DIEGO PERROTTA - Artículos de prensa

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DIEGO PERROTTA ::: ARTÍCULOS DE PRENSA :::


Revista LLEGÁS Por Luz Marchio



HAUFEN MAGAZINE. Diciembre 2014 Por Rocío Rodríguez



Revista MUSTIQUE





Suplemento Ñ - Diario Clarín Por María Carolina Baulo


Diario LA NACIÓN Por Daniel Gigena


Diario ÁMBITO FINANCIERO Por Laura Feinsilber


Diario Página 12 (Buenos Aires). Diciembre 2014 Por Karina Micheletto


CULTURA › LUIS SCAFATI, DIEGO PERROTTA Y SUS TRABAJOS PARA LA COLECCION LETRAS DIBUJADAS

“La música se mete en lo que hacemos, es una parte importante” En dos libros de reciente aparición los artistas plásticos dibujaron sobre la base de la poesía de Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati, respectivamente.

Luis Alberto Spinetta, Luis Scafati. Gustavo Cerati, Diego Perrotta. Así, sin más, se llaman los libros

alta las letras, por afuera de las canciones, ya lo tenía hecho.”

siguiendo una idea tan simple como reveladora: reunir a artistas plásticos con una obra poética que originalmente fue pensada para ser cantada, y proponerles trabajar sobre esos textos: ilustrarlos –iluminarlos– desde sus propios universos. De ese diálogo surge, redescubierta, la poesía de Spinetta y de Cerati, en los primeros dos libros de la colección Letras Dibujadas. Son, de este modo, nuevas obras, ancladas en las potentes imágenes que llevan el sello creativo de Scafati y de Perrotta, lanzadas desde las miradas particulares de estos dos artistas plásticos a un lugar diferente.

La primera reacción de Scafati ante la propuesta fue otra: “Yo empecé con ese escepticismo natural del ilustrador, rechazado por un montón de editoriales, al que le han propuesto cosas que nunca se dan: ¿Están seguros de que se puede? ¿Y los derechos?”, se ríe. “Pero después, cuando fui conociendo el proyecto, vi que venía lindo. Además, me encantó que fuera Spinetta. Porque de alguna manera todo el rock nos ha acompañado, desde siempre. La música se mete en lo que hacemos: en mi taller, es una parte importantísima. Y Spinetta es el tipo que representa esa especie de rebelión constante, el querer probar constantemente cosas, investigar. Eso me atrapa de él.”

“Descubrir la poesía de un artista de la música a través de la mirada de un artista visual” fue esa idea que guió al editor y fotógrafo Pablo Grancharoff y a Nerina Pardo, entusiasta gestora cultural especializada en artes visuales, en este proyecto. Con esta colección, y con dos libros de fotografías frases hechas– nació la editorial Seimprime, que dio forma a estos trabajos con un muy cuidado trabajo de edición que redunda en libros que son también bellos objetos. La desconocida foto de un muy joven Spinetta, hecha por Hidalgo Boragno –autor de las tapas de Alma de diamante, A 18 minutos del sol y de las fotos del primer disco de Invisible, quien fuera desaparecido durante la última dictadura militar– es uno de esos detalles de edición que también vuelven especiales a estos libros. “Yo soy editor de la colección de libros de arte Orbital, junto a otros artistas, así que sé que la editorial es una tarea compleja. Pero cuando hablé con Pablo y Nerina, algo me atrajo desde el lugar de lo simple, lo natural. Son esas ideas que están ahí, dando vueltas como un trompo, girando, y traen algo ya interesante en su formulación”, describe Perrotta su primer acercamiento al proyecto. “Cuando me dijeron que era Cerati el elegido, todo me cerró: es un artista que admiro mucho y me gusta leerlo además de escucharlo, me gusta su poesía. Yo he comprado muchos cd y siempre me gustó el objeto libro del cd, el librito donde uno puede ir leyendo las letras. Así que ese trabajo de tener leídas en voz

Canciones comentadas

como Humor, Hortensia, Tía Vicenta, El Péndulo. Ha ilustrado libros como La ciudad ausente, de Ricardo Piglia; La metamorfosis, de Franz Kafka; Dragón, de Gustavo Roldán, hizo también su propia versión de Drácula, de Bram Stoker. Y, antes que este libro, tuvo otro acercamiento al rock nacional a principios de los ‘80, cuando ilustró la tapa de Actuar para Carlos Baglietto y la escenografía para la gira por el país. “Eso fue cuando había long plays: ¡hace mucho!”, se ríe ahora el artista plástico. Perrotta también estuvo ligado al rock: suya es la tapa del disco de Los Piojos 3º Arco. Su trabajo suele plasmarse en la pintura mural y en diversas formas de instalaciones, con participación en numerosas muestras colectivas e individuales en el país y en el mundo. Su marca plástica de estilo, esos rostros de ojos omnipresentes y colores plenos y sugestivos, logra una alquimia sorprendente para desplegar las metáforas que encierran canciones como “Adiós”, “Otra piel” o la hermosa “Lisa”. –¿Cómo fue el proceso para ilustrar algo tan particular como letras de canciones?


Diego Perrotta: –Yo manejo técnicas muy diversas, para no aburrirme. En este caso sentía que la poesía de Gustavo iba con la técnica de la acuarela, ése era el diálogo. Desde estos pequeños papeles donde trabajás con lo vaporoso, el agua, las transparencias, veía que la sutileza de los textos y los temas de Gustavo era el canal donde iba a estar esta unión. Y Pablo y Nerina fueron muy gentiles en dejarme vía libre para seleccionar los temas: los elegí yo y mi recorte me basó en la carrera solista de Gustavo. Revisité los seis discos que sacó, hasta Fuerza natural, y fui haciendo una lista de ciertos temas que me habían impactado en diferentes momentos de mi vida. Porque la música tiene eso: te va trayendo al presente momentos del pasado, te recorre; yo en el taller también escucho mucha música y me acompaña siempre. Luis Scafati: –Como ocurre con todos los poetas o escritores que te llegan, que te calan hondo, te acercás primero a lo que escribe e inmediatamente querés saber quién es ese tipo. En Spinetta descubrí cosas que me ubicaban en una polaridad: él había tapado todas las ventanas de su casa, por una cuestión de sonido. Y a mí me encanta estar al sol, abrir todas las ventanas. Fumaba como loco, yo dejé a los 30. Uno se va acercando hasta humanamente al autor de eso que te partió el bocho. Lo único que hacés es leer, pero de alguna manera, con eso ya has entrado en el mundo de otra persona, en algo contundente. De eso primero, que fue una suerte de investigación desordenada, salté al dibujo. En mi caso, les pedí a los editores que eligieran los temas, no quería meter la pata ahí. –¿Y en cuanto a la técnica? L. S.: –Yo no hago un dibujo: cada cosa son cuatro, cinco o diez, hasta que empiezo a entrever que me acerqué a algo. Laburo con algo muy gestual, no hago un boceto previo en lápiz y después lo paso, voy descubriendo el dibujo a medida que lo hago. La tinta, la mancha, el meter con una tijera un pedazo de foto que me gustó, ir probando, romper y empezar de nuevo, esa es mi técnica. Y mientras tanto estaba Nerina, que me escribía todos los días: ¿Ya está? ¿Ya está? ¡Ya voy, ya voy! (risas). –Le pusieron imágenes a símbolos fuertes: la muchacha de Spinetta, el niño dormido, el capitán Beto; el “amor amarillo” de Cerati. ¿Qué devoluciones recibieron? D. P.: –Es fuerte, porque te estás metiendo con la fantasía y la imaginación de los que aman esas canciones, que a lo mejor tenían otra imagen formada durante años. Pero hubo devoluciones increíbles: un chico le escribió a Pablo pidiéndole

