Travesía por Franco Álvarez

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TravesĂ­a tu viaje comienza por Franco Ă lvarez


Esta es la primera parte de mi promesa para Macarena y Eduardo, pronto vendrรก mรกs para sorprender. El Autor



FRANCO ÁLVAREZ

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Querido lector, antes de comenzar a leer esta aventura, responde esta pequeña encuesta: 1. ¿Has acampado alguna vez? – SÍ – NO 2. ¿Te gustó esa experiencia? – SÍ – NO – UN POCO 3. ¿Si pudieras vivir la experiencia que estoy a punto de contarte, lo harías? – SÍ – NO – QUIZÁS Después de haber respondido lo anterior, te doy la bienvenida a este libro lleno de belleza, aventura, compañerismo, cariño, emoción y, lo más importante, diversión. Sin más que decir… COMENCEMOS…

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MARTES 18

de noviembre de 2014 Hoy es un día especial, no es cualquier martes: es uno en que siento que disfrutaré con mi familia de una manera diferente, pues mañana me embarco a una aventura y no veré a mis hermanos por un buen rato. Esto pensaba en el colegio, que se llama Unión Nacional Árabe, UNA, en Peñalolén, cuando, a las cuatro de la tarde, mi tía Eli (que ayudaba en nuestra casa) nos fue a recoger a mí y a mis hermanos, Jonathan y Fernando. Al llegar a mi pieza, desarmé la mochila para preparar mi maleta. Estaba tan ansioso que no esperé. Luego me puse a jugar con mis hermanos. Cerca de las seis y media llegaron mis papás y me dijeron que llevaba equipaje de más y me abrazaron más de diez veces por los nervios. Las ocho, hora de descansar, pues partía a mi primer campamento, y, después de una conversación motivacional, me fui a dormir. La verdad es que era un cuarto para las doce de la noche y aún estaba despierto, pero al final el cansancio me venció.

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MIERCOLES 19

de noviembre de 2014 Hoy desperté a las seis de la mañana (habitualmente lo hago una hora después), pero me quedé en la cama hasta que dieran las siete para levantarme, prepararme para mi Travesía y despedirme de todos. A las siete y cincuenta minutos me fui. Cuando llegamos al colegio, abracé a mi tía Eli y a mis hermanos, y me reuní con mis dos mejores amigos, el Benjamín y el David, que estaban en la puerta, con sus maletas. También estaba mi profesor jefe, Juan. Diez minutos antes de irnos nos hicieron una encuesta para saber cómo éramos en el día a día. Después, a las nueve de la mañana, nos subimos al bus para dirigirnos al Parque Educativo Likandes. Nos demoramos casi una hora y media en llegar al camino a Lagunillas, pero a mí se me hizo muy corto, pues con el Benjamín íbamos cantando canciones chilenas de Eduardo Gatti, Los Cuatro Cuartos y Gervasio. Diez minutos después de haber llegado a este camino, el curso Séptimo A se subió también a nuestro bus, pero en el kilómetro 1 (el Parque queda en el km 4 del camino a Lagunillas) tuvimos que bajarnos porque un camión estaba con un desperfecto y la ruta es muy estrecha. Después de dos minutos llegó otro bus y embarcó a nuestro colegio; a bordo, el profesor Juan decía en broma: —¡Destino Algarrobo, El Quisco, Bahía Azul, San Antonio! A los tres minutos llegamos a un camino de tierra para entrar al Parque. No tardamos mucho. Al bajar del bus, nos enviaron a una mesa de registro que a su lado derecho tenía un letrero que decía: BIENVENIDOS VIAJEROS Una rosa de los vientos estaba dibujada en medio. 10

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Benjamín recibe su mochila, David y yo estamos atrás.

Dejamos nuestras cosas, nos cambiamos de ropa y salimos a conocer una pequeña parte del Parque, y nos llamó la atención un DRON que grababa el campamento desde arriba. A los 15 minutos, el director del Parque dijo: —Todos los muchachos y muchachas, dirigirse a la carpa central, Ruca Pillú, para el discurso de iniciación. Nosotros nos dirigimos hacia allá, nos sentamos y a los dos minutos nos hicieron elegir un lof (comunidad en mapudungun). El David se fue a otro lof, mientras que el Benjamín y yo nos unimos al lof llamado Pitío cuyos integrantes eran: Javier Penadillo, Benjamín Ortega (mi amigo), Dylan Mardones, Benedicto Durán, Franco Álvarez (el autor), Nicolás Lobos y Jordan Guerrero.

