LIBRO CHINCOLCO

Entre Mingacos y Tradiciones: Narrativas de Chincolco

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Juraría que todo está cambiado.

Juraría que antes aquí había mar.

O cielo.

Juraría que yo sobrevolé esta ciudad con más alas que años.

Elvira Sastre

Prólogo Las narraciones e historias contenidas en este libro surgen de la colaboración entre Servicio País y los Clubes de Personas Mayores de Chincolco, quienes de forma voluntaria participaron y compartieron parte de su biografía como una manera de rememorar su historia y la historia común que les une. Lo anterior surge tras un diagnóstico participativo realizado con la comunidad de personas mayores interesadas en resguardar la historia local y el patrimonio inmaterial de Chincolco. Por medio de conversatorios, se guió el espacio para abordar de una forma segura las temáticas de interés, las cuales fueron grabadas y posteriormente transcritas para plasmar en las siguientes páginas la información entregada.

Así, las siguientes historias y relatos biográficos narran experiencias vinculadas a la tierra, al agua, a su gente y a estilos de vida y convivencia que, por diferentes motivos, han transformado la forma de relacionarse con la comunidad y el territorio. Las personas mayores han sido testigos de los cambios que han debido afrontar de forma individual y social. Por lo mismo, se recuerda con melancolía un pasado que no volverá, pero con la añoranza de un bienestar integral para un futuro próximo para la comunidad y las nuevas generaciones.

La solidaridad: valor transversal Cambios La coja del temporal Materia prima familiar

POR TERMINAR

El nuevo hogar Las yeguas de la trilla Los mingacos por Chincolco Recuerdos de abundancia Costumbres y fiestas locales Los Sandiales del potrero Seguridad y tranquilidad Las monjitas y la parroquia Corazón de Jesús Verano de cosechas De dedos y queltehues Transporte y juventud

La solidaridad: valor transversal Era muy común compartir. La solidaridad aquí lo es todo, porque incluso cuando las señoras tenían bebés, iban las vecinas a cuidarlas y les llevaban pollo para la dieta, además de la dieta para la parturienta. Les hacían sopas de enfermo, pero con pollo y verduritas. No tenían muchos aliños ni recursos, pero se cuidaban durante casi los cuarenta días.

Aquí era muy solidario. Por ejemplo, si en una casa no había pan a la hora de once, le decían a alguien: “Oye, anda donde la vecina y pídele unos pancitos”. La vecina, justo en ese momento, había sacado una tortilla grande, la partía por la mitad y decía: “Toma, llévala donde tu mamá”. Así era. Luego, la mamá de uno amasaba y devolvía el pan, o iban a pedirle una taza o dos tacitas de azúcar, y la gente al tiro, nada de que no, porque aquí es cierto, eso es muy común, sí. Incluso si alguien sacaba un chancho, se repartía y después le tocaba al otro. Y así.

Era muy común eso. Lo otro que era muy común era conseguir un almud de harina. ¿Conocen esa medida que existía antiguamente, un almud? Era un cajón, ya no me acuerdo, la medida parece que son 30 por 30 por 20. Pero esa era una medida. Claro que se conseguía un almud para amasar, entonces 9

eso era muy común. Y bueno, como dice mi amigo, conseguir una, dos o tres tazas de azúcar era muy común. Lo otro, una cebadura de yerba también era muy común. Ahora no se ve eso. Ahora lo único que queda, lo que se pide o consigue con un vecino o con el otro, son las herramientas. Claro, le pide una herramienta, por ejemplo, un martillo, un serrucho, que es muy común, un alargador, cosas así de herramientas, pero ya no de mercadería, no, no, no, no, porque también ha cambiado el ego de una persona. Antes había mucha más humildad, se aceptaba la pobreza, ahora no, ahora no se acepta, se esconde. Se ofende la persona si usted le da algo. Si usted le da algo, la persona se ofende. Claro que no pensaba eso antes. No, porque a mí me daban bastante para mí y mis niños.

