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El bazar de antigüedades pág
EL BAZAR DE ANTIGÜEDADES Teresa González Olivares
En la casa de antigüedades,
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“Las Mil y Una Historias” , se pueden encontrar objetos de lo mas simple a lo mas raro y complejo que te puedas imaginar y todo tan viejo como el dueño del bazar.
El tío Pedro, como le dicen todos los que lo conocen, es un hombre octogenario de larga y delgada figura, en su rostro refleja siempre una sonrisa y cuando levanta la cejas, en su frente se forman varios surcos profundos como los de los campos que están listos para la siembra y siempre se le ve sacudiendo todos los objetos de su tienda con un viejo y destartalado plumero.
Al tío Pedro lo visita frecuentemente su sobrino Ricardo que, al salir de la escuela, se dirige al bazar que le queda de paso hacia su casa; las visitas de Ricardo son breves y la plática que entablan siempre está dirigida hacia uno de los objeto que más llama la atención del chico; un viejo teléfono que cuelga de uno de los muros de la tienda y es que este aparato le parece muy simpático pues su forma y diseño solo los había visto en las película mudas que disfrutaba con su abuela.
El tío Pedro le contaba que el teléfono era de los años veintes del siglo pasado y Ricardo quería saber cómo había llegado a sus manos y por qué no lo había vendido ya que era tan bonito, el viejo siempre le contestaba que algún día le platicaría la historia del “Teléfono del Tiempo” .
Ricardo abría los ojos todo lo que podía en señal de asombro —Ahora ve a tu casa tal vez mañana sea ese día— le dijo — Sí, tío Pedro, hasta mañana— contestó el muchacho Y con mochila al hombro se dirigió a su casa corriendo y dando graciosos saltitos, sabía por cuál de ellas inclinarse más.
Al día siguiente Ricardo se levantó temprano como siempre para ir a la escuela, tomo el desayuno que su mama le preparo y antes de salir se dirigió a su mama.
—Tal vez hoy llegue un poco más tarde, pasaré al bazar del Tío Pedro, me prometió que hoy me contaría todo sobre su magnífico y misterioso “Teléfono del Tiempo” –. —¿Sí puedo mamá, sí me dejas?
Su mama sonrió y acento con la cabeza, el chico salió a toda prisa y ya en la escuela se notaba algo distraído y sentía algo de culpa pues sabía que en realidad el tío no le había prometido nada pero tenía la corazonada de que hoy seria ese día para él tan esperado y ya no veía la hora de salir de clases.
El tiempo se le hizo eterno pero al fin pudo dirigirse al encuentro con el Tío, al entrar encontró lo encontró detrás del mostrador y de inmediato le indico que cerrara la puerta, el obedeció de inmediato, el corazón le latía a toda prisa pues supo que estaba a punto de conocer algo mágico.
El Tío Pedro le señalo una silla y tomo asiento sin apartar la mirada de él y este giro hacia la pared de donde colgaba el teléfono que tanto inquietaba al muchacho.

—Ayer te dijo que este teléfono es del siglo pasado y tiene 100 años— comenzó diciendo el viejo en voz baja y con un aire misterioso. —También me preguntaste por qué no lo había vendido, pues te diré que nunca lo voy a vender ya que lo herede de mi madre quien a su vez lo recibió de su madre, o sea, tu bisabuela— Y continúo diciendo: —¿Qué es lo que tiene de especial aparte de lo viejo? Bueno, pues este teléfono te lleva a viajar por el tiempo pasado y futuro—
A lo que increpó el chico. —¿Eso para que puede servir? —Así puedes saber la verdad de lo que pasó o pasara, solo tiene que marcar seis números y la máquina del tiempo se conectara a tu mente y viajaras ese momento. —¿Puedo intentarlo? —Antes tienes que saber que puedes correr el peligro de no regresar, de que tu mente quede atrapada en ese tiempo—Eso no me pasará, tendré cuidado; ya quiero viajar. —¿A que tiempo quieres ir? —Al futuro del año 3000—¿Por qué al futuro y no al pasado?—El futuro nadie lo conoce realmente, mientras que el pasado ya lo registraron y no tiene nada que se pueda cambiar.
El tío Pedro alargo el brazo y tomo el auricular del aparato ofreciéndolo al chico; este dudo un instante pero finalmente lo tomo colocándolo en su oído. Su dedito tembloroso marco tres veces el número tres y tres veces el número cero.

Ricardo cerró los ojos y luego de unos segundos emitió una larga expresión de asombro.
El viejo impresionado no se atrevía a interrumpir aquella escena, unos instantes después el chico abrió los ojos, se levantó de la silla donde acababa de vivir esa experiencia, coloco el auricular en el gancho del teléfono, tomo su mochila y se dirigió a la puerta de salida. El tío Pedro lo tomo del brazo preguntándole por que se iba sin decir algo.
El chico giró su cabeza hacia el viejo, su mirada parecía lejana, profunda. —Cuéntame ¿Qué fue lo que viste, a donde te llevo la máquina del tiempo?
Ricardo respondió con voz tranquila, segura, mirando fijamente al viejo —El tiempo en el tiempo carece de tiempo, se extingue sin haber existido. —¿Qué quieres decir?, es muy confuso, no entiendo nada. —Algún día te platicaré de la Máquina del Tiempo.