En la mesa nos preguntaros nuestro nombre, nuestro curso y nuestro colegio, después nos entregaron una mochila con un gorro, una colación y una botella. Después de retirar las cosas en la mesa de registro, nos pusieron protector solar en la cara, manos y brazos. Seguimos el camino y una monitora nos dijo: —Chiquillos, el curso Séptimo B se distribuirá en tres carpas con ocho personas cada una. ¿Se entendió? Con el Benjamín y el David nos instalamos en la tercera carpa. Bueno, nos debíamos poner en una que quedara cerca de todo para en caso de emergencia no chocar con nada, porque yo tengo un problema visual llamado nistagmus, que me imposibilita la visión en la noche.

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Luego nos dieron la bienvenida y nos dieron las diez reglas de Likandes, que son: 1. Transita sólo por los senderos demarcados. 2. Recicla tus desechos en los contenedores designados. 3. Disfruta de la naturaleza sin destruirla. 4. No realices fogatas. 5. Deja el lugar mejor que como lo encontraste. 6. Cumple con los horarios establecidos. 7. Cuida tus pertenencias y las de los demás. 8. No puedes fumar ni beber alcohol en el campamento. 9. Resuelve pacíficamente tus conflictos o pide ayuda. 10. Duerme a la hora y en el lugar indicado.

edad, con barba, pelo largo, de casi un 1,65 metros de altura, que era muy simpático. Al vernos dijo: —¿Pitío? Tomen los tambores y síganme. Lo seguimos y llegamos a un lugar que parecía estar en medio de una hermosa selva donde tocaban instrumentos siete indios de Omar una tribu solitaria pero aventurera. Nos dijo su nombre y nos empezó a enseñar: primero nos dejó que tocáramos como quisiéramos y después nos mostró cómo era dirigir un grupo musical. Posteriormente nos indicó qué ritmo tocaría cada uno; a mí me tocó el: TRAC TRACA TRAC TRACA TRAC BUMBUM BUMBUM… ¡Después de cinco minutos logramos hacer el ritmo! Terminado el taller, nos entregó la bitácora, un lápiz y la chapita que decía Pitío. Por último, nos llevamos las cosas y nos dirigimos al comedor (mi hora favorita, jajajajaja).

Posteriormente, nos dijeron a qué taller iría cada lof y a nosotros nos tocó “Bao y el Mundo del Ritmo”. A los diez minutos nos dijeron: —Pitío, pueden ir a su taller. Reconozco que después de las instrucciones estaba muy emocionado. Caminamos un poco y llegamos a lo que parecía ser una casa muy acogedora. Salió de ahí un hombre de unos 20 años de

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En la puerta del comedor estaba Omar, un monitor, quien nos dijo: —Pitío, el comedor tiene tres filas: carnívoro, omnívoro y vegetariano. ¡Que disfruten el almuerzo! Elizabeth nos dijo: —Pitío, formarse en fila carnívoro, excepto los vegetarianos. Después de esperar unos cinco minutos, nos tocó servirnos el almuerzo: pollo asado con arroz, helado de postre y una deliciosa ensalada de lechuga, cebolla y tomate. ¡Qué rico! Si visitas el campamento ya tendrás una noción de cómo se come allí. Omar se sentó un momento con nosotros, y, entre la conversación, le dije. —Omar, es de mala educación sentarse a la mesa con sombrero. Él respondió riendo: —Jajajaja, okey me lo quitaré pero tú sácate el jóckey pues también es un sombrero, jajajajajajajajaja.

