Punk medallo reportaje

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2015

PUNK MEDALLO: CATARSIS SOCIAL REPORTAJE POR: CAROLINA BEDOYA Y MARTÍN LACOSTE


INTRODUCCIÓN PUNK MEDALLO: CATARSIS SOCIAL

Catarsis: (Del gr. κάθαρσις, purga, purificación). 1. f. Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza. 2. f. Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones. 3. f. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda. 4. f. Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso. 5. f. Biol. Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo.

Todas las expresiones contraculturales en una sociedad con tan diversos problemas son evidencia de que hay necesidades que el sistema imperante no suple. Es este el caso del punk en la ciudad de Medellín: la expresión de la inconformidad y el testimonio de que hay dificultades que flotan por doquier que, aunque la sociedad en general trate de ocultarlos bajo la capa del progreso y la innovación, el punk lo comunica y critica, y de maneras crudas y contundentes. A principios de la década de los 80 y por medio de las clases altas y media llegó el punk a la ciudad. Este, que aparte de ser un género musical es un estilo de vida muy definido, encontró en estas tierras rodeadas de montañas una serie de situaciones que convergían en el caldo de cultivo para florecer de la manera más cruda y pura; o como dirían Escépticos, “más cruda y podrida.” Dichas características eran la tradición rockera ya establecida en la ciudad, la violencia social y política generada por el narcotráfico, previas propuestas contraculturales o de izquierda, e incertidumbre en vastos sectores de la juventud.


Cuando nos fue planteado el ejercicio del reportaje estuvimos alrededor de tres semanas discutiendo entre los dos temas que queríamos trabajar: el arte callejero y el punk en nuestra ciudad. Ambos nos interesaban a ambos y ninguno quería tomar la decisión, así que indagando entre profesores, compañeros y amigos, esperábamos que nos resolvieran la incertidumbre. Ni así dimos con la respuesta y casi por azar definimos sobre qué íbamos a escribir durante el semestre. Comenzamos a hacer los contactos y a recorrer los lugares, muchos de los cuales ya conocíamos pero como público corriente, y nos fuimos adentrando en ese mundo del que hasta entonces no nos había mojado más que los pies. Entre toques, parches y conversaciones, nos rodeamos de gente cálida y llena de propuestas que ya podemos llamar amigos; desde punkeros “de a pie” hasta legendarios fundadores de bandas, que en la humilde escena de nuestra ciudad, no tienen casi diferencias y se tratan de tú a tú. Humilde, en este caso, no por pobre sino por modesta. Esta es apenas una primera entrega, un adelanto de un proyecto de reportaje que asumimos como personal y no solo como académico. Estamos agradecidos con nosotros mismos por la decisión que tomamos, que nos ha permitido una gran cantidad de experiencias constructivas e iluminadoras que además vemos con los ojos del periodismo más hermoso, el narrativo.


HIPÓTESIS DE LA INVESTIGACIÓN A pesar de que el contexto sociocultural actual tiene características diferentes al que permitió el surgimiento del punk en Medellín, este fenómeno es teórica y prácticamente vigente como opción para los jóvenes de la ciudad.

ESTADO DEL ARTE Para nuestra investigación sobre el surgimiento, apogeo y continuidad del punk en Medellín, usaremos de base los siguientes artículos y documentales que abordan el tema donde, por supuesto, cada uno aporta propuestas y perspectivas diferentes.

ARTÍCULOS RESTREPO RESTREPO ANDREA. Una lectura de lo real a través del Punk . En: Historia Crítica núm. 29, enero-junio, 2015, pp. 9-37. Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=81102901

SERVANDO ROCHA. Maricas, vagos y perdedores: una prehistoria del punk. En: portal virtual Playground. Agosto 12 de 2015. Disponible en: http://www.playgroundmag.net/articulos/columnas/Maricas-vagosperdedores-prehistoria-punk_0_1588641130.html

GERTIAN BARTELSMAN. Punk Medallo (Reportaje gráfico). En: Periódico Universo Centro núm. 66, junio de 2015. Medellín, Colombia. Disponible en: http://www.universocentro.com/NUMERO66/PunkMedallo.aspx


IGNACIO PIEDRAHITA. El punk Medallo según él mismo. En: Periódico Universo Centro núm. 35, junio de 2012. Medellín, Colombia. Disponible en: http://www.universocentro.com/NUMERO35/ElpunkMedallosegunelmismo.aspx

VIDEOS Punk's not dead, Dirigido por Susan Dynner. 2007. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=H-NA085L1do

Punk Attitude. Dirigido por Don Letts. 2005. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=A3MuSsdIy58

Rock Radical Vasco, La Gran Martxa de los 80. Dirigido por Begoña Atutxa. 2011. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=6ZEURI31IOg

The Suso’s Show, programa con IRA. Telemedellín televisión. 2013. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=u_dNQbrzQUw


OBJETIVOS OBJETIVO GENERAL Realizar un reportaje con todas las características de forma y contenido que tiene este género mayor de periodismo moderno, con el fin de dar una nueva definición al fenómeno del Punk Medallo, haciendo un análisis de los distintos momentos de la cultura, desde sus inicios en la década de los 80 hasta hoy.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS •

Buscar un medio escrito local que se interese en publicar nuestro reportaje completo.

Ahondar en nuestros conocimientos de la escena punk en la ciudad para transmitir a los públicos interesados.

Crear un evento de comunicaciones y periodismo anexo al Festival Rock Comuna 6 que perdure en el tiempo.

Hacer amigos en el camino.


METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN METODOLOGÍA •

Entrevistas

Crónicas

Video

Periodismo de inmersión

Investigación bibliográfica

Periodismo de opinión

HERRAMIENTAS •

Cámara

Cámaras de video

Celulares

Automóvil

Computador

Memorias USB

ESTRATEGIAS •

Asistir a conciertos y bares donde se viva la escena Punk en Medellín

Realizar entrevistas y contacto con exponentes del tema, ya sean bandas o personas con afiliación musical.

Visitar los lugares icónicos, como el centro de la ciudad, las comunas 5, 6 y 8.


MAPA FÍSICO E INFORMATIVO LA RUTA DEL PUNK

Si bien el punk se expandió alrededor de la ciudad de Medellín, se reconocen como principales escenarios de expresión del movimiento contracultural las comunas 5 Castilla, comuna 6 12 de Octubre, así como la comuna 10 La Candelaria, donde radica el centro de la ciudad. Dentro de estos espacios resaltan bares y parques que vieron surgir el punk. Aparte de estos sectores, son muchos los que se reconocen en la escena punk, a continuación presentamos un mapa recogido en el libro Medallo punkero: miradas sobre el movimiento punk en Medellín (Kolektivo Voz Libre y Asociación C.A.P Nomade, 2011).


