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La famili a Gonzá lez tiene en su haber vari as generaciones de trashumancia. A fin ales del siglo XIX, j esús Gonzá lez in cursio nó en los pati os de maro ma co n núm eros de barras y acrobac ias, y con los años fo rm ó su propi o circo, al que llamó Pabell ones, co mo deform ación de Pubill ones, circo que po r aquel entonces gozaba de gran fama. Pero fu e Vicente Gonzá lez Ireta, apodado El Bo ru cas, hij o de don j esús y muy respetado en el medi o, qui en fund ó all á por 19 10 su propi o espectáculo: el Circo Poblano. Su herm ana, Soledad Go nzá lez, tambi én apodada Pancha Panocha por el perso naje de una borrachita al que di o vida, poseía una fu erza ex traordin ari a, que la ll evó incluso a montar un número en el que luchaba contra un bece rro. Soledad tambi én fue contorsioni sta y receptora en el trapecio junto a sus herma nos, Vice nte y Pedro. En su ju ventud ca ntó boleros y fue ayudante de payasos como Chapaturrín y Paquín . Pero su trabajo más importante fu e precisa mente el de un a borrachita que aparecía dentro del públi co, haciéndose pasar por una espectadora, y ya en la pi sta desa rrollaba monólogos cómicos y ca ntaba ve rsos. El Ci rco Pobl ano era propi amente un circo regional, es decir, qu e se prese ntaba en pequeñas ciudades de la repúbli ca. Allí fu ero n naciendo todos los hij os de Vi ce nte: Ju an , Alfredo, j esús, Saturnin o (el Chato) e Irene. Fu.e precisa m ente uno de ell os, don Alfredo González Mares, el que le refiri ó a julio Revo ll edo: ... nos tras ladábamos en 20 burros que alquil ábamos , dos o tres caba ll os, usába mos las lámparas de gasolina que se llamaban Rey de la tempestad, otras veces nos alumbrába mos con antorchas de petróleo y hacíamos una foga ta en la oscuridad de los pueb los pa ra presentar nuestros ac tos, allá por 1930. En ocasiones se m ontaba el redondel cuando ve ndíamos las funciones, pero otras "pasábamos la cobija" para que la ge nte nos diera algunas monedas o nos prese ntábam os en los ja rip eos yen los toros, donde también nos aventaba n algunas monedas desde las gradas. Llegamos a viajar en ca rretas por el estado de Puebla y en algunos pueblos que eran muy pobres trabajamos al trueque, nos dejaba n kil os de frij ol, maíz, gallin as.
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Para 1929 el Circo Poblano contaba con una ca rpa de un mástil de 10 metros y redo ndeles de dos metros y medio de altura. Las funciones de circo se anunciaban con marmotas, grandes ca rtelones con patas que se instalaban en el centro del pueblo, y alguien, montado a caballo, voceaba el espectácul o ayudado por un fonógrafo o