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Después se levantó de la mesa y llegó José Luis, quien también nos acompañó un rato. De repente, Omar comenzó a decir lo siguiente por altavoz: —Queridos viajeros, demos un fuerte aplauso a la gente de la cocina por este rico almuerzo. Les mostraremos a continuación el video de algunos de nuestros talleres para que tengan una noción de cada uno de ellos. Que disfruten su almuerzo. El video duró unos diez minutos, posteriormente me fui a lavar los dientes y a reposar un poco. Después llamé por celular a mi mamá para decirle que estaba bien, que había llegado bien y que ya había almorzado. Al rato comenzaron a llamar a los alumnos para una reunión en la Ruca Pillú. En esta reunión decidimos quién llevaría el medallón de los Pitíos y cuáles serían los otros dos talleres que visitaríamos. Nos tocó: - Gepe y Liber y el Mundo de los Artefactos. - Api y el Mundo de la Colmena.

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Terminada la reunión, nos pusimos bloqueador solar y partimos hacia el Mundo de los Artefactos. Llegamos a un lugar cerca del río y el taller parecía ser de un artesano de 86 años de edad. Dentro de él estaban Gepe y Liber quienes nos recibieron con un cálido saludo, nos dijeron qué debíamos hacer y nos propusieron dos actividades: construir un laberinto de madera y un juego de mini-fútbol. Nos costó mucho armar el laberinto, pues no podíamos fijar sus paredes porque no habíamos captado que debíamos levantarlo para poner las tuercas de la parte de abajo. Al darnos cuenta de esto, Benjamín y Jordan se metieron debajo del madero y aseguraron las tuercas, mientras el resto ponía los tornillos de la parte de arriba. Tras nuestro esfuerzo, lo terminamos más rápido de lo esperado. Luego nos hicieron probarlo, y ¡sí funcionó! Lo habíamos hecho bien; luego nos tocó verificar el artefacto del otro grupo, el mini-fútbol, y a ellos también les quedó muy bien. Tras terminar todo, nos dejaron hacer nuestro propio llavero de madera. Después salimos de esta casa de herrero y nos fuimos a una especie de apiario, en un furgón, donde Api nos dijo qué debíamos y no debíamos hacer allí. Al llegar bajamos por una pequeña quebrada para ir a un claro donde nos entregaron un traje de apicultor (nunca había visto en persona esos trajes, sólo los conocía en la tele). Tras colocárnoslos, el apicultor nos explicó cómo era el mundo de las abejas y nos explicó lo que estábamos a punto de ver.

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A la derecha, el guardián del Mundo de la Colmena, Seba Lavín.

Esto lo resumiré porque es uno de los talleres que, si vas a Likandes, es mejor que lo vivas sin saber qué es. Lo que sí te contaré es que tuvimos la oportunidad de poder ver a la abeja reina. Estaba marcada con un punto verde, pues era el color de la reina para ese año. Después volvimos en furgón a la zona central, donde nos dijeron que quedábamos en libre albedrío y podíamos descansar una hora y media hasta la cena del campamento. Yo me junté con David y Benjamín para ir a dar una vuelta por el lugar y buscar conejos. Después fuimos al “comelof” para apartar lugar en las filas, pero cuando llegamos nos dijeron que debíamos ir a recoger nuestros sacos de dormir, colchonetas y mantas de polar. Los fuimos a dejar a la carpa para correr al comelof, ya que se dio la hora de cenar. Corrimos en vano pues igual nos encontramos con las filas, pero de todas formas estuvo deliciosa: había hamburguesa con todo lo que le quisieras poner. Después de comer se dio el agradecimiento a la gente de la cocina y se nos dejó libres.

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David y yo salimos del comelof para ir a nuestra carpa, pero a medio camino se nos acercó un hombre de 1,68 de alto, que portaba lentes de sol, de unos 24 años de edad y además muy simpático, quien preguntó: —¿Quién de ustedes es Franco Álvarez? A lo que yo respondí: —Soy yo. Él, con voz seria, me dijo: —Queremos entrevistarte por tu libro, ya que se ven pocos casos como el tuyo. Yo, sorprendido le contesté: —Okey, estoy de acuerdo. Luego de un rato de conversar de qué se trataba el libro, pactamos la hora de la entrevista (en ese momento ya era de noche) y luego sonó el aviso de que debíamos dirigirnos a la carpa central para algo diferente. Este es el discurso textual de lo que se nos dijo: —Estimados estudiantes, un grupo de ustedes está haciendo destrozos en las carpas, ensucia el comelof, etc. Eso no se les va a