PRESUPUESTO El siguiente presupuesto se hace en base a los gastos generados durante los tres meses previstos para el desarrollo de nuestro reportaje. Las cifras expuestas a continuación figuran para cada reportero.

Transporte en la ciudad: $500.000 Bares y conciertos: $200.000 Viáticos: $100.000 Energía: $100.000 Estadía: $200.000 Total gastos: $1.400.000 Salario Total: $4.300.000


CRONOGRAMA GENERAL DE ACTIVIDADES Referente a esto, solo contamos con las fechas puntuales de dos eventos grandes: Altavoz Festival Rock Comuna 6 y Festival Zona 2. De resto, contamos con conciertos y eventos que vayan surgiendo en el camino del reportaje, de igual manera las entrevistas y encuentros con personajes que resaltan en la escena. ALTAVOZ ELIMINATORIAS: 27 de septiembre, Plaza Gardel. ALTAVOZ FESTIVAL: mediados de noviembre. FESTIVAL ZONA 2: mediados de noviembre.


ENTREVISTA A UN EXPERTO EL PUNK: CATARSIS SOCIAL *Carolina Bedoya

Todavía se les ve rondando las calles de Medellín: pantalones entubados, camisas con parches de bandas, rotos cubiertos con tela de otras prendas, botas platineras, ¡ah!, y claro, crestas gigantes, coloridas algunas, llenos sus cuerpos de cadenas, taches, aretes… y todo bajo la bella consigna: hazlo tú mismo. El Punk no ha muerto, y eso ha de quedar claro antes de sumergirnos por un breve viaje por la Medellín de los 80’s, 90’s y la de hoy; entre sonidos caseros e instrumentos improvisados en la perfecta armonía para transmitir rebeldía en voces dispuestas a gritarle al mundo lo inconformes que están con él y que, si este no cambia, poco o nada desean sumergirse en él. El guía de nuestro primer viaje es Eberhar Cano, más conocido como el Flako Porras, un punkero de la segunda camada, la del noventa. Ahora sociólogo graduado, trabaja en la Universidad de Antioquia como investigador en extensión del departamento de sociología, pero aún se le ve con cresta baja, botas negras, pantalones estrechos y camisas alusivas a bandas. Según el Flako, el Punk Medallo tiene particularidades que lo distinguen de la escena en otros lugares, incluso en la cuna de este, Inglaterra, Estados Unidos, España luego. Aterriza en este valle en una época de cruenta violencia en la década de los ochenta y noventa; periodo en el que fluctuaban las guerras urbanas entre las milicias populares y las mafias de la mano del narcotráfico en ascenso. Entonces los jóvenes de aquella época, de las periferias mayormente, no encontraban fácilmente salidas que no tuvieran relación con el conflicto, fuera política/activista o ilegal, pero fuera cual fuera la decisión no se podría estar exento de la guerra. Un buen grupo de aquellos jóvenes encuentran en el Punk una ruptura contra tal dicotomía y conocen que la vida puede tener otros caminos y otras expresiones, un grito lírico de


rebeldía y resistencia contra todo lo establecido, contra la guerra, las fallas del sistema, contra la autoridad sin fundamento, también contra una sociedad sumamente católica y dogmática que condenaba otras estéticas y visiones del mundo. Más que una propuesta de música diferente, era la promesa de una vida alternativa, así empezó a coquetear el Punk las mentes inquietas y a mostrarse como “la bendición de haberse encontrado con este movimiento”. Colombia siempre ha estado un tanto quedada en muchos aspectos; el acceso a los medios de comunicación, por ejemplo, actuó en la afluencia del Punk aquí. Aunque de las letras poco o nada se entendiera, el sonido que llegaba era el ruido rudo que calaba en los oídos y se escuchaba tan bueno que merecía imitarse; la esencia de aquellas primeras grabaciones era precisamente lo hechizas e improvisadas, como poner una grabadora en medio de la sala y arrancar a tocar ruido al son de letras de repudio y algunos gritos de furia. Se viralizó de tal manera que sobrepasaba las fronteras entre las periferias y entre estas y otros sectores de la ciudad, así a cualquiera que sintiera afinidad le caía el ritmo allí en medio del pecho para, como un imán, recoger las iras y estallarlas al golpeteo de la batería y el rasgeo de la guitarra. El punk fue una salida, un medio de catarsis hecho con las uñas. Luego hubo una etapa de maduración; por un lado la lucha por sobrevivir continuaba: se era obrero de día, y punkero de noche, por otro, si bien la lírica seguiría haciéndole frente al mundo, también se gestaban desde allí propuestas de cambio social y político. Sin embargo, con la expansión de este y sus propuestas, crecieron también los choques estéticos y morales con el resto de la sociedad, por tradición religiosa y conservadora. El Punk se caracterizó por mostrarse sin velos, lo bueno y lo malo; si habían problemas de drogadicción y alcoholismo en los jóvenes, no era exclusivamente entre los punkeros, porque esto permeaba toda la esfera social, solo que el Punk no se tomó la molestia de ocultarlo. Claro está que en los años recientes las mecánicas del Punk han cambiado a la par con el entorno. El mercado capitalista arremetió contra la esencia: en ese afán de


masificar el producto musical, bandas se afiliaban a disqueras para vender su música, de paso su esencia en muchos casos. Y al igual que con muchas expresiones contraculturales, la industria musical reconoció en el Punk una oportunidad para hacerlo negocio, ya fuera propagándolo bajo un sello discográfico o vender su imagen en productos. Ello se notó en la ropa, por ejemplo, los pantalones se conseguían con rotos y parches prefabricados. Pero el Punk no podía dejarse absorber; si este no era solo música sino también otra propuesta, masificarlo era necesario. Los sellos discográficos autogestionados permitieron que sobreviviera en el under y, en lo más posible, al margen del sistema. Por otro lado, la difusión era nutrida también con el fanzine, a la vez que lucía una propuesta de contrainformación. Aún se les ve recorriendo las mismas calles de antaño, otras generaciones han relegado el movimiento, las de este tiempo no son tan visibles como en otrora pero se les puede reconocer, quizás ya no con crestas altas y la ropa remendada intencionalmente, quizás con un tubo de manillas por el centro y los parques de Medellín, aguardando el siguiente toque para explotar todo lo reprimido, para gritar nuevamente: ¡Punk's not dead!