Imagínese que aquí hoy, ahora, ahora usted junta un rato saco con ropa buena de los cabros chicos de uno y se lo da a una persona. Dicen: “La porquería que me dan va”, y la botan. Y antes, antes no, pues antes uno sí aceptaba todo. Uno, cómo se llama, se ponía zapatos de un vecino de allá, se lo ponía porque se lo regalaban y uno recontento. Ahora no, no le digo, en la casa llega ropa de Santiago, llega ropa de los cabros chicos, puta, se la dan a una persona, va y la bota. No se acepta. Claro que pasan tallas. Por ejemplo, una vez había un compadre que era bueno para esta cosa de beber, y tenía otro compadre que tenía buena situación económica. Y el compadre le decía: “Oiga compadre, présteme cinco lucas”. Al tiro, compadre, puta 10

que Dios le pague compadre, que Dios le pague. Y él recontento. Cuando lo tenía medio curco, un día el compadre que tenía plata no estaba muy de buenas y le dice: “Oiga compadre, présteme diez lucas”. Listo compadre, aquí están, que Dios le pague, no compadre, de aquí en adelante páguemelas usted mejor, dejémosle lo atrasado nomás a Dios.

En el Valle de los Olmos, había una señora que a todos les pedía 10 pesos para devolverles 5. Les devolvía al tiro 5 pesos. Ha cambiado Chincolco, pero no al 100%.

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Cambios Ya, aquí es muy bonito. Yo soy nacido y criado acá en Chincolco, yo creo que la mayoría. Cuando joven, estuve trabajando, pero ocasionalmente para afuera. Hay varias cosas que se han perdido un poco, como, por ejemplo, la tranquilidad. Se ha perdido un poco. Ahora, también un cambio muy grande es en el movimiento automovilístico, hay muchos vehículos.

Un cambio grande, pero en todo caso, favorable, porque de acuerdo a mi opinión, por ejemplo, como yo veía a mi mamá lavando en la artesa, éramos 7 hermanos y ella lavando a mano, a pulso. Ahora no, la señora echa la ropa a la lavadora y se ponen a ver la televisión mientras estamos lavando.

Entonces, un cambio favorable en cuanto a la vivienda, un cambio positivo, sumamente positivo.

Es bonito vivir en Chincolco.

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La coja del temporal “Hace poco, me había juntado con mi pareja y tenía a mi hija mayor, pero tenía como 1 año. Él trabajaba en la mina el Bronce, y yo estaba sola con mi nana, quien me ayudaba a cuidar a mi hija cuando yo trabajaba. Estaba un temporal de aquellos; estábamos con vela, todo oscuro, y corría el agua por las calles como un río, similar al año 87.

Resulta que estaba sola por la noche, en silencio y todo lo demás, ahí con la vela, y a mí me llamó la atención que sentía a alguien que pasaba, pero se sentía solo en un lado. Igual para mí, en ese momento, era normal, pero lo raro es que pasaba todas las noches. Hay que pasar todas las noches y se sentía caminar, pero solo se escuchaba un taco. Yo sentí el taco de una mujer, ¿quién sale a caminar de noche y sale a caminar de noche con la lluvia?

Tenía una amiga de ese entonces, una colega que vivía al frente mío en el sector, hace mucho tiempo. Entonces, le preguntaba: ‘Oye, ¿sentiste el sonido de la señora anoche?’ ‘No tonta’, me dice, ‘si es la vieja coja’, como la vieja coja le dije. ‘No, si hay una animita que pasa todas las noches’, y ahí me dio miedo. ¡Horrible! Y ahí yo caí en cuenta.

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Materia prima familiar Las siembras eran principalmente de trigo, ya que el trigo era la materia prima esencial en una casa campesina. En una casa campesina no podía faltar el trigo, porque con el trigo se obtenía el pan, el mote, el majado, el frangollo y la harina tostada. Son 5 cosas que había ahí, y antiguamente se usaba mucho la leche con harina, ya sea en los desayunos o en los almuerzos.

Era algo natural porque había en todas las casas. Yo creo que el 90% de las casas de Chincolco tenían una o dos vacas para la leche, leche natural.

Ustedes veían en este tiempo, por ejemplo, a la altura en la que estamos ahora del año, todos los potreros verdecidos con alfalfa para las vacas lecheras.

Los trigos también ya estaban grandes en los trigales. Entonces, venía la época de sembrar el poroto, el maíz choclero y todas esas cosas, porque aquí se cultivaba de todo: maíz choclero, porotos, verduras, papas, zapallos, zanahorias, lo que quisieras, incluso sandías. Aquí el clima es muy bueno. Por eso, me siento muy orgulloso de ser Chincolcano.

