CONJURO REVISTA CULTURAL No. 8

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EDICIÓN NÚMERO 06 J U L I O , 2 019 Q U I M B AYA , Q U I N D Í O , C O L O M B I A . EDITORIAL: F U N DAC I Ó N C U LT U R A L CA RT E RO S D E L A N O C H E I M A G E N P O R TA D A : R A M Ó N M A N R I QU E F O T O G R A F Í A C O N T R A P O R TA D A : PAU L A A . G R I SA L ES R . IMÁGENES INTERIORES: R A M Ó N M A N R I QU E DIRECTOR: L AGA R COORDINADORA GENERAL: N I N I J O H A N A O S P I N A LOA I Z A D I S E Ñ O Y D I A G R A M A C I Ó N: A N D R ÉS F E L I P E C I F U E N T ES REVISIÓN DE ESTILO: J H O N AT H A N E . V I L L EGAS B . L I SA C O LO R A D O J O H N JA I RO O S O R I O G I R A L D O J U L I Á N F E L I P E ÁV I L A AG U I L A R CONSEJO EDITORIAL: N I N I J O H A N A O S P I N A LOA I Z A J OA N DÁ N I E L V E L A V E L A N D I A . J H O N AT H A N E . V I L L EGAS B . R I CA R D O O S P I N A L I SA C O LO R A D O L AGA R PERIODICIDAD: S E M EST R A L DOMICILIO: CA L L E 1 5 N O . 3-2 3 . 2 P I S O QU I M BAYA QU I N D Í O C O LO M B I A

CON T ENIDO: EDITORIAL P O R : J O H N JA I RO O S O R I O G I R A L D O D A N Z A P O R : K A R L A F LÓ R E Z A L B O R ¡LA CUMBIA SE BAILA Y SE LEE! RESEÑA DEL LIBRO SOMOS CUMBIA, S O M O S FA M I L I A CUENTO PIPISTRELLO P O R : J UA N F E L I P E G Ó M E Z E L D R A M A D E L A R T I S TA M E N T I R O S O C O N E L R E F L E J O PÁ L I D O Y A Z U L P O R : N ÉSTO R RU I Z REALIDAD ENTRE SUS SUEÑOS P O R : SA R A V E L ÁS QU E Z

LA MUICA: SOBRE VOCES SILENCIADAS Y DEUDAS HISTÓRICAS E N T R E V I S TA A Á N G E L A R A M Í R E Z P O R : L I SA C O LO R A D O T E AT R O T E AT R O , P O L Í T I C A Y R E S I S T E N C I A P O R : J H OA N M A N U E L O S P I N A AMBIENTE DIGNIFICAR NUESTRO PAT R I M O N I O H Í D R I C O P O R : LU I S CA R LO S S E R N A G I R A L D O CIENCIA C O L O R E S , E L PA S A D O Q U E V E M O S P O R : O S CA R A N D R ÉS N A R A N J O M O N TOYA

POESÍA P O R : E L Í AS M E J I A P O R : DA N I E L M O R E N O LÓ P E Z

RESEÑA T R AV E S Í A P O R L A A U T O N O M Í A P O P U L A R P O R : LU I S H E R N A N D O R EST R E P O A R I ST I Z A BA L

MÚSICA E N T R E V I S TA A L K A R AT E K A , EDSON VELANDIA P O R : CA RT E RO S D E L A N O C H E

TUMBAGA, ENCUENTRO CON LA M E M O R I A Q U I M B AYA POR: JOHANNA MEJÍA GUTIÉRREZ

FOTOGRAFÍA I N E V I TA B L E “L A P E R S E C U C I Ó N D E U N B I E N E S TA R Q U E C O L O N I Z A E L VA C Í O ” P O R : PAU L A A . G R I SA L ES R .

ARTE LO ERÓTICO EN LA PINTURA D E P O M P E YA P O R : P E D RO F E L I P E H OYO S K .

CINE MAGIA Y ECO P O R : J O S É E U G E N I O M O N TOYA Esta publicación es producto del esfuerzo de diversos artistas, gestores culturales, entidades y organizaciones, que apuestan por escaparse de lo cotidiano y ven en el arte y la cultura la posibilidad de transformar el mundo. A todos ¡Gracias!

TELÉFONO: 3 1 2 8 97 8 1 8 5 - 3 1 3 6 8 9 7079 EMAIL: CA RT E RO S D E L A N O C H E@ G M A I L . C O M C O N J U RO R E V I STAC U LT U R A L@ G M A I L . C O M

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Para muchos pueblos indígenas que habitan hoy la Amazonía, esas pinturas son el testimonio fehaciente de la creación del mundo; una permanencia del tiempo original, del tiempo primero; la manifestación de unos seres aún híbridos de dioses, animales y hombres; ancestros suyos y también nuestros… La idea no deja de resultar mística, sobrenatural. ¿Cuál era la intención de esas manos que se levantaron para delinear jaguares, pájaros, hombres en trance, figuras abstractas? ¿Cuál, la necesidad y la razón para imprimir una imagen y sacralizar un espacio, imbuyéndolo de significado y de misterio, convirtiéndolo en un lugar de poder que da origen y sustento a los relatos, y a la vez se convierte en fuerza para la permanencia de la cultura?

POR: JOHN JAIRO OSORIO

E D I T O R I A L

Septiembre del 2012, serranía de La Lindosa, departamento del Guaviare: mis ojos contemplan por primera vez la majestuosidad de un panel de arte rupestre que cubre un mural de piedra elevado sobre la selva amazónica. Esas figuras rojizas, que se dibujan sobre la piedra y que no entiendo, me transmiten un sentimiento sutil y profundamente humano. No puedo dejar de pensar que una gente que habitó esa selva hace diez o quince mil años, quiso plasmar en ese peñasco un testimonio de su humanidad que viaja hasta mí en el tiempo y me pone en contacto con su vida y con su pensamiento. No puedo evitar sentir que hay algo, por mucho que se me escape, por lejano que sea, que me conecta con ellos, que me comunica algo que está por encima de mi entendimiento –y quizá por encima del de quienes lo pintaron–, porque lo único que queda ahí como relato es el de unos motivos, unos trazos, unas ideas y una metafísica que me trasciende; unas formas que solo se pueden traducir en silencio, y que me enfrentaron a la imprensión de haber sido realizadas por personas iguales pero muy diferentes a mí.

Memoria y creación imbricados en la misma trama. El mito de Uróboros, serpiente que se muerde la cola, produciendo un ciclo sin principio y sin fin. La memoria de lo creado, y la creación, que hunde sus raíces en la memoria. El pasado se cristaliza en las cosas y su vigencia permanece en el tiempo, quizá de una manera más potente. La memoria, en sí misma, un acto creador, ese subterráneo donde el polvo del tiempo se decanta en el pozo de la vida, y cuya costra forma relieves y cicatrices en el fondo de la tierra. Sin memoria no hay creación, pero es el acto creador el que engendra la memoria. El movimiento telúrico, astrológico, de lo que bulle y choca y se revienta para dar origen a la vida, para parir lo nuevo, que no es sino una manifestación de lo antiguo; porque en lo que somos está la huella indeleble de lo que fuimos, y quizá la condena inviolable de lo que seremos. Vivimos ante la necesidad de crear para hacer memoria de las cosas. No existe vida sin recuerdo: la flor recuerda la semilla que le dio origen, y en la que ya desde el principio estaban escritos su color, su aroma y su forma; el árbol recuerda la raíz, la longitud de su tronco, recuerda que debe buscar la luz por sobre todas las cosas; recuerda que sus hojas deben ser de una forma y no de otra, recuerda la fotosíntesis que un ancestro suyo le enseñó hace millones de años, y que le transmite en el lenguaje codificado de sus genes. Asimismo, aunque a veces se nos olvide, recordamos los humanos que somos humanos, que nos nutre una sangre y nos sostienen unos huesos, que nos definen unos rasgos y hasta un carácter heredados de las células de nuestros ancestros, y que estamos aquí gracias a una memoria que se ha preservado y transmitido por generaciones durante miles de años. Por eso es necesario recordar, hacer memoria y defender su sustrato político, su poder de evocación y su potencial de lucha. Y en un país como el nuestro, es un imperativo ético hacer memoria de nuestros líderes, recordar a nuestros muertos, ponerles nombre a nuestros desaparecidos. Y a nuestros asesinos. Hacer memoria de las luchas de los que dieron su vida para que otros pudiéramos vivir, armar un relato que nos permita narrar una historia de nosotros mismos, reconciliarnos con nuestro origen y resistir con valentía. Hacer de la memoria –memoria del dolor, y del afecto, y de la esperanza–, un arma milenaria que conjure nuestra necesidad de transformarnos, para re-existir y permanecer. Por: Karla Flórez Albor


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R E S E Ñ A D E L L I B R O S O M O S C U M B I A , S O M O S F A M I L I A

¡La cumbia baila se baila y se lee! Artista docente. Contacto: http://karla-florez.blogspot.com/?m=1

La cumbia es una de las danzas más representativas de Colombia. Aprender a bailar cumbia requiere no solo del aprendizaje de los pasos o de las figuras, sino también entender la lógica de sus movimientos y la idiosincrasia de donde proviene para darle sentido a sus gestos. “Somos Cumbia, somos familia” es un manual en el que propongo una metodología para enseñar a bailar la cumbia colombiana homenajeando a las cumbiambas del Carnaval en Barranquilla. La cumbia se encuentra en toda la región del caribe colombiano y, a lo largo de ella, encontramos maneras propias de bailarla. Coexisten muchos estilos en la cumbia y los patrones de las figuras de movimiento son regulados por los cumbiamberos y

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cumbia cumbiamberas, quienes salvaguardan la tradición. Durante mi investigación vi la necesidad de organizar un vocabulario para identificar esas figuras, codifiqué algunos pasos que sirven como modelo para enseñar la cumbia y a estos pasos les di el nombre de una cumbiamba. En este libro entrevisté a 23 cumbiambas, cada una comparte su historia y cuenta cómo pasan esta tradición familiar, de generación en generación. Los relatos de cada una de ellas son mi material de trabajo para la enseñanza lúdica del español, a través de la cultura caribe. Enseñar español a través del arte, de la danza, es uno de mis objetivos profesionales como docente, colombiana, radicada en el exterior.

Viviendo en Nueva York, en el año 2016, comencé la investigación sobre los pasos de movimiento de la Cumbia, mientras que enseñaba valores en torno a la familia. Aunque soy cumbiambera de nacimiento, como dicen también algunos de los entrevistados, solo hasta que preparé un taller para celebrar el día de la familia, con algunos colombianos residentes, no había visto la cumbia desde esta perspectiva, en el área tri-estatal. En el libro invito a ver las Ruedas de Cumbia como un espacio propicio para el diálogo en la familia y en la sociedad, que produce salud y bienestar al individuo. Presento la cumbia, y sus elementos, como una herramienta valiosa en el acompañamiento familiar para fortalecer las relaciones, para mejorar la comunicación de la pareja y redescubrir formas de comunicarse relegadas por el uso discriminado de la tecnología. En “Somos Cumbia, somos familia” establezco una relación entre el tiempo de duración de una Rueda de Cumbia, con el tiempo de un evento familiar. En ambos espacios se necesita la presencia física, mental y emocional para poder llegar a acuerdos. Esto aplica al desplazamiento en la rueda, a casos familiares y situaciones de vida. Toda negociación irá en aras del bien común de cada miembro, o de cada cumbiambero y cumbiambera, mientras van danzando en la Rueda de Cumbia. Promuevo el aprendizaje de la cumbia como un conocimiento transversal que aporta a la educación globalizada para reducir la desigualdad entre las culturas. Planteo que la cumbia trasciende no solo musicalmente, sino también, en sus movimientos corporales, a todo el mundo y tiene el mismo nivel de importancia que otras danzas tradicionales. Por lo tanto, su reconocimiento y divulgación debe ser igual, para mostrar la

riqueza cultural de la región Caribe colombiana. Invito a que en sus próximas integraciones familiares y sociales La Rueda de Cumbia sea parte de sus espacios lúdicos, donde prime el amor en la familia para demostrarlo, en el respeto por la corporalidad del otro. Observo, incluso, la sacralidad de algunas danzas, y asociar la Cumbia con el respeto por el cuerpo sagrado que, como seres humanos, debemos cuidar. Establezco conexiones entorno a la Cumbia desde el periodismo, la danza, la enseñanza del español a través del arte, la educación en valores y el trabajo en familia. En cuanto a la educación familiar, este manual para el acompañamiento formativo de la familia se inspira, en uno de sus capítulos, en la pedagogía Ignaciana, a partir de mi experiencia al observar los procesos educativos del Colegio San José de Barranquilla y de cómo allí integran las artes a la educación. Este “no es un manual para aprender a bailar, no es una receta para tener una buena familia y tampoco es un tratado sobre cumbia; es todo eso y mucho más”, dice Martacé Romero, en el prólogo que escribe para el libro, que, además, fue ganador del Premio Portafolio de la Alcaldía de Barranquilla 2018 como beca de investigación en el área de la danza. La publicación impresa que se hizo en Colombia en octubre del 2018 se encuentra en la Librería Nacional en todo el país y ya se ha socializado en varias ciudades de Colombia.

