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MEDIO AMBIENTE DESARROLLO SUSTENTABLE, ESTRATEGIAS VERDES Y CUIDADO AMBIENTAL. EL DESAFÍO DEL CAMBIO DE PARADIGMA EN LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS

DESARROLLO SUSTENTABLE, ESTRATEGIAS VERDES Y CUIDADO AMBIENTAL

EL DESAFÍO DEL CAMBIO DE PARADIGMA EN LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS

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1. INTRODUCCIÓN

Cuando preguntamos en distintos espacios cuál es la mejor manera de cuidar al medio ambiente tenemos tantas respuestas como interlocutores: desde quienes siguen considerando que se trata de un gasto innecesario, un negocio para algunos o un problema más generado por las autoridades ambientales pasando por los que creen que en nuestros países jamás se va a cuidar al medio ambiente hasta (los que más daño le hacen al medio ambiente) quienes proponen soluciones extremas que suelen ser impracticables o que no brindan beneficios ambientales. A esto hay que sumarle normativas y políticas muy diversas. Hay normativas ambientales locales, que obviamente son necesarias, pero que en muchos casos no tienen en cuenta la rápida evolución/cambios en los distintos sistemas productivos dando origen a la intrincada red de enmiendas y/o modificaciones que caracteriza nuestra legislación ambiental. Y hay exigencias de los países importadores de alimentos que, cada vez más, reclaman que en toda la cadena de producción se respeten (y por supuesto puedan ser demostradas) demandas que hacen a un desarrollo sustentable.

Muchos de nuestros productores consideran “a priori” que estas exigencias son imposibles de cumplir, que encarecen excesivamente el producto o (en algunos casos con razón) que son medidas para-arancelarias. Lo que es indudable es que la exigencia de sustentabilidad ambiental llegó para quedarse. Un claro ejemplo es el Pacto Ver

Hacia los años 50 del siglo pasado el daño ambiental interesaba solamente a los especialistas, principalmente los ecólogos (de allí que muchos sigan considerando aún en nuestros días que ecología y cuidado del medio ambiente son sinónimos). El punto de quiebre lo marcó la publicación en el año 1962 de “La Primavera Silenciosa” de Rachel Carson.

de recientemente lanzado por la Unión Europea. No es nuevo que la Unión Europea reclame sustentabilidad social, económica y ambiental en todos los convenios de libre comercio que firma.

La novedad radica en que se trata de un plan estratégico a largo plazo en el cual la Unión, consciente de que se trata de un problema globalizado, busca un liderazgo que, desde el punto de vista práctico para nuestros productores se traduce en exigencias, algunas nuevas y otras que ya estaban.

En medio de esta vorágine y tironeado por todos está el productor/exportador que debe agregar estos temas a la larga lista de preocupaciones diarias. Para poder entender dónde estamos parados en materia ambiental y, lo que es más importante, qué opciones tenemos para compatibilizar nuestra estructura productiva actual con los nuevos requerimientos de calidad, seguridad/inocuidad alimentaria y responsabilidad ambiental y al mismo tiempo ser económicamente viables es útil saber de dónde partimos y hacia dónde vamos ya que es esta evolución la que determina la forma de encarar la protección del medio ambiente en nuestros días. 2- Cómo nace y que es del desarrollo sustentable Los problemas ambientales asociados con el hombre nacieron con el hombre mismo pero el tipo de daño ambiental y su intensidad han evolucionado junto con el desarrollo tecnológico y el crecimiento de la población. A lo largo de las últimas décadas el público ha ido tomado conciencia de las consecuencias - a corto, mediano y largo plazo- de no cuidar al medio ambiente. Es por ello que prácticas productivas muy contaminantes que hace 40 o 50 años eran aceptadas como normales hoy serían rechazadas de plano hasta por aquellos a quienes las palabras “medio ambiente” les producen escozor. Hacia los años 50 del siglo pasado el daño ambiental interesaba solamente a los especialistas, principalmente los ecólogos (de allí que muchos sigan considerando aún en nuestros días que ecología y cuidado del medio ambiente son sinónimos). El punto de quiebre lo marcó la publicación en el año 1962 de “La Primavera Silenciosa” de Rachel Carson. En este libro por primera vez en una forma accesible para todo el mundo se predijo un futuro oscuro si se seguía contaminando como hasta el momento. El énfasis se puso en la contaminación originada por lo que actualmente se conocen como compuestos orgánicos persistentes (la antigua “docena sucia”), principalmente el DDT.

