Martín Ortiz. Mar Toledo, 1920. Impresión de época. Col. Helado Negro.
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Vedettes, tiples y coristas usaron del arte de los mejores fotógrafos para lucir vestuarios y promover producciones. Así es como nuestro artista se mueve entre una gama increíble de faranduleras. Creando visiones del espectáculo, misteriosos espejismos verdaderos, logró una pequeña metáfora del arte hablando del arte. Ensoñaciones que sólo tenían rival en aquellas que Juan Ocón lograba en su estudio en la calle de Gante. Cada artista hizo su versión de las cosas. Como lo hicieron otros, Ocón retrató a la Lupe Rivas Cacho, toda una institución de las carpas. O a Terpsícore quien ya había bailado para la lente de Garduño. Ya sugería Athanasius Kircher en su Magia Catóptrica que los espejos se terminaran derramando plata pura, pues serían más brillantes y no se romperían. 14 Pero es que la imagen se astilla. Algunos de esos estudios se convirtieron en postales. Por entonces era raro que la incipiente industria editorial nacional imprimiera fotolibros. Hugo Brehme tuvo que irse a Alemania para imprimir el suyo. Vitrinas, postales y revistas ilustradas eran los grandes foros para la fotografía. Y en algunos momentos estos distintos espacios de visibilidad coincidieron por la iconósfera. Otro de esos modos de ver fueron las exposiciones. En agosto de 1928 una masiva exhibición fotográfica fue inaugurada en el universo que era la avenida Madero, justo la calle donde se hallaban los grandes estudios fotográficos del momento. Los medios la llamaron de diferente manera: ya fuera Exposición de Arte Fotográfico Nacional o Primer Salón de Fotografía Nacional. Por las noticias ilustradas aparecidas en la prensa se advierte que la convocatoria logró reunir una buena cantidad de participantes, los que literalmente abarrotaron las paredes de piso a techo. Ahí se colgaron los trabajos de Hugo Brehme, Richard Mantel, Martín Ortiz y Roberto Turnbull. Una curiosa mezcla de profesionales y aficionados, algunos realmente de ligas menores como M. Estampa, quien mandó una simpática foto de su perro, o un paisajito bastante mediocre de Alfonso Lozano. Se ha querido ver en esta exposición de 1928 una temprana ruptura entre el pictorialismo y la fotografía de vanguardia. Sobre todo por la presencia de Tina Modotti y del aficionado Manuel Álvarez Bravo, quien mandó un plumero y algunos juegos de papel... En mi opinión, resultó más una convivencia que una ruptura. 15 Que lo que menos se buscaba era un succès de scandale. Y en los hechos, Brehme y Tina compartían espacios publicitarios en Mexican Folkways. 16 Mientras que Silva y Garduño habían sido los fotógrafos de la legendaria revista Pegaso, que López Velarde animaba, Silva y Ocón se encontraron en la revista Azulejos. Tan populosa muestra contó, naturalmente, con ejemplos dentro del pictorialismo entonces hegemónico, pero es difícil caracterizarla como