Boletín Informativo Nº 65
Junio 2009
Cáritas Diocesana de Valladolid Trabajamos por la justicia
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De todos es sabido que estamos inmersos en una crisis económica que pone delante de nuestros ojos otra crisis más intensa de carácter social y moral. ¿En qué medida esta crisis cuestiona a nuestra comunidad cristiana? Una situación social como la que estamos viviendo debiera interpelar a la conciencia y a la comunidad cristiana. No podemos cerrar los ojos a lo que está pasando. Nuestra identidad se sentirá traicionada si nuestras palabras no se ven correspondidas con una sensibilidad y hechos concretos ante lo que está pasando. Es necesario en primer lugar suscitar una nueva forma de sentir ante esta situación en las comunidades cristianas y en especial en las parroquiales. Es sin duda un buen momento para hacer un profundo examen de conciencia. ¿Qué tiene que decir la comunidad cristiana a aquellos que son expulsados del paraíso consumista? ¿Qué palabra de alivio hay para aquellos que se les dice: tú, no podrás consumir, y a partir de ahora quedas relegado a la mera y simple subsistencia? ¿Tiene la comunidad cristiana algo que decir al modelo socioeconómico que ha provocado todo esto? Siguiendo con este discurso surge una pregunta que roza la afrenta: ¿acaso hay algo de positivo en lo que está ocurriendo? La respuesta es SI.Y debemos aprovechar este momento para revisar, discernir, valorar y proponer. Después del extravío consumista hemos llegado una vez más al cruce de caminos donde es preciso pararse y tomar la dirección adecuada. Son muchos los que entre nosotros se encuentran heridos y tirados al borde del camino, como en la parábola del Buen Samaritano. Ofrezcamos caridad y misericordia desde el espacio fraterno de la comunidad cristiana como signo de un nuevo tiempo inaugurado por Jesús de Nazaret, como posibilidad de redención y de rehabilitación, como futuro de dignificación personal y comunitaria. Las comunidades cristianas, las parroquias, ofrecen una oportunidad, como espacios de lo nuevo. Debemos ser imaginativos y creativos. En estos momentos no debemos infravalorarnos, sino aprovechar nuestras potencialidades. En el día del Corpus celebramos dos presencias: la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y la presencia también real de Cristo en el rostro de los pobres. En estos momentos urge abrir las puertas de la fraternidad para que desde el acogimiento y la generosidad todos nos sintamos invitados a vivir y a difundir esta experiencia. Y de esta tarea nadie nos podemos sentir excluidos. Todos somos invitados, y especialmente los más vulnerables y débiles, los que más sufren, los que tienen más riesgo de ser marginados y segregados; ellos son especialmente los convocados al banquete del Pan de la Vida.