Las primeras estrategias de cuidado ambiental planteaban, no sin cierta lógica, que la dilución era la solución de los problemas ambientales. Pero llegó un momento en que por las características de los distintos sistemas productivos y de muchas de las nuevas moléculas diluir hasta llevar las concentraciones de los contaminantes a los valores requeridos por la creciente normativa ambiental fue demasiado costoso y en algunos casos impracticable. Comenzaron entonces a exigirse sistemas de tratamiento de residuos y efluentes cuya principal característica fue que se adosaban al final del proceso productivo (“end of pipe” en inglés, “al final del caño” en español) sin introducir modificaciones en el proceso mismo. En estos sistemas el cuidado del medio ambiente está disociado del proceso productivo y consiste en una etapa más agregada al final. La idea que subyace ya no es diluir sino limpiar lo que se ensució, o dicho más elegantemente remediar.

Hacia fines de la década de los 70 del siglo pasado fue evidente que esta estrategia tenía patas cortas. Pese a todos los

El cambio radical en la forma de encarar los problemas ambientales se ubica entre fines de la década de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado. La pregunta que plantearon quienes debían fijar políticas a largo plazo fue qué opciones tenía la humanidad aquí y ahora para seguir realizando sus actividades en forma tal que fuera posible mantener el nivel de vida de la población actual preservando al mismo tiempo el medio ambiente para las generaciones futuras.

esfuerzos en todos los niveles en todo el mundo los resultados eran magros. Para el productor el cuidado ambiental significaba costos adicionales que no siempre estaba dispuesto y/o podía afrontar y sistemáticamente se tendió a minimizar las inversiones para estos fines.

El cambio radical en la forma de encarar los problemas ambientales se ubica entre fines de la década de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado. La pregunta que plantearon quienes debían fijar políticas a largo plazo fue qué opciones tenía la humanidad aquí y ahora para seguir realizando sus actividades en forma tal que fuera posible mantener el nivel de vida de la población actual preservando al mismo tiempo el medio ambiente para las generaciones futuras. Y el camino para lograr este objetivo se caracteriza por un cambio conceptual: la remediación (ensuciar para después limpiar) fue reemplazada por la prevención (tratar de ensuciar lo menos posible).

Con esta nueva forma de ver el cuidado del medio ambiente surge una interesante novedad: es posible lograr simultáneamente los objetivos de los ambientalistas y de los productores ya que bien entendidos rendimiento ambiental y rendimiento en el proceso productivo son dos caras de la misma moneda.

Por cierto que cada proceso productivo (e incluso cada etapa dentro de un proceso) tiene características propias que hacen que en algunos casos la inclusión del concepto de sustentabilidad sea directo y requiera relativamente pocos cambios y en otros sea más complejo. En líneas generales sigue siendo válido que la mayor parte de las mejoras ambientales se logran con cambios en la forma de trabajar (procedimientos, gestión), aspecto no menor en aquellas estructuras productivas que - por la razón que fuera- no están en condiciones de realizar en forma inmediata inversiones en cambios tecnológicos. Por supuesto que acá también aparecen los extremistas y/o los románticos planteando objetivos inalcanzables dentro de los cuales uno de los que parece atraer más es el de “basura cero”, que no solamente va contra las leyes de la termodinámica sino contra el funcionamiento de cualquier sistema vivo.

Pensemos por ejemplo que la eficiencia energética del proceso respiratorio en una célula- uno de los sistemas más eficientes conocidos- es solamente del orden del 40 % y la respiración es imposible sin generar residuos/efluentes, entre ellos dióxido de carbono y agua. Insistimos, es imposible eliminar la generación de residuos y efluentes pero sí se la puede minimizar y lograr una composición que sea menos dañina para el medio ambiente. Sobre esta base surgen múltiples estrategias con distintos nombres que dependen principalmente de la estructura productiva y el año en que nacieron (prevención de la contaminación, producción más limpia, producción y consumo sustentable, ecoeficiencia, minimización en la generación de residuos, ciclo de vida, economía circular, etc.) cuyo objetivo principal es introducir el concepto de sustentabilidad (prevención

