El Mito de la Nueva Cristiandad

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Leopoldo-Eulogio Palacios

AsociaciĂłn Pro Cultura Occidental, A. C. Guadalajara, Jalisco, MĂŠxico.


Primera edición 1951 Ediciones Dictio, Argentina Segunda edición 1952 Ediciones Dictio, Argentina Tercera edición 1957 Ediciones Dictio, Argentina Cuarta edición 1980 Ediciones Dictio, Argentina

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Impreso en México. Printed in Mexico.

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Índice Nota a la cuarta edición .......................................... 9 Prólogo a la tercera edición .................................. 11 Introducción.......................................................... 15 Jacobo Maritain y los polemistas católicos ....................................................... 15 Los polemistas ante la Reforma protestante ................................................... 16 Los polemistas ante la Revolución Francesa ....................................................... 18 Coincidencias y discrepancias de Maritain con los polemistas ......................... 20 Plan y sentido de esta obra ............................... 25 Libro primero: El humanismo en el conjunto de las edades históricas Capítulo I: La sabiduría y la ciudad .................. 29 Capítulo II: La ley de la Encarnación en las edades históricas ............................... 33 La Edad Media ............................................. 35 La Edad Moderna ......................................... 36 La nueva cristiandad .................................... 38 Capítulo III: El ritmo ternario de la historia ...................................................... 41 Capítulo IV: La falta de humanismo como inconveniente .................................... 45 Suficiencia humana de la teología .............. 45 Suficiencia humana del Sacro Imperio ........ 48 Capítulo V: El humanismo como ventaja ......... 53


Libro segundo: El humanismo en la nueva cristiandad Capítulo I: Las limitaciones de la ética profana y las imperfecciones de la teología moral ..................................... 61 Las limitaciones de la ética natural.............. 62 Las imperfecciones de la teología moral ..... 65 Capítulo II: La plenitud de la filosofía moral adecuada ........................................... 69 Capítulo III: Las limitaciones del Estado puramente laico y las imperfecciones del Sacro Imperio ......................................... 73 Las limitaciones del Estado laico ..................... 73 Las imperfecciones del Estado confesional ................................................... 74 Capítulo IV: La plenitud del Estado laico cristiano ............................................... 77 Capítulo V: La tragedia del humanismo católico ........................................................ 83 Libro tercero: El humanismo en la concepción comunitaria y personalista de la vida pública Capítulo I: Los dos poderes .............................. 89 Capítulo II: La correspondencia antropológica de los dos poderes ................ 93 Capítulo III: La distinción entre individuo y persona considerada en sí misma ............. 99 Capítulo IV: La distinción entre individuo y persona considerada en su aplicación político-religiosa ........................................ 103


Capítulo V: La analogía de la concepción comunitaria y personalista ........................ 113 Capítulo VI: Los principios analógicos y el liberalismo católico ............................ 119 Conclusión ......................................................... 125



Introducción

Nota a la cuarta edición La presente edición reproduce sin la menor modificación las páginas de la edición precedente. Durante los últimos años la doctrina del humanismo católico de Maritain, asociada con otras ideas afines, ha servido de cauce fundamental para orientar importantes reformas en el ámbito de la Iglesia y de algunos Estados de Occidente. Tal circunstancia no quita ni un ápice de verdad a mis críticas, antes las confirma, pues los acontecimientos han sometido la teoría del humanismo católico a una prueba experimental, y hoy resulta patente que mis impugnaciones de hace treinta años no iban descaminadas, y combatían contra toxinas que amenazaban la salud del catolicismo. Examinar y criticar todas las bases ideológicas de las reformas que nos han llevado a la tristísima situación actual exigiría nuevos y dilatados estudios que rebasarían el marco de esta obrita. El lector atento y reflexivo es quien tiene que decir si un libro como éste, escrito antes de tales reformas, contiene algunas enseñanzas, y si mis críticas anticipadas pueden ayudarnos a recobrar el derrotero de la autenticidad católica. Leopoldo – Eulogio Palacios Madrid, enero de 1980