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permitir, pues todo esto está hecho para ustedes y no queremos que vengan alumnos que lo destruyan, ya que dejan a los próximos visitantes sin poder disfrutar. Si no les interesa, respeten a sus compañeros, a quienes sí les importa. Después de esta advertencia se nos dijo que iríamos a un juego llamado Luces y Sombras. Llegó Elizabeth con un farol, junto a Rayen (después será mencionada con más detalle), y nos llevaron a un sitio donde nos sentamos y nos dieron las instrucciones de este juego. Estas son: —Cada integrante del lof tiene que tomar una tarjeta que represente una cualidad positiva del compañero elegido. Éste debe leerlas todas y decir cuál es la que más lo identifica. Al otro día haríamos lo mismo, pero con las características negativas. A todos nos tocó un turno y todos dijimos una cosa buena de cada uno. Luego Elizabeth dijo: —Muy bien, Pitíos, vengan. De un segundo a otro se apagaron las luces, pues nos vendaron los ojos. Nos hicieron caminar del hombro del compañero; en mi opinión era muy difícil pues no podías ver nada. En un momento se nos dijo: —Deténganse aquí. Nos detuvimos y nos debimos tomar de la mano del compañero y mantener la calma, cosa que no es difícil pues estabas con tus amigos, pero las bromas que se hacían empezaron a tensar el ambiente ya cargaOmar y Marco do de suspenso y música que asusta

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a cualquiera. Yo estaba en medio de la Gabriela y el Dylan, y no recuerdo qué pasó en ese momento, pero sé que di un salto hacia atrás, asustado. Una voz calmada, profunda y muy dulce me decía: —¿Estás bien? Trata de calmarte. Me acarició la cabeza un par de veces hasta que me tranquilicé. Después de eso, sentí unas manos en la nuca, alguien me quitó la venda de los ojos y pude ver, entre tenues luces, en medio de la noche, antorchas con fuego y una mujer que hacía acrobacias con ellas. Fue un espectáculo muy hermoso. Terminado este show se nos llevó hacia la escalera del comelof, donde Omar dio un pequeño discurso. Posteriormente contó el cuento chileno “El Hua-Han herido por la envidia’’, una historia escrita por Manuel Gallegos, que yo le conté a Omar hace un año de lo relatado aquí. Luego se nos envió a dormir a las carpas. Sin mentirte, querido lector, no nos dormimos al instante, pues gritábamos, hablábamos y escuchábamos música. Entre locura y locura, entraron compañeros del otro lado de la carpa a golpearnos, por una broma que no les cayó muy bien, pero no alcanzó a ser una pelea, sino un juego más. Después de casi cuarenta regaños de los vigilantes, sonó una bachata de Romeo Santos. En pocos minutos la carpa presentó un silencio profundo y al final todos nos quedamos dormidos. Aquí termina el primer día.

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Benedicto, Enzo, Benjamín y yo.

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JUEVES 20

de noviembre de 2014 Son casi las tres de la mañana y lo primero que oigo es la voz de David que me dice que me salga de encima suyo, pues estaba durmiendo y no me di cuenta de que estaba invadiendo su espacio. Al rato se escucharon pasos que en un principio se pensó que eran de los vigilantes, pero resulto ser Jordan que venía de la carpa de otros compañeros, tiritando, cansado y sin poder dormir. Le hicimos un lugar para que se pudiera acostar. Nos preocupamos un poco, pues parecía que intentó venir a nuestra carpa más de una vez con fallidos resultados, pero esto es lo que pasó, según Jordan: “Me fui a la otra carpa a jugar, y no podía volver, por suerte finalmente lo logré”. Después de eso el Benjamín lo tapó con su saco para que pudiera dormir bien el resto de la noche. Sin embargo, el ladrido de un perro nos tuvo despiertos por un buen rato. Finalmente el sueño hizo lo suyo y pudimos pasar buena noche. Llegó el día. Siendo las seis de la mañana empezamos a despertar y a abrigarnos, pues en este sector de la cordillera hace frío a estas horas. Procedí a lavarme y peinarme. Fui a la entrada del comelof donde miraba un juego que José Luis les enseñaba a los que quisieran participar. Divisé al profesor Juan, fui a saludarlo y a conversar con él; parecía entretenerse en este campamento.