ambiental) en una estrategia productiva. A la multiplicidad de nombres ya existente hay que agregarle en los últimos años la irrupción de lo verde que viene a reemplazar a los llamados procesos limpios: estrategias verdes, productos verdes, química verde, laboratorio verde, procesos verdes, … La lista es larga. La principal diferencia entre las aproximaciones verdes y las que las precedieron radica en dónde se pone el énfasis: lo verde abarca la cadena completa, desde la elaboración de los insumos hasta los residuos y efluentes que genera el consumidor, (es decir el ciclo de vida del producto).

Independientemente del nombre, los problemas de fondo siguen siendo los mismos: falta claridad en las definiciones técnicas, es necesario coordinar la modalidad de trabajo entre muchas estructuras productivas muy disímiles y están adquiriendo una importancia como estrategias de comercialización que no siempre refleja la realidad técnica.

Al apuntar a la cadena completa, se asume una coordinación entre distintas empresas y técnicos (con modalidades y formaciones muy diferentes) que en la actualidad en muy pocos casos existe. A esto hay que agregarle un uso muchas veces inadecuado de herramientas (tecnologías, certificaciones, etc.) muy útiles pero que por sí solas son claramente insuficientes.

Se crean así espacios difusos que dificultan al productor traducir las propuestas en acciones concretas. La disociación entre el mundo de la comercialización/publicidad y el de la producción en muchos casos genera impactos mediáticos negativos que se vuelven en contra del producto. No podemos dejar de mencionar un planteo que, bien entendido podría entrar en la categoría del “mismo perro con distinto collar”. Nos referimos a la responsabilidad social empresaria (actualmente convertida en responsabilidad social empresaria verde) que en su acepción integral se refiere a la obligación que tiene una persona o una empresa de evaluar los efectos que todas

sus decisiones y acciones (personales e institucionales) tienen sobre todo el sistema social incluyendo, entre muchos otros aspectos, el medio ambiente y la seguridad. Tomar este concepto con enfoques parciales convierte a lo que debe ser una forma de actuar de la empresa, que nace en su seno y en su filosofía y que se debe reflejar en los diferentes cursos de acción, en un mero asistencialismo.

3-Desarrollo sustentable (verde), un cambio de paradigma. Cómo lo traducimos a nuestro sistema productivo? Hasta acá la historia y los conceptos básicos. La pregunta es cómo lo plasmamos en hechos concretos. El primer cambio (y quizás el más complejo de todos) radica en la forma en que empresarios, técnicos y ambientalistas deben pensar el problema ambiental: pasamos de remediar (ensuciar y después limpiar) a prevenir (tratar de ensuciar lo menos posible) sabiendo que las modalidades variarán de un proceso productivo a otro. Como sucede en cualquier El primer cambio (y quizás el más complejo de todos) radica en la forma en que empresarios, técnicos y ambientalistas deben pensar el problema ambiental: pasamos de remediar (ensuciar y después limpiar) a prevenir (tratar de ensuciar lo menos posible) sabiendo que las modalidades variarán de un proceso productivo a otro. Como sucede en cualquier sistema de gestión, si el objetivo no está claramente especificado y es aceptado por todos, la probabilidad de tener éxito es baja.

Hacia los años 50 del siglo pasado el daño ambiental interesaba solamente a los especialistas, principalmente los ecólogos (de allí que muchos sigan considerando aún en nuestros días que ecología y cuidado del medio ambiente son sinónimos). El punto de quiebre lo marcó la publicación en el año 1962 de “La Primavera Silenciosa” de Rachel Carson.

sistema de gestión, si el objetivo no está claramente especificado y es aceptado por todos, la probabilidad de tener éxito es baja.