No solo por el clima, el ambiente y la topografía, sino también por su gente, exacto, exacto, porque todavía queda gente muy amable, muy cariñosa.

Es bonito, es bonito. En otras partes no se da. Lamentablemente, no se da.

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El nuevo hogar Yo no era de Chincolco, pero estoy muy agradecida con Chincolco, porque cuando me vine, fue como una aventura. Me vine porque tenía problemas con dos niños en un matrimonio de maltrato. Incluso llegué hasta la mina La Dulcinea a esconderme del papá, mi marido en ese entonces, de los niños, y eso hace más de 40 años. Estoy muy agradecida porque llegué así, a brazos cruzados con dos niños, y gracias a Dios no me faltó nada.

Ahora mis hijos ya los eduqué, porque los tuve estudiando en la parroquia.

Estuvieron en el liceo parroquial. En ese tiempo no había secundaria y se tuvieron que ir para La Ligua. Se educaron y ahora son malagradecidos, no vienen para acá.

Pero yo soy una persona que no me he querido ir. No me voy de Chincolco. Mientras esté acá, estoy muy agradecida con Chincolco y con la gente de Chincolco. Hubo mucha gente que conocí, como don Lalo y la familia de don Lalo. No hay nadie más antiguo que la señora Fresia y otras personas antiguas que me conocen desde que llegué con los niños. Ahora, ellos ya son hombres. Así que no puedo decir que soy porteña, soy más Chincolcana que porteña.

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Las yeguas de la trilla La trilla a yegua suelta, es cuando se trilla el trigo. Se pone el trigo en el centro y la yegua corre alrededor.

Entonces, hay que probar para donde va el viento porque puede ir para un lado y después para el otro. Entonces había que ir viendo para qué lado iba el viento.

Esa es la forma de separar la paja del trigo, tal como dice, por ejemplo, aquí el viento viene en esta dirección ya, y para probar el viento siempre los campesinos tiran unas dos orquetadas al aire y ven al tiro que dirección tiene el viento, entonces ahí hace la barba que se llama. Y, de ahí se empieza a aventar. Que se va tirando con la orqueta al aire, el trigo pasa para adelante y la paja se la lleva el viento, cae para atrás y ahí se aparta, en esa forma se hacía.

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Los mingacos por Chincolco Acá se hacían mingacos y era que se invitaba a todos los vecinos a pelar los choclos y después se tomaba un tecito. Es el pueblo más solidario que existe. Yo considero que es solidario porque cuando hay una persona enferma, hacen una campaña en Chincolco. Hasta el más humilde, incluso el que no tiene, va y da de lo que no tiene. Cuando hay un terremoto al otro lado y Chincolco dice la radio, tenemos una radio comunitaria. La radio dice, vamos a hacer una campaña para ir en ayuda de Vicuña, por decir algo, y se juntan muchas cosas. Chincolco no da lo que sobra, da lo mejor que tiene.

Incluso para la Teletón aquí se junta mucha plata, 9.000.000 de pesos, y Petorca 2.000.000 de pesos.

Cuando se muere alguna persona, hoy estamos todos acompañando a la misa al cementerio, ayudando a esa familia. Nos preocupamos de cómo están.

Cuando se le quema la casa a una persona, se hace una casa rápidamente.

Hoy, por ejemplo, ahora se celebraron las 135 cuecas por los 135 años de Chincolco, de este pueblo. Hoy, cuando pasó a ser villa, y de ahí empezaron a contar los años. De mucho tiempo, me parece que anduvieron hasta los incas por aquí. Ya pues, aquí se hicieron fiestas muy bonitas, desfiles. Todos aportamos, mucha gente nos aporta. Y si no, no podrían hacerse realmente 22

como las hacemos. Yo estoy en el grupo folklórico y de repente vamos a cantar a otros lados. Nos hemos ido hasta las 5:00 de la mañana para cantar a las 14:00 de la tarde. Entonces, tenemos que costearnos nuestros gastos y aquí no pasa eso. A los grupos que vienen, nosotros les damos colación, desayuno y almuerzo. Igual que cuando se hace un baile aquí y se van a presentar, están todas ahí esperando que salga lindo. O sea, un grupo baila y los otros están ahí acompañando. Entonces, yo por eso digo, es el pueblo más solidario que existe.

