1 minute read

ITALIA, CAFÉ

Si bien es cierto que Italia no produce ni un solo grano de café, y que tampoco es el principal consumidor de café en el mundo, es de todos sabido que son ellos, los italianos, quienes han marcado la manera cómo bebemos café en Occidente. Espresso, cappuccino, macchiato y lungo, por mencionar solo algunos, son los modos de preparar el café que Italia ha heredado al mundo; y que en ese país representan el hábito que une a todas las condiciones sociales, económicas y culturales en un mismo ritual.

Desde las primeras horas de la mañana, el café es la bebida nacional por excelencia en cada hogar italiano. Se bebe para despertar, para abrir un espacio en la jornada laboral, o para cerrar una buena comida (jamás con leche). Representa también un gesto de hospitalidad que se manifiesta cuando un italiano recibe un huésped o cuando un potencial cliente es recibido en cualquier oficina corporativa. Es una forma sencilla de romper el hielo y entablar una conversación amable.

Advertisement

Para los italianos no hay hora para tomar café (de hecho, me atrevo a opinar que toman demasiado y quizá eso esté relacionado con su temperamento encantadoramente exacerbado. Pero ese es otro tema). El punto es que ya sea en casa, en la oficina o de pie en la barra de un bar, Italia entera se congrega en sus pláticas acaloradas y reflexiones más profundas, alrededor de una taza de café.

Beber café, para cualquier italiano, es y ha sido siempre un motivo y especie de orgullo nacional, y durante años mantuvieron el celo por sus espacios de venta, discretos y muy característicos, fácilmente identificables inclusive aquellos diseñados con estética moderna. Fue precisamente todo esto lo que cautivó a Howard Schultz, fundador de Starbucks, quien viajó por primera vez a Milán en 1983 y visitó los bares espresso de la ciudad. Por sobre todas las cosas, Schultz fue sensible al sentido de comunidad que se respira en esos lugares de encuentro entrañables en el imaginario colectivo de los italianos.