El Atentado

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Testimonio del poder de Dios

despegue. Sin pensarlo dos veces, de ágiles movimientos logró subir y entregó el sello de agua, tan importante para salvar la vida de su padre. Ya adentro, todos la miraron sorprendidos. Ella intentó sonreír. No pudo. Intentó decir algo. No pudo. Intentó respirar. No pudo. Empezó a sentir que todo giraba a su alrededor. La presión. La tensión. El dolor. El desvelo. Los nervios. El susto. El temor. Todo estalló dentro de su cuerpo en ese momento. Los médicos acudieron presurosos a Evelin Anaité y lograron estabilizarla. 158


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