Frida #3

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La ligazón entre ambas partes de su obra es muy estrecha y a menudo en sus escritos teóricos lo que Wittig hace es reflexionar específicamente sobre las direcciones posibles de su obra de ficción, que van todas ellas, eso sí, siempre vinculadas a su relación y su militancia política dentro del movimiento por la liberación de las mujeres francés de los años 70 y, dentro de éste, a los círculos de lesbianas feministas. Toda la obra de Wittig responde, por lo tanto, desde su teoría y su praxis, a un punto de vista político radicalmente ligado con lo que ella llama un feminismo materialista (cercano al marxismo) y a la búsqueda de un decir propio del siempre silenciado o invisibilizado deseo lesbiano. Además, literariamente Wittig se acerca a algunas figuras coétaneas de las que habla también en sus textos, como Nathalie Sarraute, Roland Barthes, a quienes cita a menudo como referentes, y en sus palabras pretende dialogar con la obra de Proust, Djuna Barnes (de quien es traductora al francés) y su interlocutora privilegiada, que es la obra de Safo. En el Borrador para un diccionario de las amantes, libro escrito a cuatro manos con Sande Zeig, Safo aparece reseñada con una página en blanco, lo cual significa, por un lado, desconocimiento y, por el otro, apertura de las posibilidades infinitas que sugiere esa figura.

pares de opuestos con valores de distinta índole. Hombre/mujer, femenino/masculino, es una de las primeras divisiones, a partir de la cual se construyen muchas otras. Wittig entiende los sexos del mismo modo que Marx entendía las clases sociales: como construcciones sujetas a unas determinadas condiciones y coordenadas históricas, y no como realidades inamovibles o naturales. La aspiración sería luchar por un tipo de sociedad donde ya no existieran ni hombres ni mujeres, porque el sistema que contempla la necesaria desigualdad de los sexos habría desaparecido. En ese sentido es que su feminismo es materialista y en ese contexto hay que entender algunas de sus afirmaciones menos entendidas y más controvertidas, por ejemplo, la ya clásica “las lesbianas no somos mujeres”.

Dentro del feminismo se ha producido históricamente una crítica manifiesta hacia las políticas de la identidad y al reduccionismo que implicaría utilizar el concepto “mujer” o “mujeres” como enfoque exclusivo y universal. Por un lado, se olvidan las determinaciones, no precisamente adverbiales, sino del mismo modo sustantivas, que se suman a esa categoría (no es lo mismo ser una mujer blanca y heterosexual de clase media-alta en un país occidental que ser una mujer blanca lesbiana de clase baja en un La posición que defiende Wittig dentro del país occidental que ser una mujer lesbiana negra feminismo se aleja siempre de esencialismos de clase baja o alta, etc.) Desde los feminismos más o menos autocomplacientes. Entiende los ya en los años 70 y 80 se comenzó a cuestionar sexos como posiciones dialécticas y se opone la pretendida universalidad del término “mujer” al concepto “mujer” porque éste solo puede o “mujeres”(por ejemplo, desde la crítica ser defendido y entendido en el contexto de postcolonial y la de las lesbianas). Concretamente la división y la desigualdad de los sexos en la desde el feminismo lésbico se cuestionó lo que cultura patriarcal: la economía significante de otra poeta y escritora, además de ensayista, la división sexual sigue una lógica binaria y Adrienne Rich, dio en llamar el sistema de la atributiva según la cual el mundo se organiza en “heterosexualidad obligatoria” en su artículo del


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