We are Cumbia, we are family, es la versión al inglés de este libro, que fue presentada en la ciudad de Nueva York, donde ha tenido muy buena acogida. La versión digital, en ambos idiomas, se encuentra disponible en la plataforma de iBooks. Los videos de los pasos modelos se pueden encontrar en el canal de Youtube: Karla Flórez Albor. Hay enlaces a videos de algunas cumbiambas, y en el momento estoy trabajando en un material audiovisual que refuerce la investigación y la propuesta metodológica. Continúo investigando el movimiento corporal en la cumbia: sobre cómo el sentido del círculo afecta al bailarín, cómo una participación, a conciencia, puede aportar al desarrollo de la sociedad. La cumbia promueve la comunicación armoniosa y pacífica, y en ella se experimenta la comunicación entre lo humano y lo divino. La Cumbia es un estilo de vida, que se disfruta como individuo, en pareja y en comunidad. El olor a formol me impedía concentrarme en las palabras

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Lo

erótico

en la pintura de Pompeya* Por: Pedro Felipe Hoyos Körbel Historiador y editor Contacto: hoyoseditores14@hotmail.com

Los dioses griegos y romanos tienen cuerpos humanos y la perfección de dichos dioses se plasma en cuerpos perfectos que pueden y deben ser mostrados. En todas las obras las deidades, tanto masculinas como femeninas, están desnudas o semidesnudas, situación imposible dentro del cristianismo heredero de una concepción judía que solo ve en el cuerpo, sobre el cual ha reflexionado bastante, el pecado. El cristianismo se trata de superar la carne, lo terrenal, para acceder a lo espiritual, o sea el Cielo. Con este movimiento restaurador de lo greco-romano entró de nuevo la idea y el deseo del cuerpo humano representado por el arte sin relacionarlo necesariamente con lo divino.

Imágenes Francisco Hoyos García


Existían dentro de la religión griega, y por ende romana, deidades encargadas de la fertilidad, sumamente importante para el bienestar de esas comunidades ya que la abundancia de las cosechas determinaba la supervivencia; era también esencial la fertilidad de la mujer para engendrar hijos y, por último, se necesitaba para multiplicar el ganado. Todo dios que la asegurase tenía una comunidad entera dedicada a su culto. Los ritos báquicos eran la sublimación de esta idea, porque en ellos se buscaba, por medio de lo erótico, lograr una actitud sublime; también había ritos como la lupercalia romana, celebrada el 15 de febrero (día de San Valentín según los norteamericanos, la Iglesia Católica eliminó esta festividad en 1969 después de una tradición que se remontaba al año 494 D.C.), donde jóvenes que habían morado en los montes viviendo exclusivamente de la caza (se dice que el buen mozo Antonio era uno de ellos), vestidos solo con un taparrabo y guiados por un sumo sacerdote, desfilaban por las calles durante este festival azotando mujeres que se agolpaban en las aceras por donde pasaba el desfile, con un fuete hecho del cuero del animal sacrificado al inicio el ritual, todo esto en provecho de la fertilidad de sus víctimas. Lo erótico tiene entonces un lugar muy marcado en estas culturas mediterráneas que se expresa de maneras diversas: tiene un fuerte reflejo en la cotidianidad difícil de ser aceptado por la mente occidental, supuesta heredera de esta cultura. Por ejemplo, los anales de ambos pueblos están saturados de referencias a la prostitución, la otra posibilidad de vivir el erotismo fuera del ámbito familiar. Ambos pueblos contaban con una legislación muy precisa sobre este oficio. En Roma se debía ejercer extra muralmente, o sea fuera del recinto de la ciudad, y en Grecia el Estado facilitaba casas para ejercer control sobre esta actividad, la cual gravaba impuestos que llevaban el nombre de Pornicotelos. Dicen que fue Solón en Atenas, no como empresario sino como jefe de estado, el inventor de las casas donde este oficio se ejercía bajo supervisión del Estado y con fines lucrativos. En Grecia se habla de tres divisiones entre las oficiantes de este trabajo: las deikteriades, las auletrides y las hetairai. Las primeras se asemejan mucho a las prostitutas actuales que viven en burdeles; las segundas eran las bailarinas y músicas (la flauta, la cítara y el tambor eran los instrumentos preferidos); de las terceras, el término hetairai traduce “acompañante”, y también contaban con clientela. Todas ellas se vendían. Esta división se entiende bien cuando se aprecia cómo se practicaba la prostitución en Grecia: las auletrides, las bailarinas y músicas, participaban en fiestas y en rituales religiosos fuera de su actividad en los burdeles; las deikteriades no salían de ese espacio y la mayoría de ellas eran esclavas explotadas por sus amos; las hetairai venían a trabajar a

dichas casas y tenían una vida “normal” por fuera de ellas. La ley griega declaraba los burdeles fuera de jurisdicción y ningún criminal podía ser aprehendido ahí. Las deikteriades solo podían salir por la tarde y su vestimenta las distinguía de las demás mujeres, si es que llevaban ropa puesta. Había una tela, una gasa, tan delgada y transparente, que era la preferida de estas mujeres. Hay muchas historias sobre este tipo de mujeres asociadas a nombres como Lamia la mayor o la menor, que llegó a ser amante del rey macedonio Demetrio Poliorcetes y quien le construyó un templo en su honor después de muerta; Aspasia, amante de Pericles, que había sido una hetairai bastante culta; Thais, una especie de “juana” que seguía el ejército de Alejandro Magno. Fue ella quien pidió permiso al gran guerrero para incendiar el palacio de Jerjes una vez conquistada Persia. Se sabe también de una Friné que llegó a ser modelo del escultor Prexísteles. La escultura Afrodita Braschi, guardada en la Gliptoteca de Múnich, es ella. Llegó a ser tan rica que ofreció reconstruir las murallas de Tebas después de ser destruidas en el año 335 A. C. por Alejandro Magno, pero los gobernantes se negaron porque ella solicitaba que se colocara una simple placa que dijera: “Estas murallas las destruyó Alejandro y las reconstruyó Friné, la hetaira.” También está el nombre de Nikareta, que compró siete esclavas y las introdujo en este oficio después de instruirlas bien, de las cuales sobresalió Neaera. En Roma fueron famosas: Flavia Domitila, por ejemplo, esposa del emperador Vespasiano, que igualmente era una profesional. El nombre latino para estas oficiantes era meretrice, y éste se deriva del término merienda (mereo= yo merezco), o sea un tentempié que se injiere muy entrada la tarde, justo cuando ellas salían a trabajar. Había unas llamadas delicatae, que corresponde al oficio de prostituta de alto nivel: resultaba más barato desposarlas que sostenerlas independientemente. Había (se deriva del nombre griego Doris): éstas eran delicatae, pero muy jóvenes; estaban también las alicariae, nombre que traduce molineras, ya que éstas traficaban con el pan que servía de ofrenda en los templos de Venus o Príapo. En los anales y en la poesía también se mencionan las bustuariae, que practicaban su oficio cerca de los bustos que decoraban los mausoleos, o sea en los cementerios, esto seguramente por lo apartado, tranquilo y económico —ya que no había que pagar habitación. Es curioso que el primer emperador romano, Augusto, haya sido quien reforzó la legislación contrarrestando desmanes para proteger la familia, base de la sociedad y de la religión. Estos preceptos tuvieron vigencia hasta muy entrada la era victoriana en el siglo XIX. *Apartes del libro inédito “La Pintura de Pompeya”


“La persecución de un bienestar q u e c o l o n i z a e l v a c í o”

Inevit Inevit En las fotografías reflejo lo que para mí es el concepto de ligereza del sociólogo Gilles Lipovetsky; idea donde el autor expone la paradoja de la vida contemporánea en cuanto a las conquistas del hombre y su libertad.

En las fotografías me acerco un poco a la inocencia que inspira la técnica de plegado de papel, o papiroflexia, en los aviones hechos en malla metálica, y con ellos represento la necesidad de vuelo (libertad) del sujeto, y a su vez, la incapacidad que esto le representa.


table table Por ejemplo, cuando el avión hecho de malla metálica es tirado para que tome vuelo, este no planea, no puede volar, no por su peso, sino porque la malla no permite que el aire lo sostenga; metaforizando así la “libertad” en la que vive nuestra sociedad al ofrecer todo cuanto necesitamos para ser libres; y por más que estemos diseñados para realizar ese vuelo, al parecer es inalcanzable. Por: Paula Grisales Artista Contacto: paugrisales@gmail.com


M U I Teatro, política y resistencia Por: Jhoan Manuel Ospina Actor, dramaturgo, gestor cultural Contacto: jhoan. manuel1988@gmail.com

Quiero hablar del teatro contemporáneo y de la situación de este teatro en “nuestro occidente”. Digo “nuestro”, porque siempre hemos contado la historia del arte europeo, y a veces nos olvidamos que Colombia tiene también una historia del teatro, pero ese es tema de otros momentos. Hablamos de teatro contemporáneo porque se ha convertido en una fuerza fundamental que inevitablemente nos lleva a preguntarnos “¿Qué es teatro contemporáneo?”.

Muy a mi pesar, el teatro contemporáneo son demasiadas cosas juntas y esto hace que sea complejo hablar del mismo, por ello, realizaré un breve ruido intelectual para hablar de algo de lo que siempre hablan mejor los estetas o los historiadores, porque nosotros los artistas nos la pasamos (al menos eso quiero creer) creando. Seguir el rastro de la historia del teatro contemporáneo, si es que la tiene, es como seguir la historia de los pueblos, porque sucede en el ahora.

Empecemos por situarnos en el romanticismo. Como periodo histórico, marcó el descentramiento de la figura escópica del ser humano, de las producciones artísticas. A partir de ese momento, las preguntas fundamentales se trasladaron al paisaje interior, es decir, a las preguntas


del alma. De allí surge el tremendo Fausto de Goethe, que Marlowe aterrizaría luego al realismo teatral; y de ahí todo el teatro de mediados del siglo XIX, hasta principios del XX, destaca por el sentimentalismo, el dramatismo y la predilección por temas oscuros y escabrosos. Al igual que en la pintura, el teatro “contemporáneo” exaltará la naturaleza, incluso lo hará el género del melodrama. A partir de esta “descentralización”, la idea lingüística de lo “contemporáneo” se perdería en lo que llamaremos (aún en nuestros días) estilos, tales como: realismo, naturalismo, teatro simbolista, teatro metafísico, incluso esotérico y teosófico, con autores como Paul Claudel o Maurice Maeterlinck. Luego aparece el tan esperado y aún in-entendido siglo XX que ha tenido una gran diversidad de estilos, evolucionando en paralelo a las corrientes artísticas de vanguardia. La dirección artística y la escenografía adquieren un carácter enfático dentro de la concepción del teatro, en su carácter visual y no solo en el literario. Se avanza en la técnica interpretativa, y esta adquiere mayor profundización psicológica con el método Stanislavski y el de Lee Strasberg, entre otros. Lo que sigue aquí es historia y es aún más ruido intelectual. Ahora hay que preguntarse por nuestro teatro, que es una mezcla del teatro de occidente (algo bueno tuvo que haber dejado la conquista). Nuestro teatro no es (como insisten erróneamente en nombrarlo algunas esferas de intelectuales), un lenguaje en crisis, sino una expresión contra la corriente, en dirección contraria, resistente. Nuestro teatro es un lenguaje ancestral que remite a una antigua medida del hombre: la escala reducida a la dimensión de lo corporal, la pequeña comunidad, lo tribal, lo localizado, porque el punto de partida del teatro es el encuentro de presencias. En esa medida, basta con decir que el teatro contemporáneo es el que sucede en el ahora, el que nos atañe, es un teatro que no acepta ser televisado ni transmitido por satélite o redes ópticas ni incluido en internet o chateado. Es necesario el encuentro de los cuerpos en una encrucijada geográfico-temporal. Hay teatro de sobra en lo contemporáneo porque está sucediendo, también opera su paradoja de ser un lugar efímero, una experiencia que sucede e inmediatamente se desvanece y se torna irrecuperable. En tiempos contemporáneos, (y abusaré de la cacofonía de las palabras), el teatro adquiere una dimensión de peligrosidad de la que el cine carece: el actor puede morir ante nuestros ojos, puede lastimarse, olvidar el texto, la función se puede interrumpir y suspender. De esta manera, es en realidad una experiencia vital intransferible, territorial, efímera y necesariamente minoritaria, si se la compara con la capacidad de convocatoria y reproductibilidad técnica del cine o la televisión. Dicho así, el teatro parece un discurso de resistencia a las nuevas derechas y la expansión capitalista. Y sí, el teatro contemporáneo, es decir, el teatro de nuestro tiempo presente, nuestro teatro, es un aliciente para

la utopía de la nueva izquierda: la búsqueda de un “mundo multipolar”, o como Samir Amín afirma:

En mi opinión, una nueva izquierda, a la altura del desafío, debería fijarse el objetivo de imponer en una primera etapa la reconstrucción de un mundo multipolar, que es la condición indispensable para ofrecer a las fuerzas progresistas espacios de autonomía que les permitan producir progresos que serán como siempre desiguales entre un país y otro, en los diferentes momentos. Esta construcción multipolar supone, por definición, el desmantelamiento de la hegemonía norteamericana y, por eso mismo, la búsqueda de convergencias mínimas entre todas las fuerzas políticas y sociales que se opongan a ella. Y es que el teatro funciona precisamente de esta manera, tiene el empeño de generar eso que llaman los estetas “conexión rizomática”, una conexión entre los actuantes y los que espectan, de tal modo que el teatro se convierte en, como lo llama DUBATTI, “un convivio” donde las diferencias y las singularidades no están sometidas a los mandatos igualadores de las exigencias globalizadoras. Algunos afirman que el teatro es un arte caduco para la América Latina, pero su dinamismo y mestizaje en estas tierras conquistadas por el neoliberalismo, los mercados y la globalización, lo han convertido en un lugar para la formación de subjetividades alternativas. Si las derechas con sus síntomas de senilidad están tomando el poder, y se hace imperativo superarlas para asegurar la supervivencia de la humanidad, debemos hacer teatro y, desde allí, contribuir a la superación de esta crisis emocional de la cultura de la América. En este punto persiste la pregunta: ¿y cuál es nuestro teatro “contemporáneo”? Nuestro teatro no es un collage, somos hijos del mestizaje y eso hace que nuestro arte teatral venga del Asia y también de las estepas, de los palacios rusos, de las avenidas norteamericanas, de los ritos iniciáticos de las culturas toltecas, de la Persia antigua, de la España en su edad del oro, de gitanos y cantaoras africanas y más. Nuestra pregunta es la pregunta presente por la identidad universal. Navegamos aguas de un teatro joven, nuestros remos son lenguajes afilados, las palabras de nuestro teatro son armas y actos de resistencia. Intentamos descubrir quiénes somos mientras entendemos el siglo XX que pasó. ¿Y el siglo XXI? ¿Es ese el siglo que viene? ¿Está sucediendo? Hay que prepararse porque nunca dejaremos de preguntarnos y nunca dejaremos de hablar de eso del “teatro contemporáneo”. En tiempos como los que vivimos, los más mercantiles de la existencia de la historia del arte, hacer teatro se convierte en un acto de resistencia. Nuestro teatro contemporáneo es entonces un lenguaje total, no es necesario explicarlo porque ya está sucediendo en la medida que es capacidad de acción. Siempre que exista el deseo de crear, de preguntarse por el ser, existirá el teatro. Por: Luis Carlos Serna Giraldo



KA RA TE KA E n t r e v i s ta a l

Edson Velandia Era un 11 de diciembre del 2009 cuando vimos a Velandia y la Tigra por primera vez. Fue una locura, Edson llevaba una cabeza de burro y marioneta en mano, tuvimos la sensación de que una propuesta musical así sonaría muy fuerte en Colombia. Se presentaron en Bogotá como acto de apertura del concierto de Squirrel Nut Zippers en el Teatro Metropol. Diez años después les presentamos en CONJURO una entrevista con el KARATEKA Edson Velandia, el músico piedecuestano, hijo de cuentachistes y peluquera. Carteros: Empecemos hablando de su relación con el cine, el teatro y, por supuesto, la música. Edson Velandia: Yo desde pelao me sentí atraído por el teatro, la música, la poesía, el cine, la danza. Porque el ambiente de Piedecuesta es así, la gente en el pueblo tiene tendencia a escribir, a cantar, a pintar, y a veces ni se dedican a nada de eso, pero es lo cotidiano. Hay una vocación y una facilidad para las artes todas y la gente con la que yo crecí, que me enseñó y comunicó a mí la música y el teatro, fue gente como Carlos Pereira que es un poeta, actor, dramaturgo, crítico de cine, bibliotecario... Esa fue mi escuela y la de mucha gente. También había cineclub y hacíamos videos. El cine nos provocaba mucho. Yo en un punto me decidí solo por la

música porque sabía que después del colegio tenía que estudiar, no me quería quedar sin estudiar, y abrieron música y composición en la universidad de Bucaramanga. A mí me interesaba la composición y quería saber de eso, pero si hubieran abierto cine, yo me meto a cine. Pero finalmente llegué al cine y buena parte del año me la paso componiendo pa’ cine, gracias a mis parceros Ivan Gaona y Rubén Mendoza, que me metieron en eso. C: Háblenos de su manera de componer y de lo que vivió en la academia. E. V: Todo músico y todo artista primero imagina y después crea. Mi forma de componer es como la de todos los compositores. He tenido varios grupos junto a músicos muy buenos. Eso ha sido mucha escuela. Y además en la universidad tuve maestros y compañeros maravillosos que no eran deliberadamente académicos, se salían un poco del molde. Como el maestro Blas Emilio Atehortúa, que enseñaba haciendo. C: Hay en la Rasqa una estética del ocio, la vagancia, de lo vulgar y, a la vez, una acción política que cuestiona desde el lugar de lo burlesco ¿Es la Rasqa una mixtura con sonidos de música que conociste en lo rural y en el campo? E. V: No tanto en el campo porque yo realmente no soy campesino, el campesino fue mi papá y él tiene toda esa herencia, y todo lo que él hace si está influenciado por el campo: sus coplas, sus chistes, todas sus retahílas, su imaginario y su humor es totalmente campesino, pero además muy urbano y fanático del facebook, como casi todo el mundo. Menos mi mamá. Ella es peluquera desde chiquita en Duitama, entonces también tiene una relación con lo tradicional muy fuerte, con la gente directamente, es decir, yo crecí en una casa donde la gente entraba, y eso es una cosa muy especial. La palabra original es “rasca”, con C, a los payasos perezosos les dicen ¨rasca¨, que viene de “rascabuche”, pero yo lo escribo con “q” por mamar gallo. C: Su música es irreverente, a veces incluso escatológica y hasta absurda, una especie de dadaísmo que no pierde esa potencia poética, a la vez que incomoda. E. V: Yo estoy hablando normal, como hablan en mi casa, como hablan en mi pueblo, y si es escatológico es porque nosotros somos escatológicos. Una de las palabras que más usamos es ¨cagarla¨, es nuestro lenguaje, y yo lo que hago es no embellecerlo más. Pero sí me esfuerzo por encontrar algo orgánico, natural, no como ¨haz lo que te fluya¨, porque a veces a uno le fluyen cosas que están viciadas, lo primero que le sale a uno puede estar viciado, hay que coger un cincel y darle hasta que salga agua. C: ¿Es su propuesta una especie de reivindicación de las músicas campesinas y la poesía popular que lo han influenciado, y de unos saberes y unas prácticas culturales del territorio en el que ha vivido? E. V: Yo no reivindico nada, porque yo no estoy en un


ejercicio antropológico. No es una reivindicación, yo no estoy rescatando lo popular, lo folclórico, nada, no es necesario representar mi cultura, porque me parece que es un lugar muy politiquero y muy mesiánico. Creo que uno tiene que conectarse con un universo mucho más amplio y no meramente con una cosa regional. Con la música, por ejemplo, que está más acá y más allá de lo antropológico. Más que una reivindicación, es necesario que recuperemos el sentido de lo ritual. Pero no para rescatar lo perdido, de no dejar de ser lo que fuimos, no. Pienso en la ritualización como el encuentro, esa es la forma como nos podemos reconocer como comunidad. El valor del ritual es importante, pero muchos rituales están viciados y son perversos, no merecen ser reivindicados a menos que se transformen. Una misa, por ejemplo, debería ser un lugar de liberación muy importante, pero es más enajenación, es hacer a los creyentes más alineados. Ese ritual no tiene el sentido del encuentro que, sin embargo, ciertos sacerdotes, ciertos chamanes, ciertos maestros le otorgan como ritual ceremonial de resistencia y no de distracción. Es necesario que existan rituales, no solo los mismos de siempre, hay que inventar otros. C: Hay que volver la mirada hacia la protección de nuestros páramos y áreas naturales protegidas y defenderlos de las multinacionales mineras. Todos hablan de concientizar: ¿cómo hacemos para sensibilizar? E. V: La vuelta, más que sensibilizar, es comunicar. Tenemos que hablar en el lenguaje y en los códigos que entendemos claramente todos. Lo que hay que estudiar es quién necesita ese mensaje, quiénes son los que no comprenden que el agua y la vida se tienen que cuidar y cómo les vamos a contar eso. Porque los perversos, los que se tiran los páramos, los que hacen mega minería, ellos sí hablan de familia, de progreso, de bienestar; no hablan de minería, hablan de canchas de fútbol, de cursos de música y demás, y nosotros estamos diciendo: “los recursos naturales deben protegerse porque los recursos naturales son la biodiversidad”, y no sé qué más, entonces la abuelita mía de 83 años dice “perdón, me repite, ¿qué fue lo que dijo?”. Los que están en contra del aborto, en contra de la equidad de género, en contra de la diversidad sexual, están diciendo todo el tiempo: “familia, familia, familia”, y nosotros estamos diciendo: “equidad sexual, equidad sexual, equidad sexual”, y no decimos “familia, familia, familia”. Deberíamos decir también “familia, familia, familia”. Porque todo el mundo tiene familias diversas, entonces nos entendemos. No lo digo como si fuera reflexión mía. Es que he visto que ya hay gente que está entendiendo la cosa así y he visto que eso supera el mito de la sensibilización y ayuda es a desenmascarar las políticas sucias. Más que sensibilizar, toca es correr el polvo. C: Solemos ver el agua como “recurso hídrico”, “servicio público”, o como simple “materia prima”. ¿Puede la música volver a despertarnos ese sentir primigenio de mística y magia hacia el agua?

E. V: Claro. C: Que la música incite a la acción, a la resistencia, a la protesta, ¿o le devolvemos su sentido pagano de celebración y de fiesta? E. V: Devolverle no, porque lo tiene, no se lo han quitado, y devolverle la resistencia tampoco, porque la música, incluso la música de fiesta, es una forma de resistir también. Uno se resiste a ser triste y por eso también necesita enrumbarse y bailar. La música es acción. Debe haber de todo. Y de todo bien bueno. Música y poesía social, música pal baile, música de despecho, música por música. C: ¿Qué puedes decir a los chicos y chicas del Semillero de Rock y de composición de Carteros de la noche? E. V: No conozco bien el Semillero, pero siempre que pienso en escuela de música me imagino un laboratorio, sin género establecido, donde haya instrumentos, estudio de grabación, que exista el espacio, los guías, esas personas que puedan llevar los muchachos a que conozcan las herramientas y las exploren libremente. Libremente no significa que cada quien se defienda como pueda, eso puede ser frustrante porque uno no sabe por dónde arrancar. Me imagino un lugar muy lúdico donde uno se contagie de las ganas de crear. Seguramente el Semillero tiene mucho de eso porque también es de composición. Tal vez lo que lo puede complementar es que integre otros estilos y géneros. El rock mismo ya no se sabe bien qué es. Es muy libre, no se deja academizar totalmente.

Foto: Nélson Cárdenas

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C: Cuéntenos sobre El Montañero y el Festival de la Tigra.

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Y el Festival de la Tigra es un encuentro de artistas, principalmente músicos. Sucede en Piedecuesta, que es zona metropolitana de Bucaramanga. Hacemos 3 días de conciertos en los que programamos géneros aparentemente distantes, como salsa y punk, o música campesina y música contemporánea, hemos hecho en cada versión colaboraciones entre músicos y artistas de diferentes áreas. Realizamos conversatorios sobre políticas culturales, arte y derechos humanos. También hay talleres y franja infantil. Ha crecido mucho ese combo, todo el tiempo recibimos apoyo de artistas de la ciudad y del país, que han venido a Piedecuesta y han hecho con nosotros el festival. Ahora estamos preparando la cuarta edición que será en febrero de 2020.

Foto: Mariana Reyes

E.V: Ahora salió un video nuevo de una canción de ese disco, que se llama Serenauta. Lo hicimos en Piedecuesta con Señal Sur, una productora de amigos de la casa. El Montañero es un libro-disco familiar hecho en casa con Adriana Lizcano, que es mi compañera, y los pelados, Nayra y Luciano. Es una colección de canciones infantiles, viejas unas, otras más recientes, que estaban ahí y que ya era hora de sacarlas. En vivo hacemos un montaje en el que Adriana y yo interpretamos las canciones e interactuamos con dos titiriteros, Javier Gámez y Leo Cruz, dos amigos de toda la vida. Leo es el que creó las marionetas de burro, el que vieron en el concierto de Velandia y la Tigra manejando el burrito.