Si bien algunos lo consideran inapropiado, insuficientemente fundamentado o incluso poco ético, uno de los aspectos más interesantes de esta aproximación es que no importa tanto cuál sea el objetivo primario (cuidar al medio ambiente u optimizar la relación costo:beneficio) ya que en ambos casos se lograrán mejores rendimientos ambientales. Es un concepto simple pero culturalmente complejo: los objetivos ambientales son más fáciles de lograr si ambientalistas y productores en lugar de enfrentarse trabajaran mancomunadamente. Quizás sea ésta una de las causas por las que en tres décadas se haya avanzado tan poco. Aunque parezca redundante, insistimos: el principal cambio no radica en la introducción de costosas tecnologías o en certificaciones también costosas sino en cambiar la forma de pensar del productor, quien debe comprender y conocer las mejores opciones para integrar los criterios de sustentabilidad a su matriz productiva, incluyendo la cuantificación de los beneficios económicos y ambientales. Que quede claro, no decimos que los cambios tecnológicos y las certificaciones no sean importantes o necesarios. Pero no son el primer paso cuando se piensa en planificar una producción sustentable/verde.

De nada sirve la sustentabilidad ambiental si la empresa deja de ser competitiva. Es por ello que resaltamos la necesidad de evaluar simultáneamente las ventajas económicas y las ambientales. Un buen punto de partida es identificar y categorizar según criterios adecuados a lo largo de todo el proceso productivo deficiencias en el rendimiento ambiental y en el económico. Como se mide poco, se suele escapar que ambas van de la mano.

Este análisis permite a la empresa fijar prioridades y, lo que es más importante, planificar comenzando por los cambios que requieren menos inversión o que generen mejores beneficios, que suelen estar relacionados con modificaciones -muchas veces menores- en la forma de trabajar. Pero esto no es posible si no se mide y si no se capacita adecuadamente a todo el personal. Y por supuesto es necesario documentar lo que se hace, porque es la única forma de demostrar que se trabaja con criterios sustentables. Es otro aspecto en el cual aún estamos en pañales.

Como ya se dijo varias veces, todo cambio que se introduzca con el fin de mejorar el rendimiento ambiental de la empresa tiene asociadas mejoras en la inocuidad del producto elaborado y en la optimización en el uso de recursos y a la inversa, toda mejora que se introduzca en optimizar procesos, calidad/inocuidad se traducirá directa o indirectamente en un mejor rendimiento ambiental. Entonces, si la tendencia en todos los sistemas productivos actuales - por la razón que fuera- es optimizar sus rendimientos, porqué no se refleja en mejoras ambientales? O sí lo hace pero nadie se entera porque no se cuantifica adecuadamente (es decir no se miden y registran explícitamente las mejoras ambientales)? Cabe destacar que recién en los últimos años se están viendo (en forma parcial) algunos avances en este aspecto. Nuestra experiencia en realizar auditorías ambientales nos permite afirmar que es muy frecuente que empresas y profesionales planifiquen su producción de formas que son compatibles con los criterios de

prevención y de sustentabilidad, con claras ventajas ambientales y al mismo tiempo rechacen de plano cualquier sugerencia de medir y demostrar que estas estrategias de producción se traducen en mejoras ambientales. Menos interés hay aún en identificar los puntos que requieren mayor atención desde el punto de vista ambiental, que – como ya se ha dicho - frecuentemente son los que significan mayores pérdidas en las distintas líneas de producción. Solamente midiendo con herramientas idóneas se podrán identificar y cuantificar estas mejoras y -lo que es más importante- planificar. Nuevamente estamos ante una barrera cultural: mientras profesionales y empresarios no incorporen los conceptos de sustentabilidad (económica pero también ambiental y de seguridad y la fuerte inter-relación que hay entre ellos) a sus estrategias de producción, el cambio no es posible. El cambio cultural atrasa no solamente con ambientalistas y productores. También lo hace con los responsables de legislar. Un

problema aún no resuelto es la evolución de una normativa ambiental acorde con estos cambios ya que se requiere una mayor agilidad y rigurosidad en la introducción de modificaciones compatibles con el criterio de sustentabilidad. La estructura de las redes de modificaciones, muchas veces tardías y bajo distintas modalidades formales, suele ser compleja cuando no enmarañada y más de una vez con contradicciones o incluyendo exigencias no compatibles con los criterios de sustentabilidad. Muchas empresas optan por seguir caminos que no siempre son los mejores si se analizan desde el punto de vista de la sustentabilidad y que responden a complejos aspectos culturales derivados de la conflictiva relación tradicional entre productor y autoridad de aplicación. Un aspecto que siempre debe ser tenido en cuenta es que la única forma de poder incorporar criterios de sustentabilidad en una estructura productiva en forma eficiente y eficaz es dentro de un proceso de mejora continua. Ningún proceso productivo actual es totalmente sustentable ya que buena parte de los insumos (energía por ejemplo) son o requieren recursos no renovables. Sin embargo siempre es posible introducir mejoras que permitan aproximarse al objetivo final.