NOCHE DE PUNK SIN CRESTA *Martín Lacoste

Sentado entre una camioneta negra de vidrios oscuros y un tráiler de energía, veo a un hombre de cabeza rapada vomitando. No tiene camisa pero sí unas cargaderas amarillas que dejan ver el tatuaje en tinta negra que le cubre la espalda. Se trata de cuatro puños levantados unidos como en un ramo por una cinta que dice R.U.K., todo esto circunscrito entre las palabras compromiso, unión e igualdad y de un “8-8-8” que representa los horarios de trabajo que fueron instaurados durante la revolución industrial. En la mano derecha sostiene una Pilsen que minutos antes había comprado en la tienda de la esquina para compartir conmigo. Es cerca de la medianoche del 22 de agosto y me encuentro en Barnaby Jones en Envigado, un lugar que se ha esforzado por atraer a diversos públicos alternativos de la ciudad haciendo toques con entrada relativamente barata. Hoy no es el caso. Las boletas en la última etapa estaban a 95 mil pesos, pero se justificaban pues tres bandas internacionales acompañadas de muy buenas locales eran anfitrionas. Como se podría explicar de manera sencilla y directa, el lugar queda una cuadra abajo de Comfama. Afuera del bar, para mí sorpresa, había una gran mayoría de skin-heads. De hecho la única presencia punk la brindaban los integrantes de las bandas que estaban incluidas en el cartel. No imagino la cara que hice al ver a Jota, ese tipo enorme de pinta punkera clásica con cresta baja y gruesa, vocalista de Pestes Mutantex, pues a pesar de estar hablando con otros dos se acercó y me saludó de forma muy cariñosa pero humilde. Nunca antes me había visto; simplemente le di las gracias y seguí caminando. Se veían también Los Suziox hablando por ahí de cualquier cosa con cualquiera, como unos asistentes más al importante evento de Oi!. Pregunté si ya habían tocado y el baterista me respondió: “¡Ufff! Entre ese montón de botas Dr. Martens negras o rojas y de bluejeans ajustados aparentemente decolorados con límpido, resaltaban unas cabezas de pelo blanco. Eran


la presencia de la vieja guardia, tomando cerveza como todos alrededor. “Es nuestra forma de salir de la realidad,” dice el ingeniero de mercados refiriéndose al alcohol, que además del tatuaje en la espalda, tiene a través del pecho y del abdomen otros que hablan sobre su ser skin. Adentro de su labio inferior se lee R.U.K. Según uno de los ocho miembros de este grupo que viajó a Medellín a ver a Komintern Sect porque la personería de Bogotá no les permitió entrar al evento de esa ciudad, los Radicales Unidos de Kennedy no son nada de lo que se les tilda. Les llaman neo-nazis. Desconfié de esa confesión pero luego pude confirmarlo en varios blogs encontrados casi al azar en la red. Como suelen mantenerse en conflicto con otros grupos de skins en Bogotá, muchos los califican así simplemente para pelear. La razón por la que pelean: porque sí. La “entrevista” con este personaje me la consiguió alguien del staff del evento. Alguna banda había empezado a tocar y todos entraron a verla; afuera, me quedé esperando a ver qué pasaba. A los pocos minutos salió un pelado alto y flaco, de ropa negra y pelo largo encendiendo un cigarrillo. Más que a la estética punk, llamaba a la escena del rock de los 70. Se acercó y, no recuerdo cómo, me puso conversa. Decía que el pogo estaba muy pesado y que había “manes muy grandes.” Minutos después me encontraba bajando a comprar una cerveza a la esquina cruzando la calle, mientras me explicaban cómo funciona la cultura skinhead en una ciudad con las particularidades como las de Bogotá, en el continente latino. Confieso que no entendí mucho cómo iba el asunto pero noté que mi interlocutor estaba absolutamente comprometido con esa manera de ver el mundo, y de vivirlo. Lo único que me quedó claro es el motivo por el cual los R.U.K actúan como son: porque sí. Después de adentrarme en este mundo cuya existencia no había escudriñado, y sorprenderme en su profundidad y latencia, me dejé guiar por las cervezas y seguí por mi camino con un poco más de punk y cero de skins.


DEL RUIDO PARA EL RUIDO *Martín Lacoste

En los escasos tres segundos de silencio después de la intro de la canción Kualkier Día de Piperrak se puede sentir la tensión en el lugar. El bar no es muy grande pero tiene el espacio suficiente para cumplir su propósito; cuenta con una tarima de cemento de aproximadamente un metro de alto, una grada guiada por las tres paredes que completan el salón, y entre ellos lo que sería la pista de baile. Estalla la canción y simultáneamente una delgada e intermitente luz blanca rompe la oscuridad absoluta que permite intuir la enorme cantidad de energía potencial que está a punto de ser liberada. Remata la explosión un abultado pogo que abarca casi la totalidad del público, a tal punto que por momentos se bloquea en nudos humanos que revientan al ritmo del punk. Fue el sábado 12 de septiembre en Barnaby Jones en Envigado. El cartel del “Tributo al ruido” convocaba a las 8:00 p.m. pero desde la acera donde se encontraban los asistentes solo se empezó a escuchar la batería a eso de las diez, invitando a entrar. Empezaba la agrupación Betados con el tributo a Eskorbuto, banda española enmarcada dentro del Rock Radical Vasco que no se identificaba con ese sello aunque se autodefinía con “hacemos rock, somos radicales, somos vascos.” A la entrada, un joven que parecía de una película de esas que retratan a Medellín en los 80, pedía a la vendedora que le dejara “cuatro en 30,” diez mil pesos más barato de lo que costaban en total. Argumentaba que venía con la banda que estaba a punto de tocar y así lo confirmó el baterista.


Aún no había mucha gente en el bar, costumbre de llegar para las últimas bandas que suelen ser las mejores. Este no era el caso, pues los Betados tocaron con tal entrega a la música, que se dijo que ya con esa presentación se había librado toda la boleta. En la voz de quien tocaba la guitarra y dejaba la vida en las letras, sonaron canciones icónicas como Historia triste, Ratas de Vizcaya, Os engañan, Cerebros destruidos e, iniciada como lo hacían los intérpretes originales de Anti-todo, “nada más nacer, comienzan a corrompernos.” Parecía que no importaba casi el público, pues en realidad cantaba para él; lo necesitaba. Cuando fue el turno de alguna otra banda para estar en el escenario, se oyó al baterista en cuestión invitando a una chica: “Más tarde me pagan para que nos tomemos algo.”