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Recuerdos de abundancia Antes, había tanta abundancia: pasto, frutas, animales, pajaritos, de todo. Recuerdo que en casa, mi mamá tenía unas cestas grandes de huevos, siempre llenas. Lo divertido era ubicar dónde tenían los nidos. Seguíamos a las gallinas para encontrarlos. Por las tardes, también teníamos que cuidar a las gallinas porque venía el águila.

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Costumbres y fiestas locales Se lleva a cabo la fiesta costumbrista. Todos participamos en ella. Sucede durante el aniversario de Chincolco, en el mes conmemorativo del pueblo.

Es claro lo que estoy diciendo: los rodeos, la procesión, y la Navidad.

Además, el carrito de los bomberos recorre la población y entrega dulces.

Los bomberos organizan actividades para días especiales, como el Día del Niño, cuando también salen a regalar dulces.

La trilla aún se realiza, pero en menor medida que antes. Ahora es más como un espectáculo y ha dejado de ser una costumbre debido a que ya no se siembra tanto trigo. Antes, cuando se sembraba más, era común invitar a todos para la trilla. En Chincolco, solía ser un evento único, pero antes se realizaban muchas. En tiempos antiguos, primero se preparaba la tierra, se humedecía y se dejaba que las cabras la aplastaran. Luego pasaban las yeguas y se arrojaba el trigo. Después de trillar, con una pala de madera se lanzaba todo al aire y el viento separaba el trigo de la paja.

En el pasado, durante las trillas, se escondía un chuico de vino en medio de donde se trillaba el trigo, como un premio, y se cuidaba el trigo por la noche en La Lina. Se bailaban cuecas y se cantaba.

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Antes, el “Judas” se llevaba por las poblaciones y se quemaba frente a la iglesia. Se pedían monedas para llenar el muñeco antes de quemarlo. Este año se hizo, pero ya no involucra a toda la comunidad, ahora se hace por poblaciones.

Otra actividad que ya no se practica son las fiestas de la primavera. Era como un carnaval con elección de reina, diversas actividades, y la coronación de la Reina. Al día siguiente, se mostraban carros alegóricos y se cerraban las calles. En aquel entonces, había más centros de madres y clubes deportivos, y cada club se encargaba de presentar un carro.

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Los Sandiales del potrero Aquí, lo famoso eran los sandiales; era una tradición. Por las noches, uno iba a los sandiales a comer sandía.

No íbamos a comprar, sino a comer. Comíamos hasta que nos cansábamos. A la sandía, algunos la llamaban Beatriz, otros Juanita.

Los sandiales, parece que así les decían. Uno pagaba unos pesos, no sé cuánto era en ese tiempo, y comía sandía hasta saciarse.

Sandía con harina tostada.

Se plantaban en una hectárea y media, más o menos. Se regaba con riego tendido; en ese tiempo ni siquiera se imaginaba el riego tecnificado, porque eso no se conocía. Había agua por todos los canales, por todas partes.

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Seguridad y tranquilidad La seguridad sigue siendo buena, todavía muy buena. Con una diferencia: antes salíamos cuando éramos jóvenes, salíamos en la noche para estar juntos, ahora solo salimos cuando hay temblores. Aún así, al menos en mis barrios, como en el Valle de los Olmos, podemos hacerlo. Hasta ahora, la sensación de seguridad es inestimable, en contraste con otros lugares.

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Las monjitas y la parroquia Corazón de Jesús Sabe, sabe que a mí, yo llegué pero muy con las manos peladas. A mí me iban a visitar y me llevaban porotos verdes que plantaba la gente en su casa, lechuga, pan amasado, y así empecé yo hasta que entré a trabajar donde las monjitas, que había monjitas aquí. La gente era cariñosa, era muy cariñosa.

Aquí hubo un tiempo en el que tuvimos monjitas por muchos años, y las monjitas eran muy buenas. Tenían en unas piezas grandes como a 40 mujeres que trabajábamos para las monjitas, le trabajábamos para hacerle cosas al padre Jaramillo. Gracias a las monjitas estábamos sentadas y hacíamos diferentes cosas, y las monjitas nos iban a ver cuando estábamos enfermos a la casa. Había monjitas enfermeras, había monjitas para todo. También tenían espacio para recibir a los enfermos. Yo trabajé en la cocina, yo estaba en la cocina cuando recién llegué aquí donde las monjas, por eso sé.