Los sistemas de gestión ambiental (de los cuales las normas ISO de la serie 14000 son los más conocidos) y los de seguridad alimentaria son herramientas útiles para poner en marcha este tipo de estrategias productivas siempre que la política de la empresa así lo explicite y que las herramientas utilizadas en su implementación y medición sean idóneas. Por sí mismos no significan que una empresa trabaje con criterios de sustentabilidad.

4- La sustentabilidad se debe aplicar a toda la cadena productiva- El ejemplo de la industria pesquera La cadena productora pesquera es compleja y como toda cadena se rompe por el eslabón más débil. La industria pesquera

Se cuantifica el impacto económico asociado pero rara vez se contabiliza el costo ambiental. El rechazo de una partida significa su destrucción o devolución al puerto de origen, y en todos los casos un mayor período de estiba en puerto o aduana. Esto significa gastos adicionales de recursos (insumos, energía, horas hombre, etc.) y generación de residuos y efluentes que se suman a los ya generados en la elaboración del producto rechazado.

es una de las actividades más importantes del mundo y ocupa un lugar relevante en la economía de los países que explotan este recurso. Pero también podemos afirmar que es una de las más contaminantes y se ha convertido en un gran problema que impacta seriamente al medio ambiente en puertos y donde se han establecido las plantas procesadoras. Se están haciendo enormes esfuerzos que se centran en conservar el recurso a través de certificaciones (como por ejemplo las del MSC -Marine Stewardship Council) que por cierto son necesarias pero no suficientes cuando se analiza la sustentabilidad del sector. Pese a ello gran parte de las empresas dedicadas a la pesca y al procesamiento de productos pesqueros consideran que con esta certificación es suficiente. También se está trabajando mucho en una trazabilidad que evalúa la legalidad en la obtención del recurso y en la capacitación relacionada con las normativas nacionales e internacionales vigentes. Nuevamente se trata de una condición necesaria pero no suficiente. La sustentabilidad debe ser demostrada en todas las etapas del proceso (desde el buque hasta el mercado). Insistimos, no estamos diciendo que los ya mencionados no sean pasos necesarios. Pero no son suficientes ya que no avalan la cadena completa. Y esto se ve claramente cuando se analiza el resto de la cadena (desde las bodegas del barco hasta que el producto elaborado llega al consumidor). En todas estas etapas se generan diferentes situaciones que pueden afectar simultáneamente la inocuidad del producto final y el rendimiento ambiental. A modo de ejemplo, rara vez es evaluada la relación entre sustentabilidad y contaminación ambiental, que se traduce en contaminaciones de diversa gravedad de los productos (alimentos) elaborados afectando su inocuidad lo que que a su vez se refleja en forma directa en rechazos de partidas exportadas. El análisis de estos rechazos muestra claramente la no sustentabilidad. Se cuantifica el impacto económico asociado pero rara vez se contabiliza el costo ambiental. El rechazo de una partida significa su destrucción o devolución al puerto de origen, y en todos los casos un mayor período de estiba en puerto o aduana. Esto significa gastos adicionales de recursos (insumos, energía, horas hombre, etc.) y generación de residuos y efluentes que se suman a los ya generados en la elaboración del producto rechazado. La toma de conciencia por parte de todos los actores relacionados con la cadena pesquera sobre la fuerte interrelación entre calidad, inocuidad y consecuencias ambientales es fundamental para que esta actividad pueda desarrollarse en forma sustentable. Abundan los ejemplos de los efectos negativos que causa en la economía una gestión ambiental no sustentable. Otra asignatura pendiente.

5- Para demostrar sustentabilidad es necesario medir- El ejemplo de la producción animal El impacto ambiental de la producción animal (desde el campo hasta el mercado) depende de múltiples variables y afecta

suelo, agua y aire. En la medida que las explotaciones se hacen intensivas los problemas ambientales se agudizan. De allí la importancia de contar con herramientas de medición adecuadas.