“Tocaron muy sabroso, y eso que son mucho mejores con temas propios,” reseñó Jota, histórico vocalista de Danger, Peste Mutantex, y ProcesX, con quien cantaría esa noche. Las letras de desconcierto con la vida y el mundo son un lugar común en las bandas, tanto españolas como paisas, que se frecuentaron en el recital. “El mundo es basura pero me gusta estar vivo” es el lema de Ilegales, de quienes Jota iba a cantar las canciones. Afuera del local, sentado junto a la calle, repartía cigarrillos a todo el que pedía y recibía cerveza de todo el que ofrecía. A la pregunta sobre la influencia del punk español en nuestra


ciudad, respondió que es total. Para todos los interesados, contó los ratos que compartió con Evaristo, fundador de La Polla Récords, banda a la cual también se le rendiría tributo. “Cuando tocó Gatillazo (la actual banda de Evaristo,) hace unos años, me invitaron a cantar con ellos. Estuvimos hablando una hora él y yo solos. Le llegaban puras nenas antojadas y las echaba a todas: ‘Estoy hablando con mi amigo Jota, ¡andaos a la mierda!’ Le regalé un CD de Peste Mutantex y al leer la lista de canciones señaló una: ‘Dinero, violencia; me gusta tu banda.’ Luego se quitó la camiseta con el logo de su banda y sorprendido le dije que no, que tranquilo. ‘Si me vas a ofender así este disco no vale nada,’ y lo tiró al piso. Le pedí disculpas y se cagó de la risa, me dijo que había caído. Me quité mi camiseta de ProcesX, nuevecita, recién estrenada, y le recibí la de él. Un loco sin bañarse en 15 días no tiene nada que ver con lo que olía esa camiseta, pero yo feliz me la puse. Cuando llegué a la casa a mostrársela a mi esposa me mandó a dormir al sofá: ‘Güelés a loco.’” Seguía Herida de Guerra, cuyo nombre referencia a Konsumo Respeto, tocando las canciones de los que pueden llamarse los romanticones del punk español: El Último Ke Zierre. A pesar de ser así, evitaron ese tipo de canciones de amor para cantar sobre la autodestrucción y el ser anti-todo. “¿Quiénes están alterando su cuerpo esta noche?” Y empieza la canción: “Altero mi cuerpo, busco sensaciones pa’ sentirme vivo. Nunca me arrepiento de lo que me hago, más lo necesito.” Después de tocar varias otras como Escupiré Jodidos y Veneno, anunciaron que se iban. El público pidió Hachís y con gusto lo complacieron, extendiendo al final, como en la original, esa corredera extraña que dice algo como “soy un porreta.” Kualkier Día tiene una segunda versión, interpretada por el grupo Boikot, mucho más conocido que sus autores. Como lo explica Piperrak en el foro de su página de internet oficial, esto seguramente contribuyó a que muchos de los que ahora escuchan su música, llegaron a ellos por medio de esta canción. Tal vez fue también por esto que en el concierto, al interpretarla Cash, convocó así de fuerte a todas las personas que se encontraban en Barnaby. Dato curioso: aportaron a la única mujer en el escenario en


toda la noche; aunque parecía salida de contexto pues bailaba las canciones de punk a lo que parecía ritmo de merengue. Jota pasó en pocos minutos de la aparente sobriedad, a la borrachera que muchos esperarían ver en un punkero por la calle. Después explicaría que es el escenario el que lo embriaga: “Eso es uno reciba pola por aquí, trago por allá, y además, ¿si uno no se empelicula entonces qué va a cantar?” En los solos de guitarra, de quien argumenta seriamente que es el mejor guitarrista de toda Colombia, cerraba los ojos e inclinaba la cabeza hacia atrás, extasiado por el ruido como si le electrocutara la médula y siguiera así por todos los nervios de su cuerpo. Como siempre lo dice, él es punkero de 24 horas, no de fin de semana, aunque antes que nada es rockero. Fumando sin parar esos cigarrillos que acompañan muy bien su cresta, cantaba las canciones más rocanroleras de los Ilegales con un peso mayor al de su cuerpo carnudo. Después de haber presentado a todos los otros miembros de ProcesX, remató presentándose: “…y esta gonorrea que les canta.” Evidencia la confianza que se tiene, lo bien que se la lleva consigo mismo.


Los últimos en tocar fueron Socio a la fuerza, tributo a La Polla Récords. El show lo hacía el vocalista, un tipo calvo, bajito y musculoso con camisilla buscapleitos de la banda a la que homenajeaban. Constantemente se movía en un baile brusco y enérgico aunque bastante exagerado y sobreactuado. A pesar de esto, el público bailó sin parar. En especial el dueño del bar, opuesto al cantante: enorme, calvo y barrigón. Para esta banda, dejó de prestarle atención a todo lo que tenía que ver con trabajo para cantar las canciones que evidentemente había disfrutado en su juventud. La Polla, indiscutible ícono del punk español, que según expertos se debe tratar como fenómeno aparte, es de las más importantes influencias para la música que se importó en el nuevo continente. Carne para la picadora, Salve, Ellos dicen mierda y Toda la puta vida igual, fueron cantadas por todo tipo de adeptos al punk, jóvenes y viejos, como si fuera el mismo Evaristo quien se presentaba en aquel local.


LA PESTE DEL PUNK *Carolina Bedoya

Miércoles de septiembre, rayadas las 3 de la tarde íbamos tres por las calles de Belén San Bernardo en busca del local Body Art Tattoo, perteneciente a Jota, punkero muy reconocido de la escena musical de Medellín. Es Jorge Montoya en la cédula, Jota para el mundo; vocalista de Pestes Mutantex, banda de punk surgida en los años 80, la que fue la década de expansión de este género y varios otros afines al rock. Pestes Mutantex es icónica, tanto por su canción Dinero (quizás más emblemática), como por hacer parte de la banda sonora de otro ícono en la escena, la película Rodrigo D No Futuro. Es

pequeño

el

local,

dos

mostradores de vidrio nos reciben exhibiendo los artículos en venta bien ubicados, pero sin mucho esfuerzo: piercings, expansores y aretes; discos, libretas, y algunas otras cositas muy punkeras todas. A los laterales, ropa para hombre y mujer: camisas con logos de bandas, pantalones militares, chaquetas y pantalones en cuero negro. Por ahí una guitarra eléctrica, roja y negra con flamas, un atrapasueños, parches de tela para la ropa; al fondo, en la puerta de la cabina del baño, un cartel rojo muy llamativo de un simio con un cigarrillo en la boca que dice CHANGO PRESIDENTE; continuo hay una vasta cantidad de botones imposible de clasificar en una categoría, de bandas, personajes, caricaturas, mensajes, chistes, indirectas, logos… Detrás de una división hay una camilla donde Jota tatúa y perfora, hay allí lavamanos y los implementos que necesita. El local huele mucho a incienso de ponche de frutas mezclado con el humo del cigarrillo; el local suena a punk.


