“Sociedad expulsada y derecho a ingresos”, Cáritas y la Fundación FOESSA

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Índice

Conclusiones

El desgaste en las condiciones de vida de multitud de familias originado por la Gran Recesión, el modelo por el que se optó para salir de la crisis sin incorporar cambios profundos en nuestra estructura social y modelo productivo, y la posterior reducción de políticas sociales, sin duda, generaron más precariedad entre quienes peor lo estaban pasando. La resultante fue una sociedad fragmentada, que ya denunciábamos en estas mismas páginas en 2018, y que constituía el escenario social en el que ha irrumpido la pandemia de COVID-19. En este escenario es en el que debemos analizar el impacto y la profundidad de la actual crisis, con especial atención a las dimensiones de las condiciones de vida que se encontraban peor en origen, a las que han sufrido un mayor deterioro, al aumento de las familias en exclusión social, y al endurecimiento de las ya de por sí malas condiciones de vida de quienes venían habitando los espacios de la exclusión social. Todo ello desde la observación atenta de la respuesta, suficiencia y eficacia de los mecanismos de la protección social. Desde marzo de 2020, una ola gigante y sobrevenida está azotando al conjunto de la sociedad y ha dejado ya tras de sí una profunda huella. Y aunque el origen de esta crisis sea eminentemente sanitario ha derivado en una crisis económica y social sin precedentes debido a las medidas de distanciamiento y restricciones que se han tomado para su contención, con importantes consecuencias que seguirán agravándose mientras continúe la pandemia. Así, la propia dimensión de la pandemia unida a la situación de desgaste y debilidad que venían sufriendo las familias, ha condicionado el impacto y la profundidad de la actual crisis a la que muchas familias se han tenido que enfrentar con sus recursos debilitados y con un sistema de protección social insuficiente. Después de un año y medio, un primer impacto de esta crisis es un empeoramiento generalizado de los niveles de integración para el conjunto de la población. Se está produciendo un deslizamiento de los diferentes estratos de la sociedad hacia situaciones de mayor precariedad y exclusión social. Podríamos describir la situación actual del eje integración-exclusión como una sucesión de estanques y cascadas donde ha habido un trasvase desde la integración plena, que pierde caudal, a la integración precaria, de ahí a la exclusión moderada y, por último, a la exclusión severa, que es el que más crece en volumen. La consecuencia directa de esto es que 11 millones de personas en nuestro país viven en situaciones de exclusión social; son 2,5 millones más que en 2018. Una primera factura en forma de exclusión social y de empeoramiento de las condiciones de vida que están pagando muchas personas con las que convivimos a diario (familiares, vecinos y vecinas) y con las que compartimos sociedad y futuro. 57


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