Altata, Sinaloa, y también cómo el clima afectaba los ecosistemas locales.
Así, Castro recuerda exactamente dos días que marcaron su vida. El primero fue cuando tenía 13 años y al comentarle a su hermana lo deliciosas que eran las almejas chocolatas, su hermana le contestó que no las había probado. Ahí Valenzuela Castro cayó en la cuenta de que los productos insignia de la localidad ya no tenían los brillos de antaño.
“Mi mamá me contaba que en sus tiempos mi abuelo sacaba hasta 50 kilogramos en media hora , en un lapso de 30 minutos de estar pescando y cuando yo ya crecí me di cuenta de que mi papá duraba hasta 2 horas pescando y no traía más que 5 kilogramos, entonces fue como… pues sí, algo estamos haciendo mal” , dijo Valenzuela Castro.
Altata, en un gran estero del Golfo de California, es blanco del cambio climático. De acuerdo con la Carta Nacional Pesquera la almeja chocolata ha sido impactada por anomalías en la temperatura del agua y por el debilitamiento de las surgencias costeras.
El segundo momento que marcó a Noemy fue cuando tuvo que elegir carrera, los altibajos de producción pesquera la invitaban a barajear una profesión que tuviera una salida profesional lejos de la comunidad donde había vivido toda la vida. En vez, Valenzuela Castro eligió Ingeniería Ambiental con el afán de volver.
“Habemos muchos que no queremos irnos, sin embargo, la problemática que hay nos obliga a irnos, o sea, como ya no hay especies, entonces no hay más, no hay cómo generar dinero, no hay cómo subsistir. Nuestros papás lo que nos dicen es que ‘no van a vivir del mar. Váyanse estudien, trabajen en una oficina, váyanse a las ciudades allá va a haber más trabajo’. Es un poco complicado esa parte, cómo me tengo que ir del lugar que yo nací. Entonces lo que estoy estudiando es justo para no irme y poder aportar algo”, dijo Valenzuela Castro.
La joven de 21 años fue este año embajadora de la agenda 2030 y delegada de la Cumbre Climática Juvenil 2024, ambos títulos por su trabajo en el estado de Sinaloa y con énfasis en el cambio climático.
Me veo (...) guiando niños, guiando a más personas, en hacerlas comprender que sí se puede, que sí es real lo que se está haciendo”
“Hacemos un llamado a todas las personas a que volteen a ver el cambio climático y que accionen en contra de él para disminuir los impactos que están generando en el medio ambiente, pero principalmente en nosotros que somos los los afectados directamente”, explicó.
El ascenso del nivel del mar en Sinaloa es una amenaza, ya que gran parte de su población y economía se ubica en la planicie costera, refiere el artículo de investigación Repercusiones del cambio climático global en el estado de Sinaloa, publicada por Cuadernos de Geografía de la Revista Colombiana de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia.
“Los asentamientos humanos localizados en las zonas bajas de la costa se verían afectados con mayor frecuencia por las pleamares, oleaje y otras variaciones de la línea costera”, expone el texto.
Entre las aportaciones que hizo Valenzuela dentro del programa de la Cumbre Climática Juvenil estuvo la organización de limpiezas de playas. El 26 de agosto pescadores, jóvenes y voluntarios se juntaron para unir esfuerzos que derivaron en la recolección de 500 kilos de basura en la playa de la Ensenada de Altata, en un área conocida como “Mamitas y Papitos”.
“Se pone fecha hora y vamos buscando patrocinadores los cuales nos ayuden con gasolina, bolsas de basura, instituciones que gusten apoyar en venir a participar en estas causas y así nos organizamos mayormente, pero casi todo viene de nosotros mismos de las ganas de nosotros de querer aportar algo”, dijo Valenzuela.
Uno de los principales beneficios de estas jornadas es el aspecto educativo. Para ellas el principal desafío para que más personas se sumen a jornadas de esta índole es el grado de conciencia que tengan, el cual estaría influido por las enseñanzas que han recibido en casa.
Sin embargo, hay otro aspecto de la educación en el que se dice interesada pues le gustaría incidir en este campo en Altata una vez termine la carrera.
“Me veo trabajando en no sé, guiando niños, guiando a más personas, en hacerlas comprender que sí se puede, que sí es real lo que se está haciendo (para contrarrestar los efectos del calentamiento global), que sí es real el cambio climático y lo que estamos provocando”, apuntó.
El combate a los plásticos es también preservar la producción pesquera. Actualmente, la pesquería principal de la localidad es el camarón, seguido por los moluscos bivalvos, como es el caso de la almeja blanca que ocupó el lugar de la almeja chocolata.
Valenzuela Castro es parte del Comité de Manejo Responsable de la Almeja Chocolata en donde implementan medidas como vedas y verificación de tallas mínimas para la repoblación de la especie en toda la Bahía Altata-Ensenada Pabellón.
“Justamente donde hemos recuperado el 50% de lo que no había… y hemos visto frutos. Ya la almeja llega al tamaño de comercialización, se hacen estrategias para seguirlas dejando crecer, se cambian de un lugar a otro donde puedan seguir creciendo y puedan tener su reproducción pues normal”, apuntó Valenzuela.