Desde aquella división, Jota sale a recibirnos al mostrador de Body Art Tattoo. Nos saluda con un sonrisa grande cuando reconoce a uno de nosotros con quien habló en un toque el sábado anterior en bar Barnaby Jones, en Envigado, pero esa historia se las contaremos luego. El caso es que, aunque no lo conversamos, los tres esperábamos encontrarnos con otro personaje, uno más parecido al del escenario y micrófono en mano, un tipo rudo, de cresta alta, pregonando canciones que irradian la rabia característica del punk. Jota está con un par de amigos: ambos flacos, uno más alto que el otro. El más pequeño se fue primero, casco en mano. El otro se quedó un rato más mientras hacía negocios con Jota por unos viejos LP’s de rock. Aguardábamos el momento para hablar con él, pero la conversa con el otro amigo que quedaba parecía extenderse mucho. Mientras, Jota nos enseñó un LP de Plasmatics que el baterista le había mandado especialmente desde Estados Unidos, este disco hace parte de aquellos regalos que exhibe con sumo orgullo y que son producto del vuelco que dio su vida a la figura pública reconocida que desde hace tiempo es; de ello hablaríamos más adelante. Al poco rato de nosotros arribar allí, apareció el punkerito, un individuo rondando los 30 años; llegó saludando efusivo exhibiendo la chapa de la correa: una calavera gris, metálica, con una predominante cresta roja que le llegaba al ombligo. Llevaba camisa azul, cresta alzada, aunque no tan larga como él quisiera. Sus ojos saltones se abren aún más cuando habla de punk o canta alguna sonata conocida, al tiempo que exhibe la sonrisa sonríe casi tan grande como los ojos, pero con dientes apretados. Jota nos contó que Sergio, el punkerito, tenía algún problema mental o simplemente vivía en una


realidad alterna en la que tenía una banda de Punk y grababan discos. Y así le contaba a todo el que encontraba de su banda imaginaria Las Momias del Punk; hasta que Jota, hace tres años, le grabó y montó dos canciones en YouTube:

Calaveras

del

cementerio y Sangre de la muerte, tiene más de 300 visitas. Jota puso ambas canciones y qué inmensa felicidad la de Sergio el punkerito cantándolas, abriendo una vez más los grandes ojos negros, apretando los dientes en los silencios, punteando una guitarra imaginaria en algunas partes, en otras apretando el puño derecho en el aire o haciendo el signo mundial del Rock and Roll: palma abierta, dedos índice, meñique y pulgar extendidos, los otros recogidos. Llevamos cervezas al local y en la compañía también de algunos cigarrillos, Jota nos contó de su vida y su trajinar. Nos invitó a pasar, detrás de la división aquella, un computador conectado a unos bafles ponían puro ruido. El local suena a Pestes Mutantex. Nos acomodamos alrededor del computador donde Jota empezó mostrando una gran cantidad de fotos con personajes reconocidos nacional e internacionalmente en el mundo del rock. La carpeta se llamaba precisamente farándula. Posaba en las fotos con qué cantidad de personajes y bandas, pasaba las fotos con rapidez y nos los nombraba con tal

naturalidad

que

nos

sorprendió lo común que era esto en su vida. Variablemente, el local sonaba a Black Sabath, Foo Fighters y otros.


Llegó un cliente mientras esto, ocupado mostrando las fotos y hablando de su vida en la música me mandó: -Vaya atiéndalo. Como si quien pasara del mostrador hiciera parte del local, de la pequeña familia. Nos tomó confianza al instante. El punkerito se quedó un rato cantando y hablando de su banda imaginaria que él llama virtual, “porque virtual es más chimba”. Al poco rato Sergio el punkerito se marchó. Clientes venían al local buscando perforaciones que Jota hacía en tiempo récord, adolescentes en su mayoría. Más demoraba yo haciendo paso con el pesado mostrador para que estos muchachos y muchachas entraran, que ellos saliendo de nuevo ya perforados y sin ninguna expresión de dolor ni gota de sangre. Cayendo la tarde, nos sentamos en el suelo a la entrada del local, el local huele a cigarrillo Fortuna y Piel Roja. Llegó la noche de la mano de una botella de plástico de vino Luminoso, amarillo, sabor maracuyá, muy barato, muy punk. Bien podría uno definir que entre los rasgos característicos de un punkero está, a parte de la cresta, las botas, los parches en la ropa y los taches, una botella plástica de vino de maracuyá. Entramos en más confianza, quizá por el vino, por la tranquilidad de la tarde, por el rato compartido; confirmamos allí que el Jota con el que estábamos no era quien esperábamos. Este, un hombre que ha actuado en la vida siguiendo sus principios, ahora padre, trabajador y de respeto en el barrio, cosas que resalta con ahínco. La visión que las personas tienen hoy de él es muy distinta a la de otrora, nos contó lo bonito que para él era salir rumbo a un concierto con la pinta encima, botas, cresta, taches, y que la gente saliera a desearle la mejor de las suertes, o luego a contarle que lo habían visto en televisión… Viva muestra es él de la evolución que ha tenido la imagen del punk, y en sí del movimiento, en esta nuestra sociedad hoy un poco menos conservadora, un poquito más tolerante.


Mucha charla después la botella de vino se acabó y supimos todos que ya era hora de despedirnos. Alargamos nuestro despido un buen tiempo; nos despedimos cada uno con un abrazo acogedor, deseándonos la mejor de las suertes en la vida. Quedamos en volvernos a encontrar en esos caminos de la vida, en algún toque quizás, él allá arriba del escenario, nosotros abajo bailando, cantando, brincando dentro del pogo.


RATAS DEL PUNK MEDALLO *Martín Lacoste

“Desde Santurce a Bilbao, vengo por toda la orilla. Somos ratas en Bizkaia, somos ratas contaminadas, y vivimos en un pueblo que naufraga, fraga, fraga.” Ratas en Bizkaia, Eskorbuto

