Y a todo ello allegaba magistrales lecciones y artículos de índole profesional dispersos en diarios y revistas, par.icularmente en la de la So~ ciedad de Arquitectos del Uruguay y anteriormente en la de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos del Uruguay -de la que fue eficiente direc~ tivo- desde donde se iniciaron los primeros pasos para la autonom:a profesional en el Reglamento de la Sección "Arquitectura" de 1907, aprobado por la Asamblea General Secciona] y confeccio nado de acuerdo a. lo que prescribía el Artículo 23 de los estatutos de aquella meritoria Asociación . De aquí partió el movimiento cultural: concursos de fachadas, reglamentos de concursos públicos; ;Proyectos de leyes de reglamentación y capaddad profesional; y de equiparación en las autoridades facultati-vas y en la valorización universitaria de los t:tulos expedidos por el Estado, para llegarse a la independización de 1915, no sin deja.r en el camino huellas que fueron dolorosas. Per·o la acción del ilustre arquitecto que rememoramos, rebasó las fronteras de la enseñanza y de la solidaridad profesional, y aún de la lucha por imponer el prestigio de una profesión casi desconocida en un medio hóstil. Y así llevó su entusiasmo a la acción pública. Primero al ser designado Director de Obras Municipales, en su cargo de Miembro de la Junta Económico-Administrativa del Departamento de la Capital, en el período que presidió aquel gran hombre de acción progresista que fue don Federico Vidiella. Era a la sazón Acosta y Lara. muy joven - habia na cido el 15 de enero de 18 75 y corr:an los años 1905 al 1907 en que des~ empeñó ese cargo- pero conocía ya las deficiencias de nuestra legisla,ción y de las vieja.s reglamentaciones que regían las construcciones ciudadanas p~r la ley de 1885. Y realizó, entonces, una intensa laoor de modernización de los principi·os rectores de la higiene pública, de la vialidad, del ordenamiento arquitectónico y constructivo, palia.ndo en lo posible --por la ausencia de una ley específica- el desorden imperante para ejercer la Arquitectura como ciencia de responsabilidad social. En posterior oportunidad con :ribuye con su preparación técnica y experiencia a la realiza.ción de grandes obras edilicia.s, integrando en 1933 la Comisión Financiera de la Rambla Sur. Muchos desvelos le costó a su esp ritu combativo este deseo de poner o~ den a una actividad tan compleja y a la vez tan descuidada en estos países de América, acción a la que siempre se sintió atraído, ya que era su norma moral la escrupulosidad, que enseña'ba con sus ejemplos. Y aüí fue que transcurridos los años, volvió a la ac~ividad municipal desde el alto cargo de Intendente de la Ciudad Capital, elegido ,P;)pularmente aJ postularse en la fórmula .presidencial con el General y A r.1uitecto don Alfredo Baldomir (su ex disc:pulo) , para el ejercicio 1938 - 1942. Ejerció durante ese período con al ~ura c:vica y meticulosa administración el gobierno comunal; propició e impulsó el censo demográfico del Depa.r~ tamento de Montevideo, del cual estuvieron a cargo el Dr. don Agustín Ruano F ournier y el Arquitecto don Carlos P érez Montero - de memoriosa y efica.z actuación- ·q ue se completó con el Inventario de los Bienes Municipales de la Capital (y de aquel inolvidable colega, prologó Acosta y Lara una parte de su magnífico libro sobre: "El Cabi!do de Montevideo"). Creó, asimismo, como Intendente, el ·o rganismo básico para. sistematización urban:stica de la ciudad: la Dirección del Plan Regulador, fundamentándose en el denominado "Expediente urbano·· ; y propició el releva miento aerofotogramétrico del gran núcleo ciudadaJlo y sus aledaños departamentales. Abrió su espíri~u amplio a todas las iniciativas moder~ nas. ento nces no muy bien conocidas y aún menos aplicadas, particularmente las tendientes a extender la cultura; y se preocupó de la divulgación dentífica para llevar a sus conciudadanos nuevos medios de ilustración y enseñanza objetiva.
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