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Introducción

Prólogo a la tercera edición Los libros que se publican de tarde en tarde acerca de la doctrina del humanismo no siempre otorgan a la figura de Jacobo Maritain todo el interés que merece. Es curioso el estudiado silencio que se hace a veces en torno de esta personalidad ingente. Unos le detestan con odium theologicum, porque no comparten sus doctrinas sobre la sabiduría racional cristiana o sobre la ciudad temporal cristiana; otros comparten el meollo de sus doctrinas y hasta escriben largamente de ellas, pero tienen a mal citar a su inspirador: unas veces por amor propio, otras porque temen sentar plaza en la milicia de un autor que se dice tomista. Con todo, yo creo que Maritain ocupa un puesto importante en el pensamiento político-religioso del día, y aunque en ese terreno mi postura es adversa a la suya, no por eso dejo de reconocer el valor que atesoran sus libros para el estudio del humanismo. De suyo, el humanismo, fuera del cultivo de las humanidades, a que no me refiero aquí, es un movimiento doctrinal que, llevado al extremo, tenderá a suprimir la siembra ejecutada en el mundo por el cristianismo, y andaría ganoso de anudar estrechamente los tiempos actuales con las inspiraciones del paganismo antiguo. Otras veces se dan de lado tales sugestiones antiguas, y el humanismo ostenta hacia lo 11


Leopoldo-Eulogio Palacios futuro sus pretensiones de acertar haciendo caso omiso del divino y soberano Ser, y ensalzando a la más alta esfera las ilusiones con que el hombre cree poder salvarse a sí mismo por las solas fuerzas humanas. El humanismo acaba entregándose tiernamente al olvido de Dios y abrazándose con su abierta negación, y se convierte en humanismo integral y ateo. Y ya es hora de que se sepa que el primer libro aparecido con el título de Humanismo integral no es fruto de las lucubraciones del católico Maritain, sino que nació de la pluma de un hombre que, al menos cuando escribía, no parecía muy temeroso del poder divino. Su Humanismo integral tuvo adecuada acogida junto a las traducciones francesas del gran anarquista Miguel Bakunin1. Lo curioso de Maritain es que ha usado este vocablo: humanismo, e incluso la expresión entera: humanismo integral, para darle una significación cristiana. Entiéndaseme: no para emplearlo de una manera periférica, inofensiva, almibarada, como palabra bonita para suscitar deliquios e ilusiones, que es como la usan buen número de escritores católicos y heterodoxos al propugnar un humanismo cristiano, sino para utilizarla con un valor sistemático y profundo, que es el que yo he intentado desentrañar y criticar en la presente obra.

Me refiero al libro que apareció en París a fines de siglo: Humanisme Intégral; le duel des sexes; la cité future, por Leopoldo Lacour. Hay traducción española: Biblioteca sociológica internacional, Barcelona, 1908. 1

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Prólogo Mirado a este viso, el humanismo católico de Maritain es, acaso, el más importante acontecimiento doctrinal producido en el mundo cristiano desde el advenimiento del liberalismo católico del pasado siglo. El humanismo católico es el heredero del liberalismo católico. Esto explica su inmensa importancia. Si se me pidiere que resumiese en pocas palabras mi concepto del humanismo católico, diría que es la doctrina que trata de hacer la síntesis de lo humano y de lo divino negándose a reconocer que lo humano es instrumento de lo divino. Dicho con otras palabras, en cierto modo equivalentes: es aquella unión de lo profano y lo sagrado, en la que lo profano se niega a servir de instrumento a lo sagrado. Saber cómo puede el hombre negarse a servir a Dios de instrumento y a la par afirmar que no es totalmente independiente de Dios, que no es autónomo y puede seguir llamándose cristiano, es el difícil problema que trata de resolver el humanismo católico, tal como lo expone y lo comenta mi libro. Cúmpleme, en fin, declarar que las presentes páginas están por encima de las contingencias político-religiosas de los diferentes países. Cada república tiene sus problemas peculiares, y, entre ellas, España no carece de ellos. Adverso al árbol del humanismo católico, mi libro ha de ser también desfavorable a los frutos que el árbol rinde; pero, defensor de una doctrina general que estima verdadera, no prejuzga ni determina las soluciones particulares, de índole prudencial, que tanto en España como fuera de ella convengan en cada caso a las exigencias circunstanciales del problema político-religioso.

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Leopoldo-Eulogio Palacios Si este escrito nos pusiera en términos de abandonar las ideas del humanismo católico, no por eso habremos perdido el tiempo al estudiar y refutar una doctrina tan eminente. No podremos embarcarnos en ese navío; pero ello no ha de disuadirnos de toda navegación creadora hacia lo porvenir. El mismo rayo que consume y quema esta nave puede alumbrar nuevas posibilidades de adaptación de la acción del cristiano en el mundo. “No porque corra un navío tormenta, o se anegue, han de dejar los otros de navegar”2. Madrid, 23 de agosto de 1957

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Cervantes, Novelas ejemplares, I.