Vino con los españoles desde Europa en los días de la Conquista, acompañada del sarampión, de la lepra y del paludismo. Se le tildó como causante de la pandemia más devastadora en la historia humana, que arrasó con más de 50 millones de europeos. Está condenada a vivir en las sombras de nuestras ciudades, entre basura y excrementos. La rata. Seiscientos años después de la Peste Negra, surge de los garajes de Londres a pocos pasos de las alcantarillas el movimiento Punk. Pasaron algunos años y, como su semejante roedor, llegó desde el viejo continente a este nuevo mundo, esparciéndose por las calles de la cruda Medellín de la década de los 80 como si estas fueran el hábitat para el que había nacido. La estética rebelde y contestataria se adecuó para hacer frente a la incesante violencia de la ciudad donde, como dice Ágora en su canción Por Siempre Jaime, “todo transcurre y culpables no hay.” Así, se pobló la vida nocturna de las comunas del noroccidente con sujetos vestidos de cuero y botas pesadas, vistos entonces como propias ratas que se mueven entre la basura. Hoy la situación es distinta. No es más el común denominador esa rata oscura y oculta, portadora de enfermedades, sino una rata social y visible, parcialmente reivindicada. Es el caso de Marino, un Rattus Norvegicus de criadero que pasó de las manos de un adiestrador a las del bajista de la banda de punk Ágora. El roedor llegó a Sebastián, inicialmente, por medio de una clase de Etología de su novia Carolina, quien estudia


Veterinaria. Allí, analizaban el comportamiento de ratas y codornices. Naturalmente, se encariñaron con el sujeto de estudio y antes del dueño irse del país, se lo regaló, junto con otras dos ratas que se quedaron con un compañero de estudio de Carolina y con un amigo de Sebastián en Rionegro, respectivamente. Al principio, Marino vivía donde Carolina, pero allí no podía salir de su jaula pues era un riesgo obvio con el gato de la casa. Por eso, lo trasladaron a la habitación de Sebastián donde suele moverse libremente. Hay una cobija roja con líneas verdes enrollada bajo la puerta para evitar que el roedor se salga, aunque este aprovecha los descuidos de su dueño, que es más bien un fiel compañero, para fugarse y recorrer la casa. “Es un asolapado, va asomando la cabeza y apenas le grito ‘¡qué hubo!’ vuelve y se entra como si nada”, asevera Sebastián, quien lo trata como trataría a cualquier otra mascota. Como un perro, se alegra al verlo llegar y comienza a correr alrededor del cuarto que tiene a su disposición, quizá porque es alimentado con una dieta canina: cuido del french puddle de la mamá de Sebastián y agua. Algunas veces, el bajista encuentra basura o granos de comida en sus cajones, pues como las ratas son recolectoras, cualquier objeto pequeño que se deje desatendido será reubicado por Marino. El nombre lo eligió Carolina porque, según ella, se parece a Sebastián, de apellido Marín. Ágora, de acuerdo con su bajista, es una de las bandas que trasciende el Punk Medallo debido a que deja de lado el factor “hache-ce” (hard-core). Según él, esta ruptura la marcó Jimmy Jazz, vocalista de G.P., al mantener baterías fuertes pero más lentas de lo habitual, guitarras melódicas, y voces con tiempos inusuales para aquel momento del


género. Dichos cambios en la composición musical, acompañados de nuevas letras más propositivas que no se quedaban en la crítica y la queja, se reflejaron en aquellas ratas humanas. Gracias a esta evolución, abandonaron, en general, las actitudes tan radicales, autodestructivas y de no-futuro. En palabras de Sebastián: “Ya no es ‘no te desanimes, mátate’”, haciendo referencia a la canción de Mutantex, la banda paisa de la primera generación del punk. Parte

de

este

cambio,

argumenta Sebastián, tiene que ver con el reconocimiento de los punkeros de Medellín con las

propuestas

españolas,

mucho más obreras y sociales que las inglesas, “dedicadas a chocar con lo establecido, a ser notadas, al desatín.” Esta adherencia, añade, tiene que ver con el ser paisa, de familias trabajadoras en los barrios y las comunas de menor estrato; en otras palabras, acá no era tan descabellado el enfrentar a las clases hegemónicas, como sí lo era en las islas británicas. Gracias a esto, es normal que ahora se vean más familiares y cotidianas las ratas de los toques y los parches, quienes se integran de manera corriente en la sociedad y buscan construirla a partir de la inconformidad. Esta, años atrás no era más que un motivo para esconderse en las penumbras siendo rechazado y rechazando el contacto humano, como un perfecto ejemplar de rata de ciudad. “A mí me tocó ver en los primero parches gente pogueando con latas, que se saludaban con gargajo en la mano y ¡taque gonorrea!”, cuenta Sebastián con naturalidad, recordando lo que quedaba de la primera generación, de los 80, ya entrando en el inicio de la segunda, años 90. Sin embargo, Marín enfatiza en que estos inicios del punk no fueron “malos” sino, simplemente, diferentes. Además, recalca que “es que sin eso, no estaríamos donde estamos hoy”, pues fue esa situación inicial la que permitió la evolución del movimiento en Medellín.


Son escasas las veces que Marino sale a la calle, siempre acompañado. Esto porque no se recomienda el contacto con ratas “salvajes” puesto que se puede contagiar y servir como vector para muchas enfermedades. A pesar de esto, las pocas ocasiones en que lo sacan tienden a ser de contrastes. Por un lado, están, como dice Sebastián, “los parceros que quieren un montón a ese güevón” y la gente que al pasar se sorprende y se interesa por la peculiar mascota. Por el otro, están aquellas personas que se escandalizan, hacen comentarios ofensivos e incluso hacen espectáculos innecesarios, como “una cucha que en un bus gritó: ese muchacho tiene una rata, y medio bus se fue para el fondo.” Estas dos posibles reacciones demuestran la madurez que han alcanzado tanto los pertenecientes a la escena punk como quienes comparten territorio con ellos, pero también el fastidio y la repulsión que sienten muchos ciudadanos por estas misteriosas criaturas.


PUNK: “MÉTODO PARA EL DESASTRE” *Carolina Bedoya

Días antes, los Suziox habían anunciado en Facebook que harían la grabación de un DVD con sus canciones en vivo; la invitación se hizo a todo el mundo bajo la consigna de dos palabras seductoras: “entrada libre”. Así que este día, 30 de octubre de 2015, estaba todo el escenario montado y los músicos dispuestos a hacer lo que mejor saben: hacer punk. A las 7 de la noche el concierto para el DVD ya había empezado. Se ingresa al teatro bajando por unas escaleras, pues este queda como entre un hueco, está además cubierto por rejas blancas, aunque se llame así mismo teatro al aire libre. Así pues, dividiremos la gente en tres especies de tribunas: Una parte de la gente se agrupó afuera del teatro, arriba, con los ojos pegados a las blancas rejas que lo cubrían, altas estas pero con amplia distancia que permitía observar lo que pasaba abajo; la mayoría de estos, pensará uno, espectadores que andaban por ahí cerca y llamados por el ruido de la música punk se acercaron a ver y oír por qué se daban tan duro esos muchachos bailando. Se trata este grupo de gente de niños, niñas, jóvenes, ancianos y grupos familiares, de aquellos que siguen su instinto curioso, por no decir chismoso, para enterarse de lo que pasa a su alrededor. Otra parte se congregó en las gradas descendentes del teatro y desde allí, apretados unos a otros, cantaban junto a la banda. Si bien estaban las gradas dispuestas para observar cómodamente el concierto, la mayor parte permaneció de pie, cantando y


bailando

cada

uno

de

manera moderada (¿hay alguna forma de estar en un concierto de punk bien puestecito

y

sentado?).