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Dieron las ocho de la mañana y es hora del desayuno: cereal con yogurt, con agregado de granola y fruta, entre otras cosas. Para tomar, había jugo, leche y agua mineral. Yo comí de todo un poco, pues quería salir a dar una vuelta por el Parque. Me cambié de ropa y asistí al discurso de buenos días en la carpa central. Después del discurso nos destinaron a seguir con el juego de Luces y Sombras, con Rayen. Esta es una parte que no nos agradó mucho a varios, pues era el momento en que había que decir las cosas malas que tenía cada uno. A mí me tocó una lluvia de críticas negativas que me ayudó bastante para más adelante. Después de terminar el juego, nos enviaron a los talleres: - Rayen y el Mundo de la Alquimia. - Eco y el Mundo de los Tesoros Naturales (que actualmente se llama Mundo de los Biosistemas). Rayen es una terapeuta de flores naturales, sabe de la realidad que el ser humano común no puede entender. Ella nos enseñó a hacer cremas y nos conectó con nuestro yo interno. Este taller nos dejó una huella permanente. Todavía conservo la crema que hice con Rayen. De recuerdo, les muestro su foto. El segundo taller no nos gustó mucho pero puede que a ti sí, si te gusta la naturaleza. Luego fuimos corriendo al comelof para almorzar arroz con carne asada. ¡Qué cosa más rica! Ese día, como siempre, compartí con los monitores, para conocernos mejor. Al salir, después de tres platos de comida, me puse a observar el paisaje y a David, que buscaba conejos. Paseando por el Parque encontraba gente de distintas comunas disfrutando de esta experiencia que, en lo personal, te hace apreciar a tu familia y su compañía, pues te sientes solo y sin alguien con quien jugar. Pero esto es por dos segundos, pues tus compañeros pasan a ser tu familia.

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Un viejo dicho dice que el colegio es la segunda casa del alumno, pues allí tenemos costumbres distintas al mundo exterior. Tenemos leyes, tradiciones y travesuras clandestinas Mi crema que son difíciles de entender para alguien que no está en el colegio o para el que ya no forma parte de él (palabras del autor). Volviendo al tema, llego Benjamín a acompañarme, ya que yo necesitaba de su ayuda para desplazarme por ciertos lugares y decidimos ir a los Desafíos. Después en la carpa central se dieron las dos opciones: - Trekking al río. - Desafíos de compañerismo. Yo, como ya conté, elegí Desafíos, y fue la experiencia con más adrenalina que he vivido en mis catorce años de vida. Empezamos a caminar por un sendero rocoso y de tierra, donde se podía apreciar la belleza del Parque, con sus arboledas, montañas, etc.

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Benjamín y yo con el guardián de la experiencia Desafíos, Daniel.

Esto es sin fotoshop, es real, éste es el Parque Educativo Likandes en todo su esplendor. Al fin empezamos a subir hasta una estructura llamada Puente Birmano, el cual se podía cruzar de a una persona, en un trazado individual, o de a dos, en un trazado en parejas. Como se aprecia en la fotografía de la portada, que también se reproduce en la página 23, llegué hasta allí con Benjamín, Enzo y Benedicto. Al otro extremo del puente estaban Melanie Fuenzalida, Eloísa Moraga y Fabiola Avilés. Primero cruzaron por el trazado individual Gabriela y Eloísa, luego por el lado opuesto, Melanie y Fabiola. Después de las chiquillas decidimos con el Benja que cruzaríamos por el trazado en pareja. En la imagen aparezco con gran nervio, no sabía qué cosa podía pasar. ¿Y si me caía? ¿Y si el arnés se cortaba? No estaba seguro de poder hacerlo.

