El Gato Negro

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Final alternativo (Cuento de Edgar Allan Poe)

El Gato Negro Un día nos encontrábamos en la casa de mis suegros, había querido ir solo con mi mujer pero el exasperante gato nos seguía a todas partes y a mi esposa no le importó que nos acompañara. Estábamos todos tomando el té y charlando acerca de nuestros quehaceres, era una conversación que debía parecerme amena si no fuera por ese repugnante gato que no dejaba de mirarme con esos ojos que parecían los de un demonio y me recordaban a mi antiguo gato, Plutón. No sé por qué cada día se parecía más y más a Plutón, no tenía idea de donde provenía ese gato ni que fuerzas oscuras traía consigo. Mientras la conversación continuaba armoniosamente para mi mujer y sus padres, decidí pedir disculpas y retirarme de la sala, quería un momento para mí solo así que me dirigí hacia el hermoso jardín que rodeaba la casa de mis suegros, tenia gran cantidad de flores por todas partes, habían rosas, jazmines, margaritas, tulipanes, toda clase de hermosas flores se encontraban allí, perfectamente cuidadas. El jardín conducía a un bosque con los árboles más altos que había visto jamás; el olor de la naturaleza me tranquilizaba, escuchaba el canto de los pájaros y eso me arrullaba. Había caminado cerca de 10 minutos cuando me percaté de la presencia del asqueroso animal siguiéndome, lo que llevó a mi desesperación total, así que lo agarré con fuerza y me adentré en la profundidad del bosque; agarré un pequeño tronco de madera, que seguramente había olvidado algún leñador de la zona, y asesté al animal un golpe que habría sido mortal si la mano de mi mujer no hubiera intervenido para salvarlo; en ese instante comprendí que el animal no me había estado siguiendo a mí sino a mi mujer, quien iba detrás de mí ocultándose para, tal vez, sorprenderme después. Tanta fue mi furia en el momento, que mi desdichada esposa sufrió las consecuencias de mi ira y cayó muerta instantáneamente en el instante en que golpeé su cabeza con el tronco.

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Tenía que pensar inmediatamente como esconder el cuerpo. Cerca de allí había un río ciertamente profundo y se me ocurrió una idea. Transporté el cadáver hacia la orilla de aquel río; siempre traía conmigo una navaja que me había regalado mi padre cuando era niño por si alguna vez tendría que defenderme ante algún bandido, lo cierto es que pocas veces había utilizado aquel objeto y jamás lo había hecho para defenderme de alguien; la utilidad que le iba a dar ahora sería muy diferente. Empecé a cortar en una fina línea desde el pecho hasta debajo del ombligo, comencé a llenar de piedras el cuerpo de mi mujer fallecida, luego cosí su tronco con un pedazo de hilo suelto que arranqué de mi saco y tiré el cuerpo al río. Ví como se hundía en la profundidad del agua. En ningún momento de este acontecimiento me acordé de la existencia del animal; cuando lo busqué con la mirada no lo vi por ningún lado, debía estar asustado de mí y se habría ocultado, así que me fui de la escena del crimen sin él. Me dirigí nuevamente a la casa de mis suegros para despedirme. Mi corazón latía rápidamente, estaba nervioso pero logré que no lo notaran. Tenía que salir impune de aquella situación; así que les pedí, como si nada, que llamaran a mi esposa para marcharnos; ellos me miraron sorprendidos, dijeron que no la habían visto hacía mucho tiempo y que creían que estaba conmigo. Desesperados, empezamos a buscarla por todo el lugar, varias horas duramos en esta acción pero fue en vano; mi suegra lloraba desconsoladamente, pobre mujer, no tenía idea del terrible final de mi esposa pero temía lo peor. Me pidieron que pasara allí la noche para continuar la búsqueda al día siguiente, acepté la propuesta pues no podía mostrarme indiferente ante lo que estaba ocurriendo. Esa noche dormí maravillosamente, el remordimiento que me causaba el asesinato poco a poco disminuía y la alegría de no ver al horrible gato me producía una paz interior incomparable. Llegado el alba, me levanté y me duché; me sentía pleno, relajado, como hacía mucho no me sentía. Cuando salí de la habitación, me encontré