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Introducción

Introducción Jacobo Maritain y los polemistas católicos El atractivo que ejerce Maritain sobre la mentalidad contemporánea se debe a que su obra constituye un acontecimiento insólito en el globo intelectual del catolicismo. Ningún escritor había hasta el día reunido las cualidades que se dan cita en el discutido humanista francés, y que hacen de él, con sus aciertos y con sus errores, una de las figuras más llamativas de la filosofía actual. ¿En qué consiste esta novedad inédita? ¿Qué aporta Maritain al campo de la controversia católica y qué es lo que le da esta fisonomía inconfundible? La respuesta sólo puede allegarse mirando desde arriba la producción literaria de los escritores católicos para compararla después con la del autor del Humanismo integral. Yo no sé hasta qué punto sería esto posible si no tuviéramos primero en cuenta a qué linaje de autores debemos dirigirnos para establecer el parangón. Maritain es, sin duda, un filósofo, pero también un pensador esencialmente vuelto hacia la religión y la política, y entregado por completo a la tarea de atender a los problemas espirituales y temporales que plantea la situación del mundo actual al hombre contemporáneo. Toda su obra está regida por el intento de 15


Leopoldo-Eulogio Palacios pertrechar al cristiano de una sólida armadura de ideas y conceptos que le permitan sostenerse en los conflictos existenciales de nuestra pobre tierra, hoy más que nunca sometida a la disolución y a la ruina. ¿No ha sido éste también el intento de otros pensadores católicos o, por mejor decir, de todos los filósofos y teólogos que en el seno de la Iglesia han tenido alguna vez que combatir contra la infidelidad y la herejía? Dicho con otros términos: ¿no ha sido éste el intento de ese linaje de escritores al que damos el nombre de polemistas? El parangonar a Maritain con ellos puede servirnos para distinguir su fisonomía singular y lo insólito de su obra entre la de todos sus grandes predecesores. Tomemos la polémica de los pensadores católicos desde el advenimiento de eso que se ha llamado el mundo moderno, y reparemos en la repercusión que han tenido en ellos los dos acontecimientos más formidables que ha padecido el hombre desde entonces: la Reforma protestante y la Revolución Francesa. Los polemistas ante la Reforma protestante La Reforma protestante ha dado lugar a la aparición de numerosos polemistas católicos. Por citar los más importantes, haré mención de un italiano, Belarmino; de un francés, Bossuet; de un alemán, Moehler; de un español, Balmes. ¿Qué hay de común entre las Controversias, de Belarmino; la Historia de las variaciones, de Bossuet; la Simbólica, de Moehler, y El protestantismo, de Balmes? Las obras no pueden ser más diferentes, ni más dispares las circunstancias históricas en que fue-

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Introducción ron escritas. Pero hay de común en todas ellas el ser obras de teólogos de profesión, imbuidos de formación eclesiástica y dotados de una perfecta técnica de conceptos. Las Controversias, de Belarmino, son la obra de un escolástico puro que argumenta sobre lo espiritual y lo temporal, sobre los sacramentos, sobre la gracia, basándose en la Escritura, en la tradición, en los teólogos y en los Padres. La Historia de las variaciones, de Bossuet, no es más que el comentario de la sentencia donde Tertuliano nos hizo ver que la variación es signo del error. ¿Varías? ¡Luego yerras! El protestantismo no ha cesado de variar desde su fundación por Lutero y Calvino –hoy lo sabemos todavía mejor que en tiempos de Bossuet–, y el gran escritor francés tuvo el acierto de hacérselo ver a los protestantes en un momento en que ya la Iglesia de éstos quería presentarse como estable. Hoy el protestantismo liberal, y sobre todo la teología dialéctica que le ha sucedido, no negaría estas variaciones, en las que Bossuet veía palmariamente el signo del error, porque ha tenido que reconocerlas y, para escapar a sus objeciones, erigir la variación en un mérito. Y por lo que hace a la Simbólica, Moehler dejó en ella lo mejor de su inmenso talento de historiador y teólogo. El profesor de Tubinga emprendió la colosal tarea de exponer las contraposiciones dogmáticas de católicos y protestantes, tomando para ello como base los documentos más característicos de unos y otros, es decir, sus símbolos y profesiones de fe, y logró hacer una exposición no superada nunca por los adversarios del catolicismo. Pero Moehler per-