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Daniel nos dio las instrucciones y nos hizo tomarnos del hombro del otro. Para qué escribir lo que viene, si te lo puedo mostrar en fotos: ¡Fue increíble! Fui capaz de superar este Desafío y cruzar por este puente. Pero lo logré gracias al valor y a mi amigo que estuvo allí para consolarme cuando tuve miedo. Después de bajar de ahí, jamás nos vimos igual. Luego de que todos cruzáramos el puente, nos fuimos a otro Desafío. No me acuerdo cómo se llamaba pero fue muy entretenido, pues teníamos que trepar por un muro de madera sólo sujetándonos de dos cuerdas azules, impulsados por nuestros compañeros. Créeme que estas cosas sacan lo mejor de uno y lo mejor del compañerismo.

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Mi experiencia fue muy difícil y, sin mentirte, quedé colgado del arnés, pero pude retornar a las cuerdas azules y logré subir. Luego de estos Desafíos nos invitaron al río a refrescarnos. Yo no fui inmediatamente, pues esperé al David para que me acompañara, ya que me cuesta solo. Nos demoramos pero llegamos, yo me metí sin polera junto con mi amigo y nos tomaron una foto. Aclaro que en ese momento estábamos con problemas de convivencia pero el campamento nos unió. Luego me fotografiaron a mí solo, de espaldas. El agua estaba helada y me tuve que tomar un paracetamol. Después nos sacaron del río y nos hicieron volver al Parque para ducharnos y descansar un poco. Más tarde me llevaron a la entrevista y me sirvieron café con galletas. Si no me crees, pues mira la foto que puse en la página subsiguiente. ¿VEZ QUE NO ERA MENTIRA? Esta entrevista trató más que nada de mi libro y de lo que me gustó del campamento. No pondré todo lo que dije, por supuesto, pero mi última frase fue: “Como Omar dice: ‘Travesía, tu viaje comienza’’’. Después de salir de ahí fuimos a cenar un rico tomaticán con atún y mayonesa. Cuando llegó la oscuridad, con Benjamín nos pusimos a cantar, hasta que nos empezaron a sacar del comelof y nos llevaron a un trekking nocturno sobre el fuego.

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Yo de espaldas, atrás con mis amigos.

Nosotros salimos casi de los últimos, y en el camino encontramos una araña pollito que estaba comiendo alguna cosa. Finalmente llegamos a unas estructuras para caminar sobre el fuego. También de los últimos, nos subieron a la estructura tres. Sentí un miedo que por poco me paraliza y no me deja avanzar; sin embargo, logré caminar por el madero hasta cruzar por encima de unas llamas que te hacían sentir el calor dentro de tu ser. Llegué al otro lado y sólo quería bajar de allí, pero tenía que retornar al lugar donde había empezado. ¡Pude bajar sano y salvo! Los que me entrevistaron me aplaudían con alegría, y el profesor Juan se me acercó y me abrazó muy cariñosamente.

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VIERNES 21

de noviembre de 2014 Eran casi las cinco de la mañana y José Luis entró en la carpa

Edu, Calvin, Macarena y yo durante la entrevista.

Luego nos regalaron un collar con una rosa de los vientos tallada, el que aún conservo de recuerdo, al igual que todos los otros objetos que nos obsequiaron. Empezamos nuestro regreso al campamento y llegamos a un fogón a quemar malvaviscos. En esta oportunidad yo les conté “Tamaru, el duendecillo’’, un cuento del norte de Chile. Estuvimos hasta casi las tres de la mañana cantando y bailando. Finalmente llegó la hora del sueño y nos quedamos dormidos de inmediato. No hubo escándalo, ni música, ni un solo grito, solamente silencio. Y esta es la última noche del campamento.