La conservación del recurso suelo y el uso sustentable del agua especialmente donde ésta escasea son prácticas que protegen al medio ambiente pero rara vez el productor cuantifica estos beneficios ambientales. Es así como uno de los sectores productivos donde quizás se hacen mayores esfuerzos que globalmente redundan en beneficios ambientales rara vez está en condiciones de demostrarlo o de utilizar esta información como estrategia de venta. Simplemente porque no lo mide o, lo que es peor, no lo registra adecuadamente. Un claro ejemplo es la evolución en los aspectos técnicos relacionados con la nutrición animal. Exceptuando a quienes utilizan los beneficios ambientales como estrategia de venta para destacar su producto sobre el de la competencia, muy rara vez se cuantifican los beneficios ambientales asociados con la evolución de los criterios técnicos en la composición y calidad de los alimentos y de las prácticas nutricionales. Durante las últimas décadas ha sido un objetivo claro el mejoramiento en el aprovechamiento de nutrientes pero no lo ha sido el de cuantificar los beneficios ambientales asociados a estas mejoras. Quizás el aspecto ambiental sobre el que se tiene mayor conciencia es la generación de gases de efecto invernadero (principalmente metano en rumiantes) lo cual se debe en gran medida a que está en relación inversa con la eficiencia en el aprovechamiento de macronutrientes. Pero todavía no se mide esta variable en forma rutinaria con el objetivo de demostrar e incorporar el mejor rendimiento ambiental a las ventajas del producto final lo cual, especialmente ahora que la Union Europea ha lanzado el Pacto Verde, es de vital importancia.

La situación es aún peor cuando se trata de otros nutrientes (por ejemplo insumos minerales) y la contaminación de suelos y

cuerpos de agua por guano, estiércol y/o prácticas habituales en sistemas de producción intensiva. Si bien en los últimos años ha aumentado la cantidad de trabajos de investigación donde se demuestra claramente que las mejoras en la biodisponibilidad y el aprovechamiento de nutrientes disminuyen el impacto ambiental, rara vez el productor lo cuantifica o lo incorpora al diseño del manejo de efluentes y residuos lo que significaría una ventaja interesante en mercados que son cada vez más exigentes y competitivos.

Al igual que en el recurso pesca, la introducción de criterios de sustentabilidad en el resto de la cadena (desde el campo hasta el mercado) es deficitaria. Se suman acá a los aspectos técnicos los culturales derivados de ambientes laborales complejos. Esto se refleja claramente en las principales causas de rechazo de productos procesados exportados que son comunes a muchos países de nuestra región.

6- Sustentabilidad y mercado consumidor El aumento en las exigencias por parte de los consumidores, que se preocupan no solamente por la calidad e inocuidad de los alimentos que compran sino también por La Unión Europea centra sus políticas comerciales en la mitigación del cambio climático, la protección del medio ambiente, la garantía de la seguridad alimentaria, así como la protección y promoción de los derechos laborales.

la sustentabilidad ambiental en el ciclo de producción/comercialización es una realidad que no puede ser ignorada. A modo de ejemplo podemos mencionar las estrategias de los dos mercados más apetecibles para el exportador latinoamericano de alimentos: la Unión Europea y los Estados Unidos. Con modalidades claramente diferentes en ambos casos la defensa del consumidor y del medio ambiente son determinantes.

La Unión Europea centra sus políticas comerciales en la mitigación del cambio climático, la protección del medio ambiente, la garantía de la seguridad alimentaria, así

como la protección y promoción de los derechos laborales. Con el Pacto Verde busca ser un fuerte referente para las empresas de todo el mundo y para los gobiernos de otros países. No le quedan a la zaga los Estados Unidos donde los mecanismos son diferentes.

Acá es el consumidor el que tiene el poder. Un rechazo o cuestionamiento por parte de los consumidores a un producto o una marca es más fuerte que cualquier sanción que pueda aplicar el gobierno. China misma, aunque un poco más rezagada y con estrategias propias, también está orientada en este sentido. Y esto por mencionar solamente los principales mercados a los que apuntan nuestros exportadores.