Hoy la almeja chocolata se pesca de nueva cuenta en Altata gracias a la labor de pesca sustentable de las cooperativas pesqueras.
“Se han estado implementando estrategias y se nos han dado las herramientas para adaptarnos al cambio climático y hemos estado viendo frutos”, apunta.
por Kenya Robles
Gracias a la asociación Conexiones Climáticas representada en El Bosque, por Juan Manuel Orozco Moreno, las voces de la comunidad lograron cruzar fronteras y alcanzar la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Washington, Estados Unidos.
La comunidad pesquera de El Bosque, hogar de Guadalupe Cobos Pacheco, era como muchas de Tabasco cercanas a la playa, que dependen del mar. Sin embargo, en los últimos cuatro años, el cambio climático provocó una erosión costera de tal grado que el agua inundó casi toda la comunidad. Gracias a los esfuerzos de la lideresa y su gente, hoy la comunidad es la primera de México en ser reconocida oficialmente como desplazada climática por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En 2019, la hilera más cercana de viviendas de la localidad fue arrasada por el oleaje y la corrosión salina del mar.
“El mar se acerca, se acerca, se acerca hacia nosotros. Nosotros como comunidad sabíamos que el mar se estaba acercando, pero no teníamos respuesta, no sabíamos el por qué estaba pasando eso. Primero perdimos un poco de costa, eran como 2 km de donde estaban las viviendas hasta el mar. Luego perdimos un poquito de manglar y finalmente una área de pinos que teníamos. Y luego por ende, empezamos a perder las casas”, narra Guadalupe.
Si hay algo más inmenso que el oleaje del mar, es la voluntad de Guadalupe. Su determinación la llevó a encabezar a su comunidad, exigiendo el derecho a una vivienda digna y una mejor calidad de vida, además de ser reconocidos como desplazados climáticos.
Aunque Guadalupe no pudo asistir personalmente debido a problemas con su pasaporte, su hija y otras compañeras representaron a la comunidad en la audiencia, donde se discutieron las violaciones de derechos que sufren como resultado del cambio climático y la erosión costera que amenaza su hogar.
Asimismo, en Manaus, Brasil, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos organizó una audiencia en la que se abordaron las mismas preocupaciones sobre los derechos de la comunidad afectada.
“La intención de expresarnos en [la Comisión Interamericana de Derechos Humanos] Brasil era mostrar cómo en un cambio climático, cómo en una crisis como la que estamos viviendo, han sido violados nuestros derechos, que son tan simples. No lo digo yo, no lo dice la comunidad, lo dice la constitución. Cada ser humano, cada ciudadano mexicano tiene derecho. Y nosotros, nuestros derechos no han sido ni ejecutados ni nada, porque estamos viviendo en una forma hostil en estos tiempos”, comenta.
“En la lucha por un territorio que se desvanece Verónica fue la primera en perder su hogar; la casa de Guadalupe, aunque ha resistido más tiempo, parece que no sobrevivirá otro año. Cada día, el sonido de las olas es un constante recordatorio de su inevitable partida y reubicación en la ciudad de la Frontera en Centla, Tabasco a 12 kilómetros de El Bosque.
Guadalupe no se va porque aquí sigue su casa y su identidad.
“Todavía a mi casa no la ha desmoronado el mar, si la ha tocado, pero no me ha tocado perderla todavía.... El Bosque sigue siendo El Bosque, sigue siendo visitado. ¿Entonces, pues alguien tiene que estar aquí, no?”, dice.
La reubicación fue un avance significativo, pero no exento de desafíos. La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) está a cargo de proporcionar un predio adecuado, con viviendas para un total de 51 familias. Sin embargo, al menos seis de estas familias no fueron incluidas en el proceso de reubicación, y Guadalupe desconoce los motivos detrás de esta exclusión.
En ese océano que tengo aquí a mi espalda está mi vida, está todo”
“Nosotros estamos a 12 km de Centla, ahí el Gobierno del Estado nos donó un predio para que nuestra comunidad fuera reubicada. Hay un proceso de reubicación en donde nos están haciendo nuestras viviendas por la Sedatu, que es territorial agraria, entonces esto fue un conjunto de todos; de gobierno federal, estatal, municipal, es un proyecto en el cual El Bosque va a salir beneficiado”, explica.
Cada casa tiene dos recámaras, un área compartida para la sala y la cocina, un baño, y un pequeño patio tanto en la parte delantera como en la trasera. A pesar de estar bastante cercanas entre sí, no son edificios ni casas dúplex, sino viviendas independientes, lo cual permite a cada familia contar con su propio espacio privado.
Hoy, su lucha no sólo defiende su tierra, sino el derecho de todos a permanecer donde pertenecen. “En ese océano que tengo aquí a mi espalda está mi vida, está todo”, expresa Guadalupe.
Una vez establecidos en su nuevo hogar, muchos habitantes desean regresar al mar para pescar, el lugar donde construyeron sus recuerdos, sus memorias y su vida. Guadalupe alza la voz no sólo por su comunidad, sino por todos. Hace un llamado a la reflexión: algo está sucediendo, ya que cada día los nortes son más fuertes, los huracanes más intensos y las sequías más prolongadas.