OS I P I Pipistrello del padre Giuliano. A mi lado, Katisa dibujaba seres estrambóticos, pequeños monstruos de tinta azul. ¿A quién se le ocurría programar una clase de italiano a las seis de la tarde en el edificio de medicina? Era una materia electiva. ¿Una buena elección para complementar mi carrera? En realidad, me inscribí por Katisa, a quien sí parecían interesarle los idiomas y aprendía fácil, aunque no prestara mucha atención. Ella estaba terminando sociología y yo iba por la mitad de derecho. Nos conocimos en el sendero ecológico con mucho humo y vino barato de por medio. Desde entonces, empezamos a salir y antes de iniciar el nuevo semestre me convenció de tomar la clase de italiano. “Es la oportunidad de aprender otro idioma con un nativo”, me dijo. El padre Giuliano oficiaba misas, dictaba clases de italiano y francés, y jugaba fútbol en el equipo de veteranos de la universidad. Cuando llegaba al salón me era imposible dejar de verlo como una exfigura del medio campo de la selección Italia del 90. Katisa y yo lo habíamos visto jugar un par de veces desde las gradas de la cancha, mientras compartíamos un porro. Lo vi poner algunos buenos pases. Ella decía que era mejor enseñando y por eso siempre me hacía llegar temprano a su clase.

Las materias electivas tenían la característica de concentrar una buena muestra de la fauna universitaria en una misma aula, más si se trataba de un idioma con el que se pudiera presumir. Yupis locuaces, jipis desharrapados, gafufas sexys, fumones apáticos. Todos llegábamos en parejas o tríos y éramos recibidos por el natural “ciao” del padre Giuliano, al que muchos no respondíamos por temor al ridículo. Ese día tenía el peso en los ojos de varias horas

Por: Juan Felipe Gómez Cortés Escritor contacto: juanfego8723@gmail.com


T SO L repasando códigos para un examen parcial. “No seas flojo”, me dijo Katisa cuando la llamé para decirle que tal vez no iría a italiano. Me convenció. A lo que sí me negué fue a fumar marihuana antes de entrar a la clase. El sopor de la hierba y el olor a formol seguro me habrían tumbado sobre el pupitre.

El padre Giuliano hacía en el tablero una lista de animales cuando decidí salir a tomar aire. Katisa seguía concentrada en sus dibujos. A esa hora, en el edificio, solo quedaban algunos practicantes de enfermería y medicina. En el pasillo, el olor a formol era más intenso. Caminé hasta un balcón en la parte trasera del edificio. Desde allí se podía ver hacia el salón y, apenas caía en cuenta, hacia la morgue en el piso de abajo. Me acerqué a la orilla del balcón y por entre las aspas del aparato de ventilación, apagado a esa hora, alcancé a ver una hilera de camillas con cuerpos cubiertos por sábanas. Uno de los practicantes pasaba descubriendo ligeramente los cadáveres, hasta que se detuvo en una camilla. Era algo que normalmente no querría ver, pero cuando el practicante corrió la sábana y se movió para apuntar algo, me esforcé para observar los detalles de ese cuerpo. Mujer, a juzgar por el cabello largo; piel amoratada, me pareció. El practicante se acomodó de frente al resquicio por donde yo estaba mirando y descubrió el cuerpo por completo. Mujer, efectivamente, rolliza; senos desproporcionados y pubis oscuro, alcancé a distinguir. Me acerqué más y tropecé con una matera. Temí ser descubierto. Pero el balcón estaba oscuro y sabía que de adentro hacia afuera era muy poco lo que se veía. Incluso desde el salón donde estábamos con el padre Giuliano, con sus grandes ventanales, nadie me vería. El practicante, cuyo rostro no podía distinguir por la distancia y el tapabocas que llevaba puesto, se calzó unos guantes y se dispuso a examinar el cuerpo. No vi que tuviera instrumentos quirúrgicos a mano, así que supuse que no habría cortes ni nada de eso. Empezó por la cabeza. Con ambas manos hacía presión en distintos puntos. “¿Si toco, duele?”, suelen preguntar los médicos, recordé. No había médico, ni paciente, no era una consulta, solo un practicante palpando un cuerpo sin vida, reconociendo las marcas de la muerte, aprendiendo. Mientras arriba varios tratábamos de aprender a comunicarnos en otro idioma, abajo el practicante trataba con la muerte. “Las cosas de la universidad, de la vida”, pensé. En unos años sería un abogado y seguramente tendría que conocer casos en que alguien sería culpable de asesinato. “¿Habría sido asesinada, o sería muerte natural?”, me pregunté sobre esa mujer. Levanté la mirada y vi en el salón al grupo con el que yo intentaba aprender italiano. El padre Giuliano se paseaba entre las filas, tal vez contando alguna anécdota de la juventud en su pueblo natal. Como cura seguramente también habría tenido que atender cosas de la muerte: aplicación de santos oleos, misas de réquiem y esos asuntos fúnebres. ¿Exorcismos? No, eso no tiene que ver con la muerte, sino con el diablo, o con espíritus. En todo caso, algo misterioso. Desde el balcón vi a Katisa pararse e ir hacía el tablero.

¿La habría castigado el padre Giuliano por no prestar atención? Tal vez sus dibujos, esos pequeños seres deformes que llenaban las páginas de su libreta de apuntes, habían sacado de quicio al padre y ahora ella tendría que repetir, frente a todo el grupo, los nombres de los animales escritos en el tablero. También podía ser que le hubiera pedido el favor de dibujar algún animal.

Bajé la mirada hacia la morgue. El practicante ya no estaba, pero el cuerpo seguía descubierto. El muchacho se habría movido para alcanzar algún instrumento. ¿Ahora sí iba a abrir la piel? Me concentré un par de minutos en mirar el cuerpo. El practicante no volvía. Era probable que solo estuviera a algunos pasos de la camilla, pero mi campo de visión a través de ese espacio, entre las aspas de la ventilación, era limitado. Iba a dar un paso atrás para regresar al salón cuando lo vi aparecer de nuevo. Ya no llevaba el tapabocas, ni los guantes. Rodeó la camilla y se echó sobre el cuerpo. Me pareció que sollozaba. Adivina cuál es pipistrello, me dijo Katisa y puso su libreta sobre mi pupitre cuando regresé al salón. Había una página con cuatro dibujos de animales. La miré con los ojos demasiado abiertos. Quería contarle lo que había visto pero se adelantó señalándome una de las figuras. —È il tuo turno, giovanotto —escuché al padre Giuliano acercándose a mi pupitre.

En el tablero, frente al listado de nombres de animales, había también algunos dibujos y líneas que unían unos con otros. Tomé un marcador rojo y, después de mirar a Katisa, completé el ejercicio de manera mecánica, trazando una línea que me pareció interminable y produciendo un leve silbido que me estremeció hasta que el padre Giuliano puso una mano en mi hombro y me dijo que sería mejor cambiar el horario y el salón para la clase.


D AE L El drama del artista mentiroso con el reflejo pálido y azul

Por: Néstor Ruiz

Momentos en los que no tienes ganas de levantarte para darle la cara al mundo, en donde un estado permanente de decepción, insomnio y desesperanza te domina. Sientes que no puedes más. Entonces un frío intenso y unas pretensiones de no hacer absolutamente nada más que patear el mundo te dominan, mueres. Pero no es una muerte literal, sino nada más una vaga exasperación intentando paralizar tus sentidos.

Ese era yo, nada más que un desencantado que se atrevía a ver el mundo con una mirada crítica y tal vez irónica, una mirada que quizás se cansaba de esos impulsos monótonos que traía consigo el entorno envolvente. Me descubrí observándome detrás del vidrio mientras que aquel que se reflejaba “como yo mismo”, bebía un café quizás ya frío. Era yo quien se encontraba sentado en la banca mecedora observando, con sumo detalle, cómo aquel que se reflejaba “como yo mismo” seguía mis vagos movimientos. Nada tenía sentido, mientras la banca mecedora daba vueltas a la realidad, aquel que se reflejaba “como yo mismo” desaparecía en la niebla envolvente y entonces se distorsionaba el insignificante pulso que me obligaba a mantener los ojos abiertos, ese insignificante pulso que me hacía esperar, con paciencia, el hecho de ser yo el indeciso reflejo impulsado a levantarse por una motivadora decisión tomada por aquel hombre reflejado. La niebla bajaba, desaparecía. El edificio, más inhóspito de lo común, aun albergaba algo de niebla enceguecedora. Yo bebía café desde la otra calle y miraba impaciente a ese otro que, hasta el momento, no sabía nada en absoluto acerca de lo que era realmente padecer un intenso sufrimiento en este entorno desordenado. Por desgracia, aquel que se reflejaba “como yo mismo” se había cansado. Era una cuestión de desaparecer sin que fuese percibido, siempre en las horas de la noche. Me encontraba en un estado de confusión, al verse

transformada no solamente mi identidad sino mi aspecto. Esperando siempre, con ansias, verme igual de convencido de que tenía un propósito, como lo hacía aquel que se reflejaba “como yo mismo”. El Nico Páez era mi apodo estético, me gustaba muchísimo más que mi nombre real, Patrick de Rotterdam. Nadie o casi nadie, a excepción de mi familia, me recordaba por ese nombre de procedencia engañosa, o al menos eso creía. Un día de tantos, estaba sentado bebiendo la tradicional copa de ajenjo en la calle Ernest Baltimore y dedicándome a observar el bello fenómeno de iridiscencia producido a eso de las dos o tres de la tarde, cuando una hermosa mujer de la alta sociedad -recuerdo que vestía una boina un poco desgastada y un fino traje oscuro- se acercó. Me dio la mano en gesto de saludo y dijo con voz meliflua:

- Mucho gusto, me llamo Miranda Pavlova, fue todo un placer escucharte relatar tan extraordinarias aventuras ayer en la noche, en el salón social. - ¿Salón social? ¿Aventuras? -, la miraba con gesto de confusión.

- Patrick de Rotterdam ¿no? -, me preguntó de pronto. Al instante demudé y dejé la copa medio llena.

Vicisitudes como aquella se prolongaron en repetidas ocasiones, en donde diversos personajes me saludaban y me daban a conocer su punto de vista acerca de cómo yo había convertido una simple noche en un grandioso momento. Era un periodo único, pensaba. Era un momento en el que sobre mí giraban los goznes del mundo. Aunque también era desconcertante el hecho de verme transformado en un hombre de mundo, envuelto de un misticismo encantador y en un baúl de historias sin fin; al menos eso me hacían creer. Días enteros me quedé en casa sentado en la banca mecedora, observando al otro lado de la calle, mi vago reflejo. Mientras observaba, trataba de darle un orden lógico a lo que extrañamente me venía ocurriendo. Fueron días de frustración, las piezas no encajaban, mi ahora popular rostro se veía sumergido en un mar de preguntas. Dejé de lado el asunto por un tiempo.

Un día, como cualquier otro, me dirigía a un fino restaurante en las horas del mediodía. Pensarían que habría dejado de lado las tantas inquietudes que me agobiaban; sin embargo, aun retumbaba en mi cabeza, inconscientemente, ese deseo fervoroso de saber quién era el hombre del momento, ese hombre que se hacía pasar por mí. De un momento a otro, ocurrió un infrecuente cambio de tono en las nubes. El cielo estaba lleno de arreboles. Aunque todo alrededor sostenía un tono rojizo, algunos rayos solares lograban penetrar mientras yo pasaba por las grandes vidrierías, y aquel que se reflejaba “como yo mismo”, para sorpresa mía, se veía atrayente. Ahora todo tenía sentido en mi cabeza. Aquel que se


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reflejaba “como yo mismo” era sumamente llamativo y recordé que siempre desaparecía en las horas de la noche, donde un tal Patrick de Rotterdam hacía de las suyas en diversos escenarios. Eran las 6:58, ya casi era de noche. En el momento en el que decidí confrontar mi ensordecedor reflejo, este se desvaneció. Corrí a casa, la situación ameritaba una vestimenta adecuada. Ahora trataría de resolver, en lo posible, una serie de incógnitas. Es digno de anotación decir que aquella noche llevaba mi más elegante gabardina. Le hice señas a un hombre corpulento para que parara su taxi, dicho hombre tenía un gesto fruncido, gesto que cualquiera interpretaría como un: “váyase a comer mierda”. Creo que el pobre hombre no había tenido sexo la noche anterior, por eso esa actitud, pero en el momento eso no importaba.

El plan fue esperar en frente de las grandes vidrierías a que aquel hombre que se reflejaba “como yo mismo” se manifestara. Observarlo detenidamente cuando se fuera e inmediatamente darme a la persecución. Una tontería ahora que lo pienso, pero resultó. Me encontraba un poco distraído dentro de aquel taxi, hubo un momento en el que me percaté de que mi indeterminado reflejo se encontraba también dentro de un taxi al otro lado de la calle, cuya placa fue difícil de descifrar. Seguidamente le dije al conductor, con voz desesperada, que siguiera al otro vehículo. Hubo un momento tenso y otro emocionante mientras nos hallábamos en plena persecución. Cuando mi dudoso reflejo se bajaba del taxi, yo hacía lo mismo con perfecta sincronía. Cualquiera pensaría que se trataba meramente de un hombre siguiéndose enfrente de una continuidad de vidrios o espejos, pero no. Mi misterioso reflejo era el éxito en carne propia y sabía que pronto iba a descubrirlo en su bien formado círculo social.

Patrick de Rotterdam, el aventurero infalible, así lo describían desde los rincones más apartados del lugar donde nos encontrábamos. A cada momento que pasaba, me daba cuenta de cuan exitosa, cuan prodigiosa era la vida de este personaje de quimera. Era casi una deidad, siempre admirado por todos. Las personas de su círculo social, tan solo con escuchar su nombre, pensaban que era un hombre interesante, ¿y cómo no? Con tan solo escuchar Rotterdam hacían referencia a ese reconocido humanista holandés que escribió su nombre en la historia gracias a su ensayo Elogio de la locura. Se decía que era el alma de una buena fiesta, pues ninguno como él para hacer ambiente. Se decía a grandes voces que un personaje tan interesante podía proceder posiblemente desde el más infortunado garito de gente no educada, todo era cuestión de ingenio. Así, mil mitos más giraban en torno a Patrick. Se murmuraba que el hombre del momento ganaba su vida como barbero, camarero, barrendero y otras tantas profesiones no tan interesantes. El punto era que su forma de pensar, meticulosamente bien ingeniada, lo había llevado hacia el triunfo. Ahora viajaba continuamente al extranjero, se había vuelto un reconocido crítico de arte. Casi nunca faltaba a eventos de cultura, pues ¿qué sería de un evento sin ese ingrediente faltante, sin Patrick? Me sorprendía la manera como todos los presentes se asombraban con tantas incongruencias relatadas; y más aún, me sorprendía

esa convicción que poseía Patrick para relatar, me sorprendía ese nivel de elocuencia con el que se dirigía al vulgo que pretendía ser culto, educado y estilizado. Patrick era todo un desgraciado y nadie más que yo iba a ilustrar la verdad sobre ese inepto que gozaba de una gloria no merecida. Nadie más que yo sabía que el desgraciado solo recordaba episodios de extensas lecturas junto al estante de libros que lo transportaban quizá a lugares imaginariamente sorprendentes. Nadie más que yo sabía que los libros Crítica a las consideradas Bellas Artes, La guía a sorprendentes lugares suprasensibles, La cultura como medio y La llegada del idioma universal a Europa, habían sido los detonantes de esa convicción quizá efímera, pero largamente interiorizada. El infeliz aún se encontraba siendo el centro de atención en lo que se podría llamar una convención de gente ingenua y yo no lo iba a permitir más. Algunos dirán que fue envidia, pero ante todo era un deseo reprimido de justicia.

- ¡Eh, viejo! ¡Qué sorpresa! -, dije con voz aduladora. - ¡Eh, viejo! ¡Qué sorpresa! -, replicó enseguida. Yo miraba a la multitud con lo que supuse tranquilo desdén, mientras me oían hablar y el miserable solo repetía y repetía para hacerme quedar como un tonto. Salí inevitablemente irritado del lugar, con cerveza en mano, tratando de idear una forma efectiva para llamar la atención de Patrick y candorosamente acabar con todo ese embrollo. Encendí un cigarro, ese humo sugerente ejemplificaba perfectamente el estado en que se encontraba mi pensamiento, desmesuradamente opaco. Pero el aire aclaraba mi perspectiva, dándome una idea de cómo solucionar el problema. Me sentí satisfecho al haber sido la botella vacía de la cerveza que sostenía en mi mano, la solución para romper en pedazos un reflejo engañoso, un reflejo impreciso de procedencia ininteligible. Seguí mi camino de vuelta a casa. Me senté en la banca mecedora sumamente tranquilo y, cuando observé nuevamente, con altísimo detalle a aquel que se reflejaba “como yo mismo” al otro lado de la calle, irremediablemente supe que nunca me podría liberar de esos brochazos de surrealismo en que me veía enmarcado en cada lienzo ficticio.





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SUEÑOS E

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Por: Sara Velásquez

Villanueva era la ciudad que más le fascinaba visitar a Mateo, en ella podía salir de la realidad que estaba viviendo y transformar su entorno en los más placenteros momentos. Un mundo que solo existía en sus sueños, pero que vivía con tanta fuerza que le daba la sensación de ser su propia vida, tanto así que, cada vez que despertaba, era una locura para él. Sentía una inmensa desesperación en las horas que tenía que levantarse a comer. Se podría decir que era como una droga que lo mantenía fuera de la existencia física. En su mente, Villanueva era un paraíso de contrastes de colores y sabores, nada era coherente con lo que pudiera existir en la tierra. La fachada de la casa era de un tentador chocolate blanco, sus ventanas eran corazones de galleta, su puerta un largo gusano azucarado. Además, en el cielo, se encontraban las pomposas nubes de algodón y una enorme naranja que daba brillo a las montañas de limón. Los habitantes de esa pequeña ciudad siempre tenían una enorme sonrisa en forma de sandía y eran cordiales entre sí. La última vez que supe algo de sus historias fue cuando lo visité en el hospital mental. El día que autoricé, como su esposa, que le realizaran una lobotomía para que nunca más saliera de su mundo y no recordara sus atroces guerras contra el pueblo alemán.


Por: Elías Mejía Escritor y Poeta eliasmejia2000@yahoo.com

CARTA NÚMERO DOS (inédito)

Sé que no cambiarás de parecer; que deseas continuar tu destino de cascada, convirtiéndote en espuma contra las piedras mientras bajas, incontenible, por entre las sinuosidades del río, dejando jirones de agua en los musgos, perlas evaporándose en las hojas. Al fin sé vanos mis esfuerzos por hacerte mía, pero ya no duele como al principio; ya no duele así, en el pecho, y la obsesión de contener tu ímpetu no me enceguece: apenas siento el murmullo de un dolor que fue. Yo también soy el agua. Mis pies de agua fueron arrastrados por la corriente de tu vida. Fui tu afluente. Sentí tu inevitable succión. Me adelgacé, me estiré y al caer en la fuga de tu presente, mis lágrimas dejaron limo en la porcelana. Adiós, pero regresa, cuando el lecho del río de la vida no pueda maltratarte más y las ansias de aventura no colmen tu vida.

Pasa por aquí: por donde medita el remanso. Visita el lecho de las aguas quietas. Habrá amistad, abrigo, pan… o besos. Adiós: un mantram para no acostumbrarme al olvido.

HOJA DE DIARIO

Tengo un amigo violinista. Nunca me ha permitido escuchar un acorde tocado por sus manos. Pasamos largas horas en cambio jugando a los naipes, a veces en asquerosos garitos repletos de patanes, en medio del ruido, y sometidos a los recíprocos desaires que acompañan nuestras alternativas derrotas. Yo observo —con admiración implícita— cómo sus dedos de músico acarician el abanico de las cartas acomodando un trébol.

EGO ROCK, JANIS Me erijo dios de mi pueblo, dios de mi ciudad, de hoy en adelante mi nombre debe ser escrito con letra mayúscula, mínimo la primera. He subido a las tablas, escribí los poemas, me exhibí en los bares y me extrovertí en las pistas de baile de las discotecas. Mentí con gracia y sabiduría; traté de ser noble con aquellos a quienes consideré mis inferiores; bebí de todos los licores y acíbares y aspiré polvos y humos mayores y menores sin importarme el mal decir de los otros, para curarlos mediante el reflejo de su propia miseria. Aunque las consabidas buenas costumbres con su carga de madres hipócritas de moralistas iletrados y de policías obtusos afirman que soy una basura, digo que, aun así, la palabra basura cuando a mí haga referencia, debe ser escrita con letra mayúscula, mínimo la primera.


Por: Daniel Moreno López Poeta Contacto: danielmorenol@hotmail.es

El asesinato del deseo muerta la guía la sexualidad del psiquiatra se trunca y descansa la familia

Fotofinish Fotofinish Fotofinish Fotofinish Un presidente sin control (incontrolado) Un criminal sin control (descontrolado)

Si el enfermo está tranquilo respira ciudadano come tu comidita que tu mundo soltó al muerto bajo el huracán Y duerme, y suspira con calma mirando la fotocopia del insecto que se repite y repite sus alas relamidas por falsos halagos

Y claro, al final sonríe que la sexualidad se para que el presidente come que el deseo cadáver ya no mata que el mundo intranquilo respira que el presidente controla, ciudadano que el criminal muerto ya no relame que el presidente se repite en halagos de familias descontroladas Sonríe al final, insecto, que si lo falso se repite no te suelta, todo está controlado.

Los poemas seleccionados hacen parte de dos de los libros publicados por el poeta Moreno. El poema Fotofinish, hace parte del libro La ciudad y sus bestias (2011, Caza de libros). Los poemas No sé dónde nací y Desde arriba, hacen parte del libro Piedra en el agua y otros poemas (2016, Unidad Central del Valle del Cauca – UCEVA). Por último, el poema Ahí vamos Gustavo, ahí vamos (fragmentos), es inédito.


E D S D A B IB No sé dónde nací Yo no sé dónde nací ni cómo no sé si llovía o el mundo era un horno de la ira de Dios

no conozco el color de las manos que alzaron mi roja esperanza, la mirada de la partera, sus dientes o el espacio entre ellos, su oscura inquietud ante la vida

no conozco la temperatura en las paredes, en el piso o en las telas, no conozco el color

no conozco la textura o la composición de los elementos o del terreno ni las palabras, tarareos de hombres -si alguno había, si acaso alguien estaba no sé cuál es el punto en el mapa del universo activado en mi nacimiento

no conozco la soledad de la mujer partida cuando nací (demasiado perdida hoy entre calles piedras o nubes, demasiado extraviada como para una palabra) Yo no sé dónde nací pero le creo a la poeta que me dijo tienes la mirada del escorpión entonces miro


E ES D A B Ahí vamos Gustavo, ahí vamos

Desde arriba

(soliloquio del que se encuentra en una casa vacía) Habrán colgado el cielo las estrellas del sueño el sol

Habrán puesto sus mañanas un paisaje abierto, los habitantes habrán tenido fe, ningún impostor hundiría la nariz en su felicidad Habrán colgado allí la dulzura la mirada de los amigos su sana envidia, allí, alta en la puntilla Habrán colgado el amor el futuro amarillo para el hijo el deseo que hoy no es más que eso, habrán sujetado la seguridad

La cabecita de la puntilla otea el aire, espera sin acecho, mira desde arriba

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Ahí vamos Gustavo, ahí vamos (La tinta no secó, y todavía queda tanto por decir…) Tráeme la noche a este día

no se soporta el brillante vacío del cielo sin misterio

Tráeme la noche y así parar los rezos y dejar de escapar y dejar disparar a los niños, adrede sus guitarras metafísicamente eléctricas y amarillas Tráeme la noche sin revolución de alas ni lunas ni bailes enmascarados en mañanas de plata Sólo tráeme la noche, tráeme del otro lado, no puedo estar despierto más sin verla

IV

Supe ocultarme bien, casi desaparecer

no persiste la comida fresca

La ciudad calla en su furia grita en su inconsciencia constante chilla y se despedaza va y va vuelve y no está pero está

la casa, aquí, ni siquiera tomada la puntilla que otea sola desde arriba

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No encuentra a los moradores no encuentra a la familia no escucha ninguna música no cosquillea el polen libre del árbol en la entrada no sostiene el vaivén de planetas fluorescentes que bailan los ojos del niño

no riman la tranquila ternura y el irse abrupto la irrupción de una orden ajena y lejana, desde arriba el desplazarse cosas y gentes la permanencia y mi paso ligero por esta tierra

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Vuelo y voy, permanezco aquí y allá, extraño la tierra prefiero la noche

Prefiero esta noche sin furia en mi desaparecer, como una flecha azul que arrastra como un viento simple que dice como galope limpio, fuerte, natural como el jinete voy con mi antifaz eléctrico con mis cuerdas voy libre de la caída del movimiento Supe ocultarme bien casi desaparecer escapar de la furia y ver


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Por: Jos é Eu g enio M o nt oya Direct or y r ea l iza d o r a ud i ovi s u a l Contacto : zo r ro p u r p u ra @ h o t m a i l.co m

Creo que el cine, las películas, y la magia siempre han estado estrechamente asociados. Las más tempranas personas que hicieron la película eran magos. Francis Ford Coppola