autorización para tatuarse una de las acuarelas del libro, contando que le habían pasado muchas cosas con esa imagen. Que alguien tenga un dibujo tuyo tatuado, es un halago grande, y raro. Ya me había pasado con la tapa de Los Piojos. L. S.: –Yo me ratoneaba con eso de los pezones de miel de “Muchacha...”, así que para mí esa muchacha tenía curvas. Me han dicho que la imaginaban distinta. Lo mismo el niño dormido de la “Plegaria”, para mí se acerca al Chiquilín de Bachín, esa es la imagen que encontré. Cada uno le pone una imagen, y esa imagen es muy, muy personal. Por suerte, hasta ahora, no hemos recibido ninguna devolución (risas). Al contrario, creo que, el día a ser muy valorados (risas). Hace poco dimos una charla en La Plata, que empezó a las 6 de la tarde, y Es muy lindo eso, y por supuesto que lo atribuyo al fervor que despierta Spinetta. –¿Qué es, para usted, ilustrar un libro? L. S.: –Cuando hago un libro, siento que es una especie de anotación sobre algo. Spinetta escribió las canciones para cantarlas, no para que yo las dibujara. Pero yo las anoto. Kafka no escribió “La metamorfosis” para que venga un tipo y le ponga imágenes. Es más: no quería. Cada uno anota con el instrumento que tiene, en mi caso es el dibujo. Este tema de la imagen, en relación con el texto previo, siempre es el gran tema para un ilustrador. El primer libro que empecé a ilustrar y abandoné fue Cien años de soledad. Tenía 20 años, estudiaba Bellas Artes. En cada página, surgían veinte dibujos, estaba lleno de imágenes. Pasaron seis, siete años, en los que fui juntando dibujos en cuadernos. Hasta que me enteré de que García Márquez no quería una sola imagen de ese libro. Me pareció muy sabio, y para mí fue un alivio, ahí lo pude abandonar. Pero fue la puerta de entrada a la ilustración.

Link para leer la nota on-line: http://www.pagina12.com.ar/ diario/suplementos/espectaculos/ 17-34199-2014-12-09.html


HAUFEN MAGAZINE. Diciembre 2014 Por Rocío Rodríguez







Diario Ámbito Financiero (Buenos Aires). Agosto 2014 Por Laura Feinsilber


Revista Llegás (Buenos Aires). 2013 Por Luz Marchio


Diario Crítica (Buenos Aires). Diciembre, 2009 Por Judith Savloff


Donde moran las bestias En Holz puede verse una muestra de obras de Diego Perrotta hechas durante los noventa. La crítica, de Gabriela Vicente Irrazabal, orienta la mirada. Una significativa propuesta de piezas reveladoras. Rostros descascarados, fauces boscosas y colores brutales. Nada habla mejor de la pintura de los años noventa que una muestra de obras de Diego Perrotta pertenecientes a esa década. Desenfrenado y abisal, el grupo de imágenes arroja luz sobre este periodo fundamental para el surgimiento de una estética que sabe de diablos, volcanes y redes del caos. Este saber es íntimo, tan descifrable como críptico, hondo como la cavidad de un cadáver y perceptible como el agrio perfume que exhala Matasiete tras la cópula. Toda la muestra trata del origen de la demencia urbana y suburbana, una demencia colmada de puntas, dientes y ojos. Y son ojos, dientes y puntas que colapsan en una estética que los propulsa y no cae en la fábula o la anécdota. En la serie impacta el gesto, la protuberancia y eso que podríamos caracterizar como ominoso, sin serlo precisamente. El conjunto, si bien está emparentado a las sensibilidades americanas, también bebe de las gárgolas europeas, los demonios asiáticos y las enigmáticas divinidades africanas. Es un beber genuino, a obscuras y en secreto, de una reserva

Por Miguel Ángel Rodríguez

funeraria y pictórica como lo es la actitud de pintar y morir en cada pincelada. Semejante beber es vívido como la actitud de cazar con el color y devorar al animal aún vivo y caliente. Una actitud que el grabado medieval rescató hace siglos en obras tan bellas como execradas. No puedo imaginar a Perrotta en los noventa sin interior. Un hombre ríspido, crispado, en cósmica vigilia y de mente poblada por cuerpos, tonalidades y vibraciones; un hombre de una musicalidad mayor, sonante y callada a un mismo tiempo, vigorosa y en Tribu en éxtasis. Un hombre pincel que sueña los colores y los persigue. Los persigue solo y entre amigos, solo y con los maestros, pero solo en última instancia, siempre solo ante el ánima de un soporte que espera la fuerza de los “Peces” o “El terror de Guayquiraró”. pero también con el devenir; comprometido en sus búsquedas, que son las búsquedas del artista que ve a un profeta en cada perro errante y al Matasiete inmerso en los lugares donde los hombres moran con las bestias, en perpetua cofradía.


