Arquitectura 257 - 1987

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ción, reflejo de nuestra comprensión espacial como hombres urbanos. Esta condición, esperamos, por ejemplo, de la nueva Avenida de la Ilustración. B) En segundo lugar, ha sido una constante más trasmitida como consecuencia de la sustancia profunda de la orientación cotidiana de la actividad. en todas las escalas, de la Gerencia Municipal de Urbanismo, que explicitada como directriz concreta, la del entendimiento de la arquitectura como parte Integrante de la ciudad. Integración en la ciudad que, de nuevo hay que señalarlo, no supone descubrir su obvia condición de parte numérica de un todo compuesto por la adición simple de elementos, sino, antes bien. entendida como descubrimiento de cada objeto arquitectónico de muchas de las referencias con que podemos describir a la ciudad en su contemplación global. ¿No tiene en este sentido un cierto carácter nostálgico el nuevo Planetario anclado etérea y altivamente en un jardín que permite reconocer en su solución topográfica la preexistencia en el paraje de las máquinas de propulsión de la ciudad, de los vestidos necesarios para su crecimiento, de los escombros que patentizan su vitalidad? El entendimiento de la arqui Lectura como parte integrante de la ciudad puede entenderse igualmente en su aceptación positiva y algunos ejemplos podemos encontrar de ello. La arquitectura, así, es valorada por su tamaño y por su capacidad de reproducir en su seno experiencias de orden urbano como una parte de la ciudad ejecutada en un determinado momento de coincidencia en el tiempo e integrando en ella elementos de la ciudad. Unir dos calles separadas por una vaguada natural con una plataforma que por un lado explicita el reconocimiento de la propia concavidad geográfica y que simultáneamente sirve de soporte a la aparición de edificios y de espacios públicos entre ellos, no es sino construir la ciudad desde la lógica de producción de la propia arquitectura unitaria. Analizar desde esta perspectiva el Centro de la Vaguada es, más allá del estilo, un buen ejemplo de lo que espero haber sabido ir insinuando en lo que va escrito. C) En tercer l~gar, es detectable, y así ha sido propuesto a muchos proyectistas, la introducción contundente de la valoración del espacio público en la propia metodología de proyectación arquitectónica. No se trata ya de valorar el espacio público como generador y a la vez resultante del espacio construido a la manera en que he descrito los planeamientos de escala intermedia. Se trata de que cada edificio (fundamentalmente en nuestra experiencia, el equipamiento público) contemple en su desarrollo proyectual la posibilidad de ser penetrado por el espacio público y a la vez de abarcar el espacio público. Las relaciones espaciales complejas que una intervención como la comentada procede en la pieza arquitectónica y la ambigüedad positiva en la interpretación que genera, son parte de ese discurso de la "comprensión del lugar" que complementa y concluye en lo real la " comprensión del lugar" de las escalas intermedias. No es tanto una integración del "genius loci" · en su condición ornamental como una recuperación de los elementos de la cultura urbana en su sentido espacial. Potenciar una alineación, inducir la q>mprensión del final de una estructura morfoJÓQica.

permitir el paso del espacio público a través de un edificio, ordenar con el volumen arquitectónico lo desordenado, con elementos de esta comprensión del lugar y de esta interiorización de la relación público-privado que, en mi opinión, pueden detectarse con claridad en el Polideportivo del Triángulo de Oro, en Tetuán. En definitiva la arquitectura, bajo esta orientación. se presenta ya con la necesidad de abordar su ejecución última y concreta interiorizando las exigencias del lugar que en muchas ocasiones vienen definidas (y no se olvida, posibilitadas) por la ''intuición racional de la forma'' de la escala intermedia. Es ésta una orientación sin duda ecléctica, no tanto en su condición estilística, sino en su voluntad de responder de forma compleja y no homogénea a una voluntad global de transformación de la ciudad. Quizá sea este eclecticismo programático el elemento caracterizador básico, y eso sí, consciente, de la experiencia urbana madrileña reciente que se describe en este libro. Coincido con Manuel Solá Morales en exigir de la actividad urbanística y de la ciudad ese ''derecho á la diferencia de los ciudadanos a la significación cualitativa de los espacios urbanos, a la heterogeneidad funcional y tipológica de las zonas, a la irregularidad de las arquitecturas y de los usos'' y es éste el sentido profundo del eclecticismo urbanístico madrileñó. Algunos apuntes finales Quizás a estas alturas convenga dejar algunas cosas claras, aunque la formulación de la claridad peque de elemental. El Plan y el Proyecto no son instrumentos antagónicos. A los efectos de la transformación .de la realidad urbana, antes bien al contrario, plan y proyecto son instrumentos complementarios. Plan y proyectos son eslabones igualmente importantes de una cadena que empezando por la formulación de la voluntad de transformación concluye en la construcción de la ciudad. Y es importante a estos efectos constatar la general falta de relación entre la formulación de los deseos y la oportunidad de las decisiones. Indudablemente, hablar de formulaciones de la ciudad deseada y de decisiones de intervención física en ella es hablar, en la generalidad, de la efectiva construcción de la ciudad en nuestra sociedad, de dos planos de actuación sin relación entre ellos. Pero, ¿estamos todav ía en la posibilidad de concluir plasmando en la realidad construida nuestro deseo de ciudad? Si este deseo no surge de la voluntad totalizadora, si utopía y tradición son usadas mesurada y simultáneamente en

Centro Cívico de la Vaguada

P~Urta

del Sol

nuestra ciudad pensada, hay sin duda instrumentos de programación que pueden hacer efectiva la voluntad de transformación urbana. No se trata exclusivamente de actividades burocráticas u organizativas, sino de la difusión popular del valor . conjunto y ambiguo de la utopía y la tradición en la ciudad. La actividad política, cada vez más ciudadana en nuestra organización social, debe y puede recuperar el valpr de la reflexión sobre la importancia de la forma de la ciudad. . Como señala Colín Rowe, "la tarea consiste en salvar la ·ciudad (y por tanto a la democracia) mediante amplias infusiones de metáfora, de ~samiento analógico y de ambigüedad, y ante un cientifismo prevalente y un laisser-aller conspicuo, es posible que tales actividades puedan aportar la auténtica supervivienda a través del diseño", y es en esta tarea de la salvación de la ciudad. de esta tarea política, donde las lógicas del deseo y de la decisión pueden integrarse y donde, en consecuencia, plan y proyecto se convierten en instrumentos igualmente • necesanos. El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid aprobado en 1985 ha tenido como virtud, que yo destacaría como esencial, la de haber contenido en sí el germen de la efectiva difusión colectiva de la importancia simultánea del deseo y de la decisión. La consideración • general de la ciudad que el Plan de Ordenación introduce para la elaboración de sus determi naciones no está reñida, sino que antes bien convive pacíficamente, con la valoración de las partes de la ciudad, incluso de sus partes más elementales, de la arquitectura. Valoración de globalidad. prioriz.ación de los problemas a solucionar, importancia de la forma. no son sino sinónimos de Plan, Programa y Proyecto. La equilibrada concatenación de las tres


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