Si en nuestros programas de educación ambiental incluyéramos la maravillosa, casi mágica singularidad de nuestra casa cósmica como la única isla de vida en la desolada inmensidad del universo, mucho avanzaríamos en el cambio de nuestra forma de relacionarnos con nuestra maravillosa, excepcional y única nave espacial. Joel Sangronis Padrón, Venezuela