Naturalmente, había allí un río de rostros distintos todos, pero la atención sin duda se la llevaban los más adultos. Imagínese sujetos que pasaron los efervescentes años de adolescencia y juventud a sintonía con el punk más crudo, brusco, ese que se escucha como grabado dentro de un tarro (por ahí le llaman así). Esos mismos que se proclamaron rebeldes cuando aún no era común hacerlo y recibieron las miradas reprobatorias de la Medellín de camándulas y estampitas de la virgen en el bolsillo. Pues bien, estos sujetos que ya no andan con la cresta en alto (la llevan en el pecho, como alguna vez alguien me dijo), cantan con el puño en alto las canciones con las que tiempo atrás se daban tiestazos con el mundo. Se los imaginará uno con familias formadas, trabajos serios algunos, cuando no aburridos, recordando allí con nostalgia el sentirse anti-sistema y cantando a vozarrones: mala suerte, para ti, porque estos perros se cagaron en ti. Y la otra parte de la gente se amontonó en la parte inferior del teatro, a la altura del suelo y con todo el contacto hacia el escenario, que no era para nada alto. La mayoría de rostros de estos eran muy jóvenes, en comparación con los de la tribuna; estos sí con la cresta alta como sus puños, pantalones entubados y cosidos en ellos parches de tela de bandas reconocidas, botas platineras y chalecos de jean, con parches de tela también. Todos ellos un remiendo de telas, taches y chuzos. Estos sí estaban pogueando desaforados,

sudados

hasta

la

médula

y

repartiendo

puños

y

patadas

indiscriminadamente. Una buena parte de estos muchachos ni llevarán más de diez años oyendo punk, pero adoptan el estilo de vida al que uno siempre hace referencia: la ropa, la cresta, la botella con algún licor barato y el tubo de PVC lleno de manillas con las que


se consiguen algún dinero. Si usted es de los que frecuenta o ha frecuentado algún parque en la ciudad, los debe conocer: primero se acercan ofreciendo manillas de diversos colores y estilos, si el negocio no es exitoso entonces se ofrece la manilla de la colaboración, la de la energía, cualquier moneda por un par de hilos con un nudo en la mitad a la que, supuestamente, se le atribuyen propiedades mágicas que cumplirán su deseo. Otros de entre los mismos se la rebuscan con malabares en los semáforos de la ciudad, algunos con actos tan bien montados a la altura de un buen circo; otros solo con una rutina sencilla; la misma recompensa para todos, un par de monedas o billetes, cuando la divina providencia de los semáforos provee. A esto se le llama en la calle el cospire, buscar por todos los medios monedas con las cuales sobrevivir mientras se anda la calle. Uno de estos personajes de los que les mencionaba, resaltaba mucho para mí. Este chico del que les hablo si acaso tendría 18 años, delgado, de piel blanca pálida pero enrojecida la cara de gritar, sudar y poguear. Lleva botas, chaqueta de jean con taches, expansores en ambas orejas, una gorra tirada hacia atrás y una camisa de Misfits (banda de punk estadounidense): lo básico. El escenario estaba rodeado por una cinta naranjada con la pretensión de aislar los espectadores de la banda para mantener el concierto ordenado. Estaba él al lado derecho del escenario gritando la letra de las canciones, una mano sosteniendo el puño derecho en alto y golpeando el aire con rabia, la otra mano sosteniendo el tubo de PVC con las manillas. Se dejaba llevar de tal manera que varias veces tumbó la cinta naranjada y se balanceaba entre fuera y dentro del escenario pero se contenía, porque varias veces tumbada ya la cinta seguía en su bamboleo como si estuviera templada. En varias


ocasiones, también, aquel tubo de PCV salía volando y solo hasta después de un tiempo lo recogía del suelo. ¡Ah, pero el ronja no! Ese sí permanecía aferrado a su mano izquierda. Un ronja o Ronjamaica es un ron barato casi siempre de contrabando que viene en un recipiente plástico parecido a esos de salsa de tomate, con una boquilla para irlo guardando en la noche. Entre el Ronjamaica y el vino en garrafa, son los licores que uno verá en un concierto de punk, cuando no es el Chamber o el Frutiñazo (agua, alcohol etílico de farmacia o industrial, bebida en polvo como Frutiño, malta, cerveza o lo que se le quiera agregar). Al terminar el concierto, cierran con una canción muy provocadora que aumenta la euforia del público, quienes enardecidos violan el límite de la cinta naranja y se meten junto con la banda en el escenario pidiendo una canción más. Los Suziox, ya sin alientos, responden con un abrazo grupal, una foto y una despedida al mejor estilo del teatro: una venia una público.


POGO: TERAPIA DE GRUPO *Crónica conjunta

Martín La Sinfoniska, con todos sus miembros vestidos de pantalones con cuadros rojos hasta la espinilla, fue la primera banda en provocar pogos grandes en proporción a la cantidad de asistentes que había en ese momento. En una pausa entre canciones, cuando progresivamente los que bailaban se detienen, vi a un niño que se hacía a un lado para descansar. Le mostré el pulgar hacia arriba y me acerqué para saludarlo. Ahí comenzó la siguiente canción y le dije que bailáramos. “Ah pero es que yo no sé bailar”, me respondió, y se alejó incómodo mientras yo, insistente, me movía al ritmo del ska. Esta música, decía Don Vito el vocalista de Niquitown al bajarse de la tarima, cala como lo hace en la ciudad de Medellín porque no llegó directamente del Caribe, su lugar de origen, sino que junto con su pariente el reggae creció cerca al punk en los garajes londinenses, absorbiendo el tinte de combate y lucha que lo caracteriza en nuestra tierra. Más tarde la danza fue, todavía en la Tarima 1, con Bestiärio. Los integrantes catalogan a la banda de Bogotá como un punk contra hegemónico, el cual se opone a lo clásico del punk que “se ha normalizado y ya no es una amenaza.” Dicen que incluso ellos, en bandas que tenían anteriormente, estaban “haciendo lo mismo de los 70, lo mismo de los 80 y lo mismo de los 90.” Así, con esa propuesta tan particular como los instrumentos con los que tocan punk, fue el baile. Sonaban un banjo, un acordeón, un contrabajo, una pequeñísima guitarra y una tabla para lavar ropa; el chico del pogo anterior apareció y me saludó


