ocas iones, un aire fa ntásti co. Su mirada capta lo cotidi ano para despojarlo de la sensac ión de que estamos cerca de aquello que oc urre todos los días; por el contrario , para el fotógrafo mex icano el escenario de la realidad y la vorágine de lo cotidiano están detenidos en el tiempo de su larga y prolongada mirada. Sus pa isajes nos remiten a la belleza del campo mex icano; e n e ll os está n prese ntes e l o lo r a ca mp a n a ri o y los s ig n os re li g iosos, los mu e rt os e n e l ca min o y la c ru z co mo un eje co m pos iti vo, síntes is de los fac to res qu e ri gen la vi da social y es piritu a l. Ah í transcurre una vida sin demas iadas sorpresas o vari a ntes; oc urre todos los M.A.B., Dr. Marín días un a ex per ie n- vendando a Alicia, 1939. cia parecida, apenas interrumpida por los ciclos vitales. Los paisajes de Álvarez Bravo son la anulac ión del tiempo, de la experiencia cotidi ana y de la narrati va; ahí se recorren las distintas gamas de situaciones y estados de ánimo de los hombres: la d igni dad, la refl ex ión, el e rotismo, la fa ntas ía, el trabajo, la ternura, la comuni ón con la tierra. Álvarez Bravo se acerca a sus di versos temas con el ojo alerta a lo cotidi ano único, aquello que no se parece a nada; ex iste en la rea lidad , pero sobre todo en el ojo del fo tógrafo, ese instante distinto en el que fragmenta los objetos y la acc ión, los sujetos y las reflex iones, que son al mi smo tiempo segmento y totalid ad.
en que el sujeto revela en los ojos o en el ángulo del rostro una conciencia de su individuali dad y cada rostro, más que un indi viduo, es el prototipo de una belleza peculiar que Álvarez Bravo concibe como la belleza del pueblo mex icano. Bien conocida es su relación con los murali stas y su admiración por esta nueva pintura. La fo rmación de una escuela nacional como la mex icana se caracteri za por la diversidad de respuestas por parte de los arti stas, muchos con una sólida conciencia de las corrientes modernas en el arte. Don Manuel buscó su respuesta desde su propio ofi cio; se integra a este mov imiento a través de una defin ic ión de otros valores estéti cos, por ejemplo, en Señor de Papanfla. A diferencia de la estili zac ión que Ri vera apli có en la pintura de indios, Álvarez Bravo acentuó la indi vidualidad de sus personajes para imprimirles monume ntalidad o la fuerza de un prototipo que corresponde en idea, con un medio difere nte, la fo tografía, a la búsqueda de una imagen que quizá la pintura no pudo lograr. Esto es visible en los rostros que transitan por distintas gamas expres ivas. La reflex ión y la alegría, el ensueño y el orgull o, o sim plemente la frescura del rostro que asoma con naturalidad por el ojo de la cámara. Álvarez Bravo bu sca en sus composiciones equilibrio y armonía, pero es también un romántico, como lo reve lan sus tomas del mar, y fundamentalmente un enamorado del mi sterio. Su reali smo está impregnado de una cualidad poéti ca indefinible, de lo que está más all á de la mirada, y que sólo puede darse en la relac ión que el espectador establece con las imágenes. Transita en el campo de lo sugerido, de las ausencias presentes . Como todo gran artista, parte de elementos aparentemente sencill os en los que reacomoda la realidad, que adqui ere, en
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