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con mis suegros en la sala junto a dos oficiales de policía. Sabía que al final optarían por llamarlos, era lo más normal. Los agentes comenzaron a interrogarme, con seguridad les respondí cada pregunta dejando claro que no había visto a mi mujer desde que había salido de la casa el día anterior para caminar un rato por el jardín. Me preguntaron del paradero del gato y contesté que tampoco sabía donde se encontraba; mis suegros dijeron que el animal había salido con ella. Nunca entendí la razón por la que mi esposa le cogió tanto cariño a ese gato en tan poco tiempo que llevaba con nosotros, tal vez por el mismo motivo por el que lo aborrecí yo tan rápidamente; era un gato empalagoso, nos seguía a todas partes y tenía una necesidad irremediable de afecto por parte de nosotros. Era profundamente insoportable. Los policías investigaron cada rincón de la casa y buscaron por todo el jardín, pues les dije que al bosque no pudo haber ido porque yo nunca pasé por ahí. Sin embargo, era una opción que no podían descartar rápidamente y si no encontraban pruebas pronto, empezarían una búsqueda allí. Pude ir a casa esa noche, conduje con total tranquilidad confiando de mi gran ingenio para ocultar el cuerpo. Ya en mi morada, me duché nuevamente y procedí a acostarme, dormí como un niño, todo era paz y serenidad. Los siguientes días transcurrieron con normalidad, mis suegros me llamaban a veces para informarme cómo iba la investigación; con tristeza me decían que no avanzaba pero que en cuanto ocurriera algo importante me llamarían de inmediato. Me tranquilizaba el hecho de saber que no encontraban el cuerpo. Yo seguía mi vida con naturalidad, hacía los quehaceres de la casa y salía de vez en cuando a tomarme un café y respirar aire fresco. Me había olvidado de la existencia del gato, la tranquilidad me rodeaba y mi temperamento mejoró progresivamente, hacía días no me sentía estresado ni exasperado, ya nada me enojaba con facilidad. Había pasado tanto tiempo desde que no me sentía tan pleno, que ahora me daba cuenta de que tal vez era una oportunidad para un nuevo comienzo, buscar un buen trabajo, un mejor lugar para vivir y marcharme de la pocilga en la que me encontraba.

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Había pasado casi un mes desde la muerte de mi esposa, a veces recordaba con nostalgia buenos momentos que pasamos juntos, pero eran recuerdos pasajeros que se esfumaban sin dejar zozobra. Un día en el que todo marchaba con tranquilidad, recibí la llamada de mis suegros, se escuchaban entusiasmados y eso me asustó. La policía había decidido buscar en el bosque, al llegar al río encontraron al gato sentado en la orilla. En menos de media hora ya me encontraba en su casa; me encaminé hacia el bosque a buscar a los agentes. Cuando llegué, busqué al gato con la mirada, al verlo noté que su aspecto había cambiado, se veía demacrado tras días sin comer seguramente, maullaba con un aire de tristeza, de abandono y olía asqueroso, como a carne putrefacta. Los policías buscaban entre los arbustos, por los árboles, a ver si encontraban alguna prueba, algún indicio de que el cuerpo estaba por allí; transcurrieron horas, y no progresaba nada. Señores – Les dije- Es absurdo seguir buscando por acá, seguramente el gato llegó hasta este lugar solo después de haber perdido de vista a mi mujer; no pienso que ella haya cometido la insensatez de venirse por acá que a sabiendas es peligroso; además es un lugar bastante alejado de la casa de sus padres, no veo por qué razón vendría hasta aquí. Dándome la razón, los agentes accedieron a regresar a la casa y continuar con la investigación cerca de allí, pero en cuanto nos volvimos para abandonar el lugar, el gato empezó a maullar estrepitosamente y luego se tiró al agua oscura. Sorprendidos todos, nos acercamos a la orilla para ver si había algún rastro del animal, pero simplemente desapareció, como si nunca hubiera estado, ni siquiera flotó, fue un suceso de lo más extraño. Silenciosamente, emprendimos camino hacia la casa y no hubo ni una sola sospecha más de que mi mujer había estado en el bosque. Volví a mi hogar hacia el anochecer, me sentía cansado y por alguna razón, intranquilo pero decidí no prestar atención a esos sentimientos. Me serví una copa de un

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exquisito vino para celebrar mi triunfo y luego de esto dormiría en paz. Pero al entrar al dormitorio todos los vellos de mi piel se erizaron, mi corazón empezó a latir con un ritmo veloz al ver una pequeña figura acurrucada en mi cama, al acercarme un poco más me di cuenta de que era el horrible animal que tanto había deseado no volver a ver; mi corazón se detuvo por unos instantes y todo se volvió borroso ante mi vista. Cuando reaccioné el gato había desaparecido. Desde entonces, puedo verlo en cada rincón del pequeño lugar y cuando me doy cuenta de su presencia, miro como desaparece sin dejar rastro. Sé que a donde quiera que vaya, él también irá.

Fin.

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