En el ejercicio cinematográfico se da una mística confluencia de literatura, pintura, teatralidad y música, es un cubilete donde todo cabe: las formas, las profundidades, lo surreal, y hasta lo verdadero, se funden a veces entre la claridad y las sombras, provocando un fuego donde es necesario arder. ¿Podría existir algo tan mágico como contener el tiempo y el espacio en una película? ¿Acaso tejer los sueños con la realidad mediante la luz? ¿Tal vez exorcizar el alma con la imagen en movimiento? Magia, eso es para mí el cine. Recuerdo aquellos matinés en el teatro Yarí de Calarcá, cuando siendo un niño entraba de la mano de mi padre a ese salón donde, en una especie de ritual colectivo, un grupo de personas nos congregábamos para gozar de una película, de la aparición de una historia que algún director necesitaba emanar luminosamente a través del celuloide. Sentados frente a una gran pantalla en la oscuridad total, los murmullos de los presentes eran acallados por el galopar preciso del proyector que se encendía, mientras aquel chorro de luz formaba imágenes que cobraban movimiento en nuestras mentes, se abría entonces una ventana a nuevas dimensiones

posibles e imposibles. Esto me pasó con “Furia de Titanes” (1981) del director Desmond Davis. No sé si esta fue la primera película que vi, pero si es la que más recuerdo. En ella, personajes mitológicos como el Kraken, la Medusa, el Cancerbero, el Pegaso, entre otros, tomaban vida, mientras el niño casi obnubilado por lo onírico de aquel vuelo se preguntaba con admiración y asombro cómo era posible tan hermosa hechicería. Nunca dudé de lo real en aquella ficción, y si bien la realidad supera la ficción, es mediante esta que podemos poetizar nuestra realidad inmediata. Desde aquel encuentro casi esotérico, presentía y anhelaba hacer algo cómo aquella película. En aquel entonces pensaba en lo grandioso y divertido que podría ser, pero jamás se me pasaría por la cabeza lo poderoso y valioso que el cine es para la sociedad y para quien lo vive. Pues bien, pasarían años, cuando ya siendo un adolecente, tuve en mis manos una cámara de video. El hermano mayor de mi mejor amigo compró, en el año de 1992, una videograbadora Hi8. Aún recuerdo la fascinación que me producía aquel artefacto. Como


una pandilla sedienta a la acción, los mejores amigos esperábamos la noche. Cuando el hermano y toda la familia dormían, era el momento propicio para encender aquel juguete y grabar nuestras primeras películas que no eran más que otra manera de jugar y persistir en ser niños en la creación de mundos e historias. En aquellas grabaciones quedarían capturadas las risas del instante, los intentos de volar, las historias de nuestras fantasías, el sueño. No fui consciente hasta muchos años después de lo importante y significativo que fueron esos episodios, cómo afianzaban nuestra amistad, cómo nos incitaban a crear, cómo se convertían en discursos con un lenguaje propio, cómo capturábamos el momento de la alegría y la complicidad en un acto que, como el juego mismo, iba enmarcando nuestras esencias, hoy son nuestras memorias de un tiempo que se resiste a desaparecer. “Sólo en nuestro interior podemos ser libres” dicen algunos, pero yo entendía, a través de esa cámara, otra manera de liberarnos. Luego comencé mis estudios de comunicación social y periodismo, quizás perdido sin comprender para qué estudiaba, o quizás con el anhelo romántico de acercarme de nuevo al cine y el video, al juego. Estudiar fue algo más intuitivo que deliberado, pero definitivamente acertado en esa búsqueda espontánea por entender mejor el significado de ser. Durante ese tiempo maravilloso y bohemio tuve el placer de habitar un estudio de televisión, de iluminar, de editar, de componer, de enredarme profundamente en la técnica de lo que tanto amaba. Estando allí, exploré con la cámara, con las luces, con el arte, con el sonido, con los efectos de edición, cada situación afianzaba más una especie de obsesión placentera con la imagen en movimiento. Sería el momento de conocer grandes directores, nuevas maneras de contar historias, estilos y géneros, y así llegaría a mi vida el documental, otra manera de narrativa que ocuparía gran parte de mi necesidad creativa; entendí que era una herramienta poderosa para comunicar la realidad, otras realidades, de contar historias verdaderas, de eso que sucedía en las vidas de las personas. Hoy ya no sólo veo en las películas aquellas realidades, hoy registro con mi cámara las cosas y situaciones que voy descubriendo en mi andar. En el ejercicio documental he vivido la miseria humana, así como su dignidad. Pude recorrer parte de un territorio que es nuestra herencia, comprendí de manera experiencial el contexto de una Colombia oculta, invisible y olvidada. Gracias a este oficio he podido entender que hay otra cara, que como pueblo tenemos una herida y que es necesario para todos como sociedad entenderla y sanarla. Fue ahí cuando supe que

el cine era más que un “cuentacuentos”, que podía ser la memoria de los hechos, el reflejo de lo que somos, la voz de quienes no son escuchados, una herramienta política y poética para curar la herida sin esconderla. Hoy nuestro país vive un caos, se siente en las redes, se siente en las calles, lo dicen los medios internacionales, es evidente y palpable a cada día. Estamos, como sociedad, amenazados en una encrucijada decadente; sin embargo, y aunque es una realidad latente, algunos lo niegan, en gran medida por la irresponsable información a la que nos someten. Es decir, ¿es posible creer que fumigar con veneno sea positivo?, ¿es posible aceptar y validar el asesinato de líderes sociales, de chamanes, de profesionales, de maestros?, ¿es posible creer que el fracking sea responsable?, ¿es posible considerar cambiar los páramos, nuestras despensas de agua fresca y limpia por metal?, ¿es posible callar la verdad y alentar la guerra?, ¿es posible creer el cuento de que la guerra es mejor?, ¿es posible validar la muerte?; pues parece que en este país sí es posible. Como sociedad, parecemos perder el norte, existe una distorsión esencial sobre lo verdaderamente importante. Como si nuestros egos se sobrepusieran a la verdad, aprobamos la corrupción a costa de intereses particulares y no comunes, esquivamos el significado claro de conceptos fundamentales: la vida, la felicidad, el bienestar, el perdón, entre muchos otros, se desdibujan por la polarización obcecada y extrema que nos condena a retornar al pasado, a nuestra violencia cotidiana, a no evolucionar, a sentir miedo al cambio, a perpetuarnos en una sutil decadencia. Muchas comunidades han preferido la verdad en lugar de la penalización, y eso quizás resulta más sanador que asesinar o combatir al enemigo, saber qué pasó con mi hijo resulta más poderoso que saber quién lo mató. Perdonar no es fácil, pero es necesario para crecer. Hoy se nos escapa una posibilidad única e histórica de mejorar como nación; se evapora la certeza de una paz que, si bien no será perfecta, definitivamente sería mejor o por lo menos diferente a lo que siempre hemos vivido. La violencia de la etiqueta nos abruma, si nos manifestamos en favor de la vida somos etiquetados, si expresamos nuestro desconcierto somos etiquetados, si preferimos las selvas limpias y vivas somos etiquetados, si marchamos en defensa del agua y nuestro territorio somos etiquetados, si decimos lo que pensamos somos etiquetados, ¿hay alguna lógica que pueda explicarlo? La desinformación rampante y manipulada. En este momento el cine y el audiovisual se vuelven herramienta de construcción, de memoria, de reflexión, se tornan en la posibilidad de dibujar y escribir con luz nuestra historia, una magia necesaria para reconocernos a través del tiempo, donde las voces silenciadas toman fuerza y son eco en el presente, donde el oficio del cineasta construye patria y sociedad.


M U I LA MUICA: SOBRE VOCES SILENCIADAS Y DEUDAS HISTÓRICAS

Entrevista a Ángela Ramírez Por: Lisa Colorado Profesional en filosofía Contacto: lisacolorado20@gmail.com

El 21 de mayo, Día de la Afrocolombianidad, Ángela Ramírez1 habló con Conjuro acerca de la Muestra Itinerante de Cine Africano (MUICA), realizada por la fundación OTROSUR con el objetivo de conmemorar el sentir y el ser afro, esa deuda histórica y esa necesidad de denuncia: entender cómo resuenan las voces silenciadas ante las historias mal contadas o tergiversadas en favor de unos pocos. La muestra se realiza en Cali, Bogotá y Cartagena; además de una ciudad itinerante, cada dos años. Su misión es crear lazos directos para el intercambio de información y el conocimiento de lo que se está haciendo en ambos continentes en relación con el cine. L.C: Al buscar información sobre la MUICA sobresale el logo de la fundación OTROSUR, que llama mucho la atención porque, si se hace el paralelo entre Sudáfrica y un país como Colombia, da la sensación inmediata de que se está hablando de otros sures… ¿Qué es OTROSUR? ¿Surge a la par de la MUICA?

A.R:Son parte del mismo proceso. OTROSUR es una organización independiente que nos vimos en la necesidad de crear cuando empezamos a trabajar en las muestras y debíamos decir quién las organizaba. Inicialmente, nos llamamos “Colectivo Sur”, y ya cuando empezamos a traer películas africanas, dijimos: “Bueno, creémosle un nombre [...] No queremos llamarnos festival porque no queremos meternos en la vaca loca de hacer una competencia, poner premios, traer jurados, por eso se llama Muestra Itinerante.” Lo que queremos es que esas películas roten, y hemos evidenciado que es una deuda histórica no solo en Colombia, sino en toda Latinoamérica. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que, prácticamente, la MUICA es el único espacio de difusión de cine africano

en Latinoamérica. Entonces fue por ahí que dijimos que OTROSUR funciona, porque permitía abrir una ventana al pasado colonial que compartimos, además de ser una oportunidad de vernos y entender nuestra historia a través del otro. Es decir, a todos en Colombia, en el colegio, nos dicen “llegaron los españoles a civilizarnos”, pero nunca te dicen la masacre que hubo. Entonces, llegó, gracias a la tecnología, la hora de comunicarnos y entender muchos temas que fueron silenciados. L.C: Tú decías que una de las cosas que plantea la muestra es cómo nos pensamos como sociedad. Hay algo muy interesante y es que la MUICA se proyecta en Cali, Bogotá, Cartagena, y este año en Buenaventura. ¿Cómo ha sido la recepción de la muestra, especialmente en Cali?

A.R: Sí, decidimos hacer la muestra en tres ciudades. Bogotá, por ser la capital, reúne tanta gente de todo el país, y lamentablemente seguimos siendo un país centralista. Mas, la prioridad es que estos contenidos vayan a poblaciones afrodescendientes, sin que deje de mostrarse a otros públicos: públicos mayores, citadinos, privilegiados, colegios, universidades privadas, que, aunque creeríamos que tienen más acceso a este tipo de información, pues no, y es importante que también dimensionen estos temas. Decidimos hacer la MUICA en mayo porque es el mes de la herencia africana en Colombia, porque un 21 de mayo se “abolió” la esclavitud. Y hago las comillas, porque opino que no hemos salido de la era colonial, seguimos siendo esclavos del norte. En los auditorios, después de las películas proyectadas, se evidenciaba que la gente necesita hablar, como que piden a gritos llenar su vacío histórico. La población negra que hay en el continente entra por Cartagena y yo puedo decir que percibí que a la gente se le nota ese dolor acumulado. Es increíble cómo la gente se apasiona. Cartagena tiene una dinámica totalmente diferente a Cali y Bogotá, esta ciudad no tiene una sala de cine independiente y la Cartagena real no es el centro histórico. Entonces las demandas y la dificultad para la MUICA de llegar a la periferia de la ciudad es un desafío en términos de transporte, logística, presupuesto; muy diferente a lo que pasa en Bogotá, donde hay mejores posibilidades de transporte, donde evidentemente hay más de una sala de cine independiente, donde hay un público formado. En Cali, hay una sala de cine independiente con la que siempre contamos que es la cinemateca de la Tertulia

L.C: Cali es una ciudad que se jacta mucho de sus herencias africanas y de conservar un patrimonio que, a veces, no se evidencia en el día a día. ¿Realmente, los caleños tienen una recepción más marcada de este tipo de muestras? Y, partiendo del mito acerca de que Cali es la ciudad del cine, ¿cuál es su perspectiva al respecto? A.R: Mi perspectiva respecto a que Cali es la ciudad del cine es que, como bien mencionas, es un mito. Y como todos los mitos, es una idea que surge y que alguien verbaliza, y otro la copia y la repite, y así sucesivamente


S UI O hasta volverse una realidad en el imaginario de la gente. Fue algo que evidencié, sobre todo, con la producción que hice un año del FICCALI (Festival Internacional de Cine de Cali). Y pasa no sólo con el cine, sino en general con la cultura, con la industria cultural. Pareciera que en Cali pasan muchas cosas a nivel cultural, pero todavía al caleño promedio le cuesta invertir en cultura. A no ser que sea, lamentablemente, un reggaetonero, o en la feria de Cali, pero para una boleta de cine, o un concierto de guitarristas, es difícil que la gente le apueste a eso. Entonces nosotros, como organizadores de la muestra, somos conscientes que no todo el mundo está dispuesto a pagar la boleta y por eso la mayoría de nuestras proyecciones son abiertas al público, porque es un cine nuevo, porque consideramos que debería ser visto. La idea de Cali como la ciudad del Cine ha surgido con el grupo de Cali, que realmente ya no está. Y hay mucha gente caleña haciendo cine, pero fuera de Cali. L.C: En Cali, sin embargo, hay muchas muestras y muchos festivales de cine. Desde esa perspectiva, ¿cuál consideras que es la función del cine en Cali? ¿Crees que estos festivales sí están planteando objetivos claros de impacto en la cultura de la ciudad?

