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ecanismos ancestrales de protección se activan frente a situaciones que prometen cambios, la amígdala cerebral hace su trabajo, ordena inmovilizarse, cubrirse, esconderse o huir cuando percibe cualquier amenaza al confort de lo conocido.
Estrategas manipuladores del comportamiento humano conocen muy bien y a profundidad estas reacciones naturales y trabajan con ellas. El físico y filósofo de la ciencia Mario Bunge dice: “El papel del miedo en la vida social es archisabido: quien pueda amedrentar, podrá dominar. Esto ocurre en todas las organizaciones, desde la barra de muchachos y la banda de delincuentes hasta el Estado, pasando por la empresa, la escuela, la Iglesia y el partido.” “Los códigos religiosos, morales y legales son manuales de gestión del miedo. De ellos abusan todas las organizaciones autoritarias, desde la escuela tradicional hasta el ejército y las llamadas fuerzas del orden. Todas ellas se proponen atemorizarnos para domarnos y obligarnos a renunciar a nuestros derechos, no sólo para instarnos a que cumplamos nuestro deber.” “En definitiva: el miedo es un factor tan importante en la política de todas las organizaciones sociales que merece que los científicos sociales lo estudien con mucho más detenimiento. Hace falta una nueva disciplina académica con sus textos, revistas y congresos: la timorlogía (...) diseñaría tanto procedimientos para asustar como para resistir campañas de intimidación.” (…) Siempre se ha sabido cómo hacer frente a los timórcratas o metemiedos: juntándose contra ellos. Lástima que haya que vencer el miedo para ponerse a salvo del miedo.
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Mientras buscamos como ganarle a la primitiva amígdala cerebral, recordemos el privilegio de pensarnos a nosotros mismos, de observar y controlar nuestro pensamiento, impulsos y emociones, esto nos ubica en un peldaño diferente al de la reacción primaria de preservación. Los valientes, que de miedo saben mucho, dicen que hay que comenzar por reconocerlo en solitario, sin miradas ajenas que avergüencen, buscando la raíz de pensamientos y emociones, preguntándose ¿a qué le temo?, ¿de dónde viene ese sentimiento? ¿que clase de persona soy? ¿que clase de persona quiero ser?. Así activaremos otros mecanismos, como la capacidad de razonar independiente y reconocer las propias capacidades para afrontar, viendo en cada uno de los miedos la oportunidad de practicar la valentía uniéndonos a otros para acrecentar el valor.
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