Caperucita azul 2020 Un cuento al revés… Caperucita se enteró que su abuela estaba con dolor de espalda y decidió llevarle comida. Le preparó el choripán con coca y unos huesitos de asado, que puso en la lonchera. Luego, se vistió con su capa azul, la cual permitía lucir sus rulos pelirrojos. Agarró el barbijo y lo dejó en su mochila. Al estar lista, fue camino a la casa de ella. Cuando empezó el viaje, decidió ir por el bosque. Allí, se encontró con un lobo ingenuo que apenas la vio se tropezó con una roca. Cuando se levantó, se chocó con el tronco de un árbol; al empezar a hablarle, tartamudeó de los nervios y se fue corriendo porque estaba asustado. Caperucita, intentó ayudarlo, le dijo que no tenía por qué temer. El lobo se sintió agradecido, se relajó y salió de su rol de malo. La niña lo invitó a comer; entonces, juntos se fueron caminando hacia la casa de la abuela y estuvieron hablando hasta que se dieron cuenta que alguien los había estado siguiendo. De repente, apareció la cazadora detrás de ellos, quién quiso advertirle a Caperucita que el lobo no era de confiar, que sus intenciones eran comérsela, según lo que ella sabía de otros lobos. La pequeña le propuso no juzgar a este animal sin conocerlo y darle una oportunidad. Todo el diálogo fue con el tapabocas. Caperucita era tan amable que la invitó cenar, de paso descubriría que el lobo no tenía malas intenciones. Juntos, en equipo, continuaron la caminata y llegaron a la casa de la abuela. Juntaron la vianda que Caperucita llevaba, más unas milanesas y empanadas que la abuela tenía en la heladera. Comieron los cuatro juntos y miraron una película. Finalmente, la cazadora aprendió que no debía sacar conclusiones apresuradas de alguien sin saber cómo es. Además, ella se ofreció para cuidar a la abuela y así ayudaría a Caperucita.
Moraleja: como nadie es perfecto no hay que juzgar.