Mil Historias de Jóvenes en Pandemia

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En comparación del año pasado (2020) que estuve súper intensa, sintiendo todo a flor de piel y claro, llegué a las crisis de pánico. Este año fue todo lo contrario, bloqueé todas las emociones con un solo objetivo, “ser funcional”, ya que así podía cumplir con mis deberes, la casa, etc. Los primeros meses estuve súper bien, pero después hubo un punto en el que comencé a somatizar y estresarme entonces dije, “ya, voy a ir al psicólogo” ahí tomé la decisión. Fui al psicólogo, en la primera sesión, conté todos mis dramas súper compuesta y sonriente, ahí mi psicóloga me dijo; “Tienes las emociones bloqueadísimas, no estás llorando, no estás poniendo cara de que te duela la situación” y en efecto, tenía toda la razón. Esta vez llegué al otro extremo, ya no sentía nada, llevo un mes en terapia trabajando el tema, tratando de conectar con una misma, de no invalidar las emociones que consideramos “negativas”, ponerme atención a cuando siento tristeza, cuando me enojo, en realidad a atender la emoción, en vez de evadirla. Siempre he tenido consciencia respecto a la salud mental, porque desde primero medio que quiero estudiar psicología y sigo por el mismo camino, entonces siempre entendí la importancia que tenía, que no había necesidad de una patología para asistir al psicólogo y por supuesto que en realidad tiene que ser un chequeo constante de nuestras emociones, el cómo me relaciono con el otro, como me trato a mi misma, etc. Por lo tanto siempre estuve clara con eso, pero igual, a pesar de tener consciencia con eso durante años, al momento de afrontar la situación me costó, al momento de vivir la situación, fue distinto. Hubo un momento en el que me cuestioné mucho si debería ir o no, sentía que no era muy importante o le estaba “poniendo color”, que podía hacerlo sola, sin la ayuda de un profesional, entonces igual ahí el miedo de alguna manera entra en acción y una dice: “ya si igual puedes con esto, para qué necesitas ayuda”, pero no, una debe saber reconocer cuando se necesita ayuda de una persona que te pueda acompañar y dar las herramientas en el camino, asique en un momento específico me dio el ataque de impulsividad y dije ya filo, voy a ir al psicólogo y sea lo que sea, no sabía ni lo que iba a hablar o los problemas que tenía, pero tomé la hora y fui. Fue importante tomar esa decisión y reconocer que necesitaba ayuda. Entender que el psicólogo no es para gente loca, sino que para gente que está dispuesta a enfrentarse a sí misma para poder mejorar. Una invitación que puedo hacerles, a los jóvenes principalmente, es que aprendan a establecer límites, sobre todo cuando los adultos les digan: “tus problemas no son para tanto” porque si, mis problemas si son para tanto, mis problemas si son varios y si me afectan. No tengan miedo a contradecir, están en todo su derecho de defender sus vivencias y eso no los hace irrespetuosos. Uno puede decir lo que piensa en base al respeto y también hacerse respetar. Porque al fin y al cabo es eso, es exigir un mínimo de respeto y empatía.

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