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diciendo: —Chicos: censo. ¿Cuántos duermen en esta carpa? Yo, entre Tongoy y los Vilos, muerto de frío, respondí: —Duermen ocho, tío. Con esas mismas palabras. A las seis de la mañana desperté y arreglé mis cosas para el viaje de retorno. Salí a tomar aire y a lavarme. Cuando volví, Dylan ya había abierto los ojos, pero nos quedamos dormidos de nuevo. En el campamento se define el entorno según el avance de las horas. Si quieres ver esto despierta temprano, pues la mayoría se pierde esta belleza del paisaje por dormir otro rato. Despertamos definitivamente a las siete de la mañana y fuimos a devolver las cosas que usamos para dormir. Después disfrutamos del último desayuno del campamento. Luego conversé con Gepe un buen rato; cuando me iba, él me besó la mano, y agradeció haberme conocido. Después del discurso de actividades nos hicieron escribir en los libros de los lof. (Si vas al campamento y te toca ser Pitío, busca mi nota de agradecimiento). Luego nos juntamos con el curso y hablamos de cómo lo habíamos pasado. Con María José bajamos al río y nos tomamos una foto, también con el David. Y en otra aparezco solo. ¡Estas fotos son como un tesoro para mí!

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Aquí salgo con María José, con David, y solo.

Posteriormente, fuimos a buscar las cosas y a subirnos al bus de retorno. Recorrimos el mismo camino que hicimos de ida, y nos traspasaron a un bus más grande. Yo me dormí. El cansancio se adueña de tu ser el último día… Llegamos al colegio y el profesor Juan dijo con voz casi alegre: —Bienvenidos a la realidad. Mi tía Eli estaba allí y me recibió muy contenta. Al llegar a mi casa me bañé y dormí. Y bien, ésta es la historia del campamento de Caserta, espero que te haya gustado. Franco Álvarez su escribano. Hasta luego. Adiós.

Después de esto, el profesor Juan nos dejó meternos al río, yo lo hice de una forma que no te he de contar porque te reirías de mí. El profesor se sacó la polera y se metió de un tirón al agua. No duró mucho pues estaba helada, pero nos sirvió para el calor. Cuando por fin volvimos al patio central teníamos que armar un cohete con materiales reciclables. Benjamín y yo fuimos a buscar su bastón de trekking, cuando volvimos estaban lanzando los cohetes. Y tal como decía mi corazonada, nuestro lof fue el ganador. Se acerca el final, pues nos llevaron a la escalera del comelof y nos tomaron… LA FOTO DE FINALIZACIÓN. La pondré al final del libro.

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¿Qué pasó con los personajes? —David Bravo siguió en el colegio hasta fin de año. —Benjamín Ortega siguió en el colegio hasta fin de año. —La tía Eli siguió con nosotros por un buen tiempo. —José Luis es el primero que me ayudó a publicar el libro. —Omar hasta hoy sigue contando el cuento que yo le di a conocer, cumpliendo su promesa. - FIN -

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LOS MUNDOS DE LIKANDES

Estos son los Mundos que puedes elegir

El Mundo de los Artefactos

El Mundo del Arco y la Flecha

El Mundo de la Fotografía

El Mundo de los Tejidos

El Mundo de la Colmena

El Mundo del Ritmo

El Mundo de los Desafíos Mentales

El Mundo de las Energías

El Mundo del Laboratorio

El Mundo del Dibujo Urbano

El Mundo de las Alturas

El Mundo del Cuerpo y el Movimiento

El Mundo de la Alquimia

El Mundo de los Biosistemas

El Mundo de la Pantomima

El Mundo de la Ruta Natural


Franco Álvarez Nace el 30 de agosto de 2001, es el mayor de tres hermanos y vive con sus padres en Peñalolén, cerca de su colegio, Unión Nacional Árabe. La primera obra literaria que Franco escribe, a mediados de 2014, se llama “Primer Reich”; luego vino “La conspiración del Titanic” y otras tentativas. “Travesía, tu viaje comienza”, que relata su experiencia en el campamento del Parque Educativo Likandes, organizado por Fundación Caserta, es su primera obra publicada. Su autor dice que se inspiró de “Las aventuras de Tom Sawyer”, de Mark Twain, entre muchas otras novelas que lo han cautivado.


Autor: Franco Álvarez Edición General: Marilú Ortiz de Rozas Edición Caserta: Eduardo Galaz, Macarena Tapia Corrección de textos: Hugo Rojas Miño Imágenes: Franco Álvarez y Fundación Caserta Diseño: CdiG

Ediciones Fundación Caserta 2015 Lo Beltrán 2347, Vitacura, Santiago www.caserta.cl


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