las piedras de la memoria

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uentan los más viejos de los viejos, que hace mucho tiempo, antes de la llegada de los españoles a estas tierras que hoy se llaman Requinoa, antes incluso de que los incas intentaran cruzar el gran Cachapoal, antes incluso de que estas tierras fértiles rebozaran con campos de quínoa, el Señor de los Vientos que vive en la cima del cerro más grande (que en aquel entonces era una montañota), bajaba todos los días a compartir con los primeros habitantes de estas tierras. Cazaba y pescaba con los hombres, bailaba y tejía con las mujeres, jugaba con los niños y contaba historias con los ancianos. Volvía entonces todas las noches cansadísimo a la cima de la montaña con el corazón hinchado de felicidad; a soñar y descansar.


A

sí vivían en un comienzo los hombres, las mujeres, los niños, los ancianos y todos los seres de la naturaleza, incluido el señor de los vientos. Y cuentan además, que así pasaron muchos muchos años, y que en ese tiempo, los hombres que poco a poco se hacían viejos fueron desentrañando los secretos que los dioses habían escondido en la naturaleza, entre el susurro de los árboles, en las profundidades del mar, en el corazón de las rocas y en los movimientos de las brazas que hacía el fuego de todos en la noche oscura.

El señor de los vientos los veía y se maravillaba por la curiosidad, la creatividad y la sabiduría de los primeros habitantes. Fue así que, por cada uno de los secretos que éstos encontraron, el Señor de los Vientos decidió hacerles un regalo, y fue puliendo y labrando una a una siete piedras preciosas que en su interior guardarían para siempre la sabiduría de los más viejos. Cada una de esas piedras luego serían llamadas Pidras de la Memoria, piedras que los primeros habitantes guardaron para compartir con toda la comunidad en un pequeño báculo de madera, que les ayudaba a recordar las valiosas enseñanzas de los que estuvieron antes que ellos.


las mujeres dejaron de bailar e incluso los niños dejaron de jugar , mientras los ancianos ya no querían contar sus historias a los más jóvenes quienes de todas formas no querían escuchar. Sus ojos que antes brillaban con la curiosidad, la creatividad y la sabiduría de sus ancestros comenzaron a brillar con un brillo nuevo, olvidando los secretos vieron las piedras de la memoria y el pequeño báculo de madera junto al fuego de todos y cada quien quiso poseerlo para sí.

Pero entonces algo pasó, nadie sabe muy bien por

qué, pero poco a poco los primeros habitantes comenzaron a olvidar, los hombres dejaron de cazar y pescar, se volvieron flojos y comenzaron a enriquecerse con el trabajo de los otros,


Así sucedió que el Señor de los Vientos, al ver esto, una tarde antes de volver a su morada, tomó el pequeño báculo y volvió a la cima de la montaña y muy triste, esa noche se durmió profundamente… pero sin soñar ni descansar. Y desde entonces dicen; nunca más despertó.


C uentan los más viejos de los viejos, que así

pasaron muchas muchas lunas, hasta que una mañana al despuntar el alba...


U n extraño, una sombra más oscura que la

noche, cuyos ojos dicen que brillaban como dos estrellas distantes, poseedor de miles de nombres, se adentró sig i loso en la morada del señor de los vientos.


Y ahí lo encontró, profundamente dormido, en ese momento tomó el báculo, y de él tomó las piedras de la memoria. Algunos dicen que intentó escuchar sus secretos y al no poder hacerlo se enfureció, otros cuentan todo lo contrario. Lo que sí se sabe con certeza es que el extraño escapó de la montaña surcando el firmamento y recorrió el mundo escondiendo cuidadosamente cada u na de la s pied ra s de la memoria para q ue éstas no fuesen encontradas jamás, para que sus secretos se perdieran en ese abismo inmenso llamado olvido.


C uentan los que cuentos cuentan, que fueron

escondidas entre versos antiguos y entre las raíces del más viejo de los árboles, en la nieve profunda que lleva el río y en la fuente de todos los fuegos, en el corazón de la c ri atu ra m á s i no ce nte d e l mu nd o, y e n e l inmenso espacio que nos aleja los unos de los otros. Y que una vez hubo terminado de esconder las piedras el extraño se perdió a sí mismo entre las estrellas.


Y así hubiese sido sino fuera porque cada una

de las piedras de la memoria recordaba el camino de vuelta a casa, al lugar donde los primeros habitantes las contemplaron, al lugar donde fueron labradas por el señor de los vientos, el camino de vuelta a ese tiempo..

Y extrañando cada una de las piedras comenzó entonces un lento retorno al valle de los primeros habitantes, encontrando en su camino cada una a un guardián que desde entonces dicen la custodia hasta el momento en que la siete se vuelvan a encontrar, hasta que ese tiempo vuelva a comenzar, cuando los hombres y las mujeres vuelvan a vivir y compartir, cuando los ancianos vuelvan a ser escuchados… y cuando los niños por fin puedan volver a jugar.



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