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“Pablo”
Había una vez un niño que se llamaba Pablito, no era “Pablito el que clavó un clavito en la calva de un calvito”, ¿en la calva de un calvito? ¡Sí, dicen que “en la calva de un calvito Pablito clavó un clavito”! ¡Pero no!, ese era otro Pablito.
Este Pablito soñaba con algún día tener su propia fábrica de chocolates, pues le encantaban estos dulces.
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Cuando se golpeaba, le gustaba que le sobara su mamá pero siempre diciéndole: “Chocolatito, Chocolatito, Chocolatito, Chocolatito”, su juego preferido en la feria eran “los carritos chocones”, cuando saludaba decía: “chócalas”, es decir, le gustaba relacionarlo todo con el chocolate. Hasta sus amigos morenitos le agradaban más que los blanquitos, pues parecían de chocolate. Su comida favorita era el “choco lomo” y sus galletitas... pues ya saben cuáles eran sus favoritas. Para los helados, paletas y para cualquier postre, siempre prefería el sabor chocolate.
El sueño de su papá era que Pablito fuera un gran abogado como él.
¿Pero qué quería Pablito? Efectivamente. Ser el dueño de una gran fábrica de chocolates. Alguien le dijo que para que sus sueños se hicieran realidad tenía que imaginárselos, y si fuera posible, recortarlos y pegarlos en una cartulina, para que todos los días se acordara de su objetivo.
Pablito tenía tan solo 9 años, aún era muy chico y podría cambiar de opinión en un futuro, porque sus intereses y gustos también podrían cambiar.
Pero, hoy por hoy, eso era lo que él quería. Así que se puso a recortar de muchas revistas imágenes relacionadas a lo que quería; recortó fotos de personas felices logrando sus metas, también fotos de inmensas fábricas y se imaginó que la suya sería como alguna de ésas, también recortó máquinas elaborando chocolates y a clientes que compraban sus productos. Y todo lo puso en un lugar de su cuarto desde donde podía verlo cada vez que despertaba por la mañana. Pablito no era de los mejores alumnos de su salón, le costaba mucho trabajo concentrarse, era muy distraído y por eso sus calificaciones no eran precisamente las mejores.
Sin embargo, cada vez que veía esas imágenes que había colgado frente a su cama, recordaba que para tener esa tan deseada fábrica, tendría que pasar por la escuela para poder aprender todo lo que necesitaba y ser en el futuro un gran empresario.
Al recordar lo que quería se motivaba para hacer sus tareas, aunque le resultaran un poco aburridas, pero si terminaba a tiempo sus deberes, podía ir a jugar al parque por la tarde y tal vez comprarse un helado. Sin querer, descubrió que enfocándose en lo que verdaderamente quería, se le facilitaba todo y hacía con más ganas lo que no quería y ya no le resultaba aburrido.
Así que, además de la fábrica de chocolates, también se puso a recortar imágenes de niños jugando en el parque, vacaciones en la playa y todo lo que le motivaba a hacer sus responsabilidades diarias.
Pablito fue creciendo y mejorando enormemente sus calificaciones, con este plan de motivación muy efectivo para él.
Quería mucho a su papá, pero no quería ser abogado. A veces no nos sentimos capaces de lograr nuestros sueños y decidimos tomar prestados los sueños de los demás y hacerlos nuestros. El caso de Pablito no fue así, porque se dio cuenta de todos sus avances y logros.
Debido a su empeño pudo mejorar sus calificaciones, logró entender, con apoyo, materias que se le hacían muy difíciles, como las matemáticas; pero lo logró y eso hizo que se sintiera más seguro de sí mismo, por lo que cada vez se ponía nuevas metas.
Una de ellas fue aprender a hacer chocolates en casa. Más adelante su papá lo apoyó para estudiar la carrera de Administración de Empresas y tiempo después puso una tienda de chocolates. Fue creciendo hasta que fue necesario un lugar más grande para poder elaborar la gran cantidad de encargos que tenía. También necesitó contratar a dos ayudantes, luego a tres y así poco a poco logró tener la fábrica de chocolates más grande del país. Todo esto, gracias a que nunca creyó en las palabras de desaliento, a pesar de que muchos le decían que no podría lograrlo, el creyó en sí mismo y eso fue lo único que necesitó para hacer su sueño realidad. Enfócate en tus sueños, que las cosas llegan cuando uno realmente sabe lo que quiere y cree en sí mismo.
Cuento tomado del libro: “Cajita de herramientas para la vida… en unos cuantos cuentos”
Autora: Verónica Rivas www.verorivas.com