Las monjitas se fueron cuando murió el padre Jaramillo, como en el año 70. Ahí se cerró el hospital parroquial, el hospital parroquial está donde está la casa parroquial. Sí, de donde está el colegio, el del Sagrado Corazón yendo hacia abajo. Ahí estaba el hospital parroquial.

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Ese hospital parroquial se hizo con trabajo voluntario. Debe haberse construido como en el 60, 63-64 más o menos. La obra duró bastante tiempo, porque era puro voluntario. Claro que había algunos que muchos tenían que, porque había pocos maestros. Eran aficionados, personas voluntarias. Por ejemplo, una vez se puso un maestro a enyesar, había que enyesar una pared que estaba estucada y el hombre no sabía enyesar, y llegó ahí, echó en una batea un saco de yeso y perdió todo. No tenía idea.

Sabe, sabe, otra anécdota es que las monjitas y nadie me lo va a negar porque yo estaba ahí. En vez de pagarles cuando venían para que las mujeres les daban remedios, venían gente de arriba de la punta del cerro y como no traían plata, les traían sacos de porotos negros, o patos o gallinas, que me hacían sufrir porque nunca había pelado una gallina yo. Y mis hijos me ayudaban, los tenían que sujetar, a los patos. Le pagaban con patos, con gallinas o con saco de papas, con esas cosas, no recibían, o sea, no traían plata. Y con eso se daba vuelta para hacer almuerzo para todas las monjitas y las personas que había. Porque ellas recibían a los enfermos.

Sí y es que ahí, en ese tiempo también había otro detalle que era lo importante. Es la parroquia, estaba ese hospital patrocinado, apadrinado, digamos, por la Cruz Roja internacional. Entonces traían muy buenos remedios, sobre todo golpes de vitaminas, vitamínicos muy buenos. Ese 33

hospital parroquial y eso, claro, era gracias a las gestiones del padre Jaramillo, porque el padre Jaramillo era muy influyente, tenía mucha influencia.

Claro, sí, en ese tiempo había harina, llegaba harina de afuera, llegaba queso de ese amarillo, aceite. Un montón de cosas que enviaban para los países pobres de ese tiempo.

Las monjitas también se conseguían en Santiago, o en otras comunidades seguramente, ropa y aquí nos regalaba a las personas que estábamos trabajando, a los niños, a los míos, yo me acuerdo que a mi niño le quedó una chaquetita, que cositas, que una mochila para el colegio, el uniforme. Sí, y muchas veces hicimos los uniformes, pero los uniformes de padre Jaramillo cuando hacía desfile con chaqueta blanca y pantalón rojo, o todo de rojo, no, creo que la chaqueta roja y lo demás blanco, y le ponían coscacho. Había que hacerlo en un taller, y el padre compraba el género y nosotros en el taller teníamos que hacer esas cosas.

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Verano de cosechas “Mi papá sembraba, tenía bueyes para arar y papas todo el año. Cultivaba habas, arvejas, porotos; tenía todas esas cosas, además de tomates y cebollas.

La cebolla duraba aquí, y había una tremenda arboleda: paltas, nueces. En casa sembraban de todo, incluso mi papá plantaba repollo. Sí, con mis hermanos. Éramos 4 hermanos. Cuando llegaban de la escuela, nos ayudaban en la casa. En verano también, porque es cuando uno siembra. Con las siembras, las cosechas; claro, cuando trillaban los trigos, ayudábamos. Era como un trabajo familiar, y las mujeres también ayudaban en la casa. Éramos muchos, 8 hermanos: 4 hombres y 4 mujeres. Claro, todos teníamos que ayudar. En ese tiempo había muchos animales. Uno tenía que levantarse temprano, a las 7 ya teníamos que estar despiertos, revisando las gallinas, barriendo el patio.

Todas hacíamos algo. Y en ese tiempo se cocinaba con leña, así que había que ir a buscarla para cocinar. Todos teníamos nuestras tareas.”

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De dedos y queltehues Mi cuñado estaba enfermo, así que mi hermana y yo tuvimos que encargarnos de los animales: darles agua y soltarlos, ya que estaban amarrados.