A.R: Dentro de mi experiencia, la intención de la MUICA sí es abrir conciencia a nuestra historia. Sea la película que sea que mostremos, debe ser un vehículo para hablar de la historia, y reflexionar, y sembrar dudas, y crear conciencia en la gente. Sin embargo [...], a veces siento que hay una presión, principalmente en el caso de los proyectos que están vinculados al Estado. Y puedo entender eso, porque lamentablemente las dinámicas de las organizaciones, o las alianzas que esos proyectos tienen, obligan que el proyecto a veces esté enfatizando en llenar las listas de asistencia del Ministerio de Cultura o dar cifras exorbitantes, y no estamos pensando realmente esto pá’ dónde va, qué objetivo tiene. Venga hablemos realmente con la gente. Yo siento que a veces priman más los contenidos y no adónde llegan, y por eso creo que los festivales o muestras deben reflexionar más sobre la distribución de su programación. Entonces, eso implica plantear una reflexión ética, una visión o proyección de “¿eso pá’ qué?”, partiendo de la conciencia de todo lo que puede hacer una imagen en el cerebro de alguien que la ve; y, en Colombia se está replicando la idea de que lo que vende es el porno y las matanzas y las drogas… En el caso especial de la MUICA no hacemos esto por llenar las expectativas estéticas de un grupo de gente, sino que tiene una visión más profunda de entender un silenciamiento histórico que nos compete, y [creemos] que parte del caos que vivimos ahora es por ese desconocimiento de cosas como de dónde venimos, por qué somos sociedades mixtas, por qué nos parecemos tanto a África. Nos propone, además, reflexiones sobre cómo romper también con ese mito elevado de “somos África y venimos de África”. Entonces, se trata también de decir nuestro link con el otro sur, nuestro link con África trasciende el hecho de que haya habido una población grande negra africana traída como esclavos a América. Claro, eso es evidente y esa es la deuda,

además, de la que hablo. Pero también hablo de esa deuda que está en el desconocimiento de que en África también hay gente blanca que ha atravesado procesos de colonización complejos y que por ser sociedades que han pasado por procesos coloniales, hoy por hoy son sociedades idénticas,con los mismos desafíos económicos, los mismos vacíos sociales y culturales, con la misma dependencia del norte; además porque no hemos salido de esa dinámica colonial, sólo se le ha cambiado el nombre, pero es lo mismo: seguimos dependiendo, el norte sigue extrayendo nuestros recursos naturales y nuestros recursos de todo tipo.

Sin duda, el cine tiene que apostarle a llenar esos vacíos que nos están dejando los medios masivos, que nos están engañando, que nos están distrayendo. Pero siento que, en general, en Cali caemos mucho en cumplir expectativas de nuestros patrocinadores, expectativas de un modelo de películas, en inflar números para aumentar las estadísticas de asistencia de la gente, y no hay realmente una visión de lo que queremos con esto. L.C.: ¿Cuáles consideras que han sido las reflexiones constantes en esas tres muestras, para la fundación OTROSUR?

A.R.: Tengo una imagen de Bogotá con una actriz que se fue a ver casi todas las películas. Al final, ella lloraba porque es como un sacudón para todos sin importar el estrato, las edades, en todas las ciudades. Es como cuando uno tiene un dejà vú y la sensación que uno tiene es como “yo siento que esta información existía de alguna manera y la estoy recordando”. Se habla tanto y se alardea tanto de nuestra herencia africana. Pero hay un desconocimiento profundo: ni siquiera sabemos los nombres de los países, no sabemos que fueron colonias de Europa, no sabemos que hay gente blanca africana. Entonces lo que siento es que la MUICA hace que todo tipo de público reaccione y se auto-cuestione..

Las historias africanas, las más profundas, nos recuerdan eso: el trabajo en común, que también somos naciones empobrecidas, en el sentido de cómo nos han hecho sentir y cómo nos han usado. Sin embargo, creo que ahora estamos en una especie de despertar y la gente cada vez tiene más herramientas para hablarlo. Si el arte no está para reflexionar, para abrir conciencias, para crear lugares fantásticos, a través de los cuales ver ese lugar en el que vivimos, entonces no estamos en nada. Por eso dentro de la curaduría de la MUICA siempre buscamos, primero, diversidad tanto geográfica como de formatos: documental, ficción, animación, falso documental, ciencia ficción, western.Que haya un salpicón que hable de esa riqueza creativa. Pero también tratamos de elegir películas que toquen temas que sean muy evidentes, que tengan un link con lo que nos pasa y eso realmente es muy fácil. Pasa que todas presentan temas que nos tocan en Colombia o en este otro lado del Sur.

Ángela Ramírez es comunicadora audiovisual y docente de producción audiovisual, se ha dedicado mucho tiempo al documental. Ha vivido en Sudáfrica y Cartagena de Indias. Es docente y miembro de la Fundación OTROSUR. 1


COLORES, EL PASADO QUE VEMOS Por: Oscar Andres Naranjo Montoya Físico - Estudiante de doctorado Universidad de Duisburg-Essen Duisburgo, Alemania. Contacto: oscar.naranjo@uni-due.de

hornos microondas para calentar alimentos, los rayos X usados en los hospitales para ver nuestros huesos, el calor del fuego que arde, la radiación ultravioleta que nos broncea en la playa, la radiación infrarroja de los visores nocturnos, los rayos gamma producidos por elementos radioactivos o procesos subatómicos, y la luz visible, son diferentes tipos de ondas electromagnéticas que, en su conjunto, forman el espectro electromagnético. Estas ondas, que se pueden entender como vibraciones, transportan energía a través del espacio, y cuando viajan en el vacío, son lo más rápido del universo. La principal fuente de radiación electromagnética para nuestro planeta es el sol, de él nos llega radiación ultravioleta, infrarroja y luz visible. Esta última, se compone de todos los colores y es la pequeña porción del espectro electromagnético que el ojo humano detecta y nos permite ver. La luz visible que nos llega del sol es blanca, y la luz


y si son iluminadas con luz naranja se ven naranjas, como en el caso de los atardeceres. Finalmente, cuando va a llover, las nubes se tornan grises porque las gotas se vuelven tan gruesas o densas que la luz difícilmente puede pasar a través de ellas.

blanca es a su vez la mezcla de todos los colores. Esto se puede comprobar fácilmente haciendo pasar un haz de luz a través de un prisma, donde el haz es refractado al cambiar de medio, y cada uno de los colores que lo componen experimenta una desviación diferente. El rojo, por ejemplo, experimenta la menor desviación, seguido por el naranja, el amarillo, el verde, el azul, el añil y el violeta que experimenta la mayor desviación. Una vez dispersados, los colores se hacen visibles individualmente, como se muestra en la famosa portada del álbum The Dark Side of the Moon de la banda Pink Floyd. Otra prueba de que la luz blanca se compone de todos los colores es la formación del arcoíris, que se puede ver cuando la luz solar pasa a través de gotas de agua que se encuentran en la atmósfera, y éstas, actuando como prismas, descomponen la luz en todos sus colores. Para que una parte de la luz, que es emitida por el sol, llegue a la tierra, debe recorrer ciento cincuenta millones de kilómetros, lo que le toma aproximadamente ocho minutos. En efecto, cuando vemos al sol, lo que realmente vemos es una imagen de cómo lucía ocho minutos antes. Para ilustrar esta situación, imagine que tiene en su mano un interruptor que apaga el sol y usted lo acciona ahora mismo. El sol se apagaría inmediatamente cuando la señal del interruptor haya llegado a él, pero desde la tierra lo seguiríamos viendo ocho minutos más, que es el tiempo que le tomará a los últimos rayos de luz, provenientes del sol, llegar a nuestros ojos. Así pues, en términos de ciencia popular o divulgación, el sol se encuentra a ocho minutos luz de la tierra. Una porción de la luz del sol que llega a nuestro planeta es esparcida por la atmósfera en un proceso conocido como esparcimiento de Rayleigh. En particular, los componentes azules interaccionan con moléculas presentes en el aire, en su mayoría nitrógeno, y son esparcidas en todas las direcciones, algunas de ellas llegan a nuestros ojos creando la imagen del cielo azul que vemos la mayor parte del día. Debido a la forma geoide (esférica y achatada hacia los polos) del planeta, cuando el sol está en el horizonte, la luz tiene que viajar mayores distancias dentro de la atmósfera, y cuando finalmente llega a nuestros ojos ha dejado atrás, por esparcimiento de Rayleigh, la mayoría de sus componentes azules, y solo vemos los tonos amarillos, naranjas y rojos que caracterizan los amaneceres y atardeceres. Las nubes a su vez esparcen todos los colores por igual, por consiguiente, cuando son iluminadas con luz blanca se ven blancas,

Una vez la luz ha penetrado la atmósfera terrestre, y una parte se ha esparcido en el cielo, incide sobre todo lo que haya a su paso. Montañas, casas, animales, plantas..., reflejan la luz que les da sus colores característicos y se hacen visibles cuando esta luz llega a nuestros ojos. A modo de ejemplo: podemos ver que las hojas de las plantas se ven verdes porque en ellas abunda un pigmento llamado clorofila que toma la luz solar necesaria para la fotosíntesis. En este proceso, la clorofila absorbe todos los colores, excepto el verde, al que refleja en todas direcciones y da a las hojas su color característico. Así, podemos ver objetos verdes porque envían hacia nuestros ojos componentes de luz que forman colores verdes; objetos de color amarillo porque componentes de luz que forman colores amarillos llegan a nuestros ojos después de reflejarse en ellos, y la misma lógica se aplica a los colores de todos los objetos que se hacen visibles al ser iluminados. A diferencia de los objetos blancos, los objetos negros tienen la propiedad de no reflejar ninguna de las componentes de luz que incide sobre ellos. Es decir, absorben todos los colores, incluida la luz infrarroja. Teniendo en cuenta que los colores son luz, que la luz son ondas electromagnéticas, que las ondas electromagnéticas transportan energía y que, en la mayoría de los casos, al ser absorbida, esa energía se transforma en calor, podemos entender por qué los objetos negros se calientan más que los blancos cuando están expuestos a la luz solar. Esto explica, entre muchas cosas, por qué todavía hay glaciares en Colombia. Llegados a este punto, usted debe saber que todo lo que vemos, sin excepción, es luz que llega a nuestros ojos. Así pues, si usted está leyendo una versión impresa de este artículo en un lugar iluminado con luz natural, específicamente con luz solar, está asistiendo y siendo parte del fin de un recorrido de ocho minutos que ha hecho una porción de luz desde el sol hasta la Tierra. Un recorrido en el que ha dejado algo de su energía en el cielo tiñendo la atmósfera de colores, ha incidido en estas páginas para dar forma a estas letras reflejándose hacia sus ojos y creando imágenes de estas palabras en sus retinas. Y es ahí, en sus retinas, dónde esta luz termina ese largo viaje, viaje de ciento cincuenta millones de kilómetros que ha hecho posible leer este artículo bajo condiciones de iluminación natural. Germinamos de una ciudad que pareciera ser


D i g n i f i c a r n u e s t r o

PATRIMONIO HÍDRICO

Debemos pasar del asombro y desconcierto a la INDIGNACIÓN, solo así provocamos el cambio.


Lic. Biología y educación ambiental Magister en educación. Docente e investigador Contacto: lcserna@uniquindio.edu.co El derecho al agua potable y al saneamiento es un derecho humano reconocido internacionalmente en 2010. Al respecto, la Asamblea General de la ONU afirma que “[…] el derecho humano al agua potable segura y al saneamiento derivan del derecho a un nivel de vida adecuado, y está inextricablemente relacionado con el derecho al más alto nivel asequible de salud mental y física, así como al derecho a la vida y a la dignidad humana”.

participan en la destrucción de nuestro patrimonio hídrico con los vertimientos directos, la grave amenaza de centrales hidroeléctricas que se presenta para los municipios cordilleranos. En esa perspectiva, todo este conjunto de situaciones nos obliga a levantarnos como ciudadanos conscientes y poner freno a esta grave afectación impulsada por un programa de gobierno departamental que beneficia a quienes usan el cargo público para enriquecer sus empresas familiares, en pleno detrimento del bienestar común. Razón por la cual es preciso que denunciemos a quienes atentan contra nuestro territorio estableciendo negocios que destruyen nuestro patrimonio hídrico.

