Hecho en Latinoamérica. Segundo Coloquio Latinoamericano de Fotografía

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··Sólo con esfuerzo' . d110 alguna vez Edward Weston, ··se puede obligar a la camara a menttr: básicamente es un medio honesto." Agreguemos que esa honestidad de la cámara de poco sirve s1 el fotógrafo no le agrega dos rasgos de su cosecha: la ub1cu1dad y la 1maginac1ón. O sea ubicuidad para imaginar, e 1maginac1ón para ubicarse . En ese anchis1mo andarivel la verdad puede correr a gusto y hasta alcanzar marcas de ef1cac1a mucho más sobrecogedoras que la falacia o la supercheria. Ese esfuerzo que. según Weston, se necesita para "obligar a la cámara a mentir", no siempre puede d1s1mularse, sencillamente porque contradice aquella básica honestidad del apartado mecánico. En cambio, cuando el fotógrafo usa la honestidad de la cámara para trasmitir, 1mag1nar o destacar la verdad , es como s1 el instrumento obedeciera gustoso, como s1 su vocación primaria fuera la verdad .

a una concepc1on burguesa e idealista de 10 Bello y10 de Ja Forma. con ra1cos no tan remotas en Santo Tornas, y últtmas ram1f1cac1ones en los estructuralistas. La fet1ch1zac 1ón del s1mbolo se da por igual en algun novelista latinoamericano que haya escrito pensando en el eventual comentario de Rolland Barthes, o en el fotógralo que elige s1mbolos especialmente aptos para ser interpretados. tal vez en pequ1c10 de otras cifras o alusiones que. aunque mas estimulantes para el 010 popular. no convocan por cierto tan buena prensa. No hay que caer sin embargo en la tentac1on y el nesgo de enfrentar el compromiso social con la calidad art1st1ca. Un hlósolo marxista como Lukacs es el primero en reconocer que "la verdadera orig1nal1dad art1st1ca 1mp11ca que se capte la esencia del lenomeno nuevo, pero esto sucede de acuerdo con el carácter espec11tco del refle10 estet1co. esto es, no simplemente descubriendo leyes generales, como en las ciencias, sino repre sentando destinos par11cu1ares de hombres particulares. · Y cuando considera que el arte es siempre part1d1sta. tal vez sea licito con¡eturar que el arte a que se refiere no es sólo ese que el llama autentico, o sea aquel en que " CI partidismo no puede ser seporodo de su ob1et1v1dad estética . sino que ademas abarca al otro arte, fanática y excluyentemente formalista. unas veces 1nconsc1entemente espurio. y otras veces de plan1l1cada m1xt1f1cac1on .

Otro aspecto que me parece particularmente destacable en la ponencia de García Joya es su critica del trabap individualtsta y su concepto de que esa actitud provoca inevitablemente el aislamiento del fotógrafo. Generalmente se apunta a los escritores cuando se habla de la torre de marfil, y yo mismo he escrito sobre es;:is form;:is clP. evasión: " Hace veinte o treinta años la evasión cons1s1ta en escribir sobre corzas y gacelas. o en recrear los v1e1os temas griegos; hoy quizá consista en proponer la Palabra como nueva cartu1a. como ámbito conventual. como celda voluntaria. " Ahora bien. ¿cuál seria, para el fotógrafo actual, el equivalente de esa Palabra con mayúscula, esa nueva cartuja en que enclaustrarse? La respuesta no es tan simple como en literatura, porque a la fotografía le es mucho más dificil dar la espalda a la realidad. ya que nació particularmente imbricada con ella. Desde sus comienzos fue simultáneamente ensalzada y acusada de ser una copia de la realidad. Aún mucho después, cuando al amparo del vert1g1noso progreso técnico. tue invadida por el estecismo y hasta pudo 1m1tar imágenes oníricas, nunca pudo cortar definitivamente las amarras de lo real. Con mayor o menor intensidad, cada fotografía alude a un antecedente y a un consecuente. Es. por supuesto, un instante de un proceso temporal. pero es a la vez un fragmento. una partícula de mundo. La lotograf1a h1a ese instante de tiempo, ese trozo de mundo; su desafio (y, en ocasiones, su hazaña) es lograr que ese instante aparezca inscripto en un proceso; que esa porción pertenezca a un espacio. a un lugar. Por eso el espectador suele prolongar mentalmente. y a veces emocionalmente. las coordenadas que propone o incluye una fotogralta. Cuando las guarda o colecciona. cuando las encuadra o las 1t1a en un álbum. no sólo está preservando una imagen definida y sucinta; también está resguardando sus propias prolongact0nes mentales y emocionales que la loto promueve.

Pensemos concretamente en la totogra f1a. S1 ocurre por e1emplo un golpe militar en alguno de nuestros castigados paises, puede que un fotógrafo se complazca en captar la expresión exultante de un general golpista. qu1za haya otro que reco¡a una elocuente escena de la repres1on en las calles; tal vez haya un tercero que reproduzca el candor de una pare11ta adolescente en el banco del parque. en una visión que podría situarse fuera del tiempo s1no fu ese porque el muchacho llene a su lado un diario con los grandes titulares del golpe. Está bastante claro que el 010 que miró por el visor de cada una de las dos primeras cámaras tiene una 1ntenc1ón poht1ca aunque es prvbable que la del primero se contradiga con la del segundo. Pero el tercero. el inocente, el candoroso. el que aparentemente elige el amor. ¿no está dándole al futuro espectador de su foto un número de reflexiones 1ndrrectas que tienden a un fin muy especiltco? ¿acaso no capta a su modo (para usar la term1nolog1a de Lukacs) la esencia de un fenómeno nuevo? ¿no representa en su pantallazo los destinos particulares de hombres part1Culares? Por otra parte. quien sabe cuántos otros fotógrafos. en la misma ¡ornada. pueden haber oprimido sus disparadores para reproducir una playa desierta, una rosa crepuscular, o (l,por que no, ya que estamos inventando con v1s1ble descaro?) otra pare1ita adolescente en el banco de otra plaza, pero sin el periódico revelador? ¿acaso el arte (s1 tiene ese nivel) de este último fotógrafo, es menos part1d1sta que el de los anteriores? Pienso que no, pero ¿como demostrar.o si la imagen no incluye ningun dato que revele su lecha? Sin embargo, lo cieno es qt•e. en el d1a de una grave conmoción que afecta a la colec11v1dad, el cuarto fotógrafo eligió desentenderse del acontec1m1ento, darle la espalda, negándose as1 a 1nclu1 r problemas graves en el m1nimo compromiso de su visor. Por supuesto. en una 1ornada as1, no todos los fotógrafos habrán estado en cond1c1ones de enfocar un rostro o un suceso vinculados al golpe; eso no constituye obhgatonamente una retracct0n

Es claro que este juego dialécttco ocurre. sobre todo, cuando el fotógrafo y su destinatario se saben inscriptos en un impulso colecltvo. y no cuando el primero se propone a sí mismo como artista ind1v1dualista y solitario. Por estas y otras consideraciones quizá sea posible altrmar que, para el fotógrafo. la torre de marfil o la nueva cartu1a está constituida por la Belleza (as1, con mayúscula). esa que es casi una abstracción, pero no la muy concreta belleza (con minúscula) del ser humano, en todos los matices que componen su plenitud, o la de algun pa1sa1e contaminado o no por el smog, los garitos y las discotecas. que todav1a impone. sin proclamarla. su presencia. Mas bien me reitero

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