Mientras soltaba a uno de los animales, una vaca se dio cuenta que estaban poniendo agua fresca en el lugar donde ellas tomaban. Se desesperó por llegar allí y mi dedo quedó atrapado en la cuerda. La vaca tiraba y tiraba, y yo sentía que mi dedo estaba a punto de salirse. Le pedí ayuda a mi hermana, con el miedo de perder el dedo, pero la vaca no hacía caso. En ese momento, mi hermana, sacando fuerzas de no sé dónde, tiró al animal y pudo sacar el dedo de la cuerda. La vaca estaba desesperada por agua después de estar al sol todo el día.

En otra ocasión, Eduardo desconocía que los pajaritos, los queltehues, no permiten el paso cuando tienen crías. Me tocó vivir esa experiencia con Daniel, que en ese momento era pequeño y lo llevaba en brazos. Los pájaros empezaron a pasar, y parecía escena de una película de Hitchcock, ya que pasaban y atacaban la cabeza de Daniel. Vivíamos con mi mamá, que después de esto nos dijo que se les olvidó mencionar que no se podía pasar por ahí por las crías de los pájaros.

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Transporte y juventud Aunque acá ha sido impresionante el aumento del parque automotriz.

Yo te estoy hablando de por allá en los años 70. En ese tiempo no había tanta movilización para que la gente de otros lugares, por ejemplo, gente de Petorca o de Hierro, accediera a venir.

Cuando empecé a venir para acá, como en el 91, costaba mucho venir. Los caminos eran malos. Yo venía en bus y pasaban muy pocos buses en el día.

Veníamos hacinados arriba. Imagínese que en el año 93 recién pavimentaron.

Estaba pavimentado Chincolco, pero no el camino de Petorca a Chincolco.

Era tierra, tierra, tierra. Si llovía, había mucho riesgo con el bus.

Había un fenómeno que le llamaban la calamina, que era cuando pasaban los vehículos y se formaban como pequeñas onditas, entonces el vehículo pasaba haciendo como un temblor. Para movilizarse dentro de la comuna, lo hacíamos a pie, caminando o en bicicleta. Para Petorca, en bus o en ese tiempo no había colectivos. Uno tenía que coordinar todo con los horarios de los buses que pasaban. Si quería hacer un trámite, se iba en el bus de las 08:00 y volvía en el bus de las 11:00/12:00.

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Imagínate que en ese tiempo nosotras estábamos en La Ligua.

Amontonadas nos íbamos en el bus de las 5:00 am y llegábamos a la vuelta a las 16:30, pero en ese tiempo teníamos media jornada de clases. No y tenías que venir parada casi todo el camino. Si había asiento, tenías suerte. No y subirse al bus. El único liceo más cercano era el de La Ligua.

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Epílogo Los cambios, para bien o para mal, son cambios al fin y al cabo, y Chincolco ha vivido esto de forma significativa en los últimos años. Muchos de sus modos de convivir en comunidad y con el territorio han debido transformarse; por consiguiente, sus habitantes han tenido que adaptarse.

Las historias aquí plasmadas van más allá de simples relatos; son las voces de quienes habitan y construyen Chincolco día a día. Constituyen el tejido social que crea, moldea y transforma la comunidad. Al observar el pasado, buscan construir un futuro mejor mediante el traspaso de experiencias y vivencias que claman por no ser silenciadas y olvidadas. A través de iniciativas comunitarias, las páginas que acabas de leer buscan visibilizar y dar voz a aquellas personas que eligieron hacer de Chincolco su hogar. La recolección de datos, la posterior transcripción y su lectura invitan a la reflexión, guiando a los lectores en un viaje por diferentes sectores con el fin de preservar la rica historia local y el patrimonio inmaterial de Chincolco.

Agradecemos, como equipo de Servicio País del ciclo 2023/2024, a la comunidad de personas mayores de la Localidad de Chincolco, en particular al Club Volver a Nacer, Corazón de Jesús y La Eterna Primavera, quienes compartieron no solo su tiempo para el desarrollo de esta iniciativa, sino también, parte de lo ha sido su vida y sus recuerdos en este lugar, permitiendo a los lectores conocer un poco más de la vida y costumbres que han trazado la identidad a esta localidad ubicada en el valle transversal de Petorca. Gracias por su disposición, voluntad, compañerismo y esfuerzos para hacer de Chincolco un lugar mejor.

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