Ya se mencionó varias veces en este trabajo que uno de los principales escollos es el cambio en la forma de pensar del productor y por ende en la de medir los logros en su estructura productiva. Y las diferentes actitudes ante estas nuevas exigencias son un claro ejemplo. Muchos productores, con estrategias de corto alcance, simplemente buscan mercados menos exigentes no reconociendo que tarde o temprano todos los mercados incorporarán los criterios de sustentabilidad ya sea porque lo requieren para mejorar la calidad de vida de los consumidores o simplemente para discutir precios. Contrapuestos a este grupo están quienes conscientes de que se trata de una tendencia irreversible y mediante procesos que se apoyan en la mejora continua buscan los caminos más adecuados para que sus prácticas productivas se adecúen a estos requerimientos. Es cierto que demanda esfuerzo pero la contraparte es que la relación costo:beneficio es positiva.

7- Mirando para adelante Con diferencias que reflejan las características de cada país o región, la sustentabilidad (independientemente del nombre que se ponga de moda) llegó para quedarse y los mercados serán cada vez más exigentes. El objetivo de lograr un mundo sustentable (es decir buscar simultáneamente estabilidad económica, equidad social y protección ambiental) se apoya en un hecho simple pero todavía novedoso: las estrategias sustentables se asocian en forma directa y/o indirecta con ventajas competitivas.

Desde las ya viejas ecoeficiencia y producción más limpia hasta las modernas estrategias verdes (responsabilidad social verde, innovaciones verdes, etiquetado verde, gestión verde, productos vedes, estrategias verdes, laboratorio verde, etc.) el interés de académicos, políticos, técnicos y productores ha evolucionado en forma dispar. La falta de definiciones claras y en muchos casos de una real conciencia de los alcances de estas estrategias suelen llevar tanto a acciones insuficientes como a desconfianza por parte del consumidor. Como sucede con cualquier otra actividad, la aplicación de estos conceptos a la agroindustria depende fuertemente de las características de cada explotación. En este trabajo hemos tratado de plantear las dificultades más frecuentes cuando se busca introducir los conceptos modernos de cuidado ambiental siendo el meollo de este cambio comprender los alcances y ventajas del desarrollo sustentable. En la medida que el productor ignore sus opciones, no cuente con herramientas que le permitan cuantificar los beneficios que generan los cambios en su estructura productiva y sobre todo, no comprenda que debe evaluar todos los eslabones de su cadena, el desarrollo de estrategias sustentables seguirá siendo un juego de palabras. Por supuesto que esta tarea sería más sencilla si se contara con políticas oficiales y normativas sustentables.

Si no se tiene un diagnóstico objetivo que permita conocer el punto de partida, cuantificar los logros, identificar opciones de mejoras y planificar en consecuencia gran parte del esfuerzo se pierde. Medir es imprescindible para poder demostrar a quien corresponda (autoridad de aplicación local, mercados a los que se exporta, etc.) que la empresa está trabajando y mejorando en forma continua su rendimiento ambiental. De poco le sirve a la imagen del producto introducir cambios que redunden en un mejor rendimiento ambiental si no lo puede demostrar y si no cuenta con herramientas de defensa ante posibles reclamos, cuestionamientos o rechazos de productos. La incorporación de la medición de las variables ambientales en un mundo que cada vez más exige sustentabilidad debe ser un objetivo a corto plazo. Un cambio cultural aún pendiente es reconocer que no es útil atarse a certificaciones parciales o fuertes cambios tecnológicos necesarios pero claramente insuficientes si no se evalúa antes la cadena de producción completa (que es lo que se exige cuando se usa la palabra “verde”). Un claro ejemplo son los costos asociados con los sistemas de tratamiento. No es redituable gastar ingentes cantidades de dinero en plantas de tratamiento de efluentes o residuos si antes no se exploraron las opciones de minimización y/o gestión sustentable más adecuadas para la estructura productiva. Los problemas técnicos (definiciones, metodologías), sociales y culturales son múltiples. Quizás el cambio más difícil es cultural, amigarse con el cuidado ambiental y entender que, viéndolo desde un enfoque sustentable y seleccionando adecuadamente las herramientas, el cuidado ambiental no es un costo adicional sino una estrategia de mejora.

Autores: Alicia Inés Varsavsky(*) Daniel Fernández Dillon(**)

Fundación Nexus

(*) Coordinadora del área científico técnica (**) Presidente

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