Revista Acción (Buenos Aires). Enero, 2010 Por Verónica Engler



Revista Ñ (Buenos Aires). Junio, 2010 Por Nora Iniesta



Revista El Federal (Buenos Aires). Noviembre, 2008 Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar



El Apocalipsis según Perrotta El paraíso no murió, las imágenes tampoco. A poco de revisar la nueva muestra de Diego Perrotta, emerge otra vez el gozo por las acuarelas, el acrílico y las cerámicas esmaltadas. Un gozo hacia el volcán Perrotta, o mejor aún: hacia el Perrottario estable e inestable, sepulcral y vivo, latente. El paraíso del fuego, el fuego del paraíso, la cruz de las personas, los demonios en las ciudades, las ciudades visibles e invisibles, el árbol que es hombre y el hombre que es árbol: un mundo de pirámides, sombras, luchadores y guardianes; un mundo de muerte, de muerte paraíso y muerte en el paraíso. Colores planos, juegos ópticos, estructuras edilicias emparentadas a los antiguos Zigurat, rostros que remiten a sensibilidades mejicanas, estudios sutiles de las vibraciones tonales, o la comprensión del enigma de la vida americana, posicionan a este plástico en un plano superior, otorgándole carácter trascendente a su vida conceptual. Pero Diego comprende que la trascendencia debe bajar a la tierra, corporizarse, mamar la sangre, ver el tercer ojo de las personas comunes, asumir la crisis, volverse volcán, transformarse en árbol.

Por Miguel Ángel Rodríguez

Estas obras dialogan con dimensiones ocultas. En ellas pueden cifrarse antiguos códigos, aún secretos. Quizá profetizan, quizá condenan. No lo sabemos. Los ataúdes, las cabezas, los satanes, las colas pinchando, los falos y los escrotos, revelan la resurrección del caos. Hablan de un mundo subterráneo tomado por asalto. Esta muestra es importante, y debe ser visitada, varias veces en lo posible. Debemos beberla, una y otra vez, cuan Perrotta nuestro de cada día. Es importante señalar la factura de cada una de las piezas. Como de costumbre, impecables. Buenas terminaciones y excelentes materiales potencian ideas cosmopolitas solidamente expresadas. No hay improvisación, tampoco gestos aleatorios. Desde cerámicas, desbordadas todas por un nihilismo blanco casi espectral, hasta acuarelas hipnóticas, pasando por acrílicos únicos, tan elevados como autónomos. Esta muestra es una muestra del diablo, un diablo diablo, un diablo Perrotta.


Diario Crítica (Buenos Aires). Octubre, 2008


En el nombre de Perrotta Hasta aquí la felicidad. De ahora en más el dolor y la sombra. Entiéndase. Hablo de un espacio para el precipicio y para conversar en lenguas, esas lenguas viejas: las lenguas de Dios y acaso del Diablo. Diego Perrotta, con acuarelas, pinturas y cerámicas, propone la voz de matasiete, el Matasiete de calles, procesiones y altares a ídolos paganos. Propone la sutil comprensión de los demonios que miran a los ángeles. Propone la introspección, el círculo y el caos. Propone a Dios, para que miremos al diablo. Lo hace con la sutilidad aprendida en los últimos años, tomando experiencias fuertes de nuestra América ancestral, recuperando lo más alto (que es sinónimo de lo más bajo), rindiendo culto al culto de los supuestos incultos, bebiendo la sangre, aconsejando el pensamiento antes que el martillo. Conocí a Diego en el año 2006. Fue en mi pampa, cuando él, invitado por Raúl Fernández Olivi, montó en el Museo Provincial de Artes una de las muestras más impactantes que haya experimentado. Vi sus obras, lo escuché hablar y sospeché sus pensamientos. Su estética es ética humanista La soledad, el sexo, la explotación, el verbo hecho

Por Miguel Ángel Rodríguez

mentira y la mentira hecha verdad. Todos temas urgentes e ideológicos, tan religiosos como el dolor, la idolatría y el castigo. Ahora Diego exhibe objetos que me mostrara en su taller hace unos meses. Las piezas cerámicas, muy bien logradas, indican caminos nuevos. El las ideas. Tampoco en el de la técnica. La propuesta es buena y original. La iconografía personal de este joven plástico acumula personajes y objetos, se incrementa con demonios, más cosas. El mundo nuevo enriquece sus alforjas, canta a los delirios y prepara las mentes para comprender lo ininteligible. ¿Por qué esta pintura resplandece de manera especial? ¿Qué poseen esas cerámicas? ¿Qué las envuelve? ¿Por qué se ablanda mi agnosticismo? ¿Qué religiosidad ocultan estas formas? Parece que somos humanos, demasiado humanos. El arte nos condena y el diablo ríe. Matasiete juega su juego, el juego de Perrotta.


Diario Crítica (Buenos Aires). Abril, 2008 Por Judith Savloff


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