aceptando esta vez la invitación. Abrazados como bailando vals, saltábamos chocando con otras parejas que punkeaban con estilos de tango, balada, corrido, ofrecidos entre las influencias musicales de quienes tocaban. Por esto, en múltiples aspectos se evidenciaba la ruptura con la estética eurocéntrica que profesa la agrupación, con ideas latinoamericanas puras. A medida que avanzaban las canciones la multitud danzante aumentaba hasta convertirse en un pogo clásico, pero mantenía la escencia del folk mundial de Bestiärio. David, con quien yo seguía saltando abrazado, se emocionaba cada vez más y le sorprendía la dinámica fraterna y solidaria; inmediatamente la adoptó. Comprendió, por ejemplo, que si alguien se cae es primordial que lo ayuden a parar al instante, y que si hay un objeto en el piso, se recoge para encontrar a quien lo perdió. Fue tal la apropiación del pequeño que apenas estaba conociendo este mundo, que se sintió aludido cuando un personaje entró sin bailar y con ganas de pelear. “Está muy borracho y no entiende lo que le dicen, lo intentan sacar y él vuelve y se mete”, comentó después de que al individuo este, con camiseta de la banda Fértil Miseria, le reventaran la nariz y la boca de un puño aparentemente no muy accidental. Se suponía que para que el público punkero no tuviera que perderse de ninguna presentación de su interés, la Tarima 2 del Festival Zona 2 en Castilla, dedicada específicamente a este género, iba a tener una pausa mientras tocaba la banda bogotana de folk punk. Lamentablemente, la programación de aquel segundo escenario se retrasó por problemas con la electricidad y no se pudo parar; traducido para nosotros, nos perdimos los toques de Infecto, Ágora y Escépticos. En la terraza donde se había ubicado esta tarima había menos espacio, menos público y naturalmente, menos participantes del baile de terapia de grupo. A pesar de eso, allí arriba el pogo era más visceral y por ende, más entrañable. Entre chaquetas de cuero o jean con parches, taches y crestas diversas, muchos bailaban con pasión, fuerza y violencia que trascendían a aquellos que con diferente apropiación se dedican a simplemente dar vueltas corriendo. Entonces había más puños, más


patadas. Algunos se subían al pequeño escenario para lanzarse contra quienes pogueaban, siendo recibidos con cariño pues las intenciones no eran lastimar a nadie. Los golpes, los empujones, los roces, los moretones, son la expulsión de incertidumbre e indignación que cada uno recoge en su vida cotidiana, entre situaciones personales, acontecimientos en la ciudad, el país o el mundo en general; se trata de reunirse con otros que se dan cuenta de que las cosas que pasan no deberían ser, es una catarsis en la que cada uno se desahoga en el otro pero a su vez permite que le hagan lo mismo: es pura comunión. Tocaba La Misma Porkería cuando una mujer flaca como sus propios huesos, con el pelo rosado cortado de manera irregular y botas negras que parecían gigantescas en sus famélicas piernas, se abalanzó con un hombre grueso y moreno, diciéndole que no la tratara así y que si era que le iba a pegar ahí mismo. La primera reacción de muchos fue reclamarle al hombre. “Yo nunca la he visto en mi vida”, replicó con cierta gracia el referenciado,

y

con

esta

respuesta nadie tomó partido y el esfuerzo general fue por separarlos.

La

siguiente

canción sonó y el pogo volvió a la normalidad. Para la última banda se notaba el agotamiento de los cuerpos sudados y torpes, pero esto no significó un problema para la recepción de la música. Mientras descansaba a un lado, un muchacho de cresta gruesa y chaqueta de The Casualties besaba un tarro de pega junto a mí. Le pregunté que qué veía y me dijo que nada, “lo hago porque me da placer”. “¿Placer de qué?”, insistí, y en ese momento se zambulló en el pogo, no sé si para evitar mi conversación. No es el común denominador, pero la imagen dentro de la escena es innegable.


Carolina Llegué al Festival poco antes de las 6 de la tarde, La Sinfoniska me recibió. La gente bailaba sabrosamente al son del fino ska, solo era verlos bailar para antojarse y dejarse llevar por el sonido de la música y empezar a mover el cuerpo dando saltos de un lado para otro, alternando los pies, tomándose de las manos de alguien parecido a cuando de niños jugábamos a la rueda-rueda, pero más salvaje. Preferí quedarme a un lado del pogo donde tenía una vista privilegiada. El Festival se desarrolló, como hace ya varios años, en el Parque Juanes de la paz; la superficie del parque es arenosa y para el evento ningñun arreglo se hizo, así que a medida que aumentaba el furor del pogo, aumentaba la cantidad de arena en el aire. Una neblina polvorienta rodeaba a los danzantes que, sin prestar mucha atención a ello, bailaban cada vez con más ahínco y la aumentaban. Algunos los solucionaron amarrando una camisa o un buso a su cara, encapuchándose. El pogo es una bola de gente que va girando alrededor de un diámetro determinado por la cantidad de gente. Cuando son muy grandes en la mitad se forma una isla donde algunos reposan y toman aire y otros se dedican a observar a los demás y a ofertar puños y patadas a quien se acerque. La Sinfoniska preguntó al público qué canción seguía y con unanimidad estos respondieron a coro: ¡este es el pogo, único y divertido! El vocalista aprovechó para bajar del escenario y, con el micrófono aún en mano, se hizo en la mitad del pogo formado por la última canción; pidió a todos que se abrieran, que dejaran un gran espacio alrededor de él. Los preparó haciendo que batieran sus manos en el aire al son de la batería, hasta yo sentí la tensión de lo que se avecinaba… El vocalista se subió de nuevo al escenario mientras el público seguía dando palmas, les señaló que a su orden actuarían y cuando empezó a sonar la canción la gente se dejó ir hacia ese espacio despegado con los puños y las patadas preparadas para repartir a todo cuanto se moviera. Fue impresionante cómo todos se lanzaron contra todos, se chocaron, se cayeron y siguieron bailando con la adrenalina subida hasta la punta de los pelos.


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PUNK'S NOT DEAD, Dirigido por Susan Dynner. 2007.

(Disponible en:

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PUNK ATTITUDE, Dirigido por Don Letts. 2005.

(Disponi ble en:

https:// www. youtu be.com/wa tch?v =A3MuSsdIy58 )

Rock Radical Vasco, La Gran Martxa de los 80. Dirigido por Begoña Atutxa. 2011. (Disponib le en: https ://www.y outube. com/wa tch?v=6ZEURI31IOg )


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