Hay una grotesca desproporción entre la influencia profunda que nuestros gobernantes tienen sobre nuestras vidas y la escasa atención que se les presta a las necesidades básicas ciudadanas. En respuesta, las organizaciones sociales en Colombia defienden la conservación de páramos (hoy contamos con la ley de páramos) y de las fuentes hídricas que hacen posible la disponibilidad del agua en nuestro territorio, donde la idea del desarrollo económico, el cual concibe al agua como servicio ambiental soportada en el “progreso y desarrollo” para unos pocos, tiene esta doble característica. Ahora bien, progreso y desarrollo contraen el presente con relación a las necesidades básicas insatisfechas de quienes habitamos nuestro departamento; y uno de esos factores es que el paisaje se vende a costos que solo algunos tienen la capacidad de comprarlo sin tener en cuenta las determinantes ambientales, la capacidad de carga y soporte de la presión que el urbanismo ejerce sobre nuestra limitada y agotada disponibilidad de agua para el consumo humano, el hecho que el departamento NO cuenta con un sistema de vertimientos ajustado a la norma (decreto 3930 del 2010), pues vierte el alcantarillado de manera directa a las fuentes hídricas que cruzan nuestros poblados transformando ríos y quebradas en vertederos de aguas negras, situación que vulnera un derecho fundamental y hace inviable, ambientalmente, las diferentes cuencas de nuestro territorio por la pérdida de biodiversidad.

En efecto, la dignificación del territorio podemos generarla al expandir el presente y contraer el futuro en términos de la conservación de nuestro ambiente y de la apropiación para nuestros ciudadanos. Ampliar el presente para incluir en él muchas más experiencias de conservación y salud, exigir agua potable (que NO nos envenene) y saneamiento básico acorde a los procesos naturales, promover acciones para recuperar el caudal ecológico de nuestros ríos conservando las rondas hídricas, proteger nuestra biodiversidad, descontaminar las fuentes hídricas, hacer que los responsables paguen con sanciones penales el daño ambiental. Contraer el futuro para cuidarlo. Conocer el territorio es el pasaporte hacia el futuro, el mañana pertenece a aquellos que se preparan para él en el día de hoy para su defensa.

Ante el panorama, las administraciones departamentales se han prestado para que se presente concentración de tierras, envenenamiento de nuestras bocatomas, pérdida de biodiversidad, cambio en el uso del suelo, extranjerización de la economía, desplazamiento campesino y pérdida de nuestra soberanía alimentaria, situación generada, entre otros factores, por el programa de aguacate Hass financiado con recursos públicos, iniciativa que ha beneficiado los intereses particulares de nuestros gobernantes. De la misma manera, aquellos gobernantes han dado su apoyo incondicional a la minería, actividad que acaba con nuestro patrimonio hídrico y genera una cruel desigualdad; además de las graves afectaciones que generan estas prácticas de dominación sobre las poblaciones que habitan áreas urbanas y rurales y sobre todas las formas de vida que componen los territorios. Esta situación también la alimenta la responsabilidad evadida por las empresas prestadoras de servicios públicos que

Al respecto, la autonomía, desde las comunidades, en el manejo de su territorio y el agua como patrimonio, ofrece como punto referente la consolidación ciudadana, posibilitando sujetos sociales críticos con responsabilidad social, consecuentes con las realidades naturales, sociales, culturales, políticas y económicas de nuestros contextos, reconociendo el territorio y deslegitimando los privilegios de quien, por encima de cualquier determinación espacial y temporal, coloniza/catequiza/ enseña y excluye el “otro” construido. Consciencia que nos permita determinar que los intereses de otros no pueden encauzar nuestra historia, debemos, ante todo, estar en condición de concebir nuestra propia realidad.

Por eso considero que hay que discutir, necesitamos crear un nuevo presente a través de conceptos nómadas para la conservación, hay que enfrentar el reduccionismo que trae consigo la repetición de la norma usada a la medida de los trasgresores frente al uso del patrimonio natural de nuestra región. El progreso debe ser para todos, reflejado en el mejoramiento de la calidad de vida que está asociada a una mejor calidad del medio ambiente, de una mejor calidad de agua, de un mejor presente. En el campo de la crítica ambiental a los extractivismos es donde están teniendo lugar reflexiones esenciales sobre otros modos de entender la sociedad, la política y la naturaleza.

Las ondas de radio y televisión, la energía que usan los



T r a v e s í a

p o r

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a u t o n o m í a

POPULAR Por: Luis Hernando Restrepo Aristizábal Comunicador social y Periodista en Amar es Más. Organización quindiana que trabaja por la protección del territorio y la superación de todas las formas de violencia, a través de la investigación, la educación y la comunicación. www.amaresmas.org recuerdo del paraíso del Edén en el Cáucaso. Capital del Quindío, departamento cuna de la cultura Quimbaya; hermoso lugar rodeado de montañas. Al este, en ángulo de 65 grados, la Cordillera Central, atravesando el territorio quindiano en confluencia de pueblos y quebradas; al oeste, una pequeña vértebra montañera que se abre en Barragán, convirtiéndose en río, en La Vieja, haciendo un recorrido de madre agua que luego se hace camino hacia el valle del gran Cauca que es memoria y resiste en represión. Somos diversidad que, en adobo de colores y pensamientos, nos transformamos en punto de encuentro. En un principio, los animales guiaron nuestros pasos hacia el reconocimiento de sus derechos y la revolución de la conciencia humana frente a las especies del reino de la animalia. Defendemos la biodiversidad. No callamos ante magnas injusticias. Somos seres diversos en la divergencia. Nos acompaña Consuelo de los Ríos, campesina y poetisa del Quindío. Nos juntamos cada año y festejamos el Carnaval por la vida, con los amigos y amigas de los doce municipios y regiones vecinas, con la Batucada Retumbante le gritamos NO a la Megaminería. El diálogo intercultural es el camino para frenar la violencia cincuentenaria. En conjunto con distintas organizaciones, elaboramos un Chocolate de Paz en todo el Quindío y un Campamento Social de Tecnología para la Paz; en Salento, con la presencia de gentes diversas del mundo, entrelazamos historias y relaciones, generando mayores vínculos de amistad que nos hicieron comprender la importancia de la creación en colectivo

para la defensa de nuestro ambiente. Tejido Territorial se convirtió en fortaleza para la participación ciudadana, por medio de la educación y la consulta popular, entendiendo el lugar que habitamos como un solo territorio con las montañas del Tolima, Risaralda, Caldas y Antioquia. Fluimos a través de la sangre de quienes se han convertido en memoria eterna de ésta. No somos la tierra de Columbus ni de colonizadores que evangelizan muerte, sino el territorio biodiverso del que nos han querido hacer retroceder. Nunca lo lograrán. No pasarán. Porque somos tejedores que hacemos comunicación popular, desde la imagen, el video y el performance, con letras e historias, desde las Voces del Más Acá, recorriendo caminos y montañas, respondemos a la libertad. Desde la Montaña Viva construimos resistencias de lucha con los Karambá y sus cumbres sagradas; con los campesinos del territorio Kakataima, el saber de la agroecología, con seres sexualmente diversos y su amor a amar; con las comunidades en la montaña y sus firmezas frente a las Pequeñas Centrales Hidroeléctricas invasoras; con el Recicla por el Rock y el semillero de Carteros de la Noche, imaginando música y creando Una Canción por el Quindío; con los ríos vivos que Lecturaleza y esperanza siempre nos dan. Somos partícipes de la memoria, no por ser vencedores en las guerras de antaño, sino porque somos la historia misma de soberanía y autonomía popular. Somos infinitamente superiores a la idea de desarrollo que a la fuerza nos quieren imponer. Somos la voz de la tierra. Somos un conjuro de expresiones. Somos Amar es Más. Para nuestros antepasados, reunirse en torno a


encuentro con la memoria quimbaya 26 - 27 de julio de 2019 quimbaya quindío

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Tumbaga, encuentro con la memoria Quimbaya Por: Johanna Mejía Gutiérrez Licenciada en Ciencias Sociales Contacto: arcangel2047@gmail.com la palabra era tan necesario como alimentarse; la orfebrería también viraba entre un contexto simbólico importante. De aquí que la tumbaga, aleación de oro y cobre con la que elaboraban sus creaciones, significara mucho más que una simple técnica. En la búsqueda inquebrantable de reconocer las prácticas ancestrales, un día nos preguntamos sobre la historia de nuestras semillas, mientras un encuentro académico y unos conversatorios hacían la apertura para adentrarnos en los tesoros escondidos en guacas; contamos cuentos, dibujamos, adornamos con faroles y bailamos en honor a nuestra tierra. Muy a nuestra época, celebramos el nacimiento de “Tumbaga, encuentro con la Memoria Quimbaya” en el año 2016. Y justo cuando entre cuerdas y paisajes sonoros nos comenzamos a despedir, un año nuevo nos trajo el presentimiento de que la riqueza cultural de este territorio comenzaba a entrelazar hilos de colores que se negaban a reducirse en una simple costura, así que como una manta, se extendió una nueva oportunidad para continuar tejiendo memoria a partir de la narración oral, el arte y la fotografía, y sin que pudiéramos pensar en otra cosa, un diálogo ameno nos enrutó a caminos de oro, sal y sangre, visibilizando un pasado ancestral cargado de sabiduría, y una cultura permeada por la colonización antioqueña. Pero no contentos con esto, el trago amargo lo pasamos al ritmo del charango y las quenas con un buen concierto de música andina que cerró solemnemente este segundo encuentro Tumbaga en el 2017. Y antes que dejáramos de tararear el carnavalito, se avivaba el deseo de conocer más sobre quienes estuvieron previamente y dejaron tan admirable legado, así que nutridos y motivados con lo vivido en las tertulias anteriores, propiciamos un tercer encuentro, Tumbaga en el 2018, que desplegó una cofradía generacional entre indígenas Embera del municipio, indígenas Quimbaya Kumba de Riosucio, Caldas, y la familia afro del departamento, y entre admirables representaciones y deliciosas cocadas, reconocimos sin más el inmenso aporte cultural de los primeros pobladores. Hay un dicho por ahí, que suscita que la costumbre acaba con lo bueno, pues este no es el caso, el tercer encuentro Tumbaga durante sus dos días de realización, homenajeó a sus invitados y al pueblo de nuevo, con aportes investigativos y diálogos encabezados por los estudiantes, académicos, músicos y muestras gastronómicas y artesanales que representaron la memoria y el patrimonio inmaterial del que hoy presumimos con orgullo. Y, si usted hoy se encuentra con un hermano embera chamí, no sienta timidez de saludarlo con un sakabuma, él o ella, como usted, comparte y le

dan vida a este colorido y diverso paisaje cafetero. Y ya que nombramos este elogiado fruto, que sentimos tan nuestro, también hablemos de la sidra, el plátano y la guayaba, porque para calmar esta necesidad de reconocernos no hemos descansado ni un minuto, y este año 2019, Tumbaga en su cuarta versión, se adentra en esos oficios y saberes de los que poco se habla pero que al aparecer nos representan y son los visitantes quienes así lo evidencian. La arquitectura y la gastronomía han sabido hacer mella en esta cultura regional, y no precisamente por sus avances sino en la calidad histórica y humana que hay detrás, así que si le interesa, le invito a leer lo que el proceso investigativo sobre este tema nos ha dejado, porque no nos digamos mentiras, ¿usted sabe qué le da el saborcito a campo a la comida?, o por lo menos, ¿qué significa esterilla? …”¡Uy no!, ¡dañaron la mazamorra, ¿cómo le van a echar la ceniza del fogón!, la verdad, más de uno nos miramos sin tener una respuesta, “¡pues, para que tenga ese sabor a leña de la cocina de las abuelitas!”, responde confiado Leandro. ¡¿Cómo así?! ¿O sea que mi casa está forrada en cagajón? Jaja baha-re-que Mariana, una técnica de construcción usada por generaciones anteriores y que aún, gracias a su resistencia, podemos admirar y disfrutar en el municipio. Como estos y muchos otros, son los comentarios que este año se han podido vivir con los estudiantes del Instituto Quimbaya y los de la I. E. El Naranjal durante la primera fase del proyecto “Tumbaga, encuentro con la memoria Quimbaya”, que este año, en su cuarta versión, se aventuró en el trabajo arduo pero satisfactorio de evocar y aprender de la gastronomía y la arquitectura tradicional, que si bien nos enorgullece, ha perdido importancia y, para desgracia de todos, tiende a desaparecer, y con ellos, gran parte de la identidad de todo un pueblo. De esos platos deliciosos que preparaban nuestros abuelos en la finca hoy queda muy poco, algún que otro restaurante fino que con elegancia francesa ofrece aborrajados a las finas hierbas y Sancocho flameado, y ni qué hablar de “nuestra arquitectura”, de esos bellos balcones, quizá un poco desgastados, donde nuestros catorce tíos y tías se criaron... hoy solo queda una espléndida y falsa fachada que evoca nostálgicamente otras épocas. Y, aunque esto quede sonando, el trasfondo de lo planteado es aún más tenaz. Hablamos de la soberanía alimentaria, los saberes y prácticas de antes que nos negamos a perder, no por mantener viva la nostalgia, sino por resemantizar los valores y costumbres que ineludiblemente estas prácticas generaron en otras generaciones y que al día de hoy tendrían gran significado. “Tumbaga, encuentro con la Memoria Quimbaya” se realiza cada año en el municipio de Quimbaya, Quindío, y tiene como excusa el redescubrimiento de un legado histórico-cultural que fortifica el sentido de pertenencia y con esto, el respeto por el territorio, por lo que fuimos, somos y seremos.


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