Recuerda que, en la Ciudad de México, este año sufrió la falta de agua y las reservas se están agotando. Si el agua se agotara por completo, también habría desplazamiento climático como consecuencia. Insiste en que estamos en un punto crucial.
“El Bosque somos de las primeras comunidades. Siempre lo digo y lo voy a decir, pero no vamos a ser de las últimas”, sentencia Guadalupe.
El Reto de la Pesca Sostenible en México
Nuestros océanos enfrentan una grave crisis como consecuencia de la contaminación, la acidificación del agua, el cambio climático y la sobreexplotación pesquera. Estas problemáticas no solo afectan a los ecosistemas marinos, sino también a las comunidades que dependen de ellos para su sustento.
Dentro de este panorama, la pesca artesanal juega un papel fundamental, ya que representa casi el 50% del volumen total de pesca mundial y genera más del 90% de los empleos en el sector; aproximadamente la mitad de los pescadores artesanales y sus familias viven por debajo de la línea de pobreza, lo que obliga a los pescadores a capturar mayores volúmenes para compensar sus bajos ingresos. Esta situación, además de precarizar su trabajo, compromete la calidad de los productos, generando una espiral negativa de sobreexplotación y pobreza.
La Comercializadora Smart Fish busca romper este ciclo negativo de sobreexplotación y pobreza, logrando que los pescadores ganen más, pescando menos.
Trabajamos exclusivamente con cooperativas legales y organizadas, que capturan productos del mar que tienen un aval o certificación de sustentabilidad, capacitándolas para pescar y procesar productos de alta calidad, que les permite acceder a mejores mercados.
Somos la única comercializadora de pescados y mariscos en México, que ofrece exclusivamente productos marinos de origen sustentable. Desde 2020 estamos certificados como empresa B, generando un triple impacto: ambiental, social y económico.
El reto es grande y la solución está en la acción colectiva. A través de la colaboración y el compromiso con la sostenibilidad, podremos restaurar nuestros océanos y asegurar un futuro digno tanto para los pescadores como para las generaciones venideras.
Un artículo de COBI
Soluciones Locales
Cada día, a lo largo de diversas comunidades costeras en México, América Latina y el Caribe, los pescadores y las pescadoras en pequeña escala toman decisiones cruciales que no solo moldean el bienestar de sus comunidades, sino también el futuro de nuestros océanos. Estas decisiones, arraigadas en generaciones de conocimiento tradicional y experiencia diaria, frecuentemente evolucionan hacia soluciones comunitarias innovadoras que merecen nuestro reconocimiento y difusión.
Las pescadoras y pescadores en pequeña escala hacen más que solo pescar; son solucionadores de problemas, innovadores y guardianes de la sostenibilidad oceánica. Cuando se enfrentan a desafíos - ya sea adaptarse al cambio climático, proteger hábitats marinos o mejorar los medios de vida locales - estas comunidades desarrollan soluciones prácticas y efectivas, precisamente porque emergen de su profundo conocimiento del entorno.
Lo que hace particularmente valiosas a estas soluciones comunitarias es su fundamento en la aplicación del mundo real. A diferencia de los enfoques en que las decisiones vienen impuestas de fuera de la comunidad (de arriba hacia abajo), estas soluciones han sido probadas en el campo, refinadas a través de la práctica y han demostrado ser efectivas en contextos locales específicos. Representan una mezcla perfecta de conocimiento tradicional e innovación práctica, contribuyendo a menudo a objetivos globales de sostenibilidad mientras atienden necesidades locales inmediatas.
El poder de estas soluciones comunitarias radica en su capacidad de replicación y adaptación. Cuando una comunidad pesquera desarrolla exitosamente un método para la restauración de especies de bivalvos, implementa un sistema efectivo de manejo de una reserva marina comunitaria o crea un modelo de ciencia ciudadana para monitorear el cambio
climático, sus soluciones se pueden convertir en inspiración y modelo para otras comunidades que enfrentan desafíos similares. La clave está en asegurar que estas soluciones sean debidamente documentadas y compartidas.
Estos enfoques impulsados por la comunidad contribuyen de manera significativa a metas globales, incluyendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y las Directrices voluntarias para lograr la sostenibilidad de la pesca en pequeña escala de la FAO. Los y las pescadores en pequeña escala, a través de sus acciones e innovaciones diarias, están contribuyendo activamente a la seguridad alimentaria, la erradicación de la pobreza, la protección de recursos marinos y la adaptación al cambio climático - a menudo sin darse cuenta de la importancia global de sus acciones locales.
Mirando hacia el futuro, apoyar y amplificar las soluciones comunitarias no se trata solo de preservar prácticas pesqueras tradicionales; se trata de reconocer y aprovechar la capacidad innovadora de las comunidades costeras para construir un futuro más sostenible y resiliente para nuestros océanos. Al documentar, compartir y escalar estas soluciones, podemos crear una red de conocimiento y práctica que fortalezca a las comunidades pesqueras mientras contribuye a la salud de los ecosistemas marinos en todo el mundo.