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Leopoldo-Eulogio Palacios manecía en las alturas de la fe, y faltaba impugnar la dimensión social de la Reforma. Éste fue el designio de Balmes al escribir El protestantismo, en el que desciende al terreno de la civilización europea para comparar entre sí los efectos sociales de la herejía con los fértiles frutos del catolicismo. Belarmino, Bossuet, Moehler y Balmes coinciden, por tanto, en lo esencial: no sólo en combatir a la Reforma protestante como polemistas, sino en hacerlo en cuanto a teólogos de profesión, bien equipados de toda suerte de pertrechos escolásticos y de una dialéctica rectilínea y acerada, que hace abundante uso de la teología y de la filosofía aprendidas en las escuelas católicas. Los polemistas ante la Revolución Francesa Pasemos ahora del protestantismo a la Revolución Francesa. Lo mismo que la rebelión de Lutero y sus secuaces, la revolución de Rousseau y de sus epígonos suscitó en el campo católico un plantel de soldados dispuestos a batirse por la causa de la verdad cristiana. Aquí el número es quizás mayor que en el caso del protestantismo. El error contra el que se defendía la verdad era también más popular, y los dos bandos enemigos podían engrosarse fácilmente dando rienda suelta a una polémica menos culta, menos teológica, menos escolástica y docta que la anterior. Y puesto que fue Francia el teatro de donde partió la Revolución, que no en vano se llamó francesa, allí es también donde encontramos sus más enconados adversarios. Citemos tan sólo a tres: José de Maistre, Lamennais en sus primeros pasos, y Luis de Bonald,

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Introducción siempre. Y no hay que olvidar a otro muy influido por ellos, pero que supo conservar incólumes las aristas de una personalidad ingente: nuestro gran Donoso. Entre las Consideraciones sobre Francia, de José de Maistre; la Teoría del poder, de Bonald; el Ensayo sobre la indiferencia, de Lamennais, y el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, de Donoso, existe una unidad profunda. Aquí estamos lejos de los polemistas antiprotestantes. Notamos ausencia de escolástica, menor técnica de conceptos, menos solidez en la formación eclesiástica. Dándose también la circunstancia de que todos estos autores son laicos (y no debe argüirse con la excepción de Lamennais, clérigo a pesar suyo, que colgó pronto los hábitos por repugnancia a la disciplina eclesiástica). José de Maistre, en sus Consideraciones sobre Francia, pone de relieve el carácter satánico de la Revolución Francesa, haciendo ver la índole deshumanizada de las leyes fundamentales de origen racionalista, tema que dio lugar a su Principio generador de las constituciones. Propugnó que se reconociera la autoridad suprema e infalible del Romano Pontífice, haciendo por primera vez la historia del papado, donde otros se habían contentado con la de los Papas, y exponiendo ideas que iban a triunfar años después en el Concilio Vaticano II, con la declaración de la infalibilidad pontificia. Bonald, afirmando que el hombre no ha podido inventar el lenguaje ni la sociabilidad de la naturaleza humana que se nos manifiesta en él, construye una teoría del poder extraordinariamente sistemática, en la que demuestra, contra las teorías

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Leopoldo-Eulogio Palacios de Rousseau, que el hombre es tan incapaz de dar una constitución a la sociedad como de dar la gravedad a los cuerpos o la extensión a la materia. Lamennais fue un pensador proteico, que en su primera época, en su Ensayo sobre la indiferencia, está en la línea de José de Maistre y de Bonald, afirmando que la autoridad social y el consentimiento universal son el criterio supremo de la verdad, frente a los revolucionarios, que exaltaban la opinión personal sobre la común sabiduría del género humano. Finalmente, Donoso, afirmando que toda civilización es el reflejo de una teología, encareció la imposibilidad de encontrar un término medio aceptable entre el socialismo ateo y el catolicismo teísta, contra los liberales, que propugnaban un sistema débil y escéptico de transigencia entre lo inevitablemente dispar y contradictorio. Bien se ve que José de Maistre, Bonald, Lamennais y Donoso forman entre sí un grupo de pensadores coincidentes en lo esencial, no sólo porque el blanco de sus ataques fue la Revolución Francesa –en Donoso, la de 1848, además de la de 1789–, sino por el estilo, por la formación, por la lozanía y el vigor del ingenio, y por una inconfundible maestría en poner al alcance de todo el mundo un manojo de argumentos brillantes en defensa de la verdad cristiana. Coincidencias y discrepancias de Maritain con los polemistas En resumen: la Reforma protestante engendró contra ella un grupo de polemistas; la Revolución Francesa dio ocasión a otro; pero los dos se diferencian de un modo inconfundible: los unos son teólogos

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