El demonio que llegó del
ESTA TIERRA NUESTRA
sur JUAN JOSÉ MORALES
Si tiene usted una pecera, seguramente tendrá también uno o más de los llamados peces limpiadores o limpiavidrios, que recorren lentamente las paredes alimentándose con algas y desperdicios. Pues bien, si por alguna razón ya no lo necesita, mátelo sin contemplaciones. No se le ocurra liberarlo compasivamente en una ciénaga, una laguna, un río ni —mucho menos— un cenote. Sé que esto suena cruel y despiadado, pero esos peces están causando un verdadero desastre ambiental en México y hay que impedir a toda costa que sigan propagándose y pudieran invadir los ríos subterráneos de la península de Yucatán.
C
onocidos también como peces diablo, plecostomus (“boca plegada”) o plecos para abreviar, pertenecen a la familia zoológica de los loricáridos, o Loricariidae en elegante latín científico. Son originarios de la cuenca del Amazonas y hasta la fecha se han identificado cerca de 700 especies, en su mayoría pequeñas —las hay de sólo 2.5 centímetros—, pero algunas de más de medio metro y tres kilogramos.El problema con estos peces es que se adaptan casi a cualquier ambiente, comienzan a reproducirse a temprana edad, son muy prolíficos, resisten condiciones extremas —incluso sobreviven horas y hasta días fuera del agua—, sus hábitos nocturnos los hacen pasar inadvertidos y están muy bien protegidos contra los depredadores por sus duras escamas óseas y sus fuertes y puntiagudas espinas dorsales eréctiles, que levantan al sentirse en peligro y pueden matar a un ave que los trague. Por todas esas características, pronto se multiplican y desplazan a los peces nativos.
de la vertiente del Golfo. Y a los biólogos les produce escalofríos la posibilidad de que esta plaga penetre a los ríos subterráneos de la península de Yucatán, donde acabaría con especies únicas en el mundo, como la dama blanca ciega Ogilbia pearsei, un pequeño pez carente por completo de ojos y
En México se les detectó por primera vez apenas en 1995, pero ya están diezmando la ictiofauna de nuestros pocos ríos y lagos. En la presa de El Infiernillo, Michoacán, acabaron con la pesca de bagre, carpa y tilapia, de la cual vivían 3 600 pescadores y sus familias —más de 45 000 personas en total— de 120 poblados ribereños. Actualmente, el 80% de las capturas consiste en peces diablo, que destruyen las redes, no sirven para nada y terminan pudriéndose.
extraño color blanco iridiscente, o la anguila ciega Ophisternon infernale, que pese a su nombre común no es anguila sino únicamente lo parece.
En los ríos de Tabasco y Chiapas la tradicional pesca de mojarras castarrica y tenguayaca se está desplomando por la proliferación de peces diablo. También está amenazada la pesquería de catán o pejelagarto, otra especie característica
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De modo, pues, que mejor no use peces limpiadores. Pero si los tiene y debe deshacerse de alguno, no se tiente el corazón. Déle una muerte piadosa metiéndolo al congelador envuelto en un trapo y luego tire el cadáver a la basura. Así ayudará a evitar que el demonio que llegó del sur siga extendiéndose por el país. Opiniones y comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx